Una noche acampado en el desierto entre enormes castillos de arena, disfrutando de un cielo plagado de estrellas y un amanecer inolvidable
Dasht-e Lut es un desierto situado cerca de la frontera de Afganistán, con una superficie que supera los 5omil km2. Aquí la erosión del viento ha creado una serie de formaciones conocidas como Kaluts o Yardangs (que significa literalmente «castillos de arena»), de aspecto asombroso. Y se ha registrado la temperatura más alta sobre la superficie terrestre (nada menos que 70ºC). Todo un festival de colores y siluetas imposibles, que alcanza su máximo esplendor con la suave luz de la puesta de sol o el amanecer.
La base más lógica para visitar Dasht-e Lut es la ciudad de Kerman, donde es relativamente sencillo organizar una excursión de forma independiente.
PREPARATIVOS DEL VIAJE
Hay dos formas de visitar el Desierto de Lut:
1. Ir y volver el mismo día desde Kerman, para ver la puesta de sol desde un mirador situado cerca de la carretera. En este caso solo es necesario contratar los servicios de un taxi, que se puede conseguir directamente en la calle, o a través del hotel en que te alojes.
2. Pasar la noche en el desierto, adentrándote más; y ver la puesta de sol y el amanecer al día siguiente. Aquí la cosa se complica, porque hace falta un 4×4 y todo el equipo adecuado para acampar (tienda, sacos de dormir, comida, etc…). Como era de esperar, esta fue la opción que elegí.
Para organizar la excursión, el día anterior decidí acercarme a las oficinas de la Asociación de Guías Turísticos de Kerman, ubicadas en el Caravanserai de la Plaza Ganj Ali Khan. Pero la verdad es que salí de allí igual que entré. Una experiencia muy distinta a la eficiencia de la Oficina de Información Turística de Yazd. Estuve charlando un rato con dos chavales, y no me supieron decir nada sobre precios o disponibilidad de vehículos. Todo eran conjeturas, y tarifas estimadas, que de entrada me parecieron muy caras. Así que les dejé un rato para realizar algunas llamadas, y regresé por la tarde.
En mi segunda visita la cosa no mejoró mucho. Parecía que los chavales no habían realizado la más mínima gestión, y seguía sin recibir información clara. Hasta que apareció una chica (Massi) y se hizo cargo de la situación. Me preguntó qué quería hacer, le expliqué mis planes, y en pocos minutos contactó con el dueño de un 4×4 y dejó todo atado. Transporte, comida y el material necesario por 145€ (la mitad del precio que me habían dejado caer por la mañana los chavales). Para confirmar la reserva tuve que pagar el importe por adelantado. Y más tarde envié por Whatsapp una copia de mi pasaporte.
La verdad es que Massi era muy distinta al resto de chicas iraníes que había visto hasta el momento: de piel muy blanca, y vestida con tejanos y zapatillas deportivas, con solo un pañuelo cubriéndole el pelo (nada de chador). Además, al despedirnos aceptó darme la mano, cuando lo normal en las mujeres iraníes es evitar cualquier contacto físico con un desconocido (de hecho, otra guía rechazó el saludo con un «Sorry, sorry»). Más tarde me enteré que por lo visto le caí bastante bien, y me consiguió la excursión a modo de favor personal, porque el dueño del 4×4 no tenía muchas ganas de volver al desierto.
Eso sí, la sorpresa llegó cuando me levanté para marcharme de la oficina, y vi en una de las paredes un listado escrito a mano con los diferentes tipos de vehículo disponibles y sus precios. Justo lo que estaba buscando desde un principio. ¿No me lo podían haber enseñado por la mañana? No entendí nada…
CAMINO DEL DESIERTO
El día de la excursión aparecieron en la recepción del Kerman Hotel (a las 13h, con puntualidad británica) los que iban a ser mis compañeros durante 24 horas:
*Primero llegó Eshghi, el dueño del 4×4 y conductor. Un chaval extrovertido con un buen nivel de inglés, que no paraba de hablar.
*Después apareció Shahrzad, la guía (o «leader», como se llaman entre ellos), una chica de carácter muy dulce a la que realmente no esperaba (pensaba que solo viajaría con un conductor/guía, como en Yazd).
Tras las presentaciones, subimos a un enorme Nissan Patrol y nos pusimos en marcha. El Desierto de Lut está ubicado al este de Kerman, y para llegar a la zona del mirador principal se tardan 2 horas. La ruta transcurrió por una carretera en buen estado, y atravesamos los Montes Payeh, que separan Kerman de Dasht-e Lut. Mi plan era llegar al desierto a las 15h, para poder explorarlo a fondo durante las mejores horas de luz. Y así se lo indiqué tanto a Massi como a Eshghi, para evitar confusiones. Pero no debí ser lo suficientemente claro, porque a pesar de ir con el tiempo justo, comenzamos a parar en diferentes lugares:
1. Un cedro con cientos de años de edad. Junto a él había una familia de lugareños de picnic. Para continuar, Eshghi siguió el cauce de un río atiborrado de gente, ya que era Viernes (día festivo en el Islam). No se si aquello fue un atajo, o se trataba de romper un poco la monotonía.
2. Un Ab Anbar, o antiguo depósito de agua con paredes de adobe (como los que había en Yazd). Era enorme y accedimos al interior, donde la temperatura era genial. La anécdota se produjo cuando Shahrzad me animó a cantar algún «tema tradicional de mi país» para comprobar el eco del recinto. ¡Y no lo decía en broma! Pero cantar no es lo mío y escurrí el bulto como pude, ante la cara de decepción de la chica.
3. Un Qanat, o sistema tradicional de canalización de agua. Bajamos al subsuelo para ver de cerca un tramo, pero la verdad es que no me interesó lo más mínimo.
4. Tras pasar por la población de Shahdad (la última de cierto tamaño antes de llegar al desierto), recorrimos una llanura salpicada de pequeños montículos sobre los cuales crecían árboles. Un paisaje muy curioso. Los lugareños llaman a estas colinas Nebka. Y se trata de un inteligente sistema de supervivencia creado por los propios árboles, para acumular reservas de agua y nutrientes en una zona completamente árida. Aquí no me importó nada bajar del coche y hacer fotos. Incluso me subí a una de las colinas (de tamaño considerable) para contemplar las vistas. No me lo esperaba.
Aunque a esas alturas ya eran las 16h pasadas, y todavía faltaba un buen rato para llegar al desierto. Así que cuando Eshghi detuvo el 4×4 junto al pequeño asentamiento de Shafi Abad, con la intención de visitar un antiguo Caravanserai, le dije que continuáramos directos a Dasht-e Lut. Una situación violenta, pero es que no me quedó otra. Y lo gracioso fue ver a Eshghi asegurar que la puesta de sol era más tarde de lo que yo había calculado. Tan confiado iba que de camino nos cruzamos con un lobo corriendo, y me propuso seguirle con el 4×4 (por supuesto dije que no, porque íbamos contrarreloj y por no molestar al pobre animal). Resultado: llegamos a Dasht-e Lut por los pelos, minutos antes de la puesta de sol. Surrealista…
ADMIRANDO LOS KALUTS
Por fin en el desierto, subimos hasta la cima de un kalut, desde donde pude contemplar una fenomenal panorámica de los alrededores. Ante mí se extendía un paisaje extraterrestre, con un terreno ondulado del que sobresalían imponentes torres y bloques de arena de mil formas distintas. Con los últimos rayos de sol el desierto parecía estar en llamas, creando imágenes muy fotogénicas. Cuesta imaginar que hace mucho tiempo aquella desolada llanura fue el lecho de un mar ya desaparecido. Y que la simple acción del viento creó esa maravilla de la naturaleza. Fue un momento único.
Aunque pasada la euforia, de regreso en el vehículo, tenía un par de dudas:
1. Pensaba que al viajar en 4×4 buscaríamos un lugar especial para ver la puesta de sol. Y en cambio paramos en el mismo mirador que visitaba todo el mundo. Por donde ya deambulaban decenas de personas llegadas en taxi o furgoneta. No me hizo ninguna gracia. Suerte que me pude alejar y estuvimos solos, pero ¿no había otro sitio mejor?
2. De la misma forma, pensaba que para pasar la noche nos adentraríamos en el desierto y acamparíamos en un rincón aislado. Así que me quedé a cuadros cuando Eshghi eligió un sitio a apenas 100m de la carretera. No se veía, al estar ocultos tras una montaña. Pero por la noche se escuchaba algún que otro vehículo (hay gente que utiliza esa ruta como atajo para viajar hasta la ciudad santa de Mashhad, al norte del país).
Ante esta situación, solo se me ocurren dos explicaciones: Eshghi fue a lo fácil, para ahorrarse problemas (y combustible); o las condiciones de seguridad de la zona no eran ideales, y el chaval no quería alejarse mucho. Lo cierto es que hay varios argumentos a favor de esta segunda teoría:
1. Dasht-e Lut es una zona transitada por narcotraficantes que introducen en el país opio procedente de Afganistán. Y a veces se producen incidentes desagradables (básicamente con la población local).
2. En la nueva edición de la guía Lonely Planet se advertía sobre los peligros de visitar el sureste del país (quizás por eso vi tan pocos turistas en Kerman).
3. Cuando organicé la excursión, Eshghi me avisó de que solo nos podríamos adentrar en Dasht-e Lut un máximo de 10km, ya que ese era el perímetro considerado seguro. Por lo visto para ir más allá es necesario viajar con escolta policial.
Pero bueno, aunque este fuera el motivo, entre alejarnos varios kilómetros y quedarnos tan cerca de la carretera hay un término medio.
ACAMPADO BAJO LAS ESTRELLAS
A favor de Eshghi hay que decir que venía perfectamente equipado, y las atenciones fueron constantes. Nada más salir de Kerman, me dio una botella de agua grande congelada. Cuando encontró el lugar para pasar la noche, encendió un fuego y preparó un chai que sentó genial, acompañado de unas pastas muy ricas. Había traído sillas plegables; una tienda de campaña para cada uno, con espacio de sobras para 3 personas; y colchonetas y almohadas hinchables. Impecable.
Para cenar, Shahrzad y yo nos sentamos en una tela sobre la arena. Y Eshghi preparó unas brochetas de pollo, que acompañamos con pan y una lata de Seven Up bien fría. Había comida de sobras, así que no pasé hambre. Tras la cena, nos sentamos en las sillas, y estuvimos de charla hasta pasada la medianoche. Tocamos un montón de temas: la situación política en Irán, sus perspectivas de futuro, la imagen que tiene el mundo de su país… Me hizo gracia descubrir cómo los jóvenes iraníes evitan las estrictas normas de la República Islámica: consiguen bebidas alcohólicas en el mercado negro; formalizan matrimonios por horas cuando quieren pasar una noche juntos; tienen antenas parabólicas para ver los canales de TV internacionales; y utilizan aplicaciones VPN para navegar por internet sin censura… Realmente curioso.
Hacía una temperatura perfecta, con una cálida brisa que me permitió seguir en manga corta. A nuestro alrededor la oscuridad era total y el cielo estaba lleno de estrellas, con la Vía Láctea perfectamente visible y estrellas fugaces a toda velocidad. Un auténtico espectáculo, en parte gracias a que no había luna llena. Fue sin duda uno de esos momentos inolvidables que por sí solo justificó el viaje hasta aquel remoto rincón del mundo.
Antes de meterme en mi tienda, estuve un rato solo contemplando el cielo. Y con esa imagen en la cabeza, me estiré sobre la colchoneta y no tardé ni un segundo en quedarme dormido.
AMANECER EN DASHT-E LUT
Al día siguiente mi alarma sonó a las 4.45h, siguiendo las indicaciones de Eshghi. Pero, tal y como me temía, todavía era de noche y faltaba bastante para que saliera el sol (en Varzaneh lo hizo a las 5.45h). Así que acordé con Shahrzad esperar media hora más en la tienda (aunque ya no pude dormir). Mientras, Eshghi roncaba a pierna suelta. Con la tranquilidad de no tener que acompañarnos, ya que la noche anterior se borró, alegando que era el conductor y tenía que descansar. Menudo personaje… Dedicándose a esto, ¿cómo es posible que no supiera con exactitud la hora a la que amanece y se pone el sol? Bueno, ¿y Shahrzad, que era la guía?
Más tarde me reuní en el exterior con Shahrzad, y caminamos en busca de algún lugar elevado para contemplar el amanecer. La chica me dejó elegir, y tras probar un par de sitios con vistas normalitas, opté por subir a un Kalut más alto que ofrecía una impresionante panorámica de la zona. El ascenso no fue sencillo, porque los pies se me hundían en la arena constantemente, pero compensó con creces. Al cabo de unos minutos apareció en el horizonte un sol perfectamente definido, tiñendo de naranja el cielo y los Kaluts. Era increíble ver cómo el paisaje iba cambiando poco a poco de color. Un gran espectáculo, que nos mantuvo media hora larga sin apenas intercambiar palabras…
De regreso en las tiendas, Eshghi todavía dormía. Pero se puso en marcha, encendió un fuego, y preparó chai, que acompañamos con unas pastas rellenas de naranja estilo kolompeh. A continuación, tocó desmontar el improvisado campamento. Y no fue un proceso sencillo: deshinchar las colchonetas, plegar todas las tiendas, guardar los utensilios, limpiar los restos del fuego… La verdad es que perdimos un tiempo valioso, cuando la luz todavía era perfecta para la fotografía. Pero me tuve que resignar.
CONDUCIENDO ENTRE KALUTS
Por fin en el 4×4, nos adentramos en el desierto. Y frente a mis ojos desfilaron formaciones espectaculares: paredes onduladas extendiéndose hasta el infinito, chimeneas, pináculos de arena… El paisaje era magnífico. En un par de ocasiones pedí bajar del vehículo para hacer fotos. Y cuando mejor me lo estaba pasando, tras media hora de exploración… aparecimos de nuevo en la carretera y comenzamos el viaje de regreso a Kerman. ¡Se me hizo cortísimo!
Una pena porque Dasht-e Lut esconde muchas otras maravillas naturales a parte de los Kaluts. Como la zona de Gandom Beriyan, cubierta de lava negra solidificada, donde se han registrado las temperaturas más altas de la Tierra. O las gigantescas dunas de arena del sureste, que alcanzan los 300 metros de altura. O diversos lagos salados. Eso sí, todo a muchos kilómetros de donde nos encontrábamos. Si vas muy sobrado de tiempo y dinero, hay agencias especializadas que organizan travesías de dos semanas por Dasht-e Lut. Aunque ya estamos hablando de presupuestos que rondan los 4mil euros.
Durante el trayecto a Kerman nos detuvimos en varios lugares. Así, pude fotografiar más Kaluts en la distancia; subir a otra curiosa Nebka; o contemplar buenas vistas del valle que atraviesa los Montes Payeh, cubierto de vegetación. Y a las 12h, según lo acordado, llegamos a la puerta del Kerman Hotel. En general, a pesar de los aspectos mejorables, estaba contento tras vivir una gran experiencia.
UNA SITUACIÓN EMBARAZOSA
Tanto antes como después de la excursión, Massi me envió varios Whatsapps interesándome por mí. Y me pidió que nos viéramos para contarle cómo había vivido mi viaje al desierto. Así que por la tarde decidí pasarme por la oficina de la Asociación de Guías. Pero Massi no estaba, y en su lugar charlé unos minutos con otra chica. Bueno, por lo menos ya había cubierto el expediente. O eso pensaba yo…
De regreso en el hotel, Massi continuó enviándome mensajes. Se disculpó por no estar en la oficina. Y para mi sorpresa me propuso vernos en una cafetería esa noche. Yo a esas alturas estaba hecho un mar de dudas. La verdad es que parecía una joven bastante moderna. Aunque ¿tanto? ¿En un país ultraconservador como Irán? Dudé bastante, y al final acepté por educación. Pero su respuesta me dejó a cuadros: «Vale, a las 21h te pasamos a recoger por el hotel mi marido y yo«. Madre mía… ¡Su marido!
Cuando apareció la pareja en el vestíbulo del hotel, vi muy claro que aquello iba a ser un marrón importante. Massi venía elegantísima y animada. El marido en cambio no vivía la situación con la misma pasión y su cara lo decía todo, con una sonrisa forzada y aires de desidia. Para llegar a la cafetería fuimos en su coche. Yo tuve que viajar junto al marido, en el asiento del copiloto, y se cortaba el ambiente.
Me llevaron a una cafetería muy fashion, y ocupamos una mesa en la terraza. Yo me tomé un chai de naranja y otras hierbas (10milT); y piqué algo de la ensalada que pidieron ellos. La verdad es que Massi (a la que Eshghi llamaba Mrs. Askarpour, por su apellido) era la bomba: guía turística, pintora (me enseñó un montón de fotos de sus cuadros), pianista y profesora de inglés en la Universidad de Kerman. Vaya tela… Ella no paraba de alabar mis viajes y fotografías. Pero el marido se encargó de controlar la conversación la mayor parte del tiempo, desviando la atención. La situación era muy incómoda. Menos mal que al cabo de un rato apareció Eshghi con un guía muy gracioso, y la atmósfera se relajó. El chaval era experto en hacerse fotos volando en una escoba como Harry Potter (todo un arte).
En fin, tras un buen rato de charla la pareja me llevó de regreso a mi hotel, y nos despedimos. Muy majos, pero respiré aliviado cuando entré en mi habitación y cerré la puerta.
CONCLUSIÓN
En mi opinión, si has llegado hasta Kerman no puedes dejar de hacer una excursión para visitar el maravilloso desierto de Dasht-e Lut. En la medida de lo posible intenta pasar al menos una noche acampado entre los castillos de arena, durmiendo bajo un cielo plagado de estrellas. Aunque si vas muy justo de tiempo también puedes acercarte a ver la puesta de sol. A la hora de organizar el viaje, asegúrate que el conductor o guía tiene claro lo que quieres hacer, y así evitarás confusiones que puedan empañar la experiencia.
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Comentarios
2 ComentariosKako
Abr 8, 2022Hola
Interesante tu Post sobre el desierto. Yo estoy organizando mi viaje para octubre a Irán y tengo muchas dudas en esta etapa del viaje, no se du realmente vale la pena pasar la noche en el desierto, me parece hasta medio peligroso y si finalmente solo es dormir en una carpa sin adentrarte en el desierto mismo, entonces creo que con la puesta de sol llega.
También estoy buscando alojamiento en Kerman o Shahdad y no veo nada bueno, como fue tu experiencia?
Espero me puedas ayudar un poco
Gracias
Ganas De Mundo
Abr 18, 2022Hola! Pues es algo que depende mucho de los gustos personales de cada uno. Yo he visitado bastantes desiertos y este es realmente especial. La puesta de sol está bien pero me gustó más ver el amanecer desde una de las montañas. Si volviera repetiría la experiencia, aunque le dejaría muy claro al guía/conductor desde el principio lo que quiero hacer (en mi caso me fie demasiado y no salió como quería).
En cuanto al alojamiento en Kerman yo me alojé en el Kerman Hotel y no acabé nada satisfecho. Tampoco hay muchas más opciones, pero yo no las comprobé personalmente y no puedo opinar de ellas. La verdad es que Kerman y el desierto solo te lo recomendaría si dispones de tiempo suficiente para todo, de lo contrario me centraría en el circuito de ciudades históricas.
Espero que disfrutes mucho tu viaje a Irán.
Un abrazo