Una ruta de 3 días en coche por el corazón de Brasil, pasando por ciudades coloniales, reservas naturales y extensas plantaciones de soja
A finales del siglo XVII los Bandeirantes llegaron a esta zona remota del interior de Brasil en busca de oro y esclavos Y en 1727 fundaron Vila Boa, más tarde llamada Cidade de Goiás, una población que acabaría siendo la primera capital del Estado de Goiás. Durante mucho tiempo la región permaneció sin cambios, hasta que a finales de los años 90 el boom de las plantaciones de soja, alentado por la creciente demanda de China y los precios elevados, convirtieron a Goiás en uno de los estados más ricos del país, y a Brasil en el primer productor mundial de este cereal. Aunque por el camino Goiás también perdió una parte importante de su territorio, para la construcción de Brasilia; y la creación en el norte del nuevo Estado de Tocantins.
En la actualidad Goiás es la región menos visitada de Brasil, aunque cuenta con atracciones turísticas interesantes, como las antiguas ciudades coloniales de Cidade de Goiás y Pirenópolis; o varias reservas y parques nacionales donde es posible disfrutar del Cerrado, la característica sabana tropical brasileña, cada vez más amenazada.
VIAJE: BRASILIA – PIRENOPOLIS
Para explorar el Estado de Goiás con total libertad y aprovechar el tiempo decidí alquilar un coche durante 3 días. Hice la gestión antes de aterrizar en Brasil, y tras comparar entre diferentes compañías me decanté por Budget, realizando una reserva a través de su página web. Un vehículo clase Economy con Full Insurance, alquiler de GPS y devolución en una ciudad diferente (Goiania) me costó 840R (unos 240€). Bastante caro, pero habría que restarle el dinero que me hubiera gastado en autobuses y taxis durante esos días. La agencia de Budget en Brasilia se encuentra en el Aeropuerto, así que tras desalojar el dormitorio del Hostel 7 cogí un taxi y me dejó en la puerta de la Terminal de Llegadas (64R).
Había reservado el coche para las 13h, pero llegué al Aeropuerto con mucha antelación para resolver todas las gestiones previas (papeleo, revisión del vehículo, pago…). Aunque cuando buscaba el correo de confirmación de la reserva para enseñar en el mostrador de Budget me di cuenta de un tremendo error: ¡me había equivocado de mes! Vaya tela… Por suerte en el Aeropuerto había wifi gratuito; pude modificar la reserva de forma online; y (lo más importante) la agencia tenía disponibles vehículos clase Economy para ese mismo momento. Con lo cual todo quedó en un susto. Menos mal…
Tras las gestiones un empleado de Budget me llevó en furgoneta hasta el parking del Aeropuerto, me dio mi coche (un minúsculo Fiat Mobi en perfecto estado) y a las 12.15h ya estaba en marcha, mucho antes de lo previsto. La peculiaridad del vehículo: que era de combustible flexible («flex»), y funcionaba tanto con gasolina como con Etanol, un biocombustible elaborado a partir de la caña de azúcar del que Brasil es el segundo productor a nivel mundial.
Pirenópolis se encuentra 150km al oeste de Brasilia y tardé 2,15h en llegar, conduciendo por una carretera impecable. De camino crucé una bonita campiña, pasé junto a varios restaurantes que ofrecían todo tipo de comidas y encontré sin problema el lugar donde tenía previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: POUSADA GOLD – 160R/Noche
*Puntos a favor: habitación enorme; cama doble muy cómoda; baño privado con ducha perfecta; limpieza extrema; ubicación espectacular, rodeado de naturaleza; tranquilidad total por la noche; balcón; aire acondicionado; nevera; piscina (situada en un edificio anexo); parking privado; abundante desayuno incluido.
*Puntos en contra: wifi errático; precio.
En Pirenópolis decidí pegarme un homenaje y reservé a través de Booking un buen hotel. Ya llevaba un montón de días de viaje durmiendo en alojamientos económicos, y de vez en cuando es necesario para reponer energías. Una vez instalado en mi flamante habitación, cogí el coche y me dirigí al centro del pueblo.
UN PASEO POR PIRENOPOLIS
Pirenópolis es una población fundada por los Bandeirantes en 1727, el mismo año que Cidade de Goiás. Su nombre original era Minas de Nossa Senhora do Rosário de Meia Ponte. Y durante varias décadas floreció al calor del oro encontrado en el Río das Almas, construyéndose iglesias y lujosas mansiones. Hasta que el preciado mineral se acabó, y en 1890 pasó a llamarse Pirenópolis (Ciudad de los Pireneus), por las montañas cercanas.
La verdad es que Pirenópolis es un pueblo precioso, y me lo pasé genial caminando por sus calles adoquinadas, con viviendas pintadas de vivos colores, muros cubiertos de buganvillas, tiendas de artesanía y árboles donde revoloteaban loros de verde plumaje. En varios puntos encontré unas graciosas esculturas con cuerpo humano y cabeza de vaca, vestidas con ropa extravagante. Se trata de los Mascarados, unos personajes que intervienen en el principal festival de Pirenópolis: la Festa do Divino Espirito Santo, más conocida como As Cavalhadas, donde una vez al año la población se transforma en una aldea medieval y se recrean batallas entre moros y cristianos.
Aunque era domingo y esto tuvo dos consecuencias desagradables: muchos comercios cerrados; e invasión de visitantes de fin de semana, con montones de vehículos cargados de familias brasileñas y grupos de amigos recorriendo su avenida principal, llenando el ambiente de nubes de humo negro, ruido de motores y música a todo volumen. Además lucía un sol de justicia, tanto que algunos lugareños utilizaban paraguas para protegerse. Estos fueron los principales lugares de interés:
1. Río das Almas: con el calor que hacía no me extrañó encontrarme el lugar atiborrado de gente, bañándose o charlando junto a la orilla. A escasa distancia había un grupo tocando música en directo, creando una atmósfera muy agradable.
2. Igreja N. S. do Carmo: se encuentra cerca del río y tiene una estructura sencilla. Dentro hay un Museo de Arte Sacro.
3. Igreja N. S. do Rosario: es la más antigua de Pirenópolis, dedicada a su patrona. Aunque en el año 2002 un incendio arrasó buena parte del edificio original y fueron necesarias importantes obras de reconstrucción.
4. Igreja N. S. do Bonfim: algo alejada del centro, con una bonita fachada y dos torres laterales.
Las tres iglesias estaban cerradas y no pude acceder al interior. Pero tampoco me importó mucho porque ya había visitado algunos de los mejores templos de la época colonial en Minas Gerais o Salvador.
TARDE DE RELAX
Tras caminar sin parar estaba que me moría de sed, así que me senté en la terraza de un bar y me tomé un zumo de Cajá que me devolvió la vida (5R). A continuación decidí poner punto final a la visita. Regresé a mi habitación; piqué unas galletas; me puse el bañador; y fui a la piscina del hotel. Tenía unas dimensiones más que aceptables, y me tiré un rato nadando con una sensación única. ¡Esto era lo que necesitaba! Después me estiré en una tumbona a secarme y tomar el sol. Hasta que empezó a atardecer y el lugar se llenó de mosquitos (y de parejas en actitud romántica). Así que me volví a la habitación.
CENA: TRILHA ZEN
A la hora de cenar cogí el coche y regresé al centro de Pirenópolis. La mayoría de restaurantes se concentran en la Rua do Rosário, la avenida principal del pueblo. Pero tras investigar comprobé que los precios eran muy caros. Así que elegí este local, situado en una calle cercana. Allí me senté en una mesa del comedor y pedí un Prato Feito, con un trozo de carne de ternera, arroz con ajo, patatas fritas y dos huevos fritos. Para beber, una cerveza Skol bien fría. Los camareros estaban bastante despistados y el plato tardó en llegar. Pero la ración fue abundante, y cené rodeado de lugareños. Precio: 44R.
Más tarde regresé al hotel y me tomé una Capirinha en el bar, preparada por un chaval realmente simpático. Estaba riquísima, y justificó los 14R que pagué. No había mucho ambiente, con una TV emitiendo un partido de fútbol de la liga brasileña. Con lo cual no tardé en volver a mi habitación y prepararme para una noche de descanso más que merecida.
LA FAZENDA VAGAFOGO
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable, rodeado del sonido de pájaros e insectos. Se estaba tan bien que no escuché mi alarma y abrí los ojos a las 8.20h, casi una hora más tarde de lo previsto. Así que me vestí a toda prisa y fui a desayunar al restaurante del hotel. Allí me esperaba un buffet libre espectacular. ¡Había de todo! Comí jamón york; queso de cabra; canapés rellenos de salchicha; huevos revueltos; sandía; piña; zumo de naranja; y un café con leche. Y acabé a reventar.
A continuación preparé la mochila pequeña; subí al coche; y me puse en marcha. El plan del día era recorrer los alrededores de Pirenópolis, visitando diferentes lugares que me permitirían disfrutar de los maravillosos paisajes de la zona. El primero fue el Santuário de Vida Silvestre Vagafogo, una reserva natural de propiedad privada creada en 1990 que ocupa los terrenos de una hacienda local (“fazenda”). Para llegar conduje por una pista sin asfaltar de 6km, pasando junto a prados con vacas pastando; dos espectaculares árboles cubiertos de flores rojas (se llama Flamboyán o Árbol de Fuego); y una valla con un grupo de garzas blancas.
En el Centro de Visitantes del Santuário pagué la entrada (20R); estuve un rato charlando con el amable encargado (era el hijo del dueño de la Fazenda); y comencé la visita. Esto fue lo más destacado:
1. Trilha “Mae da Floresta”: un sendero circular de 1,5km que se adentra en un bosque muy atmosférico, con árboles enormes cubiertos de lianas y plantas exóticas. Para no erosionar el terreno se avanza por una pasarela de madera. Durante el paseo vi un par de lagartos correteando; bastantes mariposas (entre ellas alguna Morpho, de color azul y gran tamaño); y pájaros huidizos. Además no me crucé con nadie.
2. Cachoerinha: una pequeña cascada en un punto del río Vagafogo. Aquí es posible bañarse, pero había dos abuelas ocupando todo el espacio y no tardé en marcharme.
3. Piscina Natural: en otro rincón del río, rodeado de bosque y vegetación tropical. Tiene buenas dimensiones y no había nadie, así que me quité la ropa y me lancé al agua, que estaba helada. Más tarde estuve charlando con una simpática pareja de Brasilia; y me vestí antes de secarme del todo porque los mosquitos me estaban picando por todo el cuerpo.
4. Cafetería: de regreso en el Centro de Visitantes, me senté en una mesa de la cafetería a tomar una jarra de zumo de Cajú (10R). No estaba especialmente bueno, pero lo sirvieron bien frío y no dejé ni una gota. Junto a mí las dos abuelas se estaban poniendo las botas con un Brunch compuesto por diferentes tipos de pan, frutas típicas del Cerrado, mermeladas, zumos, quesos, yogurt, miel… Realmente tentador, pero costaba 60R, y no tenía mucha hambre (el desayuno del hotel fue contundente).
EXPLORANDO VARGEM GRANDE
Después me dirigí al siguiente lugar de interés del día: la Reserva Ecológica Vargem Grande, situada a 11km de Pirenópolis. Se trata de otro parque privado creado en el año 1996, donde además del paisaje típico del Cerrado es posible disfrutar de algunas de las mejores cascadas de la zona. Llegar no fue sencillo, conduciendo por una interminable pista de tierra llena de baches y pedruscos, con momentos en los que no se veía nada a causa de las nubes de polvo que levantaban otros vehículos. Al final pasé por un Puesto de Control donde entregué el billete de acceso, comprado con antelación en la Oficina de Información Turística de Pirenópolis (35R). Y poco después llegué al aparcamiento.
Estos fue lo más destacado:
1. Trilha: el sendero de piedra que conecta las principales atracciones de la reserva está rodeado de vegetación espectacular, con plantas tropicales de un color verde intenso, flores exóticas, árboles de ramas retorcidas, termiteros… El día había amanecido bastante nublado, pero poco a poco apareció el sol y el paisaje lucía en todo su esplendor. Toda una sorpresa el ecosistema del Cerrado. De camino pude ver varios lagartos, algún insecto curioso y una imponente Seriema: un ave zancuda con una especie de cresta de plumas en la base del pico. Estaba entre los matorrales alimentándose de frutos y se movía con rapidez, pero le pude hacer un par de buenas fotos.
2. Cachoeira Santa Maria: una cascada a la que se llega tras un paseo de 500m sin dificultad alguna. Es un rincón precioso, con el agua cayendo por la pared de roca, formando una piscina natural de grandes dimensiones, rodeada de una playa de arena blanca y espesos bosques. Cuando llegué había un pequeño grupo de brasileños bañándose, y yo no tardé ni un minuto en quitarme la ropa y lanzarme al agua. La temperatura era perfecta y se estaba genial. Un lugar muy recomendable.
3. Cachoeira do Lázaro: el acceso a esta cascada es algo más complicado, con 1.300m de subida constante y centenares de escalones de piedra. Yo subí a buen ritmo porque iba bastante justo de tiempo. Y me encontré con una imagen de postal: la cascada dividida en varios chorros; una piscina de aguas cristalinas; pequeñas islas de arena realmente fotogénicas; y soledad absoluta. Allí estuve unos minutos contemplando la escena y me tuve que marchar.
4. Cachoeira Véu de Noiva: no me dio tiempo a ver esta cascada, que de todas formas es la menos espectacular de las tres.
La reserva cierra a las 17h, en mi opinión demasiado pronto ya que durante mi visita la puesta de sol era a las 19h. Así que desde la Cachoeira do Lázaro me tocó bajar hasta el aparcamiento a toda pastilla, cruzándome con un guarda que peinaba la zona en busca de los últimos turistas.
EL PICO DOS PIRENEUS
Desde la salida de Vargem Grande continué por la pista de tierra durante 7km más hasta el Parque Estadual da Serra dos Pireneus, creado en 1987. Estas son las montañas que dieron lugar al nombre de Pirenópolis. Durante el trayecto bajé del coche un par de veces para contemplar las vistas y observar de cerca algunos arbustos de aspecto extraterrestre. De momento no se controla el acceso de visitantes ni hay que pagar entrada, aunque las cosas pueden cambiar en un futuro.
Mi objetivo era subir al Pico dos Pireneus, la montaña más alta del parque, con 1.385m. Poco antes de la cima dejé el coche en un aparcamiento. Y continué por un sendero bien marcado hasta la parte superior, donde hay una capilla pintada de color blanco dedicada a la Santísima Trinidad; y un mirador que ofrece una panorámica sensacional de los alrededores, con colinas onduladas forradas de vegetación. Allí estuve un buen rato relajado, picando unas patatas fritas que había comprado en Pirenópolis. Junto a mí solo había una pareja de chavales, y todo apuntaba a que podría disfrutar de una puesta de sol mágica.
Aunque cuando faltaba poco apareció un grupo de lugareños que estropeó por completo la atmósfera. Se trataba de una pareja de novios vestidos de boda acompañados de unos fotógrafos que les iban a realizar un reportaje… con un dron. El artefacto hacía un ruido muy molesto y a veces se interponía entre mi cámara y el paisaje. Pero es que encima los fotógrafos me pidieron que me apartara del mirador, para no aparecer en sus fotos. Por supuesto me negué en redondo y vi la puesta de sol ignorando su presencia. Yo a tope con las bodas, pero esto ya era demasiado. En fin…
VUELTA AL HOTEL
A continuación regresé a Pirenópolis por la misma pista de tierra. El trayecto se hizo eterno, conduciendo muy despacio para sortear los innumerables baches, rodeado de oscuridad. Y llegué al centro a eso de las 20h. Allí compré un par de latas de cerveza Skol en una tienda (5R). Y seguí hacia mi alojamiento, bebiéndome una por el camino porque me moría de sed.
Nada más dejar la mochila pequeña en mi habitación fui a cenar al bar del hotel. Pedí un sándwich completo, con carne de ternera, jamón, queso, tomate, lechuga y huevo frito. Una auténtica bomba que me dejó como nuevo (desde el desayuno solo había comido las patatas fritas). Precio: 14R. Mi idea era rematar la cena con una Caipirinha, pero no estaba el simpático camarero de la noche anterior, y sus compañeros eran desesperadamente lentos. Así que me volví a la habitación, me tomé la segunda cerveza, y al rato ya estaba durmiendo.
VIAJE: PIRENOPOLIS – CIDADE DE GOIAS
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 8h después de una noche desapacible. Me desperté a las 3h y me costó mucho volverme a quedar dormido. Tenía la nariz taponada (arrastraba un ligero resfriado por los cambios de temperatura que hay en Brasil); el estómago muy pesado a causa del sándwich de la cena; y me picaba todo el cuerpo. Pero bueno, poco a poco me puse en marcha y bajé a desayunar al comedor del hotel. Por suerte allí me estaba esperando un buffet libre idéntico al día anterior que me puso las pilas.
A continuación preparé las mochilas; desalojé la habitación; y con mucha pena me despedí del encargado de la recepción, cruzando por última vez los frondosos jardines del hotel, llenos de pájaros. Ya en el coche me dirigí a Cidade de Goiás, una población situada 170km al oeste de Pirenópolis. De nuevo lucía un sol espléndido, y atravesé un paisaje de postal, con prados con rebaños de vacas (vi algún esqueleto junto a la calzada); pequeños bosques; y zonas con un terreno de color rojizo. La carretera era estrecha y con continuos desniveles, pero estaba en perfecto estado, con algunas rectas interminables. Eso sí, me encontré bastantes camiones avanzando a un ritmo desesperante y los adelantamientos fueron habituales. En un par de ocasiones el GPS del coche se volvió loco, pero conseguí reactivarlo y llegué al centro de Cidade de Goiás sin incidentes, tras 2,5 horas de trayecto.
ALOJAMIENTO: DEDO DE PROSA HOSTEL – 45R/Noche
*Puntos a favor: dormitorio de 6 plazas para mí solo; buena limpieza; ubicación céntrica, al lado de la plaza principal del pueblo; tranquilidad total por la noche; propietarias muy amables; wifi rápido; precio; desayuno incluido.
*Puntos en contra: cama demasiado estrecha.
Una vez más realicé una reserva a través de Booking, aunque acceder al hostel se convirtió en toda una aventura. Llamé al timbre varias veces y nadie me abrió la puerta. Y como no había un cartel o algún tipo de indicación, empecé a dudar que aquella dirección fuera la correcta. Para asegurarme fui a la Oficina de Información Turística del pueblo, donde me confirmaron que sí era el hostel. Pero cuando volví me ocurrió lo mismo, y no aparecía nadie.
Al final, tras una segunda visita a la Oficina, me enviaron a un restaurante cercano de las mismas propietarias, y desde allí llamaron por teléfono al hostel. Cuando regresé (por tercera vez) ya había una señora esperándome en la puerta, que por lo visto no había escuchado el timbre, a pesar de que casi lo fundo de tanto llamar. En fin… Con tanta pérdida de tiempo, al poco de ocupar mi cama salí a conocer el pueblo.
VISITANDO CIDADE DE GOIAS
Cidade de Goiás es una población encantadora atravesada por el río Vermelho y rodeada por las montañas de la Serra Dourada. Fue la capital del Estado de Goiás desde su creación en 1889 hasta que se decidió trasladar a la recién construida Goiania en 1937. Durante mucho tiempo compitió en lujo y riqueza con su vecina Pirenópolis. Y abundan las casas coloniales de elaboradas fachadas, pintadas de vivos colores y distribuidas a lo largo de estrechas callejuelas adoquinadas. Por algo Cidade de Goiás fue incluida en el año 2001 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Yo estuve unas 3 horas paseando por el casco antiguo, visitando rincones preciosos. Estos fueron los más destacados:
1. Praça Castelo Branco: es la plaza principal de Cidade de Goiás, donde se encuentran el Palácio Conde dos Arcos (antigua sede de gobierno) y la bonita Igreja da Boa Morte (tiene un Museo de Arte Sacro). Cerca del palacio está la Igreja Matriz de Santana.
2. Praça Brasil Caiado: una plaza de grandes dimensiones donde se puede ver el Museu das Bandeiras (antigua cárcel y ayuntamiento) y el Chafariz de Cauda (una fuente del siglo XVIII en perfecto estado de conservación).
3. Río Vermelho: la mejor panorámica se obtiene desde la zona del Ponte da Lapa, llena de coloridas flores, con la Casa de Cora Coralina en primer plano (una conocida escritora local) y la Igreja N. S. do Rosário de fondo (tiene una torre puntiaguda y pertenecía a la comunidad de color de Cidade de Goiás).
4. Igreja Sao Francisco de Paula: construida en 1761, es la iglesia más antigua de Cidade de Goiás. Tiene una sencilla fachada, y cerca de la puerta hay un pequeño campanario de madera y una cruz azul.
Durante mi recorrido me costó bastante hacer buenas fotos: el cielo se cubrió de nubes que oscurecían las vistas; y las calles estaban llenas de vehículos que tapaban las viviendas coloniales. Pero con paciencia obtuve resultados aceptables. Eso sí, el calor era asfixiante y acabé agotado. Así que busqué un lugar para reponer energías.
CENA: JESO BAR FILHO
Me senté en la pequeña terraza de este local y pedí un Empadao Goiano, el plato típico del Estado de Goiás. Se trata de una empanada rellena de carne de pollo y cerdo, verduras y queso. Me la sirvieron en un cuenco de barro para comer con cuchara, y estaba muy rica. Para acompañar, una cerveza Skol. Precio: 20R. A continuación entré en una heladería cercana y me tomé un delicioso batido de chocolate (12R). Estaba realmente espeso, pero no me duró ni 5 minutos.
Tras llenar el estómago ya comenzaba a oscurecer, con lo cual regresé caminando hasta el hostel. Allí las dueñas veían la TV sentadas en el comedor de la casa, a escasos metros de mi habitación. Pero no tardé en quedarme dormido porque estaba que no podía con mi alma.
VIAJE: CIDADE DE GOIAS – GOIANIA
Al día siguiente me desperté a las 7.30h. Por la noche cayó una fuerte tormenta, con rayos y truenos que hicieron temblar el hostel. Y en el dormitorio pasé bastante calor. Pero estaba tan cansado que dormí lo necesario. Ya en pie preparé las mochilas; desalojé el dormitorio; y me senté a desayunar en una mesa del patio interior. El menú no estuvo mal: pan con jamón york y queso; ensaimada de coco; pao de queijo; y diferentes dulces locales. Para beber, café con leche; y zumo de naranja Tang (horrible).
Después me despedí de las propietarias del hostel; subí al coche; y me puse en marcha rumbo a Goiania, la actual capital del Estado de Goiás. Se trata de una gran ciudad de nulo interés turístico, pero con mejores comunicaciones para desplazarme hasta mi siguiente destino. Así que había acordado con Budget devolver el vehículo de alquiler en la agencia de Goiania y continuar desde allí.
Por delante tenía 150km de recorrido hacia el sureste de Cidade de Goiás, y la verdad es que los cubrí sin incidentes en un par de horas. La carretera estaba en perfectas condiciones, con dos carriles por sentido (aunque con demasiadas bandas reductoras de velocidad y radares); atravesé campos de cultivo y alguna población sin gracia; pasé junto a gigantescos centros comerciales de aspecto futurista; contemplé una impresionante panorámica de Goiania, con un mar de viviendas y rascacielos; y cuando estaba a punto de llegar a la agencia completé el depósito de Etanol en una gasolinera (lo tenía que devolver lleno).
Eso sí, hubo momentos de tensión, porque el GPS del coche no encontraba la dirección de la agencia de Budget, y yo no tenía acceso a internet en mi móvil. Por suerte el día anterior había echado un vistazo en Google Maps y sabía que la agencia estaba en los alrededores del Aeropuerto. Así que di un par de vueltas por la zona y di con ella sin tener que preguntar a nadie. Prueba superada.
CONCLUSION
Muy pocos turistas deciden visitar el Estado de Goiás. Pero si no tienes problemas de tiempo y estás de paso por el interior del país, ya sea porque has venido a conocer Brasilia o porque estás viajando por tierra entre Salvador y el Pantanal, te recomiendo pasar al menos 3 días explorando la zona. De esta forma podrás conocer Cidade de Goiás y Pirenópolis; recorrer los fabulosos paisajes del Cerrado; y descubrir el Brasil más auténtico. Yo aquí decidí alquilar un coche para tener más libertad de movimientos, pero esto ya dependerá de cada uno.
El Parque Nacional das Emas también pertenece al Estado de Goiás, pero le dedico un post aparte porque pasé varias jornadas disfrutando de este auténtico paraíso.
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