Una mezquita tradicional de estilo sudanés tras un maratoniano viaje por carretera en diferentes medios de transporte
Fundada en el siglo XI, Larabanga es una minúscula aldea de apenas 5mil habitantes cuyo principal atractivo es una mezquita de estilo sudanés considerada por algunas fuentes como la más antigua del país. Según los relatos locales (no documentados) fue construida en el año 1421 por un comerciante Musulmán, cuando las caravanas que atravesaban el Sáhara recorrían la zona y la religión Islámica se estaba expandiendo por el norte del país. Actualmente la mezquita de Larabanga es un lugar sagrado de peregrinación obligada para cualquier Musulmán de Ghana, y hay quien se refiere a ella como la «Meca de África Occidental«. En su interior se conserva un viejo Corán procedente de Arabia que solo unos pocos elegidos pueden contemplar.
Además de la mezquita, Larabanga es el punto de acceso al fascinante Mole Park, situado a tan solo 3km de distancia (le dedico un post a parte).
VIAJE KINTAMPO – LARABANGA
Cuando tras visitar las Kintampo Falls decidí continuar mi ruta hacia el norte de Ghana sabía que la cosa iba a ser complicada. Eran las 14h pasadas y ante mí tenía 220km de carreteras en un estado de conservación muy variable hasta llegar a Larabanga. Pero bueno, yo decidí ponerme en marcha y si surgían problemas siempre tenía la opción de pasar la noche en algún pueblo intermedio. Estas fueron las etapas:
1. Trotro hasta New Buipe: lo cogí en la Terminal de Kintampo y me tocó esperar más de una hora hasta que se llenó el vehículo, primero con un sol de justicia; y más tarde bajo una lluvia intensa que por lo menos refrescó el ambiente. El trotro se dirigía a Tamale, pero mi idea era bajarme en Fulfusu y continuar en otro vehículo hasta Larabanga. Precio: 17C + 3 por guardar la mochila grande en el maletero.
Una vez en marcha el trotro avanzó a buen ritmo atravesando un paisaje cada vez más árido, con árboles pequeños y arbustos; y poblaciones de escaso interés. Eso sí, con un tono cada vez más islámico. Porque ya estaba en el norte del país y en esta zona lo habitual es ver mezquitas, chilabas, barbas y chadores. Atrás quedaba la Ghana cristiana, con sus predicadores e iglesias.
Y de repente el trotro se detuvo. Habíamos llegado al enorme puente que cruza el río Black Volta, cerca del lago del mismo nombre; y ante nosotros se extendía una larga cola de vehículos. Por lo visto el puente estaba cerrado por obras de mantenimiento desde las 14h hasta las 6h del día siguiente. Y tan solo podían circular por él personas o vehículos de dos ruedas.
A partir de aquí se sucedieron las escenas caóticas típicas del transporte público en África. Alguna falsa alarma en la que la cola parecía avanzar, cuando todo se debía al espacio que dejaban los vehículos que decidían dar media vuelta. El conductor desapareció en un par de ocasiones, y a la tercera ya no volvió. Y a nuestro alrededor varios lugareños en moto nos ofrecían la posibilidad de continuar el viaje a precios abusivos aprovechándose de la desgracia ajena. Además una duda flotaba en el ambiente: ¿la compañía de trotros sabía que el puente estaba cerrado y aún así nos hizo partir engañados, o también fue una sorpresa para ellos?
2. Trotro a Fulfusu: yo estuve más de una hora esperando mientras el sol se ponía en el horizonte. Y al final decidí buscar alternativas. Así que bajé del vehículo; me puse la mochila grande a la espalda; y crucé el puente a pie, con unas vistas espectaculares del río Black Volta. Al poco llegué a la población de New Buipe, situada en la orilla opuesta. Allí encontré un trotro que continuaba la ruta hacia Tamale; pagué los 10C que me pidieron; y me senté a esperar.
Minutos más tarde aparecieron mis compañeros de trotro. Estaban muy enfadados porque no habían encontrado al conductor y no pudieron recuperar la parte proporcional del dinero pagado por el trayecto. Pero la gota que colmó el vaso fue descubrir que les cobraban 10C por el viaje a Tamale (en lugar de los 9 habituales); y que les hacían sentarse en filas de 4 personas en lugar de las 3 habituales. Por aquí ya no pasaban y se montó un follón tremendo, con gritos, amenazas y discusiones acaloradas. Un pasajero gritaba «¡Conozco mis derechos!» y exigía la presencia de un representante sindical. Y todo para que tras media hora larga de confusión… acabáramos viajando en filas de 4 personas y pagando 10C. Qué paciencia… Por suerte el resto del viaje hasta Fulfusu transcurrió sin incidentes.
3. Taxi Compartido hasta Damongo: en Fulfuso ya era de noche y no tenía claro que hubiera transporte disponible. Las guías de viaje hablaban de una carretera horrible hasta Larabanga que únicamente se atrevían a recorrer los autobuses que salían directos desde Tamale. Así que valoré seriamente la posibilidad de seguir hasta Tamale, dormir allí, y continuar el viaje al día siguiente. Pero al ver que había un taxi compartido esperando pasajeros decidí bajar y jugármela.
La noticia positiva fue descubrir que la antigua carretera horrible ahora estaba asfaltada y no entraña problemas. En cambio el taxi iba solo hasta Damongo y me obligaba a buscar otro transporte a Larabanga. En fin, yo pagué el billete (10C + 3 por la mochila grande); y mientras esperaba a los pasajeros que faltaban me compré unas galletas y una botella de agua. El viaje a Damongo fue impecable, avanzando por una carretera oscura sin apenas tráfico.
4. Taxi a Larabanga: en Damongo hice piña con un lugareño que también iba a Larabanga para conseguir transporte. Hubo momentos de duda porque los taxistas se aprovecharon y nos pedían 40C por el trayecto en lugar de los 30C habituales. Aunque a estas alturas no me importaba pagar un par de euros extra, así que le pedí a mi compañero 15C y yo pagué los 25C restantes. De esta forma llegamos a Larabanga en unos minutos. Ya eran las 22h y habían pasado más de 8 horas desde que salí de Kintampo. Toda una odisea pero lo había conseguido.
En Larabanga, envuelto en una oscuridad casi total y cargado con mis mochilas, acepté la ayuda de un chaval para encontrar alojamiento. Y tras un intento fallido (la guest house que elegí estaba cerrada) acabé en la segunda opción aceptable del pueblo.
ALOJAMIENTO: SAVANNA LODGE – 30C/Noche
*Puntos a favor: cabaña tradicional espaciosa; ubicación a 1km del centro de Larabanga; tranquilidad total por la noche; ventilador; propietarios muy amables; precio.
*Puntos en contra: camas individuales; baño exterior compartido; la ducha es un barreño de agua fría con un cazo.
Por suerte el chaval llamó por teléfono al propietario del Savanna Lodge, y aunque no estaba muy lejos el hombre tuvo el detalle de venir a buscarme en su moto para evitar que caminara cargado. Su mujer me recibió con una sonrisa de oreja a oreja y me vendió una cerveza Star fría (5C). Tras refrescarme me estiré en la cama, con tan solo una salchicha asada y unas galletas en el estómago en todo el día, a parte del desayuno. Menos mal que estaba agotado y me quedé dormido al momento.
DESCUBRIENDO LARABANGA
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. Todavía me encontraba cansado y de buena gana me hubiera quedado en la cama un par de horas más, pero tenía una agenda apretada y me obligué a ponerme en pie. Poco después estaba sentado en una mesa exterior listo para desayunar. El menú me supo a gloria y consistió en una tortilla francesa con verduras y pan recién hecho; y una enorme taza de café con leche. Precio: 7C. El propietario del alojamiento se sentó conmigo y me explicó sus planes para convertir el destartalado campamento en un lugar con clase. Aunque como acostumbra a pasar en África, necesitaba financiación. Después de desayunar me preparé para explorar la zona aprovechando que el sol todavía no apretaba.
Larabanga es famoso por la abundancia de falsos guías y pesados que agobian a los turistas con el único objetivo de sacarles el dinero. Las guías de viajes avisan de esta situación y en Internet había leído relatos inquietantes. Así que para evitar situaciones desagradables pedí al propietario del alojamiento que me consiguiera a alguien para acompañarme. Si tenía que utilizar los servicios de un guía, por lo menos que fuera uno recomendado. Además de paso ahuyentaría al resto de pesados y me permitiría dedicarme a disfrutar del pueblo. Aunque la sorpresa llegó cuando el propietario llamó a Adam, uno de sus hijos que no tendría más de 11 años de edad, y le encargó el trabajo. Vaya tela…
El hombre le repitió varias veces cómo tenía que actuar ante el asedio de otros guías, y nos fuimos caminando hacia Larabanga. En vez de seguir la carretera principal Adam me llevó campo a través. Y el paisaje me encantó, con un terreno de color rojizo y árboles raquíticos de ramas retorcidas. Al final llegamos a un pequeño lago muy fotogénico, rodeado de frondosa vegetación; y frecuentado por grupos de lugareñas de coloridos ropajes que acuden a su orilla para lavar la ropa o coger agua, y la transportan sobre la cabeza en recipientes de plástico.
Adam me señaló la silueta de un pequeño cocodrilo medio sumergido en el lago; y cerca de la orilla encontramos los restos de una serpiente que había mudado de piel. Yo me quedé un rato disfrutando del ambiente, y después continuamos hasta el centro de Larabanga, donde se encuentra su principal (y única) atracción turística.
LA MEZQUITA MAS ANTIGUA DE GHANA
Adam me condujo al recinto donde se paga la entrada; aboné 5C; y charlé unos minutos con el encargado, rechazando amablemente sus propuestas de visitas guiadas o información adicional (que seguramente tenían un precio). A continuación me dediqué a contemplar el exterior de la mezquita, porque al no ser musulmán tenía prohibido acceder a la sala de oración o subir al tejado. Una pena…
La mezquita de Larabanga es un espectacular ejemplo de arquitectura de estilo sudanés. Tiene paredes de barro de color blanco; un esqueleto de madera con palos que sobresalen de los muros; contrafuertes puntiagudos; y dominando la estructura principal un minarete de forma piramidal. No es un edificio muy grande pero la imagen es inolvidable. Por suerte me pude quedar todo el tiempo que quise, haciendo fotos y paseando alrededor de la mezquita, sin recibir ningún tipo de presión. Además curiosamente Adam resultó ser una fuente de información, y no paró de explicarme historias y leyendas relacionadas con la mezquita y su milagrosa construcción.
Hay otras mezquitas de estilo sudanés en el norte Ghana, como la de Nakore, cerca de Wa; o la de Bole. Pero su visita implica desviarse bastante de la carretera principal. A mí no me pillaban de paso y con la de Larabanga me di por satisfecho.
De regreso al campamento entré en una tienda del pueblo y compré unos refrescos (invité a Adam y su amigo). Precio: 2C cada uno. Y de nuevo avanzamos campo a través pasando por el lago, que continuaba recibiendo docenas de lugareños. Las oportunidades para la fotografía eran infinitas, con grupos de niños jugando, ropa secándose en el suelo, mujeres de rostros exóticos… Eso sí, el sol no era el mismo de la ida y comenzaba a apretar.
Ya en el Savanna Lodge me despedí de Adam, que en ningún momento quiso dinero por sus servicios (todo un detalle), aunque más tarde dejé 5C para él en la recepción. Y como me merecía un descanso, me senté frente a mi cabaña a tomar una cerveza Club bien fría (5C) y planear mis próximos pasos.
CONCLUSION
Larabanga se encuentra a tan solo 3km de la entrada de Mole National Park, así que no hay excusa para que si estás explorando el norte de Ghana te detengas un rato en esta población para ver su mezquita. No es necesario que pases la noche en el pueblo, a no ser que que aparezcas a horas intempestivas como fue mi caso y no te quede más remedio.
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