Una ciudad en medio del desierto con edificios históricos de adobe y un festival anual que visité acompañado por un grupo de chavales saudíes
En el pasado Hail fue un importante cruce de caminos. Por aquí pasaban las caravanas de camellos que conectaban el sur de la Península Arábica con Mesopotamia y el Mediterráneo, transportando todo tipo de productos, entre los que destacaban el incienso y la mirra. Y también los peregrinos que recorrían la Darb Zubayda, una de las rutas más importantes, que unía Kufa (Irak) y la Meca. En 1836 se convirtió en la capital del recién creado Emirato de Hail, gobernado por la Dinastía Rasheed. Hasta que a principios del siglo XX Hail perdió todo su protagonismo: los Rasheed fueron derrotados por la Dinastía Saudí en 1921; y la creación de la línea ferroviaria Hejaz Railway, unido al desarrollo del puerto de Jeddah, hicieron desaparecer las caravanas.
Actualmente Hail es capital de la región del mismo nombre, y su economía se basa en la agricultura. Cuenta con una serie de edificios históricos, como los fuertes Al Qishlah o Airif. Y la posibilidad de realizar un montón de excursiones por los alrededores, en busca de montañas, desiertos y petroglifos. En mi caso además tuve la suerte de coincidir con la celebración del festival anual Hail Season, que viví de la mano de unos simpáticos saudíes.
VIAJE: RIYADH – HAIL
Para llegar hasta Hail decidí viajar en avión, principalmente por 3 motivos:
*Desde Riyadh hay 630km de distancia, sin muchos lugares de interés por el camino.
*Aterricé en el aeropuerto de Riyadh pasadas las 22h, y la única forma que tenía de desplazarme al centro de la capital era en taxi privado. Previamente localicé en Booking algún alojamiento a precios aceptables, pero estaban a casi 50km del aeropuerto, con lo que el taxi me iba a costar una fortuna.
*Localicé un vuelo de Saudia (la aerolínea nacional de Arabia Saudí) que se ajustaba a mis necesidades: salía de madrugada, por lo que solo tendría que esperar unas horas en el aeropuerto, ahorrándome la noche de hotel correspondiente; y me costó 255R (unos 61€).
Tras pasar los trámites aduaneros cambié de Terminal utilizando un servicio de autobús gratuito. Y me senté a esperar en Starbucks con un Mocha Frappuccino (un clásico cuando estoy en los aeropuertos). Todo transcurría de forma plácida, hasta que llegó la hora de realizar el check in y me llevé una desagradable sorpresa: tenía que pagar por facturar mi mochila grande. Por lo visto la tarifa del billete que compré no incluía equipaje, algo que solo se podía ver buscándolo de forma expresa en la web de la compañía (ninguno de los correos de confirmación que me llegaron informaba de este “detalle”).
La situación me enfadó bastante y reclamé en el mostrador de la aerolínea. Allí el empleado de turno consultó a su encargado, pero la respuesta fue idéntica: tenía que pagar, y nada menos que 131R adicionales (31€). La verdad es que no me esperaba de Saudia estas tácticas engañosas típicas de compañía low cost. Toda una decepción.
Por suerte no hubo más sustos y el resto del viaje fue impecable. El avión despegó a la hora prevista; el asiento era muy cómodo; sirvieron una bebida de cortesía (pedí zumo de naranja); y aterrizamos a las 5h de la mañana en Hail, tras hora y media de vuelo. El Aeropuerto de Hail es minúsculo (durante mi visita se estaba construyendo uno mucho más grande), así que recuperé mi mochila grande al momento y me senté en una silla a esperar que se hiciera de día. Fue un agobio, porque estaba agotado y solo quería dormir. Además hacía un frío tremendo. Pero bueno, al final, a eso de las 8h, decidí salí al exterior.
El Aeropuerto está a 9km del centro, y en la puerta me encontré un panorama desolador: no había autobús ni taxis disponibles. Con lo cual, tras unos momentos de duda, caminé hasta la salida del Aeropuerto y me planté junto a la carretera. Al poco pasó un coche con un chaval de Bangladesh que trabajaba en la cafetería del Aeropuerto, y se ofreció a llevarme al centro. Por sus gestos entendí que aquello era un servicio de taxi, y como no estaba en posición de elegir acepté encantado. Me dejó en la puerta del hotel y le pagué 25R (quería 40R, pero regateé lo que pude).
ALOJAMIENTO: AL EAIRY APARTMENTS HAIL 3 – 97R/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa; cama doble enorme; lavabo privado con ducha de agua caliente; buena limpieza; ubicación céntrica, a escasa distancia a pie de algunas de las principales atracciones, y de la Terminal de Autobuses de Saptco; tranquilidad total por la noche; wifi rápido; nevera; precio.
*Puntos en contra: sin calefacción (hacía frío); a la hora de pagar aparecieron 5R más por noche en concepto de impuestos, no informados en Booking.
En este alojamiento reservé la primera noche a través de Booking para evitarme sorpresas. Mi criterio fue sencillo: era el hotel más barato de Hail. La verdad es que había leído críticas muy malas y me esperaba lo peor, pero al final mi estancia fue realmente agradable. Para el resto de noches negocié directamente en la recepción esperando pagar menos. Pero según me explicaron, los precios de Booking ya incluyen descuentos especiales (la tarifa normal de mi habitación era de 140R), así que me costó lo mismo. El sistema de check in me hizo gracia: el encargado de la recepción realizó una videollamada a unas oficinas centrales, utilizando una especie de cajero automático con un monitor, y un operario se encargó de todos los trámites. Por cierto, no admiten pago con tarjeta.
La buena noticia fue que mi habitación estaba lista, porque en teoría el check in era a las 15h. Así que me instalé; dejé las mochilas en el suelo; y me metí en la cama a dormir unas horas. Habían pasado más de 24h desde que abandoné mi hotel en Kuwait y estaba muerto… Más tarde salí a comer algo porque tenía el estómago vacío.
COMIDA: ZAHRA RESTAURANT
Reconozco que no me compliqué la vida y entré en el primer restaurante que vi. Y por suerte acerté de pleno. El Zahra tiene un comedor espacioso con divanes y mesas (yo elegí mesa), y había bastantes lugareños. Yo pedí el plato más típico de Arabia Saudí: Kabsa, que consiste en pollo asado con arroz (pude elegir entre blanco o amarillo, estilo paella). Me trajeron una bandeja gigante, con comida para al menos 3 personas, y sobró mucha, aunque vi que la gente hacía lo mismo. La bandeja vino acompañada de una salsa muy rica, hecha con tomate, cebolla y pimiento; y trozos de pepino. Y para beber opté por agua fría (la gente a mi alrededor prefería Pepsi). Acabé llenísimo, y por solo 15R.
Por cierto, casi todo el mundo comía con la mano derecha, pero vi a un par de chavales utilizando una cuchara de plástico, así que yo también usé la mía. Al acabar fui a lavarme las manos a una zona con varias picas. Y mientras pagaba me puse un poco de colonia de un frasco a disposición de los clientes.
Tras la comida pasé el resto del día descansando. Para cenar compré un Shawarma de Pollo (7R) en uno de los muchos locales de comida que hay cerca del Al Eairy Apartments. Y lo complementé con una chocolatina (1R). Una jornada de transición, pero ya estaba listo para comenzar a explorar el país.
DESCUBRIENDO HAIL
Al día siguiente me desperté como nuevo después de dormir un montón de horas rodeado de un silencio sepulcral. Esto era justo lo que necesitaba. A continuación desayuné unas galletas y un vaso de batido de plátano (el día anterior había comprado un litro en una tienda de zumos por 20R); preparé mi mochila pequeña; y salí a conocer Hail. Hacía un tiempo perfecto, con cielo despejado y un sol agradable, aunque no me sobraba la chaqueta.
Hail es una ciudad moderna que tiene más de un millón de habitantes, atravesada por amplias avenidas con un tráfico constante, y rodeada de afiladas montañas. Durante mi recurrido me crucé con muy poca gente, y pasé junto a tiendas de escasa actividad (algunas directamente cerradas), la mayoría con sus rótulos solo en árabe. También vi bastantes gatos callejeros buscándose la vida, pero ni un solo perro. En cuanto a lugares de interés concretos, esto fue lo más destacado:
1. Al Qishlah: es un enorme fuerte situado en pleno centro de Hail, con paredes de adobe de color naranja e imponentes torres con almenas pintadas de blanco. Fue construido durante los años 40 para ser utilizado como cuartel militar, y más tarde se convirtió en la cárcel de la ciudad. Cuando me acerqué a la puerta principal un vigilante de seguridad me dijo que el fuerte estaba cerrado hasta las 16h (más tarde me enteraría del motivo). Pero pedí permiso para entrar unos minutos, el guarda llamó por teléfono a su jefe, y éste me dejó pasar sin problema. Merece mucho la pena, con dos pisos rodeados de columnas, docenas de estancias y una antigua mezquita.
2. Barzan Palace: se trata de una construcción que data del siglo XIX. Aquí se encontraba la residencia de la Dinastía Rasheed mientras estuvo al mando del Emirato de Hail. Su rivalidad con la Dinastía Saudí, que gobernaba el vecino Emirato de Nejd, fue muy intensa. Todo pareció quedar zanjado cuando en 1891 consiguieron derrotar a los saudíes y enviarles al exilio, gracias a contar con el apoyo militar del Imperio Otomano. No se imaginaban que tan solo 12 años más tarde se volverían a ver las caras, y esta vez la victoria cayó del lado saudí, que ordenaron demoler Barzan Palace como acto simbólico. Actualmente solo quedan en pie dos torres de adobe a las que no se puede acceder.
3. Barzan Souq: está cerca del Barzan Palace. Es un mercado tradicional en un recinto cubierto, y está lleno de tiendas con todo tipo de productos a la venta: vestidos de colores, joyas, telas, cestas de mimbre, teteras, tazas de café, quemadores de incienso, especias, dulces… Todas las tiendas están gestionadas por mujeres en niqab, así que hice fotos con mucho cuidado, evitando planos generales. Hasta que dos me invitaron a sentarme con ellas a tomar algo. Yo acepté, pero estaba muy nervioso y no sabía cómo actuar para no meter la pata. Además no hablaban ni palabra de inglés. Menos mal que un barrendero de Bangladesh hizo de traductor improvisado.
Las mujeres me sirvieron café árabe (Gahwah) con dátiles y té (Shai). También hicieron un intento de venderme algo, pero me negué y lo dejaron correr. Mientras, se acercaron otras lugareñas para ver qué hacía allí, aunque siempre en un tono cordial. Al cabo de un rato me despedí y continué mi recorrido. Por lo visto hacía muy poco tiempo que las mujeres podían trabajar fuera de casa, y para ellas era toda una novedad hablar libremente con un extranjero.
Al lado del Barzan Souq hay un mercado de alimentos de grandes dimensiones. Me llamó la atención que muchas de las frutas y verduras ya estaban listas para comprar, en porciones separadas envueltas en plástico. Y en la zona de carnicerías comprobé que en Arabia Saudí los camellos no se utilizan para dar paseos a turistas (había diferentes partes a la venta, incluido un cuello colgando de un gancho). Todos los vendedores me saludaban, y pude hacer fotos con total libertad.
COMIDA: AL TURATHY RESTAURANT
A la hora de comer decidí visitar este restaurante muy recomendado. Está ubicado en una bonita vivienda tradicional con muros de adobe, almenas triangulares pintadas de blanco y un patio interior rodeado de columnas. Al llegar, un camarero me hizo pasar a un reservado, donde comí sentado en el suelo con la puerta cerrada, sin nadie a la vista (fue una sensación un poco extraña). No tienen menú en inglés, pero el chaval me lo explicó como pudo.
Yo pedí Mandi, un plato de origen yemení hecho con arroz, carne, pasas y una mezcla de especias. El mío era de cabra, pero también había con carne de pollo, cordero o camello. La gracia del Mandi es que se cocina en un horno de adobe enterrado bajo el suelo llamado Tandoor, con una técnica que da al plato un sabor y textura muy especial. El precio me pareció exagerado (63R), pero cuando vi el plato entendí el motivo. Era una bandeja gigantesca con comida para una familia entera. A duras penas me pude comer una cuarta parte, así que pedí el resto para llevar. Lo acompañé con una ensalada de pepino, tomate y zanahoria; y una botella de agua. Y de postre Umm Ali (un pudding con virutas de coco, pistachos y pasas). Todo estuvo riquísimo, aunque pagué 75R. Bueno, un día es un día.
Antes de marcharme estuve explorando los diferentes rincones del restaurante, que es como un museo, con multitud de objetos realmente curiosos: armas antiguas, joyas, animales disecados (desde un halcón a una serpiente), libros…
MAS LUGARES DE INTERÉS
Una vez con el estómago lleno, continué visitando nuevas atracciones turísticas.
4. Airif Fort: situado sobre un peñasco, este fuerte del siglo XVII es uno de los lugares más fotogénicos de Hail. Está muy bien conservado, y sus muros y torres con almenas triangulares de color blanco lucen en todo su esplendor. Durante mi visita se estaban realizando obras y no se podía acceder al interior del fuerte. Pero al menos me dejaron subir a verlo de cerca y contemplar las vistas de la ciudad, con sus casas de tonos ocre rodeadas de palmeras y minaretes, y la silueta de las montañas de fondo. Además, mientras estaba allí comenzó a sonar la llamada a la oración desde docenas de mezquitas, creando una atmósfera mágica. Muy recomendable.
5. Casco antiguo: en esta parte de Hail se pueden encontrar las últimas casas tradicionales que quedan en la ciudad. La mayoría están en ruinas, pero conservan bonitos detalles, como almenas, relieves o puertas antiguas. En algunas es posible entrar a curiosear, y pude ver columnas de madera, pimientos secándose al sol, y mucha basura. Otras están rodeadas de muros de hormigón (imagino que para evitar accidentes). Solo hay una en perfecto estado, y alberga el Hail Local Heritage Museum (una colección de objetos antiguos). Mi idea era visitarlo, pero el encargado me pedía 20R por la entrada y me pareció excesivo, así que me conformé con ver la casa desde fuera.
Deambulando por el Casco Antiguo pasé junto a varios talleres donde grupos de paquistaníes fabricaban Mabkhara (quemadores de incienso), tallando trozos de madera y recubriéndolos con chinchetas. En uno me dejaron entrar para hacer alguna foto, y cuando me marchaba me clavé una chincheta que atravesó la suela de mi zapatilla y me hizo ver las estrellas.
6. Jebel Samra: una montaña que ofrece las mejores vistas de Hail. Todo el mundo llega en coche, pero yo decidí recorrer a pie los 5km hasta la cima. De camino pasé por alguna curiosa rotonda (una estaba decorada con un castillo, otra con figuras piramidales…); y crucé el Parque de Atracciones Al Samra, que tiene un enorme lago con barcas de remo, café, restaurante, hotel… Incluso un zoo, desde el que me llegaba el sonido de un león rugiendo. También hay varios puestos de comida rápida y cafeterías, y aproveché para comprar la cena: un Shawarma de Pollo, patatas fritas y una Mirinda (13R).
Desde el Parque subí hasta la cima de Jebel Samra, pasando junto a laderas de roca volcánica. Las fuertes pendientes y el sol me hicieron llegar con el corazón a mil, pero una vez arriba pude disfrutar de una panorámica maravillosa, con la ciudad de Hail, las montañas, y el desierto salpicado de pequeñas colinas. En la cima hay un café y bancos con cojines para sentarse. Yo ocupé uno y cené cómodamente. Pero cuando estaba acabando un camarero se acercó y me dijo que los bancos costaban 10R la hora, así que me fui. Vaya precios… Tras la cena me quedé esperando unos 45 minutos para ver la puesta de sol, mientras iban apareciendo familias saudíes, que se marchaban al momento. No fue de los mejores atardeceres que he visto, pero después el cielo se tiñó de naranja, y las luces de la ciudad comenzaron a encenderse, creando una imagen memorable.
El problema vino después: era de noche; soplaba un viento helado; y tenía que caminar los 5km de regreso al hotel. Menos mal que se solucionó por arte de magia. Un saudí se acercó a charlar, y al momento su hijo me trajo un vaso de té. Tras unos minutos en los que me pidió que le hiciera unas fotos y me grabó un video para su Snapchat (en Arabia Saudí todo el mundo está enganchado a esta app), me ofreció llevarme en su coche al centro, y acepté sin dudarlo. El hombre me quería dejar en la puerta del hotel, e incluso me daba dinero, pero no quise abusar y me bajé unas calles antes. Desde allí continué a pie, poniendo punto y final a un día realmente completo.
HACIENDO AMIGOS SAUDÍES
Al día siguiente me desperté a buena hora para continuar explorando Hail. El desayuno consistió en galletas con un vaso de batido de plátano, y al poco ya estaba en marcha. Estos fueron los sitios que visité:
7. Museo Regional: se encuentra en las afueras de la ciudad, a 6km del centro, y decidí llegar a pie para curiosear por el camino. La verdad es que me podía haber ahorrado el esfuerzo, porque lo único que vi fue una ruidosa avenida llena de vehículos; un parque desierto; y un descampado lleno de basura y escombros. Mejor un taxi.
El Museo Regional está ubicado en un moderno edificio de grandes dimensiones, donde se me recibió con sonrisas y mucha amabilidad. Un empleado me dio un montón de folletos con lugares que visitar en la Región de Hail. Y encima la entrada es gratuita. No se puede pedir más. El Museo consta de diferentes salas con objetos, paneles explicativos y vídeos que ayudan a repasar la historia de la región, desde la Prehistoria hasta la llegada del Islam. Me gustaron algunos petroglifos procedentes de la zona de Jubbah; diferentes fósiles; armas antiguas… En total pasé una hora muy entretenido, durante la cual no apareció absolutamente nadie.
A continuación decidí caminar hasta el siguiente lugar de interés, a pesar de que se encontraba a 5km. Cuando estaba a punto de llegar un hombre saudí me saludó, me preguntó de dónde era, y me invitó a tomar té en su casa. La idea me hizo gracia, así que acepté. Y al momento estaba sentado en el suelo de una sala de visitas, junto al hombre (Aziz) y algunos miembros de su familia (por supuesto todos hombres). Allí un sirviente indio me puso una taza de Gahwah (café árabe) y me ofreció Tamar (dátiles) de un recipiente dorado. El tipo estaba atento, y cuando acababa el café me pedía la taza para ponerme más (solo un chorro, no la llenaba entera). A mi alrededor todo era lujo, con colecciones de teteras y numerosos detalles. Y la casa contigua parecía un palacio.
Yo comenté cosas de mi viaje, aunque hablé más con Mohamed, un chaval con un nivel de inglés bastante correcto. Eso sí, al escucharse la llamada a la oración todo el mundo se fue a la mezquita y me quedé solo con el abuelo de la familia, que no se podía mover y se limitó a mirarme y emitir gruñidos durante 20 minutos (se hicieron eternos). Cuando regresó la gente, Mohamed me llamó y subimos a un coche conducido por su primo Turki. Al principio no entendía nada, pero poco a poco comprendí lo que pasaba: era su invitado y me querían enseñar Hail. Yo encantado, así que me despedí de Aziz y en marcha.
8. Mezquita Al Rahji: este era el sitio al que me dirigía antes de conocer a Aziz. En Hail hay un montón de mezquitas, y Al Rahji es la más recomendable. Fue construida en el año 2011, aunque el exterior es espectacular, con unas dimensiones gigantescas, cuatro minaretes y varias cúpulas de color rojo en diferentes niveles. Salvando las distancias, su diseño es muy similar al de la Mezquita de Soltaniyeh en Estambul. Me encantó.
Después entramos en el patio para hacer alguna foto más. En teoría los no musulmanes no pueden acceder a la sala de oración (a pesar de que no había nadie), pero Turki habló con el encargado de la mezquita y me dio permiso. La verdad es que la sala me pareció el vestíbulo de un hotel de lujo y apenas estuve unos minutos. Lo único destacable fue que me bebí un vaso de agua sagrada traída directamente de la Meca. En fin…
9. Egdah: un lugar al oeste de Hail que desconocía por completo. Mohamed y Turki me condujeron hasta la parte superior de unas rocas y las vistas me dejaron sin palabras. Ante mí se extendía un lago rodeado de palmeras, con afiladas montañas de color rojizo y una luz perfecta para la fotografía. Y en la distancia un buitre planeaba sobre las cumbres. No me quería marchar de allí. Una pena que los alrededores estuvieran llenos de basura, al ser una zona de picnic muy popular.
Durante la ida Mohamed me compró una lata de Mirinda. Y a la vuelta paró en un puesto de comida y volvió con dos especialidades de Hail para que las probara: Toman (una especie de puré de arroz); y Qbeba (hojas de vid rellenas de arroz y carne, similares a los Dolma de Armenia). Todo un detalle.
De regreso en Hail, Mohamed se despidió (tenía cosas que hacer) y me quedé a solas con Turki. Este me llevó a una moderna cafetería con unos precios carísimos (un café con leche costaba 14R). Como sabía que me iba a invitar pedí un té, pero él le añadió una galleta de chocolate, y estuvimos charlando un rato. Las cosas que me decía confirmaron mis sospechas de que pertenecía a una familia adinerada. Según él, no trabajaba, sus padres eran dueños de varios negocios, tenían casa en Bodrum, había viajado por todo el mundo…
EN EL HAIL SEASON
A continuación nos vinieron a buscar dos amigos de Turki en un todoterreno impecable y fuimos a visitar el Hail Season, un festival anual que estaba teniendo lugar esos días en la ciudad y que pertenece al programa Saudi Seasons, lanzado por el gobierno saudí para promocionar el turismo en diferentes regiones del reino. Yo no tenía ni idea de esto y fue una gran sorpresa. De camino los chavales escuchaban música latina y me dijeron que veían La Casa de Papel en Netflix. Los efectos de la globalización son asombrosos…
El Hail Season se celebraba en diferentes puntos de la ciudad, y nos acercamos a dos de ellos:
*Heart of Hail: un parque enorme con muchos food trucks que vendían diferentes productos (té, café, dulces, hamburguesas…). Entre ellos destacaba uno de Al Baik, la cadena de comida rápida más popular de Arabia Saudí, famosa por su pollo picante. Además había tiendas de artesanía; un escenario con actuaciones surrealistas (unos acróbatas de Mongolia pegando saltos; un tío disfrazado de Predator haciendo malabares…); peluches gigantes desfilando por una avenida… Los chavales no paraban de encontrarse amigos y me los iban presentando. Pero había muy poco ambiente, así que al rato nos marchamos. Precio: 10R (que pagó Turki, por más que insistí).
*Al Qishlah: este recinto fue una historia completamente distinta. Si el fuerte ya me había gustado de día, por la noche la atmósfera era única. Estaba iluminado con focos, y en un escenario central un artista tocaba una guitarra tradicional (llamada Oud).
El patio porticado estaba lleno de tiendas de artesanía, y a través de Turki charlé con casi todos los propietarios. Probé varios tipos de miel elaborada a partir de diferentes flores. Entré en una tienda de tejidos confeccionados a mano por una señora (vestidos, bolsos…). Un fabricante de rosarios me enseñó sus mejores obras. Me tomé un café turco preparado por una mujer que me permitió grabarla. Fotografié a un lugareño que posaba con un halcón en la mano… y nos acabó invitando al interior de su tienda, donde tomamos café y té, acompañado de dátiles y Bagel (una especie de queso hecho con leche de camello).
En Al Qishlah también había terrazas para sentarse a probar especialidades locales, tomar café o fumar shisha. Como era el único turista occidental mucha gente quería hablar conmigo, me saludaban o grababan vídeos para Snapchat. Y era el centro de todas las miradas, incluidas las chicas que paseaban tapadas con abaya y niqab. Además, durante mis conversaciones con Turki y sus amigos aprendí un montón de curiosidades de la cultura saudí. Fue una gran experiencia. Precio: 20R (de nuevo pagados por Turki).
No paramos de dar vueltas por el fuerte y al final nos marchamos a las 23h, porque era la hora de cierre. Desde allí Turki y sus amigos me llevaron hasta la puerta de mi hotel y me despedí de ellos. Tras mezclar tantas cosas sin ingerir nada sólido tenía el estómago a punto de explotar, pero estaba contentísimo por cómo había transcurrido el día. Y todo gracias a aceptar una simple invitación a un café…
CONCLUSIÓN
Los pocos turistas que visitan la zona pasan de largo Hail rumbo a los famosos petroglifos de Jubbah. Pero se trata de una ciudad agradable que cuenta con varios edificios históricos que merece la pena visitar. Una jornada completa será suficiente, aunque las montañas de los alrededores ofrecen la posibilidad de realizar infinidad de excursiones, y tu estancia se podría alargar un par de días más.
Yo tuve suerte y mi visita coincidió con el festival anual Hail Season. En él pude disfrutar del ambiente nocturno del fuerte Al Qishlah, con tiendas de productos típicos y música tradicional. Además conocí a unos chavales saudíes que me enseñaron diferentes rincones de Hail haciendo gala de una hospitalidad sorprendente.
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