Visita a la antigua capital del Imperio Ashanti, con viejos santuarios tradicionales y una espectacular colonia de murciélagos
A finales del siglo XVII un conjunto de estados del interior de Ghana crearon una confederación para hacer frente al poderoso Imperio Denkyra, que controlaba las minas de oro y rutas comerciales. Esta unión dio lugar al Imperio Ashanti, que en 1701 estableció su capital en Kumasi y se dedicó a expandir sus territorios gracias al comercio de esclavos y a su buena relación con los Holandeses. Pero en 1872 los Ingleses pasaron a dominar la región y se desataron las hostilidades. Solo un año más tarde los Ashanti invadieron Elmina, que fue recuperada rápidamente gracias a la superioridad del ejército Británico. Y como los Ashanti se negaron a rendirse las tropas coloniales continuaron hacia el norte arrasando Kumasi, y en 1901 anexionaron el imperio a la colonia de Gold Coast.
En la actualidad Kumasi cuenta con 2 millones de habitantes y es la segunda ciudad más grande de Ghana, además de la capital de la Ashanti Region. Su principal atracción turística es un conjunto de 10 antiguos santuarios conocidos como Abosomfie, incluidos en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
VIAJE CAPE COAST – KUMASI
Este desplazamiento de 220km comenzó tras desalojar mi habitación del Prospect Lodge en Cape Coast. El primer paso consistió en coger un taxi para llegar a Tantri Station, una Terminal ubicada al norte del pueblo, así que paré un vehículo en la calle principal. Iba vacío y el conductor me pedía 5C por el trayecto, pero tras una dura negociación acabé pagándole solo 3C.
En la Terminal mi idea era viajar en una furgoneta con aire acondicionado para hacer más llevadero el trayecto a Kumasi. Pero unos abueletes me dijeron que el único transporte disponible era un autobús, que por cierto estaba a punto de partir. En estos casos nunca sabes si te mienten para llevarse una comisión o si te están ayudando. Pero bueno, como hasta el momento no había tenido malas experiencias en Ghana decidí fiarme de los abueletes. Con lo cual compré el billete (22C + 5 por guardar la mochila grande en el maletero trasero); y ocupé un asiento. Antes de ponernos en marcha desfilaron ante mí una serie de personajes ya habituales en cualquier desplazamiento en transporte público por el sur del país:
*Predicadores: caminan con una biblia en la mano. Tras dar un sermón de unos minutos (en Twi y a gritos) e invitar a los pasajeros a la oración, recogen las monedas de 1C que les da la gente y se marchan en busca del siguiente vehículo.
*Vendedores ambulantes: algunos ofrecen su mercancía a través de las ventanas (comida, baratijas…). Y los más profesionales suben al vehículo y hacen una presentación del producto. Una de estas charlas me dejó sin palabras: el chaval vendía pastillas de jabón marca… ¡Chocho! Por lo visto en Ghana es una conocida marca de productos para el cuidado de la piel. Obviamente compré una pastilla para echarme unas risas al regresar a casa (2C).
*Mendigos: suelen ser muy mayores y todo el mundo les da monedas, así que yo también colaboré para evitar miradas de reproche.
El trayecto duró 4 horas porque la carretera estaba llena de badenes para reducir la velocidad; y por la presencia de varios controles de policía. Menos mal que los conductores no realizan paradas adicionales para comer o descansar. De camino atravesamos diversas poblaciones con casas medio en ruinas, mercadillos y gente por todas partes. Mientras, en el televisor del autobús emitieron a todo volumen unos vídeos musicales interpretados por una predicadora (Esther) que se parecía a la actriz Whoopi Woldberg y no podía cantar peor. Menos mal que después cambiaron a una comedia con la que me partía de risa, a pesar de no entender nada de lo que decían.
Mi relación con los pasajeros fue curiosa. Los ghaneses son muy reservados con los extranjeros y si no les dices nada van a lo suyo sin molestarte. Pero si preguntas o comentas algo, todos se giran sonrientes con ganas de participar y ayudarte.
Al llegar a la Terminal de Kumasi negocié con un par de taxistas para que me llevaran a mi hotel. Pero me indignó que me quisieran cobrar un precio abusivo, y ante mi negativa prefirieran quedarse en su vehículo ganduleando. Así que decidí buscarme la vida y llegar a pie. Lo pagué caro y acabé deambulando entre una marea humana, cargado con mis mochilas, rodeado de un tráfico ensordecedor y sudando a mares. Pero al final, preguntando a varias personas, conseguí encontrar el hotel.
ALOJAMIENTO: DADDY’S LODGE – 80C/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; baño privado con ducha perfecta; ubicación a escasa distancia del centro; tranquilidad total por la noche; ventilador; nevera; buen wifi (pagando 5C extra).
*Puntos en contra: sin mosquitera (y había mosquitos porque las ventanas no cerraban bien); encargada de la recepción con unos cambios de humor radicales (lo mismo bromeaba conmigo eufórica, chocando manos, que me pedía de forma brusca que pagara el wifi antes de darme la contraseña).
Este era el segundo alojamiento que había reservado desde casa a través de Booking. Y al igual que en Cape Coast la encargada de la recepción puso cara de póquer al ver la hoja de la reserva. No entendía nada y al final decidí pagar algo más y ocupar una habitación de mejor categoría que me gustó. Una vez instalado me estiré en la cama a descansar un rato. Y después salí a dar una vuelta por el centro de la ciudad.
PASEANDO POR KUMASI
Las crónicas de la época describen la antigua Kumasi como una ciudad encantadora, con amplias avenidas, y viviendas de paredes blancas y tejados de paja puntiagudos. Pero los Ingleses la destruyeron en 1874 y hoy día Kumasi es una ciudad moderna con escasos atractivos. Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Kejetia Market: se trata del mercado más grande de África Occidental, con más de 10mil tiendas y puestos callejeros. Mientras buscaba mi hotel pasé por las inmediaciones de Kejetia y costaba avanzar, con cientos de personas, un calor horrible y escasas oportunidades para la fotografía. Así que no realicé una visita a fondo del mercado.
2. Manhyia Palace: consiste en dos edificios. El primero fue construido por los Ingleses en el año 1925 para albergar al Asantehene (rey de los Ashanti) Prempeh I, recién llegado de su exilio en las Islas Seychelles. Hasta que en 1995 el monarca Opoku Ware II se trasladó a un moderno palacio anexo, y el antiguo se convirtió en un Museo que contiene diferentes objetos relacionados con la familia real. Yo me limité a contemplar los edificios desde el exterior. Sin duda el mejor momento para acercarse a Manhyia Palace es durante el Akwasidae Festival, una jornada en la que el monarca recibe a sus súbditos entre música de tambores y coloridos ropajes. Pero se celebra cada seis domingos y no coincidió con mi estancia en Kumasi.
3. Kumasi Fort: data de 1820, aunque tras la invasión de los Ingleses fue reconstruido por completo en 1897. Llaman la atención sus muros de color rojo levantados con materiales procedentes de Cape Coast. En la actualidad el Fuerte alberga el Museo de las Fuerzas Armadas, y en sus alrededores hay tanques y aviones de combate. Yo no visité el interior.
Durante mi paseo vi rotondas con estatuas que homenajean a algún antiguo Asantehehe. Y continué hacia el norte hasta alcanzar la calle Bantama, donde coinciden una parada de trotros y un mercado. En esta zona me invadió una sensación de agobio total, esquivando lugareños y vehículos; avanzando entre gente que orinaba en cualquier rincón sin pudor alguno… Incluso estuve a punto de pisar un ratón muerto.
Entonces al pasar junto a una arboleda vi unos extraños seres revoloteando entre las ramas y me quedé de piedra: se trataba de una colonia de enormes murciélagos de la fruta, también conocidos como Zorros Voladores. La zona estaba en obras y una valla metálica bloqueaba el acceso a los árboles, pero pedí permiso al vigilante con amabilidad y una sonrisa de oreja a oreja y me dejó entrar.
A continuación me tiré dos horas bajo los árboles contemplando atentamente los movimientos de centenares de murciélagos, con su pelaje rojizo y cabeza de zorro (de ahí su nombre). Se apiñaban en grupos, desplegando sus alas o bostezando; y a veces se asustaban, llenando el cielo de alas en movimiento y chillidos. Yo hice un montón de fotos, aunque las condiciones de luz eran pésimas, con los últimos rayos de sol, y me costó obtener buenas imágenes. Además de los murciélagos también vi Lagartos Agama trepando por los troncos; y trabajadores de la obra, que saludaban sonrientes al pasar a mi lado.
Según me explicaron para ver murciélagos es mejor visitar el Zoo, donde las concentraciones son aún mayores. Pero bueno, no me puedo quejar. Tras la puesta de sol regresé caminando a mi hotel. África me había demostrado una vez más que es un continente de contrastes brutales, capaz de ofrecer lo mejor y lo peor en cuestión de minutos.
CENA: FOSUA HOTEL
En el centro de Kumasi apenas hay restaurantes, lo cual me parece increíble teniendo en cuenta las dimensiones de la ciudad. Yo busqué los sitios recomendados en mi guía de viaje, pero o no los encontré o estaban cerrados. Así que al final, con la ayuda de la encargada de mi hotel, acabé en el restaurante del Fosua Hotel, ubicado en el patio interior de un complejo de oficinas, a escasa distancia del Daddy’s Lodge.
La atmósfera del restaurante era algo lúgubre y solitaria. Y la oferta más bien escasa, porque faltaban la mitad de los platos del menú y ni siquiera tenían cerveza. Pero el camarero era muy amable; y cené un generoso plato de Chicken Fried Rice, acompañado de una Fanta y una botella de agua grande. Todo por 17C.
Mientras volvía al hotel comprobé que en Kumasi la religiosidad de la gente alcanza niveles increíbles. Vi predicadores pegando gritos con altavoces y micrófonos; comercios de nombres sorprendentes, como «Blood of Jesus Spare Parts», «Virtuous Woman Hairdressing«, o «Jesus Loves Fashion»; y una calle invadida por docenas de vecinos sentados en sillas de plástico que disfrutaban de vídeos musicales religiosos proyectados en una pantalla al aire libre. Nunca había visto nada igual…
EN BUSCA DE LOS SANTUARIOS ASHANTI
Al día siguiente me levanté a buena hora tras una noche de sueño impecable. Una vez en pie preparé la mochila pequeña; desayuné galletas y un zumo; y salí a la calle con ganas de nuevas aventuras. Mi plan era visitar una serie de santuarios Ashanti conocidos como Abosomfie (en singular, Obosomfie).
Los Abosomfie se construían para dar cobijo a un Obosom: dioses menores que intermedian entre los humanos y el dios supremo Nyame a través de un sacerdote (el Okomfo), que es poseído por el Obosom en el transcurso de oscuras ceremonias. En el pasado estos edificios tradicionales eran una imagen habitual por todo el territorio del Imperio Ashanti. Pero la destrucción causada por la invasión inglesa; y la pérdida de interés de la gente (centrada en la religión Católica y sin tiempo para supersticiones) han provocado que actualmente solo se conserven 10 Abosomfie.
Yo decidí visitar tres de estos santuarios ubicados en los alrededores de Ejisu, un pueblo 20km al este de Kumasi. Llegar a Ejisu no pudo ser más fácil: caminé 10 minutos desde mi hotel hasta el cruce de las calles Fuller con Osei Tutu II; esperé unos segundos; y al poco ya estaba subido en un trotro rumbo a mi destino. Yo viajé cómodamente en el asiento delantero y avanzamos a buen ritmo, mientras en la radio un predicador gritaba plegarias como si estuviéramos sordos. Precio: 2C (el ayudante me cobraba 2,5C pero el conductor le corrigió pegándole un par de gritos).
Una vez en Ejisu decidí poner en práctica una estrategia que ya había utilizado en algún otro viaje y me había dado buenos resultados. Esperé a que un taxista me ofreciera sus servicios y le pedí que me llevara al primer santuario sin preguntarle el precio. Tras la visita, de forma casual y haciéndome el tonto, le dije que me llevara al segundo santuario. Y por último al tercero. Si hubiera preguntado de entrada el precio de los 3 trayectos el taxista me habría pedido un precio exagerado. Pero en mi caso fui yo quien marcó la tarifa (a petición del taxista) y le pagué 60C. Un precio muy correcto por dos horas entre viajes y esperas. El hombre intentó subir a 70 pero se acabó conformando. Estos fueron los Abosomfie que visité:
1. Santuario de Aduko Jachie: decidí comenzar por el lugar más apartado, ubicado en el pueblo del mismo nombre. Costó muchísimo encontrarlo, con una sensación de aventura total. El taxista paró a preguntar en varias ocasiones, y ni siquiera los vecinos de Aduko Jachie sabían donde estaba. Pero al final conseguimos llegar a la entrada del santuario. La puerta estaba cerrada aunque al momento apareció Esther, una chica que a cambio de 20C me enseñó el lugar.
La fachada está decorada con curiosos relieves donde aparecen serpientes, lagartos y cañones. En el interior del santuario hay un patio con la distribución típica de los Abosomfie. Alrededor se abren cuatro estancias: una para los tambores; otra para los cantantes; la tercera para la cocina; y en la cuarta, en principio solo accesible para el sacerdote y sus ayudantes, está la morada del Obosom. Durante mi visita el sacerdote de Aduko Jachie había abandonado el santuario (en teoría porque sintió la llamada de otro Obosom) y no había estancias restringidas. Las paredes son de color naranja y blanco, y están cubiertas de símbolos geométricos y relieves que representan pájaros o un cazador. Me encantó, aunque Aduko Jachie ofrecía un aspecto muy deteriorado, con muros cayéndose a pedazos y la antigua estatua del sacerdote tirada entre un montón de escombros.
2. Santuario de Besease: este es el Obosomfie más preparado para el turismo. El edificio se ha restaurado incorporando los tradicionales tejados de paja Ashanti. Y en el interior hay varios paneles explicativos con interesantes fotografías del siglo XIX. Un chaval me cobró la entrada (10C + 5 por hacer fotos) y me enseñó el recinto junto a su amigo. De nuevo accedí a un patio interior con muros naranjas y blancos, símbolos geométricos, y relieves. En el centro del patio hay un montículo de tierra donde se realizan sacrificios, con restos de una gallina, un caparazón de tortuga, y botellas vacías de licor de melocotón (el regalo habitual para el sacerdote cuando se visita el santuario). En los alrededores también vi un collar elaborado con huesos de cabra, y una falda ceremonial.
3. Santuario de Atia Kusia Kwame: ubicado en el cercano pueblo de Edwenase. Nada más llegar pude contemplar la espectacular fachada, con magníficos relieves que representan a un hombre y una mujer armados, o un enorme cocodrilo de color blanco. Al poco apareció un abuelete con bastón que apenas podía moverse y me enseñó el interior. Hubo momentos de duda porque la puerta estaba cerrada con un candado y el abuelo no encontraba al guardián de la llave, pero al final no se complicó la vida y optó por forzar el candado a golpe de piedra. Eso sí, el acceso me costó 30 cedis (20C + 10 equivalentes al precio de una botella de licor de melocotón). Yo protesté tímidamente pero el abuelo se mostró inflexible.
En el interior del santuario me esperaban imágenes ya familiares: patio, relieves geométricos, etc… Aunque una vecina abrió la persiana que protege el recinto del Obosom y me permitió entrar. La atmósfera era inquietante, rodeado de objetos antiguos entre los que destaca un mueble sagrado tapado con una sábana. Fue un gran momento.
Tras la última visita el taxista me devolvió al centro de Ejisu. Y en cuestión de minutos conseguí un trotro para regresar a Kumasi, con la sensación de haber explorado unas construcciones a punto de desaparecer si no se hace un esfuerzo por conservarlas.
CONCLUSION
Si te diriges al norte del país, Kumasi es un buen lugar para hacer un alto en el camino y realizar alguna visita interesante en sus alrededores. Tanto espacios naturales; como los santuarios tradicionales Ashanti, que me parecieron lugares fascinantes. Quien no quiera perderse nada, necesitará un mínimo de 3 días completos. Yo tuve que elegir.
Kumasi ofrece la posibilidad de realizar excursiones a una serie de lugares de interés relativamente cercanos. De entre todos me hubiera gustado visitar el Lago Bosomtwe; o el Bobiri Butterfly Sanctuary, pasando una noche rodeado de naturaleza. Pero andaba muy justo de tiempo y tampoco tenían pinta de ser rincones espectaculares.
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