Un enorme lago con islas remotas y monasterios cubiertos de pinturas, y unas imponentes cascadas en el curso del Nilo Azul
Con sus 3.600km2, el Lago Tana es el más grande de Etiopía. Está ubicado en el norte del país, en la Amhara Region, habitada principalmente por los Amhara, el grupo étnico de religión cristiana más influyente (el amhárico es el idioma más extendido). Entre los siglos XIII y XVI, el Lago Tana fue el centro espiritual y político del Imperio Cristiano. Hasta que Gonder se consolidó como capital permanente, y la actividad se trasladó hacia el norte. Además, en el lago nace el Nilo Azul, uno de los principales afluentes del Río Nilo.
La ciudad más importante de la zona es Bahir Dar, capital de la Amhara Region. Está situada a 1.830m de altura, a orillas del lago. Y aunque no tiene nada de interés, es un buen punto de partida para visitar las dos principales atracciones turísticas de la zona: los monasterios del Lago Tana; y las Cataratas Tis Abay.
VIAJE: ADDIS ABABA – BAHIR DAR
La jornada comenzó a horas intempestivas, con mi alarma sonando a las 4,30h de la mañana. Y en menos de media hora ya estaba desalojando mi habitación del Hotel Itegue Taitu de Addis Ababa. En el exterior me esperaba un taxi que gestioné el día anterior a través de la recepción del hotel. Por la noche había llovido a cántaros, así que el ambiente era fresco. El vehículo, un Seat 131 realmente destartalado. Pero por 70B me llevó sin incidentes hasta el aeropuerto, situado a 5km del centro. Por el camino recorrimos calles desiertas, y nos saltamos unos cuantos semáforos en rojo. Suerte que a esas horas no había mucho tráfico…
Una vez en el aeropuerto, me dirigí al mostrador de Ethiopian Airlines; facturé mi mochila grande; y tras una breve espera despegamos puntuales a las 7,15h. El vuelo lo había reservado el día anterior en unas oficinas de la aerolínea no muy lejos del hotel. Durante el trayecto me dieron una pasta con un zumo de manzana que me sentó de maravilla, porque no había desayunado. Y tras una hora de vuelo, aterricé en Bahir Dar.
Yo ya tenía claro que quería alojarme en el Ghion Hotel, el más recomendado por mis guías. Así que fue toda una sorpresa encontrarme en la terminal de llegadas del aeropuerto un pequeño mostrador gestionado por el hotel. De esta forma me aseguré que había habitaciones libres; y utilicé su servicio gratuito de furgonetas que me llevó directo hasta el hotel.
ALOJAMIENTO: GHION HOTEL – 120B/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso; cama doble comodísima; limpieza extrema; lavabo privado con agua caliente; ubicación perfecta, en el centro de la ciudad, pero al mismo tiempo rodeado de frondosos jardines y a escasos metros del Lago Tana; tranquilidad absoluta por la noche; furgoneta gratis ida /vuelta al aeropuerto; precio (al ser temporada baja pude regatear).
*Puntos en contra: restaurante con precios excesivos.
Como el bungalow todavía no estaba listo, me senté a esperar en la terraza exterior del restaurante, donde me tomé un zumo de naranja natural. Y después estuve paseando por los jardines, entre enormes árboles y plantas de vivos colores. Una vez instalado, dejé mi mochila y salí a explorar la ciudad.
UN PASEO POR BAHIR DAR
Hasta los años 60 Bahir Dar no era más que un pueblecito somnoliento. Pero en 1964 el gobierno decidió construir una planta hidroeléctrica en la cercana población de Tis Abay. A raíz de esto Bahir Dar se convirtió en un importante centro industrial, y actualmente es la quinta ciudad más grande de Etiopía, con una población que supera ampliamente los 150mil habitantes. Cuenta con un centro moderno con amplias avenidas, supermercados, cafeterías de estilo occidental… Y hay bicicletas por todas partes.
Lo que me quedó claro nada más abandonar el hotel es que los vecinos de Bahir Dar son realmente pesados. Cada persona que me cruzaba me decía algo: me pedía limosna; ofrecía paseos en barca por el lago… Y durante todo el paseo no paré de escuchar gritos estilo «you», «hello», «faranji», «how are you», «money», etc… Por suerte al final me hice inmune, y ya ni miraba. Era como el sonido del tráfico. En cuanto al paseo, esto fue lo más destacado:
1. Una iglesia enorme, cuyos alrededores estaban llenos de mendigos y tullidos; y puestos vendiendo todo tipo de objetos religiosos (estampas, cruces…).
2. El mercado local, que con las lluvias recientes se había convertido en un barrizal. Había puestos de madera que vendían todo tipo de alimentos: cereales, frutas, verduras… No paraban de pasar vehículos que tenía que esquivar. Y abundaban los críos pidiendo «money». Así que no duré mucho.
3. Un mirador a orillas del Lago Tana, punto de reunión de los lugareños para sentarse a charlar y contemplar el paisaje. Fue lo que más me gustó, porque en los alrededores había bastantes aves: una numerosa colonia de Pelícanos; alguna garza; un Águila Pescadora; Martines Pescadores revoloteando…
En total estuve poco más de una hora paseando. Y decidí buscar un lugar para llenar el estómago.
COMIDA: ENKUTATASH RESTAURANT
Como no sabía cómo llegar al lugar, paré un tuk-tuk y le ofrecí 10B por llevarme. Pero se me quedó cara de tonto al ver que el restaurante estaba a tan solo unas calles, y el trayecto duró segundos. Hubiera podido llegar andando sin problemas.
Por lo menos el restaurante mereció la pena. El comedor estaba decorado estilo tradicional; con camareros amables y eficientes; carta variada; platos abundantes; y precios realmente económicos. Me pedí un Yasa Kutilet, acompañado de arroz, pasta, verduras y chips; una Mirinda; y una Highland. Todo perfecto.
Después de comer, regresé al hotel para evitar la parte central del día. Y me pegué una siesta de un par de horas, rodeado de una atmósfera de tranquilidad total.
EL NACIMIENTO DEL NILO AZUL
Por la tarde, cogí otro tuk-tuk para que me llevara a un punto ubicado en las afueras de Bahir Dar desde el que se ve el nacimiento del Nilo Azul. Este río es junto al Nilo Blanco uno de los principales afluentes del Río Nilo. Tiene su origen en el Lago Tana, y tras un recorrido de unos 1.500km por tierras etíopes y sudanesas, se une al Nilo Blanco a la altura de Khartoum.
El tuk-tuk me dejó en un puente desde el que pude contemplar unas vistas magníficas del lago y el río. Pero cuando saqué mi cámara de fotos apareció un soldado armado con una ametralladora gritándome «no foto, no foto!». Yo podía llegar a entender que estuviera prohibido sacar fotos del puente, al tratarse de un lugar estratégico (en algunos países son muy sensibles con este tema). Pero que no puedas sacar fotos del paisaje que se ve desde el puente… En fin…
Tras unos minutos, bajé hasta la orilla del río, donde había un chiringuito destartalado. Allí me senté un rato a tomar una Mirinda. Y cuando saqué mi cámara… la encargada me pidió amablemente que la enfundara, porque no se podían sacar fotos en esa zona. Vaya tela. Como el local tampoco me hizo mucha gracia (tenían a un pobre mono encadenado), apuré mi bebida, y regresé al centro en una furgoneta.
Nada más bajar del vehículo, el cielo se cubrió de amenazadores nubarrones. Y entré en el hotel justo antes de que estallara una fuerte tormenta.
MIS AMIGOS DE CARDEDEU
En el hotel, decidí sentarme en la terraza exterior del restaurante, que estaba cubierta y protegía de la lluvia. Y al poco aparecieron los dos amigos de Cardedeu que ya había visto en Jinka y Key Afer, y acababan de llegar a Bahir Dar. Esta vez sí que estaban interesados en compartir transporte para realizar las visitas de los próximos días, así que acordamos hacerlas juntos.
Para celebrar nuestra unión temporal, nos sentamos en la misma mesa a cenar los tres y charlar un rato. Yo me pedí un Yasa Kutilet y unas Tibs, todo acompañado de dos cervezas St. George bien frías. La historia de los dos amigos era graciosa: un tercero les había embarcado en el viaje a Etiopía, planificando todo; y a última hora les había dejado tirados. Ellos no habían viajado mucho, hablaban un inglés mínimo, y encima estaban en un país donde moverse por libre es extremadamente difícil. Así que no se lo estaban pasando muy bien. Uno de ellos hablaba por los codos, y tendía a monopolizar la conversación; corrigiendo constantemente a su pobre compañero, que casi no abrió la boca en toda la cena.
Estuvimos un buen rato de charla, intercambiando anécdotas. Y al bungalow a descansar, mientras en el exterior continuaba lloviendo intensamente.
EXCURSIÓN EN BARCA POR EL LAGO
Al día siguiente la jornada comenzó como de costumbre, bien temprano. Y al poco ya estaba sentado en la terraza del restaurante, disfrutando de un delicioso (y caro) desayuno: tostadas con mermelada y mantequilla; y un zumo de naranja natural. A las 7h aparecieron los de Cardedeu, y nos pusimos en marcha. Por suerte, el día había amanecido tranquilo y sin lluvia.
El objetivo era visitar los monasterios más importantes de las islas que salpican el Lago Tana. Y la noche anterior gestionamos la excursión a través de la recepción del hotel. El alquiler de una barca para una jornada completa con conductor y guía nos salía a 500B por persona (un precio bastante correcto), así que pagamos por adelantado, y lo dejamos todo atado para el día siguiente a las 7h.
Pero una vez más (y ya iban unas cuantas) fueron pasando los minutos y allí no había ni rastro del guía. Hubo momentos de incertidumbre, llamadas telefónicas desde la recepción… Y al final nos tuvimos que marchar solo con el barquero (que no hablaba ni palabra de inglés). La desidia de este país parecía no tener límites…
El primer lugar de interés era Dek Island, la isla más grande del lago, y también la más alejada, ubicada en la parte central, a unas 3 horas de trayecto. Así que tocó armarse de paciencia. El viaje comenzó bien, avanzando a buen ritmo por aguas muy tranquilas, mientras charlaba animadamente con los de Cardedeu. Pero el cielo se fue nublando poco a poco, y la hora final fue una auténtica odisea: fuerte lluvia, oleaje intenso, constantes sacudidas… A pesar de tratarse de una barca cubierta, acabamos empapados, ya que llovía en horizontal, y encima de vez en cuando entraba alguna ola. Pero no nos podíamos quejar mucho, porque el riesgo de que la barca se hundiera en aquellas condiciones era elevado. Y porque el pobre barquero iba en la parte descubierta de la barca, en manga corta y descalzo, tiritando de frío. Menuda aventura…
De todas formas, a pesar de las penurias, la llegada a Dek Island fue espectacular. En esta isla se ubica el Monasterio de Narga Selassie, uno de los más lujosamente decorados de la zona. Fue construido a finales del siglo XVIII durante el reinado de la Emperatriz Mentewab, y descubierto por exploradores occidentales a mediados de los años 30. Atracamos en un embarcadero de madera. Caminamos hasta la puerta de una torre fortificada, rodeada de espesa selva, y rematada por una cúpula. Y al abrirse apareció un guarda armado con un rifle, el cual nos llevó hasta un monje, que nos recibió y actuó de improvisado guía, dándonos un paseo por el lugar.
La visita fue memorable. En el exterior del monasterio había más torres fortificadas. Pero el plato fuerte fue la sala de oración. Era de forma circular, rodeada de columnas, con enormes puertas y ventanas de madera. Y en su interior (al que accedimos descalzos) los muros estaban completamente cubiertos de magníficas pinturas representando todo tipo de escenas: historias de la Biblia (Jesús en la cruz, St. George matando al dragón…), vidas de santos, leyendas etíopes… Los colores eran maravillosos. Fue muy gracioso ver a los diferentes santos representados con piel morena y pelo afro… Un estilo único. Y pude sacar todas las fotos que quise, sin restricciones. Mientras, el amigo de Cardedeu más reservado prefirió quedarse fuera fumando, alegando que no le interesaban la pinturas y le daba pereza descalzarse. Con lo que había costado llegar hasta allí…
Me encantó este lugar, y me hubiera quedado mucho más, explorando cada rincón. Pero volvió a llover con fuerza, así que decidimos regresar a la barca y continuar el recorrido.
EN LA PENÍNSULA DE ZEGE
En teoría habíamos pactado la visita de dos monasterios más ubicados en la parte central del lago: Daga Istafanos y Tana Chirkos. Pero el tiempo se nos había echado encima; y estábamos hasta las narices de navegar bajo la lluvia. Así que decidimos saltarnos esos monasterios (de menor importancia); y dirigirnos hacia otros lugares que había de regreso a Bahir Dar.
El trayecto hasta la Península de Zege duró un par de horas. Por suerte dejó de llover, y hasta salió el sol, que ayudó a secarnos la ropa. Esto hizo que volviéramos a animarnos, y estuvimos charlando y picando unas Mr. Potato (la versión etíope de las Pringles) que sentaron genial.
Al llegar a Zege, nos vino a recibir el guía al que se le habían pegado las sábanas. Mi teoría es que el chaval se levantó por la mañana, vio que el cielo amenazaba fuertes lluvias, y se borró del engorroso viaje hasta el centro del lago. Pero aun así agradecí su presencia, pues nos aportó muchísima información sobre todo lo que vimos: la zona, los monasterios, los temas de las pinturas… Estas fueron las dos visitas:
1. Monasterio de Ura Kidane Mihret: considerado uno de los más impresionantes del Lago Tana, junto al de Narga Selassie. Es también el más visitado, ya que se puede acceder por carretera desde Bahir Dar. Fue fundado en el siglo XIV, y la sala de oración era de forma circular, rematada por un tejado cónico. En su interior, de nuevo paredes atiborradas de espectaculares pinturas similares a las de Narga Selassie: vidas de santos, relatos de la Etiopía medieval, leyendas… Me encantó y no paré de sacar fotos.
De regreso a la barca, había diferentes puestos de souvenirs. Yo me detuve en uno, y compré una pequeña reproducción en piel de cabra de St. George matando al dragón, al estilo de las pinturas de los monasterios. Me pedían 250B, pero tras un intenso regateo bajé el precio hasta 80B.
2. Aprovechando que estábamos en la península, el guía nos acercó en barca a visitar el Monasterio de Azewa Maryam, de menor importancia. Y tras un corto trayecto, desembarcamos en el lugar. Pero como mis guías no destacaban nada especial del monasterio, decidimos dar un paseo por los alrededores. Porque la Península de Zege era preciosa, cubierta de vegetación de un verde intenso, y con unas vistas magníficas del lago y las diferentes islas.
UN MONASTERIO SOLO PARA HOMBRES
Ya de regreso hacia Bahir Dar, hicimos un alto en el Monasterio de Kibran Gebriel, a escasa distancia de la ciudad. Nada más llegar destacaron dos cosas:
1. La espectacular ubicación del monasterio, en lo alto de una pequeña isla de forma cónica, completamente cubierta de selva.
2. Enterarme que las mujeres tienen prohibido el acceso a la isla, y no pueden pasar del embarcadero. Por lo visto se trata de evitar tentaciones a los monjes del monasterio, que viven totalmente aislados del mundo exterior, en un régimen de estricto celibato.
El monasterio fue fundado en el siglo XIII, aunque reconstruido en el siglo XVII. La sala de oración no alberga pinturas de interés, así que no me molestó enterarme que estaba cerrada al público. En cambio, sí que pudimos visitar una construcción anexa, donde los monjes guardaban una impresionante colección de libros antiguos. La más completa de la zona, con unos 200 volúmenes, algunos con bellísimas ilustraciones. Junto a la biblioteca había coronas, cruces ceremoniales… Muy interesante.
A continuación dimos un paseo por el recinto del monasterio. La atmósfera era realmente auténtica. Hubo un momento en que un monje se puso a tocar una campana, y de repente comenzaron a aparecer monjes de los lugares más insospechados, vestidos con sus túnicas y gorros tradicionales, camino de la sala de oración (donde iba a tener lugar una misa).
De vuelta en la barca, pusimos rumbo a Bahir Dar. La lluvia comenzó a arreciar de nuevo, y acabamos una vez más empapados. Aun así, el barquero nos llevó hasta el nacimiento del Nilo Azul. Al parecer son habituales los avistamientos de hipopótamos y cocodrilos. Pero nos tuvimos que conformar con la cabeza de un hipo, que emergió fugazmente y volvió a desaparecer. Tambien vimos a unas mujeres remando en una frágil embarcación fabricada con hojas de papiro (se conocen como Takwa).
Así acabó la excursión. Y llegué a Bahir Dar a las 17h pasadas, bajo la lluvia y calado hasta las cejas. Aunque muy contento por las maravillas que había podido ver. Una jornada muy completa.
RELAX BAJO LA LLUVIA
Ya en el hotel, me senté un rato con los de Cardedeu en la terraza del restaurante, para planificar la visita del día siguiente. Estuvimos charlando, y me tomé una St. George. A esas alturas ya estaba bastante cansado del amigo más parlanchín. No me gustaban sus formas, y su ego era gigantesco. Así que alargué la situación lo mínimo, y a la que pude me fui a mi bungalow a descansar.
La lluvia se intensificó, y acabó en una fuerte tormenta acompañada de rayos y truenos. Yo me dediqué a leer y escribir, pero como el tiempo no mejoró, decidí meterme en la cama sin cenar. Ya recuperaría en el desayuno…
VIAJE: BAHIR DAR – TIS ABAY
Al día siguiente me desperté como nuevo. Había dormido un montón de horas, y eso se notaba. Solo me faltaba una cosa: un buen desayuno en la terraza del restaurante del hotel. Estaba hambriento, y pedí tostadas con mermelada y mantequilla; un zumo de naranja natural; y un café con leche. Después, a eso de las 8h, me reuní con los amigos de Cardedeu en la puerta del hotel.
La idea era realizar una excursión para ver las Cataratas Tis Abay (que en amhárico significa «agua humeante»). Se trata de un espectacular salto de agua ubicado en un punto del Nilo Azul, a unos 30km de Bahir Dar. Lo más cómodo era alquilar un vehículo privado. Así que una vez más decidí unirme a los de Cardedeu para compartir gastos. El día anterior gestionamos el alquiler a través de la recepción del hotel, y pagamos 130B cada uno por adelantado.
Aunque de nuevo hubo sorpresa desagradable. El vehículo (una furgoneta) llegó a la hora convenida. Pero cuando abrimos la puerta para subir, vimos que en su interior ya había una pareja de australianos. No me importaba lo más mínimo compartir el viaje con más gente, porque había espacio de sobras. Pero el precio que habíamos pagado era por un vehículo privado. Si ahora aparecían más turistas, el precio debía reducirse de forma proporcional. Así se lo hice saber al encargado de la recepción, y el hombre me dijo que para compensar nos incluiría gratis los servicios de un guía. Algo que yo diría que ya iba incluido, porque el chaval también estaba allí. En fin, como a los de Cardedeu les daba igual, me subí a la furgoneta con cara de resignación…
El trayecto hasta la población de Tis Abay duró una hora, atravesando un paisaje de prados y montañas de un color verde intenso. Al final llegamos a una caseta, donde la furgoneta aparcó; pagamos una entrada simbólica; y comenzamos a caminar.
CAMINO HACIA LAS CATARATAS
El día había amanecido lluvioso, pero por suerte cuando bajamos de la furgoneta la lluvia paró, y no volvió a molestarnos el resto de la mañana. Desde la caseta avanzamos durante media hora por una pista bastante embarrada, y con algún tramo cuesta arriba. Tuvimos que cruzar el conocido como Puente de los Portugueses: el primer puente de piedra que se construyó en Etiopía (obra de artesanos portugueses) y que data del año 1.626. Y llegamos hasta un mirador desde el que se podía contemplar una buena panorámica de las cataratas.
Según mis guías de viaje, las Cataratas Tis Abay habían perdido muchísimo desde la construcción de una central hidroeléctrica cercana que, cuando está en funcionamiento, desvía un 95% del caudal del Nilo Azul hacia sus instalaciones. Y transforma las cascadas en un chorro de agua ridículo. Esto había afectado al turismo de la zona, y se hablaba de detener la central los domingos. Pero bueno, yo igualmente decidí visitar el lugar, porque el paisaje de los alrededores merecía la pena. Y me encontré con una imagen imponente...
Las cataratas estaban en todo su esplendor, con un caudal de agua importante. Había un salto de agua principal y varios menores, que se precipitaban por una enorme pared de piedra, con una altura máxima de 45 metros. El agua caía con una fuerza increíble, formando una gran nube de vapor. Y en los alrededores, praderas salpicadas de árboles, y montañas onduladas. Primero pensé que al ser domingo, ya se habían puesto en marcha los planes de parar la central. Pero el guía nos explicó que durante la temporada de lluvias la central puede operar sin que se desvíe el caudal del río. Por lo menos algo positivo de estar mojándome a cada momento.
Tras disfrutar de las vistas, la idea era acercarnos más al salto de agua principal. Pero después de caminar un rato, nos encontramos con que el río Alata (un afluente del Nilo Azul) bajaba con un caudal excesivo, y nos cortaba el paso. Cruzarlo por nuestra cuenta era inviable (nos hubiéramos caído a las primeras de cambio). Y la alternativa que nos ofrecía el guía era de risa: que nos subiéramos a lomos de unos chavales, que por un módico precio nos cruzarían el río sin riesgo de caída. Yo a estas alturas ya me conocía a los etíopes, y no me la quise jugar. Así que tras unos momentos de duda, decidimos dar media vuelta.
Entonces el guía nos ofreció una ruta alternativa. Pero como esto no estaba incluido en sus planes del día, nos pidió pagarle 140B entre todos. Yo me enfadé bastante, pues se trataba de un importe excesivo. Pero cuando me disponía a regatear, el listillo de Cardedeu se adelantó y aceptó en nombre de todos. Y encima luego me tachaba de tacaño, cuando está claro que no se trataba de un problema de dinero (al cambio tocábamos a menos de 5 euros por cabeza), si no de evitar que te tomen el pelo. En fin…
JUNTO AL SALTO DE AGUA PRINCIPAL
El plan B del guía implicó una serie de pasos:
1. Regreso caminando a la caseta donde pagamos la entrada.
2. Viaje en furgoneta hasta la población de Tis Abay. Allí nos despedimos de los australianos, que no estaban interesados en alargar la excursión, y decidieron volver por su cuenta a Bahir Dar.
3. En otro punto comenzamos a caminar. Esta vez no seguíamos un sendero claro. Lo hacíamos campo a través, con nuestros pies mojándose en zonas encharcadas, o hundiéndose en el barro. Y nos rodeaba un paisaje precioso, con campos de cultivo, vacas pastando, colinas forradas de vegetación…
4. Llegamos al Nilo Azul, donde una barca a motor cruzaba a la gente hasta la orilla opuesta (20B ida y vuelta cada uno).
Fue un proceso laborioso, pero mereció muchísimo la pena. Pronto pudimos disfrutar de nuevas vistas panorámicas de las Cataratas Tis Abay, algunas incluso mejores que las del mirador oficial. Y poco a poco nos fuimos acercando al salto de agua principal, hasta acabar a escasos metros de distancia. Fue un momento único, con el ruido ensordecedor del agua que caía, envueltos en una nube de vapor, sin otros turistas con los que compartir el lugar… Excelente. En teoría, cuando hay menos agua, se puede acceder a una piscina natural junto al río donde es posible bañarse. Pero este día era imposible.
Tras un rato sacando fotos, decidimos regresar al punto de partida (barca incluida). Y ya en la furgoneta, nos llevaron de vuelta al hotel. En mi caso realmente satisfecho por cómo había transcurrido la jornada. Ya en el hotel, me despedí de los amigos de Cardedeu. Una pena que uno de ellos me cayera fatal, porque al otro se le veía muy agradable. El caso es que respiré aliviado cuando les perdí de vista. Aunque por lo que hablamos, era más que probable que me los encontrara otra vez en unos días.
CONCLUSIÓN
El Lago Tana es la primera parada recomendable al comenzar un circuito por el norte de Etiopía. Dos días serán suficientes para visitar los monasterios del lago y las Cataratas Tis Abay. Si estás en Addis Ababa, te recomiendo viajar en avión (los precios son aceptables y te evitarás un montón de horas de bus). Y alojarte en el Ghion Hotel. Por último, ten en cuenta que si visitas el lugar fuera de la temporada de lluvias, la imagen que encontrarás de las cataratas será muy diferente a las fotos que he publicado. Aunque a cambio la lluvia no trastocará tus planes.
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