Una tumba milenaria excavada en una pared de roca y una tensa visita a un cuartel del Asayish, el Servicio de Inteligencia kurdo
Koya es una población de apenas 60mil habitantes que los escasos turistas que visitan Irak pasan de largo mientras se desplazan entre Suleimaniya y Erbil. Pero se trata de un lugar cargado de historia, donde (si superas los trámites burocráticos) es posible pasar la noche y explorar edificios interesantes, como el Castillo Otomano o un antiguo Bazar cubierto. Además, puestos a hacer altos en el camino, también merece la pena visitar Qiz Kapan, una tumba excavada en la roca con unos relieves excepcionales.
VIAJE: SULEIMANIYA – QIZ KAPAN
La jornada comenzó en el Dolphin Hotel de Suleimaniya, y desde el primer momento fui consciente de que iba a ser complicada. Pero bueno, desayuné galletas y un zumo de naranja; preparé las mochilas; desalojé la habitación (con bastante pena); y me despedí del encargado de la recepción. Para llegar a Qiz Kapan necesité de 3 etapas:
1. Taxi privado: hasta el Garaj Baghdad, situado al oeste de la ciudad. Precio: 4milD.
2. Taxi compartido: el vehículo se dirigía a Ranya, una ciudad al norte del Lago Dukan, aunque yo me bajé mucho antes, en un punto de la carretera principal a 45km de Suleimaniya. Como era de esperar tuve que pagar el trayecto completo (10milD). Me sorprendió que arrancáramos con tan solo 3 pasajeros, pero a lo mejor se decidió que repartiéramos el importe del cuarto y no me enteré. El viaje duró una hora y viajé muy cómodo en el asiento delantero, mientras intercambiaba alguna palabra con mis compañeros y les enseñaba fotos.
Reconozco que cuando el taxi se alejó y me quedé solo con mis mochilas me invadió un ligero nerviosismo. Al fin y al cabo… ¡estaba en Irak! El día había amanecido bastante nublado y frente a mí se levantaban enormes montañas. Lo primero que hice fue alejarme de la carretera para evitar llamar la atención, y caminé por el desvío hacia Qiz Kapan. Al poco llegué a la pequeña aldea de Dulkan y continué hasta las afueras para hacer autoestop. Pero tras un rato esperando sin que pasaran vehículos regresé al pueblo y pregunté a un lugareño, con la esperanza de que me echara una mano. Vaya si me la echó…
Como no me entendía, el hombre me hizo entrar en el colegio de Dulkan y me presentó al profesor de inglés. A partir de aquí todo sucedió muy deprisa. Y al momento estaba sentado en la sala de profesores, con una taza de té con galletas; y haciéndome fotos con la gente (incluido el director del colegio). Me convertí en la atracción del día. Y por si fuera poco, el lugareño se ofreció a llevarme en su pick up hasta Qiz Kapan. Así que nos pusimos en marcha, mientras una señora me preparaba una bolsa de picnic para el camino con galletas, agua y caramelos. No me podía creer tanta amabilidad.
3. Coche hasta Qiz Kapan: desde Dulkan hay 9km y tardamos un cuarto de hora. Al viaje se apuntó un abuelete muy simpático, vestido con la ropa tradicional kurda. No hablaba nada de inglés, pero con sus gestos se hacía entender a la perfección.
UNA TUMBA MILENARIA
Qiz Kapan es una tumba excavada en una pared de roca, parecida a las que visité en algunos lugares de Turquía como Dalyan o Myra. Data del siglo VI AC, cuando el Imperio Medo controlaba la zona, pero no se sabe quién fue su ocupante (algunos expertos indican que perteneció al rey Cyaxares). Está situada a 8m de altura y se accede por una enorme escalera metálica que no podía ser más horrible. Desde allí contemplé su espectacular portada, con dos columnas y un relieve representando a dos personas en medio de algún tipo de ceremonia (posiblemente vinculada con la religión zoroastriana), además de varios escudos. Me encantó. Una pena que la gente se dedique a llenar la fachada de grafitis, sin respetar una obra de arte con más de 2.500 años de antigüedad.
Mis dos acompañantes pasaron de la escalera al interior de la tumba caminando sobre una estrecha barra de hierro y pretendían que yo hiciera lo mismo, pero me negué en redondo (demasiado para mi miedo a las alturas). Además dentro solo se conservan tres cámaras peladas con los agujeros donde en su día había enterrados unos sarcófagos, así que preferí quedarme disfrutando del exterior. Las vistas desde la tumba son memorables, con el Valle de Chemi Rezan extendiéndose hasta el horizonte, montañas erosionadas y un fotogénico río. Hubiera estado genial caminar un rato, pero ya eran casi las 12h y en diciembre los días son muy cortos. Con lo cual nos hicimos varias fotos y regresamos a Dulkan.
El abuelete se bajó cerca de su casa y me invitó a comer, pero por el mismo motivo tuve que negarme. El conductor continuó hasta la carretera principal. Y cuando intenté darle dinero por sus servicios se negó en redondo con una sonrisa y nos despedimos dándonos la mano. Toda una muestra de hospitalidad kurda…
VIAJE: QIZ KAPAN – KOYA
Tras la gran experiencia vivida estaba eufórico, y encaré el segundo tramo del viaje lleno de optimismo. Estas fueron las etapas:
1. Autoestop: solo tuve que levantar la mano y paró un vehículo. Era una pick up en la que viajaban un abuelo con su nieto. La buena noticia fue que me dejaron muy cerca de Koya (pensaba que necesitaría más etapas). De camino cruzamos un paisaje impresionante, con afiladas montañas, pináculos de roca y curiosas formaciones llenas de pliegues. El abuelo tenía puesta una vía en la mano derecha y tosía bastante. Mientras, el niño alucinaba con mi presencia, y de vez en cuando se giraba para asegurarse de que no eran imaginaciones suyas.
El abuelo decidió que paráramos a comer en un restaurante y me vino perfecto porque tenía hambre. Lo curioso fue que me senté en una mesa con el niño y el hombre desapareció. Pero bueno, comimos un kebab de carne con tomates a la brasa, agua y un té. Precio: 3,5milD. El comedor era enorme, y estaba lleno de soldados. A la hora de pagar apareció el abuelo, pero insistí en invitar yo y me dejó. Menos mal, porque ya hubiera sido excesivo. Un rato después llegamos a un desvío desde el que hay unos 15km hasta Koya, y me tocó bajarme de la pick up.
A continuación se repitió la historia: hice un gesto y paró otra pick up conducida por un lugareño. El trayecto implicó pasar de un valle a otro, así que comenzó subiendo sin parar por una carretera llena de curvas. Y no ayudó mucho que el conductor se empeñara en buscar vídeos en su móvil para enseñármelos, invadiendo el carril contrario. Yo iba de los nervios… Koya es una población bastante grande, y como el hombre se dirigía a Ranya me dejó en las afueras y nos despedimos.
2. Taxi privado: hasta el centro de Koya. Precio: 2milD. El taxista me llevó a la puerta del que por lo visto era el único hotel del pueblo: el Golden Hotel. En Google Maps aparecían dos más, pero estaban un tanto alejados y ya me vino bien esta opción.
EN UN CUARTEL DEL ASAYISH
Todavía quedaban unas horas de luz, así que mi intención era dejar las mochilas en la habitación y ponerme a visitar Koya (también llamada Koy Sanjaq). Pero las cosas a veces se complican de la forma más inesperada:
*El hotel estaba cerrado. Un empleado de un local de Döner cercano (Akham), con inglés muy aceptable, me dijo que el dueño se encontraba en su casa comiendo y tardaría al menos una hora en regresar.
*Además Akham le llamó por teléfono, y el dueño dijo que al ser extranjero necesitaba una autorización escrita de la Policía para poder alojarme en el hotel (¡?). Por suerte pude dejar mi mochila grande en el local de Döner; Akham me consiguió un taxi en la parada cercana; y le explicó al conductor (Nabel) la situación. La verdad es que este chaval me fue de gran ayuda.
El taxi recorrió 3km hasta las afueras de Koya y llegamos a un cuartel ubicado en lo alto de una colina. Para acceder un soldado registró mi mochila minuciosamente. Y al poco descubrí dónde estaba realmente. Aquello no era una simple comisaría de policía. Era un cuartel del Asayish, el Servicio de Inteligencia Kurdo. Vaya tela… Yo estuve haciéndome el simpático charlando con Nabel y un par de agentes, hasta que apareció el encargado. Un hombre serio y estirado que me hizo pasar a una oficina. Me había metido en la boca del lobo de la forma más tonta.
Nabel le comentó mi situación, ante lo que el encargado me miró y me dijo de forma seca: “Go to Erbil”. Yo le contesté que esa era mi idea al día siguiente, pero me insistió: “No, go to Erbil now”. Por una parte me dio rabia, con lo que me había costado llegar hasta Koya. Pero por otra no quise tensar mucho la cuerda, por si el motivo era que corría peligro; y para evitar males mayores, como ser expulsado del Kurdistán.
Aun así puse cara de pena y alegué que solo quería fotografiar los monumentos de Koya. A partir de aquí llamaron a un agente que hablaba un poco de inglés y le expliqué qué hacía en Irak; me pasaron un teléfono con alguien que también me hizo alguna pregunta en inglés; y al final se tomó una decisión surrealista. El encargado me dio la autorización escrita, pero se quedó mi pasaporte, que tendría que recoger al día siguiente. Y para poder hacer fotos en Koya tenía que ir al Ayuntamiento y pedir un permiso. En fin… Fuera del cuartel respiré aliviado y Nabel me llevó de vuelta al hotel. Precio: 6milD. Ya había regresado el dueño, así que le entregué la puñetera autorización y me dio una habitación.
ALOJAMIENTO: GOLDEN HOTEL – 10milD/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; ubicación inmejorable, a escasa distancia a pie de los principales lugares de interés; tranquilidad total por la noche; hora de salida muy flexible; precio.
*Puntos en contra: camas individuales; lavabo compartido estilo turco; suciedad por todas partes (camas con pelos, lavabo con restos…); mobiliario destartalado; ventana con rendijas por las que entra el frío (y no hay calefacción); sin wifi.
Viendo el exterior del edificio, con una vieja fachada llena de cables, no se puede decir que el Golden Hotel engañe. Pero hombre, una mínima limpieza… Las camas de mi habitación no estaban ni hechas, y cuando las señalaba el dueño pensaba que me quejaba porque eran individuales, y me dijo que las podía juntar.
Al final ya no me quedaba tiempo para visitar Koya, así que me centré en conseguir víveres. Primero entré en un local de Döner y cené un sandwich de pollo (1milD). Y después realicé una pequeña compra en una tienda, donde acabé haciéndome selfies con algún cliente. De regreso en mi habitación estaba agotado. Por supuesto dormí dentro de mi saco, para protegerme del frío y evitar el contacto con el colchón. Sabía que iba a ser una jornada difícil, pero tanto…
EXPLORANDO KOYA
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable. Y eso que al principio pintaba muy mal: en la habitación de al lado un hombre estuvo un buen rato hablando por teléfono a gritos; y en el exterior no paraban de pasar chavales armando jaleo. Pero después reinó la calma. Desayuné un plátano y un zumo; dejé las mochilas preparadas en la habitación; y salí a la calle. Bueno, eso intenté, pero la puerta de entrada del hotel estaba cerrada con llave y me quedé atrapado. Por suerte, al cabo de unos minutos (que se me hicieron eternos) vi al dueño y le avisé a través del cristal.
A continuación, antes de empezar a visitar Koya decidí recuperar mi pasaporte. Así que cogí un taxi y regresé al cuartel del Asayish. Esta vez me hicieron pasar al despacho del jefe y me temí lo peor. El hombre tenía ganas de preguntarme cosas, pero su nivel de inglés era nulo, y al final me devolvió el pasaporte con cara de resignación. Un problema menos.
Ya en el hotel pagué al taxista (5milD) y comencé a visitar los diferentes lugares de interés de Koya. Por supuesto, ni se me pasó por la cabeza acudir al Ayuntamiento y solicitar el permiso para hacer fotos en el pueblo (menuda tontería). Esto fue lo más destacado:
1. Qshla: es un castillo otomano que data del siglo XIX, situado a apenas 1km de mi hotel. Se conserva muy bien, con gruesos muros, almenas y torres circulares; y un aspecto muy auténtico (la capa de yeso que lo recubre está agrietada y se cae a trozos). La entrada es gratuita y estuve un rato paseando por el recinto. Es posible subir a las murallas y contemplar buenas vistas de Koya. Además hay una tumba con una cúpula de color verde. La atmósfera me gustó y solo me crucé con un grupo de chavales.
2. Bazar: es mucho más pequeño que el de Suleimaniya, y sus tiendas no son nada del otro mundo. Pero a nivel arquitectónico es excepcional, con secciones que se remontan al siglo XIII. Me lo pasé genial explorando sus rincones, con arcos, puertas de madera y cafés llenos de lugareños charlando. No había mucha gente y pude moverme con tranquilidad.
3. Caravanserai: tras una de las puertas descubrí esta vieja construcción donde se alojaban los comerciantes que visitaban Koya. Tiene dos pisos y se encuentra en un estado lamentable, con montones de escombros y basura por todas partes. Pero resulta fascinante caminar entre sus columnas y pasadizos descubriendo detalles, como los relieves que decoran la entrada de las diferentes habitaciones.
4. Casco histórico: a parte de las dos avenidas principales que atraviesan Koya, el resto es un laberinto de callejuelas estrechas y antiguas viviendas por donde deambulé durante una hora larga. En mi recorrido pude ver muchas mansiones señoriales con fachadas a dos niveles y puertas de madera. Aunque la mayoría están abandonadas y medio en ruinas, con techos hundidos y ventanas selladas. En dos ocasiones conseguí asomarme a sus patios interiores, con bonitos arcos y el suelo cubierto de basura. De vez en cuando aparecían niños jugando o señoras en los portales, que se quedaban mirándome con ojos como platos. Pero en general caminé en solitario.
Tras unas 3 horas paseando por Koya no me quedaba mucho más que ver, con lo cual regresé al hotel; desalojé la habitación; y me despedí del dueño. Antes de marcharme pasé por el local de Döner para agradecer a Akham su ayuda el día anterior. Ya que estaba allí me senté a comer un sandwich de pollo. Y cuando llegó el momento de pagar, Akham me dijo que estaba invitado. Después de todos los detalles que tuvo conmigo… Un tío realmente majo.
CONCLUSION
Entre Suleimaniya y Erbil hay varios lugares de interés que merece la pena visitar. Como Koya, una población llena de edificios históricos en ruinas; o Qiz Kapan, una tumba excavada en la roca durante la época del Imperio Medo, rodeada de un bonito paisaje. Estas paradas me permitieron conocer gente encantadora que me ayudó en todo lo posible (mención especial a Akham y esos profesores del colegio de Dulkan). Aunque también acabar de forma inesperada en un cuartel del Servicio de Inteligencia kurdo.
Otro sitio recomendable en la zona es el Lago Dukan, con aguas perfectas para darse un chapuzón y buenos restaurantes de pescado. Pero durante mi estancia hacía muy mal tiempo y decidí pasar de largo. Con transporte propio se puede visitar todo en una larga jornada. De lo contrario necesitarás al menos día y medio, pasando la noche en Koya o a orillas del lago.
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