Cruzando las tierras altas de Madagascar, entre campos de arroz y poblados pintorescos con casas tradicionales de adobe
El centro de Madagascar es una región montañosa, con altitudes que oscilan entre los 800 y los 2.000 metros. Esta es la zona de los Hauts Plateaux, conocida como el granero del país, donde habita la mitad de su población. Y aun así, en contra de lo que se pudiera pensar, ofrece paisajes espectaculares. Con verdes colinas ondulantes que contrastan con el color rojo de la tierra; arrozales en terraza siguiendo el contorno de las montañas; y aldeas de las etnias Merina o Betsileo, con sus casas altas y cuadradas, fabricadas con ladrillos de adobe. Una magnífica introducción a esta isla impresionante.
VIAJE ANTANANARIBO – RANOMAFANA
Madagascar ofrece tantas maravillas naturales que, tras aterrizar en el aeropuerto de Antananarivo, decidí no malgastar más tiempo del necesario en la capital. Así que pasé la noche en el Hotel Sakamanga, con una ubicación bastante céntrica. Y al día siguiente, a primera hora, ya estaba en marcha rumbo a lugares más tranquilos.
Para cruzar los Hauts Plateaux y llegar a Ranomafana tenía que recorrer 390km hacia el sur por la carretera RN7. Una de las más transitadas y en mejores condiciones del país, que conecta la capital con Toliara, en la costa oeste. Y por primera vez en mis numerosos viajes por el mundo, hice algo nada habitual en mí: alquilé desde España un coche con conductor para realizar el trayecto. Por dos motivos:
1. Primero, porque había leído infinidad de historias sobre los preocupantes índices de criminalidad de Antananaribo. Y sobre el acoso agobiante que reciben los turistas en la Gare Routière de Fasan’ny Karana (punto de partida del transporte público hacia el sur), donde son habituales los robos e intentos de estafa. Con este panorama, no tenía muchas ganas de caminar solo por la ciudad, a primera hora de la mañana, con todas mis cosas encima.
2. Segundo, porque mis guías de viaje comentaban que durante la ruta había un par de lugares de interés turístico, que no podría visitar si viajaba en transporte público. Mientras que con un coche privado, podría detenerme cuando quisiera para sacar fotos y disfrutar del trayecto.
Así que desde casa investigué un poco. Y acabé contactando por internet con una asociación local de guías llamada Look Gasy Aventures, creada por un simpático lugareño: Justin. El precio no era muy económico: 150 euros, gasolina incluida. Y todo porque también tenía que pagar el trayecto de regreso a Antananaribo, lo cual duplicaba los gastos. Pero en otros lugares me pedían mucho más dinero, como un taxista que me recomendó el Hotel Sakamanga (nada menos que 250 euros!). Así que acepté a regañadientes.
Por lo menos el trato fue realmente profesional. A las 6.45h, Justin me estaba esperando en la recepción del hotel. Firmamos un contrato, pagué, me presentó a mi conductor, y a las 7h en punto ya estaba en marcha, según lo pactado. El conductor era un tipo muy educado y amable. Yo viajé junto a él, sentado cómodamente en la parte delantera de un Peugeot 406. Y fuimos charlando de un montón de temas. Lo cual me sirvió para practicar mi francés; y para aprender curiosidades del país.
LOS ORÍGENES DE MADAGASCAR
Hace unos 2.000 años desembarcaron en Madagascar los primeros habitantes de la isla. Procedían de Indonesia, y habían cubierto una distancia de miles de kilómetros para llegar hasta allí, viajando en precarias piraguas. Por eso en la isla hay tantas cosas que recuerdan a Indonesia: los arrozales en terraza; los rasgos físicos de algunos malgaches; sus rituales funerarios… Da envidia imaginarse la fauna extraordinaria que se encontraron al llegar: aves gigantescas, como el Aepyornis; lemures del tamaño de un gorila; tortugas enormes… Pero por desgracia (para variar) muchas de estas especies se extinguieron durante los años siguientes, por culpa de los recién llegados.
La isla fue bautizada nada menos que por el famoso Marco Polo, que en sus memorias se refirió a ella como Madageiscar. Aunque curiosamente se trataba de un error, ya que el famoso explorador veneciano en realidad se refería a Mogadiscio, el puerto de Somalia con el que confundió la isla. Pero bueno, error o no, el nombre se ha conservado hasta hoy día.
Durante muchos siglos, Madagascar estuvo dividida en diferentes reinos. Hasta que a principios del siglo XIX el Reino Merina, que habitaba el centro de la isla, y tenía su capital en Antananaribo, creó un poderoso ejército, y se lanzó a la conquista de los reinos vecinos. Y en 1820 el Rey Radama I logró dominar la mayor parte de la isla. Pero la alegría no duró mucho: Radama I falleció unos años más tarde. Y en 1897 los franceses se anexionaron la isla, poniendo punto y final a la soberanía Merina.
En la actualidad, la etnia Merina es la más importante de Madagascar, representando alrededor de una cuarta parte de la población. Y sus costumbres y tradiciones fueron asumidas por otros grupos étnicos.
RECORRIENDO LOS HAUTS PLATEAUX
La verdad es que el trayecto por el centro de Madagascar estuvo muy entretenido. El paisaje era precioso, con mil imágenes para el recuerdo: valles cubiertos de vegetación; mercados callejeros; lugareñas con coloridos ropajes; casas tradicionales… Además, al principio lució un sol perfecto, que realzaba aún más los colores.
Eso sí, también constaté que estaba en uno de los países más pobres del mundo. Vi muchos niños jugando vestidos con harapos; gente descalza cargando fardos; algún poblado miserable… En una de las paradas que hicimos se me acercó una abuela vendiendo plátanos que apenas se podía mover, con la ropa llena de mugre, y no me pude negar a comprarle algo.
Nos detuvimos unos minutos en Antsirabe, la segunda ciudad más grande de Madagascar, y su principal centro industrial. No me entretuve mucho. Lo justo para recorrer alguna de sus amplias avenidas, y contemplar algún vistoso edificio colonial, casi sin bajarme del coche. Por todas partes había infinidad de Pousse-Pousse (carros de dos ruedas tirados por una persona, similares a los rickshaw de Asia).
La siguiente parada fue en Ambositra, cuando ya habíamos cubierto dos tercios del recorrido. Desde aquí parten rutas de varios días para visitar aldeas de la etnia Zafimaniry, famosa por su destreza en el tallado de la madera. Por lo visto sus casas son auténticas obras de arte, y fabrican todo tipo de objetos decorativos. Pero varios relatos de vendedores insistentes y paisaje deforestado evitaron que me embarcara en una de estas rutas.
En Ambositra entré en un centro de venta de artesanía, pero me pareció muy moderno (yo me esperaba ver artesanos trabajando, etc…). E intentamos encontrar sin éxito un convento de monjas benedictinas que destacaba mi guía de viaje, donde era posible comprar queso elaborado de forma artesanal.
Al final, el conductor me llevó a un Hotely (restaurante local) muy básico, frecuentado por lugareños, y nos sentamos a comer en el interior del local. Le dije que quería probar un menú típico malgache, sin florituras. Y en cuestión de minutos apareció la camarera con un enorme plato de Vary (arroz blanco) acompañado de Henan-Kisoa (carne de cerdo). Para beber, Ranovola (té malgache): un brebaje caliente que se obtiene hirviendo agua en la misma cazuela utilizada para preparar el arroz, y que está asqueroso. El conductor me dejó claro que en Madagascar primero se engulle, y después se charla, y eso hicimos. Yo acabé a reventar, y eso que estaba hambriento. Tuve un detalle y pagué todo, pero es que solo me costó 5.600 Ar (¡menos de 2 euros!).
RECTA FINAL HASTA RANOMAFANA
Tras la comida, continuamos el trayecto. Este último tramo fue sin duda el mejor. Atravesamos zonas boscosas y puntos elevados con espectaculares vistas de arrozales y aldeas Betsileo. Así que hice parar al conductor en varias ocasiones para sacar fotos. Lo malo es que la lluvia hizo acto de presencia, creando una espesa niebla que acabó por obligarme a enfundar mi cámara.
Ya en Ranomafana, como no tenía ninguna reserva hecha, el conductor me llevó a un par de hoteles, para que eligiera (no se si con la intención de llevarse alguna comisión). Me quedé en uno que recomendaban mis guías. Y el hombre se despidió de mí amigablemente, sin esperar propina (tampoco estaba yo por la labor, tras pagar un pastón por el viaje). En total habían pasado 8,5 horas desde que partimos de Antananaribo.
ALOJAMIENTO: HOTEL IHARY – 52.000 Ar/Noche
*Puntos a favor: ubicación espectacular, junto al río, con vistas increíbles de montañas y bosques extendiéndose hasta el infinito; ducha privada con agua caliente; servicio amable y atento; restaurante en el propio recinto del hotel; wifi gratis; buena relación calidad-precio.
*Puntos en contra: bungalow de dimensiones reducidas y algo destartalado; cama individual; paredes de papel de fumar, que atraen cualquier ruido molesto (como los gritos de un grupo de franceses que se alojaba en el hotel).
Una vez instalado en mi bungalow, decidí salir a explorar los alrededores.
UN PASEO POR RANOMAFANA
Ranomafana es una pequeña población, ubicada a orillas del río Namorona, que básicamente tiene dos puntos de interés:
1. Un colorido mercado, con puestos vendiendo todo tipo de productos: frutas exóticas, cestos, sombreros de paja… El ambiente era muy animado, con lugareños caminando en todas direcciones, o charlando sentados; chavales jugando al futbolín… Y en todas direcciones, impresionantes vistas de las montañas cubiertas de selva, con las cumbres envueltas por una espesa bruma.
2. Una piscina de agua caliente ubicada junto al río. Y es que Ranomafana significa «agua caliente» en malgache, debido a las fuentes termales que hay en las cercanías. De hecho, en la época colonial esta era la principal atracción de la población (la selva no interesaba). Tanto que se construyó un lujoso alojamiento, el Hôtel Station Thermale, actualmente abandonado. Una pena no tener tiempo para pegarme un bañito en la piscina…
Tras el paseo, acabé en el restaurante del hotel, con ganas de cenar. Aquí ya me dejé de platos locales, y pedí un filete de cebú a la pimienta, acompañado de patatas fritas. Para beber, una botella de agua fresquita (marca Eau Vive). Todo por 12.000 Ar. El plato no era muy generoso, y el comedor estaba desierto. Así que no tardé mucho en comer y regresar a mi bungalow.
CONCLUSIÓN
Durante tu recorrido por Madagascar, es muy probable que cruces la zona de los Hauts Plateaux en dirección al sur. Y tienes dos opciones: detenerte durante el trayecto a visitar las ciudades y poblados que recomiendan las guías, dedicando unos 4 o 5 días. O ir directo hasta el primer parque nacional de interés. Yo, a no ser que dispongas de tiempo ilimitado, soy partidario de la segunda opción, ya que considero que a Madagascar se viene principalmente para descubrir su fauna y paisajes. Y si tuviera que repetir el trayecto, viajaría en Taxi Brousse en lugar de coche privado.
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