Ruta de 3 días en coche, explorando uno de los tramos más espectaculares de la costa sudafricana, con espesos bosques y ríos de aguas cristalinas
La Garden Route es una porción de costa de unos 200km, ubicada entre las poblaciones de Mossel Bay y Storms River. Está situada entre las montañas Outeniqua y Tsitsikamma, y las aguas del Océano Índico. Y se llama así por la belleza de sus paisajes. A lo largo de la Garden Route hay diferentes áreas protegidas, que en el año 2009 se agruparon bajo el recién creado Garden Route National Park. Aunque destacan por encima del resto las de Wilderness, Knysna y Tsitsikamma.
Es una zona muy popular, así que en algunos lugares es probable que encuentres más turistas de la cuenta. Pero a la gente no le gusta mucho caminar, y podrás disfrutar de los principales paseos en total soledad. El clima aquí es especial, con temperaturas agradables durante todo el año, y lluvias habituales. Yo visité la Garden Route en octubre, y me encontré un poco de todo.
VIAJE SWELLENDAM – KNYSNA
Tras visitar la De Hoop Nature Reserve, en Swellendam apreté el acelerador de mi coche, y dejé atrás la región del Overberg, rumbo al este del país. Iba a toda pastilla, y las poblaciones se sucedieron: Heidelberg, Albertinia… Atravesando un paisaje que me recordaba mucho más a la campiña inglesa que a un rincón de África. Sin duda ayudado por el hecho de que iba conduciendo por la izquierda, y siguiendo carteles idénticos a los de Inglaterra (letras blancas o amarillas sobre fondo verde). Una sensación algo extraña…
Más tarde llegué a Mossel Bay, un pueblo costero que marca el inicio de la Garden Route. No me detuve a visitarlo, pero ofrece varias actividades con las que pasar entretenido unos días:
1. El Bartolomeu Dias Maritime Museum: en homenaje al explorador portugués, que desembarcó en esta bahía en 1488, convirtiéndose en el primer europeo en poner un pie en tierras sudafricanas. Aquí se guarda entre otras cosas una réplica de la carabela en la que viajó, que en 1988 realizó el mismo trayecto desde Portugal, para conmemorar el V centenario.
2. Excursión en barco a Seal Island, para ver aves y leones marinos.
3. Excursión en barco para ver tiburones blancos a través de una jaula de hierro sumergida.
4. El Oystercatcher Trail, una ruta de 5 días de duración, siguiendo la costa hacia el sur, hasta la desembocadura del río Gouritz.
A continuación llegué a George, el principal núcleo urbano de la Garden Route, cuyo único interés es su cercanía con las Outeniqua Mountains, a las que se puede acceder por una estrecha pista de tierra conocida como Montagu Pass.
De nuevo en la costa, aparecí en la población de Wilderness, que también pasé de largo. Y me supo mal, porque es el epicentro de una de las principales áreas protegidas del Garden Route National Park. Wilderness está rodeado de fantásticos bosques y lagos en los que se puede pasear, navegar en canoa, o pedalear en mountain bike. Un lugar especialmente recomendable para los amantes de las aves.
Al final, tras recorrer un total de 270km en unas 4 horas, llegué a Knysna, donde me detuve a pasar la noche.
ALOJAMIENTO: KNYSNA MANOR HOUSE GUESTHOUSE – 400R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa, ubicada en una enorme mansión de la época Victoriana; mobiliario en perfecto estado; cama doble comodísima; limpieza extrema; ducha privada enorme; ubicación céntrica; aparcamiento vigilado para el coche; desayuno incluido.
*Puntos en contra: ninguno.
El dueño era un abuelete bastante despistado, pero muy atento. Una vez instalado en mi habitación, y ya oscureciendo, me dirigí a cenar a un cercano restaurante que me recomendó el propietario.
CENA: HARRY B’S
Sin duda, este lugar fue todo un acierto. Estaba que me moría de hambre, así que disfruté de un enorme solomillo de ternera a la pimienta, acompañado de patatas fritas y verduras; regado con dos copas de vino tinto; y rematado por un flan de la casa. Todo delicioso. Y por tan solo 125R. Además, el camarero era un tipo simpático y sonriente, que ayudó a crear una atmósfera cordial.
DESCUBRIENDO LA GARDEN ROUTE
Al día siguiente, la jornada comenzó disfrutando de uno de los principales puntos fuertes de alojarse en una Guesthouse o B&B: el desayuno. Me senté en una mesa ubicada en la terraza exterior, con un solecito agradable y vistas correctas de la laguna. Y me puse las botas: Full English Breakfast (con huevos revueltos, bacon, salchicha, champiñones y tomate); tostadas con mermelada y mantequilla; macedonia de frutas con yogurt; zumo de naranja natural; y café con leche. Espectacular. Al igual que en las guesthouses anteriores, atendido por una asistenta de color, mientras el dueño (siempre de raza blanca) aparecía de vez en cuando a charlar un rato.
Tras el festín de comida, ya estaba listo para explorar Knysna. Se trata de una población ubicada junto a la desembocadura del río del mismo nombre. Durante el siglo XIX el lugar sufrió una gran transformación: se convirtió en un importante centro de la industria maderera, que comenzó a explotar los bosques de los alrededores; y los centenares de elefantes que tenían aquí su hogar fueron exterminados. En la actualidad, Knysna ha orientado su economía hacia la cría de ostras (el Oyster Festival es el principal acontecimiento del año); y el golf (el pueblo está rodeado de varios campos de fama mundial). Y recibe una gran afluencia de turistas, ya que sus alrededores forman parte del Garden Route National Park.
Para empezar, decidí visitar la desembocadura del río Knysna, al sur del pueblo. En su tramo final, el río forma una enorme laguna natural de varios kilómetros de longitud (donde se ubican los criaderos de ostras). Y desemboca en las aguas del Índico flanqueado por dos promontorios rocosos conocidos como The Heads. Primero me acerqué hasta la orilla, y caminé por un estrecho sendero al pie de la Eastern Head. Y más tarde subí en coche hasta la cima de esta montaña, donde había varios miradores y terrazas que ofrecían vistas espectaculares de los alrededores: el pueblo, la laguna, la Western Head cubierta de vegetación…
El ambiente, como era de esperar, bastante turístico. En los miradores había un flujo continuo de gente. Y las dos veces que aparqué el coche apareció de la nada un «vigilante» que se ofreció a cuidarlo a cambio de «la voluntad». Hasta aquí han llegado los gorrillas… Pero bueno, solventé la papeleta dándoles 5R a cada uno, y listos.
RECORRIENDO LOS BOSQUES DE KNYSNA
A continuación, subí al coche y me dirigí al noroeste del pueblo, siguiendo una ruta conocida como la Rheenendal Ramble Scenic Drive, compuesta de estrechas carreteras y pistas sin asfaltar. Fueron unos 25km atravesando bosques, granjas solitarias, praderas infinitas… Todo en la más absoluta soledad, rota de vez en cuando por un pequeño café, o un centro de artesanía. Al final acabé en el Bosque de Millwood (un nombre que parecía sacado de «El Señor de los Anillos»). Pagué la entrada en una caseta (17R), y conduje un tramo más hasta el Krisjan se Nek Picnic Site.
En este punto comenzaba el Circles in the Forest Trail, una popular caminata circular de 3km. Justo al principio había un árbol altísimo, conocido como el Dalene Matthee Big Tree, en homenaje a una famosa escritora. Se trata de un magnífico ejemplar de 800 años de edad de una especie llamada Yellowwood. Y a unos metros de distancia encontré un grupo de graciosos Vervet Monkeys, descansando sobre una rama.
El resto de la ruta fue realmente atmosférica, caminando por un espeso bosque de enormes árboles, troncos forrados de musgo, lianas, helechos gigantes, pequeños puentes de madera que cruzaban arroyos… Eso sí, la hora del día no era la mejor, y a nivel de fauna tan solo pude ver un milpiés, unos coloridos saltamontes, y una rana. Pero me encantó pasear en solitario, rodeado del sonido del agua y los pájaros.
En el Bosque de Millwood se descubrió oro a finales del siglo XIX, y en cuestión de semanas apareció de la nada una población con hoteles, tiendas, un hospital… Recibiendo montones de aventureros de todo el mundo en busca de fortuna. Pero las minas no contenían la riqueza esperada, y en tan solo 5 años cesaron su actividad, devolviendo la calma a los bosques.
La verdad es que podrías pasar semanas recorriendo los bosques cercanos a Knysna. A parte de Millwood, también existe la opción de explorar los bosques de Goudveld, Harkerville, Diepwalle… Con infinidad de excursiones a pie o en mountain bike, de unas horas de duración, o de varios días. Destaca por encima de todas el Outeniqua Hiking Trail, de 108km de longitud, para el que se necesitan 7 días. Una pena que solo pudiera dedicarle unas horas a esta zona.
VIAJE: KNYSNA – NATURE’S VALLEY
De regreso en el pueblo, entré en un moderno centro comercial, y me senté a comer en una cafetería. Cayó un sandwich de pollo con queso, acompañado de patatas fritas y una Coke. Precio: 60R. Justo lo que necesitaba para continuar la ruta.
A continuación, subí al coche y enfilé la carretera N2 hacia el este. Pasé de largo por Plettenberg Bay, una población de veraneo orientada a sudafricanos adinerados, que en la época del apartheid estaba reservada a los blancos. Está rodeada de un bonito paisaje, y de hecho los portugueses bautizaron el lugar como Bahía Formosa («bahía bonita»). Pero no era el tipo de ambiente que estaba buscando.
Al final, tras una hora de trayecto y 65km recorridos, llegué a Nature’s Valley. Durante la mayor parte del día lució el sol, pero al caer la tarde el cielo se nubló, y empezó a soplar un viento tremendo. Conduciendo por calles desiertas, pude llegar al lugar elegido para pasar la noche.
ALOJAMIENTO: NATURE’S VALLEY GUEST HOUSE – 400R/Noche
*Puntos a favor: habitación enorme, ubicada en la planta superior, con tejado de madera; cama doble; lavabo privado con bañera gigante; ubicación perfecta, a 500m de la playa, rodeado de bosque; nevera; aparcamiento interior; desayuno incluido (aunque muy mejorable); tranquilidad absoluta (era el único huésped).
*Puntos en contra: mobiliario destartalado con olor a rancio; actitud de los propietarios: el hijo salió a recibirme con un «colocón» importante (casi no podía ni hablar), y desapareció sin dejar rastro, dejándome solo; y los padres me ignoraron por completo al día siguiente, haciéndome sentir realmente incómodo.
Ya instalado, me pegué un baño de agua caliente más que relajante. Y a descansar. Mientras, en el exterior, el viento se había convertido en un huracán, haciendo crujir los árboles. ¡Parecía que la casa iba a salir volando!
DESCUBRIENDO NATURE’S VALLEY
Al día siguiente, me desperté rodeado del canto de un montón de pájaros. Y al poco ya estaba desayunando en la planta baja de la casa. Comparado con las anteriores guesthouses, el menú dejó bastante que desear: huevos revueltos con bacon; 2 tostadas con mermelada y mantequilla; un yogurt; zumo envasado; y un café con leche. Eso sin contar la atmósfera tan poco hospitalaria que crearon los dueños, casi sin dirigirme la palabra. Así que nada más acabar, cogí mis cosas y me largué de allí.
Nature’s Valley es una pequeña población ubicada entre dos ríos: Salt River y Groot River; y al pie de las Tsitsikamma Mountains (tsitsikamma significa «lugar de mucha agua»). Gran parte de la zona pertenece al Garden Route National Park, y como es habitual, cuenta con bosques espesos y tramos de costa inmaculada.
Para empezar a explorar el lugar, cogí el coche y fui hasta el inicio del Salt River Mouth Trail, de 9km de longitud, situado en las afueras del pueblo. Allí encontré un sencillo colmado donde compré un mapa de la zona (10R). Y me puse en marcha, con un tiempo que amaneció bastante nublado.
La ruta consistió en dos partes bien diferentes. La primera discurrió por un sendero a lo largo de la costa, sorteando rocas todavía húmedas, con un mar embravecido y una ligera bruma. El paisaje era espectacular, con bosques de un verde intenso que llegaban casi hasta la orilla del océano. Y caminé completamente solo, con una sensación de aventura total. Al final llegué hasta la desembocadura del Salt River, con un entorno que me dejó sin palabras (solo podía apretar el disparador de la cámara y contemplar la escena atónito).
La segunda parte de la ruta me llevó al punto de partida bosque a través. Aquí destacó el momento en que vi revoloteando un Knysna Lourie, un ave preciosa que solo habita en esta zona, de plumaje y cresta de color verde muy chillón, y ojos y pico rojos. La seguí durante unos minutos, pero por desgracia no se dejó fotografiar. También digno de mención un mirador desde el que pude contemplar unas vistas fenomenales del pueblo, la playa, los bosques… Una pena que el día estuviera tan nublado…
Tras esta ruta, que me llevó unas 3 horas, conduje hasta la desembocadura del Groot River, y estuve paseando un rato por los alrededores. El río formaba una amplia laguna, rodeada de bosques. Y la playa de arena dorada era enorme, llena de unas graciosas caracolas que eran arrastradas por las olas, y a continuación se deslizaban a toda pastilla para volver al agua. Pero el viento cada vez era más agobiante, y no aparecía el sol, así que decidí continuar mi viaje hacia el este.
VIAJE NATURE’S VALLEY – STORMS RIVER
El trayecto fue realmente corto. Apenas tres cuartos de hora para recorrer los 40km que me separaban de mi siguiente destino, siguiendo la N2. Como la carretera pasaba cerca del parque nacional, me tocó pagar un peaje de 35R. De camino crucé el Bloukrans River, que actúa como frontera entre las provincias de Western Cape y Eastern Cape. Sobre este río hay un puente desde el que la compañía Face Adrenaline organiza desde hace años el salto de puenting más alto del mundo. Nada menos que 216 metros de caída libre. La verdad es que me sentí tentado a hacer un alto y probar la experiencia, pero al final me vine abajo y decidí continuar.
Antes de llegar al pueblo de Storms River, me desvié por una carretera hacia la costa, ya que quería pasar la noche en el interior del parque nacional. Y me detuve en el Centro de Visitantes de esa sección del Garden Route National Park, donde pagué la entrada (45R) y reservé el lugar donde pasaría la noche.
ALOJAMIENTO: STORMS RIVER MOUTH REST CAMP – 400/Noche
*Puntos a favor: cabaña de madera (forest hut) de dimensiones correctas; ubicación espectacular, en medio del bosque, y a escasa distancia de la costa; precio; ducha privada perfecta; tranquilidad total, con el sonido de las olas de fondo.
*Puntos en contra: cama individual, algo estrecha.
Una vez instalado en mi bonita cabaña, caminé hasta la zona donde se ubicaban los equipamientos de esta sección del parque nacional (tienda, restaurante, zona de picnic…). Desde aquí pude ver una impresionante panorámica de la costa. Y por los alrededores campaban a sus anchas graciosos Dassies.
PASEO POR LOS ALREDEDORES
Como aun faltaba tiempo hasta que oscureciera, decidí realizar la ruta más sencilla de esta zona: el Storms River Mouth Trail, de tan solo 1km ida y vuelta. El camino discurrió por una pasarela de madera con constantes subidas y bajadas, a través del bosque. Como era de esperar, había un montón de turistas. Al final, llegué al Storms River, que en su tramo final forma una estrecha garganta. Y para cruzarla utilicé un espectacular puente colgante, que no paraba de balancearse, a una altura considerable. Desde allí vi fugazmente un león marino nadando en las aguas del río.
Tras el puente, faltaba un vertiginoso ascenso por unas escaleras, hasta llegar al Agulhas Lookout. Un mirador que ofrecía vistas inmejorables del Océano Índico y los acantilados. Pero una espesa bruma lo envolvía todo; y no se veían ballenas o delfines nadando. Así que duré poco allí arriba, y regresé al punto de partida. En el bosque me encontré con un curioso pájaro nada tímido, de cuerpo naranja y alas negras, llamado Chorister Robin-Chat, con un canto precioso.
CENA: STORMS RIVER RESTAURANT
Tras un día intenso, tocaba reponer fuerzas. Así que me senté a cenar en una mesa del comedor interior de este moderno restaurante. Y pedí un solomillo de ternera a la pimienta, acompañado de patatas fritas, muy rico. Regado con una copa de vino tinto. Y de postre un trozo de tarta de queso con helado de vainilla. Todo por 170R.
EXPLORANDO LA COSTA DE TSITSIKAMMA
Al día siguiente, me levanté a buena hora, pues tenía mucho que hacer. Así que tras picar unas galletas, desalojé mi cabaña, dejé el coche en el aparcamiento del restaurante, y me puse a caminar.
1. La primera ruta del día fue el Blue Duiker Trail, de 3,7km de longitud, que se adentraba en el corazón del bosque. Al igual que en la jornada anterior, terreno con bastantes desniveles. Aunque el paisaje era espectacular, con enormes árboles (Yellowwoods), troncos forrados de musgo, vegetación frondosa, lianas, riachuelos… En cuanto a fauna la cosa estuvo muy justa: tan solo pude ver una rana, y escuchar infinidad de pájaros en la distancia. Me esperaba algo más, teniendo en cuenta que todavía era temprano. Tardé un par de horas en recorrer la ruta.
2. El sendero finalizó en la costa, justo donde empezaba el siguiente que quería recorrer: el Waterfall Trail, de 6km ida y vuelta. Esta ruta cubre los primeros kilómetros del famosísimo Otter Trail, reconocido como el mejor trekking de Sudáfrica y uno de los mejores del mundo. Comienza en Storms River y durante 5 días recorre 42,5km de costa para acabar en la playa de Nature’s Valley. Ojalá hubiera tenido tiempo suficiente para poder recorrerlo. Aunque las plazas son limitadas, y a veces se agotan con muchos meses de antelación. Mientras estaba por allí vi un grupo de chicas equipadas con sus mochilas que comenzaban la ruta, y me moría de la envidia…
En fin, por lo menos hice un pequeño tramo, siguiendo la costa. El terreno era peliagudo, con constantes subidas y bajadas. Y a veces tocaba sortear enormes rocas muy resbaladizas. Eso sí, el entorno era salvaje, con un océano embravecido, y acantilados cubiertos de verdes bosques. Una pena que por segundo día consecutivo, el tiempo fuera muy desapacible, con un cielo gris que amenazaba con descargar lluvia en cualquier momento. Durante la ruta, pasé junto a una enorme cueva de aspecto lúgubre. Y acabé en una bonita cascada, que formaba una piscina natural de buenas dimensiones. En un día soleado me hubiera pegado un baño sin dudarlo. Como no era así, me senté un rato a comer unas patatas fritas, observado por dos enormes gaviotas, que esperaban algo que echarse al pico. Y di media vuelta.
El camino de regreso lo hice a toda pastilla, pues ya empezaban a caer las primeras gotas de lluvia. Y la marea estaba subiendo, por lo que había riesgo de quedarme bloqueado (algo muy a tener en cuenta antes de emprender esta ruta). Pero llegué al coche sin problemas.
VIAJE: STORMS RIVER – PORT ELIZABETH
Tras poner punto y final a mi recorrido por la Garden Route, ahora tocaba cubrir 190km hacia el este, hasta mi destino final del trayecto: Port Elizabeth. Lo hice en 2,5 horas, por una carretera en buen estado. Aunque con un clima horrible: rachas de agua intermitentes; y un viento huracanado que a veces hacía zozobrar el coche. Suerte que no me pilló durante alguna caminata… El paisaje, compuesto por praderas interminables, granjas y algún rebaño de vacas.
Durante el trayecto pasé por la población de Jeffreys Bay (conocida como J-Bay), un lugar donde cualquier surfero que se precie querrá pasar unos días. Porque está considerado uno de los mejores rincones del mundo para la práctica de este deporte. En concreto, la sección de la bahía bautizada como Supertubes. Como no es mi caso, pasé de largo sin remordimientos. Y llegué a Port Elizabeth, la ciudad con más habitantes del Eastern Cape.
Allí, devolví mi coche en la agencia de Tempest Cars ubicada en el aeropuerto. Y cogí un taxi, que por 80R me llevó hasta el lugar elegido para pasar la noche (el aeropuerto se encuentra a tan solo 5km del centro).
ALOJAMIENTO: HIPPO BACKPACKERS – 180R/Noche
*Puntos a favor: precio; cocina compartida completamente equipada; piscina enorme (una pena no poder utilizarla); huéspedes viajeros llenos de historias interesantes; tostada con mermelada para desayunar cortesía de la casa.
*Puntos en contra: habitación destartalada; suciedad evidente (al mover una cama apareció un hueso de pollo); cama individual; baño y ducha exterior compartida; lugar muy ruidoso (paredes de papel de fumar, y la habitación estaba justo encima de la cocina, donde se reunía la gente a charlar).
Nada más instalarme, salí a comprar víveres en un colmado cercano. Y me preparé en la cocina un generoso plato de espirales de pasta, con salsa de champiñones y una lata de atún. Poco después, a descansar, que al día siguiente me esperaba un vuelo interno de regreso a Johannesburg (con la compañía low cost Kulula).
CONCLUSIÓN
Con la Garden Route tengo sentimientos encontrados. Por una parte, disfruté de paisajes espectaculares, con bosques frondosos y tramos de costa salvaje. Pero por otra, no es el África que uno espera, con ambiente demasiado occidental, y clima muy variable. Si estás recorriendo la costa de Sudáfrica y pasas por la zona, recomiendo dedicarle un par de días y realizar alguna caminata. De lo contrario, si viajas con tiempo limitado, no dejaría de ver otros lugares como Cape Peninsula o el Kruger National Park por visitar la Garden Route. Pero esto, como todo, será cuestión de gustos…
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