Una isla de postal con algunas de las mejores playas del país, atmósfera tradicional y una amplia red de senderos que se adentran en la selva
Ilha Grande es una isla situada en el Estado de Río de Janeiro, en un bonito tramo de litoral conocido como Costa Verde. Durante muchos años el gobierno la mantuvo cerrada al público, ya que primero albergó una colonia de leprosos y después una prisión de máxima seguridad donde se mezclaban presos políticos y peligrosos criminales. Esta situación ayudó a la conservación de su ecosistema, y cuando en 1994 llegaron los primeros turistas descubrieron una isla apenas desarrollada, con playas paradisíacas y extensos bosques de Mata Atlántica, la selva tropical que originariamente cubría toda la costa de Brasil.
En la actualidad Ilha Grande no ha cambiado mucho, ya que casi el 90% de su territorio está protegido por el Parque Estadual da Ilha Grande y la Reserva Biológica Estadual Praia do Sul. La principal población es Vila do Abraao, desde donde es posible visitar los principales lugares de interés de la isla, como la Praia Lopes Mendes o el Pico do Papagaio.
VIAJE: RIO DE JANEIRO – VILA DO ABRAAO
El día empezó con un buen desayuno en el Walk on the Beach Hostel de Río. A continuación preparé las mochilas; desalojé el dormitorio; y me puse en marcha rumbo a la Costa Verde, al sur de la ciudad. Para este desplazamiento necesité varias etapas:
1. Taxi hasta la Terminal de Autobuses Novo Río: paré un vehículo en el centro y me llevó sin problema (30R).
2. Autobús a Conceiçao de Jacareí: ya en la Rodoviaria busqué la taquilla de la compañía Costa Verde. No fue sencillo, porque estaba oculta en un rincón de la planta inferior, pero al final pude comprar un billete (65R). Tras esperar 45 minutos apareció el autobús y ocupé mi asiento. Por delante tenía apenas 125km de recorrido, pero tardamos casi 3 horas. Y es que el trayecto fue un auténtico despropósito: arrancamos con un cuarto de hora de retraso (algo inaudito en Brasil); paramos media hora en un restaurante propiedad de la compañía (para hacer más caja); y después el conductor se marchó olvidándose de dos pasajeros y tuvimos que esperar un rato hasta que alguien les trajo de vuelta al autobús. Vaya tela…
De camino atravesamos un paisaje precioso, con colinas onduladas cubiertas de vegetación frondosa, un océano de color azul intenso, y pueblecitos con encanto. Yo iba escuchando música con mi iPod y hasta eché alguna que otra cabezada. En la parada me compré un Salgado de Frango (pollo), unas galletas Negresco (copia de las Oreo) y un zumo de naranja natural.
3. Lancha hasta Vila do Abraao: ya en Conceiçao me dirigí a toda prisa hacia la zona de la playa, porque faltaba poco para las 13h y si perdía esa lancha me tocaría esperar al menos 1 hora. Mientras caminaba me salieron al paso varios comerciales que intentaron venderme un billete. Al final se lo compré a uno que me pedía 40R y me lo rebajó a 35R (precio bastante correcto). La lancha estaba llena de gente, aunque encontré un hueco para sentarme. El trayecto duró media hora. Hacía un calor asfixiante (yo encima iba en tejanos) y el oleaje zarandeaba la embarcación (los pasajeros gritaban cada vez que esto ocurría). Pero llegamos a Ilha Grande sin incidentes.
Una alternativa a estas lanchas es un Ferry que parte desde la población de Angra dos Reis. Es mucho más barato, pero solo hay una salida diaria y los barcos son lentísimos. Yo lo utilicé para salir de Ilha Grande, y prefiero las lanchas.
ALOJAMIENTO: HOLANDES HOSTEL – 65R/Noche
*Puntos a favor: entorno espectacular, rodeado de selva y pájaros tropicales; terraza con hamacas para relajarse; buena limpieza; tranquilidad total por la noche; personal muy amable; wifi rápido; toallas; abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: dormitorio de 8 plazas casi lleno; ubicación demasiado alejada del centro, al final de una empinada cuesta; precio.
Este hostel es el más antiguo de Ilha Grande y estaba recomendado por mi guía de viajes, así que realicé una reserva con antelación a través de Booking. Ya instalado en el dormitorio, me equipé con bermudas, chanclas, gorra y gafas de sol; preparé mi mochila pequeña; y salí a explorar los alrededores.
EL CIRCUITO DO ABRAAO
Vila do Abraao es un pequeño pueblo ubicado en una bahía natural de Ilha Grande (de ahí su nombre, ya que en portugués antiguo Abra significa bahía). Con poco más de 3mil habitantes concentra buena parte de la infraestructura turística de la isla. A parte de la bonita Igreja de Sao Sebastiao, pintada de color naranja, en Vila do Abraao no hay mucho que ver, y la acción gira en torno a la playa, con un montón de bares y restaurantes; y docenas de lanchas transportando turistas a casi cualquier rincón de la isla.
Ilha Grande no tiene carreteras ni vehículos motorizados. En su lugar en las calles de Vila do Abraao abundan los Carreteiros: lugareños vestidos con camiseta amarilla equipados con carros de 4 ruedas con los que transportan mercancías. Y el resto de la isla cuenta con una red de 16 senderos (trilhas) que principalmente recorren la costa. Las autoridades recomiendan utilizar los servicios de un guía local, porque a veces se producen robos; y algunas trilhas se encuentran en mal estado. Pero yo preferí caminar en solitario.
Para empezar, como no disponía de mucho tiempo, opté por el sendero más sencillo: el Circuito do Abraao (T1). Se trata de una ruta circular de 1,7km que discurre por el norte del pueblo, pasando por sus principales lugares de interés. Esto fue lo más destacado:
1. Praia do Careca: una bonita playa con enormes pedruscos emergiendo del agua y rodeada de colinas cubiertas de vegetación exuberante.
2. Praia Preta: llamada así por su arena de color negro.
3. Ruinas del Lazareto: un hospital construido a finales del siglo XIX para internar a los enfermos de lepra. En 1932 el edificio se reconvirtió en prisión. Hasta que en 1954 los presos fueron trasladados a la nueva cárcel de Dois Rios, y el Lazareto fue destruido a cañonazos. Actualmente quedan algunas columnas en pie y restos de los cimientos, cubiertos de musgo y raíces.
4. Acueducto: levantado para abastecer de agua dulce el Lazareto. Todavía se conservan varios arcos en muy buen estado.
5. Poçao: una solitaria poza de agua donde es posible bañarse. Aunque estaba helada, se hacía tarde, y los mosquitos me devoraban, así que preferí regresar al pueblo.
El Circuito do Abraao atraviesa un tramo de espesa Mata Atlántica, y de camino me crucé con un par de Monos Aulladores que saltaban de rama en rama (demasiado lejos para obtener buenas fotos). También me encontré con dos señoras argentinas armadas con piedras y me dijeron que momentos antes un grupo de chavales les había intentado robar. Más tarde apareció un policía en moto y se marchó a investigar, pero no le volví a ver. Eso sí, a partir de aquí caminé con mil ojos.
De regreso en Vila do Abraao di un paseo por sus calles, con pequeños comercios, grupos de lugareños charlando, y una atmósfera muy auténtica. Antes de llegar al hostel crucé un arroyo donde había un montón de garzas blancas y buitres negros (Urubu), esperando hacerse con las sobras de una pescadería cercana.
CENA: PAES E CIA
Tras un rato descansando en la terraza del hostel salí a la calle en busca de algún lugar para cenar. Ningún restaurante me convencía, bien por el menú o por los elevados precios. Al final acabé sentado en la terraza de una crepería, pero el camarero me puso de los nervios: un chaval argentino que me ignoró durante un buen rato, a pesar de que no había muchos clientes; y cuando llegaron 3 chicas las atendió al momento. Así que me levanté y me largué sin decir nada.
La alternativa fue la panadería Paes e Cia, donde me tomé un pepito de lomo y una botella de agua. Estaba riquísimo, y todo por tan solo 14R. Para complementar, me senté en una heladería cercana y pedí un delicioso helado de Açaí con trozos de plátano (16R). Justo lo que necesitaba. De nuevo en el hostel había bastante gente socializando en la terraza, pero yo estaba agotado y me fui a dormir, porque se avecinaba una jornada intensa.
RECORRIENDO ILHA GRANDE
Al día siguiente me desperté pasadas las 7h con energías renovadas tras una noche de sueño impecable. El dormitorio estaba lleno, pero la gente se comportó con educación y no hubo ruidos. Eso sí, por la mañana a todo el mundo le dio por ducharse, y tuve que esperar un buen rato para poder utilizar el lavabo del dormitorio. No lo entendí, cuando al cabo de unos minutos iban a estar sudando en el bosque o bañándose en la playa. En fin…
Ya en el comedor me encontré con un desayuno perfecto: un bollo de pan con jamón york y queso; macedonia de mango y sandía; un enorme trozo de bizcocho (Bolo); zumo de mango; y dos tazas de café con leche. A continuación preparé mi mochila pequeña; y salí con ganas de continuar explorando los senderos de Ilha Grande.
La primera ruta que elegí fue la Trilha Abraao – Praia do Pouso (T10), con 6km de longitud (solo ida). Caminé por la Praia do Abraao hacia el este, y en la Praia da Júlia encontré el inicio del sendero, muy bien indicado. El día amaneció con cielo despejado y un sol impecable. Estos fueron los lugares más destacados de la trilha:
1. Praia das Palmas: para llegar a esta playa tuve que sortear una colina cubierta de selva con constantes desniveles. Me encontré a mucha gente, incluido un enorme grupo de turistas brasileños que caminaban a paso de tortuga vestidos con camisetas y gorras de color naranja chillón. Además las posibilidades de ver fauna eran nulas, y ni siquiera podía hacer fotos del paisaje porque había demasiada oscuridad. Así que avancé a un ritmo endiablado, adelantando a todo el mundo, a pesar del calor agobiante.
La playa es muy bonita, con la Mata Atlántica llegando prácticamente hasta el mar y un puñado de chiringuitos y sencillas pousadas. Yo aproveché para comprar una botella de agua helada (10R) y continué caminando por la arena, donde no había casi nadie.
2. Praia do Mangue: después me tocó atravesar otro tramo de selva, pero mucho más abierto, con buenas vistas de los alrededores. Y alcancé esta playa, parecida a la anterior, con enormes pedruscos muy fotogénicos y un par de embarcaciones pesqueras.
3. Praia do Pouso: situada a apenas 60m de la Praia do Mangue, tiene un muelle donde paran las lanchas procedentes de Vila do Abraao; y un restaurante ubicado en una plataforma de madera sobre el agua. La verdad es que no me entretuve mucho y seguí hasta el inicio de la siguiente ruta.
UNA PLAYA DE POSTAL
Poco después ya estaba recorriendo la Trilha Praia do Pouso – Praia de Lopes Mendes (T11), con 2km (ida y vuelta). El sendero se adentró de nuevo en la selva, donde me encontré con un grupo de monos Titíes o Tamarinos que desaparecieron en cuestión de segundos. Y alcancé sin problema la Praia de Lopes Mendes, la segunda más grande de la isla, con 2,8km de longitud; y para muchos una de las más bellas de todo Brasil. El lugar es precioso, con una amplia franja de fina arena blanca (parecía harina) rodeada de selva y grandes piedras; aguas color turquesa; y frondosas colinas de fondo. En un lateral había un grupo de surfistas aprovechando las olas, Mientras, en la orilla paseaba algún que otro lugareño (muchos menos de los que me esperaba); y unos chavales jugaban al fútbol.
Yo primero me dediqué a hacer unas fotos y después decidí bañarme, a pesar de que el agua estaba bastante fría y no había duchas para quitarme el salitre del cuerpo. En la playa ondeaba una bandera roja; un cartel avisaba del peligro de fuertes corrientes; y hasta había un socorrista vigilando la zona. Pero no le di más importancia, así que me metí en el agua y me puse a nadar para entrar en calor. No me imaginaba que estaba a punto de vivir una situación realmente desagradable…
Al cabo de un rato me di cuenta que me había alejado demasiado de la orilla y nadé hacia ella, pero para mi sorpresa no logré avanzar nada. Mis siguientes intentos tuvieron el mismo resultado: por más que nadaba seguía en el mismo punto. La corriente marina me estaba arrastrando… Reconozco que me empecé a poner nervioso. Además no tocaba el fondo con los pies y el cansancio comenzaba a hacer mella. Al final respiré a fondo y me preparé para un último intento, antes de pedir ayuda. Nadé con todas mis fuerzas y por suerte conseguí llegar a la zona menos profunda. En ese momento el socorrista me hizo un gesto con la mano para saber si necesitaba algo, porque me había visto con problemas. Pero desde allí ya pude salir caminando. ¡Qué mal lo pasé!
A continuación me senté un rato a descansar a la sombra de unas palmeras. Me compré en un chiringuito un sándwich de frango y una lata de cerveza Skol helada que me supo a gloria (25R). Y cuando el grupo vestido de naranja comenzó a invadir la playa volví a la Praia do Pouso siguiendo el mismo sendero.
REGRESO AL PUEBLO
Como no eran ni las 14h había planeado realizar la Trilha Praia do Pouso – Farol dos Castelhanos (T12), con 12km (ida y vuelta), que lleva hasta un faro situado en el extremo oriental de Ilha Grande. Pero al preguntar a unos lugareños dónde comenzaba me dijeron que el sendero estaba impracticable, con tramos que desaparecían en la selva. Y más tarde me enteré que para esta ruta es necesario un permiso especial y contratar los servicios de un guía. Así que lo dejé correr.
No me apetecía mucho volver a pie a Vila do Abraao siguiendo la Trilha T10. Con lo cual compré un billete de lancha (20R); y me senté a esperar en el restaurante flotante, donde cayó otra cerveza Skol (16R), rodeado de una gran atmósfera, con buena música; niños jugando en el agua; y algunas brasileñas impresionantes.
La lancha partió a las 15h y el conductor me ubicó en la parte delantera. Mal sitio porque hacía viento y el mar estaba revuelto, y en un par de ocasiones las olas me mojaron la mochila (con mi cámara de fotos dentro). Por suerte el trayecto duró poco más de 15 minutos, y pude contemplar unas vistas impresionantes de las costas vírgenes de Ilha Grande. Ya en Vila do Abraao caminé hasta el hostel, porque el cielo se cubrió de nubes grises y se escuchaban truenos en la distancia. Y tras una ducha más que necesaria me senté a descansar en la terraza (al final no llovió).
CENA: POUSADA ARMAÇAO DOS ANJOS
Más tarde salí con ganas de llenar el estómago, pero al igual que el día anterior no encontré ningún restaurante que me llamara la atención. En la zona de la playa vi un bar con mesitas ubicadas en la arena y me senté a tomar una Caipirinha (16,5R). La camarera era una chica argentina muy simpática. Y se estaba genial allí descalzo viendo a la gente pasar, con el sonido de las olas y las últimas luces del día. De buena gana me hubiera quedado a cenar, pero los precios eran carísimos.
Al final seguí los consejos de un empleado del hostel y fui a la Pousada Armaçao dos Anjos, a unas calles de la playa, que tiene restaurante propio. Allí ocupé una mesa del comedor y pedí un Prato Feito (plato combinado), con carne de vaca, arroz, frijoles, patatas fritas y farofa; y una cerveza Skol. Todo muy rico, atendido por un camarero realmente amable y rodeado de lugareños. Justo lo que necesitaba. Precio: 35R.
Tras la cena volví al hostel. Casi todo el mundo se había marchado y solo tuve que compartir el dormitorio con otro chaval brasileño, así que no tardé en estirarme a dormir.
DESPEDIDA DE ILHA GRANDE
La jornada comenzó cerca de las 8h después de una noche más que mejorable. El brasileño se levantó de madrugada para utilizar el lavabo y actuó como si estuviera solo, dando golpes y portazos, dejándome un buen rato en vela. Pero bueno, por la mañana estuvimos charlando un rato mientras desayunábamos en el comedor del hostel y no me pareció mal chaval. Por cierto, el menú de nuevo perfecto.
Mi idea inicial era aprovechar la mañana en Ilha Grande y realizar la Trilha Abraao – Pico do Papagaio (T13), con 18km (ida y vuelta) y final en esta cima de 982m de altura, llamada así por su curiosa forma, visible desde la playa. Pero el día anterior el encargado de la Oficina de Información Turística me desaconsejó la ruta, porque el sendero era muy confuso (necesitaría los servicios de un guía); y se preveía un tiempo lluvioso. Tanto insistió que al final le hice caso. Aunque más tarde me arrepentiría: lucía un sol radiante; y Andlib (la chica francesa con la que visité la Chapada Diamantina) me explicó que había recorrido la trilha sin problema con su hermana, y me enseñó fotos con panorámicas espectaculares de la isla. ¡Qué rabia me dio! En fin…
Como no se me ocurría otro plan preparé las mochilas; desalojé el dormitorio; y caminé hasta la playa.
VIAJE: VILA DO ABRAAO – ANGRA DOS REIS
Para abandonar Ilha Grande decidí utilizar el Ferry que sale cada día a las 10h rumbo a Angra dos Reis. La compañía se llama CCR Barcas y el viaje cuesta solo 15R. En el muelle me uní a una cola enorme; compré el billete; ocupé un asiento de la cubierta superior, al aire libre, con muy buenas vistas; y nos pusimos en marcha puntuales. El trayecto fue muy agradable, pasando junto a pequeñas islas cubiertas de selva. Aunque duró hora y media, y al final ya tenía ganas de llegar a Angra.
CONCLUSION
Ilha Grande es uno de los mejores destinos de playa de Brasil, y eso ya es decir mucho en un país con tantos tramos de costa espectaculares. Yo solo estuve un par de días completos por falta de tiempo, pero me hubiera quedado tranquilamente una semana explorando la isla desde Vila do Abraao, combinando trayectos en barca con caminatas por la selva y algún que otro momento de relax en la playa. Al menos pude conocer los alrededores de Vila do Abraao y la famosa Praia de Lopes Mendes (donde por experiencia propia te recomiendo que tengas cuidado con las corrientes marinas).
Pero me faltaron por visitar un montón de rincones de la isla, como el Pico do Papagaio; el Farol dos Castelhanos; la trilha que desde el Acueducto lleva hasta la Cachoeira da Feiticeira y la Praia Saco do Céu; o la que une Dois Rios con la Praia da Parnaioca… Ilha Grande es un lugar al que regresaría sin dudarlo.
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