Explorando una zona de remotas montañas, entre ríos caudalosos y praderas cubiertas de una increíble variedad de flores
Kaçkar National Park fue inaugurado en 1994, y está formado por una serie de profundos valles y afiladas cadenas montañosas a no mucha distancia de la costa del Mar Negro. En su interior se pueden visitar diferentes lagos; recorrer praderas de montaña (conocidas como yaylas) llenas de flores; o subir a la cima del Monte Kaçkar, con 3.937m de altura. Tanto en excursiones de un día como rutas de varias jornadas. El parque cuenta con una superficie de 530km2, y se accede a él desde dos poblaciones: Yusufeli (este) y Ayder (oeste). Yo me centré en la parte oriental, utilizando como base las aldeas de Barhal y Olgunlar.
El mejor momento del año para visitar las montañas Kaçkar es durante los meses de Julio y Agosto, cuando la nieve desaparece de los senderos y es más fácil explorarlas. Aunque Septiembre y Octubre también representan una buena opción. Junio es época de lluvias, y algunos pasos todavía están bloqueados. Yo visité el parque a mediados de este mes, y cada tarde había una tormenta, pero no me impidió realizar diferentes excursiones y disfruté de bastantes horas de sol.
VIAJE: KARS – BARHAL
Desplazarme hasta el inicio de mi recorrido por las Montañas Kaçkar no fue sencillo. Pero con paciencia fui cubriendo etapas, y la verdad es que no me puedo quejar del resultado.
Estos fueron los diferentes tramos:
1. Autobús hasta el desvío a Yusufeli: tras desalojar mi habitación del Karabag Hotel en Kars, caminé hasta la Terminal de Autobús antigua. El día anterior ya me había informado de los horarios, así que no hubo sorpresas. Compré mi billete en las oficinas de la compañía Yesil Artvin Ekspres (70L), guardé mi mochila grande en el maletero inferior, y ocupé mi sitio en el autobús, junto a la ventana. Eso sí, con la compra cometí un error de bulto, porque en vez de decir el lugar exacto a donde iba, indiqué la ciudad más cercana (Artvin), que está a 65km. Y me podía haber ahorrado al menos 10L.
Solo hay un autobús al día hacia Yusufeli, y parte de Kars a las 9.30h. El trayecto duró 4 horas, y todo salió a la perfección. Fui escuchando música gran parte del tiempo. Y disfruté de un paisaje excepcional. Primero ondulantes estepas cubiertas de flores de colores, con alguna población aislada, rebaños de cabras, vacas, un águila posada en el suelo, una cigüeña buscando comida… Más tarde el valle se estrechó y seguimos el curso del río Oltu, circulando entre paredes de roca. Y al final pasamos por una zona donde había un enorme pantano (las montañas rojizas se reflejaban en sus aguas), y un montón de obras en marcha: carreteras, túneles, y hasta un puente que una vez acabado será el segundo más alto del mundo…
El conductor hizo dos breves paradas para tomar té, pero después se ponía a toda pastilla, sin importarle las constantes curvas de la carretera. Como gran novedad, junto a mí viajaban otros turistas occidentales: delante una pareja de franceses; y más alejado un chaval irlandés con el que charlé un rato en la segunda parada. No tenía pinta de aventurero, y resultó que había cruzado buena parte de Asia, incluido el norte de Irak (quien me iba a decir que meses más tarde yo también visitaría esa zona).
2. Autoestop a Yusufeli: el autobús me dejó en un cruce llamado Su Kavusumu, desde el que hay 10km hasta Yusufeli. Y aquí tuve que buscarme la vida, porque el transporte público brilla por su ausencia. Por suerte al cabo de un minuto pasó una furgoneta con dos trabajadores, y me llevaron hasta el centro del pueblo. Hasta hace unos años Yusufeli era un lugar muy turístico, donde la gente acudía a hacer rafting. Pero la construcción de la presa que creó el pantano ha provocado que el tramo de río que se puede descender se haya acortado considerablemente (quedan apenas 5km). Así que el negocio ha caído en picado. A parte de esto, el pueblo está considerado como la puerta oriental de acceso a las Montañas Kaçkar, pero no tiene ningún lugar de interés en sí mismo. Con lo cual decidí marcharme lo antes posible.
3. Autoestop hasta Barhal: en Yusufeli tampoco había dolmus hacia mi destino final del día, al ser domingo. Así que caminé hasta las afueras del pueblo, y allí me planté en busca de un nuevo vehículo. Costó algo más, porque no pasaba casi ninguno, pero al final paró una pick up conducida por un operario que iba a trabajar en un tramo de obras. El chaval se portó genial, y hasta se pasó de largo para ayudarme a recorrer unos kilómetros extra. Todo un detalle. Aunque aun me faltaban 19km hasta Barhal, y me tocó hacer de nuevo autoestop.
Tras una breve espera apareció una autocaravana en la que viajaban Stephan y Manue, una pareja de Montpellier que curiosamente iniciaron su gran viaje el 1 de Abril (igual que yo y los franceses que conocí durante el Camino Licio). Se mostraron encantados de que subiera a su vehículo, y se dirigían a Barhal, con lo cual ya tenía resuelto el transporte. Es verdad que se vivieron momentos de incertidumbre cuando la furgoneta pasó por encima de una afilada piedra y pinchó un neumático delantero. Pero Stephan se portó como un profesional, lo cambió sin problema, y continuamos el trayecto hasta llegar a Barhal.
En el pueblo nos sentamos los tres en la terraza exterior de una cafetería, y tomamos algo (Manue y yo un par de tés, Stephan dos Cokes). Todo costó 9L, y en agradecimiento a su amabilidad pagué yo, entrando con disimulo en el local. A continuación, volvimos a la autocaravana para recorrer 1km hasta el lugar elegido para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: KARAHAN PANSIYON – 125L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; limpieza impecable; lavabo privado con ducha perfecta; vistas espectaculares del valle; tranquilidad total por la noche; wifi rápido (teniendo en cuenta el lugar); negocio familiar regentado por un padre y su hijo, muy amables; cena y desayuno incluido en el precio, con platos abundantes.
*Puntos en contra: camas individuales muy incómodas; el hijo (Ahmet) es un tanto despistado, y provocó alguna molesta situación (pedí una toalla un par de veces y no me la trajo; no le dijo a su padre a qué hora quería desayunar el primer día…); servicio de transporte carísimo.
En todo Barhal solo había un par de opciones para alojarme. Y esta era la recomendada por mi guía de viajes, y por Sarah (la chica galesa de Akdamar y Kars), que había dormido aquí hacía tan solo un par de días. Así que no lo dudé y me acerqué junto a la pareja francesa. Ellos aparcaron su autocaravana junto a una antigua iglesia, donde pasaron la noche; y yo me instalé en una habitación. Al poco nos reunimos en una mesa de la terraza cubierta, y tomamos té de cortesía acompañado de caramelos. Stephan y Manue resultaron ser una pareja muy agradable, con un gran currículum viajero (él incluso había sido guía de montaña en Nepal y la India). Así que estuve realmente a gusto con ellos.
Después me fui a descansar un rato a mi habitación (me hubiera quedado fuera, pero había montones de mosquitos). Y a eso de las 20h me reuní de nuevo con la pareja para cenar juntos. El menú consistió en una pequeña sopa y truchas (me comí un par), acompañadas de ensalada, arroz, patatas fritas y judías verdes en salsa. Para beber, Stephan y Manu trajeron unas cervezas Efes. Mientras cenábamos comenzó a llover con bastante intensidad, y de vez en cuando los relámpagos iluminaban el cielo.
Tras la cena, tomamos otro té. Y ya a solas, continué bebiendo té y charlando con Ahmet. Hasta que a las 23h me fui a dormir.
UN TRASLADO FRUSTRADO
Al día siguiente me desperté a buena hora tras dormir como un tronco. Y a las 7.30h ya estaba sentado en la terraza de la pensión, tal y como quedé con Ahmet la noche anterior. Pero por lo visto no le había dicho nada a su padre. Así que el hombre tenía preparados tres platos (a pesar de que Stephan y Manue desayunaban por su cuenta), y no me atendía. Mi cara fue un poema cuando por fin le vi aparecer con una bandeja a eso de las 8h, pero pasó de largo y se sentó a desayunar él. Y cuando le dije que quería desayunar y me fui a preparar las mochilas para hacer tiempo, se pensó que ya no quería y me retiró el plato… Qué paciencia…
Menos mal que al final el desayuno fue abundante (ya en compañía de Stephan y Manue) y compensó los malentendidos. Comí tomate, pepino, quesos, olivas, huevo duro, pan con mermelada y miel, té…
Me supo fatal hacer esperar a los franceses, porque se dirigían a Yaylalar, en el corazón de las montañas Kaçkar, y me había apuntado a viajar con ellos, ya que el transporte público era escaso. Y me habían dicho que les gustaba ponerse en marcha temprano. En fin… Cuando acabé de desayunar, desalojé mi habitación, me despedí de los dueños, y subí a la autocaravana de Stephan y Manue.
La carretera era bastante estrecha, rodeada de vegetación. Al principio asfaltada, pero luego de tierra y piedras. Hasta que llegó un punto donde las ruedas del vehículo comenzaron a patinar, y no pudimos continuar. Demasiado pesado, y sin tracción 4×4 real. Así que regresamos a la pensión, tomamos un par de tés. Y la pareja siguió hasta Yusufeli, mientras yo decidí recuperar mi habitación (las caras de los dueños eran de no entender nada). Vaya fiasco…
Aunque aun faltaba lo mejor. Más tarde estuve preguntando en Barhal sobre el transporte público hacia Yaylalar, y cuando un lugareño me indicó la carretera que recorría el dolmus me di cuenta del error. Los franceses se habían equivocado de camino, y se adentraron en otro mucho peor (el que va hacia Naznara). Les envié un correo y al rato hicieron un amago de volver. Pero estaba lloviendo con fuerza y lo dejaron correr.
EXPLORANDO BARHAL
Esta pequeña población se encuentra situada en la confluencia de dos valles, rodeada de enormes montañas cubiertas de espesos bosques. Su nombre moderno es Altiparmak, en referencia a una cordillera cercana. Y cuenta con un par de tiendas y varios locales de comidas, donde los hombres matan el tiempo jugando al okey o al backgammon. Como no tenía nada que hacer, caminé hasta el centro, y estuve dando un paseo y haciendo fotos. Aunque pronto acabé sentado en una terraza charlando con un grupo de lugareños, para los que fui la novedad del día.
En Barhal hay un par de atracciones turísticas de interés:
1. Barhal Kilise: se trata de una iglesia Georgiana construida durante el siglo X, que está a escasos metros de la Karahan Pansiyon. Durante mi visita se estaban realizando trabajos de restauración, que habían dejado el exterior demasiado nuevo, e impedían el acceso al interior. Pero merece la pena echarle un vistazo.
2. Chapels Walk: mi guía de viajes hablaba de la posibilidad de cruzar el río justo frente a la pensión, y subir hasta las ruinas de dos iglesias en lo alto del valle, para contemplar buenas panorámicas de los alrededores. Pero no llegué muy lejos. No había un sendero marcado, y cualquier opción pasaba por encarar una peligrosa pendiente muy resbaladiza que luego tendría que bajar. Así que di media vuelta y evité problemas innecesarios.
TARDE DE RELAX
Mientras llegaba a la pensión comenzó a llover, así que pasé el resto del día descansando en mi habitación. Para comer piqué unas galletas que había comprado en el centro del pueblo (5L). La mala noticia fue que de repente apareció un grupo de 15 israelíes que acabó con la atmósfera de paz y ralentizó muchísimo el wifi. Aunque por lo menos era gente mayor (los jóvenes habrían montado una fiesta hasta las tantas de la madrugada).
A la hora de cenar, todas las mesas de la terraza estaban ocupadas, y me tuve que sentar con el conductor del grupo. Un tipo con buen nivel de inglés, pero ningunas ganas de hablar conmigo. Así que tras varios intentos de conversar, me centré en la cena, que estuvo espectacular: sopa, Kebap con patatas, un pimiento relleno de arroz y verduras, ensalada… Para beber, agua; y de postre trozos de sandía deliciosos. Al final estuve un rato hablando con el guía del grupo, un israelí de Jerusalén que había viajado por todo el mundo, y estaba especializado en las montañas Kaçkar. Y me fui a dormir.
EXCURSIÓN A UN LAGO EN LAS ALTURAS
Al día siguiente me desperté con el ruido de los israelíes arriba y abajo. Ya durante la noche me tuve que cambiar de cama, porque en la habitación de al lado alguien estaba roncando como una bestia. Pero bueno, por lo menos tenía el desayuno listo en una de las mesas. Un menú abundante, y con una tortilla francesa de buenas dimensiones en lugar de huevo duro.
Tras el desayuno vi cómo el grupo de israelíes se marchaba en dos furgonetas, y me sentí un poco tonto. La noche anterior el guía me ofreció unirme a ellos en su viaje a Olgunlar, y no me pareció mal. Pero al final se me olvidó concretar la hora, y como me levanté más tarde, imagino que el hombre pensó que no estaba interesado, y tampoco insistió. De todas formas, continuar a mi aire me permitió realizar una excursión por los alrededores que pintaba muy bien.
El objetivo era llegar hasta el Lago Karagöl, situado a una altura de 2.800m, al final del valle que forma el río Barhal. La distancia a recorrer desde la Karahan Pansiyon es de 12km: los 7km primeros por una pista hasta la aldea de Naznara; y el resto siguiendo un escurridizo sendero que enfila una fuerte pendiente. Ahmet se ofreció a llevarme hasta Naznara en su pick up, y acepté encantado. Así me ahorraba un tramo de escaso interés; y me aseguraba regresar a tiempo para coger el dolmus hacia mi siguiente destino. En ese momento no sabía si el ofrecimiento era gratuito. Más tarde me llevaría una sorpresa…
La verdad es que Ahmet se portó genial: me dio indicaciones muy útiles para orientarme y localizar el lago; cortó una rama con la que hizo un bastón para apoyarme; y me pidió mi número de teléfono para estar en contacto en caso de problemas. Una vez en Naznara nos despedimos, y continué caminando en solitario por una pista de tierra. El día estaba bastante nublado, y amenazaba lluvia en cualquier momento.
Estas fueron las etapas de la excursión:
1. La pista continuó durante un buen rato en suave ascenso, ofreciendo espectaculares panorámicas del valle, y de las afiladas cimas de Altiparmak (“Seis Dedos” en turco), que dan nombre a la población. Pasé junto a alguna aldea solitaria (por suerte no había perros). Y crucé espesos bosques de abetos.
2. Al llegar a un punto donde el río Barhal forma una cascada comenzó la subida de verdad. La orientación fue sencilla, porque en todo momento tenía que mantenerme a la izquierda del río; sabía el punto de las montañas donde estaba el lago; y de vez en cuando aparecían senderos bien marcados que me ahorraban momentos de duda. Ahmet me había advertido que encontraría mucha nieve, pero en toda la ruta solo tuve que esquivar una vez una enorme placa. El camino fue duro, y tuve que parar varias veces para coger aire porque me costaba respirar. Fiel a mi estilo, no llevaba absolutamente nada para picar, y metí en la mochila una botella pequeña de agua casi de casualidad.
3. El Lago Karagöl se hizo esperar, pero cuando apareció ante mí me llevé una alegría tremenda. El lugar era precioso, con las aguas oscuras del lago (Karagöl significa «Lago Negro» en turco); las montañas de los alrededores cubiertas de nieve; el río Barhal comenzando su recorrido y precipitándose al vacío… Y allí estaba yo, completamente solo. Me quedé una media hora haciendo fotos, e inicié el retorno.
4. Para regresar a Barhal tenía dos opciones: volver por el mismo camino; o por la parte alta del valle, pasando por la aldea de Saribulut. Aunque pronto me decanté por la primera. En el lago escuché los truenos de una tormenta que se acercaba; y el sendero hacia Saribulut estaba cortado en un punto por placas de nieve. Así que mejor elegir una ruta que ya conocía. Por suerte bajé a buen ritmo la parte más complicada, y empezó a llover cuando ya estaba en la pista.
5. De forma inconsciente pensé que al llegar a la pista ya estaba todo hecho. Pero aun me faltaba caminar unos 9km. Y casi la mitad bajo una lluvia intensa, entre charcos y terreno embarrado. Durante el último tramo volvió a lucir el sol, y pude hacer fotos de bosques y prados llenos de flores de vivos colores. Aunque a un ritmo cada vez más rápido, porque ya eran más de las 15h, y el dolmus pasaba por Barhal a partir de las 16h. Mis pies echaban humo.
Al final llegué a la Karahan Pansiyon a las 15.30h, tras 6 horas de ruta desde que me despedí de Ahmet en Naznara. Por cierto, a modo de anécdota, Ahmet me explicó que acompañó a unos turistas hacía unas semanas, y vieron un oso de lejos. Yo no vi casi nada de fauna, aunque tampoco busqué mucho. Tan solo algún pájaro y mariposas.
VIAJE: BARHAL – OLGUNLAR
Sin tiempo para descansar, recuperé mis mochilas y me despedí. Ahmet me volvió a ofrecer su pick up, esta vez para evitar que caminara cargado hasta el centro de Barhal. Y acepté sin dudarlo. Una vez allí, nos sentamos en el comedor interior de un local y tomamos té, mientras esperábamos a que llegara el único dolmus del día. Todo parecía estar controlado. Incluso Ahmed había llamado por teléfono para saber a qué hora iba a pasar el dolmus por Barhal. Pero por poco me quedo sin transporte. De repente apareció el vehículo a toda pastilla, y si no es por un grito de Ahmed (que estaba despistado con su móvil) pasa de largo. Vaya tela…
Antes de subir al dolmus, pagué a Ahmet la última noche de alojamiento. Y esto hizo que me marchara con mal sabor de boca. Yo entiendo que algo me tenía que cobrar por el transporte hasta Naznara. Pero 75L por 7km… Me pareció todo un atraco. Y eso que según Ahmet eran 100L. Esto me pasa (una vez más) por no preguntar las cosas. Pero bueno, le di el dinero y nos despedimos.
El trayecto hasta Olgunlar duró una hora para recorrer 25km. Fui sentado en el asiento trasero, rodeado de maletas y cajas de comida. El dolmus avanzó a buen ritmo por una estrecha carretera, subiendo sin parar por la orilla derecha del río Hevek, y cruzando aldeas minúsculas. Junto a mí viajaba un grupo de abueletes (una señora me dio un albaricoque). En Yaylalar, a tan solo 3km del final del trayecto, hubo una parada más larga porque bajaron varios pasajeros con sus mercancías. Y a eso de las 17.30h llegué al destino final del día, a escasos metros del lugar que había elegido para pasar la noche. Precio: 25L.
ALOJAMIENTO: OLGUNLAR PANSIYON – 90L/Noche
*Puntos a favor: buena limpieza; tranquilidad total por la noche; cena incluida (no desayuno).
*Puntos en contra: mobiliario desvencijado; camas individuales muy incómodas; lavabo compartido; sin wifi; precio.
Mi primera opción para alojarme era la Kaçkar Pansiyon. Pero allí me encontré de nuevo al grupo de israelíes, que no había dejado ni una habitación libre. Así que las únicas alternativas para esa noche eran la Olgunlar Pansiyon, o caminar hasta Yaylalar. El aspecto exterior de la pensión era deprimente. Allí me recibió un abuelete de 80 años y me enseñó una de las habitaciones, realmente básica. Su precio era correcto (50L). El problema fue que el abuelete me quería cobrar 100L más por la cena y el desayuno. Menudo timo… Al final me bajó el precio a 120L, pero seguía siendo desproporcionado. Y tras darle vueltas acepté a regañadientes pagar 40L por la cena, porque en el pueblo no había locales de comidas y me moría de hambre.
Una vez instalado, me pegué una ducha (el abuelete tardó un siglo en encender el calentador de gas, y la bombona estaba allí mismo); y bajé al comedor a cenar. El menú consistió en sopa, estofado de carne, arroz y agua de grifo. Aquello no valía 40L ni de coña. Pero bueno, por suerte me hice amigo de 5 chavales que estaban cenando (trabajaban en una obra cercana), y me invitaron a dos trozos de carne, melón (riquísimo) y un albaricoque. Y acabé bastante lleno. Reconozco que se estaba genial en el comedor, junto a una estufa de leña.
Tras un rato con los chavales (no hablaban ni palabra de inglés) me fui a la habitación porque estaba agotado. Fue apagar la luz y me quedé frito. Mientras en el exterior caía un auténtico diluvio.
OTRA EXCURSIÓN POR LAS MONTAÑAS
Al día siguiente me desperté como nuevo tras una noche de sueño impecable. Para desayunar, piqué unas galletas de chocolate y un plumcake que había comprado el día anterior en la tienda del abuelete por 5L. Preparé las mochilas. Y me despedí del hombre, que era encantador, pero manejaba unos precios totalmente inaceptables. A continuación dejé mi mochila grande en la recepción de la Kaçkar Pansiyon (la habitación todavía no estaba lista) y me fui a caminar.
El plan del día era avanzar hacia el suroeste, siguiendo el valle del río Büyük, y realizando parte de la ruta conocida como Kaçkar Summit Trek, de dos jornadas de duración. Mi idea inicial era llegar hasta el Lago Deniz, pero la ruta implicaba un total de 24km ida y vuelta. Así que rebajé mis pretensiones y me puse como objetivo llegar hasta el campamento de Dilberdüzü, a 2.800m de altura, desde el que suelen arrancar los ascensos al monte Kaçkar. Siguiendo las indicaciones de los lugareños no me costó nada encontrar el inicio del sendero. Y comencé el recorrido, con cielo azul y un sol radiante.
Esto fue lo más destacado:
1. La ruta en sí fue bastante sencilla: el sendero estaba muy bien marcado y no había pérdida posible; y la subida fue constante, pero sin tener que afrontar fuertes pendientes. Así que avancé a un ritmo tranquilo, disfrutando del paisaje.
2. Al ser época de lluvias y deshielo, la zona estaba llena de agua. Me encontré infinidad de arroyos que cortaban el camino y tenía que cruzar buscando el punto más sencillo, saltando de piedra en piedra. O humedales que se habían adueñado del sendero. Así que me mojé los pies en innumerables ocasiones. Tantas que al final ya no me importaba. Aunque a cambio el valle ofrecía un aspecto impresionante, con cascadas cayendo por las laderas; enormes bloques de nieve; el río Büyük bajando con una gran potencia…
3. Durante la ruta pasé por la aldea de Hastaf Yayla, formada por un puñado de viviendas de piedra medio en ruinas. Allí me encontré con un lugareño que cuidaba su rebaño de vacas. Estaban por todas partes, y alguna me miraba con cara sospechosa, así que me obligaron a dar algún que otro rodeo para evitarlas. De regreso intercambié unas palabras con el hombre, y hasta le hice una foto.
4. Para acceder a Hastaf Yayla tuve que cruzar un río por un precario puente, hecho con dos troncos muy resbaladizos. Como la distancia no era muy grande, avancé despacito y no tuve problema. Pero hacia el final de la ruta me encontré con otro río mucho más caudaloso, y un puente que no me atreví a cruzar. Tenía una longitud de unos 6 metros; los dos troncos (igual de resbaladizos) no se encontraban al mismo nivel; y uno de ellos estaba lleno de clavos que sobresalían. El riesgo de tropezar o perder el equilibrio y caer al río era importante. Y como ya faltaba poco para llegar a Dilberdüzü, y el cielo se estaba comenzando a nublar, decidí dar media vuelta.
5. Durante los meses de Primavera las montañas Kaçkar están cubiertas de flores. Y pude ver infinidad de variedades tremendamente fotogénicas, que me obligaban a detenerme a cada momento.
6. En cuanto a fauna, no paré de ver mariposas revoloteando a mi alrededor. Naranjas, azules, grises… A veces se concentraban en el barro para alimentarse de minerales, y cuando pasaba se ponían a volar todas a la vez. A parte de mariposas, me encontré con un par de sapos, y poco más.
Al final regresé a la Kaçkar Pansiyon a las 14.30h, tras 5 horas de ruta y caminar unos 12km. Al igual que el día anterior, estuve todo el tiempo solo, sin encontrarme con nadie, a parte del lugareño de Hastaf Yayla, y una familia de picnic ya en las afueras de Olgunlar.
ALOJAMIENTO: KAÇKAR PANSIYON – 130L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; limpieza impecable; lavabo privado con ducha perfecta; ubicación genial, junto al río Büyük; tranquilidad total por la noche; negocio familiar regentado por un padre y sus hijos, muy amables; wifi aceptable (teniendo en cuenta dónde estaba); cena y desayuno incluido en el precio, con platos abundantes.
*Puntos en contra: ninguno
Una vez instalado en mi flamante habitación, me tiré el resto de la tarde en plan relax. Que el abuelete de la Olgunlar Pansiyon me pidiera de entrada 20L más por su precario alojamiento me parece una auténtica tomadura de pelo. Resulta difícil de justificar…
A las 19.30h bajé al comedor a cenar. Estaba hambriento y por suerte el menú no decepcionó: sopa y dos truchas recién pescadas en el río, acompañadas de patatas fritas y ensalada. Para beber me compré una Fanta de litro (5L). Y de remate, melón y un par de tazas de té. En la mesa de al lado cenó un ornitólogo turco que estaba en la zona en busca de nuevos ejemplares. Y estuvimos charlando un rato (era simpático, y su inglés bastante correcto). Tras la cena, regresé a mi habitación y me preparé para una noche de descanso.
ÚLTIMA JORNADA EN KAÇKAR
Al día siguiente me desperté a buena hora, tras otra noche de paz absoluta, con el único sonido del río a escasos metros de mi ventana. Me vestí y bajé al comedor a desayunar. Consistió en un plato con tomate, pepino, quesos, olivas, huevo duro y unos trozos de Halva (una especie de turrón); pan con mermelada y miel; y un par de tazas de té. Estuvo perfecto. Ya con el estómago lleno, preparé mi mochila pequeña, y a las 8.30h ya estaba en marcha.
El objetivo del día era alcanzar el Naletleme Pass, a 3.200m de altura. Para ello avanzaría hacia el noroeste por el valle del río Düpedüzu, realizando parte de la ruta conocida como Trans-Kaçkar Trek. En un principio había pensado hacer el recorrido completo, que finaliza en la población de Yukari Kavron (vaya nombre), y dura una larga jornada. Pero a última hora cambié de opinión por varios motivos: al ser época de lluvias cada día caía una tormenta, que seguro me pillaría de camino; no tenía claro qué opciones de alojamiento había en Yukari Kavron; y después me tocaría repetir ruta para volver a Olgunlar a recoger mi mochila grande.
El ornitólogo que conocí la noche anterior me había avisado que era difícil encontrar el inicio del sendero. Pero siguiendo las indicaciones del dueño de la Kaçkar Pansiyon y (por primera vez) la app para móvil maps.me no tuve ningún problema. Y empecé a caminar, bajo un cielo con bastantes nubes, aunque sin amenaza de lluvia. Esto fue lo más destacado:
1. El principio de la ruta fue muy agradable, siguiendo la orilla derecha del río Düpedüzü. El sendero desaparecía de vez en cuando, pero solo había que seguir caminando, y al poco lo volvía a encontrar.
2. Al igual que el día anterior, había agua por todas partes. Arroyos que sortear, zonas de marismas, cascadas…A los 10 minutos ya tenía los pies empapados, aunque por suerte no tuve que cruzar puentes de madera.
3. La ruta pasó por la aldea de Dibe Yayla, con sus casas de piedra y recintos para el ganado. El lugar estaba totalmente desierto.
4. A la altura del campamento de Düpedüzü, el camino comenzó a subir con fuerza. A mi alrededor había montañas cubiertas de nieve, algunas con cumbres muy afiladas, formando unos dientes similares a Altiparmak. En una ocasión tuve que cruzar una enorme placa de nieve que cortaba el sendero. Y encaré la pendiente final hasta el Naletleme Pass, que ya tenía muy cerca.
5. Por segundo día consecutivo tuve que dar media vuelta cuando ya estaba a punto de llegar a mi objetivo. Esta vez el cielo comenzó a llenarse de nubes oscuras, y se escucharon truenos en la distancia. Lo último que quería era encontrarme con una tormenta eléctrica en esas alturas. De hecho, ya me la estaba jugando haciéndome fotos con el trípode de la GoPro, que era una especie de pararrayos ambulante. Así que guardé la cámara en la mochila, me puse el chubasquero, y eché a correr hacia el fondo del valle. Mientras, frente a mí, un rayo iluminaba el horizonte.
La verdad es que no pude actuar mejor. Mi intención era llegar hasta Dibe Yayla, donde seguro que encontraría alguna vivienda para protegerme de los rayos (la lluvia me daba igual). Aparecí en la aldea justo cuando caían las primeras gotas, y al momento encontré una casa abierta con un abuelete. Le pedí permiso para entrar, y me senté un rato en un banco de madera hasta que la tormenta se esfumó. El hombre no hablaba nada de inglés, y no había cobertura para utilizar el traductor de Google, así que la conversación fue breve. Al final la tormenta no fue para tanto, pero en estos casos mejor prevenir.
6. La excursión fue un auténtico festival de flores, y descubrí algunas que todavía no había visto. Mi cámara de fotos echaba humo. Parecía que estaba caminando por un jardín botánico, pero esas espectaculares praderas cubiertas de flores eran obra de la naturaleza. Las había de todos los colores posibles.
7. En cuanto a fauna, vi algún pájaro revoloteando. Pero los dueños del lugar eran los insectos: mariposas, un escarabajo de color púrpura (como el que vi matando un caracol en Ihlara), orugas naranjas, una araña en su tela, y una zona de arbustos (que tuve que atravesar) llenos de horribles grillos.
Regresé a la Kaçkar Pansiyon a las 15.30h, tras 7 horas de ruta y caminar unos 13km. Pero porque me lo tomé con muchísima calma en el tramo final, con las casas de Olgunlar ya visibles, disfrutando de mis últimos momentos en estas montañas. En la pensión me estaba esperando una tarde de relax, y una cena abundante para recuperar energías. Así acababa mi recorrido por este parque nacional.
CONCLUSIÓN
El Parque Nacional Kaçkar permite conocer una versión de Turquía muy diferente, con impresionantes montañas, valles forrados de flores, y poblaciones tradicionales donde la vida transcurre a cámara lenta. Te recomiendo una estancia mínima de 3 días, para realizar al menos un par de excursiones por los diferentes valles. Yo me alojé en la parte oriental del parque, y tanto Barhal como Olgunlar cuentan con excelentes opciones de alojamiento. Desconozco la situación de las poblaciones al oeste.
Las guías de viaje son partidarias de contratar los servicios de un guía, pero a no ser que tengas pensado subir a la cima del Monte Kaçkar, es bastante sencillo recorrer por tu cuenta las principales rutas del parque. A pesar de los relatos de los lugareños, en Kaçkar es muy difícil observar mamíferos, pero el paisaje compensa con creces.
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