Un tranquilo pueblo lleno de tiendas de artesanía y una excursión a la cima de una montaña, con la amenaza de encontrarme osos y perros pastores
Lahic es una población de montaña situada a 1.375m de altura, rodeada de un paisaje espectacular. Se trata de uno de los asentamientos más antiguos de Azerbaiyán, y sus apenas 1.200 habitantes hablan un dialecto relacionado con el Persa. Paseando por sus calles adoquinadas sorprende pensar que bajo el subsuelo se extiende uno de los primeros sistemas de alcantarillado conocido en el mundo. O que sus viviendas de piedra de aspecto rústico están dotadas de ingeniosos mecanismos para soportar los frecuentes terremotos que azotan la zona.
Durante la Edad Media Lahic fue un importante centro de artesanía, y hoy día su calle principal todavía cuenta con un montón de tiendas que venden todo tipo de productos, destacando los objetos de cobre. Además, las montañas de los alrededores ofrecen la posibilidad de realizar diversas excursiones, como visitar las ruinas del Castillo de Girdiman o coronar la cima del Monte Niyal.
VIAJE: SHEKI – LAHIC
Lahic está alejada de la carretera principal que va en dirección a Baku, así que tuve que realizar el trayecto en dos etapas:
1. Marshrutka hasta Ismayilli: tras desalojar mi habitación de la Shaki Host House, y despedirme de la encantadora familia haciéndonos unas fotos juntos, caminé hasta la Terminal de Autobuses. Allí localicé la marshrutka que estaba a punto de partir hacia Baku, pasando por Ismayilli. Y me encontré con dos sorpresas negativas: me tocó pagar el trayecto completo (7M); y solo quedaban asientos en la fila trasera, muy incómodos. Hasta que entendí el motivo del precio tan elevado generé un pequeño revuelo, e incluso me pasaron un móvil con alguien que hablaba inglés para darme explicaciones. Pero bueno, la cosa no fue a mayores…
El trayecto duró 2 horas para recorrer 140km en dirección este, siguiendo una carretera en buen estado. Tuve que viajar encorvado para conseguir ver algo a través de la ventana; y encima no se podía abrir, por lo que hacía bastante calor. Menos mal que no iba hasta Baku en esas condiciones… De camino atravesamos un paisaje rural dominado por imponentes montañas cubiertas de bosques. También cruzamos Gabala, un pueblo llamado así en honor de la antigua capital del Reino de la Albania Caucásica, cuyos restos se encuentran a unos kilómetros de distancia. Gabala es un centro de vacaciones orientado a turistas azeríes, y pasamos junto a enormes restaurantes, zonas de picnic, un zoo… Incluso en los alrededores hay un parque de atracciones llamado “Gabaland”. Por supuesto ni me planteé parar allí (aunque mi guía de viajes recomendaba el lugar).
Mi idea inicial era bajarme en el centro de Ismayilli e intentar coger otra marshrutka. Pero un lugareño me recomendó continuar 11km más hasta el lugar donde arranca la carretera hacia Lahic, y le hice caso.
2. Taxi a Lahic: tras recuperar mi mochila grande y caminar unos metros un taxista me ofreció sus servicios. Primero me pedía 15M por recorrer los 20km hasta Lahic, pero a esas alturas ya sabía que la tarifa normal es de 1M por cada 2km aproximadamente (según el estado de la carretera) y negocié 12M. Aunque al final quedaron en 10M porque dejé que el conductor recogiera a un par de pasajeros extra. Durante el viaje cruzamos un paisaje espectacular, con enormes montañas y paredes de roca de formas extrañas. También pasamos junto a un puente colgante que cruza el río para acceder a la población de Zernava.
La ventaja de viajar en taxi fue que el conductor se encargó de preguntar dónde estaba el alojamiento que buscaba, y me llevó casi hasta la puerta. Así me evité deambular cargado con mis mochilas, porque ni Google.Maps ni maps.me ubicaban correctamente el lugar que había elegido para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: LAHIC HOSTEL – 30M/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado con ducha perfecta; edificio espectacular, con dos terrazas de madera (una con vistas al pueblo y otra a un frondoso jardín, ambas con mesas para sentarse); ubicación genial, en una bonita plaza a escasos minutos de la calle principal; buena limpieza; cocina compartida con nevera.
*Puntos en contra: camas individuales (aunque comodísimas); sin wifi; alojamiento a escasos metros de una mezquita que me despertaba a las 4h; el lavabo perdía agua y el suelo estaba siempre mojado; los propietarios no estaban en el hotel, y el trato del abuelete encargado fue bastante seco.
Una vez más utilicé la táctica Booking. Elegí un hotel con habitaciones disponibles, precio correcto y buenas valoraciones, y aparecí sin reservar. En el exterior del edificio solo había un cartel con un número de teléfono. Por suerte un lugareño llamó al encargado, que apareció al cabo de unos minutos y me atendió (en azerí). Al final las habitaciones ofertadas en Booking eran minúsculas y con lavabo compartido. Así que opté por pagar un poco más y alojarme en una mucho mejor, consiguiendo una rebaja de 10M por noche respecto el precio habitual.
El hotel es un auténtico lujo, situado en una bonita plaza rodeada de edificios antiguos. Pero me chocó ver la planta inferior abandonada y llena de trastos en plena temporada turística. Además lo de “hostel” engaña bastante (nada más lejos de la realidad).
UN PASEO POR LAHIC
Tras ocupar mi habitación, salí al exterior a conocer el pueblo. Estos son los lugares de interés:
1. Calle Hüseynov: es la principal avenida de Lahic, y sin duda el sitio más fotogénico. El suelo está cubierto de grandes losas de piedra, y abundan las casas con balcones de madera. En su planta baja hay tiendas que venden todo tipo de artesanía y productos tradicionales. Yo avancé tranquilamente, examinando cada detalle, y charlando con algunos de los vendedores. Pude ver objetos de cobre, gorros típicos de pastor fabricados con piel de cabra, pulseras y colgantes, infinidad de coloridas plantas medicinales y especias, licores…
La única pega: que era domingo, y el lugar estaba invadido de lugareños procedentes de Baku. A veces me vino bien, porque en mis fotografías pude incluir mujeres con pañuelos tradicionales y velos que quedaban genial. Pero en algunos tramos de la calle había demasiada gente. Tampoco me gustó ver un poni utilizado para dar paseos a los niños.
Durante mi paseo se me acopló un rato Ahad, un chaval que quería practicar inglés conmigo. A cambio, me enseñó algunos lugares interesantes de Lahic (como las ruinas de un antiguo caravanserai); y resolvió varias dudas que tenía. Así que ambos salimos ganando.
2. Mezquitas: con lo pequeño que es Lahic resulta sorprendente comprobar que cuenta con 7 templos religiosos, aunque solo hay un par operativos. Se trata de bellos edificios de madera, con portadas de colores y originales minaretes.
3. Museo de Historia: está ubicado en una de las mezquitas del pueblo. Cuenta con una sala llena de objetos antiguos: vasijas de cerámica, utensilios de labranza, telas, alfombras… También hay una pared con fotos de los habitantes de Lahic más ilustres, y de los mártires fallecidos en la guerra con Armenia. La entrada es gratuita.
En total estuve paseando por las calles unas 3 horas, y fue una gran experiencia. Saludé a un montón de lugareños; un herrero me invitó a ver su taller… Tan solo me pareció ver a una pareja de occidentales en toda la tarde.
CENA: DENIZ RESTAURANT
A esas alturas del día estaba que me moría de hambre. Así que caminé hasta este restaurante situado en las afueras de Lahic, dominando el valle. Me lo recomendó el encargado del Lahic Hostel (a través de una chica que hablaba un inglés perfecto). Y me dijo que comentara que me alojaba allí, porque los dueños eran colegas y recibiría un trato especial. No sé si fue por este motivo, pero el lugar me encantó.
En Azerbaiyán los restaurantes de las zonas rurales tienen jardines con mesas ubicadas bajo pérgolas metálicas, muy separadas unas de otras. Yo me senté en una situada en una pequeña elevación, con buenas vistas de las montañas y un sol muy agradable. Pedí Kebab de Ternera; ensalada de tomate y pepino; y una jarra de cerveza marca Xirdalan. La carne estaba deliciosa, y la ración me pareció correcta. Precio: 12M.
De regreso a mi habitación, el sol ya se ocultaba tras las montañas. Con lo cual compré un par de cosas en una tienda cercana (entre ellas una botella de agua con gas por error), y puse punto final a la jornada. Por la noche, mientras escribía, se escuchaban conversaciones lejanas entre lugareños, y el sonido de los grillos. Una atmósfera ideal.
EL CASTILLO DE GIRDIMAN
Al día siguiente me levanté bastante cansado tras una noche ajetreada. A las 2h me despertaron los gritos del encargado del hotel, que apareció con unos huéspedes recién llegados a Lahic. Por supuesto salí a llamarle la atención, y encima el tío se intentaba justificar. Más tarde, a las 4h, me tocó soportar la llamada a la oración de la mezquita (ya podía ser una de las que no están activas).
Pero bueno, tocaba ponerse en marcha. Así que desayuné unas galletas con zumo; me vestí; preparé mi mochila pequeña; y salí a la calle. En el exterior me esperaba un clima desapacible, con el cielo cubierto de nubes grises y una fría brisa. Lástima, porque mi plan consistía en pasar la jornada caminando por las montañas de los alrededores de Lahic, y las condiciones para la fotografía no eran las mejores. Yo había pensado en pedir consejo en la Oficina de Información Turística de Lahic, ya que no tenía claro qué rutas podía realizar en la zona. Pero el día anterior estaba cerrada, y me lancé a improvisar.
Para empezar me dirigí al inicio de un sendero de 3km que conduce hasta las ruinas del Castillo de Girdiman. Una caminata recomendada por mi guía de viajes, y que aparece en maps.me. Así que crucé el centro de Lahic, pasando por la calle Hüseynov. Todo el mundo se saludaba con euforia porque era un día festivo en el mundo musulmán: el Eid al-Adha.
En esta festividad cada familia sacrifica un cordero, y la carne se separa en tres tercios: uno para el dueño del animal, otro para repartir entre familiares y vecinos, y el último para los pobres y necesitados. En el poco tiempo que estuve en el pueblo ya pude ver indicios de lo que iba a ocurrir: un lugareño con un enorme cuchillo recién afilado; una pick up con la parte trasera llena de ovejas… Así que me alegré de pasar el día alejado del meollo de la celebración.
El sendero comienza cerca de la Cennet Bagi Guesthouse, situada en la entrada de Lahic. Pero no encontré ninguna indicación, y maps.me se volvía loco. Menos mal que un empleado me ayudó, crucé el río, y al cabo de unos metros siguiendo la orilla apareció el camino, con un panel informativo y un poste de madera amarillo.
La ruta hasta las ruinas me gustó mucho. Avancé cuesta arriba casi todo el tiempo, primero por una pista llena de piedras, y después por un sendero. No había pérdida posible, ya que el camino estaba muy bien marcado, y de vez en cuando aparecían más postes amarillos informando de la distancia que faltaba. Atravesé un espeso bosque muy atmosférico, con mariposas de colores revoloteando a mi alrededor. Y me detuve en miradores con vistas espectaculares de las montañas y las casas de Lahic. Además no me crucé con nadie en toda la ruta, y disfruté del lugar en completa soledad, parando a hacer fotos de flores y plantas; un rebaño de cabras; un grupo de vacas que me bloqueó el paso durante unos minutos…
El Castillo de Girdiman fue construido durante el siglo V, y era la residencia del Rey Vardan, uno de los monarcas de la Albania Caucásica. Actualmente no queda mucha cosa en pie, pero el lugar tiene una magia especial, con enormes muros de piedra cubiertos de vegetación, en un tramo de bosque donde casi no llega la luz del sol. Eso sí, casi me lo paso de largo, porque está en un lateral del camino, y hay que desviarse unos metros.
EN LA CIMA DEL MONTE NIYAL
Tras unos minutos en las ruinas, decidí continuar subiendo por el sendero. Porque según el panel informativo que vi al principio, conducía hasta la cumbre del Monte Niyal, a 2.053m de altura. Así que de rebote ya tenía plan para el resto del día. Seguí cruzando bosques impresionantes, rodeado de montañas de formas surrealistas. Y al final aparecí en una zona de colinas ondulantes cubiertas de vegetación. Pero allí me encontré con un obstáculo insalvable: el sendero pasaba junto a un recinto lleno de ovejas donde no había ni rastro de los dueños. Y al poco escuché los primeros ladridos. No tenía la más mínima intención de jugarme el tipo con un perro pastor entrenado para plantar cara a osos y lobos. Así que me senté en una piedra, me comí un Snickers, y di media vuelta.
Pero tengo un problema: no me gusta dejar las cosas a medias. Con lo cual, antes de adentrarme en el bosque volví a examinar la zona con el zoom de mi cámara de fotos. Y esta vez sí que pude ver a alguien caminando cerca de las ovejas. Si estaba el pastor la cosa cambiaba, por lo que decidí retomar el camino y probar suerte. La sorpresa fue que antes de llegar al lugar apareció un niño, y me condujo hasta una tienda de color azul en cuyo interior se encontraba su familia bebiendo té. Menos mal, porque fuera había tumbados dos perros gigantescos que me miraban con cara de pocos amigos. El padre y un amigo me invitaron a entrar en la tienda, y me senté a tomar té con ellos. La comunicación fue complicada, pero intercambiamos algunas palabras.
Al cabo de una media hora me despedí de la familia y continué la ruta. Aunque al poco los problemas se me acumulaban: el sendero principal desapareció, y dio paso a infinidad de caminos que iban en todas direcciones; no tenía ayuda de maps.me (la ruta solo llegaba hasta el castillo); el cielo cada vez estaba más oscuro; y el Monte Niyal, visible en la distancia, era una cumbre piramidal que se elevaba por encima del resto a mucha altura (me la indicaron los pastores).
Reconozco que en varias ocasiones estuve a punto de desistir y regresar a Lahic. Pero de nuevo esa necesidad de finalizar todo lo que comienzo me obligó a seguir adelante. A veces fui enlazando diferentes senderos, y otras caminé campo a través. Al final conseguí alcanzar la cima de una montaña, y desde allí seguí la cordillera. El paisaje era épico, avanzando entre matorrales junto a profundos valles, rodeado de rocas de formas extrañas, con el sonido de cientos de ovejas de fondo. No fue sencillo, pero tras mucho esfuerzo coroné el Monte Niyal, señalizado con un montón de piedras. Reto superado.
TENSO REGRESO A LAHIC
A esas alturas ya eran las 16h pasadas, así que no me entretuve mucho. Hice unas fotos y comencé el descenso. Tuve momentos de duda, pero pude encontrar el camino para descender al valle. Aunque a partir de aquí los perros pastores cobraron protagonismo:
*Mientras bajaba, un par de perros de un campamento cercano no paraban de ladrarme, y se acercaban peligrosamente. Por suerte no pasó nada.
*En el campamento donde tomé té los pastores se habían marchado con las ovejas. Pero uno de los perros gigantescos se había quedado para cuidar de la mujer y los críos. Yo desde lejos lo confundí con una piedra, y cuando vi que se movía ya estaba a escasos metros. Menos mal que la mujer se encontraba fuera de la tienda y rápidamente evitó que el perro reaccionara con violencia. Y una niña me acompañó hasta que ya no había peligro. Fueron unos momentos realmente angustiosos.
*Al cabo de unos minutos, cuando ya pensaba que tenía vía libre, de repente me encontré con otro perro enorme tumbado en medio del camino. Al escucharme giró la cabeza y se me quedó mirando. Yo estaba petrificado sin saber qué hacer, y temiéndome lo peor. Pero una vez más la suerte me sonrió, y el perro se levantó y se marchó (cojeando de una pata). Esto de los perros pastores en la montaña es una auténtica aventura.
Por si había tenido pocos sobresaltos durante el día, al internarme en el bosque un nuevo peligro se hizo evidente. El panel informativo de la ruta alertaba de la presencia de osos y lobos en la zona. Y allí estaba yo completamente solo, atravesando un bosque con tramos de oscuridad casi total, mientras atardecía. Durante la ruta que hice por las montañas de Sheki no le di más importancia. Pero en los últimos días había escuchado tantas advertencias (lugareños, la Oficina de Turismo, mi guía de viajes…), que al final iba cagado. Así que avancé a buen ritmo mientras cantaba o silbaba para indicar mi presencia y evitar sorpresas. Hubo un par de veces que casi se me para el corazón, al escuchar movimiento entre los árboles, o sonido de pisadas. Pero conseguí salir del bosque y respiré aliviado.
La verdad es que el descenso no fue sencillo. El camino estaba lleno de piedras resbaladizas que tenía que sortear con cuidado, y no se acababa nunca. Aunque al final aparecieron ante mí las casas de Lahic, y cubrí los últimos metros a toda pastilla. En total habían sido 14km de recorrido ida y vuelta. Una gran jornada de montaña.
CENA: CENNET BAGI RESTAURANT
Al estar en pleno Eid al-Adha me temía que todos los comercios iban a estar cerrados y no podría comer nada. Y me moría de hambre. Así que al acabar la ruta probé suerte en el restaurante de esta guesthouse. Y para mi sorpresa no tuve problema. Me senté bajo una de las pérgolas esparcidas por los jardines del recinto. Y al poco tenía en la mesa una ensalada de tomate y pepino; un plato con trozos de carne de ternera; y una Fanta (pedí cerveza, pero estaba caliente y la rechacé). Precio: 15M. Todo muy rico, aunque me quedo con el Deniz Restaurant (el plato del día anterior tenía más carne, e incluso con cerveza pagué 3M menos). A mi alrededor había varias mesas con familias de lugareños.
Tras llenar el estómago, recorrí de nuevo el centro de Lahic mientras oscurecía, y llegué a mi hotel. Antes entré en la tienda del día anterior y me compré un helado para complementar la cena (0,5M). El dueño era un abuelete entrañable, y le estuve enseñando fotos de la jornada. Alucinaba al enterarse que había subido solo al Monte Niyal. En mi habitación me estaba esperando una ducha de agua caliente y un merecido descanso tras todas las emociones vividas.
CONCLUSIÓN
Lahic es una aldea llena de encanto, con una atmósfera muy auténtica y posibilidades de realizar interesantes excursiones por las montañas de los alrededores. Constituye una parada ideal en cualquier ruta camino de Sheki, ya que se trata de poblaciones muy distintas. Te recomiendo dedicarle al menos un par de días: uno para explorar Lahic y sus tiendas de artesanía; y otro para alguna caminata por la zona. Y si puedes, pasa la noche en el Lahic Hostel, sin duda, uno de los mejores alojamientos de mi recorrido por Azerbaiyán.
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