Un monasterio cubierto de frescos medievales, un profundo cañón con una vertiginosa pasarela y una antigua población minera soviética
Kutaisi es la capital de la región de Imereti, y la tercera ciudad más poblada del país. En el pasado, el territorio de Georgia estaba dividido en dos reinos principales. La mitad oriental pertenecía al Reino de Iberia; y la mitad occidental al Reino de Colchis, cuya capital estaba en Kutaisi. En el año 1088 ambos reinos se unificaron, dando lugar al Reino de Georgia, que durante 120 años fue una de las mayores potencias de la zona. En 1122 la corte se trasladó a Tbilisi, y con el tiempo las constantes invasiones (los Mongoles, Tamerlan…) y la Peste Negra provocaron el declive de Georgia. Durante el siglo XV el país se fragmentó en diferentes territorios, y uno de ellos fue el Reino de Imereti, con capital en Kutaisi.
La principal atracción de Kutaisi es la Catedral Bagrati. Además constituye una base perfecta para explorar la región de Imereti. En sus alrededores hay un montón de lugares de interés turístico, entre los que destacan el Monasterio de Gelati, el Cañón de Okatse o la población minera de Chiatura.
VIAJE: BATUMI – KUTAISI
Tras desalojar mi habitación del Hotel Chveni Sakhli en Batumi, salí a la calle y al poco encontré una marshrutka que estaba a punto de partir hacia Tbilisi, pasando por Kutaisi. Así que pagué el billete al conductor (10L), ocupé un asiento en la fila individual, y nos pusimos en marcha.
El viaje duró casi 3 horas para recorrer 140km rumbo al noreste del país. Mientras, atravesamos un paisaje muy verde, con grupos de vacas pastando en la cuneta, puentes que sorteaban enormes ríos, y alguna población aislada. Durante unos minutos también pude contemplar las últimas vistas del Mar Negro antes de desviarnos hacia el este. La conducción del vehículo era suicida, con una velocidad excesiva, curvas cerradas y adelantamientos al límite. Y hacía un calor horrible. Así que el trayecto se me hizo eterno.
La marshrutka no pasó por el centro de Kutaisi. Pero bueno, con la ayuda de Google Maps me bajé en una avenida principal; encontré una parada de autobús; subí a un vehículo que iba hacia el centro (“tsentri”); y llegué hasta el punto más cercano al alojamiento que había elegido. Por cierto, se me olvidó pagar y el conductor no me reclamó nada (o si lo hizo ya estaba alejándome y no le escuché). La recta final fue para olvidar: mi alojamiento se encuentra en lo alto de Ukimerioni Hill, y para llegar tuve que encarar unas fuertes pendientes, cargado con mis mochilas y en tejanos. Así que cuando me recibió la dueña estaba completamente empapado en sudor.
ALOJAMIENTO: GIORGI’S HOMESTAY – 40L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble; limpieza extrema; ubicación perfecta, a escasa distancia del centro histórico; tranquilidad total por la noche; terraza exterior con sillas y hamacas para sentarse al fresco; familia propietaria muy amable; precio; abundante desayuno incluido; vino de cortesía por las noches.
*Puntos en contra: lavabo exterior compartido (aunque durante mi estancia estuve casi solo); sin aire acondicionado ni ventilador (en verano hace mucho calor); el suelo y las camas crujen mucho, y cuando la habitación contigua está ocupada hay bastante ruido.
Elegí este alojamiento al estar recomendado por mi guía. Aquí utilicé la táctica Booking y una vez más funcionó. Sabía que había habitaciones disponibles y el precio aproximado, y pude rebajarlo 6L por noche.
Me atendió la hija de los dueños (Tamuna), que hablaba un inglés casi perfecto. Nos sentamos a charlar, y me estuvo explicando un montón de cosas: la situación de Georgia, lugares de interés en los alrededores, etc… Eso sí, tenía un carácter realmente fuerte, y en dos o tres ocasiones me puso en mi sitio, sin aceptar argumentos en contra. Tras un buen rato, decidí salir a dar un paseo por la ciudad.
LA HISTORIA DE KUTAISI
En tiempos de la Unión Soviética Kutaisi era el segundo centro industrial más importante de Georgia. Aunque tras la independencia todas las fábricas cerraron y la población se vio forzada a emigrar a otros lugares en busca de trabajo. En el año 2012 se decidió trasladar a Kutaisi el Parlamento de Georgia, con el objetivo de revitalizar la ciudad. Pero en 2018 el nuevo presidente lo devolvió a Tbilisi, y Kutaisi continúa languideciendo, alejada de los principales circuitos que llenan de turistas otras partes de Georgia. De hecho, el número de habitantes se ha reducido a la mitad en apenas 30 años.
Kutaisi ocupa un lugar de especial importancia en la mitología griega. Aquí llegaron Jason y sus Argonautas en busca del Vellocino de Oro, y fueron recibidos por el Rey Aeëtes. Según la historia, Medea (hija del rey) se enamoró de Jason, y gracias a su ayuda consiguió superar las duras pruebas a las que le sometió Aeëtes. Los georgianos está muy orgullosos de este relato, y son continuas las referencias a él, como la estatua de Medea en Batumi; o la cerveza marca Argo (el nombre del barco de Jason).
RECORRIENDO LA CIUDAD
El centro de Kutaisi es bastante compacto, así que desde mi guesthouse pude caminar sin problema hasta los principales lugares de interés. Esto fue lo más destacado:
1. Catedral Bagrati: fue construida a principios del siglo XI durante el reinado de Bagrat III (de ahí su nombre), para celebrar la unificación del Reino de Georgia. Preside Ukimerioni Hill, y es un monumento enorme, con pórticos llenos de relieves, capiteles con figuras de animales, y una altísima cúpula coronada por una cruz. Me gustó mucho.
Aunque el interior es una historia bien distinta. Durante la invasión Otomana de 1692 una bomba dejó la catedral en ruinas. Y en los trabajos de restauración (que culminaron en el año 2012) a alguien se le fue la mano por completo. Por ejemplo, parte de la nave central se reconstruyó utilizando metal, no piedra, dándole un toque demasiado moderno. Mientras paseaba pude ver imágenes de santos; una tumba llena de pétalos de flor; y grupos de feligreses santiguándose o poniendo velas. Las mujeres tienen que cubrirse la cabeza con un pañuelo, y la gente en pantalón corto debe taparse las piernas con un delantal negro (hay en la entrada).
Desde los jardines de la catedral se pueden contemplar muy buenas vistas de Kutaisi. Y a escasos metros están las ruinas de una ciudadela aun más antigua que la catedral. Pero sin estructuras reconocibles.
2. Río Rioni: Tamuna me recomendó una ruta a pie que duró alrededor de una hora. Desde la catedral bajé hasta la orilla y caminé hacia el este. Contemplé bonitas panorámicas, con antiguas casas de madera colgando sobre las aguas y alguna iglesia. Pasé por el Jardín Botánico (solo valía 1L pero no lo visité). Y llegué hasta una presa que forma un lago rodeado de bosques. Allí un guarda de seguridad me dejó cruzar las instalaciones hasta la orilla sur del río. Y regresé al centro de Kutaisi, pasando por muchas viviendas abandonadas, con vistas geniales de la ciudad.
3. Mercado: un recinto cubierto lleno de puestos y tiendas de alimentos, donde se pueden ver (y comprar) un montón de productos típicos de Georgia. Como los famosos Churchkhela: ristras de frutos secos recubiertos de una especie de caramelo muy dulce elaborado con zumo de frutas. Los hay de muchos colores, y los frutos secos suelen ser nueces o avellanas. También hay puestos de licores (vino, cognac, chacha…); quesos; frutas y verduras; especias; carnes; etc… Yo no compré nada, y me dediqué a pasear por el lugar haciendo fotos con mucha discreción. Aun así acabé probando un chupito de cognac y un par de trozos de Churchkhela, ante la insistencia de los vendedores.
Por cierto, el exterior del mercado es espectacular, con una serie de relieves representando escenas de la historia de Georgia (mejor luz para la fotografía por la tarde).
4. Fuente Colchis: en la plaza principal de Kutaisi. Fue construida en 2011, y cuenta con numerosas estatuas doradas que son copias a gran escala de hallazgos arqueológicos pertenecientes al Reino de Colchis. Además, está rodeada de bonitos edificios, como el Teatro.
A parte de estas atracciones turísticas, me encantó pasear por las calles de Kutaisi, contemplando comercios tradicionales con atractivos rótulos en georgiano, viviendas antiguas, lugareños dedicados a sus tareas diarias… Una ciudad muy agradable.
CENA: OUR GARDEN
Al no haber comido nada desde el desayuno, a eso de las 19h estaba que me moría de hambre. Así que fui al restaurante que me había indicado Tamuna, cerca de la catedral. Como el cielo estaba cubierto de nubes negras opté por el comedor interior, y acerté porque al cabo de un rato estaba lloviendo con fuerza. Aunque tenían el aire acondicionado a toda pastilla y casi pillo una pulmonía. Y durante un buen rato sonó una música realmente machacona.
En cuanto a la cena, pedí un Imereti Khachapuri, uno de los platos más típicos de Georgia. Se trata de una pizza rellena de queso que me dejó como nuevo. Para acompañar cayeron dos jarras de cerveza Natakhtari. Precio: 18L.
De regreso en la guesthouse, ya de noche, me pegué una ducha y estuve un rato escribiendo sentado en la terraza exterior, porque en mi habitación el calor era horrible. Mientras, continuó lloviendo sin parar.
EL MONASTERIO DE GELATI
Al día siguiente me desperté tras una noche en la que cayó una tormenta tremenda. Los truenos hacían retumbar la guesthouse, y llovió con fuerza. A las 8.30h bajé a desayunar a la terraza de la planta baja. El menú estuvo muy bien: tomate, pepino, queso, tortilla francesa, copos de avena, bizcocho casero y té. Justo lo que necesitaba. A continuación preparé la mochila pequeña y salí a conocer los alrededores de Kutaisi.
Mi idea era visitar dos monasterios situados a no mucha distancia. Para el primero caminé hasta el centro de la ciudad, y cerca del Teatro encontré la marshrutka que necesitaba, con salida prevista a las 11h (la anterior era a las 8h, así que la frecuencia no es muy alta). Ocupé un asiento en la fila individual; y nos pusimos en marcha. El trayecto duró apenas 15 minutos, pues solo había que recorrer 9km. En la furgoneta viajaban otros turistas, y el conductor nos dejó en la puerta del Monasterio de Gelati. Precio: 1L.
Gelati fue erigido a principios del siglo XII, durante la época del rey David IV el Constructor. Y pronto se convirtió en uno de los centros de conocimiento más importantes del mundo cristiano. Los Otomanos lo incendiaron en el año 1510, durante una de sus incursiones, pero el rey Bagrat III se encargó de reconstruirlo. Y ha llegado hasta nuestros días en un gran estado de conservación. Esto fue lo más destacado de la visita:
1. Exterior: el recinto está compuesto por varias estructuras, y antes de entrar subí a un montículo cercano para contemplar una panorámica genial del conjunto, con tejados cónicos de color verde rematados por cruces y una luz perfecta para la fotografía.
2. Catedral de la Virgen: es la principal construcción del monasterio. Reconozco que al principio me temí lo peor, porque la fachada estaba cubierta de andamios. Pero por suerte se podía acceder al interior. Hubiera sido una gran decepción, porque esta catedral contiene una serie de pinturas murales impresionantes. Tan solo había una pequeña zona en un lateral afectada por los trabajos de restauración. Como me encantan los frescos medievales, me tiré casi dos horas explorando cada rincón. Algunas pinturas son del siglo XII, y otras posteriores, hasta llegar al siglo XVIII. En la nave principal hay un enorme mosaico de la Virgen acompañada de dos ángeles, y por todas partes pequeñas capillas. Un lugar imprescindible.
3. Iglesia de Sant Giorgi: es más pequeña, pero también está llena de frescos. Además me encontré a un monje rezando que creaba una gran atmósfera.
4. Tumba de David el Constructor: en uno de los accesos al recinto. Consiste en una modesta lápida en el suelo, y una puerta metálica con inscripciones en georgiano.
Durante mi visita hizo un tiempo perfecto, con sol y cielo azul. Y fueron apareciendo grupos organizados de forma regular, pero sin llegar a agobiar. Además la entrada al monasterio es gratuita.
CAMINANDO POR UNA VÍA DE TREN DESIERTA
Junto a la entrada de Gelati hay un cartel que indica una pista forestal que conduce hasta el Monasterio de Motsameta. Así que no lo dudé y me puse a caminar. El trayecto fue siempre cuesta abajo, y me crucé con vacas; lugareños que me miraban con cara de asombro; y viviendas aisladas (por suerte no había perros). La pista no tiene pérdida, y al final llegué a la misma carretera que recorrió la marshrutka de Kutaisi.
Una vez allí continué avanzando por el arcén. Ante mí tenía casi 4km de recorrido, pero por suerte un conductor se apiadó de mí y me llevó en su coche hasta un cruce, reduciendo la distancia a tan solo 1,8km. El hombre no articuló palabra, pero nos despedimos con un fuerte apretón de manos. Todo un detalle… De nuevo a pie, no tardé en alcanzar mi objetivo. Parte del camino lo hice siguiendo una vía de tren con vistas inmejorables de las montañas cubiertas de bosques y el valle del río Tskhaltsitela, que bajaba con bastante agua.
EL MONASTERIO DE MOTSAMETA
Las visitas a Gelati se suelen complementar con el Monasterio de Motsameta. Cuando estaba a punto de llegar me crucé con un montón de gente que volvía a sus vehículos (incluido un grupo escolar), así que me encontré con una atmósfera muy tranquila. Al igual que en Gelati, la entrada es gratuita. Está prohibido vestir pantalón corto, y me tuve que tapar las piernas con un delantal negro que cogí junto a la puerta principal. Motsameta es un monasterio pequeñito, y las pinturas que cubren sus muros son bastante modernas. Pero el edificio es muy elegante, y cuenta con una ubicación única, dominando un brazo del río Tskhalsitela, rodeado de bosques. El caso es que tras media hora ya había visto todo, y regresé a buen ritmo al cruce con la carretera principal.
Allí encontré un restaurante, me senté en una mesa, y pedí una cerveza Zedazeni (7L) que llegó con jarra helada y todo. Me moría de sed, así que al poco pedí otra. Pero en Georgia las botellas son de medio litro, y sin nada en el estómago acabé un poco tocado.
Otra pega de la segunda cerveza fue que vi pasar a toda velocidad la marshrutka que me tenía que llevar de regreso a Kutaisi. Pero bueno, a las 16.30h me despedí del dueño del restaurante (con un apretón de manos que casi me tritura los huesos), y me planté junto a la carretera, valorando la posibilidad de hacer autoestop. Y una vez más tuve suerte. Pasó un taxi con una clienta; me ofreció llevarme; y cuando me dijo que el precio eran solo 2L subí al vehículo sin dudarlo. Una jornada muy completa.
COMIDA/CENA: OUR GARDEN
Mi segunda visita a este restaurante fue un auténtico fiasco, y acabé tachándolo de mi lista. Esta vez me senté en la terraza exterior, y no me gustó nada de lo que pedí. Para comer, Ojakhuri de carne de ternera. Ya había pedido este plato en Batumi, y me pareció demasiado seco. Así que pregunté al camarero si la carne tenía salsa, y me aseguró que sí. Pero al final me trajo un pequeño plato con trozos de carne acompañados de cebolla y granada. Sin salsa (lo reconoció con una sonrisa), y encima sin las patatas que suelen acompañar la carne. Además pedí algo de pan y me dijo que tardaría 10 minutos en hacerse… Así que carne a palo seco.
Para beber pedí una Limonada natural, y me trajeron un vaso mitad agua con gas, mitad un líquido azul extraño. El sabor era horrible, y solo me bebí aquello porque estaba frío. Por si fuera poco, me tocó pagar 22L. Menudo despropósito… Como me quedé con hambre, de regreso a la guesthouse compré en una tienda una bolsa de dulces y una botella de agua grande (2,2L).
EN EL CAÑÓN DE OKATSE
El día siguiente amaneció con un sol de lujo. Así que desayuné sin entretenerme mucho, preparé mi mochila pequeña, y caminé hasta el centro de Kutaisi. El plan del día era visitar el Cañón de Okatse, situado unos 50km al noroeste de la ciudad. Para llegar en transporte público tenía que utilizar 3 marshrutkas: una hasta la Terminal de Autobuses; otra hasta la población de Khoni; y la última hasta el cañón, cerca de Gordi. Pero esto iba a implicar una pérdida de tiempo enorme, así que decidí rascarme el bolsillo y viajé en taxi. Por lo menos pude negociar un precio correcto (50L) y nos pusimos en marcha.
De camino pasamos por un edificio futurista de forma semiesférica, construido para albergar el Parlamento de Georgia, y paré unos segundos a hacer una foto. Un cambio de gobierno provocó que el Parlamento regresara a Tbilisi, y ahora se está buscando qué hacer con el edificio. El taxi avanzó a buen ritmo por una carretera donde las vacas campaban a sus anchas. Y me dejó en la puerta del Centro de Visitantes. No me esperaba que en esta reserva natural me iba a encontrar una auténtica trampa para turistas. Por dos motivos:
*Precio: los extranjeros pagamos 17,25L, el doble que los georgianos. No es ni mucho menos el primer país que utiliza estas prácticas, pero me sigue pareciendo una vergüenza.
*Transporte: el Centro de Visitantes se encuentra a 2,2km del cañón. Y la entrada está llena de conductores de 4×4 que se abalanzan sobre los turistas ofreciendo sus servicios a precios infladísimos (40L por persona, ida y vuelta). Son muy insistentes. Y encima te intentan engañar, afirmando que hay 7km de distancia hasta el cañón, con la complicidad de la chica que vende las entradas. Yo casi pico, pero por suerte el conductor no encontró más turistas para compartir el vehículo y decidí ponerme a caminar, descubriendo la mentira (al poco encontré un cartel con la distancia correcta). Vaya tela…
La ruta hasta el cañón fue realmente agradable. Primero atravesando un bosque muy atmosférico, con vacas y cerdos pastando; y después en continuo descenso, hasta llegar a un torno de acceso donde tuve que mostrar mi billete.
Tras bajar un montón de escaleras alcancé el inicio de una pasarela metálica de 800m que discurre por el cañón, separada de la pared. El suelo está hecho con rejillas que dejan ver el fondo del barranco bajo tus pies, a más de 50m de altura; y las barras laterales apenas me llegaban a la cintura. Así que la sensación de inseguridad era máxima. Durante el recorrido estuve completamente solo, y fui avanzando poco a poco, con miedo a dar un paso en falso. Toda una experiencia. Aunque si sufres de vértigo lo vas a pasar fatal. A continuación subí unas escaleras y al cabo de unos minutos llegué a una plataforma de observación (también de rejillas) con vistas geniales del cañón y las montañas de los alrededores, cubiertas de bosques. Me encantó el recorrido.
Después tocó regresar al Centro de Visitantes por el mismo camino. Esta vez costó más, porque en su mayor parte fue cuesta arriba; y el sol ya apretaba. Pero lo recorrí sin problemas, cruzándome con bastantes turistas. En las inmediaciones de la entrada encontré una tienda donde compré un zumo de manzana (excesivamente espeso), un agua y unas patatas chips (todo 4L). Y me senté a la sombra en su terraza exterior para descansar un rato, entretenido con el trajín constante de vehículos y turistas.
HACIA KINCHKHA WATERFALL
Tras el aperitivo mi idea era visitar esta cascada. Pero se encuentra a 7km del Centro de Visitantes (esta vez sí), no había transporte público, y no tenía ningunas ganas de negociar con los conductores de 4×4. Así que me puse a caminar por la carretera. Pronto comprendí que aquello era una muy mala idea: hacía un calor horrible (eran las 14h pasadas), y todo el trayecto era cuesta arriba. Con lo cual paré bajo un árbol y me puse a hacer autoestop. Varios vehículos me ignoraron, pero al final una furgoneta se detuvo y la suerte me sonrió.
Conducía Besiki, un lugareño que estaba enseñando la zona a unos turistas polacos: Mariusz, su hija Lena y su amigo Tomek. Habían estado haciendo ciclismo por Georgia durante dos semanas (Lena en una especie de remolque anexo a la bici de Mariusz), y apuraban sus últimas horas en el país. La verdad es que el grupo me cayó genial, y al poco estábamos charlando animadamente. Tanto que acabamos pasando juntos el resto del día. Esto dio de sí la excursión:
1. Piscina natural: en un punto del río Okatse hay un salto de agua de varios metros de altura que forma una piscina muy fotogénica. Me hubiera gustado poder bañarme, pero es que el agua estaba congelada. Metí los pies unos minutos y parecía que me estaban clavando agujas. Cómo sería la cosa que los polacos (acostumbrados a bañarse en el Mar Báltico) se lanzaron al agua y no paraban de gritar.
Allí estuvimos un rato disfrutando del entorno, sin otros turistas. Y me bebí mano a mano con Tomek un litro de vino blanco elaborado por el propio Besiki. Tomek no hablaba casi nada de inglés, pero vio en mí un buen compañero de fiesta, y no paraba de abrazarme y chocar manos.
2. Descenso del río Okatse: Besiki nos llevó río abajo durante un rato, avanzando por un terreno complicado. Había que saltar de piedra en piedra evitando el agua; caminar por senderos resbaladizos; trepar por alguna roca… Me sorprendió Lena, que a sus 8 años de edad se portó como una campeona, sin poner ni una sola pega. De camino pude contemplar las altísimas paredes del cañón.
3. Cascada: el plato fuerte del recorrido llegó al final. Tras un breve trayecto en furgoneta Besiki aparcó en un Centro de Visitantes; caminamos unos minutos; y alcanzamos un mirador desde el que se podía ver Kinchkha Waterfall en todo su esplendor. Un impresionante salto de agua de 100m de altura que se precipita al vacío desde lo alto del acantilado. Y forma un lago del que cae una cascada de 20m. Todo un espectáculo. Y además gratis. Acceder a una zona de pasarelas de madera cuesta otros 17,25L (yo alucino), pero Besiki nos llevó por un sendero cruzando el bosque hasta un punto que permitía vistas similares sin pasar por caja. Menos mal…
Cuando comencé la jornada mi plan inicial era visitar también el Cañón de Martvili. Pero a media mañana lo dejé correr. Entre Matvili y Okatse hay 28km de distancia, sin transporte público; me iba a tocar volver a pagar 17,25L; y no había tiempo material para explorar con calma ambos lugares. El taxista que me llevó a Okatse me ofreció el viaje a los dos cañones por 100L, con esperas incluidas y regreso a Kutaisi. Aunque era un desembolso importante, y seguro que su concepto de “esperas” no coincidía con el mío.
REGRESO A KUTAISI
Tras contemplar la cascada volvimos al Centro de Visitantes. Allí Mariusz y Lena desaparecieron unos minutos, y regresaron con helados, incluido uno para mí. Todo un detalle. Pero es que Tomek también apareció más tarde con una cerveza para él y una botella de plástico de 0,5L llena de vino tinto casero para mí. Qué encanto de gente… Y aun quedaba una última sorpresa: Besiki nos llevó a su casa, situada en las afueras de Gordi, y nos invitó a cenar. Pasamos un rato realmente agradable, sentados en una mesa en el patio exterior, rodeados de montañas, y de la familia de Besiki. Cenamos tomate, pepino, pollo, queso… Y (como no) continuamos bebiendo vino y brindando.
Tras la cena, Besiki llevó a los polacos al aeropuerto de Kutaisi, situado 22km al oeste de la ciudad. Y yo continué acoplado, porque me solucionaba el problema del transporte. Una vez allí, me despedí de todos con abrazos. Había sido una tarde memorable. La única pequeña pega fue que Besiki me acabó pidiendo 20L por sus servicios, y rompió un poco la magia. Aunque la cantidad era ridícula comparado con todo lo recibido (cena incluida). Así que pagué con gusto.
A continuación me planté junto a la carretera principal, y en un par de minutos ya estaba subido en una marshrutka que se dirigía a Tbilisi. Pedí que me dejara en una avenida principal del sur de Kutaisi (2L). Y allí cogí otro vehículo que me llevó hasta el centro (0,5L). Al final llegué a mi hotel pasadas las 21h, ya de noche, con la sensación de haber vivido una jornada única.
VISITA A KATSKHI PILLAR
Al día siguiente la mañana amaneció lluviosa, pero yo continué con mis planes. A las 8.30h bajé a desayunar a la terraza cubierta de la guesthouse; preparé la mochila pequeña; y salí a conocer nuevos lugares de interés, ya con el cielo algo más despejado. El viaje constó de 2 etapas:
1. Marshrutka hasta la Terminal de Autobuses: subí en el centro de Kutaisi y recorrió los 3km en apenas unos minutos (0,5L).
2. Marshrutka a Chiatura: la encontré preguntando a la gente, pero me tocó esperar 40 minutos hasta que nos pusimos en marcha. Yo viajé sentado en la fila individual rodeado de lugareños, a excepción de una pareja de argentinos. Precio: 5L.
El trayecto duró hora y media para cubrir algo menos de 70km en dirección este. Fue un no parar de curvas y desniveles, y la carretera tenía tramos en un estado lamentable. Pero avanzamos a buen ritmo. La idea era bajarme unos kilómetros antes de llegar a Chiatura, y se lo dije al conductor antes de ponernos en marcha. Suerte que fui controlando la ruta en el mapa, porque el hombre pasaba de largo y tuve que pedir que parara. Yo diría que los argentinos también querían bajarse allí, y estuve a punto de avisarles, aunque al final no me compliqué la vida.
Cerca del punto donde bajé comenzaba una pista de tierra, y me puse en marcha. A mitad de camino me desvié a la izquierda, y llegué hasta un montículo que ofrecía unas vistas geniales de los alrededores. Ante mí estaba el Valle de Katskhura cubierto de bosques; y emergiendo entre los árboles un pilar de roca caliza de 40m de altura sobre el cual hay una pequeña ermita del siglo X. Era el Katskhi Pillar, la primera visita del día. Una imagen asombrosa. Los lugareños lo llaman el Pilar de la Vida, y en la antigüedad fue utilizado por monjes Estilitas, que permanecían durante años en lo alto de una columna, dedicados a la vida contemplativa y alejados de cualquier tentación.
Al cabo de 1,5km llegué a la base de la columna. Pegada a ella hay una escalera metálica que sube en vertical a la cima. Hasta hace unos años los hombres podían utilizarla (por lo visto las mujeres son una tentación para los monjes), pero ahora el acceso está prohibido a todo el mundo. De todas formas no hubiera subido ni aunque me pagaran. A escasos metros hay una pequeña capilla dedicada a Simeón el Estilita, con muros cubiertos de frescos modernos; y un puesto vendiendo miel artesanal. Yo no me quedé mucho tiempo, porque el Katskhi Pillar se disfruta de verdad desde la distancia.
EXPLORANDO CHIATURA
Tras la visita regresé a la carretera principal dispuesto a detener cualquier vehículo en dirección a Chiatura. Y tuve mucha suerte, porque en un minuto ya estaba subido en la parte delantera de una furgoneta, junto a dos lugareños. Tenía que recorrer 10km, así que el trayecto fue breve y alcanzamos sin problema el centro de la ciudad.
A finales del siglo XIX se descubrieron en los alrededores de Chiatura importantes depósitos de Manganeso y otros minerales. Y se comenzaron a explotar a gran escala, con lo que la población de la ciudad creció de forma exponencial. Durante los años 50, en tiempos de la Unión Soviética, el gobierno decidió construir una serie de rudimentarios teleféricos para transportar a los mineros desde el fondo del valle hasta las minas, situadas en las montañas, y así evitar pérdidas de tiempo. Y muchos de ellos aun se encuentran operativos a día de hoy, a pesar de ofrecer un aspecto más que precario. Esto fue lo más destacado de mi visita a Chiatura:
1. Ciudad: Chiatura es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. El casco antiguo está ubicado en la confluencia de los ríos Kvirila y Rganisghele, con diversos puentes que los cruzan. Y junto a sus orillas hay enormes bloques de pisos de estilo soviético, algunos con sus fachadas pintadas de vivos colores. Durante mi paseo pude ver comercios, edificios señoriales, y un montón de puestos callejeros con todo tipo de productos a la venta. Porque las minas de manganeso se encuentran en pleno declive y muchos lugareños han perdido sus puestos de trabajo, así que ahora tienen que buscarse la vida como pueden.
2. Teleféricos: los pocos turistas que visitan Chiatura lo hacen para subirse a alguno de los viejos teleféricos. No me costó mucho encontrar los primeros. Vi uno oxidado suspendido sobre el río; otro blanco y rojo detenido sobre una calle del centro… Imágenes realmente fotogénicas. También encontré la estación principal, de estilo neoclásico, de donde parten dos teleféricos hacia ambos lados del valle. Está decorada con arcos y columnas, un relieve de Lenin y Stalin, y un mural en uno de los muros interiores donde aparece un minero. Era como estar en el decorado de una película de época.
Pero pronto se hizo evidente una situación: ninguno de los teleféricos estaba en movimiento. Preguntar a los lugareños no me aclaró mucho, porque nadie hablaba inglés, y tampoco parecían saber si había alguna linea operativa. Hasta que al final di con una chica que me pudo explicar lo que pasaba: los mineros estaban en huelga, como protesta por sus precarias condiciones laborales. Y los teleféricos llevaban unos días parados hasta nuevo aviso. Una auténtica pena, porque viajar en una de esas antiguas cabinas tiene que ser una experiencia única.
Además este rudimentario modo de transporte tiene los días contados. Y en el centro de la ciudad pude ver una moderna estación a medio construir, que en breve será la encargada de cubrir las necesidades de los habitantes de Chiatura.
En las afueras de la ciudad hay un par de atracciones turísticas que no visité: por un lado las ruinas abandonadas del espléndido Palacio Pioneer, con arcos y columnas cubiertas de vegetación. Me hubiera encantado verlo, pero llegar hasta este lugar implicaba un trayecto en taxi de media hora, alejándome todavía más de Kutaisi. Por otro lado está el Monasterio Mghvimevi, situado en una cueva a no mucha distancia del centro.
COMIDA: HOTEL NEWLAND
A estas alturas ya llevaba un montón de tiempo caminando sin parar. Y al ver una tranquila terraza situada en el primer piso de este hotel, decidí subir y sentarme a reponer fuerzas. Pedí un Megruli Khachapuri, y me gustó bastante. La diferencia con el Imeruli es que éste tiene queso por dentro y por fuera. Para beber, una lata de cerveza Kayak de 0,5l (con jarra helada). Precio: 10L. Hacia el final de la comida comenzó a llover y soplaba un viento huracanado. Con lo cual engullí a toda prisa y me marché.
REGRESO COMPLICADO A KUTAISI
Después de comer ya eran las 16h pasadas, no me quedaba mucho más por hacer en Chiatura, y el tiempo seguía lluvioso, así que decidí volver a Kutaisi. Pero al llegar a la parada de marshrutkas un conductor me dijo que no había más vehículos hasta el día siguiente. Al principio pregunté a algún lugareño por la calle, esperando soluciones mágicas. Pero no hubo alternativas y me tocó hacer autoestop.
Chiatura es un lugar nefasto para esta práctica. Se trata de un pueblo alargado que no se acaba nunca. Y el centro está en el fondo de un profundo valle. Por tanto, para llegar a las afueras y comenzar a buscar vehículos tuve que caminar un buen rato, haciendo frente a empinadas rampas. Estas fueron las etapas para alcanzar mi guesthouse:
1. Autoestop a Katskhi: costó un rato, pero al final me paró un coche con tres georgianos. La pena es que no iban muy lejos, y solo me pudieron ayudar a avanzar 8km.
2. Autoestop hasta Zestaphoni: tras un par de minutos esperando junto a la carretera, apareció un lugareño en su coche y me dijo que subiera sin ni siquiera preguntarme dónde iba. Un chaval muy simpático con el que intercambié algunas palabras. No paraba de enviar mensajes de voz con su móvil, mientras conducía sorteando vacas y enormes baches. En Zestaphoni ya tenía opción de utilizar transporte público, así que había dejado atrás lo peor.
3. Marshrutka a Kutaisi: otra breve espera y acabé subido en un vehículo que realizaba el trayecto Tbilisi – Batumi. Fui cómodamente sentado contemplando el paisaje, y tardé media hora. Precio: 2L.
4. Taxi hasta mi guesthouse: me bajé de la marshrutka en un lugar al sur de la ciudad donde no había parada de autobús. Y como ya estaba cerca, decidí coger un taxi. El conductor era un abuelete caradura que me quería cobrar 8L por apenas 5km. Pero me mantuve firme, y le pagué solo 5L (la equivalencia aproximada en Kutaisi es de 1L por 1km).
Qué alivio cuando entré en mi habitación tras tantas aventuras. Pero estaba realmente satisfecho por cómo me había espabilado para cumplir con los objetivos del día.
CONCLUSIÓN
Kutaisi es una ciudad donde muchos viajeros aterrizan utilizando su aeropuerto internacional, y se marchan tras una breve visita en busca de otros lugares más famosos de Georgia, como Svaneti o Batumi. Pero con tiempo disponible esta ciudad constituye una base genial para explorar una serie de atracciones turísticas situadas en un radio inferior a 80km. Te recomiendo una estancia mínima de 4 días: uno para Kutaisi y el resto para los alrededores. Alojándote en la fantástica Giorgi’s Homestay (que no me paga ni un euro por el comentario).
Tskaltubo se encuentra a solo 10km de Kutaisi, pero es una población tan fascinante que he decidido dedicarle un post a parte, donde también incluyo un par de sitios de interés: la Reserva de Sataplia; y la Cueva de Prometeo. Aunque a efectos prácticos, todo se puede visitar desde Kutaisi.
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