Una enorme isla formada por millones de conchas y un cementerio tradicional compartido entre cristianos y musulmanes
La Petite Côte es el principal destino turístico de África Occidental. Se trata de una franja de playa de 100km de longitud que se extiende entre Dakar y el Delta du Saloum y cada año atrae a cientos de miles de visitantes en busca de sol y diversión. El epicentro de la zona es Saly, una población dominada por los grandes hoteles y grupos organizados. Yo evité por completo este lugar y no puedo aportar información al respecto. Por suerte justo en el extremo sur de la Petite Côte se encuentra Fadiouth, la isla de conchas más grande de Senegal, sobre la cual se asienta una tranquila aldea Serer que es todo un ejemplo de convivencia entre dos religiones antagónicas en muchas partes del mundo: el Cristianismo y el Islam.
Se accede a Fadiouth desde Joal por un puente de madera que conduce a la isla, aunque también es posible viajar en barca. Entre sus atracciones destacan el Cementerio, la Iglesia de San Francisco Javier y un conjunto de graneros tradicionales.
VIAJE GOUNOUMANE – JOAL
Tras explorar el Delta du Saloum decidí continuar mi ruta hacia el norte en dirección a Dakar. De camino había un lugar de interés que quería visitar, así que pregunté en mi alojamiento de Gounoumane el precio de un taxi privado. El propietario llamó por teléfono a un taxista y me dijo que el trayecto de 40km hasta Joal me costaría 20milF incluyendo la espera en el lugar de interés. La verdad es que me pareció correcto y acepté. Y al cabo de unos minutos apareció el taxi.
El conductor era un hombre de pocas palabras, pero cumplió a rajatabla lo acordado. Primero dejamos atrás a buen ritmo los dos últimos pueblos de la comunidad de Palmarin. Y después continuamos por una árida llanura, recorriendo una pista sin asfaltar con algunos tramos en obras.
EL BAOBAB MAS GRANDE DE SENEGAL
Antes de llegar a Joal el taxista se desvió de la pista para buscar el lugar de interés que quería visitar: un gigantesco baobab que con sus 33 metros de diámetro está considerado como el mayor del país. A su lado había aparcados un par de coches y parecían de juguete comparados con el inmenso tronco.
Nada más bajar del taxi se abalanzó sobre mí uno de los «guías oficiales» que operan en la zona; y por 500F me estuvo explicando durante un rato anécdotas interesantes. Primero accedimos al interior del árbol por un agujero no apto para claustrofóbicos ni gente alta. Me hizo sudar tinta porque me quedaba atascado todo el rato. Una vez dentro vi una colonia de murciélagos que colgaban del techo. De vez en cuando alguno se ponía a volar, o me caía en la cabeza una gota de orina. También decidí seguir la tradición local y pedí un deseo con los ojos cerrados y las palmas de mis manos pegadas al tronco.
La verdad es que los baobabs son curiosos. Vistos desde la distancia parecen árboles plantados al revés, con sus raíces en la parte más alta. Aunque para los lugareños son una fuente inagotable de recursos: trituran sus hojas y las añaden a la comida para facilitar la digestión; sus frutos contienen una pulpa blanca y seca conocida como «pan de mono«, que se mezcla con agua para preparar infusiones muy nutritivas; ofrece cobijo en el interior de su tronco… En cambio su madera arde fatal y no sirve para fabricar objetos. Gracia a esto actualmente se pueden ver tantos baobabs en África.
De nuevo en el exterior hice alguna foto panorámica del baobab; y tuve que aguantar a los propietarios de los diferentes puestos de artesanía que rodean el árbol. En principio no estaba interesado en comprar nada, pero acabé quedándome con dos llaveros de madera para regalar porque el tipo no paraba de suplicarme que el dinero era para dar de comer a su familia y al final me tocó la fibra. Precio: 1.500F.
A continuación subí al taxi y continuamos el viaje. En las afueras de Joal atravesamos una zona llena de puestos de madera con pescado secándose al sol; fogatas que creaban espesas nubes de humo; montañas de basura por todas partes; y precarias viviendas. La imagen era dantesca… De camino el taxista llamó por teléfono a mi hotel para asegurarse de la dirección y me dejó en la puerta sin problema.
ALOJAMIENTO: JOAL LODGE – 25milF/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; mosquitera; baño privado con ducha perfecta; limpieza extrema; tranquilidad total por la noche; mobiliario moderno; aire acondicionado; wifi rápido; piscina; personal muy amable; desayuno incluido en el precio.
*Puntos en contra: cama individual; ubicación alejada del centro de Joal.
Una vez instalado era la parte central del día y lucía un sol abrasador, así que decidí aprovechar la fantástica piscina del hotel. Está ubicada en un patio, rodeada de árboles y con una atmósfera muy agradable. Y además pude disfrutarla completamente solo. Primero estuve nadando un rato; y después me estiré a descansar en una tumbona, rodeado de pájaros y Lagartos Agama que correteaban y trepaban por las paredes.
Aunque África es un continente de contrastes: mientras yo me relajaba un par de perros sedientos intentaron entrar en el recinto del hotel para beber agua de la piscina (para ellos debía ser un auténtico oasis), y un vigilante los ahuyentó de mala manera. En fin… Más tarde preparé mi mochila pequeña y salí a explorar el pueblo.
UN BREVE PASEO POR JOAL
Joal es una población moderna que carece de atracciones turísticas, pero constituye un lugar ideal para deambular por sus calles sin rumbo fijo, observando el día a día de sus habitantes. Durante mi paseo vi grupos de graciosos niños que salían del colegio; y mujeres con ropajes de vivos colores charlando en los portales.
También recorrí callejuelas flanqueadas por enormes baobabs donde circulaban calesas tiradas por burros. Me acerqué hasta el mercado, con todo tipo de productos exóticos a la venta: pan de mono, hojas de hibiscus (para preparar Bissap), objetos de artesanía, alimentos varios… Y por último llegué hasta un Bolong (brazo de mar) rodeado de manglares, con alguna Garza blanca, y nubes de pájaros haciendo acrobacias en el aire. Como dato curioso, en Joal nació el primer presidente de Senegal, Léopold Sédar Senghor, reconocido como una de las figuras clave en la historia del país.
VISITA A LA ISLA DE FADIOUTH
En las afueras de Joal, unida por un puente peatonal de 500 metros de longitud, se encuentra Fadiouth. Una gigantesca Île aux Coquillages formada a partir de las conchas de todo tipo de moluscos amontonadas allí por los Serer a lo largo de los siglos. En el pasado visitar la isla era una experiencia desagradable porque en las inmediaciones del acceso al puente pululaban grupos de oportunistas que se abalanzaban sobre los turistas para ofrecer de forma insistente sus servicios de guía, dando pie a situaciones agobiantes. Y encima cobrando precios desorbitados por tours nada profesionales.
Afortunadamente desde el 2014 las visitas a Fadiouth se gestionan desde el Syndicat du Tourisme. La oficina está ubicada a escasos metros del puente y ofrece guías oficiales a tarifas razonables. Yo realicé allí los trámites y acabé satisfecho con el guía que me asignaron (Ousmane). Esto fue lo más destacado:
1. Paseo en barca: junto a Ousmane y un lugareño que hacía avanzar la embarcación impulsándola con una vara de madera. La verdad es que era muy estrecha y costaba mantener el equilibrio dentro de ella, pero conseguí aguantar sin caerme al agua.
A esas horas de la tarde el sol comenzaba a perder fuerza y la luz era perfecta, así que pude hacer buenas fotos panorámicas de Fadiouth. Además desembarcamos en una zona pantanosa para ver de cerca un conjunto de graneros tradicionales construidos sobre postes de madera. Ousmane me explicó que nadie los utiliza y se conservan para enseñar a los turistas.
Al igual que en el baobab, junto a los graneros hay un puesto de artesanía y el dueño no se daba por vencido, alegando que necesitaba dinero para alimentar a sus hijos. Pero esta vez me mantuve firme y me marché sin comprar nada. De regreso en la pirogue continuamos navegando unos minutos hasta llegar a Fadiouth. Precio del paseo: 6milF + 500F de propina al barquero.
2. Fadiouth: ya en tierra firme recorrimos las calles de la isla, que están cubiertas de conchas. Entre sus lugares de interés destaca la Iglesia de San Francisco Javier, con su altísimo campanario coronado por una cruz (visible desde muy lejos); y un curioso fresco tras el altar donde aparece un manglar. También la mezquita; un baobab sagrado; varios altares con imágenes de santos; y numerosos puestos de artesanía cuyos dueños me dejaron tranquilo al verme acompañado de Ousmane. Por cierto, el chaval era una fuente de información y no paró de aportar datos interesantes.
En Fadiouth no hay ni rastro de coches o cualquier otro vehículo a motor. Los habitantes de la isla son principalmente de religión cristiana. Prueba de ello son los numerosos cerdos que pude ver campando a sus anchas por los alrededores. Aunque también hay una comunidad musulmana que no tiene problema en vivir allí, junto a animales totalmente impuros según sus creencias. Algo impensable en infinidad de países.
UN CEMENTERIO MAGICO
Pero el plato fuerte de la visita estaba por llegar. Tras visitar Fadiouth cruzamos otro puente de madera de 200 metros de longitud y alcanzamos una segunda Île aux Coquillages más pequeña, utilizada como cementerio. Allí descubrí una atmósfera misteriosa. Por todas partes hay montones de conchas que revelan el lugar donde alguien ha sido enterrado. Muchos están indicados por una cruz blanca, con el nombre y la fecha en que falleció la persona. Pero también hay una zona reservada para los musulmanes, donde las tumbas están rematadas por una placa metálica, con el nombre y la fecha. Musulmanes y Cristianos enterrados en la misma isla a escasos metros unos de otros. Una imagen sorprendente…
Fue toda una experiencia estar allí en medio, completamente solo (por suerte no había más turistas), rodeado de ondulantes colinas de conchas salpicadas por algún baobab. Coronando el cementerio hay una cruz que se ilumina por las noches y desde este punto las vistas son espectaculares, con la isla de Fadiouth; los bolongs y manglares de los alrededores; y un mar de cruces a mis pies. Me hubiera quedado horas en silencio contemplando el paisaje. De regreso a Joal, tras cruzar los dos puentes, me despedí de Ousmane. Precio del guía: 5milF + 2milF de propina porque se portó genial. Y volví a mi hotel para descansar un rato en la habitación.
CENA: LE MURE
Durante la visita a Fadiouth el guía me sugirió la posibilidad de cenar en un restaurante donde trabajaba su sobrina, ubicado en la isla. Y la verdad es que me encantó la idea de regresar a Fadiouth de noche y solo, así que no lo dudé un instante.
De entrada volví a cruzar el puente de madera completamente a oscuras, mientras en la distancia se veían iluminadas las cruces de la iglesia y el cementerio. Y después caminé por las calles de Fadiouth, llenas de vecinos charlando y niños jugando, hasta llegar al restaurante, situado al pie del puente que conduce al cementerio. Fue un paseo inolvidable. A continuación ocupé una mesa de la terraza cubierta con vistas al cementerio. Y cené un Poulet Frites (pollo asado con patatas fritas) acompañado de una botella de agua fría. La sobrina de Ousmane era una chica guapísima, además de muy atenta. Así que pasé un rato agradable, rodeado de otros lugareños que me miraban con ojos llenos de curiosidad. Precio: 3.500F. De esta forma acabó mi visita a Fadiouth. Y al día siguiente regresé a Dakar poniendo también punto y final a mi viaje por Senegal.
CONCLUSION
Si estás viajando entre Dakar y el Delta du Saloum, te recomiendo hacer un alto en el camino y pasar una noche en Joal para visitar la isla de Fadiouth. Es un lugar único que te va a encantar. Para llegar desde Dakar, lo habitual será coger 2 sept place: uno hasta la ciudad de Mbour (unos 2.500F); y otro hasta Joal (1.000F más). El trayecto dura algo menos de 3 horas, cruzando las principales poblaciones de la Petite Côte. Aunque quizás te ocurra como a mí y pases por Fadiouth desde el sur, tras visitar el Delta du Saloum. En ese caso no te pierdas una breve visita al gigantesco baobab que hay de camino. Una imagen espectacular.
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