Encuentros muy cercanos con ballenas francas, caminando por un estrecho sendero a lo largo de la costa o a bordo de una embarcación
Hermanus es una tranquila población costera ubicada al este de Cape Town, junto a Walker Bay. Se llama así por un profesor holandés, Hermanus Pieters, que fue contratado por los granjeros de la zona a principios del siglo XIX para que impartiera clases, y pasaba sus vacaciones en el lugar. El pueblo no tendría mayor importancia, si no fuera porque durante la segunda mitad del año visitan su bahía decenas de ballenas. En concreto, las Ballenas Francas Australes (en inglés Southern Right Whales) que acuden a este lugar para aparearse y dar a luz a sus crías. Y convierten a Hermanus en uno de los mejores lugares del mundo para observar ballenas desde tierra firme.
La época ideal para visitar Hermanus es durante los meses de septiembre y octubre, que garantizan avistamientos constantes sin mucho esfuerzo. Yo visité el lugar en octubre y fue un auténtico festival de ballenas.
VIAJE CAPE TOWN – HERMANUS
Para visitar Hermanus, y realizar una ruta de varios días por la costa de Sudáfrica, decidí alquilar un coche. Así que acudí de nuevo a la agencia de Around About Cars de Cape Town. Tras la negativa experiencia sufrida con el vehículo que alquilé para visitar la Cape Peninsula, esta vez opté por una gama superior (Clase T). Y como no tenían en ese momento, me derivaron a otra agencia cercana: Tempest Cars. Allí me dieron un coche que me dejó mucho más tranquilo: un Tata de buenas dimensiones, con aire acondicionado, cierre centralizado… Y el precio no subió mucho más que el del «huevo» con el que visité la Península: 294R al día, y 400R extra por devolver el coche en Port Elizabeth. En total, 2.752R por 8 días.
Tras los trámites habituales (contrato, revisión del estado del vehículo, etc…), me puse en marcha. A estas alturas, ya me conocía los trucos de conducir sentado en el asiento derecho. Aunque de vez en cuando aún activaba el limpia parabrisas en lugar del intermitente (¡los mandos también estaban ubicados al revés!).
Yo fui directo hasta Hermanus, tomando primero la N2 hacia el este, atravesando campos de cultivo y algún viñedo. Y después bajando hasta la costa a la altura de Bot River. De esta forma, solo tardé hora y media en recorrer los 120km que separan Hermanus de Cape Town. Pero para los que dispongan de más tiempo, o tengan otros intereses, existen más opciones:
1. Al norte de la N2 está la región conocida como Winelands (literalmente «tierras del vino»), epicentro de la famosa industria vinícola de Sudáfrica. Cualquier entendido en vinos disfrutará pasando dos o tres días recorriendo los valles de Stellenbosch, Franschhoek o Paarl, entre ondulantes viñedos, mansiones coloniales y verdes colinas.
2. Otra carretera más panorámica, la R44, sigue el contorno de la costa, pasando por la Kogelberg Nature Reserve, o Betty’s Bay, donde se puede visitar una colonia de Pingüinos Africanos, o un bonito jardín botánico.
ALOJAMIENTO: HERMANUS ESPLANADE – 200R
*Puntos a favor: bungalow de buenas dimensiones; pequeña cocina, equipada con nevera; ubicación, cerca del centro del pueblo y junto a la costa; precio.
*Puntos en contra: mobiliario destartalado; habitación ubicada bajo un árbol del que no paraban de caer unos frutos en forma de bola que hacían un ruido tremendo al chocar con el tejado.
Un gran acierto este hotel, por un módico precio. Y pagando el triple había disponibles bungalows con amplios ventanales y vistas al mar. Una vez instalado, aparqué el coche cerca del alojamiento, en una especie de zona azul controlada por empleados que no paraban de dar vueltas y vigilar que cada coche lucía el ticket correcto. Precio: 20R por una jornada completa.
LAS BALLENAS FRANCAS AUSTRALES
Hay tres especies de Ballenas Francas: dos que habitan en el hemisferio norte, y la que visita Hermanus, que vive en el hemisferio sur. Las Ballenas Francas se distinguen del resto porque carecen de aleta dorsal, y tienen la cabeza llena de callosidades de color blanco. Son unos animales enormes, que miden alrededor de 15 metros de longitud, y pesan unas 60 toneladas. De diciembre a mayo, las Ballenas Francas Australes viven en aguas cercanas a la Antártida, donde encuentran alimento en abundancia. Y en junio migran hacia el norte en busca de aguas cálidas, estableciéndose en las costas de países como Sudáfrica, Namibia, Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Chile…
Actualmente la población total de Ballenas Francas Australes se estima alrededor de los 10.000 ejemplares. Nada que ver con los números de hace unos siglos. Y es que en apenas 150 años, entre 1800 y 1950, el ser humano llevó a estos magníficos animales al borde de la extinción. Todo para obtener aceite, utilizado principalmente para alimentar las lámparas que iluminaban cualquier hogar o comercio (sustituidas más tarde por las bombillas). Pero también para la industria alimentaria; fabricar jabón; engrasar maquinaria; etc…
De hecho, el nombre de Franca (o Right en inglés), procede de esta época, ya que era la especie más buscada por los balleneros, por su abundancia de grasa (que las hacía flotar una vez abatidas en vez de hundirse en el mar como otras especies); y por lo fácil que resultaba pescarlas (suelen nadar cerca de las costas, y no huyen de los barcos).
Por suerte, en 1946 se creó la International Whaling Commission (IWC), formada por unos 90 países. Y en 1982 se decidió una moratoria en la pesca de ballenas para uso comercial, que se ha logrado mantener hasta el día de hoy, a pesar de la oposición de países como Japón o Rusia.
PASEO POR EL OLD HARBOUR
Para empezar, me acerqué hasta Gearings Point, un mirador con vistas a Walker Bay donde se concentra buena parte de la gente que visita Hermanus. Aquí vi en acción al Whale Crier. Un curioso personaje equipado con un sombrero negro de ala ancha; una retorcida corneta; y un cartel a modo de hombre anuncio. La figura fue creada en 1992, y su misión consiste en avisar a la gente de la presencia de ballenas, indicando cada lugar en código morse, soplando su corneta.
Cuando llegué, la corneta estaba sonando. Y desde este mirador pude contemplar ballenas por primera vez en mi vida. Estaban bastante lejos, pero fue increíble verlas en acción, chapoteando con la cola, resoplando, e incluso saltando fuera del agua (al caer el sonido era espectacular). Me quedé sin palabras. Otro sueño de mi infancia cumplido…
A continuación, visité el cercano Whale House Museum, para aprender más cosas de estos animales. Estaba compuesto de una única sala, con más paneles informativos que objetos en exposición. Pero mereció la pena pagar los 20R de la entrada por ver un magnífico esqueleto de ballena colgando del techo; y un vídeo con imágenes submarinas y el sonido que emiten estos cetáceos.
Tras la visita, estuve callejeando por el pueblo. Y acabé cenando en una franquicia de Debonairs Pizza, donde cayó una Pizza BBQ Chicken acompañada de una Fanta de 0,5 litros. Precio: 58R.
MÁS BALLENAS DESDE LA COSTA
Al día siguiente, decidí comenzar la jornada con un buen desayuno. Así que me senté en la terraza exterior de un local llamado Mugg & Beans, y pedí un Full English Breakfast. Vino con todo: dos huevos revueltos, salchicha, bacon, tomate y beans. Para acompañar, un café con leche. Precio: 75R. El servicio, muy atento, rodeado de una atmósfera tranquila. ¡Y acabé a reventar!
Tras el desayuno, caminé hasta el Cliff Path Walking Trail, un sendero que discurre por la costa a lo largo de 10km, conectando el New Harbor (2km al oeste del pueblo) con la desembocadura del Río Klein (8km al este). Yo opté por este último tramo, que contiene muchos más lugares de interés. Y me puse en marcha.
La verdad es que fue un paseo genial. Al poco de comenzar, ya pude ver algunos Dassies, que campaban a sus anchas por la zona: unos tomaban el sol, otros correteaban entre las rocas… Incluso vi a uno muy gracioso, rascándose la espalda contra el suelo. También vi a un León Marino solitario, subido en lo alto de una roca, desafiando las olas. Y por todas partes, pájaros revoloteando, creando un ambiente muy agradable. Se notaba que era sábado, porque había muchos lugareños paseando, corriendo, pescando… Pero sin agobiar. Y para evitar experiencias desagradables, en alguna ocasión me crucé con guardas uniformados que patrullaban por el sendero.
Por supuesto, las protagonistas de la ruta fueron las Ballenas Francas, que hicieron acto de presencia en varias ocasiones. Se limitaban a nadar en paralelo a la costa, sin realizar acrobacias. Pero poder verlas tan cerca desde tierra firme ya era toda una experiencia. A veces resoplaban, y una apareció durante unos segundos con la boca abierta. Por el camino había varios miradores especialmente recomendables para contemplar la escena, como Kraal Rock, Siever’s Punt o Kwaaiwater. Y no paré de alucinar ante lo que veía.
El paisaje era precioso, con plantas y flores exóticas; y puntos donde las olas rompían con fuerza contra las rocas. Al final, llegué a Grotto Beach, justo antes del final del sendero, considerada como la mejor playa de Hermanus. Y me senté a descansar un rato. La playa tenía todo tipo de servicios: duchas, vestuarios, socorrista, tienda de helados… Y había bastantes grupos de lugareños: niños jugando a fútbol o rugby, gente paseando… Pero la fuerza del agua no invitaba a bañarse, y lucía un sol de justicia. Así que no aguanté mucho.
COMIDA: DUTCHIES
Cerca de la playa encontré este elegante restaurante, y decidí sentarme a picar algo en una mesa de su terraza exterior. Comí un plato de calamares a la romana y patatas fritas, acompañado de dos deliciosas Cokes con hielo y limón. El sitio era ideal, con ambiente relajado, música chill out, servicio amable… Justo lo que necesitaba.
Tras el descanso, tocó regresar a Hermanus por el Cliff Path Walking Trail. Esta vez fue más duro, porque el sol no dio tregua. Además, había una plaga de pequeños mosquitos verdes, que formaban nubes y lo cubrían todo: mi ropa, la cámara de fotos, mi cara… Pero a cambio pude disfrutar de nuevos encuentros con ballenas, a las que no me cansaba de fotografiar. Incluso vi una pequeña serpiente desapareciendo entre los matorrales.
PUESTA DE SOL DESDE LAS ALTURAS
De vuelta en Hermanus, me subí al coche y conduje por la Rotary Way, una pista de tierra que me llevó hasta un mirador en lo alto de una colina. Desde aquí pude contemplar unas magníficas vistas de Walker Bay, Hermanus, y las montañas de los alrededores. El sol ya comenzaba a descender en el horizonte, y se respiraba una paz absoluta, rodeado de arbustos exóticos y las últimas luces del día. Al igual que en el Cliff Path, para evitar posibles delitos, en el mirador había un vehículo con dos guardas uniformados, que me dejaron más tranquilo.
WHALE WATCHING CRUISE
Al día siguiente me tocó despertarme a buena hora, picar unas galletas, y conducir hasta New Harbour. Y es que no podía marcharme de Hermanus sin realizar una de sus populares excursiones en barco para observar ballenas de cerca.
Cuando visité Hermanus había solo 3 compañías oficiales que organizaban excursiones por Walker Bay. Yo opté por The Whale Shack, pero por ningún motivo en concreto. El día anterior reservé mi billete, por si las moscas. Y aparecí en el puerto un cuarto de hora antes de partir, según lo previsto. Allí un guía nos explicó cuatro cosas sobre la vida de las ballenas, y a las 9h nos pusimos en marcha. Precio: 600R por una excursión de 3 horas.
Tal y como me indicaron el día anterior, amaneció un día perfecto, soleado, con cielo azul perfecto, y apenas una leve brisa que mantenía el océano en calma. Condiciones óptimas para el avistamiento de ballenas.
Esto fue lo más destacable de la excursión:
1. Nada más salir, en las rocas cercanas al puerto, había un numeroso grupo de Leones Marinos, que disfrutaban de los primeros rayos de sol. Más tarde también pude ver otros ejemplares en alta mar, flotando de espaldas, con las patas hacia arriba como si estuvieran saludando.
2. Hubo varios encuentros con Ballenas Francas, que pasaron nadando a escasos metros del barco. Principalmente madres junto a sus crías. Obviamente la distancia era menor que desde la costa; y se escuchaban mejor los sonidos, como cuando gruñían o resoplaban en la superficie. Pero no realizaron ninguna maniobra especial: ni cabeza emergiendo, ni cola, ni saltos…
3. Apareció brevemente un Rorcual de Bryde (o Bryde’s Whale en inglés), distinguible por su forma alargada, menor tamaño y aleta dorsal ubicada hacia el final del cuerpo. Una especie mucho más huidiza que la Ballena Franca, así que apenas pude sacarle un par de fotos.
4. También vi nadando en la bahía una pareja de jóvenes pingüinos.
Aunque hubo cosas que no me acabaron de convencer. Como que éramos 50 pasajeros en el barco, demasiados para mi gusto. Y a pesar de conseguir un asiento en la parte delantera, con buenas vistas, a la que aparecía una ballena la gente se ponía de pie y se agolpaba en la cubierta, dificultando la visibilidad y arruinando la experiencia. Además, el guía iba sentado en la parte superior del barco, equipado con un micrófono. Y no paraba de hablar, rompiendo la magia del momento. Una buena opción hubiera sido un paseo en kayak, pero no vi ninguno durante los dos días que pasé en Hermanus.
En fin, a las 12h ya estaba de vuelta en el puerto. Conduje hasta el centro de Hermanus. Y antes de continuar mi ruta hacia el este, me acerqué hasta el mirador de Gearing’s Point, y me despedí del pueblo con la imagen de dos ballenas nadando en la bahía.
CONCLUSIÓN
Hermanus es un lugar de observación de ballenas de talla mundial. Y nadie debería pasar por aquí sin dedicarle una visita. A no ser que se esté visitando Sudáfrica durante la primera mitad del año, y no haya ballenas. En un día muy intenso se podrían visitar los principales puntos de interés. Pero recomiendo pasar la noche y ver las cosas con calma repartidas en dos jornadas.
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Comentarios
2 ComentariosOliver
May 11, 2018Impresionante aventura!
Ganas De Mundo
Jun 30, 2018Y tanto! Ver ballenas en directo es algo increíble!