Casas fortificadas con lujosos interiores, un castillo convertido en prisión con vistas geniales y un búnker de la época comunista
Gjirokastra es una ciudad del sur de Albania situada en el Valle de Drino, a tan solo 30km de la frontera con Grecia. Pertenece a la región histórica de Epiro, que en el año 1913, tras la Guerra de los Balcanes, fue dividida entre Epiro del Norte (Albania) y la región de Epiro (Grecia). Fruto de esta proximidad Gjirokastra cuenta con una importante comunidad Griega (alrededor del 30% de sus habitantes) y de vez en cuando surgen tensiones. La ciudad es conocida por ser el lugar de nacimiento de Enver Hoxha, el todopoderoso líder comunista de Albania; y por su arquitectura tradicional Otomana, que le valió el sobrenombre de “Ciudad de Piedra” y ser incluida junto a Berat en el listado del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Durante años Gjirokastra tuvo muy mala fama por culpa de Lazarat, una aldea situada a 7km que se convirtió en la capital europea del cannabis, con inmensas plantaciones y peligrosos grupos criminales. Pero en el año 2014 el gobierno puso fin a estas actividades y hoy día la ciudad recibe un buen número de turistas, con atracciones como el Castillo medieval, sus Casas Fortificadas, o un enorme búnker de la época comunista.
VIAJE: BERAT – GJIROKASTRA
Este desplazamiento fue uno de los más largos de mi ruta en Albania y por diferentes motivos consumió buena parte de la jornada. Constó de 2 etapas:
1. Autobús a la Terminal: tras desalojar mi habitación de Guesthouse Niko y despedirme del dueño caminé hasta la avenida principal de Berat y esperé en una parada hasta que pasó un autobús urbano. A continuación pagué el billete al encargado (30L) y en 10 minutos llegué a la Terminal.
2. Furgon hasta Gjirokastra: entre Berat y Gjirokastra hay alrededor de 100km, pero dos situaciones provocaron que el viaje se alargara más de lo normal. Para empezar solo hay dos Furgons al día desde Berat, a las 8h y a las 14h. Y como no me apetecía madrugar opté por la segunda, haciendo tiempo en la habitación y tomándome un café con leche en el bar de la Terminal (150L). En segundo lugar, la carretera más directa se encuentra en muy mal estado y el transporte público da un amplio rodeo vía Fier, añadiendo 60km extra al recorrido.
En la Terminal encontré sin problema el Furgon que necesitaba, guardé mi mochila grande en el maletero, ocupé un asiento de la fila individual, y a la hora prevista nos pusimos en marcha (900L). El trayecto duró algo más de 3 horas, incluida una parada de casi 30 minutos en un bar donde me senté a comer una bolsa de pan tostado y un café con leche (200L). Al principio la carretera estaba en obras y avanzamos lentamente por una pista sin asfaltar. Pero después el conductor pisó el acelerador y recuperamos el tiempo perdido. El paisaje consistió en poblaciones modernas, campos de cultivo y colinas cubiertas de árboles. Tras la parada en el bar se hizo de noche e intenté relajarme, mientras a mi lado un chaval no paraba de mirar en su móvil vídeos de Tik Tok a todo volumen.
Una vez en Gjirokastra tenía que caminar 2km hasta mi alojamiento y pensé que ya lo tenía todo hecho. Pero el último tramo consistió en una subida hasta el Casco Antiguo con una pendiente imposible que me dejó empapado en sudor y con las piernas temblando. Se me hizo eterna. Si lo llego a saber cojo un taxi. También hay autobuses urbanos de color azul, aunque desconocía qué rutas siguen y preferí no jugármela.
ALOJAMIENTO: THE FIR GATE – 12€/Noche
*Puntos a favor: baño privado con ducha perfecta; ubicación genial, a 5 minutos a pie del castillo; wifi rápido; propietario (Albin) muy amable; precio; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; sin calefacción (por la noche hacía frío); el perro del dueño hacía mucho ruido por la noche; casa en obras, con trastos por todas partes.
En Gjirokastra abundan los alojamientos en casas familiares y cuando reservé 2 noches en The Fir Gate a través de Booking pensé que se trataba de una. Pero Albin me explicó que había alquilado la vivienda como inversión, así que por la noche se marchó a su casa y me quedé solo. La verdad es que el lugar no me convenció y al volver a Gjirokastra después de pasar unos días en Ksamil me alojé en Karafil Guesthouse. La casa tiene 200 años de antigüedad y parece un museo. Además la familia propietaria es encantadora, los desayunos son espectaculares y las vistas de Gjirokastra alucinantes . Totalmente recomendable. Eso sí, por 18€/Noche.
Una vez instalado en mi habitación me senté a charlar un rato con Albin y cayeron un par de chupitos de Rakia. Me pareció un tipo curioso, con el escudo de Albania tatuado en la mano y diversas teorías de la conspiración según las cuales los masones controlan el destino del mundo (¡?).
A eso de las 19h me moría de hambre y salí a la calle en busca de un sitio para cenar, porque durante mi caminata hasta The Fir Gate las calles estaban desiertas y no quería encontrarme los restaurantes cerrados.
CENA: TAVERNA TRADICIONALE
Un restaurante recomendado por Albin que me gustó mucho. Para llegar tuve que encarar otra dura subida y cruzar un oscuro tramo en obras con piedras sueltas, pero mereció la pena el esfuerzo. El local está gestionado por una familia donde todos colaboran y me recibieron con sonrisas y mil atenciones. Después de leer el menú pedí Qifqi (el plato típico de Gjirokastra, que consiste en bolas de arroz fritas); Pimientos rellenos (de arroz, no me di cuenta y fue un poco redundante); y una cerveza Korça. La familia además complementó la cena con una botella de agua, un pequeño postre compuesto por un trozo de tarta y fruta, y un chupito de Rakia realmente fuerte. La comida estaba deliciosa y cené rodeado de un gran ambiente, con música tradicional y paredes cubiertas de artesanía local. Precio: 970L.
Tras la cena regresé a la guesthouse y me dediqué a leer y planificar la próxima jornada, mientras en el exterior llovía sin parar.
BREVE HISTORIA DE GJIROKASTRA
Al día siguiente me desperté después de una noche movida, porque Albin dejó a su perro en la casa y se ponía a ladrar junto a mi ventana. Pero mientras charlábamos me había dicho que estaba hasta las narices de él y no me quejé para que no le pasara algo por mi culpa. De hecho en un momento de la noche dejó de ladrar y resultó que se había escapado (Albin lo tuvo que buscar por todo el pueblo). En fin, una vez en pie me vestí y salí a desayunar a la terraza. A continuación Alvin me trajo un plato con dos huevos fritos, queso, ensalada de tomate y pepino, dos trozos de Byrek, pan con mermelada y una taza de té. Muy correcto teniendo en cuenta el precio.
Nada más acabar cogí mi mochila pequeña y salí a conocer Gjirokastra. Aunque antes de comentar sus diferentes lugares de interés voy a repasar los hechos más destacados de su historia, muy ligada a la de Epiro.
Epiro es una región montañosa que pertenecía a la Antigua Grecia y estaba habitada por diferentes tribus. Pero con el tiempo una de ellas, los Molosos, se hizo con el control de la zona y en el año 330 AC creó el Reino de Epiro. En esta época Epiro selló una alianza con la vecina Macedonia para luchar contra los Ilirios, hasta el punto de que una princesa Molosa (Olimpia) se casó con el rey Filipo II y más tarde se convirtió en la madre del mítico Alejandro Magno.
La época dorada del Reino de Epiro llegó con el rey Pirro, que se enfrentó con éxito a la emergente República Romana, aunque sufriendo numerosas bajas, dando pie a la expresión “victoria pírrica”. Al final en el año 168 AC Epiro y Macedonia fueron derrotadas por los Romanos, que continuaron su expansión por los Balcanes. Cerca de Gjirokastra se encontraba la ciudad de Antígona, llamada igual que la mujer de Pirro, y los Romanos la arrasaron. Pero el Valle de Drino tenía una gran importancia estratégica, conectando las montañas con el Mediterráneo. Y en el siglo II el emperador Adriano fundó Adrianópolis, situada 13km al sur de Gjirokastra. Hasta que la ciudad fue abandonada tras sufrir una serie de inundaciones.
Epiro continuó formando parte de los Imperios Romano y Bizantino, y en el año 1205 se constituyó el Despotado de Epiro, uno de los estados en que se dividió el Imperio Bizantino. En 1420 el Imperio Otomano conquistó el Valle de Drino, donde permaneció casi 500 años. Durante esta época destacó la figura de Ali Pasha, un gobernador Otomano que en 1811 capturó Gjirokastra y modernizó la región construyendo carreteras, fortificaciones y puentes. Pero su creciente poder no gustó en Estambul y en 1822 fue capturado y condenado a muerte.
EXPLORANDO EL CASTILLO
*Horario: 9h – 17h
*Precio: 400L
*Fotografía: ok
El Castillo de Gjirokastra está ubicado sobre una colina que domina el Valle de Drino. Fue construido durante el siglo XII, en tiempos del Imperio Bizantino. Y después se convirtió en el hogar de la familia Zenebeshi, un clan Albanés que se hizo con el control de la zona gracias a diferentes alianzas, hasta que los Otomanos conquistaron Gjirokastra. El aspecto actual del Castillo se debe principalmente a ellos, además de Ali Pasha y el rey Zog I. Por suerte mi alojamiento estaba en la parte alta de Gjirokastra y no me costó mucho llegar a la entrada.
Tras comprar el billete decidí comenzar la visita por el Museo del Castillo, que cuesta 200L adicionales (me los cobró un abuelete que apareció de la nada). El Museo ocupa un edificio de 2 plantas que encargó Zog I para albergar una cárcel. Las obras finalizaron en el año 1932 y se utilizó el material procedente de un acueducto en ruinas construido por Ali Pasha. El gobierno comunista encerró aquí a docenas de presos políticos, cuando la cárcel era conocida entre los habitantes de Gjirokastra como la “Prisión de las Siete Ventanas”. Pero en 1968 dejó de funcionar y se convirtió en un Museo. Actualmente se divide en 3 partes:
1. Museo de Historia: se encuentra en la planta baja y abrió sus puertas en el año 2012. La verdad es que no contiene muchos objetos remarcables, pero es un lugar ideal para descubrir infinidad de datos interesantes relacionados con el pasado de Gjirokastra y el Castillo.
2. Museo de Armas: está en el primer piso y fue inaugurado durante el régimen de Enver Hoxha. Se centra en la heroica resistencia de los Partisanos contra Italia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, y la exposición consiste en montones de armas de la época. El conjunto es muy confuso porque no hay ni un solo cartel en inglés, pero por todas partes hay estatuas y cuadros que representan escenas llenas de dramatismo al más puro estilo comunista, y solo por esto ya mereció la pena la visita.
3. Cárcel: en el Museo de Armas una puerta comunica con la zona donde están las celdas de la antigua prisión. El lugar es realmente siniestro, con una iluminación débil, muros desconchados y viejas puertas de madera. Daba miedo imaginarse todo lo que había sucedido en esas oscuras habitaciones. También contribuyó a la atmósfera que no había nadie más y cada ruido extraño me ponía el corazón a mil por hora.
A parte del Museo, en el Castillo hay otros lugares de interés:
4. Miradores: a lo largo del recinto hay diferentes puntos que ofrecen unas vistas espectaculares del Casco Antiguo de Gjirokastra, con un mar de viviendas tradicionales, el Valle de Drino extendiéndose hasta el horizonte y las montañas de fondo. Si tienes un buen objetivo las oportunidades fotográficas son infinitas.
5. Torre del Reloj: fue añadida por Ali Pasha en el siglo XIX, aunque su estado impecable se debe a una restauración llevada a cabo en la década de los 80. La puerta está cerrada y solo es posible acceder a una serie de salas situadas debajo.
Además hay un par de tumbas Sufíes; un avión de Estados Unidos que el gobierno comunista alegaba haber capturado (la realidad es que se estropeó y lo abandonaron en Albania); unos hornos subterráneos para abastecer a los habitantes del Castillo; y un escenario donde cada 4 años se celebra un festival de folklore popular. Hay numerosos carteles en inglés y como llovía solo me crucé con una pareja de turistas.
Nota: al día siguiente el tiempo mejoró y volví al Castillo para hacer fotos desde los Miradores. Yo tenía asumido que me tocaría comprar otro billete pero la encargada de la taquilla me dejó entrar gratis sin problema. Una nueva muestra de la amabilidad albanesa.
MAS LUGARES DE INTERES
Después de visitar el Castillo bajé al centro del Casco Antiguo y entré en un local a tomarme un café con leche porque no paraba de llover (150L). Cuando aflojó un poco seguí con mi recorrido por Gjirokastra. Esto fue lo más destacado:
1. Bazar Otomano: comenzó a funcionar durante el siglo XVII, pero dos devastadores incendios en 1757 y 1912 lo arrasaron por completo. De ahí su gran estado de conservación actual, con edificios tradicionales perfectamente restaurados. De todas formas el Bazar es una sombra de lo que fue, con solo un puñado de tiendas que venden souvenirs de calidad muy variable, desde alfombras y cerámica hasta imanes o juguetes de plástico. Y muchos de los antiguos talleres de artesanía están abandonados. Es mejor el Bazar de Kruja, y palidece en comparación con otros de los Balcanes como Sarajevo, Skopje o Gjakova. Su punto más fotogénico es un cruce rodeado de edificios de formas peculiares. Además durante mi visita se estaba montando la decoración navideña en las calles, con luces y banderas de Albania por todas partes.
En el Bazar de Gjirokastra también destaca la Mezquita, construida tras el primer incendio. Es la más antigua de la ciudad porque el resto fueron demolidas en la época comunista. Como anécdota, durante ese tiempo la Mezquita se utilizó como sala de entreno de artistas de circo (los trapecistas se ejercitaban colgados de la cúpula). En fin… Su minarete blanco es imponente y en el interior no hay nada del otro mundo.
2. Casas Fortificadas: entre los siglos XVIII y XIX se construyeron en la parte alta del Casco Antiguo centenares de lujosas viviendas que pertenecían a la clase adinerada de Gjirokastra, principalmente cargos destacados de la administración Otomana, comerciantes y terratenientes. Estas casas eran conocidas como Kullë y estaban rodeadas de altos muros defensivos para protegerse en el caso de un enfrentamiento con otra familia.
Actualmente es posible acceder al interior de alguna de estas Casas Fortificadas. Las más populares son las que pertenecen a las familias Zekate y Skenduli. Yo visité la segunda, que data del siglo XVIII. En 1981 el gobierno comunista la expropió y ubicó aquí el Museo Etnográfico de Gjirokastra, pero en 1993 fue devuelta a la familia Skenduli, que decidió mantenerla abierta al público. En la entrada me recibió una chica con un inglés excelente y tras pagar 200L me hizo un tour guiado.
La casa es impresionante. Tiene numerosas habitaciones con techos de madera tallada, chimeneas, pequeños hammams y frescos donde la principal protagonista es la flor de la granada, símbolo de suerte y prosperidad. En la planta baja está la cocina, un pozo de agua y un búnker para protegerse en caso de bombardeo. Y en el primer piso hay una galería de madera con una panorámica genial; y una sala utilizada para bodas, con coloridas vidrieras y un balcón desde el que las mujeres podían observar a los invitados sin ser vistas. Tras el tour la chica me dejó explorar un rato por mi cuenta y aproveché para hacer algunas fotos, excepto en la sala de bodas que está cerrada con llave.
3. Cold War Tunnel: este refugio subterráneo fue inaugurado durante los años 70 para proteger a los líderes regionales del Partido Comunista y la cúpula del ejército en el hipotético caso de una invasión militar o un ataque nuclear (la gran obsesión de Enver Hoxha). Se encuentra justo debajo del Castillo de Gjirokastra y abrió sus puertas al público en el año 2014. El Cold War Tunnel tiene 3 grandes diferencias respecto al Bunk’Art de Tirana:
*La visita es guiada: para ello hay que pasarse por la Oficina de Información Turística, situada a unos metros; pagar la entrada (200L); y acceder con uno de los empleados. Cuando llegué acababa de comenzar una visita y una chica me acompañó a la puerta, donde me uní a una pareja francesa y un checo. El guía hablaba un inglés impecable y nos explicó bastantes datos curiosos, pero el recorrido duró solo 20 minutos mientras que en Bunk’Art me tiré 2 horas.
*Es más pequeño: cuenta con unas 60 salas.
*La atmósfera es más auténtica: casi todo el contenido del refugio fue robado o destrozado tras la caída del régimen comunista, y muchas de las salas están vacías, completamente a oscuras, con tan solo una sencilla etiqueta en la puerta que indica su antigua función. Aun así pude ver la cocina, una sala de actos con las sillas originales, los lavabos, un despacho, y una habitación con filtros para depurar el aire que llegaba del exterior.
En general el Cold War Tunnel me parece un lugar muy recomendable, sobretodo si eres un aficionado del Urbex.
A parte de las atracciones concretas que he comentado, Gjirokastra está lleno de rincones fotogénicos, con viviendas rematadas por tejados de pizarra, lugareños que saludan sonrientes, memoriales de la Segunda Guerra Mundial, y gatos por todas partes. Eso sí, para recorrer las calles del Casco Antiguo hay que estar en una forma física excelente, porque las pendientes son durísimas. Y ya ni te cuento en pleno verano, cuando el calor es asfixiante, o en un día lluvioso, cuando el agua convierte las calles empedradas en auténticas pistas de patinaje. También me sorprendió no ver ninguna referencia a Enver Hoxha, teniendo en cuenta que nació en Gjirokastra. De hecho su casa natal ardió en un incendio y en su lugar se construyó una casa fortificada moderna que alberga el Museo Etnográfico.
COMIDA: S&P RESTAURANT
Este pequeño local con tan solo 4 mesas se encuentra en un rincón apartado del Casco Moderno y ofrece una experiencia muy auténtica. Nada más llegar me atendió un simpático abuelete que me hizo sentir como en casa. Por suerte tienen el menú en inglés y pedí una Ensalada; Fasule me Mish (judías con carne de ternera); y una cerveza Elbar. La comida me encantó, los precios son ridículos (todo me costó 650L), y en el comedor solo había lugareños devorando platos a toda prisa. El típico sitio al que no me importaría acudir cada día.
A continuación hice una compra en un supermercado; y regresé a mi habitación con un nuevo festival de empinadas calles que me dejaron sin respiración. El resto de la tarde me dediqué a leer y descansar; y solventé la cena con una bolsa de pan tostado y un yogur.
UN PUENTE OTOMANO
La jornada comenzó tras una noche algo más tranquila, teniendo en cuenta que el perro solo me despertó un par de veces. A la hora prevista apareció Albin con un desayuno idéntico al del día anterior y me senté en la terraza, rodeado de una espesa niebla que tapaba las vistas (aunque al menos no llovía). Una vez con el estómago lleno esperé un rato en la habitación a que el día se despejara un poco, y me dirigí al último lugar de interés que quería visitar en Gjirokastra.
Entre las muchas obras realizadas en tiempos de Ali Pasha destaca un acueducto que abastecía el Castillo de Gjirokastra. Fue destruido por el rey Zog I, que utilizó el material para la nueva cárcel, pero todavía se conserva un pequeño tramo, conocido popularmente como el Puente de Ali Pasha. Se encuentra al sur del Casco Antiguo y para llegar hay que subir sin parar cruzando el Barrio de Dunavat hasta alcanzar un valle. A continuación tienes 2 opciones:
*Seguir un estrecho sendero que avanza por la parte superior del valle, con puntos bastante aéreos (solo recomendable si no tienes vértigo y quieres cruzar el puente).
*Bajar al fondo del valle por una pista pedregosa y recorrer un cauce seco hasta el puente (desconozco si en algún momento del año hay agua).
Como tenía tiempo probé las 2 opciones y disfruté más la segunda. Fue increíble pasear bajo el enorme puente de piedra, completamente solo, buscando los mejores ángulos para la fotografía. De camino me crucé con varios pastores que controlaban a gritos a sus rebaños de ovejas y cabras desde la distancia; y vi un par de esqueletos (parecían de perro, pero no estoy seguro). Hubo momentos de tensión cuando unas ovejas provocaron un desprendimiento, con varios pedruscos cayendo hacia mí, pero todo quedó en un susto.
El Barrio de Dunavat también merece la pena. Yo le dediqué una hora larga y descubrí numerosas viviendas tradicionales con el piso superior sobresaliendo de la estructura principal, sostenido por postes de madera; un puñado de búnkers de la época comunista; dos mausoleos; y varios miradores con vistas épicas del Castillo y los alrededores. Así acabó mi estancia en Gjirokastra.
CONCLUSION
Como Gjirokastra y Berat están incluidas en el Patrimonio de la Humanidad bajo el mismo epígrafe, estuve a punto de visitar solo una de las poblaciones para no hacer el viaje excesivamente repetitivo. Pero las Casas Fortificadas de Gjirokastra son únicas en Albania, y si te gusta el Urbex no te puedes perder el Cold War Tunnel. Así que ambos lugares se complementan a la perfección y no sabría cual elegir. Te aconsejo dedicar a Gjirokastra un día completo, alojado en Karafil Guesthouse y probando la gastronomía local en Taverna Tradicionale. Y si tienes vehículo propio o mucho tiempo disponible puedes recorrer el Valle de Drino, donde están las ruinas de Adrianópolis (que incluyen un teatro), el Acueducto de Benca o la Iglesia de Labova e Kryqit.
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Comentarios
2 Comentariossergio
Jun 12, 2023Información muy útil, dado lo poco conocido que es el país y, sin duda, muy interesante. ¡Gracias!
Ganas De Mundo
Jun 12, 2023Gracias ti por el comentario. Un abrazo!