Bosques espesos, llanuras cubiertas de vegetación y magníficos miradores en un parque nacional situado en pleno corazón de Sri Lanka
Horton Plains National Park fue creado en 1988 y ofrece unos paisajes muy diferentes al resto de Sri Lanka. Cuenta con una superficie de 32km2, y protege un altiplano ubicado a más de 2.000m de altura donde hay extensas praderas y zonas de bosque nuboso. En el pasado el parque era conocido como Maya Eliya Thenna («gran llanura»), pero durante la ocupación británica se cambió el nombre, en honor a Sir Robert Wilmot Horton, gobernador de Ceilán entre 1831 y 1837. En el parque se encuentran las montañas Kirigalpotha y Thotupola (segunda y tercera más altas de la isla); y el famosísimo World’s End Trail.
Horton Plains recibe precipitaciones durante todo el año, pero hay menos probabilidades durante los meses de octubre a abril. Aunque yo visité el parque en septiembre y lució un sol radiante. Las dos poblaciones más cercanas para acceder al parque son Pattipola y Ohiya. Yo elegí la primera para pasar la noche, por ningún motivo en concreto.
VIAJE: ELLA – PATTIPOLA
Todas las guías de viaje recomiendan realizar algún recorrido en tren durante un circuito por Sri Lanka. Pero hay un tramo que destaca por encima del resto: el que une las poblaciones de Bandarawela y Nanu Oya, atravesando plantaciones de té, campos de cultivo, y la parte oriental del Horton Plains National Park. Así que decidí cubrir este trayecto en dos tramos, con una parada para visitar el parque nacional.
El día anterior me acerqué a la estación de tren de Ella, para reservar mi asiento y evitar problemas. Aunque el encargado me lo desaconsejó por completo: mi trayecto era corto, y el precio de comprar con antelación un billete en 2ª clase era de 400 R, independientemente de la distancia. Mientras que si adquiría un billete el mismo día, sin asiento garantizado, solo me costaría 70 R. Así que le hice caso. Pero más tarde me arrepentí: iba a viajar en sábado, con lo que se preveía un buen número de lugareños de excursión llenando los vagones; y el «gran ahorro» al cambio no llegaba a los 2 euros. En fin…
Al día siguiente me presenté en la estación con mis mochilas, y mis sospechas se confirmaron. El andén estaba lleno de gente, tanto turistas como lugareños. Y por si fuera poco, cuando apareció el tren ya venía abarrotado (a pesar de que solo había 4 estaciones de escasa importancia antes de Ella). Menos mal que estuve hábil: entré en un vagón de 2ª clase; me olvidé de ocupar un asiento; y fui directo a una de las puertas de acceso, ubicada en el lado derecho (según mis investigaciones, era el más panorámico para este tramo). Así, desde la puerta pude sacar todas las fotos que quise. Mientras, a mi alrededor, no cabía un alfiler. ¡Jugada maestra!
Al principio del trayecto el paisaje fue muy normalito. Pero a partir de Bandarawela la cosa cambió, y pude disfrutar de unas vistas geniales: profundos valles; ondulantes plantaciones de té siguiendo las laderas de las montañas; campesinos trabajando; pequeñas poblaciones; templos… El tiempo era perfecto, con sol y cielo despejado. Y la sensación de libertad fue total. Iba casi colgando de la puerta, con el viento en la cara, y ramas y plantas pasándome a escasos centímetros. Además, en mi vagón viajaba un grupo de chavales que cantaban y tocaban los bongos, creando una atmósfera muy auténtica. A mi lado un simpático abuelete me iba explicando todo lo que veíamos, en un inglés más que correcto (era guía turístico).
Atravesamos infinidad de túneles, y mientras el tren estaba en el interior los chavales gritaban (igual que en mi viaje a Kandy). En Haputale se bajó bastante gente. De haber tenido tiempo yo también lo hubiera hecho, porque en la zona hay varios lugares de interés, como el mirador llamado Lipton’s Seat; o las Bambarakanda Falls (las cascadas más altas de Sri Lanka, con 263m de altura). Pero tuve que continuar. A partir de Haputale los valles se convirtieron en un espeso bosque dominado por la niebla. Y es que ya estábamos a más de 1.400m de altura, y eso se tenía que notar.
Al final, tras unas 2 horas de viaje, llegué a la estación de Pattipola, que tiene el honor de ser la más alta de la isla, con 1.897m. Y caminé hasta el centro del pueblo, siguiendo la vía de tren durante unos minutos.
ALOJAMIENTO: DAYANANTHAN INN REST – 3.500 R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; limpieza correcta; lavabo privado de buenas dimensiones; dueño realmente amable.
*Puntos en contra: precio, teniendo en cuenta que no incluía ningún tipo de servicio (desayuno, wifi… ¡ni siquiera toalla!).
Lo que me sucedió en Pattipola fue surrealista. Sabía que se trataba de una población minúscula con pocas opciones de alojamiento. Pero también que la mayoría de turistas que visitan Horton Plains optan por pasar la noche en Nuwara Eliya, más al norte. Así que no preveía problemas. Ya ya… El primer alojamiento llevaba cerrado bastante tiempo. El segundo estaba completo. Y las alarmas saltaron cuando me encontré el tercero (el Dayananthan Inn Rest) también completo. No entendía nada. Hasta que un lugareño me explicó qué pasaba: el lunes era festivo en Sri Lanka, así que la gente tenía un puente de 3 días, y se había lanzado a hacer turismo, reservando con semanas de antelación. ¿Y ahora qué?
Por suerte el dueño del Dayananthan me echó una mano. Primero me ofreció una habitación destartalada, situada junto a una especie de cocina llena de moscas. Y cuando ya estaba a punto de aceptarla, con cara de resignación (yo me imaginaba durmiendo en un alojamiento rural con encanto), me ofreció otra mucho mejor, cerca de la entrada, que me quedé sin dudarlo. Más tarde conocí a los huéspedes de la habitación anexa a la mía (tres amigos de la India) y me explicaron lo que ocurrió: habían reservado las 2 habitaciones y, como eran clientes habituales, el dueño les llamó para ver si se podían alojar en una, y darme la otra a mí. Así que un diez para el dueño, y otro para los indios. Menos mal…
UN PASEO POR PATTIPOLA
Mi idea inicial era visitar Horton Plains por la tarde, para recorrer una ruta secundaria. Pero tras charlar un rato con un conductor de tuk-tuk comprendí que me iba a gastar bastante dinero, con resultados más que inciertos (el día estaba nublado, y la ruta tampoco prometía grandes emociones). Así que decidí quedarme en Pattipola y explorar la zona.
Para empezar, di un paseo por el pueblo. Pattipola es un lugar agradable y tranquilo, rodeado de campos de cultivo y montañas cubiertas de bosques. Y como era el único turista occidental, pronto me convertí en el centro de atención de los lugareños, que me saludaban al pasar con sonrisas de oreja a oreja. Estuve curioseando un rato, sacando fotos de la gente. Y al pasar por un bar decidí llenar el estómago, pues las alternativas brillaban por su ausencia. Me senté en un lúgubre comedor interior, y pedí un par de Rottis (uno triangular relleno de verduras y otro redondo, con una salsa que no picaba); un Pani Pol (un rollo de crêpe relleno de miel y coco); y un té para acompañar. Todo por solo 180 R (¡1 euro!).
A continuación, me puse a caminar hacia el norte, siguiendo la carretera conocida como World’s End Road. No circulaban muchos vehículos, así que se estaba tranquilo. Al poco de abandonar Pattipola me vi rodeado de un bosque imponente: los arboles eran altísimos; el suelo estaba cubierto de helechos; y en el ambiente resonaba un curioso sonido metálico que emitían centenares de ranas. La atmósfera era inquietante, y estaba completamente solo. Pero aun así decidí internarme en el bosque en busca de fauna.
Pronto pude ver un lagarto Green Forest Lizard subido en un tronco. Pero cuando ya me empezaba a venir arriba, tuve que poner punto y final a mi aventura. El motivo: de repente noté un fuerte pinchazo en el empeine (como no tenía prevista una dura caminata iba en chanclas). Y al mirar me encontré con una horrible sanguijuela pegada a mi pie, ya bastante hinchada.
En estos casos los médicos recomiendan quitártelas con cuidado (utilizando sal, vinagre, o acercándoles un cigarro encendido). Pero yo no estaba para historias (ni tenía esos productos) y me la arranqué de un manotazo, con el riesgo de que alguna parte de la sanguijuela se quede clavada en la piel y se infecte más tarde. Por si fuera poco, había dos más trepando por mi pie. Así que me las quité de encima y regresé a la carretera a toda pastilla. Qué minutos de tensión pasé… Segunda vez que me veo las caras con estos seres tras mi visita a Ranomafana.
Continué avanzando por la World’s End Road, y tras 1.5km llegué a una peculiar atracción local: la Highland Milk Factory. Una fábrica de productos lácteos con una pequeña tienda donde paraban los autobuses turísticos de regreso a Nuwara Eliya y descargaban hordas de lugareños. Yo me compré dos pequeñas tarrinas de helado (fresa y vainilla) y un yogur de vainilla, y me senté a comer en una mesa de picnic. Precio: 105 R (con cucharillas de plástico y todo). La verdad es que los productos estaban deliciosos. Cuando acabé, hice alguna foto de la fábrica, y de nuevo levanté expectación. El guarda de seguridad quería una foto con él en la puerta; el personal de la oficina quería otra (pero sin que me viera la cámara de seguridad)… Muy gracioso.
Siguiendo la carretera hacia el norte estaba la población de Ambewela. Y en sus afueras la Ambewela Farm, otra popular parada para comprar queso, mermelada, leche de vaca… Pero se hacía tarde, y tuve que regresar a Pattipola. Llegué ya oscureciendo, y como no había mucho que hacer, me recluí en mi habitación a escribir y descansar. La cena fue original: un trozo de queso que compré en la Highland Milk Factory (420 R por 200 gramos); y un paquete de crackers de una tienda cercana (80 R).
Mientras cenaba llegó al hotel un numeroso grupo de lugareños, montando un escándalo tremendo. Pero tuve suerte: mi habitación estaba alejada del edificio principal donde se alojaban; y al caer la noche el ruido cesó por completo. Así que pude dormir como un tronco. Eso sí, tras el calor sufrido durante mi ruta por Sri Lanka, fue toda una novedad pasar la noche abrigado con chaqueta, pantalón, calcetines y una manta. Y es que hacía un frío de narices.
RUMBO A HORTON PLAINS
Al día siguiente me tuve que despertar a las 5h. Con el tiempo justo para picar unas galletas y vestirme, porque a las 5.30h ya estaba llamando a la puerta el conductor de tuk-tuk. Contactó conmigo nada más llegar a Pattipola, y mi primera reacción fue quitármelo de encima. Pero el chaval insistió, y tras charlar un rato con él vi que era realmente amable y simpático. Así que negociamos, y acordamos un precio de 2.000 R por el trayecto de ida y vuelta al Centro de Visitantes del parque, más 4 horas de espera. Podía haber apretado un poco más al chaval, pero el precio me pareció correcto.
En el exterior todavía era de noche, y el frío se notaba. Hasta la puerta de entrada a Horton Plains había una distancia de 6km. Por suerte el tuk-tuk era nuevo, porque tuvo que hacer frente a un fuerte desnivel, con curvas cerradas que pusieron a prueba el motor del vehículo. De camino, paramos en un mirador, y pude contemplar un amanecer espectacular. Con diferentes cadenas montañosas cubiertas de bruma, y el sol perfectamente definido en el horizonte, tiñendo el cielo de color naranja. Un gran momento.
De regreso en el tuk-tuk, continuamos hasta la puerta de entrada, donde se encontraba la taquilla. De vez en cuando nos adelantaban otros vehículos con turistas occidentales. Pero no me importaba, porque ya iba resignado a verme rodeado de multitudes. No solo era domingo (un día a evitar según todas las guías de viaje), sino que encima era la jornada central de un puente de 3 días. Aquello iba a ser una auténtica locura… Por eso me sorprendió no encontrar mucha gente haciendo cola en la taquilla. Y tras unos minutos de espera, me hice con mi billete de acceso (4.550 R).
Hasta el Centro de Visitantes había 5km más, que atravesaban una amplia pradera. Aquí nos detuvimos en varias ocasiones: una para contemplar en la distancia la silueta del Adam’s Peak, la montaña más alta de Sri Lanka, con 2.243m (hasta se veía el templo de color blanco en la cima). El resto de paradas fueron para fotografiar algunos ejemplares de ciervos Sambar, incluido un imponente macho de enorme cornamenta (primera vez que veía uno, aunque totalmente a contraluz).
EL WORLD’S END TRAIL
Una vez en el Centro de Visitantes, me despedí del conductor, y me dirigí hacia el inicio de la ruta más popular de Horton Plains: el World’s End Trail. Se trata de una caminata circular de 10km, que pasa por algunos de los rincones más bellos del parque. El sendero está muy bien señalizado y es imposible perderse, así que no es necesario contratar un guía. La ruta se suele realizar en el sentido de las agujas del reloj, para llegar lo antes posible a los miradores, y reducir la probabilidad de encontrarse las vistas tapadas por la niebla.
Antes de acceder al sendero, tuve que pasar por un puesto de control, donde enseñé mi billete y me registraron la mochila, ya que está prohibido entrar en el parque con objetos de polietileno (un plástico muy común utilizado para la fabricación de la mayoría de envases de bebidas y alimentos, bolsas, etc…). Motivo: en el pasado varios ciervos Sambar murieron por ingerir este material. Tampoco se puede fumar en el parque, y el tabaco o los encendedores son requisados. Yo no tuve problema porque por enésima vez iniciaba una ruta sin agua o alimentos. Algún día lo pagaré caro…
Esto fue lo más destacado de la ruta:
1. Bosque Nuboso: tras un breve tramo avanzando por la llanura, me interné en un bosque realmente atmosférico, con árboles de ramas retorcidas y troncos cubiertos de musgo. Vi una hembra de Sri Lankan Junglefowl que desapareció a la carrera entre los arbustos (de color marrón, mucho menos espectacular que los machos). Y de vez en cuando aparecía fugazmente algún pájaro volando. Eso sí, lo más sorprendente fue que buena parte del trayecto caminé en solitario, con la aparición ocasional de algún turista occidental. Así que deduje (acertadamente) que a los cingaleses no les gusta nada madrugar en sus días festivos. Todo un alivio…
2. Mini World’s End: el primer mirador del parque, con vistas al valle y las montañas cercanas desde una altura de 270 metros. Un aperitivo de lo que me esperaba más adelante, y con tiempo despejado. Tras unos minutos sacando fotos, continué por el bosque hasta el siguiente punto de interés.
3. World’s End: el mirador principal de Horton Plains, que ofrece una panorámica espectacular desde una altura de 870 metros (más del triple que su hermano pequeño). Aquí me tiré más tiempo contemplando el paisaje: las montañas cubiertas de bosque; el fondo del valle, con sus caminos y casas; el pantano Udawalawe al fondo (epicentro del parque nacional del mismo nombre). Tuve muchísima suerte, porque es bastante habitual encontrarse las vistas tapadas por la niebla. Además, en el mirador había gente, pero ni mucho menos la horda que me esperaba, así que estuvo muy bien (y me sirvieron para sacarme alguna foto).
Como el lugar lo merecía, me senté un rato a descansar en el borde del acantilado, disfrutando de las vistas. Por allí merodeaba un colorido Sri Lankan Junglefowl macho en espera de comida. Al cabo de unos minutos escuché el gruñido característico de los Purpled-faced Langurs, que procedía de una zona de bosque cercana. Y como había sendero, me lancé a su encuentro (era una especie de Langur que todavía no había visto). Resultado: el camino murió al cabo de unos metros; me pinché la mano al agarrarme a un arbusto espinoso; y lo único positivo fue ver un enorme escarabajo negro sobre una hoja. Pero de Langures ni rastro…
4. Belihul River: la ruta continuó en suave descenso por el valle de este río, salpicado de fotogénicos rododendros. Se estaba genial, caminando practicamente solo bajo un cielo azul y un sol reluciente (hasta iba en manga corta). Hacia el final del valle, el sendero se internó en el bosque, y se enfiló por una fuerte pendiente (la única de toda la ruta).
5. Baker’s Falls: unas cascadas de 20m de altura llamadas así en honor a Sir Samuel Baker, un explorador británico que solía cazar en la zona. En teoría un lugar húmedo ideal para ver diferentes especies de ranas y lagartos. Pero aquí sí que me encontré el gentío que esperaba ver en el resto del parque, así que de fauna ni rastro. Los gritos y risas eran casi más ensordecedores que el agua de la cascada. Y como el lugar tampoco era nada del otro mundo, me marché al momento.
6. Chimney Pool: para acabar, el sendero continuó por una llanura cubierta de vegetación, siguiendo el curso de otro riachuelo. Y pasando junto al Chimney Pool, un pequeño embalse. En esta zona saludé a decenas de lugareños, que caminaban en sentido contrario cargados con neveras y bolsas. Pero es que según me acercaba al punto de partida, aquello se convirtió en una auténtica muchedumbre. Centenares de personas desfilando hacia el interior del parque. Moraleja: en este parque es imprescindible madrugar.
En total tardé 4 horas en recorrer la ruta, pero porque me lo tomé con muchísima calma, parándome cada pocos metros a sacar alguna foto. Y eso que en teoría tenía que racionarlas, porque al poco de comenzar a caminar me di cuenta que llevaba las dos baterías de mi cámara bajo mínimos (la noche anterior se me olvidó cargarlas). Pero misteriosamente aguantaron toda la mañana.
En el Centro de Visitantes había una tienda donde vendían comida, y me compré dos Egg Rolls que me supieron a gloria, con un punto justo de picante. Precio: 100 R. A continuación me reuní con el conductor de tuk-tuk. Reconozco que al pasar por la puerta de entrada al parque me quedé de piedra. Había una fila interminable de vehículos, que los guardas iban dejando pasar a intervalos, entre humo y ruido de motor. Estaba claro que había muchísima más gente de la que Horton Plains podía soportar. Pero al igual que ocurre en Minneriya, el dinero es lo primero, y no se hace nada al respecto. Una pena…
REGRESO A PATTIPOLA
Camino del hotel paramos en alguna ocasión, porque había tramos de carretera con enormes Helechos Gigantes, muy fotogénicos; o un mirador desde el que se veía una magnífica panorámica de Pattipola, situada en lo alto de una montaña. Y mientras, no paramos de cruzarnos con decenas de vehículos de todo tipo que se dirigían a la entrada del parque. Menos mal que el día anterior desestimé mi idea inicial de acercarme a Horton Plains por la tarde…
Cuando llegamos a Pattipola estaba muy contento por como había transcurrido la mañana. Todo salió a la perfección, y el comportamiento del conductor fue impecable. Así que se ganó 200 R extra de propina (que recibió con gran alegría). A continuación, desalojé mi habitación. Me despedí del amable dueño (le regalé uno de mis rotuladores que llamó su atención). Caminé bajo la lluvia hasta la estación. Y esperé a que llegara el tren que me llevaría de vuelta a Colombo (más de la cuenta, porque iba con casi una hora de retraso). Precio: 310 R (de nuevo en 2ª clase).
Este tren me permitió realizar la segunda parte del tramo recomendado, hasta Nanu Oya. Como venía bastante lleno, una vez más ocupé una de las puertas de acceso, que me permitió disfrutar del paisaje. Ante mí desfilaron imágenes de interminables plantaciones de té; ondulantes valles; bosques; pequeños asentamientos… Aunque el día estaba muy nublado, y pude sacar muy pocas fotos. Así que a la que vi la oportunidad, ocupé un asiento junto a la ventana, y me desentendí de la cámara. Y continué rumbo a Colombo, poniendo punto final a mi recorrido por Sri Lanka.
CONCLUSIÓN
En algunos blogs de viaje se desaconseja la visita a Horton Plains por varios motivos: la entrada es cara; las probabilidades de encontrar mal tiempo son elevadas; y es más fácil realizar excursiones desde lugares como Ella o Haputale. Pero si madrugas y tienes la suerte de recorrer el parque en un día despejado (como fue mi caso) podrás disfrutar de unos paisajes insuperables, únicos en Sri Lanka. Una mañana será suficiente para hacer el World’s End Trail, alojándote en las cercanas poblaciones de Pattipola o Ohiya. Aunque con tiempo disponible y buena climatología se puede añadir una segunda mañana para realizar otras rutas muchísimo menos transitadas, como el ascenso a las montañas de Kirigalpotha o Thotupola.
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Comentarios
2 ComentariosMiguel
Abr 26, 2019Super completo y vas a sitios que normalmente no aparecen en las guías! buenisimo, gracias por los consejos.
un abrazo
Ganas De Mundo
Abr 27, 2019Gracias a ti por el comentario! De este parque leí bastantes críticas negativas, pero la verdad es que me encantó. Además del ambiente rural de Pattipola y el viaje en tren para llegar hasta allí. Ahora estoy en el sur de Turquía, a punto de comenzar el Camino Licio. Un abrazo!