Un casco antiguo con mezquitas y mercados tradicionales, y grupos de enormes hienas deambulando por las calles al caer la noche
Harar, situada a 1.860 metros de altura, y a tan solo 150km de la frontera con Somalia, es una ciudad amurallada que constituye el epicentro de la comunidad musulmana de Etiopía. Muchos la consideran la cuarta ciudad sagrada del Islam, detrás de la Meca, Medina y Jerusalén. Tras un pasado comercial esplendoroso, hoy es capital de la minúscula Harari Region. Y un lugar donde al cruzar sus muros el tiempo parece haberse detenido por completo.
El principal punto de interés es el casco antiguo, conocido como Jugal, donde tienen lugar diferentes mercados. Aunque también hay otras atracciones a cual más sorprendente, como la Casa de Rimbaud, la fábrica de cerveza Harar, o la observación de Hienas por la noche.
VIAJE: ADDIS ABABA – HARAR
Mi desplazamiento hasta Harar fue toda una aventura en la que invertí un día entero. Por desgracia no se podía volar directamente desde Lalibela hasta Harar. Así que primero tuve que volar de regreso a Addis Ababa (con Ethiopian Airlines). Y encima haciendo dos escalas: una en Gonder y otra en Bahir Dar. Todo un coñazo. Eso sin mencionar el estilo de pilotaje, con el avión lanzándose en picado cada vez que había que aterrizar. Suerte que había desayunado ligero.
El vuelo a Harar lo compré el día anterior en la oficina de Ethiopian Airlines de Lalibela. La gestión no fue sencilla. Primero me dieron un número de reserva, y tuve que regresar más tarde para obtener el billete definitivo. Además, me hicieron pagar en moneda local, y me tocó cambiar euros en un banco.
En el aeropuerto de Addis, entré en un local de fast food, y me senté a comer una Cheese Burger con patatas fritas y una Coke. Y mientras hacía cola para embarcar, ocurrió lo que me temía: aparecieron los amigos de Cardedeu, que esa misma mañana habían llegado desde Bahir Dar, y también viajaban a Harar. Solo hicieron falta unos minutos para que ya estuviera hasta las narices de ellos. Bueno, del más parlanchín, que el otro no decía nada. No paró de alardear del dinero que se estaban gastando, porque aun les quedaba un montón de moneda local; de nuevo me tachó de tacaño por alojarme en un hotel lejos del centro de Lalibela; lo que él hacía era lo mejor… Vamos, que no tenía ninguna intención de compartir mi visita a Harar con este pelmazo.
Por suerte, en el vuelo a Dire Dawa nos tocó sentarnos bastante alejados, y el trayecto transcurrió sin incidentes (¡ni escalas!). Y a las 18h aterrizamos en Dire Dawa. Es la segunda ciudad más grande de Etiopía, moderna y sin interés alguno para el turista. Pero su aeropuerto es el más cercano a Harar. Desde el aire pude comprobar que el paisaje ya no era verde y frondoso como en el norte. De nuevo volvía la sabana salpicada de acacias. Y cuando salí al exterior el clima era bastante más cálido.
Ahora había que coger un taxi para llegar a la estación de autobuses de Dire Dawa. El de Cardedeu me proponía que el taxi nos llevara hasta Harar, pagando lo que fuera, y me tenía frito. Así que aproveché una maniobra para quitármelos de encima. El encargado de la parada, al vernos con mochilas, nos distribuyó en dos taxis separados. Y yo le dije al conductor del mío que saliera pitando, sin coordinarse con el otro vehículo. Con tanta suerte que nada más llegar a la estación encontré el minibús que necesitaba, y al momento arrancó rumbo a Harar, dejando atrás a los amigos. Reconozco que durante el trayecto me partía de risa.
El trayecto a Harar duró algo más de una hora para recorrer 55km, y fue realmente incómodo. El precio a pagar por subirse a un vehículo que está a punto de partir es que solo quedan los peores asientos. Y me tocó viajar en la fila trasera, con mi mochila grande, apretujado junto a otros lugareños. El minibús llegó a Harar a eso de las 19,30h, ya noche cerrada. Toda una imprudencia aparecer en una ciudad desconocida a esas horas, con todo mi equipaje encima, y sin alojamiento reservado. Pero tras preguntar a una lugareña me pude orientar a la perfección, y en unos minutos me planté en el hotel que había elegido.
ALOJAMIENTO: TEWODROS HOTEL – 50B/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado; precio.
Aunque el verdadero motivo de estar allí era la ubicación del hotel: al lado de la estación de autobuses (así no tenía que caminar mucho de noche); junto a la Harar Gate (puerta de acceso al casco antiguo de la ciudad); y al lado de un campo de fútbol donde, según mis guías de viaje, por la noche se movían a sus anchas grupos de hienas que viven en los alrededores. Las habitaciones recomendadas eran la 16 y 17, con vistas al campo. Yo la verdad es que no tenía muchas esperanzas (me parecía increíble que hubiera hienas en pleno casco urbano de una ciudad). Pero como la 16 estaba libre, pues me hice con ella por si acaso.
*Puntos en contra: habitación destartalada; suciedad repugnante (hasta había un preservativo usado tirado en un rincón del lavabo); olor desagradable; colchón muy incómodo; algunas cucarachas correteando por el suelo (por suerte no muy grandes).
HIENAS DESDE LA VENTANA
Antes de dormir, estuve un rato leyendo. Y al cabo de un rato comprobé con sorpresa que mis guías de viaje tenían razón. De repente comencé a escuchar una serie de sonidos guturales que procedían del campo de fútbol. Me asomé a la ventana. Y cuando mi vista se habituó a la oscuridad, pude ver un grupo de enormes hienas que se movía entre las sombras. De vez en cuando algún perro callejero les ladraba; o se peleaban entre ellas emitiendo unos escalofriantes gruñidos, parecidos a la risa de una anciana… Y mientras había lugareños que cruzaban el campo de fútbol ajenos a todo, camino de sus casas…
Esto fue solo el aperitivo. Ya de madrugada me despertó un escándalo tremendo. Y cuando me asomé a la ventana el espectáculo era increíble. Alguien había tirado un montón de desperdicios en una zona cercana al campo, que parecía el vertedero oficial de Harar. Y de nuevo se escuchaban gruñidos, risas, crujir de huesos… De vez en cuando había enfrentamientos entre las hienas, o intervenían dos enormes perros. Todo eso a escasos metros de donde estaba. Sin duda, mereció la pena soportar todas las incomodidades de la habitación. Algo así es imposible de ver en cualquier otra parte del mundo.
DESPERTAR CON SORPRESA
Al día siguiente los comienzos fueron realmente duros. Entre el colchón, y el espectáculo de las hienas, había dormido muy poco. Pero lo peor estaba por llegar. Tenía un fuerte picor en las piernas, y al subirme el pantalón comprobé con horror que las tenía llenas de picaduras. Entonces caí en la cuenta. Tras contemplar a las hienas de madrugada, utilicé el lavabo. Y como la pica era blanca me di cuenta que había bichos minúsculos que desaparecían por arte de magia: pulgas. Un insecto cuyas picaduras son realmente molestas, porque supuran y producen un picor intenso durante días. ¡Se habían puesto las botas conmigo!
Con este panorama, como ya había disfrutado de las hienas, preparé mis mochilas, y desalojé la habitación lo antes posible, en busca de un nuevo hotel para pasar mi segunda noche en Harar.
ALOJAMIENTO: BELAYNEH HOTEL – 80B/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble comodísima; limpieza extrema; lavabo privado; ubicación céntrica; balcón individual; restaurante situado en la azotea del edificio, con muy buenas vistas de los alrededores.
*Puntos en contra: ninguno.
EL PASADO DE HARAR
Los orígenes de Harar se pierden entre mitos y leyendas locales. La ciudad se dio a conocer en 1528, cuando un emir local, Ahmed Gragn, se hizo con el poder. Y desde Harar declaró la jihad (guerra santa) contra el Imperio Cristiano de Lebna Dengal. Durante 14 años se produjeron sangrientos enfrentamientos, y Gragn estuvo a punto de derrotar a los cristianos. Pero en 1543 intervinieron tropas portuguesas, y en una de las batallas acabaron con la vida de Gragn.
La guerra acabó definitivamente en 1559, cuando el Emperador Galawdewos lanzó un ataque contra Harar y fue derrotado. Su cuerpo decapitado fue exhibido por toda la ciudad. Y tras esto, ambos bandos firmaron las tablas. Aunque la jihad tuvo un efecto devastador en la economía del país. Y numerosas iglesias y monasterios desaparecieron para siempre, al igual que sus tesoros y reliquias.
Harar recuperó su importancia cuando entre los siglos XVII y XIX se convirtió en un importante centro comercial. Durante años, la entrada a la ciudad estuvo prohibida para los cristianos. Hasta que el explorador Richard Burton, en 1854, se convirtió en el primer no-musulmán en conseguir acceder. El declive de Harar comenzó cuando se decidió que la nueva línea ferroviaria de Addis a Djibouti pasara por Dire Dawa, y quedó aislada de las rutas comerciales.
EXPLORANDO EL CASCO ANTIGUO
El principal lugar de interés de Harar es su casco antiguo, conocido como Jugal. Aquí, en una superficie reducida, rodeada por una muralla de 5 metros de altura, se encuentra una de las mayores concentraciones de mezquitas del mundo islámico, con casi 90 (la mayoría privadas). Yo accedí por la Harar Gate, y reconozco que mi primera impresión fue bastante negativa. Me encontré con un escenario deprimente: casas semi derruidas; basura por todas partes; tráfico ensordecedor; y lugareños sometiéndome a una presión constante (aquí me llamaban «faranju» en vez de «faranji»).
Así que al llegar a la Plaza Feres Megala (centro neurálgico de la zona) decidí sentarme en la terraza de la cafetería Ali Bal, y desayunar con tranquilidad. Un zumo de mango y dos pastas, que me dejaron como nuevo. La terraza estaba rodeada de una reja que me separaba del exterior, y aun así los lugareños continuaban asediándome desde el otro lado.
Pero no me podía venir abajo, y me lancé de nuevo a recorrer Jugal. Y esta vez mi imagen de Harar cambió por completo. Estuve paseando durante muchísimo tiempo, descubriendo callejuelas estrechas y casas tradicionales pintadas de vivos colores (en general los muros eran blancos y el contorno de puertas y ventanas de color rosa o azul marino). Pude ver espectaculares tramos de muralla, con diferentes puertas de acceso, como la Buda Gate o la Erer Gate. Incontables minaretes. Tumbas antiguas de líderes religiosos locales. Ganado y burros de carga por todas partes… En cada rincón me esperaba una sorpresa, y mi cámara de fotos echaba humo.
Por la tarde regresé de nuevo a la zona, aprovechando los últimos rayos de sol, y me acabé de enamorar de Jugal. Me centré en recorrer los diferentes mercados, porque en Harar hay tres: el musulmán, el cristiano y el oromo. A esa hora la actividad era frenética. Había muchas mujeres Harari con coloridos ropajes, transportando todo tipo de mercancías sobre sus cabezas (leña, sacos, cubos…). Más casas tradicionales. Y lo más sorprendente: ni un solo turista. Por eso yo llamaba tanto la atención, y era el centro de todas las miradas.
Aunque lo que ya no me gustó fue ver que el agobio de los lugareños se transformaba en hostilidad abierta. Mientras sacaba una foto, tres críos que no tendrían más de 5 años se me encararon exigiéndome dinero. Ante mi negativa, uno de ellos me tiró una piedra desde la distancia. Y cuando me giré, una cría estaba a punto de hacer lo mismo, mirándome con cara de odio. Esto ya era demasiado, así que salí corriendo detrás de ella para asustarla. Resultado: durante la huida se cayó y se fue a casa llorando, mientras sus amigos me gritaban «fuck you». Habrá quien diga que son cosas de críos, pero esto no era ni medio normal…
MÁS LUGARES DE INTERÉS
Durante mi recorrido por el casco antiguo también visité dos sitios recomendables:
1. La Casa de Rimbaud, el famoso poeta francés que a los 21 años de edad, tras una vida disoluta (y un tórrido romance con Verlaine), decidió dejarlo todo y dedicarse a viajar por el mundo trabajando como comerciante. Por lo visto, se estableció en Harar en 1884. Hasta que un cáncer de huesos le obligó a regresar a Francia en 1891, donde falleció.
Lo cierto es que la veracidad histórica de esta “casa” es más que dudosa, entre otras cosas porque fue construida unos años después de su muerte. Pero a nivel arquitectónico el edificio era muy interesante: de dimensiones enormes, con acabados de madera tallada; techo con coloridos frescos; balcón con buenas vistas de los alrededores… Además, albergaba un museo con numerosas fotos antiguas de Harar y sus habitantes en tiempos de Rimbaud (junto a una misteriosa foto borrosa y deteriorada del propio poeta en la ciudad). Y, por si esto fuera poco, la visita me permitió pasar una hora larga alejado de los lugareños, paseando por salas tranquilas y silenciosas.
Aunque la sorpresa fue encontrarme allí a los amigos de Cardedeu. También es casualidad… No entendían cómo había desaparecido sin ellos el día anterior, pero le eché la culpa al taxista y zanjé el tema. Estuvimos charlando un rato, y nos despedimos (esta vez para siempre).
2. La Tumba del Emir Nur, sobrino y sucesor de Gragn, que en 1560 ordenó construir las murallas de la ciudad, para protegerla de la amenaza de las tribus Oromo. Porque estas tribus, aprovechando la situación tras la guerra entre cristianos y musulmanes, habían ocupado buena parte del sur de Etiopía, y representaban un serio peligro. Me costó muchísimo encontrar el lugar, oculto entre las viviendas del casco antiguo. Pero mereció la pena, pues la tumba era espectacular. Con una cúpula en forma de colmena pintada de azul marino, salpicada de piedras, y rodeada de un muro de color blanco. Realmente fotogénica. Un lugareño recién levantado me abrió el recinto y me explicó cuatro cosas. Y por 10 minutos de visita se llevó 20 Birr (pedía 40, pero me negué).
VISITA A UNA FÁBRICA DE CERVEZA
Durante mi charla con los amigos de Cardedeu, el parlanchín me dijo que era posible visitar la fábrica de la cerveza Harar, que se encontraba en las afueras de la ciudad. Ellos no habían ido pero se lo estaban pensando. A mi al principio me pareció una auténtica tontería perder el tiempo en un lugar sin interés turístico. Pero la verdad es que no se me ocurría nada mejor que hacer, así que pedí a un par de críos que me llevaran a la fábrica a cambio de 10B. Y les seguí por un camino en constante ascenso, rumbo a lo desconocido.
Una vez en la entrada me encontré con una enorme puerta metálica; una garita con un guarda de seguridad; y al otro lado, una fábrica de aspecto moderno. Reconozco que me sentí ridículo, y no tenía ni idea de cómo afrontar la situación. Pero tras unos momentos de duda, me quité los miedos de encima, me acerqué a hablar con el guarda, y le dije que estaba muy interesado en visitar la fábrica, porque la cerveza Harar era mi favorita. Su cara fue de sorpresa, pero llamó por teléfono. Y al poco apareció un encargado que me condujo a la nave principal, me hizo ponerme una bata blanca y un gorro, y estuvo un buen rato enseñándome las instalaciones. No me lo podía creer…
El hombre me explicó las diferentes etapas del proceso productivo de la famosa cerveza con todo lujo de detalles. Comprobé que la fábrica contaba con una maquinaria realmente avanzada. Y acabamos en una zona llena de enormes cubas refrigeradas, realizando una cata de diferentes tipos de cerveza. Me moría de sed, así que entraban que daba gusto…
Pero aun faltaba lo mejor. Tras la visita, el encargado me llevó a unas oficinas, donde una secretaria me invitó a sentarme en un sofá y esperar un rato. El motivo: querían que charlara unos minutos… ¡con el director general de la empresa! Aquello parecía una broma. Cuando el director acabó unos asuntos, me hicieron pasar a su despacho, enorme, con mobiliario de madera oscura. Allí me recibió un hombre entrado en carnes, sonriente y vestido con un elegante traje. Y me estuvo haciendo unas preguntas (qué me había parecido su fábrica, si me gustaba la cerveza Harar, etc…). Al final, me regaló una camiseta con el logo de la marca; y me dio una tarjeta de visita, porque todavía no exportaba su producto a España y quizás estaba interesado en hacer negocios con él…
Cuando salí del despacho no me podía creer lo que había pasado. Menuda situación… Gracias a los amigos de Cardedeu había vivido una experiencia memorable. Para rematar, entré en una cantina destinada a los trabajadores de la fábrica, y me comí un plato de Tibs con un pan delicioso y una Harar, por tan solo 46B. Una visita redonda. Y regresé a mi hotel con una sonrisa de oreja a oreja.
EL INCREÍBLE HYENA MAN
Por la noche salí a disfrutar de una de las atracciones más sorprendentes de Harar (aunque desde el Tewodros Hotel ya había tenido un pequeño avance). Cada noche, a una hora concreta, un hombre conocido como el Hyena Man se sienta en un punto de la muralla que rodea la ciudad, y reparte carne entre las hienas de la zona. Los orígenes de esta tradición son confusos. Hay quien dice que se remonta a finales del siglo XIX, cuando una hambruna obligó a los lugareños a alimentar a las hienas, para que no les atacaran a ellos o a su ganado. Otras fuentes afirman que es más reciente, y data de los años 50. El caso es que tenía ganas de ver qué ocurría.
Tuve que caminar hasta un lugar situado entre las puertas Erer y Sanga. Y para ello crucé todo el casco antiguo, recorriendo calles oscuras y poco transitadas. A muy buen ritmo, porque no quería que se me acoplara ningún guía. Por suerte llegué sin problema, y todo transcurrió a la perfección:
1. Me senté junto a un abuelete local, y estuvimos charlando un rato de forma relajada. Además, evitó que me cobraran de más: un ayudante del Hyena Man me pedía 50B, pero el abuelete me dijo que eran 30B, y eso pagué.
2. Al poco llegó un pequeño grupo de turistas italianos, e iluminaron la zona con los faros de su 4×4. Así había más visibilidad. Aunque mi cámara no daba para más, y la calidad de las fotos que saqué fue pésima.
Eso sí, lo que sucedió a continuación superó con creces mis mejores expectativas. Al poco apareció el Hyena Man, y se sentó en medio de una pequeña explanada, con un cubo lleno de trozos de carne. Y en cuestión de segundos estaba rodeado por un numeroso grupo de hienas, que se movían inquietas a su alrededor. Yo era la primera vez que veía estos seres tan cerca, y me quedé sin palabras. Su tamaño era enorme. Con un cuello alargado cubierto de una especie de crin como los caballos; piel manchada; y ojos fantasmagóricos, por el reflejo de la luz de los focos.
Y cuando el Hyena Man se puso a repartir carne, se desató el caos. Él las alimentaba lanzando pedazos al aire (que las hienas cazaban al vuelo); con su propia mano; o incluso poniendo algún trozo en el extremo de un fino palo de madera que sostenía con la boca. Mientras, las hienas peleándose entre ellas, gruñendo, emitiendo sus características risas… La anécdota la protagonizó un gato callejero, que se apuntó al festín y se encaraba con las hienas por un trozo de carne. Menudas narices… Fue todo un espectáculo. Aunque eso sí: muy cuestionable dar de comer cada día a estos animales salvajes, distorsionando sus hábitos alimenticios.
Cuando se acabó la carne, las hienas se dispersaron. Y el abuelete me acompañó hasta la plaza Feres Megala. Haciéndome la oscuridad más llevadera; y ahuyentando posibles pelmazos. Así que al despedirme de él le di 6B de propina. Desde la plaza llegué a mi hotel orientándome a la perfección. Tremendamente contento por todo lo vivido durante la jornada.
CONCLUSIÓN
Mi visita a Harar fue una decisión de última hora, y la verdad es que esta ciudad me encantó. Pasear por su casco antiguo es una experiencia increíble (si te acostumbras a la presión de los lugareños). Y mi visita a la fábrica de cerveza Harar, o la aparición de hienas por la noche, están entre mis mejores anécdotas de viaje. Te recomiendo un día entero para recorrer a fondo la ciudad. Y si te alojas en el Tewodros Hotel… ¡ya sabes a lo que te expones!
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Comentarios
4 ComentariosCarlos Martinez (carloselviajero)
Oct 8, 2023Hola Andreu
Eres una fuente de información divina
Voy camino de Harar y he leido con atención tu periplo por esta arrinconada ciudad etiope
Seguro que me sirve de mucho la información.
A ver que depara.
Saludos
Ganas De Mundo
Oct 10, 2023Hola Carlos! Gracias por el comentario! Han pasado unos cuantos años pero no creo que Harar haya cambiado mucho. Espero que encuentres información útil. Es un lugar de Etiopía al que no tardaré en volver. Un abrazo!
JORGE
Ago 21, 2020buenisimas fotos , conozco bien Etiopia , y me gustaria poner alguna en facebuk, suelo poner muchos de mis reportajes.
Te importa que suba alguna.
Ganas De Mundo
Ago 25, 2020Hola Jorge,
Muchas gracias por el comentario. No me importa siempre y cuando se trate solo de alguna, y hagas referencia a mi blog cuando las publiques. Un saludo.