Una impactante necrópolis Licia y una visita a un pueblo griego abandonado donde acabé perdido en el bosque y rescatado por un barquero
Los orígenes de Fethiye se remontan a la época del Reino Licio, cuando era una de sus urbes más destacadas, conocida como Telmessos. En 1957 un violento terremoto de escala 7.3 arrasó la ciudad, y milagrosamente solo perdieron la vida 67 personas, gracias a que tras unos temblores previos se decidió evacuar a toda la población. Aunque por este motivo el centro de Fethiye es moderno y los edificios históricos escasean. Actualmente Fethiye es un importante enclave turístico, pero con una atmósfera más agradable que la de Marmaris o Dalyan.
Desde aquí parten los populares viajes en yate que realizan recorridos de 4 días por la costa, con parada en las principales atracciones y final en Demre (un trayecto conocido como Blue Voyage); y en sus afueras comienza el exigente Camino Licio. Por este motivo Fethiye es un lugar de paso para muchos turistas. Además cuenta con un interesante museo y una necrópolis Licia espectacular.
VIAJE DALYAN – FETHIYE
El día comenzó picando unas galletas en el Camping Dalyan. Tras 2 noches durmiendo mal me encontraba muy cansado pero tenía que continuar la ruta, así que preparé las mochilas y caminé hasta el centro del pueblo.
Para llegar a Fethiye necesité 3 etapas:
1. Dolmus hasta Ortaca: el mismo recorrido que hice a la ida, sentado junto al conductor (4,5L).
2. Dolmus a Fethiye: en la Terminal de Ortaca encontré rápidamente el vehículo que necesitaba. Cuando subí solo quedaba un asiento, de espaldas al conductor, pero nos pusimos en marcha en cuestión de segundos. El trayecto duró algo más de una hora (8,75L) y apenas me enteré del paisaje, porque me dediqué a buscar alojamiento con mi móvil.
3. Autobús hasta la zona del puerto deportivo, donde se encontraba el lugar que había elegido para pasar la noche (3,25L). Desde la Terminal de Fethiye tenía 3km de caminata, cargado con mis mochilas, así que pedí ayuda a un lugareño y detuvo el autobús correcto. A continuación controlé mi ubicación con Google Maps y me bajé muy cerca de mi destino.
ALOJAMIENTO: EL CAMINO HOSTEL & PUB – 52,5L/Noche
*Puntos a favor: dormitorio compartido con 4 camas (y solo había una ocupada); ducha perfecta; limpieza extrema; cocina compartida; jardín exterior con bancos; terraza con vistas espectaculares de la bahía; lavadora por 20L (me vino genial); personal muy amable (me guardaron parte de mi equipaje durante nada menos que 2 semanas mientras recorría el Camino Licio); precio; desayuno incluido.
*Puntos en contra: ubicación en lo alto de una colina (cada vez que necesitaba algo acababa empapado en sudor); desayuno un tanto pobre.
En Fethiye me falló la táctica de días anteriores y no encontré ningún hotel económico relativamente cerca del centro, ni en mi guía de viajes ni en Expedia. Con lo cual tuve que aceptar a regañadientes dormir en este hostel un tanto peculiar, al que se accede a través de un popular restaurante.
Cuando finalicé mi recorrido por el Camino Licio me volví a alojar una noche en el hostel, pero con dos cambios: el precio había subido a 67L/Noche; y el dormitorio estaba lleno, con las molestias que eso conlleva (gente entrando y saliendo, lavabo ocupado…). Así que busqué alternativas y encontré una habitación en Pinara Pension & Guesthouse (a un par de calles) por 90L. No se me ocurre ningún punto en contra, y si volviera a Fethiye esta pensión sería mi primera opción sin dudarlo. Totalmente recomendable.
Una vez instalado en la habitación estaba realmente agotado y el sol pegaba duro, pero decidí salir a la calle y llenar el estómago para reponer energías.
COMIDA: MEGRI LOKANTASI
Un restaurante tradicional donde encontré justo lo que necesitaba: un buen plato de Goulash Kebap acompañado de arroz blanco, una Fanta y un té. Todo riquísimo, sentado en una terraza a la sombra. El mostrador del local tenía una gran oferta de platos, pero cuando algo me gusta… En general acabé satisfecho, aunque me cobraron 34L por la comida (bastante caro comparado con otros lokantas); y en la recta final apareció un grupo de ruidosos chinos (no los sufría desde Éfeso).
La comida me dejó planchado y me costaba dar dos pasos seguidos. Con una habitación privada me habría marchado a dormir un rato, pero como no era así comencé a explorar la ciudad a regañadientes.
DESCUBRIENDO FETHIYE
Estas son las atracciones más destacadas:
1. Museo Arqueológico: una visita recomendable para entender la historia de Fethiye y los alrededores. Hay estatuas de las ruinas de Tlos; restos encontrados en Kaunos (incluida una figura de su diosa, Artemis Eleuthera); una estela en 3 idiomas que ayudó a descifrar la lengua licia; relieves… Además la entrada es gratuita.
2. Necrópolis Licia: en las afueras al sur de Fethiye hay una pared de roca llena de tumbas. Algunas son simples agujeros y otras auténticas obras de arte. La mejor se conoce como Tumba de Amyntas, de proporciones enormes. Es posible subir pagando una entrada (6L) y acceder al interior.
3. Sarcófagos Licios: hay un par en el centro. Yo vi uno que está camino de la Necrópolis, plantado en medio de la calle.
4. Castillo de los Cruzados: desde la Tumba de Amyntas se puede continuar hasta las ruinas de esta antigua fortaleza construida en el siglo XV por los Caballeros Hospitalarios, que tenían su sede en la Isla de Rodas. Lo más interesante del lugar es la magnífica panorámica de Fethiye, con un mar de viviendas, la bahía salpicada de embarcaciones, y varias cumbres nevadas en la distancia. Esta visita también es gratis.
A continuación ya eran las 19h pasadas y decidí regresé a mi alojamiento. De camino disfruté de más vistas de Fethiye y recibí una grata sorpresa: no tuve que volver a subir la colina porque llegué al hostel por el lado contrario. Para cenar opté por fruta (manzana y plátano) y un zumo, sentado en el jardín frente a la bahía, mientras caía la noche.
En el dormitorio conocí al tipo con el que me tocaba compartir la noche. Un hombre que al principio me dio buenas sensaciones (no eran ni las 21h y ya estaba listo para dormir), hasta que escuché los primeros ronquidos. ¿Se puede tener más mala suerte? Hubo momentos de la noche en los que le hubiera despertado a golpes, pero no me quedó otra que aguantar el concierto con resignación.
EN UN PUEBLO FANTASMA
Al día siguiente me desperté y mi compañero de habitación ya se había marchado (por lo menos en eso fue silencioso). Como se me había caído el reloj de la litera no escuché la alarma y ya eran las 8h pasadas, así que me vestí y subí a la terraza a desayunar. El menú consistió en un plato con los productos habituales (queso, olivas, tomate, huevo duro…); pan gomoso con una porción de mermelada y mantequilla; y té. A mí ya me estuvo bien por 8€ la noche, pero la gente que paga 25€…
Tras el desayuno caminé hasta la Terminal de Dolmus. De nuevo encontré un vehículo a punto de partir, aunque esta vez conseguí un asiento cómodo. El trayecto duró algo menos de media hora (6,25L) y me dejó en Kayaköy, una población abandonada 9km al sur de Fethiye.
Tras la derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial la mayor parte de sus territorios quedaron bajo supervisión de las potencias europeas vencedoras. Entonces Grecia aprovechó para intentar conquistar Turquía, pero se encontró con una fuerte oposición y sus tropas acabaron expulsadas de Anatolia. En el Tratado de Lausanne de 1923 se establecieron las fronteras de la Turquía moderna. Y se acordó un intercambio de población para evitar las represalias que estaba sufriendo mucha gente: los Otomanos Cristianos fueron trasladados a Grecia (1,7 millones); y los Griegos Musulmanes a Turquía (0,7 millones). Como había muchos más Cristianos, hubo pueblos de la costa de Anatolia que quedaron desiertos. Entre ellos Kayaköy, conocido como Levissi, donde vivían unos 20mil griegos.
Para acceder a Kayaköy hay que pagar entrada, pero solo son 6L y merece la pena. Hay centenares de viviendas en ruinas esparcidas por la ladera de la montaña y se puede pasear libremente entre ellas, descubriendo infinidad de detalles. No tienen puertas ni ventanas y la mayoría están sin techo, a causa del paso del tiempo y de un terremoto que afectó la zona. Además hay dos iglesias ortodoxas; y las ruinas de un castillo que ofrecen vistas espectaculares del pueblo y los alrededores. La atmósfera es muy auténtica, y por suerte apenas había turistas. Durante la mañana el día estuvo muy nublado e incluso llovió un poco, aunque hacía bastante calor.
PERDIDO EN EL BOSQUE
Mientras exploraba Kayaköy vi un cartel que decía “Ölüdeniz – 6km”, y me pareció una buena manera de pasar la tarde. Según mi guía de viajes se trataba de una ruta de un par de horas muy bien señalizada. De hecho forma parte de la «Etapa 0″ del Camino Licio, que comienza en las afueras de Fethiye y últimamente está cobrando fuerza.
Los comienzos fueron geniales: bajé por la montaña en dirección a la costa, siguiendo un sendero señalizado con flechas rojas; me entretuve con una tortuga de tierra que caminaba frente a mí, y de vez en cuando se paraba a comer alguna flor; y disfruté del paisaje, rodeado de espesos bosques.
Pero de repente el camino principal empezó a desvanecerse, y en su lugar apareció una maraña de senderos que continuaban en cualquier dirección, con infinitas posibilidades. Poco a poco me fui desorientando, y al final me di cuenta de que estaba perdido. Hubo momentos de tensión y el corazón me latía a mil por hora. ¡Me encontraba solo en una zona totalmente desierta! Al final conseguí orientarme y retomé el camino principal, siguiendo durante unos minutos nuevas flechas rojas. Pero después volvieron los problemas y avancé muy despacio, lleno de dudas.
Con todas las dificultades del mundo conseguí llegar a la costa. Resbalando con hojas de pino; pinchándome con mil plantas (parecía que todas tenían espinas); atravesando telarañas; aguantando docenas de abejas que volaban a escasos centímetros o se posaban sobre mí (desde mi experiencia en Ella tengo claro que no hay que espantarlas)… Todo esto en tejanos y zapatillas de ciudad, pasando un calor terrible, y sin agua o algo para comer… En la costa encontré una pequeña playa llena de basura; y una barca con un lugareño que confirmó mis peores sospechas. Me había equivocado de camino desde el primer momento: la ruta del Camino Licio discurre por la parte alta de las montañas; y si quería continuar hacia Ölüdeniz desde mi ubicación actual tenía por delante horas de caminata con un desnivel terrible.
Aunque el barquero me ofreció una alternativa: llevarme hasta un punto de la costa que reducía la distancia de forma considerable… por 60L. Estuve un rato dudando, pero no tenía elección. Aun suerte que encontré a aquel hombre allí. Así que minimicé los daños económicos y le saqué el viaje por 40L + un helado (tenía una nevera llena). El trayecto duró unos 10 minutos, pasando por Camel Beach, una de las playas donde se detienen los circuitos organizados en barco. Y me dejó solo en una cala de aguas turquesa.
Yo pensaba que la odisea había acabado, pero aun faltaba sortear otra montaña con un espeso bosque que puso a prueba mi paciencia. No me podía creer mi mala suerte. Llevaba horas deambulando perdido, pasándolo fatal; y tuve que bajar por otra resbaladiza pendiente. Aunque al final pude conectar con un camino que me llevó hasta la Laguna de Ölüdeniz. ¡Prueba superada! Pero el esfuerzo había pasado factura y estaba agotado. Además, si me había ocurrido esto en la Etapa 0, ¿qué me esperaba durante el Camino Licio?
Nota: en este tramo de Mi Gran Viaje todavía no había descubierto la app para móvil maps.me y dependía por completo de la señalización de los senderos.
REGRESO A FETHIYE
Tras un rato caminando llegué a las instalaciones de un hotel y justo al lado encontré una tienda, donde me senté un rato. Allí compré agua, un paquete de Doritos y una cerveza Tuborg de 0,5L (21,5L) que me devolvió la vida. Estaba deshidratado. Desde la tienda continué avanzando por una carretera con vistas a la laguna; y llegué a la Playa de Ölüdeniz, un lugar idílico de arena blanca y aguas turquesa. Pero no estaba para historias, así que allí mismo cogí un dolmus y me volví a Fethiye. Porque ya eran casi las 18h y si me descuidaba se me hacía de noche…
CENA: HANI BABA FETHIYE KÖFTECISI
Una vez en la Terminal de Dolmus caminé hacia el hostel. Iba como un zombie y decidí cenar en este restaurante propiedad de un amable abuelete, con un comedor amplio y tranquilo. El menú consistió en Pide (pizza turca) de carne y queso, acompañada de unas verduras con tomate y una Fanta. Y de postre probé un dulce típico que aun no conocía: el Künefe. Está hecho de cabello de ángel, mantequilla y queso fresco, y cubierto de sirope y pistacho molido. Se sirve caliente y me gustó mucho, pero es una auténtica bomba de azúcar y no pude acabar (la porción era generosa). Después pedí un té y estuve un momento reponiendo fuerzas. Precio: 34L.
Subir la colina del hostel me costó un mundo. Una vez en el dormitorio me encontré con un nuevo ocupante. Por suerte era un chaval joven que no creó muchos problemas. Eso sí, al poco de estirarme en la cama me di cuenta de un tremendo error (el enésimo de la jornada): no había comprado agua para pasar la noche y me moría de sed. Y las tiendas más cercanas se encontraban en la base de la colina. Así que visité el bar del hostel y me tomé una cerveza Tuborg (19L). Hay días en los que estoy muy espeso…
VISITA A UN CAÑÓN DE AGUAS HELADAS
Al día siguiente me levanté tras dormir muy poco. Por la noche tenía el estómago lleno de gases (esa Tuborg…), y la presencia del chaval justo en la litera inferior no ayudó demasiado. Pero bueno, una vez en pie subí a la terraza, desayuné en un momento, preparé mi mochila pequeña, y salí a continuar explorando los alrededores de Fethiye.
El procedimiento fue el mismo que utilicé la mañana anterior: caminé hasta la Terminal de Dolmus y tras unos minutos de espera apareció mi vehículo. Como estaba vacío elegí un cómodo asiento en la fila individual y nos pusimos en marcha (12,75L). Mi destino era el Cañón de Saklikent, situado unos 50km al sureste de Fethiye. El trayecto duró una hora, atravesando campos salpicados de amapolas, con espectaculares panorámicas de las montañas cubiertas de nieve y un sol radiante.
Aunque tan solo eran las 10.30h, cuando llegué a la taquilla de acceso al cañón ya había bastante gente haciendo cola. Allí pagué la entrada (8L) y comencé a caminar por una pasarela de madera que avanza sobre el río, adentrándome en el cañón. Las vistas son imponentes, con paredes altísimas (en algunos tramos alcanzan los 200m), y la pasarela acabó en la orilla del río. Para continuar recorriendo el cañón son necesarias dos cosas:
*Calzado adecuado: para no resbalar con las piedras. Yo vi algún comercio cerca de la entrada que alquilaba escarpines de goma, pero un guía se me acopló para que contratara sus servicios y me consiguió unos gratis que iban genial. También me ofreció un casco, aunque me pareció excesivo y lo rechacé.
*Evita llevar objetos que no se puedan mojar, porque hay puntos donde el río cubre bastante. Yo no tenía ganas de salir de Fethiye en bañador y chanclas, y confié en que podría dejar la mochila pequeña con mis cosas en algún lugar (la taquilla, algún comercio…), pero no tuve opción. El guía me dijo que podía llevarla conmigo y le hice caso, así que bajé al río en escarpines, bañador y camiseta, con la GoPro en la mano y la mochila a la espalda. Pero no es ni mucho menos el escenario ideal.
La verdad es que esperaba encontrarme una procesión de gente avanzando por el cañón. Pero el deshielo y las lluvias de días anteriores provocaron que el río bajara con mucha fuerza. Y había un punto muy delicado que era obligatorio cruzar, con muchas posibilidades de acabar en el agua. Así que la gente (tanto turistas como lugareños) prefería pasear por la orilla, hacerse un par de selfies y marcharse.
Yo intenté pasar por el centro del río ayudándome con una cuerda que había tendida, pero al poco el agua ya me llegaba por la cintura y tuve que retroceder o se me mojaba la mochila. Después esperé a ver si algún lugareño se animaba y me descubría un paso más fácil, pero nada. Tan solo vi cruzar a un par de chavales por el centro (con mucha más agilidad que la mía), aunque me quedó el consuelo de ver que regresaban al cabo de unos minutos, pues según el guía solo se podía avanzar durante 400m más. Una pena, porque el cañón tiene 18km de longitud, con tramos espectaculares.
Al final imité al resto de visitantes: me quedé por la orilla; hice algunas fotos; y regresé a la parada de dolmus para volver a Fethiye. Todo menos continuar allí, porque era sábado y la gente llegaba al cañón en oleadas. En fin, no fue la aventura que esperaba, pero en estos casos es mejor no arriesgar.
Por lo menos en el hostel descubrí que mi compañero de dormitorio se había marchado, y esa noche pude disfrutar de la habitación sin compañía. No todo iban a ser malas noticias…
CONCLUSIÓN
La mayor parte de turistas que recorren la costa sur de Turquía acaban pasando por Fethiye. Ya sea para embarcarse en un Blue Voyage (viaje de varios días en velero); comenzar el Camino Licio; o simplemente utilizar la ciudad para explorar los alrededores. A mí me gustó bastante. Medio día es suficiente para conocer lo más destacado de Fethiye. Y añadiendo un par más podrás visitar Kayaköy, Ölüdeniz y el Cañón de Saklikent.
Pero hay muchas más opciones que no comprobé personalmente, como una excursión de un día en barco que para en diferentes playas (conocida como 12-Islands Tour); o las ruinas de Tlos (una antigua ciudad Licia). Todo dependerá de tu tiempo disponible y el presupuesto que manejes.
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