Descubriendo una isla remota llena de baobabs y graciosos cangrejos, de la mano de una encantadora familia francesa
En el interior del Parc National du Delta du Saloum hay decenas de islas que se pueden visitar alquilando una pirogue. Algunas están deshabitadas, mientras que en otras hay pequeñas poblaciones pesqueras donde el tiempo parece haberse detenido. Aquí los únicos vehículos para desplazarse por tierra son bicicletas o calesas tiradas por burros. Y las antiguas tradiciones, como la religión animista o la Lutte, todavía son parte importante del día a día de los Serer. Las dos islas más conocidas son Mar Lodj, a la que se accede desde el pueblo de Ndangane; y Guior, a corta distancia de Djiffer. Pero las posibilidades son infinitas.
Gounoumane es una población desde la que se puede explorar fácilmente el sector norte del Delta du Saloum, al igual que lo era Toubacouta para visitar el sector sur.
VIAJE TOUBACOUTA – GUIOR
La única forma de llegar a la Île de Guior es en pirogue. Así que para alquilar una, de nuevo realicé la gestión a través de mi hotel en Toubacouta. La noche anterior estuve charlando con el propietario, Youssou, y rápidamente llegamos a un acuerdo. Precio: 65.000f.
El propio Youssou me acompañó caminando hasta el embarcadero de Guior, y me dejó en manos de dos chavales: el barquero, y un guía. Y en cuestión de minutos ya estábamos en marcha, adentrándonos en el Delta du Saloum, navegando en dirección norte. El trayecto duró algo menos de 3 horas, y estuvo bastante entretenido. Vi un grupo de Flamencos; alguna Garza volando; barcas de pescadores; islas atiborradas de baobabs… Y mientras, el guía aportaba explicaciones y datos interesantes.
A todo esto, las atenciones de Youssou parecían no tener fin. Por lo visto le había dicho al guía que durante el viaje me preparara pescado a la brasa, en una minúscula barbacoa. Y eso hizo, sirviéndomelo en un plato, ya desmenuzado y sin espinas. Después, me ofreció un par de Attaya, un té verde típico de Senegal, que se sirve muy dulce, en vasos de chupito. Impecable. Incluso a medio trayecto Youssou me llamó por teléfono (a través del guía) para saber cómo iba todo… Un servicio impecable. Mientras, yo viajaba relajado, en la parte delantera de la pirogue, bajo un sol abrasador (me puse negro).
Cuando llegamos a la Île de Guior, el guía bajó de la pirogue y me acompañó para ayudarme a encontrar el alojamiento elegido. Menos mal, porque no fue fácil. Los carteles brillaban por su ausencia. Y había cierta confusión entre los propios lugareños, al tratarse de un hotel que había abierto no hacía mucho. Pero bueno, al final lo encontramos, y me despedí del guía amigablemente.
ALOJAMIENTO: CAMPEMENT DIONEWAR AFELA – 20.000f/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso y decorado con gusto; limpieza extrema; cama doble con colchón comodísimo; ubicación a escasos metros de la playa, y alejado del pueblo, por lo que la tranquilidad es total; precio (con pensión completa, incluido todo tipo de bebidas durante el día); posibilidad de pagar en euros.
Mención especial al trato exquisito que recibí durante mi estancia en Guior por parte de los propietarios del hotel. Una joven pareja francesa (Yannick y Lydia) que la mayor parte del año trabaja para la compañía Brittany Ferries, mientras un lugareño de confianza gestiona el hotel. Y pasa sus 4 meses de vacaciones en Dionewar, atendiendo personalmente a sus clientes. La verdad es que tuve una gran suerte al coincidir mi estancia con ese periodo. Porque eran sencillamente encantadores: él, explicándome con pasión todo lo que había hecho en el hotel; ella simpatiquísima y atenta.
Además, el padre de Yannick estaba de visita: un entrañable abuelete ya jubilado, que había trabajado como ingeniero de minas y viajado durante muchos años por toda África. Y se apuntó a todos los paseos, siempre con su cuaderno de notas en la mano. Al final, sentía que estaba en casa de una familia, rodeado de una atmósfera única.
*Puntos en contra: lavabo compartido (aunque yo era el único huésped); ducha con agua escasa (aunque gracias que había, teniendo en cuenta el lugar tan remoto donde me encontraba).
Ya instalado en mi bungalow, tocaba ponerse a explorar la isla y aprovechar el tiempo.
PASEANDO POR ÎLE DE GUIOR
Para empezar, decidí caminar descalzo siguiendo la playa en dirección norte. Y en pocos segundos me vi rodeado de un paisaje espectacular: aguas cristalinas con alguna pirogue tradicional; arena de color dorado; manglares de un verde intenso con sus raíces al descubierto… Un auténtico paraíso.
Mientras paseaba, correteaban por todas partes graciosos Cangrejos Violinista, que al notar mi presencia se escondían en agujeros bajo la arena. Pero si esperaba quieto, volvían aparecer y podía sacar buenas fotos. También me crucé con varios lugareños, que saludaban efusivamente (unos en calesa tirada por un burro). Y llegué a un punto donde había una serie de viviendas muy básicas, fabricadas con paja de color amarillento, donde se alojaban los pescadores que venían desde Gambia para faenar en la zona.
Tras el paseo, me estiré a descansar en una hamaca que había frente al campamento, a la sombra de los árboles, relajado con el sonido de las olas. Y en un par de ocasiones, un chaval me trajo un Attaya. Me sentía como si estuviera en un resort de lujo. Pero pagando solo 30 euros…
A eso de las 17h, cuando el sol aflojó algo, Yannick me invitó a dar un paseo con su familia por el interior de Guior. La verdad es que me esperaba un lugar bastante árido. Pero nada más lejos de la realidad. Tras caminar unos metros, ya estábamos atravesando un bosque formado por enormes árboles: palmeras, baobabs, ceibas… Yannick hacía de guía, y descubrimos bastantes pájaros: Loros, Abyssinian Rollers, Starlings, un African Hornbill, Garzas blancas, Oxpeckers con sus picos amarillos y rojos, subidos a lomos de un grupo de cebús (se alimentan de sus parásitos)… Toda una sorpresa.
También vimos grupos de niños que venían de recoger frutos en el bosque. O animales domésticos (un par de burros, un rebaño de cabras…). Y pasamos junto a algún baobab gigantesco. En uno había un agujero por el que pude acceder a su interior, y me encontré a escasa distancia de una colonia de pequeños murciélagos. Al final, llegamos a una zona de Bolongs (brazos de agua), que ofrecía un paisaje único: playas naturales formadas por sedimentos, manglares hasta el infinito… Todo mientras charlábamos tranquilamente, envueltos en las últimas luces del atardecer.
De regreso en el campamento, nos sentamos en la entrada, en unas sillas dispuestas sobre la arena, alrededor de una fogata. Y allí estuvimos intercambiando anécdotas, comiendo cacahuetes y bebiendo una cerveza La Gazelle fresquita, bajo un cielo estrellado. Para cenar, pasamos a un comedor interior, y nos sentamos todos en una mesa alargada. El menú fue sensacional: un plato de gambas capturadas esa misma mañana, acompañadas de patatas fritas y verduras. Regado con otra La Gazelle (pensaba que se pagaban a parte, y luego me enteré que estaban incluidas en el precio, por lo que me pasé un poco). Y de postre, una naranja.
Esa noche me fui a dormir con la satisfacción de haber vivido un día perfecto. Donde todo me salió a pedir de boca, viviendo momentos inolvidables.
POR LAS CALLES DE DIONEWAR
Al día siguiente, me desperté con el agradable sonido de la multitud de pájaros que anidaban en los árboles del campamento. Preparé mis cosas, y al poco ya estaba en el comedor, desayunando junto a Yannick y su familia. Engullí una barra de pan entera, con mermelada y Nutella; y una taza generosa de café con leche. Justo lo que necesitaba.
Después caminamos todos juntos hasta Dionewar, un pueblecito pesquero de etnia Serer ubicado a unos 3km de distancia, al que llegamos cruzando una zona boscosa similar a la del día anterior. Lo primero que destaca de Dionewar es su enorme mezquita, cuyo minarete es visible desde muy lejos. Realmente desproporcionada. Porque el pueblo en sí consiste en un puñado de callejuelas sin asfaltar. Eso sí, muy fotogénico, rodeado de palmeras, y con algunas viviendas exhibiendo vistosos dibujos en sus fachadas.
Como el sol todavía no apretaba mucho, la gente estaba bastante activa, dedicada a sus tareas diarias. Pude ver a muchas mujeres, con sus coloridos vestidos y pañuelos en la cabeza; niños camino del colegio, con facciones e indumentarias realmente exóticas; puestos callejeros… Yannick conocía a todo el mundo, y no paraba de saludar y presentarme. Fueron incontables las manos que tuve que estrechar, acompañadas de un «bonjour».
En el puerto vimos como un grupo de lugareños empujaba para meter en el agua una pirogue recién fabricada. Entre ellos había algún gigante de proporciones descomunales. Y es que otra de las tradiciones de los Serer es la Lutte (o Lucha Senegalesa). En el pasado era un sistema de entrenamiento para los guerreros. Y en la actualidad un deporte nacional, con estadios y combates por todo el país. Vendría a ser una especie de lucha grecorromana, y no hubiera estado mal poder presenciar algún combate.
La visita acabó en una flamante construcción, financiada con capital canadiense, donde una cooperativa de mujeres del pueblo procesa y envasa productos para su venta. Allí había todo tipo de moluscos secándose al sol; recipientes con aceite de palma; mermeladas; zumos… Yo decidí comprar un litro de jarabe de Bissap, que se mezcla con agua para preparar zumos. Precio: 2.000f.
Para volver al campamento, caminamos por la playa, atravesando un paisaje idílico. El sol ya castigaba duro, con una temperatura cercana a los 40 grados, y cotas de humedad cercanas al 100%. Pero Yannick, todo atenciones, se había preocupado de comprarme una lata de Sprite para combatirlo. Gran paseo por un pueblo tradicional, sin rastro de turistas.
ULTIMAS HORAS EN GUIOR
A la hora de comer, me reuní en el comedor con la familia de Yannick. Nos sentamos todos en unos pequeños taburetes, alrededor de un enorme plato, donde fuimos metiendo la cuchara. Era arroz con pescado, aderezado con una salsa riquísima. Yannick iba troceando el pescado, y no tenía ni una sola espina. De nuevo, charla amena y anécdotas que nos hicieron pasar un buen rato. Para acompañar, agua y un zumo de Bissap.
Tras la comida, estuve un rato paseando por los bungalows, pues había un montón de Lagartos Agama correteando por la zona (alguno con la cabeza amarilla). Después, me estiré en la hamaca del día anterior, frente al mar, con una sensación de relax total. De nuevo disfrutando de un par de Attaya cortesía de la casa. Hasta que el sol perdió fuerza, y llegó la hora de partir.
La despedida de Guior fue emotiva. Yannick y Lydia se acercaron a la playa a decirme adiós, mientras subía a mi pirogue con sentimientos encontrados: felicidad, por haber pasado unos momentos geniales en la isla; y pena por tener que marcharme tan pronto de un lugar donde me habían hecho sentir como en casa.
VIAJE GUIOR – GOUNOUMANE
Para continuar hacia el sector norte del Parc National du Delta du Saloum, tenía que alquilar de nuevo una pirogue. Y Yannick me ofreció la suya, pilotada por uno de sus ayudantes, por 10.000f. Así que me ahorré la búsqueda. El trayecto desde Guior no tuvo mucha historia, pues fueron solo 20 minutos que pasaron volando.
Desembarcamos en Djiffer, un asentamiento pesquero ubicado en el extremo de la Península de Sangomar, ya fuera del perímetro del parque. Allí me encontré con una atmósfera caótica. La orilla estaba llena de pirogues perfectamente alineadas; y decenas de lugareños esperando la llegada de nuevas capturas. Por todas partes había chiringuitos de madera; montañas de conchas; camiones; calesas… Y un olor nauseabundo a pescado podrido. Todo lo opuesto al lugar de donde venía.
Por suerte, el ayudante de Yannick no se limitó a dejarme en la orilla. Amarró su pirogue; caminó conmigo; y negoció con un taxista el precio hasta Gounoumane. Así que solo tuve que subir al vehículo, y pagar 5.000f por recorrer 10km de pista en buenas condiciones.
ALOJAMIENTO: LE YOKAM – 15.600f/Noche
*Puntos a favor: bungalow enorme; cama doble con mosquitera; lavabo privado; ubicación a escasos metros de la playa, y alejado del pueblo, por lo que la tranquilidad es total (con el relajante sonido de las olas de fondo); precio (con media pensión); restaurante en el campamento; propietarios muy agradables (un matrimonio de mediana edad siempre sonriente).
*Puntos en contra: bungalows sin suministro eléctrico (había que utilizar una linterna).
Para los muy aprensivos (que no es mi caso, a excepción de las cucarachas), quizás sea un lugar con exceso de «fauna». Durante mi estancia me encontré con ratones, cangrejos que intentaban colarse en mi bungalow, salamanquesas… A mi me hizo gracia, pero… Una vez instalado, me di prisa para visitar la población, pues quedaban apenas un par de horas de sol, y había que aprovechar el tiempo.
PASESANDO POR GOUNOUMANE
Tras caminar un kilómetro por la playa, llegué a Gounoumane, uno de los 5 pueblos que forman la comunidad rural de Palmarin (a la que también pertenece Djiffer). Y estuve dando un paseo por sus calles. Me sorprendieron algunas casas antiguas, con muros pintados de color ocre y cruces. También los comercios de su avenida principal, decorados con todo tipo de dibujos. Y su enorme iglesia, con un altísimo campanario coronado por una cruz. O su plaza, con un pozo comunitario donde los lugareños acudían a sacar agua.
La gente tenía ganas de conocerme y charlar unos minutos, sin esperar nada a cambio. Y yo me mostré atento, hablando con algunos chavales al estilo senegalés (antes de ir al grano hay un intercambio previo de «Bonjours» y «Ça vas»). Los niños me daban la mano por la calle, y en algún caso me gritaban Toubab al verme. Mientras, otros jugaban en un rincón con un futbolín rudimentario.
La anécdota se produjo cuando un par de lugareños, al enterarse que era de Barcelona, se mostraban encantados. Porque trabajaban o habían trabajado para Lluis Llach, el famoso cantautor catalán, que pasaba largas temporadas viviendo en la vecina población de Ngallou, colaborando en diferentes proyectos a través de su fundación. Uno de ellos había sido la construcción de Point Serer, un local ubicado en las afueras de Gounoumane, utilizado como restaurante, centro cultural y cibercafé.
Cuando comenzó a oscurecer, regresé al campamento por la playa. Y me senté en una mesa de la terraza exterior del restaurante, a tomar una La Gazelle (caliente y sin gracia). Más tarde, como los mosquitos me estaban acribillando, pasé al comedor interior para cenar. El menú estuvo genial. De primero, una ensalada con una vinagreta muy buena. De segundo, pescado a la parrilla: una Petite Barracuda deliciosa, de carne compacta y sin espinas, acompañada de judías verdes. Y de postre medio mango. El lugar estaba desierto, con una ausencia total de turistas.
En Gounoumane es posible realizar diferentes actividades, ya que se encuentra junto a la Réserve Naturelle de Palmarin. Pero viniendo del Parc National du Delta du Saloum, muchas son más de lo mismo: paseos en pirogue o kayak por los manglares, avistamiento de pájaros, etc… Así que no alargué más mi estancia en este lugar, y continué mi viaje en dirección a Dakar.
CONCLUSIÓN
En mi opinión, cualquier visita a Senegal debería incluir obligatoriamente una estancia de un par de días en alguna de las islas del Delta du Saloum, como Guior. Para visitar aldeas tradicionales Serer y contemplar paisajes de película. Y si encima tienes la suerte de disfrutar de la hospitalidad de una familia encantadora (como me ocurrió a mí con Yannick y Lydia), no querrás abandonar nunca este idílico rincón del país.
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