Viaje en taxi compartido hasta los confines de Uzbekistán, con una llanura desértica que en el pasado era el lecho de un enorme lago y barcos pesqueros oxidados
El Mar de Aral está situado en la frontera entre Uzbekistán y Kazajistán, y en 1960 era el cuarto lago más grande del mundo (tras el Mar Caspio y los Lagos Superior y Victoria), con una superficie de 68mil km2. Su nombre significa “Mar de las Islas”, ya que había centenares esparcidas por sus aguas. Pero entonces los líderes de la URSS diseñaron un plan para incrementar los terrenos cultivables del país utilizando el agua de los ríos Amu Daria y Sir Daria, que desembocan en el Mar de Aral. Y en tan solo 4 décadas el lago perdió el 75% de su tamaño original. Uno de los mayores desastres ecológicos perpetrados por el hombre, que cambió para siempre el modo de vida de los habitantes de la zona.
En Uzbekistán la puerta de acceso al Mar de Aral es la población de Moynak. Su principal atracción turística es el Cementerio de Barcos, aunque también cuenta con un par de Museos y una atmósfera que te hará sentir en el fin del mundo.
VIAJE: NUKUS – MOYNAK
Entre estas poblaciones hay 200km de distancia, pero en transporte público las cosas no son tan sencillas. Tras desalojar mi habitación del Tashkent Hotel de Nukus me despedí de los encargados de la recepción y me puse en marcha. El viaje constó de 3 etapas:
1. Taxi hasta la Terminal Qubla: para ahorrarme regateos e intentos de timo lo encargué en el hotel. El vehículo apareció al cabo de unos minutos y recorrió 5km hacia el sur en medio de un tráfico intenso. Precio: 8milS.
2. Taxi Compartido a Kungrad: el taxista me dejó junto al vehículo correcto, pero la cosa pintaba fatal porque de momento era el único pasajero y no se veía mucho movimiento de gente. Aunque un cuarto de hora más tarde ya éramos 4 y pudimos arrancar. Al llegar el primero viajé en el asiento del copiloto, que además de ser más cómodo permite disfrutar del paisaje (las ventanas traseras están cubiertas con trozos de tela negra para que no moleste el sol). Además este fue el único taxi compartido que utilicé en Uzbekistán cuyo conductor no me intentó estafar y pagué lo que tocaba (30milS).
El trayecto duró algo menos de 2 horas. La carretera estaba en perfecto estado y avanzamos a buen ritmo siguiendo el curso del río Amu Daria, por lo que el terreno es muy fértil, con campos de cultivo, granjas y balsas de agua. De camino pasamos junto a alguna carreta tirada por burros, o lugareños con Chugirma (el gorro tradicional uzbeko). Y el conductor nos dejó en la Terminal de Kungrad.
Kungrad es la última población de cierta importancia antes de afrontar los 300km de carretera que atraviesan la meseta de Ustyurt hasta la frontera de Kazajistán. No tiene ningún atractivo a nivel turístico así que no me planteé pasar más tiempo del necesario.
3. Taxi Compartido hasta Moynak: en la Terminal de Autobuses el ambiente era caótico, con gente por todas partes, ruido de vehículos, y un fuerte viento que levantaba nubes de polvo. Preguntando conseguí encontrar la parada donde aparcan los taxis que se dirigen a Moynak. Cuando los conductores me vieron llegar saltaron sobre mí como lobos y me pedían 40milS por el trayecto, pero yo sabía que la distancia era similar a la que hay entre Nukus y Kungrad y lo rebajé a 30milS. Además yo era el cuarto pasajero y nos pusimos en marcha al momento.
Esta vez me tocó viajar en los asientos traseros, aunque no me importó porque en el exterior el paisaje era desolador, con una llanura desértica salpicada de arbustos y matorrales extendiéndose hasta el infinito. La carretera estaba llena de agujeros pero el taxista no dejó de pisar el acelerador y llegamos a Moynak en hora y media. Allí sorprendentemente me recibió un viento frío que me obligó a ponerme el abrigo, y caminé hacia el centro del pueblo en busca de un lugar para pasar la noche.
Nota: hay un autobús diario que conecta Nukus y Moynak. Sale a las 8h desde una Terminal situada al oeste de la ciudad, pero no quise madrugar tanto.
ALOJAMIENTO: HOSTEL MOYNAK – 90milS/Noche
*Puntos a favor: dormitorio de 4 plazas (aunque era el único huésped); tranquilidad total por la noche; wifi rápido.
*Puntos en contra: mobiliario destartalado; ubicación alejada de la antigua orilla del Mar de Aral (aunque cerca de la Terminal de Autobuses); encargado de la recepción muy seco; precio.
En Booking no aparecía ninguno de los alojamientos que hay en Moynak, así que me planté sin reserva y me dirigí al Hostel Moynak, recomendado en algún blog de viajes. Al llegar me encontré al encargado sentado junto a la puerta y hubo momentos de confusión, porque el hombre parecía darme a entender que el lugar estaba cerrado, pero después me dejó entrar y me enseñó una habitación. Todo esto sin una sonrisa o palabra amigable. Al final me pude instalar y la actitud del encargado fue mejorando con el tiempo, pero no entendía nada de lo que le decía, ni siquiera ayudándome con gestos o fotos. Era desesperante. He estado en lugares remotos de África donde me ha costado menos comunicarme…
Aunque lo peor llegó más tarde. De noche, mientras escribía estirado en mi cama, escuché algo que se movía por el suelo de la habitación. No lo llegué a ver, pero era evidente que se trataba de un ratón. Estuve a punto de cambiarme de habitación por mi cuenta, pero al final me trasladé a otra cama algo más alejada y me resigné a pasar la noche. El Hostel Moynak fue sin duda el peor alojamiento de mi viaje por Uzbekistán, y pensar que me costó solo 20milS menos que el Khiva Ibrohim sin ni siquiera incluir el desayuno me pareció ofensivo. Eso sí, había que descalzarse antes de entrar, por si acaso se ensuciaba el suelo. En fin…
Tras descansar unos minutos cogí las cámaras de fotos y me dirigí al lugar que me había traído hasta este remoto rincón del país.
COMIDA: TIMES CAFE
De camino pasé por este sencillo local y decidí sentarme a comer algo. El menú incluye varios platos típicos y pedí Boso Laghman; pan; y té. Me atendió una camarera muy amable, el plato apareció al momento y estaba muy rico. Justo lo que necesitaba. Precio: 24milS. Ahora ya podía continuar con mis planes.
EL DESASTRE DEL MAR DE ARAL
En los años 50, con la llegada al poder de Nikita Khrushchev, la Unión Soviética apostó por convertirse en una potencia agrícola a nivel mundial, intentando igualar los logros de Estados Unidos. Y se eligió Uzbekistán como principal centro productor de algodón. Hasta ese momento el algodón (conocido como “oro blanco”) ya era una parte importante de la economía del país, pero los rusos agudizaron esta dependencia convirtiendo amplias zonas de desierto en terrenos cultivable, gracias a dos acciones:
*Creación de una red de canales que desviaban el agua de los ríos Amu Daria y Sir Daria.
*Uso intensivo de fertilizantes y pesticidas.
El plan de Khrushchev funcionó y en los años 80 la producción de algodón se había duplicado, con la Unión Soviética erigiéndose en el segundo exportador mundial. Pero al mismo tiempo la superficie del Mar de Aral comenzó a disminuir, porque la evaporación del agua ya no era compensada con el caudal de los ríos Amu Daria y Sir Daria. En 1991, tras la descomposición de la URSS, el Mar de Aral se había reducido a la mitad y las señales de alarma eran evidentes. Aunque el presidente Islam Karimov optó por una política continuista para no perder una fuente de ingresos vital para la precaria economía de Uzbekistán, que ahora no contaba con el apoyo de Moscú. Y el declive del Mar de Aral prosiguió en medio de las protestas de la comunidad internacional.
En 2003 su superficie ya era solo el 10% y se había dividido en 4 lagos. Y en el año 2009 se secó el mayor de ellos, el Este, situado en Uzbekistán, a pesar de que todavía se incluye en muchos mapas. Los efectos de la desaparición del Mar de Aral se notan a todos los niveles:
–Economía: el incremento de la salinidad del agua provocó la muerte de los peces y la desaparición de la industria pesquera, concentrada en las poblaciones de Moynak (Uzbekistán) y Aralsk (Kazajistán).
–Clima: la desertificación de la zona ha creado veranos muy calurosos e inviernos más fríos, con una reducción de la cantidad de lluvias.
–Salud: los fuertes vientos que azotan la región crean nubes de polvo que contienen elevadas cantidades de sal y productos químicos, provocando todo tipo de patologías entre la población. Además durante muchos años estuvo muy limitado el acceso al agua potable.
La actitud ante esta grave situación de los dos países afectados ha sido muy distinta:
*Kazajistán: en el año 2005 se construyó la Presa de Kokaral, para separar el lago Norte (en su territorio), alimentado por el río Sir Daria, del Oeste (compartido con Uzbekistán). Al mismo tiempo se modernizó la red de canales para evitar fugas de agua, que en algunos casos llegaban a alcanzar el 70% del total. Gracias a estas mejoras los niveles del lago Norte han aumentado varios metros y se ha reactivado tímidamente la industria pesquera.
*Uzbekistán: el gobierno está reduciendo los terrenos destinados al cultivo de algodón, pero en su lugar se utilizan para plantar frutas y cereales, sin disminuir significativamente el volumen de agua desviado del río Amu Daria. Además en el lecho seco del lago Este, ahora conocido como Desierto de Aralkum, se han descubierto depósitos de gas y ya se han firmado algunos acuerdos con empresas chinas para explotarlos. Con lo cual el interés por recuperar el ecosistema de la región es nulo.
Como en todo relato relacionado con la antigua Unión Soviética, no puede faltar una historia de armas secretas. En 1948 los rusos crearon un importante centro para el estudio y desarrollo de armas biológicas. Se llamó Aralks-7, con una población anexa donde vivían los trabajadores y sus familias. Y estaba ubicado en Vozrozhdeniya, una isla del Mar de Aral situada entre Uzbekistán y Kazajistán, 70km al norte de Moynak. Durante años ocurrieron sucesos misteriosos a su alrededor: varios tripulantes de un barco que navegaba el lago enfermaron de viruela; dos pescadores aparecieron sin vida en su barca; miles de antílopes muertos… Hasta que tras la independencia de Uzbekistán, Aralks-7 fue abandonado dejando atrás toneladas de ántrax mal enterradas.
Con el tiempo la isla se convirtió en una península y en el año 2002 un proyecto liderado por Estados Unidos se encargó de descontaminar la zona. A continuación algunos viajeros intrépidos tuvieron la oportunidad de visitar Aralks-7, descubriendo laboratorios vacíos, vehículos oxidados y símbolos soviéticos. Pero en julio del 2019 el gobierno decidió borrar del mapa el lugar, y hoy día no queda nada en pie. Una auténtica pena…
EXPLORANDO ARALKUM
Cuando llegué a la antigua orilla del Mar de Aral me quedé sin palabras. Ante mí se extendía lo que en su día fue el lecho del lago, hoy convertido en el Desierto de Aralkum: una llanura polvorienta con zonas cubiertas de arbustos. Primero contemplé las vistas desde un mirador donde hay un memorial de la Segunda Guerra Mundial. A media distancia grupos de vacas avanzaban a ritmo tranquilo; y recortada en el horizonte se elevaba una columna de humo negro. Después bajé a explorar la zona, caminando sobre millares de pequeñas conchas, entre dunas y matorrales. Allí me tiré un buen rato deambulando completamente solo, bajo un cielo despejado, con una sensación de tristeza difícil de explicar. Es increíble de lo que es capaz el ser humano…
Sin duda la imagen más icónica del Mar de Aral es el Cementerio de Barcos: una serie de oxidadas embarcaciones que han quedado varadas en la arena. En su día había muchas más, pero fueron vendidas como chatarra. También estaban mucho más dispersas y costaba encontrarlas, hasta que el gobierno local optó por agruparlas con fines turísticos. La mayoría están ordenadas en fila frente al mirador, y un poco más a la derecha hay otras tres en una posición menos artificial. Los barcos están cubiertos de grafitis y se puede subir a alguno de ellos.
Hasta el 2019 existía la opción de visitar varios edificios abandonados en la zona, incluida la antigua fábrica de conservas de Moynak. Pero se decidió demolerlos al mismo tiempo que Aralks-7 y me quedé con las ganas.
Antes de marcharme visité un pequeño Museo situado junto al mirador, en un moderno edificio de forma circular. El billete de acceso cuesta 20milS y en su única sala se exponen algunos de los animales (disecados) que solían habitar la región; cuadros con escenas del Mar de Aral; algún objeto de la época; y fotografías en blanco y negro donde aparecen barcos pesqueros o mujeres trabajando en la fábrica de conservas. En el centro hay una pantalla que proyecta documentales sobre el desastre. Las encargadas del Museo me pusieron uno en inglés y estuvo interesante.
Cuando salí del Museo ya atardecía y los colores eran más intensos. Lástima que el sol no se oculta por el lado del desierto, porque me hubiera quedado a hacer fotos.
CENA: MAYAK CAFE
Este curioso lugar está a escasos metros del mirador. Yo me acerqué para cenar algo, pero al verme el dueño me quiso enseñar el recinto, donde hay varias yurtas para dormir (50milS por cama), un faro moderno con una gran panorámica de los alrededores, y dos enormes altavoces emitiendo música a toda pastilla. El hombre no hablaba inglés y la comunicación fue complicada. A continuación me senté en el pequeño comedor. Solo pude elegir entre 3 platos y me conformé con Manti, pan y té con miel (todo riquísimo). Precio: 30milS.
De regreso al hostel compré algo de comida en una tienda, y dediqué el resto de la jornada a leer y descansar. En ese momento todavía no sabía que había más huéspedes en la habitación…
UN PASEO POR MOYNAK
Al día siguiente me desperté tras una noche sorprendentemente tranquila (el ratón se dedicó a lo suyo y no molestó). Una vez en pie desayuné (magdalenas duras y un zumo que estaba asqueroso); me vestí; y salí a la calle con mi cámara de fotos para conocer Moynak. En el exterior me esperaba un sol impecable, aunque con un viento frío que no me permitió quitarme el abrigo.
En su época de máximo esplendor Moynak era un animado puerto pesquero con alrededor de 60mil habitantes y una importante fábrica de conservas. Hasta que en los años 80 la orilla del Mar de Aral comenzó a alejarse y la gente tuvo que emigrar a Nukus o Tashkent en busca de otra forma de ganarse la vida. Hoy día quedan poco más de 10mil vecinos que se enfrentan a un futuro incierto, rodeados de un desierto hostil que solo atrae de forma esporádica a algún grupo de turistas curiosos.
Moynak se compone de una avenida principal de varios kilómetros de longitud con una serie de edificios públicos de reciente construcción; y una red de calles laterales (la mayoría sin asfaltar) donde predominan las casas tradicionales de adobe, con mujeres luciendo coloridos pañuelos en la cabeza, perros solitarios y grupos de niños jugando. Mientras caminaba hice una foto de un edificio con las banderas de Uzbekistán y Karakalpakstán, y al poco un vigilante me empezó a gritar desde la distancia. Por suerte conseguí calmar los ánimos y no hubo consecuencias. En cuanto a atracciones turísticas concretas, solo puedo hablar de dos:
1. Cartel de Entrada: era de aspecto soviético y estaba situado en las afueras del pueblo, junto al abandonado aeropuerto. Y hablo en pasado porque en el 2020 el gobierno local decidió arrancarlo y sustituirlo por otro moderno. Como yo desconocía este dato acabé preguntando a varios vecinos y caminé por la carretera hecho un lío. El nuevo cartel se encuentra todavía más lejos y la verdad es que me dejó indiferente. En él aparecen las siluetas de dos velas y un pez, en referencia al Mar de Aral, pero el original era mucho más fotogénico.
Para volver al centro del pueblo hice autoestop y al cuarto intento paró una furgoneta con dos lugareños que me acogieron sin problema.
2. Museo de Estudios Regionales: ubicado en un edificio moderno. Tiene una parte dedicada al Mar de Aral, con animales disecados, fotos antiguas, cuadros con escenas de la época, latas de pescado de la fábrica… Y otra que consiste en un pequeño museo etnológico, con ropa tradicional, joyas, una yurta… La entrada me costó 20milS y las chicas encargadas me trataron con todo tipo de atenciones (era el único cliente). Durante la visita conocí a un empleado con un inglés excelente y estuvimos un rato charlando. En el pasado alojaba turistas y tenía un 4×4 con el que organizaba excursiones al Mar de Aral, pero la crisis del coronavirus le obligó a venderlo. La verdad es que me aclaró un montón de dudas.
Tras la visita regresé al hostel, recuperé mi mochila, me despedí del encargado, y caminé hasta la Terminal.
VIAJE: MOYNAK – NUKUS
Para volver a Nukus decidí probar el autobús diario, que sale cada día a las 15h. De esta forma evitaba los regateos con los taxistas y hacer transbordo en Kungrad. Yo llegué a la Terminal 40 minutos antes para asegurarme un buen sitio y elegí uno junto a la ventana en la parte delantera, con espacio suficiente para las piernas. A mi lado viajó una anciana con la que apenas me relacioné; y dejé la mochila grande en un rincón donde no molestaba. El autobús se llenó de lugareños rápidamente, así que el conductor arrancó antes de las 15h (un dato a tener en cuenta).
La verdad es que acabé contentísimo con el trayecto. El vehículo avanzó a buen ritmo, con alguna breve parada para que subiera o bajara gente. Yo pensaba que nos detendríamos un buen rato en Kungrad, pero fue visto y no visto. Así que tardé 4,5 horas en llegar a Nukus (solo 15 minutos más que la combinación de taxis compartidos); y encima pagando una tercera parte (18milS). Fui tan relajado que hasta aproveché para dormir un rato.
El autobús finalizó su recorrido en la Terminal Oeste, a unos kilómetros del Tashkent Hotel. Y en vez de coger un taxi me planté junto a la carretera, subí a una marshrutka que se dirigía al centro, y me bajé a escasos metros del hotel por tan solo 1.500S. El conductor no entendía mi presencia allí y por supuesto me pidió la foto de rigor. Al día siguiente regresé a Khiva en dos taxis compartidos, abandonando el territorio de la República de Karakalpakstán. Así acababan mis aventuras por la región más desconocida de Uzbekistán.
CONCLUSION
El Mar de Aral es uno de esos lugares míticos relacionados con la antigua Unión Soviética que siempre había soñado con visitar, al igual que Pripyat/Chernobyl (Ucrania) o el centro de ensayos nucleares de Semipalatinks (Kazajistán). La excursión implica recorrer carreteras polvorientas, locales de comida básicos y alojamientos muy por debajo de los estándares uzbekos. Pero la imagen del antiguo lecho del lago convertido en una gran extensión de arena con barcos oxidados pone los pelos de punta. Una jornada será más que suficiente para explorar Moynak y los alrededores, más el tiempo necesario para llegar, que dependerá del transporte que utilices.
Mi idea inicial era viajar hasta la orilla del Mar de Aral y bañarme en el lago, cuya elevada salinidad produce efectos similares al Mar Muerto. Pero es necesario un 4×4 para cruzar 200km de desierto; solo hay dos vehículos en Moynak; y una excursión de 2 días cuesta 150Usd (comida y alojamiento a parte). Si Aralsk-7 todavía estuviera en pie creo que me habría apuntado para poder visitarlo, pero al no ser así lo dejé correr.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales