Una ciudad a orillas del Lago Titicaca y una bonita isla envuelta en un inesperado conflicto vecinal que limitó mis movimientos
La Isla del Sol se encuentra en el Lago Titicaca, a 3.840m de altura. En tiempos del Imperio Tiahuanaco ya existía un asentamiento. Y más tarde, tras la conquista de los incas, la isla se convirtió en un importante centro de peregrinaje, ya que según su mitología aquí aparecieron Manco Capac y Mama Ocllo, los primeros incas (como nuestros Adán y Eva). La llamaban Titi Kaka, y de ahí el nombre del lago. En la actualidad se trata de un lugar tranquilo, donde no hay carreteras asfaltadas ni vehículos. Con interesantes ruinas incas, montañas cubiertas de cultivos en terrazas, y miradores espectaculares.
Los barcos hacia la Isla del Sol parten desde Copacabana, una población que permite pasar unas horas entretenido, visitando su Basílica y el Cerro Calvario; y comiendo trucha a la plancha por un módico precio.
VIAJE: LA PAZ – COPACABANA
El día empezó muy temprano en el Hotel Nuevo Sol de La Paz. Por primera vez no notaba síntomas de mal de altura, y me tomé las cosas con calma. Estuve leyendo y escuchando música; preparé las mochilas; desalojé la habitación; dejé la mochila grande en la recepción del hotel; y bajé al comedor a desayunar. El menú fue el mismo de jornadas anteriores, aunque esta vez incluyó una riquísima macedonia de frutas.
Para llegar a Copacabana necesité dos etapas:
1. Taxi hasta la Terminal Cementerio, situada en la parte baja de La Paz (20B). Una vez allí me tocó esperar casi una hora, pero me entretuve paseando por las calles anexas. El lugar está rodeado de empinadas montañas, con sus laderas cubiertas de casitas de ladrillo. Y por todas partes pude ver puestos callejeros, lugareñas vestidas con ropa típica, coloridos autobuses… Además, haciendo honor al nombre de la Terminal, hay un enorme cementerio con nichos a escasos metros de la calle. Una zona muy animada, ideal para hacer fotos.
2. Autobús a Copacabana: viajé con la compañía Transportes Manco Kapac (25B), sentado junto a la ventana, disfrutando del paisaje. Al principio seguimos la misma carretera que lleva a Tiahuanaco, cruzando el barrio de El Alto y llanuras solitarias. Y después apareció el Lago Titicaca, con sus aguas de un color azul intenso. Las panorámicas eran espectaculares, aunque te recomiendo ubicarte en el lado derecho del autobús (yo iba en el izquierdo).
A mi alrededor solo había lugareños, a excepción de una turista occidental. Copacabana es un destino muy popular, pero los extranjeros suelen viajar en un autobús turístico que sale a las 8h. Yo no lo utilicé porque hay que comprar el billete el día anterior y no me dio tiempo. En el autobús regular la atmósfera es más auténtica y no tienes que madrugar tanto, aunque a cambio perdí mucho tiempo.
Una vez en el pueblecito de San Pablo de Tiquina nos tuvimos que bajar del vehículo para cruzar en barco el Estrecho de Tiquina. Mientras esperaba me compré una empanada de carne en un puesto callejero (3B), aunque era casi todo patata. A continuación los pasajeros subimos a un ferry (2B) y el autobús viajó en una balsa junto a un montón de vehículos. El trayecto solo duró 10 minutos. Yo me senté en el exterior. Las vistas eran preciosas, con colinas cubiertas de vegetación, gaviotas y otras aves acuáticas. Eso sí, soplaba una brisa bastante fría.
El ferry nos dejó en San Pedro de Tiquina, y cuando llegó el autobús ocupamos nuestros asientos y continuamos hasta Copacabana. En total tardamos 3,5 horas. Mi idea inicial era viajar ese mismo día a la Isla del Sol, pero aparecí en Copacabana a las 13.30h, justo cuando se marchaba el último barco. Así que decidí pasar la noche en el pueblo, y me puse a buscar un lugar para dormir.
ALOJAMIENTO: HOSTAL FLORES DEL LAGO – 80B/Noche
*Puntos a favor: habitación enorme; cama doble muy espaciosa; lavabo privado; buena limpieza; ubicación perfecta, alejada del centro y a orillas del lago; tranquilidad total por la noche; balcón privado con vistas geniales; chaval encargado muy amable; precio.
*Puntos en contra: ducha de agua fría.
Este hotel estaba recomendado por mi guía de viajes y la verdad es que fue todo un acierto. Una vez instalado piqué unas galletas de chocolate (2,5B) y salí a la calle con ganas de explorar el lugar.
UN PASEO POR COPACABANA
Copacabana es la principal población de Bolivia a orillas del Lago Titicaca (el equivalente a Puno en Perú). Se trata de un asentamiento moderno donde confluyen dos tipos de visitantes. Por un lado turistas occidentales que viajan entre Bolivia y Perú, o hacia la Isla del Sol. Y por otro lugareños que acuden a visitar la iglesia. Sus calles están llenas de comercios orientados al turismo: hoteles de arquitectura surrealista, con fachadas ondulantes pintadas de vivos colores y esculturas neoclásicas; bares y restaurantes con terrazas anunciando la “happy hour” y chavales tomando mojitos; y agencias de viaje.
La verdad es que no me gustó nada el ambiente. Pero ya que estaba allí decidí visitar alguna de sus atracciones:
1. Basílica de Nuestra Señora de Copacabana: se trata del santuario más sagrado de Bolivia, donde se rinde culto a una imagen de la Virgen tallada en 1583 por Tito Yupanqui, un descendiente del emperador Inca. A esta imagen se le atribuyen todo tipo de milagros, y pronto comenzó la construcción de un templo que tras unas obras interminables acabó inaugurándose en 1820. La basílica es monumental, de estilo mudéjar, con muros de color blanco, torres y cúpulas cubiertas de azulejos. En la entrada hay un bonito relieve y una estatua de Tito Yupanqui. Y su lujoso interior está presidido por un altar dorado y la escultura de la Virgen, de piel morena.
Como curiosidad, cada día se realizan en el exterior de la basílica las conocidas como “bendiciones de movilidades”. Según la tradición, cuando un boliviano compra un vehículo nuevo lo adorna con flores y lleva a Copacabana para ser bendecido y obtener protección ante posibles robos y accidentes. La ceremonia es realizada por un sacerdote católico y un Yatiri (chamán aymara), y acaba con el vehículo regado en alcohol. Me hubiera encantado presenciar este ritual.
2. Cerro Calvario: es una colina que ofrece unas vistas geniales de los alrededores. El sendero que lleva a la parte superior representa el Vía Crucis de Jesús, con 14 paradas donde hay cruces y estatuas. Tardé unos 40 minutos avanzando poco a poco, deteniéndome a beber agua y hacer fotos, porque la altura se notaba. De camino vi ponis de largo pelaje, y un espectacular colibrí revoloteando.
En la cima pude disfrutar de una panorámica memorable, con el pueblo de Copacabana y su catedral; verdes colinas; la bahía llena de pequeñas barcas; y el Lago Titicaca extendiéndose hasta el infinito. La luz era perfecta para la fotografía. Por todas partes había altares improvisados donde los lugareños encienden velas a modo de ofrenda. Aunque no me gustó encontrarme con un montón de turistas occidentales que esperaban a la puesta de sol sentados, bebiendo cerveza y rompiendo la magia del lugar. Así que como todavía faltaba más de una hora y el sol pegaba con fuerza, decidí marcharme. El descenso fue mucho más sencillo, y atajé saltando de piedra en piedra.
3. Playa: una estrecha franja de arena que bordea una bahía atiborrada de barcas, entre ellas algunas a pedales con forma de cisne. A esa altura el agua está helada; y a escasa distancia hay una pista sin asfaltar transitada por vehículos que levantan nubes de polvo. Así que este sitio no tiene nada que ver con la famosa playa de Brasil. Lo único interesante son sus numerosos puestos de comida.
Yo contemplé la puesta de sol desde la playa, y después decidí cenar en uno de los puestos, gestionado por dos chicas muy simpáticas. Me senté en una mesa en un pequeño comedor protegido del exterior. Y pedí la especialidad local: trucha a la plancha. Opté por la variante al ajillo, acompañada de patatas fritas, arroz blanco y ensalada. La verdad es que dudé mucho, porque el pescado no me hace gracia, pero la trucha estaba deliciosa (casi no tenía espinas). Y por tan solo 25B. Mucho mejor que cualquiera de los restaurantes turísticos de Copacabana.
De regreso al hotel hacía un frío importante, y el cielo comenzó a llenarse de brillantes estrellas. En la habitación me empezó a doler la cabeza y tenía el estómago revuelto. La altura todavía seguía afectándome. Con lo cual no tardé en meterme en la cama.
VIAJE: COPACABANA – YUMANI
Al día siguiente me desperté a las 5.30h con el toque de diana de un cuartel militar cercano. Estaba como nuevo, tras dormir 8 horas casi del tirón. Si por mí fuera me hubiera quedado un rato más bajo las mantas, pero tenía que ponerme en marcha. Así que desalojé la habitación; me despedí del simpático encargado; y caminé hasta el puerto de Copacabana. La taquilla de la compañía Titicaca Tours estaba cerrada y me tocó esperar un rato.
Mi plan inicial era viajar en ferry hasta el norte de la Isla del Sol. Y desde allí caminar hacia el sur cubriendo una ruta de 10km, y regresar a Copacabana. Pero mi visita (2018) coincidió con un importante conflicto. Durante años las comunidades de Cha’llapampa (norte) y Yumani (sur) se beneficiaron del constante flujo de turistas, mientras que Cha’lla (centro) quedaba al margen. Al principio sus vecinos se conformaron con cobrar una especie de peaje a la gente que cruzaba sus tierras. Pero en el año 2017 decidieron construir un conjunto de cabañas turísticas muy cerca de las ruinas de Chincana, en el norte. Los habitantes de Cha’llapampa se indignaron y dinamitaron el proyecto. Y los vecinos de Cha’lla reaccionaron bloqueando el acceso al norte de la Isla del Sol. Así que en la taquilla me dijeron que solo había barcos hacia Yumani, y compré el billete (20B).
A continuación desayuné en un puesto callejero un café con leche calentito y un trozo enorme de bizcocho de plátano (10B). Madrugar no me sirvió de mucho porque cuando regresé al puerto la zona estaba llena de turistas occidentales. Una vez permitieron el acceso al ferry muchos se lanzaron a la carrera y no me pude sentar en el exterior de la embarcación para hacer fotos durante el trayecto. Así que me conformé con ocupar un sitio junto a la ventana. El viaje duró una hora larga, y transcurrió sin incidentes (algo milagroso teniendo en cuenta la cantidad de gente que había en el ferry).
EN EL SUR DE LA ISLA
Tras desembarcar en la Isla del Sol pagué la tasa de entrada en la Comunidad de Yumani (10B) y comencé a explorar los principales lugares de interés. Esto fue lo más destacado:
1. Escalera del Inca: conecta el puerto con la población de Yumani. El ascenso es duro, con más de 200m de desnivel, así que me lo tomé con calma. De camino pasé junto a una fuente, jardines llenos de flores, y algún puesto de artesanía.
2. Yumani: es la población más importante de la Isla del Sol, y concentra buena parte de la oferta de hoteles y restaurantes. No hay mucho que ver, con lo cual me compré una botella de agua de 2l en una tienda (9B) y seguí caminando.
3. Mirador Pallakhasa: ofrece unas vistas memorables, con campos de cultivo formando ondulantes terrazas; ovejas pastando; las aguas azules del Lago Titicaca; la Isla de la Luna; y como telón de fondo las cumbres nevadas de la Cordillera Real. Mi cámara de fotos echaba humo. Había bastantes turistas, pero con espacio suficiente para todos, sin agobiar. Yo me quedé un buen rato descansando y contemplando el paisaje.
EXCURSION FALLIDA AL NORTE
En Copacabana ya me habían avisado que los caminos que llevan al norte de la Isla del Sol estaban cortados. Pero aun así decidí continuar, confiando en mis poderes de persuasión y la posibilidad de sobornar al vigilante de turno. Y avancé por un sendero solitario, recorriendo las montañas que atraviesan la isla, a unos 4mil metros de altura. Desde allí pude ver magníficas panorámicas de la Bahía Kona y la Península Kakayo-Queña, una estrecha lengua de tierra que se adentra en el Lago Titicaca, con un faro en su extremo. En un punto me tuve que sentar a picar unas galletas de chocolate, porque el sol apretaba y me empezaban a fallar las fuerzas.
Más tarde divisé a mi derecha la población de Cha’lla y la Bahía Pukhara, y comencé el descenso. La sensación de aventura era total, pensando que en cualquier momento podía aparecer un lugareño enfadado al verme. Además me desvié del camino correcto, y acabé bajando por un terreno muy resbaladizo, y cruzando campos de cultivo con plantas que me llegaban a la altura de la cabeza. De camino charlé con un pastor de ovejas que parecía ajeno al conflicto de la isla; y una abuela me explicó cómo continuar en un idioma ininteligible. Por suerte, tras atravesar un bosque de eucaliptos, aparecí en la bahía.
4. Cha’lla: se trata de una aldea preciosa, con viviendas tradicionales y prados donde pastan vacas y ovejas. Y a escasos metros de una playa paradisíaca de arena dorada y aguas cristalinas. Yo primero caminé por la orilla, pasando junto a una embarcación con una familia local; cerdos campando a sus anchas; y la sorpresa del día: un catalán (Arnau) tomando el sol en bañador junto a una turista alemana. Fue realmente gracioso. Al final de la playa me encontré con una bandera roja y un lugareño que me invitó a marcharme de allí. Comenzaban los problemas…
Por supuesto, no me fui inmediatamente. Primero me descalcé y metí los pies en el agua. No estaba tan fría como pensaba, pero en el fondo había pedruscos que dificultaban bastante caminar. Después compré ganchitos y caramelos en una tienda (1,5B), y me senté a descansar. El lugar es idílico, con embarcaderos de madera muy fotogénicos y las montañas de la Cordillera Real en la distancia.
A continuación intenté acercarme al pueblo para curiosear, pero un grupo de lugareños me lo impidió. En principio me obligaban a dar media vuelta y regresar a Yumani por el mismo camino. Pero tras mucho insistir conseguí que me dejaran volver por otra ruta que discurría por la parte alta de la Isla del Sol. El ambiente era realmente hostil. Mientras subía por una ladera un vecino me gritaba desde la distancia. Y cuando por error me salí del sendero, un hombre bajó hacia mí a la carrera, saltando de piedra en piedra. Iba armado con una vara y me condujo a un campamento donde ondeaba una bandera roja.
Llegados a este punto ya me quedó claro que iba a ser imposible visitar el norte de la Isla del Sol. Me dio muchísima rabia, porque en esa parte se encuentran las mejores ruinas, como el Palacio del Inca, la Piedra Sagrada o la Mesa Ceremónica. Y todo por culpa de la avaricia de un puñado de gente obtusa. Por suerte en julio del 2019, tras más de 2 años de conflicto, se firmó un acuerdo de paz y en la actualidad ya es posible recorrer toda la Isla del Sol sin problema. En fin…
El regreso a Yumani se me hizo duro. Ya llevaba demasiadas horas caminando a una altura excesiva, y sin haber podido comer algo consistente. Pero el paisaje compensó el esfuerzo y descubrí varios pájaros curiosos.
ALOJAMIENTO: HOSTAL DEL SOL – 50B/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble; lavabo privado; balcón con vistas geniales; ubicación inmejorable, en la parte alta de Yumani, alejada de la zona turística; tranquilidad total por la noche; familia propietaria muy amable; precio.
*Puntos en contra: sin ducha; colchón muy incómodo.
La verdad es que me costó bastante encontrar un lugar para pasar la noche. El primer hostal tenía habitaciones demasiado básicas; el segundo era carísimo… Al final acabé deambulando sin ideas, bastante cansado. Y encontré el Hostal del Sol, que de forma inmerecida no aparece en ninguna guía de viajes. Muy recomendable.
Una vez instalado caminé hasta la zona turística y me senté en la terraza de un restaurante al borde del acantilado, con unas vistas espectaculares del Lago Titicaca. Allí me tomé mi primera cerveza boliviana, marca Paceña, de 0,675l (25B). Hasta el momento no había querido probar el alcohol para no tener mal de altura, pero me encontraba bien y decidí arriesgarme. También disfruté de un atardecer mágico, con el sol ocultándose tras las montañas. Fue un gran momento. En los alrededores había otros locales con turistas, pero a suficiente distancia. Al poco de desaparecer el sol comenzó a hacer un frío terrible, y me fui en busca de otro lugar para llenar el estómago.
CENA: RESTAURANTE PACHAMAMA
Tras entrar en un par de locales que no me convencieron, acabé en este lugar. Ocupé una mesa del comedor, con una temperatura ideal gracias a una estufa de leña. Y pedí un menú que incluía varias opciones. Yo elegí sopa de quinoa; pollo a la plancha acompañado de arroz y verduras; y plátano con chocolate. Para beber una jarra de zumo de piña. Precio: 50B. La comida estuvo muy rica y acabé a reventar. Mientras comía me entretuve con la TV que emitía partidos de fútbol de la Copa Libertadores.
De regreso a mi habitación caminé por calles oscuras y solitarias, utilizando mi linterna frontal, bajo un cielo cubierto de estrellas. Fue una sensación increíble. Digno final para un día repleto de aventuras.
ULTIMAS HORAS EN LA ISLA
La jornada comenzó a buena hora tras una noche de sueño impecable. Al asomarme al balcón me encontré una panorámica épica, con el Lago Titicaca y la Isla de la Luna iluminada con los primeros rayos de sol; y el sonido de pájaros y animales de granja. Para desayunar piqué unas galletas de chocolate, desalojé mi habitación, y a las 7.30h ya estaba en marcha. Porque antes de abandonar la isla quería visitar un par de lugares de interés:
5. Mirador Ceremonial: para llegar tuve que ganar altura, pero fue un paseo agradable completamente solo. Además atravesé un pequeño bosque donde vi un grupo de Caracaras de Montaña (de plumaje negro y pico naranja). El Mirador merece la pena por tres motivos: las vistas de los alrededores, donde destaca la Península Kakayo-Queña; un par de altares de piedra con velas y ofrendas; y diferentes cruces de paja que salpican la costa. Muy recomendable.
6. Ruinas de Pilko Kaina: se encuentran en el extremo sur de la Isla del Sol. Yo las vi desde el mirador, así que caminé directo para conectar con el sendero que parte de Yumani, en un suave descenso hasta la costa. La estrella del recinto es el Palacio del Inca, una construcción de piedra de dos pisos. Tiene varias salas que pude explorar con total libertad, y sin apenas gente (solo una familia local que llegó en lancha acompañada de un guía).
Después volví a Yumani por el sendero principal. Una sencilla ruta de 2km que recorre un paisaje lleno de flores y plantas curiosas, y me ofreció las últimas vistas del Lago Titicaca. De camino me crucé con un par de burros y algún que otro turista.
REGRESO A COPACABANA
A continuación bajé al puerto por la Escalera del Inca. En la zona ya había un montón de turistas esperando el ferry de las 10.30h para volver a Copacabana. Yo compré el billete (25B); y me senté en la terraza de un chiringuito a comer un sándwich de pollo con tomate y lechuga que me sentó genial (15B). Después vi a Arnau con su amiga alemana y estuvimos charlando animadamente hasta que apareció el barco. Él llevaba 6 meses viajando por Sudamérica y ella año y medio recorriendo el mundo. Me moría de la envidia…
Esta vez estaba decidido a viajar en el exterior del ferry, así que cuando apareció corrí hacia la entrada. Pero para mi sorpresa casi todos los turistas acabaron en un segundo barco, mientras que el mío iba casi vacío. El trayecto duró hora y media. Yo fui sentado en la parte superior del ferry con Arnau y la alemana, y haciendo un montón de fotos, rodeado de un paisaje único.
Ya en Copacabana los tres fuimos a una cafetería del centro. Allí me comí una pequeña empanada de bacon y cebolla (7B) y continuamos hablando. A continuación nos despedimos de Arnau, que esa noche viajaba a Cuzco. Y la alemana y yo caminamos hasta la plaza principal para coger un autobús rumbo a La Paz.
CONCLUSION
El Lago Titicaca y la Isla del Sol son lugares imprescindibles en cualquier itinerario por Bolivia. Te recomiendo una estancia de al menos 2 días, alojándote en la isla. Yo estuve menos tiempo porque no pude visitar el norte, debido a un conflicto vecinal. En cuanto a Copacabana, solo le dedicaría unas horas si te sobra el tiempo, o si pierdes el último barco a la Isla del Sol (como me ocurrió a mí). Muchos turistas también realizan una excursión a la Isla de la Luna, pero no cuenta con lugares especialmente interesantes y no me llamó la atención. Esto ya depende de los gustos de cada uno.
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