Una zona de solitarias montañas de colores cubiertas de fósiles y un santuario sagrado entre enormes pináculos de roca
El distrito de Khizi es el menos poblado de Azerbaiyán. Una zona apartada de las principales vías de comunicación que cuenta con una gran variedad de paisajes, desde colinas semi desérticas hasta espesos bosques. Y que esconde atracciones turísticas sorprendentes, como el monte Beshbarmaq o las Candycane Mountains. En Khizi también se puede visitar el Altiagac National Park, aunque mi intento de recorrer alguno de sus senderos fracasó por completo.
Khizi constituye todo un reto para el viajero independiente, con un transporte público errático (yo recurrí a una combinación de taxi y autoestop); lugares remotos; y lugareños que no entienden ni una palabra de inglés. Pero la recompensa supera con creces el esfuerzo.
VIAJE: LAZA – BESHBARMAQ
La jornada comenzó en la Laza Guesthouse, tras una noche de sueño impecable. Cuando los dueños me vieron aparecer por la puerta, me sirvieron el desayuno en una mesa del comedor. Dos huevos duros; un vaso de leche caliente (toda una novedad); pan con mermelada y mantequilla; galletas; y té. Justo lo que necesitaba. A continuación preparé la mochila, y me despedí del amable matrimonio entre sonrisas y palabras de agradecimiento. En el exterior de la casa me encontré de nuevo con un paisaje espectacular: la población de Laza rodeada de enormes montañas, con un cielo azul despejado y un sol agradable.
Para llegar hasta Qusar no había transporte público, y dudaba entre contratar un taxi (como hice a la ida) o probar suerte con el autoestop. Al final opté por lo segundo y me puse a caminar por la carretera, que a esas horas estaba desierta. Fue la mejor decisión, porque durante el paseo pude disfrutar de unas vistas únicas, con las montañas cubiertas de vegetación; una cascada precipitándose al vacío; valles profundos… No paré de hacer fotos. Mientras, delante de mí avanzaba un rebaño de vacas seguido de un grupo de perros. Al principio mantuve las distancias, pero un par de lugareños me aseguraron que eran inofensivos y me tranquilicé.
Tras una media hora caminando apareció un coche y paró. Era un flamante todoterreno con dos chavales de Baku y aceptaron llevarme a la Terminal de Autobuses de Qusar, ahorrándome 20M. El caso es que regresaban a la capital, y podría haber intentado continuar con ellos hasta Beshbarmaq, pero habiendo autobús preferí no abusar. Durante el trayecto intercambiamos alguna palabra (no hablaban inglés) y nos hicimos el selfie de rigor.
Una vez en Qusar, compré un billete de autobús a Baku (4,2M), localicé el andén correcto, y mientras esperaba me tomé un zumo de naranja (1M). Al cabo de media hora llegó el vehículo y nos pusimos en marcha. Esta vez me aseguré de conseguir un asiento junto a la ventana, pero me tocó sobre la rueda del autobús, con muy poco espacio para las piernas. Así que una vez más viajé realmente incómodo. Menos mal que solo fue hora y media, avanzando a buen ritmo por la carretera principal. El autobús se detuvo unos minutos justo donde tenía previsto bajarme, en el área de descanso de Beshbarmaq, y así no tuve que dar explicaciones al conductor.
UNA MONTAÑA SAGRADA
Beshbarmaq significa literalmente “Cinco Dedos”, y se trata de una montaña sagrada de 520m de altura llamada así por su peculiar forma. En su cima hay un pequeño santuario donde acuden peregrinos de todo el país (principalmente mujeres) en busca de bendiciones para su familia, o ayuda espiritual para quedarse embarazadas. Camino de Quba vi Beshbarmaq desde la ventana de mi autobús, con su espectacular silueta, y decidí que a la vuelta pararía a visitarla.
El área de descanso de Beshbarmaq, situada junto a la carretera principal, es un lugar caótico, lleno de vehículos, puestos de comida, tiendas y gente que hace un alto durante su viaje. Por suerte poco antes de bajar del autobús entablé conversación con mi compañero de asiento, que hablaba bien inglés. Y me hizo de intermediario para alquilar un taxi y poder llegar hasta la cima de la montaña, consiguiendo un precio muy correcto: 20M ida y vuelta, con espera incluida. La alternativa era caminar durante horas por una fuerte pendiente bajo un sol abrasador, y ni siquiera la valoré.
Al cabo de un par de minutos apareció el conductor, caminamos hasta un coche destrozado, y nos pusimos en marcha. El acceso a la montaña recorre una pista sin asfaltar que es un auténtico pedregal en constante ascenso. Ni sé cómo aguantó el vehículo. De camino disfruté de un paisaje es espectacular, con colinas amarillentas salpicadas de árboles, y vistas geniales de Beshbarmaq. El conductor fue un nuevo ejemplo del peculiar carácter azerí. Me recibió con rostro serio, y durante buena parte del trayecto de ida ni siquiera me dirigió la palabra. Pero cuando pasamos por una zona de picnic me propuso parar unos minutos y me invitó a tomar un té.
En la zona de picnic hay una fotogénica mezquita de color blanco, y muchos peregrinos suben a la montaña desde allí, siguiendo unas escaleras interminables. Yo pensaba que me tocaría hacer lo mismo, pero el conductor me hizo volver al vehículo, y cubrimos un nuevo tramo de pedregal hasta llegar a otra mezquita a escasos metros de la base de Beshbarmaq. Cada imagen de la montaña era mejor que la anterior, con sus enormes torres de piedra perfectamente iluminadas (mejor subir por la tarde).
A continuación me preparé para caminar en solitario hasta la cima, y me encontré con una agradable sorpresa: el conductor decidió acompañarme. Así que subimos juntos un montón de empinadas escaleras, encontrándonos con varias mujeres envueltas en coloridas túnicas que ofrecían bendiciones a cambio de limosna. El ritual consistía en pasar una piedra por la cabeza y los hombros recitando una plegaria. En esta caso la compañía del conductor me ayudó bastante, porque intercambiaba unas palabras con las señoras y me las quitaba de encima (algunas son muy insistentes). Una vez en la cima de la montaña, pude disfrutar de unas vistas preciosas, con las aguas color turquesa del Mar Caspio; y colinas ondulantes hacia el infinito.
La caminata acabó en una pequeña construcción donde hay un santuario. Allí el conductor me presentó al encargado del lugar, un hombre muy amable que me hizo alguna pregunta y me regaló un puñado de caramelos. Y vi a tres señoras que con aire de desgana contaban fajos de billetes procedentes de las donaciones, como si fueran banqueras. Junto a ellas había un pequeño altar donde las feligresas se arrodillaban, tocaban un recipiente lleno de piedras, y se pasaban la mano por la cara. El conductor de nuevo ayudó a relajar el ambiente, y me permitió hacer alguna foto del recinto. En los alrededores había árboles con sus ramas llenas de cintas de colores, donde la gente escribía deseos.
Tras la visita bajamos hasta el aparcamiento, subimos al coche y regresamos al área de descanso de Beshbarmaq por el mismo pedregal. Dos abuelas que acababan de visitar el santuario pidieron al conductor viajar con nosotros, y no puse ninguna pega. Además, el hombre no les cobró nada. Me pareció una excursión impecable.
LAS CANDYCANE MOUNTAINS
El conductor me llevó a un local de comidas de su propiedad, y me senté en la terraza exterior a tomar té. Aunque ya que estaba decidí llenar el estómago, y pedí una ensalada de tomate y pepino; kebab de ternera; y una Fanta de 0,5l. Todo delicioso, por 10M. Mientras comía, diferentes chavales se acercaron a hablar conmigo (principalmente de fútbol).
Cuando acabé de comer, intenté negociar con el conductor para que me llevara en su coche al siguiente destino del día, pero tenía cosas que hacer. Su hermano se ofreció, pero me pedía 30M y me negué. Al final el conductor llamó a un conocido, que apareció al cabo de unos minutos con su coche, y aceptó llevarme por 20M, un precio mucho más razonable. Así que nos pusimos en marcha. Primero avanzamos unos kilómetros por la carretera principal en dirección a Baku. Y a la altura de Gilazi nos desviamos a la derecha y continuamos hacia Khizi.
Mi objetivo era visitar las Candycane Mountains, una zona llamada así porque las montañas están cubiertas de franjas de colores (un candycane es un caramelo con forma de bastón muy popular en Estados Unidos, decorado de la misma forma). Aunque no tenía muy claro su ubicación exacta, y cuando negocié el transporte y enseñaba fotos del lugar, la gente ponía caras de póker. Con lo cual iba rumbo a lo desconocido, circulando por una carretera solitaria. Y con una diferencia respecto a Beshbarmaq: solo pagaba el trayecto de ida, y una vez en las montañas el conductor me dejaría allí y se marcharía. Reconozco que iba algo nervioso…
De repente aparecieron las primeras montañas de colores en la parte derecha de la carretera, y el conductor detuvo el vehículo, me dio unas breves indicaciones, y desapareció. En total habíamos recorrido 30km desde Beshbarmag. Yo comencé a subir por la ladera de la montaña, y al cabo de unos minutos estaba rodeado de un paisaje fascinante:
*Terreno agrietado por la escasez de agua, con misteriosos agujeros y tramos inestables, donde mis pies parecían hundirse.
*Zonas con espectaculares franjas de diferentes colores (ocre, blanco, rosa, amarillo…). Por lo visto son fruto de la acción del agua, que oxida los metales que contiene el terreno.
*Montones de pequeños fósiles por todas partes. Mas tarde me enteré que son Belemnites, una especie de cefalópodo procedente del Cretácico, similar al calamar o la sepia. Me parecía increíble.
A medida que ganaba altura las vistas eran más alucinantes y mi cámara echaba humo. La luz era perfecta para la fotografía, ya que faltaban un par de horas para la puesta de sol. Eso sí, el viento soplaba con fuerza y me obligó a dejar de ganar altura. Además tenía que andar con cuidado, porque me habían avisado de la presencia de peligrosas serpientes (aunque no vi ninguna). Fueron momentos únicos, caminando completamente solo, sorprendiéndome ante cada nueva panorámica, envuelto de una atmósfera mágica. Muy difícil de describir con palabras.
Para regresar a la carretera bajé hasta el fondo de un valle por una fuerte pendiente, y allí conecté con un sendero que me llevó directo. Estaba abrasado por el sol y me moría de sed, pero me sentía eufórico tras los momentos vividos.
VIAJE: CANDYCANE MOUNTAINS – ALTIAGAC
La recta final de la jornada era todo un reto. No faltaba mucho para que oscureciera, y tenía que hacer autoestop en una carretera remota y solitaria para avanzar hacia el lugar donde quería pasar la noche, situado a 36km de distancia. Pero, como suele suceder, acabé logrando mi objetivo. Estas fueron las etapas:
1. Autoestop hasta Bakhishli: los comienzos no presagiaban nada bueno, y varios vehículos pasaron de largo ignorándome. Como el autoestop no es lo mío, no tardé en venirme abajo y ponerme en la peor situación, sin dejar de mirar el reloj. Pero al final paró un coche con dos amigos de Baku, y pude viajar con ellos. Yo aspiraba a que por lo menos se dirigieran a Khizi, y allí podría buscar un taxi. Pero la suerte me sonrió y me dejaron en Bakhishli a tan solo 9km de mi destino. Además, pararon un momento a comprar en una tienda, y pude hacerme con una botella de litro de agua fría que me bebí en un par de tragos. Me supo a gloria.
2. Autoestop a Altiagac: la distancia era breve, pero estaba en una carretera nada transitada, y el sol ya se había ocultado tras las montañas. Así que me iba a costar detener algún vehículo (si es que pasaba alguno). Menos mal que uno de los amigos de Baku decidió echarme una mano, y cuando pasó un camión cisterna habló con el conductor y le pidió que me llevara. El hombre llevaba el asiento del copiloto lleno de trastos (incluidas varias cajas de huevos) y viendo la complicación dijo que no y se dispuso a continuar su trayecto. Pero le insistí con tal cara de pena que recapacitó y me dejó subir al camión. Avanzamos a un ritmo muy lento, atravesando una zona boscosa, esquivando vacas, mientras yo aguantaba las cajas de huevos, hasta llegar al centro de Altiagac.
3. Caminata hasta el alojamiento: en Altiagac solo hay un hotel y está situado en las afueras del pueblo. Así que me tocó cubrir a pie los 2km finales, ya envuelto en la oscuridad. Algún perro me ladraba desde la distancia, pero por suerte estaban atados. Y al final llegué al hotel donde había decidido pasar la noche, con dos grandes peligros: solo llevaba encima 30M en efectivo; y no sabía si contaba con habitaciones disponibles.
ALOJAMIENTO: CENNET BAGI – 120M/Noche
*Puntos a favor: bungalow enorme; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha perfecta; limpieza extrema; ubicación genial, rodeada de bosques; empleados muy amables; wifi rápido; nevera con dos botellas de agua de cortesía; restaurante con precios asequibles; piscina climatizada.
*Puntos en contra: precio; bungalow sin aire acondicionado o ventilador (por la noche hacía calor); en las instalaciones hay un zoo y un recinto con ciervos.
El Cennet Bagi es un pomposo hotel, muy al gusto de las familias azeríes. Ocupa un recinto enorme con todo tipo de servicios, y por él circula un chaval conduciendo una especie de carrito de golf transportando a los huéspedes. Cuando me vio me llevó a la Recepción del hotel; después a la garita de entrada, donde me dieron una tarjeta monedero para cargar y realizar los diferentes pagos; más tarde de nuevo a la Recepción; y por último a mi habitación. Dominando el conjunto se levantaba una torre decorada con luces de colores.
Yo había decidido alojarme en Altiagac porque al día siguiente quería visitar el Altiagac National Park y recorrer alguno de sus senderos. Así podría comenzar la excursión a buena hora y aprovechar el tiempo. Pero la improvisación tiene sus riesgos, y me equivoqué por completo, por dos motivos:
1. El acceso a la ruta que acabé eligiendo estaba muy cerca de Khizi, a bastantes kilómetros de Altiagac. Así que al día siguiente me tocó desandar parte del camino, sin sacar partido a la ubicación del hotel.
2. Los precios del Cennet Bagi son prohibitivos, y tuve que aceptar a regañadientes, porque ya era de noche y no había otra alternativa. Por culpa de este alojamiento mi presupuesto para Azerbaiyán saltó por los aires. En el Cennet Bagi hay un hotel y una zona de bungalows, y opté por lo segundo porque solo era 10M más caro que las habitaciones disponibles.
Aunque por lo menos el hotel no estaba completo y aceptaban pagos con tarjeta, porque la situación hubiera podido ser dramática.
Una vez instalado en mi bungalow, caminé hasta el restaurante del hotel con ganas de cenar algo. Allí me recibió un camarero azerí que había vivido varios años en Italia, y me puso la cabeza como un bombo. No paraba de hablar. Además, me ubicó en una sala privada, en el extremo de una mesa enorme, y me sentía un poco ridículo allí solo. Pero bueno, cené un kebab de ternera; patatas asadas; dos cervezas Xirdalan; y una botella de agua. Y solo pagué 17M, un precio muy aceptable teniendo en cuenta dónde estaba.
De regreso en el bungalow, estaba agotado tras una jornada maratoniana, pero contentísimo por todas las aventuras vividas.
BUSCANDO EL ALTIAGAC NATIONAL PARK
Al día siguiente me levanté bastante cansado, tras dormir menos de lo que hubiera querido. En parte porque estuve liado con varios temas, pero también por el ruido del exterior: gente hablando a gritos; empleados del hotel con los walkies a todo volumen… Tuve que salir un par de veces a ver qué pasaba, y eso que eran las 2h. Aunque después por suerte reinó la calma.
Una vez vestido fui directo al restaurante del hotel para disfrutar del desayuno incluido en el precio. Consistió en un buffet libre muy completo, y me serví un par de platos con tortilla francesa, salchichas, salami, tomate, pepino, queso, pan y varios vasos de zumo. El azerí que hablaba italiano rondaba de nuevo por allí, pero me dejó a mi aire. El comedor estaba desierto, aunque más tarde comenzó a llegar gente.
A continuación preparé la mochila, desalojé el bungalow, devolví la llave en la recepción, y en la garita de salida recuperé (en efectivo) el saldo sobrante de la tarjeta monedero. Eran las 10.30h y el sol ya pegaba duro, con un cielo completamente despejado. Y me puse en marcha. Ante mí tenía una nueva jornada llena de retos, pero fui cubriendo etapas poco a poco:
1. Primero caminé desde el hotel hasta la salida de Altiagac. Fueron 3km, cruzando una población de escaso interés, con viviendas destartaladas y muy pocos lugareños a la vista. Al menos encontré una tienda donde pude comprar una botella de agua y un zumo, porque todavía estaba deshidratado del día anterior y necesitaba reponer líquidos (1,8M).
2. Como no había transporte público, una vez más (muy a regañadientes) tuve que hacer autoestop. Al principio varios coches pasaron de largo, pero al final uno paró. Se trataba de un amable matrimonio de Nakhchivan, un pedazo de Azerbaiyán que por diferentes motivos se encuentra separado del resto del país, entre Irán y Armenia. Él era policía y estaban de vacaciones. De nuevo el idioma fue una gran barrera, pero se portaron genial y me dejaron en el Centro de Visitantes del Altiagac National Park, situado en la carretera hacia Khizi, al que nunca hubiera podido llegar caminando.
3. En el Centro de Visitantes un empleado me vendió el ticket de acceso al Parque (2M), y me dio un folleto con un mapa donde aparecían varias rutas. Ya estaba preparado para comenzar a explorar Altiagac, a pesar de que eran las 12h pasadas.
UNA EXCURSIÓN FALLIDA
Tras estudiar el mapa, elegí una ruta de 17km que conecta las poblaciones de Khaladzh y Qizilqazma. No me iba a dar tiempo a recorrerla entera, pero al menos podría adentrarme en el bosque y dar un paseo. Para ello me tocó caminar hasta Khaladzh siguiendo la carretera, rodeado de colinas cubiertas de hierbajos amarillentos. Crucé el pueblo de sur a norte y solo vi a un lugareño, como si el lugar estuviera completamente abandonado.
Y cuando llegué al teórico punto de partida de la ruta me encontré con un problema: no había ningún tipo de señalización, ni nadie a quien preguntar; y el único camino evidente era una carretera asfaltada que ganaba altura sin parar, en dirección a Qizilqazma. Mi gran duda es si aquella era realmente la ruta del mapa. Por un lado otra de las rutas discurría entre Altiagac y el Centro de Visitantes (22km) y no vi nada más a parte de la carretera que recorrí en autoestop. Aunque por otro el folleto se refería a ellas como “ecotourism trails”. Yo busqué en internet pero no encontré relatos de personas que hubieran visitado Altiagac, así que no tenía ninguna referencia.
El caso es que no me vi con cuerpo de continuar caminando por una carretera sin gracia, bajo un sol abrasador, cruzando unos bosques que desde la distancia tampoco ofrecían una imagen espectacular. Además, tenía que regresar a Baku y no iba a ser tarea fácil, con lo cual no podía apurar hasta el último momento como hice el día anterior. Resultado: di media vuelta (a pesar de la rabia que me da dejar cosas a medias).
RUMBO A BAKU
Renunciar a explorar el Altiagac National Park no significaba que ya estaba todo hecho. Ni mucho menos. Estas fueron las etapas:
1. Para empezar, nueva caminata de casi 4km hasta la población de Khizi. Fue una auténtica tortura, subiendo sin parar, con un sol insoportable, y mis pies ardiendo. Las empinadas cuestas se sucedían, y casi acaban con mi paciencia. En un par de ocasiones me crucé con algún lugareño, pero era algo excepcional. A mi alrededor, viviendas modernas y vistas panorámicas sin mucha gracia.
2. En el centro de Khizi no vi ningún tipo de transporte: ni movimiento de autobuses o marshrutkas; ni taxis esperando clientes. Yo a esas alturas decidí no complicarme la vida: me acerqué a un vehículo policial, y el agente llamó a un conocido para que me llevara en su coche a Gilazi, un pueblo situado a 30km de distancia. Apareció al cabo de unos minutos mientras yo engullía una botella de litro de agua fría que compré en una tienda cercana (1M).
El trayecto fue impecable (20M). Volví a pasar por las Candycane Mountains, que lucían espectaculares; y avanzamos a buen ritmo por una carretera en perfecto estado. Al final llegamos a la autopista principal que comunica Quba y Baku, y me despedí del taxista.
3. Autobús a Baku: por suerte no tuve que esperar mucho, y paró el segundo bus al que hice señales (3M). El viaje duró alrededor de una hora porque el conductor iba a toda pastilla, ante la indignación de algún que otro pasajero. Y acabé en la Terminal de Autobuses de Baku.
4. Metro hasta Nizami: tuve que recargar mi Bakicard con 1M, y regresé al CTH Hotel, donde el día anterior había reservado habitación por WhatsApp. Así acababa mi breve periplo por esta remota región de Azerbaiyán.
CONCLUSIÓN
Visitar el distrito de Khizi fue una decisión de última hora, aprovechando que pasaba por allí tras explorar Quba y sus aldeas de montaña. Y en esta zona encontré dos de los lugares más increíbles de todo mi recorrido por Azerbaiyán: el monte Beshbarmaq y las Candycane Mountains. Aunque también cometí un error monumental en mi intento de explorar el Altiagac National Park, y acabé alojado en un caro hotel que ni siquiera pude disfrutar.
Una jornada completa será suficiente para visitar Beshbarmaq y las Candycane Mountains, añadiendo otra más si quieres probar suerte con los senderos de Altiagac. Para desplazarte, te recomiendo una combinación de taxi y autoestop, en función de la situación.
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