Recorriendo un tramo de costa virgen con los restos de un barco naufragado, playas de postal para disfrutar en soledad y un profundo cañón
El Golfo de Aqaba mide 160km de longitud y separa la Península del Sinaí de la costa de Arabia Saudí, con menos de 25km entre ambas orillas. Aunque en su extremo norte Israel y Jordania también cuentan con territorios limítrofes. Las aguas del Golfo de Aqaba son un festival de vida marina que lo convierten en un lugar inmejorable para la práctica del buceo, con centros de fama mundial como Sharm el-Sheikh o Dahab (ambos en Egipto). La ciudad más importante (que da nombre al Golfo) es Aqaba, situada en Jordania, un importante destino para gente en busca de sol y playa.
La costa de Arabia Saudí ha quedado al margen del boom turístico de sus vecinos, con una reducida oferta hotelera y contados centros de buceo que exploten el potencial de la zona. A cambio abundan las playas solitarias de arena dorada y aguas turquesa donde se pueden ver los restos de un naufragio, Wadi Tayeb Esm o la cercana necrópolis nabatea de Madyan.
VIAJE: TABUK – HAQL
Mi idea era comenzar este viaje a buena hora, pero me acabé liando y al final salí de mi hotel en Tabuk casi a las 11h de la mañana. Por delante tenía 225km hasta la población de Haql, en la costa oeste de Arabia Saudí. Al principio atravesé un paisaje desértico con muy poca gracia, así que avancé a buen ritmo por una carretera en perfecto estado. Antes de llegar a Bir Ibn Hirmas me desvié a la izquierda y continué en paralelo a la frontera con Jordania, que estaba a tan solo 60km de distancia. Poco a poco el paisaje fue cambiando, y de repente empecé a internarme en Jibal Hisma, un desierto espectacular formado por enormes montañas de roca descompuesta y dunas de arena roja. Me recordó mucho al famoso Wadi Rum, situado en territorio jordano.
Las imágenes memorables se sucedían y paré en infinidad de ocasiones a hacer fotos, con un cielo azul perfecto. Al final dejé el coche en una zona de aparcamiento y di un paseo por el desierto. De esta forma pude ver de cerca diferentes rocas de formas curiosas; examiné la peculiar vegetación; y subí a un montículo que me ofreció unas vistas épicas de Jibal Hisma. Mientras a mi alrededor revoloteaba algún que otro cuervo. Junto a las montañas había bastantes jaimas de Beduinos (aunque no se veía gente). Y en un par de ocasiones vi rebaños de camellos y vehículos 4×4 adentrándose en el desierto. Fue un auténtico festival y disfruté como nunca.
A continuación el escenario se transformó de nuevo y aparecieron montañas de forma piramidal con franjas de diferentes colores. Cuando vi una gasolinera me detuve a completar el depósito (30R) para evitar sustos (la experiencia de Al Ula me había dejado marcado); piqué unas galletas; y continué por una carretera de asfalto irregular, con bastantes tramos en obras y curvas, hasta llegar a Haql. A esas alturas soplaba un fuerte viento y el cielo se había cubierto de nubes blancas que creaban molestas sombras para las fotos. Pero la mayor parte del tiempo lució el sol.
UN BREVE PASEO POR HAQL
Como ya eran más de las 15h y dormir bajo techo siempre es mi primera opción, decidí probar suerte y buscar algún hotel para pasar la noche, aunque no hubo resultado. En Booking solo aparecían dos alojamientos caros sin habitaciones disponibles. Y un par de hoteles que encontré a través de Google Maps estaban cerrados. Así que opté por visitar Haql y continuar la ruta.
Lo que ocurre en Haql es realmente curioso. Esta población se encuentra a orillas del Golfo de Aqaba, cuyas aguas llenas de vida son un paraíso para el buceo. Tanto que la ciudad de Aqaba (a escasos 35km al norte, en Jordania) hace tiempo que se convirtió en un destino turístico de fama mundial, con docenas de resorts y todo tipo de servicios. En cambio Haql apenas cuenta con un puñado de alojamientos (principalmente chalets o apartamentos), y su tramo de costa está desaprovechado. Aunque pensándolo bien tiene sentido. Si a un turista inglés o alemán le dices que venga a las playas de Haql, pero que no va a poder pasear en pantalón corto, bañarse en bikini o tomar una cerveza, pues no lo verá nada claro. De hecho muchos saudíes viajan a Aqaba en busca de esa libertad que no tienen en su país.
Haql es un asentamiento moderno sin edificios de interés, así que yo fui directo al norte del pueblo. Allí encontré el Prince Fahd bin Sultan Marine Park, un parque donde pasé un rato entretenido. Nada más entrar me recibió una enorme estatua que representa un ancla rodeada de tentáculos, con dibujos de peces en la base. El parque está atravesado por canales de agua y puentes, con numerosas familias locales caminando o sentadas en el césped tomando té. Y tiene un pequeño paseo junto al mar, con bancos de piedra y unas vistas inmejorables. El agua tenía una pinta genial, con zonas de color turquesa y poca profundidad. Pero hacía demasiado frío, incluso para meter los pies (yo iba con chaqueta). No muy lejos se puede visitar también Palm Garden, unos jardines llenos de palmeras, pero ya se me hacía tarde y me tuve que marchar.
UN BARCO NAUFRAGADO
Para llegar a mi destino final del día conduje 50km hacia el sur, por una carretera secundaria que bordea la costa. Se trata de un tramo de playas vírgenes donde no hay ningún tipo de construcción que empañe el paisaje. A un lado las aguas del Golfo de Aqaba; y al otro las afiladas montañas del desierto. Aunque esta situación idílica no durará mucho tiempo. A finales del 2017 el gobierno saudí anunció sus planes para construir en esta zona una gigantesca ciudad futurista llamada NEOM, con una superficie total que excederá los 25mil km2. El impacto de esta obra será brutal y romperá por completo la magia del lugar.
Durante mi recorrido pude ver algún 4×4 con familias saudíes pasando el rato, y varios carteles advirtiendo que estaba prohibido bañarse, bucear o hacer picnic en la zona. Y aparecí en Almashy Well Beach. A nivel estético esta playa no es mucho mejor que las que había dejado atrás, pero tiene una cosa que la diferencia del resto: a escasos metros de la orilla se puede ver el Georgios G, un barco de mercancías de origen inglés que en 1978 embarrancó en el arrecife de coral. Cuando los técnicos intentaban arrancar los motores el buque se incendió, y ha permanecido en el lugar tal y como quedó, conocido popularmente como el Titanic Saudí. La imagen impresiona, con el casco inclinado rodeado de aguas cristalinas.
Cuando llegué tenía el sol de cara y las fotos del barco quedaban fatal. Así que decidí dormir allí y esperar al día siguiente. Por suerte el terreno alrededor de la playa era muy compacto y pude acceder con mi coche. Pronto descubrí que había un vehículo de Policía y fui a hablar con los agentes para asegurarme de que podía pasar la noche en el lugar. No hablaban ni palabra de inglés, pero con Google Translator nos pudimos comunicar. Al principio me dijeron que no podía quedarme a dormir y me enviaban de regreso a Haql por motivos de seguridad. Pero no me apetecía nada desandar el camino y tener que volver al día siguiente, así que insistí y al final me dejaron. Eso sí, para evitar problemas decidí no plantar la tienda y dormir en el coche.
Mientras hablaba con los agentes el sol se ocultó tras las montañas del Sinaí y me quedé un rato paseando por la playa, haciendo alguna foto con el cielo de color naranja. Más tarde regresé al coche y cené el pollo con arroz que me había sobrado del día anterior, rematado con un zumo de naranja y una chocolatina.
Al principio parecía que iba a estar acompañado. Junto a mí había una pick up con 3 saudíes que montaron una tienda; el vehículo de Policía se quedó vigilando; y una farola iluminaba la zona. Pero según avanzó la noche la Policía y los lugareños se fueron; la farola se apagó; y me quedé allí solo envuelto en la oscuridad. Por un lado estaba intranquilo, ya que los agentes me habían recomendado marcharme. Pero por otro la atmósfera era increíble, con la silueta del barco frente a mí; una luna brillante iluminando las aguas del Golfo; el cielo cubierto de estrellas; y un fuerte viento sacudiendo el coche (menos mal que no acampé).
Tras un rato leyendo y escribiendo, me cambié a la parte trasera del vehículo, me metí en el saco, y a dormir. Por lo menos las temperaturas eran mucho mejores que en el desierto de Al Ula, y no se esperaba una noche fría.
RECORRIENDO PLAYAS PARADISÍACAS
Al día siguiente me desperté poco antes del amanecer tras una noche relativamente apacible. No hizo nada de frío y el único problema fue el reducido espacio del coche, que no me permitía estirarme. Pero bueno, como estaba cansado pude dormir y recuperar fuerzas. Para desayunar piqué unas galletas y un zumo de naranja, y me quedé esperando en el coche hasta que el sol apareció, a eso de las 8h.
A continuación pude pasear por el tramo de playa donde está el barco naufragado, con una luz perfecta para la fotografía. Aunque una pena que lo hayan rodeado con unas boyas de color rojo chillón que rompen un poco la magia (en las fotos las hice desaparecer con Photoshop). Mientras caminaba apareció una pareja de saudíes que hicieron un fuego y se pusieron a desayunar. El chaval se acercó a hablar conmigo un rato, nos sacamos unas fotos e intercambiamos teléfonos. Me hizo gracia cuando me preguntó si era cristiano, y al decirle que sí me soltó: “¡y por qué no eres musulmán!” En fin…
De nuevo en el coche, mi plan inicial era continuar conduciendo hacia el sur por la carretera secundaria que bordea la costa. Pero los agentes de Policía con los que hablé la noche anterior me dijeron que no se podía porque estaba cortada, fruto de la existencia de un área militar. Así que me tocó regresar casi hasta Haql y utilizar una carretera interior. Camino de Haql no me pude resistir y paré en un par de playas desiertas que me parecieron espectaculares, con aguas turquesa, arena dorada formando bandas onduladas, arbustos de diferentes tamaños, pájaros revoloteando, y un grupo de camellos comiendo. Hacer snorkel en estas playas tiene que ser toda una experiencia…
UNA NECROPOLIS NABATEA
Ya en la carretera interior conduje a buen ritmo hasta la población de Al Bada, situada a 50km de Haql, en Wadi Afal. Durante el trayecto vi más camellos, puntiagudas montañas de color marrón y algún pequeño asentamiento. Estuvo entretenido, y realicé el viaje de un tirón, sin detenerme ni una sola vez.
Algunos expertos creen que Al Bada es el lugar donde se encontraba ubicada la ciudad de Madyan (o Midian), nombrada en numerosas ocasiones tanto en la Biblia como en el Corán. Aquí se refugió Moisés tras su huida de Egipto, y vivió durante 10 años junto al profeta Shuayb (por eso la ciudad también se conoce como Mughair Shuayb). Más tarde se convirtió en una importante parada de las caravanas de camellos que utilizaban Wadi Afal para cruzar la zona, y acabó anexionada al Reino Nabateo.
En teoría las ruinas de Madyan se encuentran bajo el casco urbano de Al Bada y los primeros trabajos arqueológicos comenzaron en el año 2017, así que de momento no hay nada que ver. En cambio, en las afueras de Al Bada se puede visitar una necrópolis Nabatea con alrededor de 30 tumbas excavadas en la ladera del monte Jebel Musalla. La buena noticia fue que el recinto estaba abierto al público (en Arabia Saudí nunca se sabe), así que aparqué y me puse a explorar la zona. Si no has podido visitar Madain Saleh por algún motivo, esta necrópolis es lo más parecido que hay en el país.
Las tumbas de Al Bada son mucho más modestas, pero hay alguna en buen estado, con bonitos relieves. Y tienen 3 ventajas respecto a Madain Saleh:
*Se pueden visitar por libre, sin necesidad de apuntarse a un tour con guía.
*La entrada es gratuita.
*Es posible acceder al interior de las tumbas y ver los compartimentos donde los diferentes miembros de las familias Nabateas eran enterrados.
Además las vistas de Wadi Afal son preciosas, con palmeras, viviendas de una sola planta y las montañas de fondo. Por cierto, la mejor luz para la fotografía es por la mañana. Yo llegué a Madyan pasadas las 12h y las sombras ya comenzaban a cubrir el lugar.
Durante mi estancia en la necrópolis coincidí con alguna pareja saudí, pero muy espaciadas y sin agobiar. De hecho agradecí su presencia para incluirlas en mis fotos. Y a un hombre vestido de blanco directamente le pedí que posara frente a la tumba mejor conservada. Estaba con su mujer, cubierta con abaya y niqab, que no abrió la boca. Más tarde me invitó a continuar con ellos la ruta turística por la zona, pero a esas alturas estaba que me moría de hambre y necesitaba comer algo, así que regresé al centro de Al Bada en busca de un restaurante.
Cuando llegué al pueblo el panorama era desolador, porque al ser sábado las persianas de la mayoría de comercios estaban bajadas. Menos mal que encontré un local de comidas en la calle principal y pude llenar el estómago. Pedí Kabsa, una Mirinda y un agua fría. Como es habitual, me sirvieron una bandeja enorme, pero esta vez no sobró casi nada. El dueño era realmente simpático (al verme se le puso una sonrisa de oreja a oreja); y todo me costó solo 14R. Antes de marcharme de Al Bada entré en una tienda y compré galletas y bebida para subsistir hasta el día siguiente.
LOS PAISAJES DE MAQNA
Desde Al Bada regresé al Golfo de Aqaba, conduciendo por una carretera que al cabo de 35km me dejó en el pueblo de Maqna. Allí comprobé que había comenzado a soplar un viento huracanado insoportable. Eso sí, cuando pensaba que ya había visto las mejores playas de la zona, el tramo de costa que rodea Maqna me dejó sin palabras. De vez en cuando aparecían bahías de aguas poco profundas con colores deslumbrantes. En dos de ellas aparqué el coche y estuve paseando un rato por la orilla, con la presencia de algún lugareño, y una familia de perros a los que intenté dar galletas pero salieron disparados (para una vez que tengo comida encima.)… Por si fuera poco, la zona estaba compuesta por un terreno de arenisca que fruto de la erosión adoptaba todo tipo de formas, creando imágenes muy fotogénicas.
Durante la tarde el sol apretó con fuerza e hizo bastante calor, así que mientras conducía utilicé el aire acondicionado. En cambio cuando salí a pasear me dejé puesta la chaqueta porque no vi a nadie en manga corta y no quería llamar la atención; y porque el fuerte viento refrescaba algo el ambiente.
EXPLORANDO WADI TAYEB ESM
El último lugar de interés del día estaba tan solo 15km al norte de Maqna. Se trata de Wadi Tayeb Esm, un impresionante desfiladero natural que atraviesa un macizo rocoso y es posible recorrer a pie durante varios kilómetros. El trayecto ofrece panorámicas inmejorables, con enormes montañas a escasos metros del mar. Cuando faltaba poco para llegar apareció un cartel que advertía que el acceso a Wadi Tayeb Esm se encontraba cortado de forma temporal por obras de mantenimiento, y casi doy media vuelta. Pero después comprobé que la valla estaba abierta, y un lugareño que venía de allí me dijo que no había problema. Así que continué hasta la entrada, donde hay un bonito palmeral con un vehículo de Policía vigilando.
El desfiladero superó todas mis expectativas. Es gigantesco, con paredes que en algunos puntos alcanzan los 600m de altura. Está permitido recorrer en coche unos metros, pero yo decidí adentrarme a pie (entre otras cosas porque el terreno arenoso no parecía muy recomendable para mi vehículo). La atmósfera me encantó: los acantilados están llenos de agujeros que dan protección a montones de pájaros que no paran de piar y revolotear; el viento dejó de soplar; y caminé junto a un riachuelo que cada vez tenía más agua. Por el camino me crucé con alguna familia saudí, pero en general reinó la tranquilidad.
Como ya eran casi las 17h no pude realizar toda la ruta, y tras un rato caminando di media vuelta y volví al coche. Al verme unos chavales me invitaron a sentarme a tomar té con ellos, pero no quería que se me hiciera de noche sin haber encontrado un lugar para dormir y tuve que rechazar la oferta (este día no me relacioné mucho). Ya al volante volví a Maqna y continué conduciendo hacia el sur, rumbo a la siguiente atracción turística. Aunque el sol estaba a punto de desaparecer y cuando pasé junto a una playa apartada de la carretera a la que se podía acceder en coche decidí finalizar la jornada.
Tras contemplar la puesta de sol preparé las cosas; cené galletas y un zumo; y estuve un buen rato escribiendo. Mientras vi pasar varios 4×4 policiales patrullando la zona (bueno, eso o era el mismo vehículo dando vueltas arriba y abajo), hasta que al final unos agentes se acercaron para ver qué hacía allí. Me temía otra larga conversación para convencerles de que me dejaran quedarme allí, pero solo necesité unos minutos de charla casual y se marcharon entre risas. Así encaré mi segunda noche seguida durmiendo en el coche. De nuevo tuve que desestimar la opción de acampar porque el viento era horrible y hubiera sido imposible plantar mi tienda.
EN EL EXTREMO OCCIDENTAL DE ARABIA
Al día siguiente volví a despertarme antes del amanecer. La noche fue muy tranquila: no pasé nada de frío y dormí lo necesario. Tras desayunar unas galletas con zumo de naranja recogí las cosas, me puse en marcha y conduje unos 35km hasta Ras Al Sheikh Hamid, el punto más occidental de Arabia Saudí (sin contar la isla de Tiran), donde confluyen el Golfo de Aqaba y el Mar Rojo. Mientras avanzaba el sol seguía oculto, y pasé junto a playas desiertas envueltas en sombras. Yo miraba hacia el mar con la esperanza de ver delfines, pero no hubo suerte.
La carretera me llevó hasta una pista de tierra llena de agujeros que pusieron a prueba las ruedas de mi coche. Y aparecí en una playa donde me esperaba una sorpresa. En el año 1960 el millonario Thomas Kendall y su familia partieron de San Diego en un hidroavión con la intención de dar la vuelta al mundo. Durante el viaje decidieron parar en Ras Al Sheikh Hamid, y el relato de lo que sucedió a continuación varía en función de quién lo cuenta. La versión oficial dice que al no tener los permisos necesarios la familia fue detenida y enviada de regreso a Estados Unidos. En cambio otras fuentes explican que las tribus beduinas de la zona se liaron a tiros con el hidroavión, pensando que era un comando israelí. En cualquier caso, el aparato quedó abandonado en la playa y allí continúa.
Encontrarme frente a los restos del hidroavión bañados con los primeros rayos de luz fue uno de esos momentos inolvidables. El fuerte viento ha dividido el aparato en dos partes. Por un lado la cabina, coronada por unas alas enormes, que al igual que el barco Georgios G está rodeada por unos postes de color blanco con cadenas para evitar que la gente se acerque. En parte lo entiendo, porque había visto fotos con saudíes subidos en el hidroavión, pero esos añadidos restan un poco de autenticidad al lugar. Por otro lado está la cola, a varios metros de distancia. En la playa no había nadie, a excepción de un vehículo de Policía que vigilaba desde la distancia. Y pude pasear a mi aire, con el sonido de las olas de fondo. Toda una experiencia.
A continuación regresé a la carretera, que más adelante se convirtió en una pista de tierra. Allí aparqué el coche y seguí caminando hasta llegar a una playa de postal. El paisaje era único, con una franja de arena salpicada de trozos de coral; aguas turquesa; y las montañas del Sinaí de fondo, con los edificios de la ciudad de Sharm el Sheikh y la Isla de Tiran, que forma parte del Parque Nacional Rash Muhammad.
De nuevo me lamenté de no poder bucear en este lugar, porque a veces aparecían peces saltando del agua. De haber tenido unas gafas me habría lanzado sin pensarlo, porque la temperatura era más que correcta. Aunque a no mucha distancia se encuentra el edificio de la Guardia Costera y no sé cómo se lo hubieran tomado. A cambio me conformé con caminar descalzo por la orilla y disfrutar de esta maravilla completamente solo.
De esta forma acabó mi recorrido por la costa del Golfo de Aqaba y me preparé para la siguiente aventura: el Mar Rojo.
CONCLUSION
La costa del Golfo de Aqaba fue una de las grandes sorpresas de mi road trip por Arabia Saudí. Porque en una zona de dimensiones modestas hay una gran variedad de atracciones turísticas: un profundo cañón, tumbas nabateas, un barco naufragado, los restos de un hidroavión… Y sobre todo, kilómetros y kilómetros de playas vírgenes de arenas doradas y aguas turquesa. Te recomiendo dedicar al menos 2 días para explorar la costa con calma. Las opciones de alojamiento son escasas, y al ser un territorio fronterizo hay una fuerte presencia policial, pero la sensación de aventura es máxima.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales