Explorando en barca un enorme pantano lleno de aves, situado en una zona apartada a la que llegué en tuk-tuk bien entrada la noche
En 1953 finalizó la construcción de una central hidroeléctrica ubicada en la pequeña población de Inginiyagala. Para alimentarla, se levantó una presa que cortó el curso del río Gal Oya y creó el pantano más grande de Sri Lanka, bautizado como Senanayake, en honor al Primer Ministro que inició el proyecto. Este embalse inundó un área de 90 km2 y provocó el desplazamiento de miles de animales. Así que para protegerlos, en 1954 se fundó el Gal Oya National Park.
A diferencia de otros parques, Gal Oya ofrece la posibilidad de realizar safaris en barca por las aguas del pantano, donde abundan las aves y acuden grupos de elefantes. La mejor época para visitar Gal Oya es motivo de polémica: la guía Bradt dice que es la estación seca (de julio a septiembre), pero yo visité el parque en septiembre y solo vi un elefante muy lejano. En cambio, los guías del parque me recomendaron los meses de diciembre y enero, tras la estación de lluvias.
VIAJE: TRINCOMALEE – INGINIYAGALA
El desplazamiento hasta el siguiente punto de interés de mi ruta fue de esos en los que me la juego, llegando a las tantas al destino, sin alojamiento reservado ni garantías de encontrar alguno disponible. Pero una vez más tuve suerte. La distancia total era de 220km, y estas fueron las etapas:
1. Para empezar, cogí un tuk-tuk en mi hotel de Uppuveli, y fui hasta la terminal de autobuses de Trincomalee, ubicada en el centro (250 R).
2. En la terminal pregunté a la gente, y me indicaron un autobús que partía en unos minutos hacia Karaitivu, donde podría coger otro vehículo para continuar mi ruta. Pero justo cuando estaba a punto de ocupar mi asiento, una lugareña me explicó que en 45 minutos llegaba un mini-bus Intercity que me ahorraría la escala en Karaitivu. Además, realizaría menos paradas; y tenía aire acondicionado. Así que no lo dudé, y decidí esperar charlando con la chica, que era profesora de inglés y dio pie a una conversación agradable.
El mini-bus apareció según lo previsto, y partimos puntuales, a las 14.15h. No todo fueron ventajas: los asientos eran muy incómodos, con poquísimo espacio para las piernas; las sacudidas y frenazos eran constantes, por lo que no pude dormir ni un minuto; y no viajé junto a la ventana, porque casi todos los asientos estaban reservados. Pero bueno, cubrimos el trayecto en apenas 4 horas (mucho menos de lo que esperaba); y no había música atronadora, así que pude escuchar mi Ipod. Precio: 630 R.
Junto a mí subieron al mini-bus dos parejas de turistas occidentales. Pero se bajaron en las inmediaciones de Batticaloa, donde destaca Pasikudah Beach, con una oferta hotelera similar a la de Uppuveli. Yo ya había tenido suficiente playa, y pasé de largo. Durante todo el viaje el cielo estuvo lleno de nubes grises, pero al final no llovió. El paisaje: zonas de campiña, alguna población, y la enorme Laguna de Batticaloa, que cruzamos por un puente. Y llegamos a Ampara, donde finalizaba el trayecto.
3. En Ampara ya era noche cerrada. Y los árboles que rodeaban la terminal estaban llenos de pájaros que emitían un ruido tremendo. Ahora me tocaba encontrar otro autobús para llegar al destino final del día, la población de Inginiyagala, a unos 20km de distancia. Pero a esas horas ya no había transporte público. Y un policía me dijo que la única opción era alquilar un tuk-tuk. Así que eso hice. El precio me pareció bastante económico: 1.000 R. Teniendo en cuenta la distancia; lo tarde que era; y las escasas posibilidades de encontrar clientes a la vuelta. Aunque regateé un poco por si acaso… Y nos pusimos en marcha.
El conductor era un tipo muy gracioso, y fue todo el trayecto bromeando (aunque no entendía la mitad de lo que me decía). Mientras, avanzamos a buen ritmo por una carretera secundaria desierta, rodeados de una oscuridad total. Con el peligro de encontrarnos con algún elefante, que por lo visto abundan en la zona, y salen a comer por la noche. En teoría, bordeamos los pantanos de Ampara y Kondavattavana (no se veía nada). Y al final, a las 19h pasadas, llegamos a Inginiyagala.
Pero la situación era de alto riesgo: en teoría solo había un alojamiento turístico en el pueblo. Y desconocía si estaba abierto, o había habitaciones disponibles. Además, necesitaba algún lugar para cenar, porque me moría de hambre y no tenía nada de comida. Y organizar un safari para el día siguiente a primera hora. Casi nada… Hubo momentos de tensión, con el conductor deambulando por calles oscuras sin encontrar el alojamiento, preguntando a los escasos lugareños que veíamos… Hasta que al final dimos con él. Así que el conductor se mereció los 100 R de propina que le dí (el tío pedía que le invitara a una cerveza, pero no fue para tanto).
ALOJAMIENTO: INGINIYAGALA REST HOUSE – 1.500 R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble; lavabo privado; ventilador; ubicación inmejorable, a pocos minutos a pie de la entrada al Gal Oya National Park; personal muy atento (aunque con un nivel de inglés subterráneo); precio (el alojamiento más barato de todo el viaje).
*Puntos en contra: habitación sucia con mobiliario destartalado (me enseñaron dos y la que no elegí tenía una cucaracha enorme en el lavabo).
Cuando los encargados del alojamiento me vieron, parecía que estaban ante un extraterrestre. Me miraban con caras de sorpresa, sin saber cómo actuar. Y tampoco ayudaba mucho que no hablaran casi nada de inglés. Pero bueno, conseguí una habitación (era el único turista); y en cuestión de minutos me prepararon una abundante bandeja de Chicken Fried Rice, que acompañé con una botella grande de agua. No era nada del otro mundo, pero llené el estómago. Precio: 425 R.
Mientras cenaba en una terraza cubierta, me convertí en el centro de atención. Un abuelete que no paraba de intentar ayudarme (en cingalés); lugareños que aparecían para tomarse algo o comprar en la tienda del alojamiento; un perro (que se llevó un par de trozos de pollo)… Cuando acabé, me fui a la habitación a descansar. Me había quedado pendiente organizar el safari, pero ya improvisaría algo…
TENSIÓN EN EL CENTRO DE VISITANTES
Al día siguiente me tocó levantarme a las 5.30h. Y es que si quería evitar problemas con el safari tenía que estar en el Centro de Visitantes justo cuando abriera sus puertas. Así que me puse en marcha antes de las 6h. Esos primeros instantes fueron de aventura total: caminando por un sendero solitario; rodeado de montañas cubiertas de bosque; con las primeras luces del día… Además los encargados del alojamiento me habían dicho que por la zona no era raro ver elefantes, y avanzaba atento a cualquier sonido.
El Centro de Visitantes estaba al lado de un cuartel militar (como no). Pero a pesar de ser más de las 6h me encontré la puerta cerrada. Al cabo de unos minutos vino un lugareño a decirme que el encargado del Centro se había dormido y estaba en camino. Y esperé durante un cuarto de hora, completamente solo. Cuando apareció el encargado hubo unos instantes de confusión: su inglés era escaso, y no entendía lo que estaba sucediendo.
Hasta que llegó un chaval que trabajaba de guía y me explicó la situación. En el parque solo había disponibles dos barcas para realizar safaris. Y ese día ambas estaban reservadas para unos turistas occidentales procedentes de Batticaloa (por lo visto las agencias locales ofrecen de forma habitual la excursión a Gal Oya). Pero es que al consultar el libro de reservas resultó que no había barcas libres… ¡hasta dentro de varios días!
Yo me quería morir. Con lo que me había costado llegar hasta Inginiyagala… La única alternativa que me ofrecían era esperar a que los turistas acabaran el safari, y utilizar una de las barcas a eso de las 9.30h. Pero a esas horas iba a ser muy difícil ver fauna. Así que pedí hablar con los turistas para que me dejaran unirme a ellos (seguro que había espacio en las barcas para una persona más). De entrada recibí caras reticentes, pero no paré de insistir, y al final el guía me dijo que podía viajar en su barca, junto a una pareja de alemanes. Uff, ¡menos mal!
A continuación pagué la entrada al parque y el safari. Nada menos que 4.600 R. Porque a pesar de compartir barca me cobraron el precio de alquilar una barca solo. Y como tampoco estaba en situación de ponerme exquisito, pues me tocó abonar con mi mejor sonrisa.
BOAT SAFARI
Las barcas estaban a un par de kilómetros de distancia, y para llegar viajé en una moto con el barquero y el guía que me asignaron. Sí, sí… 3 en la misma moto. De camino, pasamos por un puente que ofrecía unas vistas espectaculares del Pantano de Senanayake, con sus aguas azules, islotes rocosos de color ocre, y onduladas montañas de fondo. El cielo estaba muy despejado, y el sol todavía no apretaba. Unas condiciones perfectas para disfrutar de una buena excursión. Tras aparcar la moto, bajamos a la orilla por unas escaleras, y conocí a la pareja de alemanes. Parecían majos, pero tras intercambiar unas frases de cortesía no volvimos a hablar. Eso sí, me pareció muy injusto que solo una pareja ocupara una barca de 7 plazas, dejando a otra gente sin la posibilidad de visitar el parque.
La pareja viajó en la parte delantera de la barca, con su guía; y yo en la trasera con el mío y el barquero. Y nos pusimos en marcha a eso de las 7h. El safari duró un par de horas, durante las cuales exploramos las orillas del pantano en busca de fauna. Esto fue lo más destacado:
1. Vimos bastantes aves rapaces, descansando sobre árboles y rocas, o en pleno vuelo. Había Fish Eagles (cabeza blanca, alas marrones), Sea Eagles (más grandes, con cabeza blanca y alas grises) y Milanos.
2. En cuanto al resto de aves, vimos grupos de Pelícanos; alguna Garza (blanca y gris); y montones de Cormoranes, que hacia el final de la excursión no paraban de volar en formación sobre nuestras cabezas.
3. El paisaje era precioso: cielo azul con bandas de nubes muy fotogénicas; montañas forradas de vegetación… De vez en cuando nos cruzábamos con barcas tradicionales que pescaban en la zona (curioso, siendo parque nacional). Sus velas eran totalmente artesanales, hechas con trozos de tela a cuadros o estampada.
4. En un punto del pantano había una zona realmente lúgubre, llena de troncos de árboles muertos, que se mantenían en pie completamente pelados, con sus ramas cubiertas de Cormoranes.
Aunque la verdadera estrella del parque son los elefantes. Según mi guía Bradt, es muy habitual verlos comiendo en la orilla o bañándose en el pantano. Y viajar en barca permite encuentros muy cercanos, sobretodo durante la época seca, entre julio y septiembre. Pero a pesar de ser septiembre, durante mi safari solo vimos un elefante, y a muchísima distancia de la orilla. Porque, según el barquero, la época buena es tras las lluvias, en diciembre-enero, cuando los elefantes pueden acceder al lago con facilidad (en mi visita el nivel de agua estaba muy bajo, y la pendiente era demasiado pronunciada). En fin…
De regreso al punto de partida, dí una pequeña propina al barquero y al guía (50 R cada uno). Y caminé hasta mi alojamiento, siguiendo un estrecho sendero que atravesaba una zona de bosque.
UNA DESPEDIDA PREMATURA
La verdad es que el safari me decepcionó bastante. Antes de llegar a Inginiyagala mi idea era realizar dos safaris, mañana y tarde. Pero visto lo visto no tenía ganas de gastarme otro dineral para nada. Eso sin contar que las barcas de la tarde también estaban reservadas, y me tocaría volver a suplicar hueco en alguna. Otra opción era realizar un safari en 4×4, pero este no es el punto fuerte de Gal Oya; y tras haber visitado Minneriya y Wilpattu el listón estaba muy alto. Así que decidí continuar la ruta.
En mi alojamiento, me prepararon una sencilla tortilla francesa, que acompañé con una taza de té (no tenía muchas más opciones, pero solo me costó 150 R). Tras desayunar, informé a los encargados que no me quedaría una segunda noche (lo entendieron perfectamente); desalojé mi habitación; y me despedí del lugar.
Por cierto, durante la mañana descubrí que hay más alojamientos en Inginiyagala a parte de la Rest House. Como mínimo dos más, cuyos dueños se lanzaron sobre mí al verme pasar: el Charitha Rest, y el Rathnapriya Safari Guest Galoya (este último con 4×4 propio para realizar safaris por el parque). Ambos alojamientos están en Booking, y ofrecen más comodidades que la básica Rest House (wifi, comida variada…). A tener en cuenta.
CONCLUSIÓN
Gal Oya es un parque nacional menor que recomiendo visitar si estás en Batticaloa, o si pasas por la zona camino de otros lugares de interés. Pero no modificaría excesivamente mi ruta para incluirlo (y mucho menos si vas justo de tiempo). Un Boat Safari será más que suficiente, preferiblemente por la tarde, cuando hay más posibilidades de ver fauna. Eso sí, reserva con antelación a través de alguna agencia local o de tu alojamiento, y así te evitarás el mal rato que pasé.
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