Visita a la antigua capital de los Nizams, con una serie de interesantes monumentos envueltos en un tráfico infernal
Hyderabad es la capital del estado de Telangana. El más joven de la India, ya que fue creado en el año 2014, a partir de una escisión del estado de Andhra Pradesh. Se trata de una enorme ciudad con más de 6 millones de habitantes, situada a orillas del río Musi, en plena meseta del Decán. A pesar de su esplendoroso pasado, en los últimos años Hyderabad se ha transformado en un importante centro industrial, especializado en los sectores informático (hay una zona conocida como Cyberabad) y farmacéutico. Y ha crecido sin control engullendo las poblaciones de los alrededores.
VIAJE AURANGABAD – HYDERABAD
Tras mi visita a las Cuevas de Ajanta, ya de noche, recuperé la mochila grande en la recepción de mi hotel en Aurangabad, y caminé hasta la estación de tren. El día anterior había comprado el billete, así que solo tuve que ir a la zona del andén que correspondía a mi vagón, y sentarme a esperar un rato. Y a las 23h, con 15 minutos de retraso, apareció mi tren nocturno (el segundo del viaje).
Suerte que, tras la experiencia del primer día, me desenvolví como un veterano. Fui directo a mi litera (esta vez superior, con menos riesgo de robo y más espacio para estirar las piernas); distribuí mis mochilas de forma estratégica para estar más cómodo; ayudé a algunos lugareños a encontrar su asiento; esperé a que pasara el revisor para enseñarle el billete; y a dormir. Se notaba que estaba cansado, porque caí rendido. Tan solo me desperté en un par de ocasiones, pero tras comprobar que todo estaba en regla, volvía a quedarme frito. Menos mal.
Y así, durmiendo tranquilamente, abandoné el estado de Maharashtra, rumbo hacia el sur, para adentrarme en el de Telangana. Al día siguiente me desperté a las 8h, tras una noche sorprendentemente apacible. Estaba genial estirado en mi litera, y allí me quedé una hora más, relajado, mientras el tren continuaba avanzando hacia mi destino. Hasta que, nada más poner los pies en el suelo, miré por la ventana, y me di cuenta que estábamos a punto de llegar a Secunderabad, punto final de mi trayecto. Así que me puse las zapatillas, cogí mis mochilas, y salí al exterior con ganas de afrontar nuevos retos.
Secunderabad es relativamente moderna. Fue fundada por los británicos en 1806 como acuartelamiento para sus tropas, y no tiene nada de interés. Así que rápidamente cogí un auto rickshaw hasta el centro de Hyderabad. Y me dejó en una rotonda enorme llamada Abids Circle, en el barrio de Abids, donde se concentran buena parte de los alojamientos económicos.
ALOJAMIENTO: TAJ MAHAL HOTEL – 1.420R/Noche
*Puntos a favor: edificio histórico con un exterior espectacular; habitación espaciosa; cama doble con un colchón comodísimo; limpieza extrema; lavabo privado con ducha impecable; aire acondicionado; periódico en inglés cada mañana.
*Puntos en contra: habitación ubicada en un ala recóndita del edificio, detrás de la cocina del restaurante, con un ruido constante de maquinaria, platos y cubiertos chocando, gritos… desde primera hora de la mañana; precio (ni siquiera incluía el desayuno).
Encontrar alojamiento en Hyderabad no fue ni mucho menos una tarea sencilla. Primero me tuve que ubicar en el mapa. Y después, los tres primeros hoteles a los que fui estaban completos. Así que acabé pegándome una caminata tremenda, cargado con mis mochilas, bajo un sol abrasador, rodeado de tráfico y ruido. Justo lo que necesitaba tras una noche viajando y sin desayunar. Al final, viéndome sin opciones, elegí este hotel de nivel superior. Y me fue de un pelo, porque apenas quedaban habitaciones disponibles.
En cuanto al precio, fue todo un misterio. El recepcionista del primer día me cobró 1.500R por esa noche (por adelantado). La verdad es que me pareció algo caro, teniendo en cuenta la habitación. Pero no estaba en condiciones de negociar. Y cuando abandoné el hotel, por la segunda noche me cobraron solo 1.340R. Por si acaso no dije nada, porque no sabía cuál de los dos precios era el incorrecto. Pero me quedé bastante mosqueado…
Una vez instalado, me pegué una ducha más que necesaria, y salí a la calle a explorar la ciudad.
PRIMEROS PASOS EN HYDERABAD
La época de esplendor de Hyderabad comenzó en 1724, cuando Asaf Jah aprovechó el declive del Imperio Mogol para declarar la independencia del estado de Hyderabad, y se proclamó Nizam. Iniciando una dinastía de gobernantes que durante más de 200 años (hasta la independencia del país), dirigieron los destinos del estado más grande y rico de la India.
Con los Nizams, la ciudad se convirtió en el epicentro de la religión islámica (aun hoy día gran parte de su población es musulmana). La riqueza de Hyderabad procedía de las cercanas minas de diamantes, gracias a las cuales los Nizams amasaron un legendario tesoro de esmeraldas (el famoso diamante Kohinoor, perteneciente a las joyas de la Corona Británica, procede de aquí).
Mi primera acción fue coger un auto rickshaw y dirigirme al casco antiguo de la ciudad. El trayecto me permitió comprobar que de la antaño conocida como Ciudad de las Perlas hoy queda más bien poco. Si pensaba que Mumbai o Aurangabad tenían un tráfico horrible, lo de Hyderabad no tiene nombre. Mi vehículo era una gota de agua en un mar de vehículos de todo tipo, rodeado de humo, pitidos, ruido de motores, frenazos… Un agobio… Y no era algo que ocurriera solo en la avenida principal. Este fue el panorama que me encontré desde que subí hasta que bajé del auto rickshaw. No había ni un solo lugar tranquilo.
Una vez en el casco histórico, me encontré con otra sorpresa desagradable. Mi guía de viajes lo pintaba como un lugar encantador, salpicado de edificios antiguos, tumbas y palacios. Así que yo me imaginaba una zona amurallada, con callejuelas estrechas y adoquinadas, comercios pintorescos junto al río… Y lo que me encontré fue descorazonador. El río era un secarral pestilente al que no te podías acercar. Y las calles estaban inundadas de vehículos que creaban una atmósfera insoportable. Con aceras impracticables que obligaban a jugarse el tipo a cada momento. Y tiendas modernas de ropa y joyerías… Vaya tela…
Ante esta situación, busqué una cafetería, y me senté en una mesa, muy agobiado. Y probé mi primer Lassi: un delicioso batido típico de la India hecho con yogur y frutos secos, que en este caso llevaba de regalo una bola de helado de vainilla. Riquísimo. Después pedí una botella de agua, y me quedé leyendo mi guía. Aunque no estuve mucho tiempo. En la India te despachan rápido, y a la que el camarero ve que no estás consumiendo, te limpia la mesa, trae la cuenta, y no para de mirarte (no sé si lo hacen por si quieres pedir algo más, o para echarte y que otro cliente ocupe tu mesa). Así que me puse en marcha de nuevo, con un objetivo claro: alejarme del centro de la ciudad.
VISITANDO LUGARES TRANQUILOS
Primero fui al Chowmahalla Palace: el palacio y residencia oficial de los Nizams durante la época en que gobernaron el estado de Hyderabad. Para llegar caminé durante algo más de 1km. Pagué la entrada. Y de repente me encontré inmerso en un oasis de paz y tranquilidad. Tenía el lugar casi para mí solo, sin apenas visitantes. Me hizo gracia la gran cantidad de empleados que había en el palacio: vigilantes, jardineros… Estaban por todas partes.
El lugar era precioso: un edificio gigantesco; salas enormes con muebles antiguos y todo tipo de decoración ostentosa; bellos jardines con plantas y flores que olían de maravilla; una colección de coches de época; fotos antiguas de la familia… Y es que el último de los Nizams, Osman Ali Khan, fue considerado el hombre más rico del mundo, e incluso fue portada de la revista Time en 1937. Casi nada… A destacar el majestuoso Durbar Hall, una sala de proporciones increíbles donde tenían lugar las ceremonias más importantes, bajo 19 enormes lámparas de cristal belga.
Tras la visita, cogí un auto rickshaw, que me llevó a la otra punta de la ciudad, mientras me bebía un Shade (zumo de mango). De camino, el caos habitual de coches, ruido, humo… Vuelta a la realidad…
Hasta que llegué a mi segundo destino del día: el Lumbini Park. Otro oasis de verdor y silencio, ubicado a orillas del lago Hussain Sagar. Aquí, tras pagar la entrada, me encontré con familias de lugareños paseando, y parejas de jóvenes que daban al lugar un toque colorido y alegre. Eso sí, las medidas de seguridad para acceder al parque me hicieron pensar que estaba entrando en el Parlamento… Una exageración… Registro de mochila, cacheo… Incluso un vigilante me hizo sacar una foto con la cámara y enseñársela, para demostrar que era una cámara de verdad… No creo que el Lumbini Park sea un objetivo prioritario para un grupo terrorista, pero bueno…
En fin, caminé hasta la orilla del lago, donde había un embarcadero. Y pagué el billete para subir a un ferry que me llevó junto a un nutrido grupo de lugareños hasta una pequeña isla artificial en medio del lago. Donde se erige una de las esculturas de Buda más grandes que existen en el mundo, con 18 metros de altura y un peso de 350 toneladas. En total, el viaje duró media hora escasa, sumando ida, vuelta y un breve desembarco en la isla artificial para ver la estatua de cerca.
La anécdota de esta estatua es que en 1990, después de 5 años de trabajo (y 3 millones de Usd gastados), el barco que la transportaba a su ubicación actual se hundió en el lago, acabando con la vida de 10 personas. Y la estatua permaneció 2 años bajo las aguas hasta que pudo ser rescatada. La verdad es que no tenía mucho interés artístico, pero me sirvió como excusa para un agradable paseo en ferry, sacar alguna foto durante la puesta de sol, y acabar el día de forma relajada.
CAMINATA DE REGRESO AL HOTEL
Tras abandonar el parque me puse un reto: volver andando a mi hotel. Así intentaría familiarizarme con el mapa de la ciudad (me perdía constantemente); haría ejercicio (según mis cálculos un par de kilómetros); y exploraría la zona. Al final fueron 3km, pues para variar me equivoqué en la última parte del recorrido. Pero la tónica general fue el tráfico infernal, y cómo esquivarlo para cruzar las calles. Los semáforos brillaban por su ausencia, así que tenía que lanzarme a la calzada en plan suicida, contando que al final (muy al final) los vehículos frenaban cuando estaban a punto de atropellarme. Me ocurrió en infinidad de ocasiones, aunque llegando al hotel ya dominaba la técnica. Fue divertido. Un lugareño se partía de risa conmigo mientras cruzábamos al trote una calle. No había visto algo así en mi vida.
En las inmediaciones de mi hotel, aproveché que pasaba por Abids Circle para entrar en el Karachi’s, un local de fast food muy correcto, con familias locales en su interior (buen indicador). Allí disfruté de una pizza (pequeñita, pero compacta), acompañada de una Coke. Y para rematar, un Batido de Plátano. Estaba delicioso. Con estas buenas sensaciones acabó mi primera jornada en Hyderabad. Y eso que al principio pintaba fatal…
EXCURSIÓN AL GOLCONDA FORT
Al día siguiente, me puse en pie a las 8h, tras una noche de sueño reparador. Y caminé hasta el Karachi’s, con la esperanza de poder disfrutar de un desayuno en condiciones. Pero estaba cerrado. Así que me tuve que conformar con una tienda cercana donde me compré un litro de zumo de naranja Minute Maid y unos pastelillos (no estaban malos, pero muy dulces y con frutos secos). No me corté un pelo, y me senté en la entrada a comer, mientras leía mi guía y hacía tiempo hasta que abriera el lugar que quería visitar.
Después, me puse a buscar auto rickshaw para llegar a mi primer destino del día. Y no fue fácil. O me pasaba regateando, o al conductor de turno no le interesaba llevarme tan lejos (11km). Pero tras algunos intentos, al final un chaval aceptó el encargo.
Mi primera visita fue el Golconda Fort, una ciudadela fortificada construida sobre una colina de granito de 120m de altura. Las edificaciones que se pueden ver en la actualidad son obra de la dinastía Qutb Shahi, que ubicó aquí la primera capital del Sultanato de Golconda entre 1519 y 1591, año en que se trasladaron a la recién construida Hyderabad. Esta dinastía gobernó la zona durante casi dos siglos, hasta que en 1687 fueron derrotados en el fuerte por las tropas del emperador mogol Aurangzeb, tras un largo sitio de 8 meses.
Nada más pagar la entrada, pude contemplar una fantástica panorámica del conjunto, con sus murallas, minaretes y palacios. Estaba mucho mejor conservado que Daulatabad. Eso sí, me rompió el corazón la imagen de un perrito lleno de sarna, estirado a la sombra con cara triste. Que cada vez que veía pasar a alguien a su lado movía la cola con la esperanza de recibir comida, o algo de cariño. Estuve valorando la posibilidad de darle un pastelillo, pero al final tuve que continuar mi camino, pues no sabía si los lugareños se lo podían tomar como una ofensa. Ser viajero y animalista es realmente complicado…
La visita al recinto estuvo bien. El ascenso hasta el punto más alto del fuerte costó lo suyo. Pero por suerte el lugar estaba lleno de puestos de refrescos, lo cual me permitió hidratarme correctamente. Al final cayó un Shade, un litro de agua, un Sprite y dos polos de naranja. Y es que el calor era insoportable. En cuanto a visitantes, todo muy tranquilo. Un par de turistas occidentales, y el resto lugareños que no agobiaban lo más mínimo. Del fuerte destacaría varias cosas:
1. Las murallas, muy fotogénicas y rematadas por almenas. Y la puerta Bala Hisar, con relieves de leones y pavos reales.
2. Rani Mahal, un palacio cuyo interior pude recorrer, admirando su decoración árabe con motivos florales.
3. La elegante Mezquita de Ibrahim (uno de los sultanes), en muy buen estado, y con dos enormes minaretes bellamente decorados.
4. Durbar Hall o sala del trono, otro palacio que coronaba la colina, desde el que pude disfrutar de unas vistas geniales de las ruinas y los alrededores (incluido un curioso templo hinduista ubicado en una cueva, con espectaculares pinturas exteriores de vivos colores). Mientras tomaba un Sprite en la cima, entablé conversación con un grupo de periodistas que estaban grabando imágenes en el recinto para el telediario. Muy amables y simpáticos.
5. Una de las cosas que más me impresionó fueron las enormes colonias de murciélagos, que se ocultaban en cualquier rincón oscuro de las ruinas. El ruido que formaban era importante, desprendían un olor fortísimo, y de vez en cuando me pasaba uno cerca volando, y eran de tamaño considerable. Yo a veces intentaba acercarme al máximo para verlos bien, pero al final me venía abajo y retrocedía. Una gran sorpresa…
Tras acabar la visita del fuerte, me senté un rato a descansar. Y decidí ponerme a prueba por enésima vez: iría caminando hasta el segundo punto de interés del día, situado 1,5km al norte del fuerte. En principio, un sencillo y agradable paseo. Pero costó lo suyo… Y es que la señalización era nula, y el camino se ramificaba cada pocos metros. Al final lo logré, aunque tras caminar bastante más de lo previsto. Eso sí, lo bueno de perderme es que estuve deambulando por las calles del pueblecito de Golconda, con sus casas de colores, lugareños dedicados a sus quehaceres cotidianos, niños saludando (bueno, algunos en plan “money”)… Estuvo bien.
RELAX ENTRE LAS TUMBAS DE LOS SULTANES
La segunda visita del día fueron las Tumbas Qutb Shahi, donde están enterrados 7 de los 9 sultanes de la dinastía. Pagué la entrada, y pasé el resto de la tarde paseando por este precioso parque con estanques y jardines. Y admirando los enormes y fotogénicos mausoleos, rematados con cúpulas en forma de bulbo, rodeados de minaretes, y decorados con motivos geométricos. Las fachadas todavía tenían restos de los coloridos azulejos que hace siglos las cubrían por completo. A destacar la tumba de Muhammad Quli Qutb Shahi, fundador de Hyderabad, de enormes proporciones. En total habría unos 15 mausoleos, ya que junto a los sultanes estaban enterradas sus mujeres y otras personalidades. Además, había mezquitas y construcciones de todo tipo. Vamos, que pasé una tarde muy entretenida.
Tras recorrer toda la zona y sacar muchas fotos, acabé sentándome a descansar en los restos de un edificio antiguo. A mi alrededor, graciosas ardillas correteando, cuervos, parejas de jóvenes lugareños en busca de intimidad (ellas con conservadores chadores negros), familias de picnic… Y frente a mí una magnífica imagen, con 5 tumbas majestuosas. El ambiente era genial. Un remanso de paz frente al caos de la ciudad.
Eso sí, a pesar de que el parque estaba lleno de papeleras y carteles invitando a la limpieza y el civismo, había basura por todas partes. Y es que en los pocos días que llevaba en el país, ya había podido apreciar que los indios no son la gente más limpia del mundo (por lo menos los de Andhra Pradesh). Es curiosa la manía que tenía todo el mundo de escupir cada poco tiempo. Independientemente del lugar donde estuvieran. Incluso en el Golconda Fort había unos recipientes metálicos de color verde habilitados para que la gente escupiera dentro. Además, en cualquier lugar y a cualquier hora del día, me encontraba gente orinando al aire libre sin complejos. Y las veces que intenté utilizar las aceras para evitar el tráfico, el pestazo a orín era terrible. Muy desagradable…
Mientras paseaba por el parque acabé charlando con un joven lugareño que hablaba un inglés más que aceptable (y escupía de forma regular). Me explicó que había trabajado en Dubai para Royal Bank of Scotland, en un call center. Habló sobre la corrupción que impera en el país, las próximas elecciones… Y confirmó mis sospechas de que el tráfico de Hyderabad es el peor de toda la India. Al final acabamos intercambiando emails, y nos despedimos amigablemente.
Bueno, cuando ya comenzaba a ponerse el sol, me dirigí a la salida del parque. Y cogí un auto rickshaw, que me llevó hasta el hotel. Tras un trayecto de media hora atravesando un tráfico infernal que me recordó que seguía en Hyderabad (algo que las relajadas visitas de la jornada me habían hecho olvidar). Para cenar, acudí de nuevo al Karachi’s (soy persona de costumbres). Estaba hambriento, así que cayó un rollito de primavera, una pizza, 2 Cokes y un Batido de Plátano. Todo delicioso, atendido de forma eficiente. Un lugar genial para acabar la jornada.
SUBIDA AL CHARMINAR
Al día siguiente, decidí darme un pequeño capricho. Y pedí que me subieran a la habitación algo para desayunar (no incluido en el precio). Para combatir el calor reinante, solo quería líquidos: un zumo de piña y un Batido de Fresa (no había de plátano). Después, preparé las mochilas, desalojé la habitación, y cogí un auto rickshaw para ir al centro de Hyderabad.
El primer lugar de interés que quería visitar era el Charminar (que significa literalmente «Cuatro Torres»), el monumento más emblemático de Hyderabad. Se trata de una enorme torre con 4 minaretes de 56 metros de altura, construida por Muhammad Quli Qutb Shahi, con motivo de la inauguración de la ciudad. Pagando una entrada (solo para extranjeros) me permitieron subir hasta el primer piso.
No es que hubiera mucho que ver en el interior del edificio. Pero sus balcones se convirtieron en una atalaya perfecta para observar desde la distancia el ajetreo de la ciudad. Y saqué un montón de fotos de la gente, los edificios de los alrededores (la mezquita, el Unani Hospital), el endiablado tráfico (con auto rickshaws negros y amarillos por todas partes), puestos callejeros de sandías y caña de azúcar… Me tiré allí un buen rato, sin prisas. Y contacté con algún turista local, intercambiando unas palabras. En el segundo piso se ubica la mezquita más antigua de la ciudad, pero no está abierta al público.
Tras la visita, me bebí un zumo de piña natural en un bar, y me dirigí a la cercana Mecca Masjid, la principal mezquita de la ciudad, y una de las más grandes del mundo, con capacidad para 10mil feligreses. Se llama así porque su estructura contiene algunos ladrillos elaborados con tierra de la Meca. Y en ella se encuentran las tumbas de algunos Nizams. Mi intención era visitar el interior. Pero estos indios estaban obsesionados con la idea de sufrir un nuevo atentado terrorista. Y solo dejaban entrar a pelo, sin mochila, móvil, etc… Ya fueras lugareño o turista. Y como me era imposible dejar a buen recaudo mis pertenencias (no había taquillas disponibles), pues me quedé sin visita.
Como era viernes (día sagrado para el islam), la mezquita estaba atiborrada de gente, y la policía había montado alrededor del Charminar un dispositivo de máxima seguridad, incluido un equipo de antidisturbios con escudos y máscaras de hockey. Así que al final tampoco me dolió mucho no poder entrar, por si acaso…
PASEO POR EL BAZAR DE HYDERABAD
En fin, abortada la visita a la mequita, el único lugar destacable que me faltaba por visitar de la ciudad era el Laad Bazar. Según mi guía de viajes, era una zona comercial llena de tiendas tradicionales. Pero una vez más tengo que discrepar. Es verdad que, al ser viernes, muchas de las tiendas estaban cerradas. Pero las que estaban activas no es que fueran espectaculares. Y como no tenía la más mínima intención de comprar, pues la cosa perdía bastante.
Lo que más me gustó, las forjas donde los artesanos fabricaban ollas metálicas a golpe de martillo, con un fuego a tierra (como en la Edad Media); el mercado de frutas y verduras; y el mercado de animales. En mi caso, esto último un poco masoquista, pero aluciné al ver a la venta exóticos pájaros de color verde intenso (loros, periquitos…); pollitos pintados de colores; e incluso cuervos (según me explicó el vendedor, eran para algún tipo de ritual en el que al final se dejaba al cuervo en libertad). Eso sí, lo que ya no pude soportar fue la visión de cachorros de perro a la venta, ubicados en jaulas minúsculas, y con pinta de pasar hambre… Así que volé de allí.
Como el Bazar no daba mucho más de sí, y no quise sacar fotos para evitarme problemas con los lugareños, decidí ampliar mi radio de acción, y pasear por las calles anexas. Y he de reconocer que aquí Hyderabad me ofreció su cara más amable. El tráfico era mucho menos agobiante, y disfruté con los pequeños detalles: grupos de niños uniformados que salían del colegio; portales con imágenes y figuras de Ganesha (el dios con cabeza de elefante, muy popular en la zona); templos pintorescos; comercios variados; edificios curiosos…
Al final tenía los pies que echaban humo, y el estómago vacío, así que entré en una cafetería junto al Charminar, y pedí un Lassi. Pero como el nivel de inglés de los lugareños era muy precario, me hice un lío, y acabé con otra bebida diferente. Aceptable, pero mucho peor. En fin, con esta pequeña decepción acabó mi recorrido por la ciudad de Hyderabad.
CONCLUSIÓN
Con lo poco que me gustan las ciudades, resulta sorprendente, ya no solo que decidiera visitar Hyderabad, sino que me acabara quedando casi 3 días. Por un lado mis guías de viaje dedicaban a esta ciudad un buen número de páginas, y me sentí obligado a visitar todos los lugares de interés recomendados. Pero también sucedió que me daba mucha pereza volver a ponerme en ruta, y de forma inconsciente fui alargando la estancia.
En mi opinión, un día completo es suficiente para conocer lo más destacado de Hyderabad: Golconda por la mañana; Charminar y Bazar a mediodía; y Tumbas de los Sultanes por la tarde. Limitando al máximo caminar por sus caóticas avenidas, a no se que necesites descargar adrenalina…
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Comentarios
4 ComentariosLAMA
Ago 10, 2023Muy util la información, estoy haciendo mi ruta para conocer India y tenia dudas sobre sí incluir o no este destino, creo que pasaré de largo.
Ganas De Mundo
Ago 11, 2023Muchas gracias, pues sí, a no ser que te sobre mucho tiempo yo pasaría de largo, Hyderabad no tiene nada que sea verdaderamente imprescindible
Marian
Feb 8, 2020Gracias por la información me viene muy bien salgo para Mombai el 20 febrero de ahora. .
Ganas De Mundo
Feb 9, 2020Genial, espero que te guste! Yo le debo otra visita a la India, espero que este viaje me lleve de nuevo por esas tierras. Un abrazo y disfruta mucho!