Un exótico bazar rodeado de escarpadas montañas y un museo surrealista dedicado a la sangrienta guerra que enfrentó a Irán e Iraq
Situada a 1.750m de altura, Kerman es la ciudad más importante del sureste de Irán y un punto de encuentro entre dos culturas: el Imperio Persa y el Subcontinente Indio. Una parte importante de la población es de origen Baluchi, un grupo étnico reconocible por su forma de vestir y su hospitalidad legendaria. Y aquí no llegan los grupos de turistas que recorren el circuito de las ciudades históricas y se suelen detener en Yazd. Por lo que el viajero en busca de aventuras estará en su salsa.
En Kerman hay un buen número de atracciones turísticas, como el Bazar Vakil, el Museo de la Sagrada Defensa o la mezquita de Masjed-e Jameh. Además la ciudad es una buena base para visitar el Desierto de Lut; o la población de Mahan.
VIAJE YAZD – KERMAN
Antes de despedirme de Joao y Ana (la pareja de portugueses con los que compartí taxi privado para llegar a Yazd), intercambiamos teléfonos de contacto. Y es que tenían previsto viajar a Kerman el mismo día que yo, y podíamos volver a viajar juntos. Pero fue demasiado bonito para ser verdad… La tarde antes de abandonar Yazd envié a Joao un par de mensajes y correos, y no obtuve respuesta. Así que acabé utilizando el transporte público. Más tarde Joao me explicó que había tenido problemas con el móvil (¡?), y que al final habían decidido no visitar Kerman.
El primer paso fue caminar hasta la avenida Imam Khomeini y parar un taxi, que me llevó hasta la Terminal de Autobuses, ubicada a 3km. Menos mal que los iraníes son muy honestos, porque al bajar me dejaba la mochila grande en los asientos traseros del taxi, y el conductor me avisó. Si no, se vive la tragedia… Precio: 8milT.
En la terminal unos chavales me indicaron el mostrador de la compañía que viajaba a Kerman. Y me encontré con dos sorpresas negativas: un encargado antipático, que se enfadaba porque no encontraba el importe correcto para pagar el billete (26milT); y (lo peor de todo) que el autobús no salía hasta dentro de 2 horas. Culpa mía, porque podía haber consultado los horarios en mi hotel. O incluso haber buscado otra compañía que saliera antes. Pero en cambio decidí esperar, y me senté en un banco a leer, mientras me comía una bolsa de Cheetos y un zumo de mango.
Por suerte el autobús fue puntual, y a las 13.30h nos pusimos en marcha. El vehículo estaba en muy buen estado, con aire acondicionado. Y conseguí un asiento junto a la ventana para entretenerme con las vistas. En cambio no repartieron snacks, a diferencia del viaje a Isfahan. A mi lado viajó un abuelete que, cuando se cansó de hacer crucigramas, se puso a charlar conmigo en un inglés muy rudimentario. Resultó ser un jubilado de Iranian Railways que no se cortaba un pelo en criticar al gobierno, poniéndome en un compromiso. Me llegó a decir que eran unos fascistas, y que el pueblo estaba muy descontento. Aunque en voz bajita, por si acaso. El hombre me explicó muchas curiosidades de Irán: comida, música, lugares de interés… Y muy a su pesar (le sabía fatal no acompañarme hasta Kerman), se bajó en Rafsanjan, porque iba a visitar a su padre.
En total, el trayecto duró 5,5 horas para recorrer los casi 370km de distancia. El paisaje fue bastante normal, con llanuras peladas y alguna instalación industrial. Cuando llegué a la Terminal de Kerman ya era de noche y no había reservado alojamiento. Pero bueno, me subí al coche de un tipo que me ofreció transporte (algún día me llevaré un susto por no utilizar taxis oficiales) y me llevó hasta el hotel que le indiqué. Precio: 6milT.
ALOJAMIENTO: KERMAN HOTEL – 160milT/Noche (2) + 110milT/Noche (1)
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado con ducha enorme; buena limpieza; nevera; wifi impecable; desayuno buffet muy completo.
*Puntos en contra: cama individual; ubicación demasiado alejada del centro (aunque no había muchas alternativas); habitación sin ventilador o aire acondicionado; lavabo con olor a orín; el encargado de la recepción era un tipo seco y con cara de pocos amigos (aunque no le volví a ver, y el resto del personal se portó muy bien conmigo).
El precio del hotel fue todo un misterio. El primer recepcionista me cobró 160milT por cada una de las dos primeras noches, y hasta le sentó mal mi intento de regateo. Me pareció algo caro, teniendo en cuenta que no se trataba de un hotel tradicional. El caso es que al final decidí quedarme una tercera noche, y la chica encargada me cobró solo 110milT. Por si acaso no dije nada, porque no sabía cuál de los dos precios era el incorrecto. Pero no me gustó la situación…
Una vez instalado pregunté por un lugar para cenar, y el recepcionista me envió a la avenida principal de la zona (la calle Sadughi). Tuve que cruzar corriendo una autopista de 4 carriles, de noche y con vehículos a toda velocidad. Y tras valorar las opciones que tenía (básicamente locales de comida rápida) entré en uno y probé el plato nacional de Irán: el Chelo Kebab. No pude elegir, porque el menú estaba en farsi y el camarero no tenía ni idea de inglés, así que pronuncié el único plato que conocía. Se trata de una enorme porción de arroz blanco con dos escuálidas tiras de carne, que acompañé con una lata de Coke. Por lo menos llené el estómago y fue económico (13milT).
De regreso en mi habitación, por fin pude relajarme tras un día realmente intenso.
LOS ORÍGENES DE KERMAN
Al día siguiente me levanté a buena hora tras una noche de sueño impecable. Y bajé al comedor, ubicado en un sótano. Allí me esperaba un desayuno con los productos habituales. Yo comí ensalada de tomate, pepino y queso fresco; un huevo frito; y pan (todavía caliente) con mermelada. No había fruta, pero a cambio recibí una gran sorpresa: ¡zumo de granada! Acabé muy satisfecho. A mi alrededor, solo había hombres de negocios, ni rastro de turistas. Tras el desayuno, salí a la calle para comenzar a explorar la ciudad.
Kerman fue fundada en el siglo III por Ardashir I, el primer monarca del poderoso Imperio Sasánida. Por eso hasta el siglo X la ciudad era conocida como Beh-e Ardashir. Pronto se convirtió en un importante enclave comercial, situado en la Ruta de la Seda, que conectaba Persia con Afganistán y la India. Y sus alfombras y tejidos adquirieron fama mundial, tal y como explicó en sus relatos el propio Marco Polo, que visitó Kerman durante el siglo XIII.
El control de Kerman fue cayendo en manos de gobernantes de diverso pelaje, sin que la ciudad sufriera excesivamente las consecuencias. Hasta que en el año 1794 se vio envuelta en una terrible batalla. Por un lado estaba la Dinastía Zand, con Loft Ali Khan a la cabeza, que había reinado en Irán durante casi medio siglo. Por otro la emergente Dinastía Qajar, liderada por el temible Agha Mohammad Khan Qajar, en plena conquista del país. En un último coletazo, Loft Ali Khan ocupó Kerman, recibiendo el apoyo masivo de la población. Así que cuando Agha Mohammad Khan la recuperó, tras meses de asedio, no se cortó un pelo: los hombres fueron torturados y asesinados; las mujeres y niños vendidos como esclavos; y la ciudad quedó reducida a escombros. Así se las gastaban en la época…
Durante el siglo XIX Kerman fue reconstruida al norte de su antigua ubicación. Actualmente, la ciudad ha crecido de forma considerable, y es la capital de la provincia del mismo nombre. Su economía se basa en la confección de alfombras; el cultivo de pistachos; y la extracción de minerales (principalmente cobre).
EXPLORANDO EL BAZAR VAKIL
El primer lugar de Kerman que decidí visitar fue el Bazar Vakil (también llamado Bazar-e Bozorg). Uno de los más antiguos de Irán. Para ello, un empleado del hotel me llevó en su coche hasta la Plaza Tohid, donde se encuentra la entrada (previo pago de 8milT). Una vez allí me di cuenta que tiene importantes diferencias respecto el Gran Bazar de Isfahan:
1. En el Bazar Vakil es mucho más fácil orientarse, ya que está formado por una avenida principal flanqueada de comercios que discurre en linea recta durante 1,2km, y acaba en la Plaza Shohada. Y algunas calles anexas. Nada que ver con el laberinto de Isfahan.
2. El Bazar Vakil es más auténtico, por diferentes motivos: más tiendas de productos tradicionales; rasgos exóticos de los lugareños; ausencia casi total de otros turistas…
Así que el mercado se convirtió en la visita estrella de mi estancia en Kerman. El Bazar Vakil alterna tramos cubiertos con otros al aire libre. En los cubiertos se pueden ver arcos de ladrillo y una sala circular coronada por una cúpula cubierta de frescos. En los exteriores hay banderas de color negro, con las montañas de fondo y una mejor luz para la fotografía. Entre los productos a la venta que más me gustaron destacan las alfombras; los objetos de cobre; o los alimentos (especias, pilas de enormes sandías, granadas, melones…). También frutos secos, y en especial pistachos, ya que la provincia de Kerman es nada menos que el principal productor de pistachos a nivel mundial, con una calidad excelente.
En cuanto a la gente, por un lado pude ver a iraníes con su ropa habitual (los hombres con vestimenta occidental, y las mujeres envueltas en chador negro). Pero también había muchos Baluchis. Esta etnia es originaria de Baluchistán, una región desértica que ocupa zonas del este de Irán, Pakistán y Afganistán. Los Baluchis son muy distintos a los iraníes: tienen la piel oscura; siguen la rama islámica Sunita; y visten diferente (ellas con coloridos chadores, ellos con camisa muy larga y pantalones anchos). Me lo pasé genial, descubriendo imágenes interesantes en cada rincón: ancianos con espesas barbas de color blanco; niñas con pañuelos estampados en la cabeza… ¡Me sentía en las profundidades de Asia!
Yo al principio me mostré prudente con la cámara. Pero después me animé, y con educación y respetando las distancias no tuve ningún problema en hacer fotos. Incluso algunos lugareños me las pedían. Como los trabajadores de una panadería; o unos Baluchis que comían en un bar; o una exótica familia, que resultó ser de Turkmenistán. Todo el mundo me miraba al pasar con caras de curiosidad. Y cuando les saludaba me respondían con sonrisas de oreja a oreja. Fue toda una experiencia.
En el Bazar Vakil descubrí una mezquita donde no paraban de acudir fieles para la oración del mediodía. Yo me asomé a la entrada reservada para mujeres, e hice alguna foto con el suelo cubierto de señoras en chador negro, y chicas repartiendo vasos de chai entre la multitud. Al descalzarse, en lugar de dejar los zapatos en la entrada, las señoras los metían en una bolsa de plástico (había cubos junto a la puerta) y accedían a la mezquita con ellos. Al final, tras un rato curioseando, una lugareña me indicó amablemente que no podía estar allí, y me marché.
LA PLAZA GANJ ALI KHAN
Junto al Bazar Vakil se encuentra Maidan-e Ganj Ali Khan, una plaza porticada de grandes dimensiones, construida a principios del siglo XVII, durante el Imperio Safávida, por encargo del gobernador de esta región (en cuyo honor se bautizó la plaza). A su alrededor hay algunos de los edificios más interesantes de Kerman:
1. Hammam Ganj Ali Khan: se trata de unos antiguos baños árabes (actualmente sin actividad) donde los habitantes de la ciudad se reunían para charlar y relajarse. La puerta de entrada es magnífica, con un techo abovedado cubierto de frescos representando escenas cotidianas de la época: animales, soldados, gimnastas… En el interior paseé por diferentes salas, con arcos, cúpulas, y maniquíes que escenifican los tratamientos que tenían lugar en el Hammam: masajes, curas, etc… Las paredes están cubiertas de elaborados azulejos, con figuras de músicos y nobles. Precio: 15milT.
2. Masjed-e Ganj Ali Khan: una mezquita situada en un extremo de la plaza. Durante mi visita estaba en restauración, con su fachada cubierta de andamios. Así que no le dediqué mucho tiempo.
3. Golshan Caravanserai: un edificio de dos pisos, con un patio interior y nichos lujosamente decorados. En la actualidad alberga oficinas y tiendas.
Maidan-e Ganj Ali Khan es un lugar ideal para sentarse en un banco y contemplar el paso de la gente. Aunque me sorprendió mucho ver por primera vez en Irán a mujeres y niños pidiendo limosna.
ALMUERZO: HAMMAM-E VAKIL RESTAURANT
A escasa distancia de la plaza, oculto en un rincón del Bazar, se encuentra otro antiguo Hammam, pero este reconvertido en cafetería. Y como a esas alturas ya tenía hambre, decidí acercarme. La sala principal parece sacada de un cuento de Las Mil y Una Noches. Tiene un bosque de arcos y columnas, decoradas con coloridos azulejos; muros cubiertos de cuadros y objetos antiguos; y una fuente central de sonido relajante. Para sentarse hay mesas o divanes tradicionales (yo opté por una mesa). La atmósfera era genial, con mayoría de lugareños fumando en shishas y charlando con sus familias.
Pedí un chai de Cardamomo (la tetera que me trajeron dio para 3 tazas), y dos dulces típicos de Kerman, llamados Kolompeh. Están hechos con harina, y rellenos de dátiles y frutos secos. Deliciosos, pero son auténticas bombas. Todo me costó 4,5milT + 3milT de la entrada.
De regreso en el Bazar, entré en una tienda de dulces para comprar más Kolompeh. Solo quería unos cuantos, pero acabé con una caja de 15 unidades. Porque era la más pequeña; y solo costaba 9milT (¡ni 2 euros!). El tendero era un abuelete muy simpático, y mientras me decidía me regaló un Kolompeh para probarlos. A esas alturas mi mochila pequeña estaba llena de dulces, con Gaz de Isfahan; Baghlava de Yazd; Kolompeh…
LA PRINCIPAL MEZQUITA DE KERMAN
Al final del Bazar, junto a la Plaza Shohada, se encuentra la entrada principal de Masjed-e Jameh, la mezquita más importante de la ciudad. Fue construida a mediados del siglo XIV, pero muy renovada durante la época del Imperio Safávida. La portada es espectacular, cubierta de azulejos decorados con motivos florales y geométricos, inscripciones caligráficas, y muqarnas colgando del techo abovedado. Lo más curioso es que, en lugar de minaretes, la mezquita tiene una torre con un reloj.
Una vez dentro (no tuve que pagar nada) aparecí en un patio interior, rodeado de otros cuatro portales (llamados Iwanes) mucho más modestos. Así que estuve unos minutos y me marché, porque ya comenzaba a oscurecer. Las calles eran un hervidero de gente, con familias disfrutando de improvisados picnics en los parques; heladerías a pleno rendimiento; tráfico ensordecedor en las principales avenidas… Yo cogí un taxi en la Plaza Tohid, y por 7milT me llevó hasta mi hotel.
Mientras me daban la llave en la recepción, contactó conmigo un lugareño de mediana edad que resultó ser Baluchi. Estaba de viaje de negocios, y al día siguiente regresaba a Zahedan, una ciudad muy al este de Kerman, situada en pleno Baluchistan. Tras una breve charla el hombre se me acoplaba para cenar. Y aun más fuerte, me invitó a viajar con él a Zahedan, donde me enseñaría la región. A esas alturas ya me habían explicado que la hospitalidad Baluchi es increíble, pero aun así me sorprendió. El caso es que no tenía tiempo para desviarme tanto de la ruta prevista, así que rechacé la oferta.
CENA: KHAYYAM RESTAURANT
Después de una jornada caminando sin parar decidí pegarme un homenaje en este restaurante recomendado por mi guía de viajes. En teoría es uno de los mejores de Kerman, pero me decepcionó bastante. Tiene una sala enorme, con mesas larguísimas estilo restaurante de bodas y comuniones; y algunos divanes tradicionales pegados a la pared (yo me senté en uno). La iluminación es excesiva, creando una atmósfera nula. El menú tiene poquísimas opciones. El camarero que me atendió era un desastre. Y me trajeron la cuenta sin haber acabado de cenar. No me extraña que solo hubiera dos parejas cenando, a pesar de ser más de las 20h.
Por suerte, la comida me gustó. Yo pedí ensalada de lechuga, pepino y tomate; y Boz Ghormeh (el plato típico de Kerman). Se trata de una pasta parecida al Dizi, hecha con carne de cordero mezclada con garbanzos, ajo y cebolla. Para acompañar, pan y una botella de agua pequeña. Precio: 33milT (no dejé propina).
Otra pega del restaurante fue que estaba alejado de mi hotel, y tuve que ir y volver en taxi. En ambas ocasiones acabé en vehículos privados, y no me hizo ninguna gracia. Sus conductores no tenían ni idea de dónde quería ir; y al final el precio fue casi idéntico al de un taxi oficial.
El primer «taxista» se perdió, y tuvo que parar varias veces a preguntar, ante mi cara de frustración (6milT). El segundo era un personaje oscuro, con pinta de ir colocado y sin parar de fumar, que al final encontró el hotel gracias a Google Maps (8milT). Alí (el conductor/guía de mi excursión por las afueras de Yazd) ya me avisó que en Kerman, al estar tan cerca de Afganistán, me encontraría mucha gente enganchada al opio, y tenía que vigilar. Y yo, como siempre, sin hacer caso a los consejos que me dan. En fin…
LA GUERRA ENTRE IRÁN E IRAK
Al día siguiente me desperté a buena hora y me preparé para un día intenso. Para empezar, bajé a desayunar. El menú era idéntico al del día anterior, con la única diferencia del zumo (naranja en lugar de granada). Una vez más, impecable. Más tarde, pedí un taxi al encargado de la recepción. Y un empleado me llevó en su coche hasta el primer lugar de interés del día: un curioso museo dedicado a la guerra que enfrentó a Irán e Iraq. Precio del trayecto: 8milT.
Aunque antes de explicar cómo fue la visita, será necesario un breve apunte histórico:
Durante la segunda mitad del siglo XX, Irán e Iraq mantuvieron continuas disputas. Iraq reclamaba recuperar la provincia iraní del Khuzestan, rica en petroleo, que históricamente le había pertenecido. Y rivalizaba con Irán por ser la principal potencia de la región. Mientras, Irán respondía dando apoyo a los rebeldes separatistas Kurdos de Iraq. En 1975 las tensiones desembocaron en una invasión militar por parte de Iraq, que fue aplastada por el poderoso ejército Iraní. Así que Iraq se vio forzado a firmar un acuerdo que siempre consideró muy desfavorable.
Con estos precedentes, en 1979 se produjo en Irán la Revolución Islámica, liderada por el Ayatollah Khomeini, que sumió al país en el caos. Y Saddam Hussein aprovechó esta teórica debilidad para, en 1980, lanzar un nuevo ataque en territorio iraní. Por supuesto, con el apoyo de Estados Unidos, Israel, y varias potencias europeas, que no veían con buenos ojos la creación de una República Islámica en la zona. A pesar de su inferioridad militar, Khomeini movilizó al pueblo para defenderse de la invasión, y consiguió repeler el ataque. Pero a continuación avanzó hacia territorio Iraquí para hacerse con el control de las ciudades santas de Kerbala y Najab. Así que al final nadie quedó exento de culpa.
La guerra duró 8 años, y fue un auténtico desastre para ambos países. Durante el conflicto se estima que perdieron la vida alrededor de 1,5 millones de personas (de los cuales 1 millón serían iraníes). Khomeini envió a los campos de batalla a miles y miles de jóvenes (en muchos casos niños), formando oleadas humanas que, llenas de fervor religioso, se enfrentaban sin armas a las tropas iraquíes; o cruzaban campos de minas para hacer detonar los explosivos y despejar el terreno a los carros de combate. Con la promesa de convertirse en mártires y alcanzar el Paraíso (hasta llevaban colgada del cuello una simbólica llave de plástico).
Por si fuera poco, la aviación de Saddam lanzó ataques con armas químicas sobre varias ciudades iraníes, causando estragos entre la población civil. Todo un despropósito… Y para nada, porque no hubo ningún vencedor (quizás Irán ganó a los puntos), y las fronteras entre ambos países quedaron exactamente igual. Como recuerdo de esta guerra, en todas las poblaciones iraníes hay avenidas donde se exhiben las fotografías de los mártires fallecidos, ubicadas dentro de un tulipán rojo.
UN MUSEO SORPRENDENTE
El coche del hotel me dejó en la puerta del Museo de la Sagrada Defensa, nombre con el que se conoce en Irán a la guerra con Iraq (ya que en un principio ellos fueron los invadidos). El Museo está custodiado por soldados, y uno de ellos me cobró la entrada (15milT). Consta de tres partes:
1. Una amplia avenida, flanqueada por jardines llenos de coloridas flores, banderas rojas, e imágenes de mártires. En el centro hay un estanque con fuentes. El lugar estaba desierto, y la atmósfera era de tranquilidad total.
2. Un edificio moderno, en cuyo interior se encuentra el museo. Está lleno de objetos de lo más variado, con un objetivo claro: mostrar lo malos que eran los iraquíes. Así contemplé fotos horribles de las víctimas iraníes: montones de cadáveres, escuelas bombardeadas con hileras de niños muertos, gente con miembros amputados… También hay recreaciones de las torturas a las que eran sometidos los prisioneros iraquíes. O documentos que certifican el complot de las potencias occidentales contra Irán. Todo bastante surrealista. Mi visita coincidió con un grupo de estudiantes, pero les fui esquivando y no me molestaron.
3. Un patio exterior, donde se exhiben diferentes carros de combate utilizados contra Irán; réplicas de trincheras, con altavoces que emiten el sonido real de la guerra (disparos, explosiones…); e incluso una laguna artificial con gradas, donde cada cierto tiempo se representa una de las batallas más importantes del conflicto. Mientras caminaba por esta zona apareció de la nada un crío, que resultó ser el hijo del director del Museo, con ganas de practicar inglés con el único turista que había visto en mucho tiempo. Así que me acompañó el resto de la visita. El chaval afirmaba que Irán ganó la guerra contra el mundo; y se le iluminaban los ojos al hablar del poder militar actual de su país. Eso sí, con un gracioso acento norteamericano…. Menudo personaje…
En fin, el Museo de la Sagrada Defensa no es para todos los gustos. Aunque a mí me pareció interesante, y me permitió profundizar en la historia reciente de Irán. A continuación, paré un taxi, y por otros 8milT me llevó de regreso al hotel.
Una vez allí, busqué algún lugar para comer, siguiendo la calle Sadughi. Y acabé en un local de pollos asados. Además, con la posibilidad de pedir porciones (no como en Yazd). Así que pedí un muslo, acompañado de tomate, pepinillo, pan, y una lata de Pepsi. Por supuesto, nadie hablaba inglés. La anécdota se produjo cuando confundí mi plato con el que estaban preparando para otro cliente, y no paraba de ponerle pegas. La cara del encargado era de no entender nada… Comí en una sala ubicada en el sótano. Precio: 8milT. Cuando acabé, caminé hasta una heladería cercana y me tomé un batido de plátano. Algo pequeño, pero solo me costó 4milT y estaba delicioso. Al final regresé al hotel con el estómago lleno por tan solo 2,5 euros.
EXCURSIÓN A MAHAN
Para la segunda excursión del día necesitaba alquilar un coche con conductor, y en la recepción del hotel me ayudaron con la gestión. A las 14h apareció puntual un iraní, que no hablaba ni una palabra de inglés pero era muy amable. Y en menos de media hora cubrió a toda pastilla los 35km de distancia hasta Mahan, una población ubicada al sureste de Kerman, rodeada de montañas de color naranja. Precio del transporte: 40milT fijos + 10milT por hora. En Mahan visité dos lugares de interés:
1. Mausoleo del Shah Nematollah Vali: construido en 1436 para albergar la tumba de un importante maestro sufí que pasó en Mahan los últimos años de su vida (¡murió con 100 años!). Los sunitas lo consideran un santo, y fue el fundador de una importante orden sufí que también le venera. Así que el mausoleo pronto se convirtió en un lugar de peregrinaje muy visitado. El exterior del edificio es magnífico, con muros de ladrillo; arcos; dos minaretes; y una cúpula en forma de bulbo (añadida por el propio Shah Abbas I), cubierta de azulejos color turquesa con dibujos de estrellas. A esa hora de la tarde la luz era perfecta para la fotografía.
Una vez en el interior del mausoleo (el acceso es gratuito) caminé por un patio con una fuente y jardines, desde el que se accede a las diferentes salas (es obligatorio descalzarse). Me gustó mucho la tumba del Shah, situada en el centro de una enorme estancia bellamente decorada. La sala de meditación, con sus paredes cubiertas de inscripciones caligráficas. Y unas antiguas puertas de madera de fabricación india, llenas de detalles. Me hubiera encantado subir a la terraza del mausoleo, para hacer fotos panorámicas. Pero el vigilante se negó en redondo.
2. Bagh-e Shahzde: ubicado a 5km del mausoleo, en las afueras de Mahan. Es otro de los 9 jardines persas incluidos en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Allí pagué la entrada (20milT), y estuve un buen rato paseando por el recinto, construido a finales del siglo XIX. Se trata de una avenida flanqueada por enormes árboles, recorrida por un canal de agua con cascadas; fuentes; y grupos de graciosos patos. Al final de la avenida hay un pequeño palacio (durante mi visita estaba en obras); y una cafetería con una agradable terraza exterior donde me senté a comer un helado de vainilla y chocolate (4milT). A mi alrededor había familias de lugareños, y un grupo de turistas.
Sin duda, el mejor momento del día para visitar los jardines es antes de la puesta de sol. Cuando se encienden las luces y el lugar aparece envuelto en una atmósfera mágica. Se respiraba una paz absoluta. Mientras, las montañas de los alrededores parecían estar en llamas. La imagen de la puerta de acceso a los jardines, llena de arcos y columnas, y cubierta de una suave luz naranja, es memorable. La verdad es que estos jardines me gustaron bastante más que los Bagh-e Fin de Kashan.
Regresé al vehículo ya de noche, y el conductor me llevó al hotel. Llegamos a las 18h, así que le pagué 80milT, según lo acordado. Como no tenía muchas ganas de complicarme la vida, decidí solventar la cena picando unos kolompeh.
A parte de Mahan, hay otras excursiones que se pueden realizar desde Kerman:
1. El Desierto de Lut (que explico con detalle en un post a parte).
2. Rayen: una antigua ciudadela de adobe, ubicada a 11km de distancia.
3. El Cañón de Rageh: es necesario un 4×4, y la excursión se puede organizar en las oficinas de la Asociación de Guías de Kerman.
CONCLUSION
Si dispones de tiempo suficiente, y te gustan los lugares al margen de los circuitos turísticos habituales, una visita a Kerman deberá figurar en tu itinerario por Irán. Te recomiendo un mínimo de 2 días para explorar la ciudad y sus alrededores. Y añadir un tercero para realizar la imprescindible excursión al Desierto de Lut.
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