Montañas de formas imposibles, cañones forrados de vegetación, y piscinas naturales para refrescarse tras una dura caminata
El Parc National de l’Isalo fue fundado en 1962, y abarca una superficie de 815km2. Es sin duda el parque más visitado de Madagascar, y no por casualidad. Ya que este lugar concentra lo mejor de otros parques: los paisajes espectaculares de Andringitra, con cañones, montañas, piscinas naturales, y formaciones rocosas extrañas; y la fauna exótica de Ranomafana, con lemures y todo tipo de insectos, a cual más sorprendente. Eso sin contar la posibilidad de contemplar tumbas Bara ubicadas en cuevas remotas. El parque es popularmente conocido como Jurassic Park, en referencia al período en que se formó su peculiar orografía.
La mejor época para visitar Isalo es la temporada seca, que aquí se alarga de abril a noviembre. Aunque habrá que estar preparado para soportar un calor extremo durante el día. Yo visité Isalo en octubre, un mes que ofrece dos ventajas adicionales: lemures con crías, y Pachypodiums en flor. La base más evidente para explorar el parque es la cercana población de Ranohira.
VIAJE AMBALAVAO – IHOSY
Tras mi visita al Parc National Andringitra, decidí que todavía tenía tiempo para recorrer parte del trayecto hasta mi siguiente destino. Así que recuperé el resto de mi equipaje del Hotel Tropik, y caminé hasta el centro de Ambalavao, desde donde parten los diferentes Taxi Brousse. Allí me encontré con un «encargado» que no paraba de poner pegas: que si era domingo, que si ya era muy tarde… El caso es que el lugar estaba bastante desierto. Pero al poco apareció un vehículo, pagué el billete al «encargado» (me pareció muy caro 10.000 Ar, pero no siempre tengo ánimo para discutir), y nos pusimos en marcha.
El trayecto fue impecable. Tardé 2,5 horas en recorrer 140km, continuando mi ruta hacia el sur por la RN7, en perfecto estado de conservación. El Taxi Brousse avanzó a buen ritmo, con menos paradas de lo habitual para dejar y recoger pasajeros (quizás ayudó que fuera domingo). Y me gustó mucho la atmósfera, escuchando música local, mientras en el exterior atardecía. Contemplando un paisaje de llanuras amarillentas; montañas de formas curiosas; y poblados con casas de adobe y niños descalzos correteando por todas partes.
Al final, a eso de las 18h, ya oscureciendo, llegué a Ihosy. El ayudante del Taxi Brousse fue realmente amable, y me acompañó hasta el hotel donde había elegido pasar la noche, cargando mi mochila grande (le dí 1.000 Ar de propina).
ALOJAMIENTO: RELAIS BARA – 30.000 Ar/Noche
*Puntos a favor: habitación amplia; cama doble; lavabo privado; ubicación céntrica, al lado de donde parten los Taxi Brousse, de cara al próximo desplazamiento.
*Puntos en contra: mobiliario desvencijado; bastante suciedad por todas partes (casi no puse un pie en el lavabo); mucho ruido, al estar al lado de la rotonda principal del pueblo, con camiones de mercancías pasando de forma regular; precio elevado; restaurante cerrado.
La verdad es que el hotel parecía abandonado. No vi otros huéspedes, y la recepción estaba cerrada. Aunque al final apareció de la nada un chaval que me atendió, y decidí quedarme a regañadientes. A continuación salí en busca de un lugar para cenar. Pero la oferta del pueblo era muy limitada, y acabé en un Hotely mugriento, donde una encargada con cara de agobio me dio un plato de arroz blanco con carne (creo que pollo), y una botella de agua grande. Precio: 5.000 Ar. Ni que decir tiene que engullí en cuestión de minutos, y regresé a mi habitación.
EN TERRITORIO DE LOS BARA
Al día siguiente me desperté a buena hora y desalojé mi habitación. En Ihosy (o «Ihush», como lo pronuncian los lugareños) no hay absolutamente nada de interés turístico, así que fui directo a la Gare Routière, esquivando con éxito a los buscavidas que se me echaron encima. Y encontré un Taxi Brousse que se dirigía hacia el sur.
Ihosy es la capital de los Bara, uno de los grupos étnicos más importantes de Madagascar. Durante el siglo XIX estaban organizados en reinos independientes, que adquirieron un importante poder económico gracias al comercio de esclavos y cebús. Tanto, que el todopoderoso Reino Merina nunca llegó a someterlos del todo. Y los franceses tardaron años en hacerlo, con revueltas esporádicas. La vida de los Bara gira en torno al cebú. El número de cebús en propiedad es el indicador de la riqueza de una familia. Y aun hoy día, muchos jóvenes Bara demuestran que ya son adultos robando cebús, para impresionar a su futura esposa. Aunque se trata de una tradición que va perdiendo fuerza.
VIAJE IHOSY – RANOHIRA
Antes de ponernos en marcha, me tocó esperar una hora, hasta que el Taxi Brousse se llenó de pasajeros. La Gare estaba ubicada en medio de un concurrido mercado callejero, y por lo menos estuve entretenido, viendo mujeres y niñas con elaborados trenzados; vendedores ambulantes… Aunque también mucha gente descalza vestida con harapos; y moscas por todas partes. Mientras esperaba aproveché para desayunar una especie de rosquilla, gomosa y sin sabor alguno (500 Ar). Pero llené el estómago.
Cuando arrancamos, me esperaba un trayecto breve, pues tan solo hay 87km de distancia entre Ihosy y Ranohira. Pero al final tardé 2,5 horas en llegar. Primero, porque el terreno era todo el rato cuesta arriba, y el Taxi Brousse no daba para más. Y segundo, por las continuas paradas para recoger pasajeros y mercancías. Por suerte, yo iba sentado cómodamente en el asiento delantero, junto al conductor. Y me tomé las cosas con calma, mirando el paisaje, mientras cruzábamos la Meseta de Horombe. Aquí los arrozales ya habían desaparecido por completo. Y en su lugar se desplegaban extensas praderas de color amarillo, por las que de vez en cuando veía pastores Bara caminando junto a sus rebaños de cebús.
Hasta que llegamos a Ranohira. Tras dos noches acampando y una en un hotel para olvidar, esta vez decidí pegarme un homenaje, y dormir en una buena habitación. O esa era mi idea. Porque en África…
ALOJAMIENTO: CHEZ BERNY – 72.000 Ar/Noche
*Puntos a favor: habitación amplia; cama doble comodísima; lavabo privado, de dimensiones generosas, y con ducha de agua caliente; restaurante propio a precios razonables; ubicación céntrica; silencio sepulcral por la noche; dueños realmente atentos: un simpático abuelete francés (Berny), y su escultural mujer malgache (encargada de dirigir el negocio).
*Puntos en contra: precio; mosquitera agujereada; luz del lavabo fundida (no muy aceptable para un hotel de presupuesto medio).
Pero lo peor estaba por llegar. Por la noche me estiré en la cama a leer un rato, y al levantar una almohada para apoyar la cabeza, apareció de debajo una enorme cucaracha. Casi me da algo. Porque mi fobia a las cucarachas es legendaria. Y a pesar de haber tenido todo tipo de encuentros con ellas durante mis viajes, no consigo vencer mi aprensión hacia este insecto. Aunque haciendo un esfuerzo titánico, la pude tirar al suelo y aplastar con la ayuda de una alfombrilla.
Más tarde descubrí que aquello no era un hecho aislado. Al apagar la luz me pareció escuchar algo que se movía. Y al encenderla, un par de cucarachas de tamaño XL se escondieron bajo la cama. Cuando salí en busca de algún encargado del hotel, me encontré con la recepción cerrada. Así que me tocó sellar el colchón como pude con la mosquitera, y dormir vestido. Asediado por el ruido de los mosquitos, que amenazaban con colarse por los agujeros de la mosquitera. Una noche sencillamente para olvidar…
Al día siguiente, le expliqué mis aventuras a la mujer de Berny (descubrí que cucaracha se dice cafard en francés), y se mostró entre escandalizada e incrédula. Por suerte se lo pude demostrar enseñándole el cadáver de la cucaracha que maté. Resultado: bronca del quince a las chicas de la limpieza; y me hizo un 10% de descuento en el precio (7.000 Ar). Pero bueno, el mal ya estaba hecho.
PUESTA DE SOL EN LA FENÊTRE
Ranohira es un pueblo que no ofrece nada al turista, a parte de servir como base para explorar el Parc National de l’Isalo. Así que tras un breve paseo por su avenida principal, cogí un taxi para que me llevara a un lugar que se encuentra dentro del perímetro del parque, pero alejado del resto de atracciones. Donde no es necesario pagar entrada.
Se trata de La Fenêtre («ventana» en francés), una formación rocosa con un agujero central, fruto de la erosión del viento, a través del cual se puede ver pasar el sol mientras se pone en el horizonte. Se encuentra unos 10km al sur de Ranohira, siguiendo la RN7, por lo que el trayecto fue breve. Una vez allí, pude comprobar que no fui ni mucho menos el único al que se le ocurrió acercarse a ver la puesta de sol. Había un montón de turistas (principalmente grupos de abueletes franceses), que deslucían bastante el ambiente con sus risas y acciones extravagantes. Como una abuela que no paraba de meterse en medio de la foto, provocando el enfado de la gente.
Pero bueno, me quedo con la parte positiva. El cielo estaba lleno de nubes que amenazaban con estropearlo todo, y al final pude disfrutar de un gran momento. Con el sol perfectamente definido, primero a través de la «ventana», y más tarde ocultándose tras las montañas. Además, desde aquel lugar se divisaban las llanuras de los alrededores, con rocas anaranjadas de bordes afilados y formas curiosas. Todo muy fotogénico. De regreso a Ranohira, fui bromeando con el taxista, que se reía de Berny y su joven esposa («Berny à pas de movement»). Precio: 30.000 Ar, ida y vuelta, más la espera en La Fenêtre.
En el hotel, me senté a cenar en el comedor de su restaurante. Pedí un plato delicioso, siguiendo los consejos de Berny, que iba de mesa en mesa haciendo de relaciones públicas. Rabo de cebú, acompañado de judías, arroz y salsa de vino tinto. Para beber, una cerveza THB. Todo por 16.000 Ar. Tras la cena, me fui a descansar a la habitación. Aun no sabía la noche que me esperaba…
PREPARATIVOS PARA VISITAR EL PARQUE
Al día siguiente, me levanté como un resorte, con ganas de abandonar el hotel cuanto antes. Eso sí, antes hice un alto en su restaurante para desayunar. Dos panecillos con mermelada y mantequilla; y dos tazas de café con leche. Precio: 6.000 AR. En la mesa de al lado, había dos italianos barrigudos con riñonera, acompañados de una joven malgache de formas espectaculares. Más que sospechoso…
En fin, a las 8h ya me estaba esperando en la recepción Remi, un guía oficial que había contratado el día anterior para explorar Isalo durante varias jornadas. La oficina del Parc National de l’Isalo está ubicada a escasos metros de mi hotel. Y nada más llegar a Ranohira, me dirigí allí para realizar las gestiones necesarias. Aunque no tardé en comprobar que la oficina está de adorno. Porque los guías se dedican a abordar a los turistas por la calle (Remi se llevó el premio a la insistencia). Y hay que pagarles directamente a ellos, sin obtener a cambio algún tipo de recibo. Un sistema que no me gustó nada…
Pero bueno. En una pared de la oficina había una lista con las tarifas de las diferentes actividades; y las fotos de los guías oficiales del parque (la de Remi entre ellas). Así que esto me dio seguridad y acepté. Mi idea era realizar una ruta circular de 2 días, visitando todas las principales atracciones del parque. Pero Remi me recomendó hacerla en 3 días, para disfrutarla con calma, y decidí hacerle caso. Estos fueron los pagos necesarios:
1. Guía oficial: obligatorio. Otra novedad de este parque fue que el precio de los guías no era fijo por jornada, sino que variaba en función del trayecto a realizar. Así que cada atracción que quería visitar tenía un precio, y se iban sumando. En mi caso, la ruta de 3 días me costó 153mil Ar.
2. Acampada: 105mil Ar (extra para el guía), por 3 días + 10mil Ar (camping), por 2 noches.
3. Porteador: 60mil Ar por 3 días (también obligatorio).
4. Alquiler de taxi: 60mil Ar (para llegar al inicio del circuito, y regresar a Ranohira al final).
5. Entrada: 40mil Ar por un ticket de 3 días.
6. Comida: 22mil Ar (el guía se encargó de comprarla).
Vamos, que en total pagué 450mil Ar (unos 150€). Bastante más caro que los parques nacionales que había visitado hasta ese momento en Madagascar. Remi me pedía la mitad por adelantado, pero no me hizo gracia, y lo dejamos en un tercio (ante su cara de desconcierto).
PRIMER DÍA EXPLORANDO ISALO
Tras desalojar mi habitación de Chez Berny, subimos al taxi (casualmente el mismo que me había llevado el día anterior a La Fenêtre), y recorrimos una pista de 18km hacia el norte de Ranohira. El día había amanecido totalmente despejado, con un cielo azul perfecto. Cuando llegamos al camping donde pasaríamos la noche, dejamos las cosas con el porteador. Y Remi y yo nos fuimos de excursión para visitar dos cañones que atravesaban la enorme pared de roca que dominaba el paisaje frente a nosotros.
1. Canyon des Makis. Para llegar a él tuvimos que cruzar por un pequeño bosque, y pronto entendí el motivo del nombre de este lugar. Sobre las ramas de los árboles había un grupo de graciosos Lemures de Cola Anillada (o Makis), que nos miraban con ojos llenos de curiosidad. Por el camino también vimos una pequeña serpiente de color negro; ninfas de Planthopper (unos insectos con apariencia de hoja) alrededor de una rama; niñas refrescándose en un riachuelo…
Ya en el interior del cañón, avanzamos durante un rato, sorteando las aguas del río, que de vez en cuando formaba pequeñas playas de finísima arena. El entorno era sencillamente espectacular, con vegetación exuberante, y las imponentes paredes de roca de color naranja estrechándose cada vez más. La luz era perfecta para sacar buenas fotos. Y lo mejor de todo: no había otros turistas. Se respiraba una tranquilidad total.
2. Canyon des Rats: este cañón impresiona más desde la distancia, creando un corte perfecto en la montaña. No estaba muy lejos del Canyon des Makis. Y también cruzamos un bosque, donde vimos una fugaz Ave del Paraíso; más insectos curiosos; y una antigua tumba Bara, con un ataúd vacío abandonado en medio de la maleza.
El interior del cañón, igual de espectacular que el primero. Aunque con una sorpresa final: una piscina natural donde había agua suficiente para pegarme un bañito. El calor era importante, así que no me lo pensé dos veces: me puse el bañador, y me tiré al agua. Estaba helada, y no duré mucho dentro. Pero al salir, mientras me secaba sentado en una roca, la sensación era genial. Allí me tiré un buen rato, charlando con Remi, completamente solos. Y aproveché para comerme un bocadillo de tortilla francesa, y un par de plátanos.
Al salir del cañón, Remi me enseñó una lejana hendidura en lo alto de la pared de roca, donde había una fila de ataúdes de la etnia Bara. Estaban pintados de vivos colores, y tenían tejados, como si fueran pequeñas casas de madera. Y es que el Parc National de l’Isalo es un lugar sagrado para los Bara, y hace siglos que entierran aquí a sus seres queridos, aprovechando la infinidad de cuevas naturales que hay por la zona. La verdad es que costaba imaginarse a alguien trepando por esa pared para llegar a los ataúdes. Parecían totalmente inaccesibles.
ACAMPADO EN PLENO PARQUE NACIONAL
De regreso en el camping, planté mi tienda en una parcela cuadrada, con terreno arenoso y sin cubierta (aunque las posibilidades de lluvia eran remotas). Y estuve curioseando por los alrededores. El sitio era muy bonito, con vistas de la llanura, las montañas, y un verde arrozal con cebús pastando y garzas blancas. Cuando empezó a oscurecer, Remi y yo nos sentamos a cenar en una mesa de piedra, estilo merendero. Un plato de noodles con un caldo que estaba muy bueno; un plato de arroz blanco con carne de cebú; y un plátano. Nos quedamos un rato de charla. Y me retiré a mi tienda a descansar.
Desde unas casas cercanas se escuchaba una animada música. Remi me explicó que estaba relacionada con el Famadihana. Se trata de una ceremonia que tiene lugar durante la estación seca, en la que los restos de un difunto son sacados de su ataúd, para ser envueltos en un nuevo sudario, y volver a su lugar de reposo al cabo de unos días. Durante ese tiempo, la familia celebra su retorno a lo grande, con música, baile, y cantidades abundantes de alcohol. Por lo visto, en un principio era una tradición de los Merina, que más tarde adoptaron otras etnias, como los Betsileo o los Bara. Un país sorprendente…
SEGUNDO DÍA EXPLORANDO ISALO
Al día siguiente, tras una noche apacible, comencé con un desayuno estilo malgache: plato de arroz caldoso, con verduras y camarones; y una taza de té. A continuación desmonté la tienda. Y a las 7h, con una puntualidad sorprendente, nos pusimos en marcha.
Antes de continuar la ruta, Remi me llevó otra vez al bosque cercano a la entrada de los cañones. Y vimos un grupo de Red-Fronted Brown Lemurs. Había alguna hembra con su cría a la espalda. Y un macho que se encaraba con nosotros, con movimientos amenazantes. Por lo visto es la especie de lemur más agresiva. Son inconfundibles, por los sonidos que emiten, similares a los gruñidos de un cerdo.
Después tocó seguir la ruta, por una subida interminable hasta la parte superior de las montañas. A pesar de ser temprano, el sol pegaba con fuerza, y sudé como nunca. Menos mal que una vez arriba, el desnivel se suavizó, y pude disfrutar de un paseo genial. Con panorámicas de las montañas; extrañas formaciones rocosas de contornos afilados, erosionadas por el viento; y plantas exóticas. También encontramos una pequeña serpiente.
A continuación, bajamos hasta una llanura, por la que caminamos en dirección sur. A nuestra derecha había una fotogénica cadena montañosa, formada por diferentes estratos de sedimentos. Y por todas partes, más rocas surrealistas y vistas únicas. Aquí el calor era sofocante, pues no había ni un centímetro de sombra en la zona. Y el agua de río que llevaba en la cantimplora no calmaba mi sed. Así que acabé agotado.
Pero bueno, al final, tras 5 horas de caminata a buen ritmo, llegamos al Cañón del Río Namaza, y bajamos para recorrerlo. Aquí el paisaje cambió de forma radical, rodeados de vegetación, con el sonido del río, y un frescor agradable. Nada que ver con el infierno del que veníamos.
NADANDO EN PISCINAS NATURALES
Tras unos minutos siguiendo el curso del río, llegamos a una zona donde había piscinas naturales:
1. Piscine Verte: una pequeña cascada con una poza de agua de color verde esmeralda, por los minerales que hay en el fondo. Cuando me disponía a quitarme la ropa, Remi me recomendó bañarme en el siguiente lugar, a tan solo unos metros de distancia. Y tenía razón.
2. Piscine Noire: más grande, con aguas profundas y una cascada que caía desde una altura mayor (aunque bastante débil, al ser la estación seca).
Aquí sí que no perdoné, y en cuestión de segundos ya estaba nadando en aguas gélidas y cristalinas. Qué sensación tan indescriptible, tras el esfuerzo realizado. En esta piscina natural me tiré un buen rato. Con tiempo para comer un bocadillo de tortilla francesa. Y para pegarme un segundo baño. Además, tuve todo el lugar para mí solo, sin rastro de otros turistas. Algo realmente extraño.
Tras el descanso, continuamos avanzando por el Cañon del Río Namaza, que no paraba de ofrecer imágenes de postal, con paredes naranjas verticales que contrastaban con el verdor de infinidad de plantas extrañas. Al final, llegamos al camping donde pasaríamos la segunda noche. Como el siguiente lugar de interés estaba a escasa distancia, y el sendero no tenía pérdida, le dije a Remi que se quedara descansando, y me fui solo a pasar el resto de la tarde explorando.
Al poco de ponerme a caminar, pude comprobar que los alrededores del camping eran un hervidero de fauna (imagino que atraída por la comida de los turistas). En pocos minutos pude ver un grupo de Brown Lemurs; otro de Makis; un Ave del Paraíso; y un camaleón subiendo por el tronco de un árbol. Y tras un relajado paseo, llegué hasta la última piscina del día.
3. Cascade des Nymphes: de aspecto menos apetecible que las anteriores, ya que estaba ubicada en un rincón sombrío y de aguas turbias. Pero aún así, me lancé a bañarme. La sensación era inquietante: nadando completamente solo; avanzando por un estrecho cañón al final del cual estaba la cascada (con poca agua); envuelto en el sonido de los pájaros… Gran momento. Después me quedé un buen rato sentado en el exterior, mientras me secaba. Durante ese tiempo aparecieron multitud de turistas, que se limitaban a sacar una foto de la piscina, y marcharse a toda prisa. Excepto una agradable pareja de abueletes gaditanos, con los que charlé un rato.
Para regresar al camping, caminé tranquilamente, atravesando un pequeño tramo de bosque. Allí me encontré con un grupo de Makis descansando sobre las ramas. Y más tarde, a otros dos que se dirigían hacia mí por el sendero. Me tuve que apartar, y pasaron a escasos centímetros. Sin duda, una de las mejores experiencias del día.
ACAMPADO ENTRE GRUPOS DE TURISTAS
En el camping, monté mi tienda donde pude, pues el lugar estaba lleno. Y es que había un montón de turistas dispuestos a pasar la noche allí, incluido un numeroso grupo de estudiantes alemanas. Nada que ver con la atmósfera de la noche anterior. Yo me senté con Remi en una mesa de piedra, y estuvimos charlando y tomando té. El tío iba acompañado de un botellín de ron local (blanco), y me ofrecía chupitos, que no podía rechazar, tal y como marcan las costumbres malgaches. Pero es que estaba muy fuerte. Así que cuando veía la oportunidad, lo tiraba a escondidas.
Para cenar, un plato de noodles; otro de arroz con carne de pollo; y de postre, un trozo de piña natural que estaba deliciosa. Como había posibilidad, compré dos Cokes (calientes), e invité a una cerveza a Remi (todo 9.000 Ar). No era mal tío, aunque demasiado parco en explicaciones durante la ruta. Allí nos quedamos un rato, charlando y jugando a cartas. Y acabé retirándome a la tienda, con ganas de un más que merecido descanso.
TERCER DÍA EXPLORANDO ISALO
El inicio de mi último día en el Parc National de l’Isalo fue un calco del anterior. Mismo desayuno, y a las 7h ya estábamos en marcha. Emprendiendo un durísimo ascenso que nos sacó de las profundidades del Cañón de Namaza, ofreciendo unas panorámicas increíbles. De nuevo cielo azul y sol de justicia.
Tras hora y media de caminata, llegamos a la Piscine Naturelle, el lugar del parque más visitado. Otra poza de agua de buenas dimensiones, rodeada de palmeras y vegetación frondosa, y con una pequeña cascada. Fiel a mi tradición, al poco ya estaba nadando a placer. Con todo el lugar para mí solo, ya que los primeros turistas todavía no habían tenido tiempo de llegar desde Ranohira. El agua estaba fresquita, pero se podía soportar.
Cuando me cansé de nadar, me senté un rato en una roca para secarme. Y al momento comenzó a llegar gente sin parar, convirtiendo aquel lugar bucólico en una auténtica romería. Casi no había espacio para todos. Y un grupo de ruidosos americanos no paraba de gritar y tirarse al agua desde lugares inverosímiles. Así que nos largamos de allí sin dudarlo. Moraleja: hay que llegar a la piscina muy temprano, o si no mejor visitar otros lugares de Isalo.
REGRESO A RANOHIRA
Mi despedida del parque atravesó uno de sus tramos más espectaculares. Por varios motivos:
1. El paisaje, con vistas únicas de montículos de piedra formados por estratos de colores variados; y crestas de roca erosionada de formas imposibles, aisladas en medio de la llanura. También pasamos por una cueva junto a la cual había un ataúd Bara.
2. La vegetación, con variedades endémicas de Isalo, como el Pachypodium (conocido como «Pie de Elefante»), que parece un baobab en miniatura, adornado con flores de color amarillo; o el Aloe de Isalo.
3. La fauna curiosa, como unos arbustos donde había un par de Insectos Palo de tamaño escalofriante (¡parecían ramas!); capullos de gusano de seda salvaje, recubiertos de espinas; saltamontes de color verde intenso; y hacia el final del recorrido, un grupo de Makis saltando entre las rocas, a cierta distancia. Cada encuentro me dejaba sin palabras…
Con estas buenas sensaciones, bajamos de las montañas, y llegamos hasta un parquing, donde al cabo de unos minutos apareció el taxista de siempre, que nos llevó de vuelta a Ranohira, siguiendo una pista de tierra de apenas 3km. En Chez Berny, recuperé el resto de mi equipaje, y me despedí de Remi. Como todavía eran las 12h, y le había pagado un día entero, entendí que ahí estaba su propina, y no puso mala cara.
CONCLUSIÓN
Cualquier ruta por el sur de Madagascar debería incluir una visita obligatoria al Parc National de l’Isalo. Es verdad que es mucho más caro que otros parques del país. Y que su popularidad a veces implica compartir el lugar con decenas de turistas. Pero a cambio ofrece una combinación única de paisajes y fauna. Lo mejor para huir de las multitudes: coge una tienda de campaña y adéntrate en el parque, pasando un mínimo de dos noches. Además, esto te permitirá caminar durante la parte menos calurosa del día.
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