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GHANA

Kumasi

posted by Ganas De Mundo
Dic 7, 2017 3466 0 0
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Kumasi

Visita a la antigua capital del Imperio Ashanti, con viejos santuarios tradicionales y una espectacular colonia de murciélagos

A finales del siglo XVII un conjunto de estados del interior de Ghana crearon una confederación para hacer frente al poderoso Imperio Denkyra, que controlaba las minas de oro y rutas comerciales. Esta unión dio lugar al Imperio Ashanti, que en 1701 estableció su capital en Kumasi y se dedicó a expandir sus territorios gracias al comercio de esclavos y a su buena relación con los Holandeses. Pero en 1872 los Ingleses pasaron a dominar la región y se desataron las hostilidades. Solo un año más tarde los Ashanti invadieron Elmina, que fue recuperada rápidamente gracias a la superioridad del ejército Británico. Y como los Ashanti se negaron a rendirse las tropas coloniales continuaron hacia el norte arrasando Kumasi, y en 1901 anexionaron el imperio a la colonia de Gold Coast.

En la actualidad Kumasi cuenta con 2 millones de habitantes y es la segunda ciudad más grande de Ghana, además de la capital de la Ashanti Region. Su principal atracción turística es un conjunto de 10 antiguos santuarios conocidos como Abosomfie, incluidos en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

VIAJE CAPE COAST – KUMASI

Tras desalojar mi habitación del Prospect Lodge en Cape Coast, me puse en marcha hacia mi siguiente destino. El primer paso consistió en coger un taxi para llegar a Tantri Station, ubicada al norte del pueblo. Así que paré un vehículo que pasaba por la calle principal. Iba vacío, y el taxista me pedía 5C por el trayecto. Un precio excesivo, por lo que tras una dura negociación acabé pagándole 3.

En la estación, mi idea era coger una furgoneta con aire acondicionado, para hacer el viaje a Kumasi más llevadero. Pero unos abueletes me dijeron que el único transporte disponible era un autobús, que por cierto estaba a punto de arrancar. En estos casos nunca sabes si te mienten para que compres el billete allí, o si te están ayudando. Pero bueno… Al final, como hasta el momento no había tenido malas experiencias en Ghana, decidí fiarme de la gente. Y ocupé mi asiento en el autobús. Precio del billete: 22C + 5 por guardar la mochila grande en el maletero trasero.

Antes de ponernos en marcha desfilaron ante mí una serie de personajes ya habituales en cualquier desplazamiento en transporte público por el sur del país:

-Un predicador: caminan biblia en mano, y tras dar un sermón de unos minutos (en Twi, y a voz en grito) e invitar a la oración, recogen las monedas de 1C que les dan los pasajeros, y se van en busca del siguiente vehículo.

–Vendedores ambulantes: algunos ofrecen su mercancía a través de las ventanillas (comida, baratijas…). Y los más profesionales, que suben al bus y hacen una presentación del producto. Una de estas charlas me dejó boquiabierto: el chaval vendía pastillas de jabón marca Chocho. ¡Buenísimo! Por lo visto en Ghana es una conocida marca de productos para el cuidado de la piel. Como no, compré una pastilla por 2C, para echar unas risas de regreso a casa.

–Mendigos: suelen ser ancianos, y todo el mundo les da monedas, así que yo también colaboré, para evitar miradas de indignación.

El trayecto duró 4 horas para recorrer una distancia de 220km hacia el norte del país. Y es que la carretera estaba llena de badenes para reducir la velocidad; y barreras con controles de policía para examinar la documentación del vehículo. Menos mal que los conductores no realizan paradas adicionales para descansar… Pasamos por diversas poblaciones, con casas medio derruidas, mercadillos, gente, vehículos… Mientras, en la TV del autobús pusieron unos vídeos musicales de lo más cutre, a todo volumen. Interpretados por una predicadora con pinta de Whoopi Woldberg llamada Esther, que no podía cantar peor. Y después una comedia local con la que me partía de risa, a pesar de no entender nada de lo que decían.

Con los pasajeros la situación era curiosa. Los ghaneses son muy reservados con los extranjeros, y si no les dices nada, ellos van a lo suyo sin molestarte. Pero si te diriges a alguien y le preguntas o comentas algo, todos se giran sonrientes con ganas de participar y ayudarte.

Ya en Kumasi, negocié con un par de taxistas para que me llevaran hasta mi hotel. Pero me indignó que no se mostraran nada flexibles, y prefirieran quedarse en su vehículo vagueando antes que perder la oportunidad de cobrarme un infladísimo precio de turista. Así que decidí buscarme la vida y caminar. Lo pagué caro, y acabé deambulando cargado con mis mochilas, entre una auténtica marabunta de gente, rodeado de un tráfico ensordecedor, y sudando a mares. Pero al final, preguntando a varias personas, logré encontrar el hotel.

Estatua en Kumasi
Estatua de un Asantehene
ALOJAMIENTO: DADDY’S LODGE – 80C/Noche

*Puntos a favor: habitación amplia; cama doble comodísima; baño privado recientemente renovado; nevera pequeña; ubicación en una calle muy tranquila, pero a corta distancia del centro; ventilador; wifi decente (pagando 5C extra).

*Puntos en contra: las ventanas no cerraban bien, y la cama no tenía mosquitera; encargada de la recepción con unos cambios de humor radicales (lo mismo bromeaba conmigo eufórica, chocando manos, que me pedía de forma brusca que pagara el wifi, antes de darme la contraseña).

Este era el segundo alojamiento que había reservado desde casa a través de Booking. Y de nuevo recibí una cara de póquer cuando mostré a la chica de la recepción mi hoja de reserva. No entendía qué le estaba explicando. Y al final acabé eligiendo una habitación diferente, de mejor categoría que la reservada. Ya se apañarían después con los de Booking… Una vez instalado, tras un breve descanso, salí a dar una vuelta por el centro de la ciudad.

PASEANDO POR KUMASI

Las crónicas de la época describen la antigua Kumasi como una ciudad encantadora, con amplias avenidas, y casas con paredes blancas y puntiagudos techos de paja. Una pena que tras ser convertida en cenizas en 1874, lo que queda es lo que se ve hoy día: una urbe moderna de aspecto horrible. Las guías recomiendan alguna visita concreta, pero yo no realicé ninguna.

1. Kejetia Market: conocido como el mercado más grande de toda África Occidental, con cientos de comercios. Sin duda, el paraíso para la gente que disfrute de hacer compras. Pero no es mi caso. Además, ya sabía qué me esperaba, pues mientras buscaba mi hotel tuve que atravesar una calle cercana. Y fue toda una odisea: aglomeraciones de gente, calor tremendo, y nulas posibilidades de sacar fotos decentes. Ahí está el mercado para quien quiera sumergirse en él, pero yo no me vi con cuerpo…

2. Manhya Palace: a fecha de hoy, todavía es la residencia oficial del Asantehene (rey de los Ashanti) y su familia. La gracia es visitarlo cuando tiene lugar el Akwasidae Festival. Una jornada en la que el monarca recibe a sus súbditos, entre tambores y ropajes tradicionales. Pero se celebra cada seis domingos, y no coincidió con mi visita a Kumasi (en cambio sí el Día de la Independencia, tiene narices…). Fuera de este día, el palacio solo ofrece un pequeño museo de historia que no pintaba muy bien, así que tampoco fui.

Zorros Voladores en Kumasi
Zorros Voladores descansando

Con este panorama, decidí limitarme a recorrer las calles. Pasé por rotondas con estatuas de algún antiguo Asantehene. Vi desde fuera el Kumasi Fort, con sus muros de color rojo levantados por los ingleses (ahora alberga el Museo de las Fuerzas Armadas)… Pero poco a poco, sin darme cuenta, me fui adentrando en el caos. Y acabé en un punto hacia el norte, en la calle Bantama, donde coinciden una parada de trotros y un mercado. Mi sensación de agobio era indescriptible: esquivando lugareños y vehículos a cada paso; gente orinando sin pudor en la calle; casi piso un ratón muerto…

Entonces, al pasar junto a una arboleda, vi unos extraños seres revoloteando entre las ramas y me quedé de piedra. Se trataba de enormes Murciélagos de la Fruta, también conocidos como Zorros Voladores, por su aspecto. Y había toda una colonia. Lo malo es que la zona estaba en obras, y el acceso a los árboles estaba cortado por una enorme valla metálica. Solución: pedir permiso al vigilante con amabilidad y una sonrisa de oreja a oreja… y vía libre.

La verdad es que pasé dos horas geniales paseando bajo los árboles, contemplando con ojos como platos los movimientos de centenares de murciélagos, que se apiñaban en grupos, desplegando sus alas o bostezando. Saqué un montón de fotos, aunque las condiciones de luz no eran las mejores, y me costó obtener buenas imágenes. Qué curiosos animales, con su pelaje rojizo y cabeza de zorro. A veces se asustaban por algo, y el cielo se llenaba de alas en movimiento y chillidos. Mientras, a mi alrededor, los últimos rayos de sol; algún Lagarto Agama trepando por los troncos; y trabajadores de la obra que al pasar a mi lado saludaban sonrientes.

Según me contaron, para unas mejores vistas de esta colonia, lo mejor es visitar el Zoo. Pues allí las concentraciones de murciélagos son aún mayores. Pero no me puedo quejar. Tras la puesta de sol, con una paz interior total, regresé caminando hasta mi hotel. Consciente de que África me había demostrado una vez más que es un continente de contrastes brutales. Capaz de ofrecer lo mejor y lo peor en cuestión de minutos.

CENA: FOSUA HOTEL

Por si había pocas pegas en Kumasi, añadir que en el centro es casi imposible encontrar sitios para comer orientados al turismo. Algo increíble, teniendo en cuenta las dimensiones de la ciudad. Y eso que intenté probar alguno de los escasos restaurantes recomendados en las guías de viaje. Pero o no los encontré, o estaban cerrados. Así que, con la ayuda de la encargada de mi hotel, acabé en el restaurante del Fosua Hotel, ubicado en el patio interior de un complejo de oficinas, a escasa distancia de mi alojamiento.

La atmósfera del restaurante era algo lúgubre y solitaria. Y la oferta del menú más bien escasa: faltaban la mitad de los platos, y ni siquiera tenían cerveza… Pero el camarero era muy amable y eficiente. Y acabé engullendo un generoso plato de Chicken Fried Rice, regado con una Fanta de naranja y una botella de agua grande. Todo por 17C.

De regreso a mi hotel, ya de noche, comprobé que en Kumasi la religiosidad alcanza niveles estratosféricos. Predicadores a voz en grito utilizando altavoces y micrófonos; comercios con nombres sorprendentes, como «Blood of Jesus Spare Parts», «Virtuous Woman Hairdressing», o «Jesus Loves Fashion»; y una calle invadida por decenas de vecinos sentados en sillas de plástico, disfrutando de vídeos musicales religiosos proyectados en una pantalla al aire libre. Nunca había visto nada igual…

EN BUSCA DE LOS SANTUARIOS ASHANTI

Al día siguiente me levanté a buena hora tras una noche realmente plácida. Solventé mi desayuno comprando unas galletas y un zumo en un supermercado local. Y me puse en marcha, con ganas de nuevas aventuras. Mi plan era visitar una serie de santuarios Ashanti, conocidos como Abosomfie (en singular, Obosomfie).

Los Abosomfie se construían para dar cobijo a un Obosom: dioses menores que intermedian entre los humanos y el dios supremo Nyame a través de un sacerdote (el Okomfo), que es poseído por el Obosom en el transcurso de oscuras ceremonias. En el pasado, estas edificaciones tradicionales eran una visión habitual por todo el territorio del Imperio Ashanti. Pero la destrucción causada por la invasión inglesa; y la pérdida de interés de la gente, totalmente volcada en la religión católica y sin tiempo para supersticiones; han provocado que actualmente solo se conserven 10 Abosomfie, todos en las afueras de Kumasi.

Yo decidí visitar tres de esos santuarios, ubicados en los alrededores de Ejisu, un pueblo 20km al este de la ciudad. Llegar a Ejisu no pudo ser más fácil: caminé 10 minutos desde mi hotel hasta el cruce de las calles Fuller con Osei Tutu II; esperé unos segundos; y al poco ya estaba subido en un trotro hacia mi destino. El trayecto fue impecable, a buen ritmo, y sentado cómodamente en el asiento delantero. Tan solo hubiera cambiado la emisora de radio, poniendo algo de música en lugar de los atronadores sermones de un predicador. Precio: 2 cedis (el ayudante me cobraba 2,5, pero el conductor le corrigió y le pegó un buen rapapolvo).

Estancia de los tambores
Simbología Ashanti

Una vez en Ejisu, decidí poner en práctica una estrategia que ya había utilizado en algún otro viaje, y me había dado buenos resultados. Esperé a que un taxista me ofreciera sus servicios, y le pedí que me llevara hasta el primer santuario, sin preguntarle el precio. Tras la visita, de forma casual, le dije que me llevara al segundo santuario. Y más tarde al tercero. Si hubiera preguntado de entrada el precio de los 3 trayectos, el taxista me hubiera pedido un precio elevadísimo. Como no fue así, al final fui yo quien marcó la tarifa (a petición del taxista). Y le pagué unos más que correctos 60C por dos horas, entre viajes y esperas. El hombre intentó subir a 70, pero se acabó conformando. Perfecto.

EXPLORANDO LOS ABOSOMFIE

1. Santuario de Aduko Jachie: decidí comenzar por el lugar más apartado y remoto, ubicado en el pueblo del mismo nombre. Costó muchísimo encontrarlo, con una sensación de aventura total. El taxista paró a preguntar en varias ocasiones, y ni siquiera los vecinos del pueblo sabían donde estaba. Pero al final llegamos a la entrada del Obosomfie. La entrada estaba cerrada, pero por suerte al momento apareció una joven llamada Esther, que a cambio de 20 cedis me acompañó durante la visita.

La fachada exterior tenía curiosos relieves, con serpientes, lagartos, cañones… Y al cruzar la puerta me encontré en un patio interior, con la estructura típica de estos santuarios. Alrededor del patio suele haber cuatro estancias: una para los tambores; otra para los cantantes; la tercera para la cocina; y en la cuarta, en principio solo accesible para el sacerdote y sus ayudantes, está la morada del Obosom. En este caso, como el sacerdote hace tiempo que se marchó del lugar (en teoría porque sintió la llamada de otro Obosom…), no había lugares restringidos. Las paredes eran de color naranja y blanco, y estaban llenas de símbolos geométricos y relieves representando pájaros, un cazador… Muy interesante. Aunque el santuario desprendía una sensación de abandono total, con muros cayéndose a trozos, la antigua estatua del sacerdote tirada en un montón de escombros…

2. Santuario de Besease: esta es la Obosomfie más preparada para el turismo. La construcción se ha restaurado, incorporando los tradicionales tejados Ashanti. Y en el interior hay varios paneles explicativos, con interesantes fotos del siglo XIX. Un chaval me cobró la entrada (10 cedis + 5 por hacer fotos) y me enseñó el recinto junto a un amigo. De nuevo un patio interior, muros naranjas y blancos, símbolos geométricos, relieves…

Ofrendas para el Obosom
Estatua del antiguo sacerdote

Mejor conservado que el primer santuario, y con muchos objetos de interés: un collar de huesos de cabra, una falda ceremonial… En el centro del patio, había un montículo de tierra donde se realizan sacrificios, con restos de una gallina, un caparazón de tortuga. Y botellas vacías de licor de melocotón (regalo habitual para el sacerdote cuando se visita el santuario).

3. Santuario de Atia Kusia Kwame: ubicado en el cercano pueblo de Edwenase. Nada más llegar, me encontré frente a un muro exterior espectacular, con magníficos relieves representando a un hombre y una mujer armados, un enorme cocodrilo de color blanco… Una gran imagen. Al poco apareció un abuelete con bastón que apenas podía moverse, y me enseñó el interior del conjunto. Hubo momentos de duda, pues la puerta estaba cerrada con un candado, y el abuelo no encontraba al guardián de la llave. Solución: forzar el candado a golpe de piedra. Eso sí, el acceso me costó 30 cedis (20 + 10 equivalentes al precio de una botella de licor de melocotón). Protesté tímidamente, pero el abuelo se mostró inflexible.

En el interior, imágenes ya habituales: relieves geométricos, etc… Una vecina me abrió la persiana del recinto del Obosom, y pude entrar. La atmósfera era inquietante, rodeado de objetos antiguos, entre ellos un mueble sagrado tapado con una sábana.

Tras la última visita, el taxista me devolvió al centro de Ejisu. Y en cuestión de minutos ya estaba subido en un trotro de regreso a Kumasi. Con la sensación de haber visto imágenes únicas de unas construcciones a punto de desaparecer, si no se hace un esfuerzo por conservarlas.

CONCLUSION

Para el que se dirija al norte del país, Kumasi es un buen lugar para hacer un alto en el camino y realizar alguna visita interesante en sus alrededores. Tanto espacios naturales; como los santuarios tradicionales Ashanti, que me parecieron lugares fascinantes. Quien no quiera perderse nada, necesitará un mínimo de 3 días completos. Yo iba más justo de tiempo, y tuve que elegir.

Kumasi ofrece la posibilidad de realizar excursiones a una serie de lugares de interés relativamente cercanos. De entre todos, me hubiera hecho gracia visitar el Lago Bosomtwe; o el Bobiri Butterfly Sanctuary, pasando una noche rodeado de naturaleza. Pero andaba muy justo de tiempo; y tampoco tenían pinta de ser rincones espectaculares.

 

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