Continúa el descenso hasta llegar a Tatopani, con vistas increíbles del Dhaulagiri y un baño relajante en una piscina de aguas termales
Las etapas 13 a 15 del Annapurna Circuit me condujeron hasta la parte baja del Valle del Kali Gandaki, por debajo de los 1.500m. De camino, más aldeas tradicionales; bosques de pinos; y unas vistas excepcionales del Dhaulagiri. La etapa 13 me permitió visitar poblaciones muy fotogénicas, como Marpha, Chimang o Tukuche. Y las etapas 14 y 15 las recorrí en autobús el mismo día, aunque esto me permitió realizar una excursión a Naurikot por la mañana, y bañarme en las aguas termales de Tatopani por la tarde.
EXPLORANDO MARPHA
La jornada comenzó a las 6,30h en la Dhaulagiri Guest House de Marpha (2.670m). Y a las 7h ya estaba sentado en una mesa junto a la cocina, con ganas de un buen desayuno. Pero mi encargo se quedó bastante corto. Pedí un Apple Pancake pensando que sería suficiente, y su tamaño no fue ni mucho menos el esperado. Para acompañar, un café con leche. Precio: 200R.
Tras este desayuno un tanto espartano, salí al exterior para visitar Marpha. Esta bonita población es el epicentro de la zona donde se cultivan las mejores manzanas de Nepal. Sus alrededores están llenos de plantaciones de manzanos, y abundan las tiendas donde se venden todo tipo de derivados: Apple Pie, Apple Crumble, Sidra, Zumo, Mermelada, Apple Brandy… Sin duda la construcción de la carretera hasta Muktinath ha beneficiado enormemente la economía local, facilitando el transporte del producto.
Para empezar, decidí caminar hasta la parte alta de Marpha, desde donde podría contemplar una buena panorámica del pueblo y los alrededores. Y nada mejor que subir hasta el Nyingma Gompa. La entrada estaba en la calle principal, y accedí siguiendo unas empinadas escaleras. El edificio del monasterio es muy moderno, y me sorprendieron dos cosas: que no apareció nadie para cobrarme entrada (solo vi a un par de chavales corriendo); y que la cocina fue destruida por el terremoto del 2015, y había sido reparada gracias a una donación privada.
Las vistas desde el Gompa fueron excelentes. Ante mi se desplegaba un auténtico laberinto de viviendas con infinidad de detalles: patios interiores; tejados con manzanas secándose al sol y escaleras para acceder; banderas de oración; balcones de madera; puertas y ventanas de mil formas y colores… Aun más arriba, dominando Marpha, destacaba una roca de forma piramidal que los lugareños habían pintado de blanco y naranja como si fuera un Chorten. Pero no tuve tiempo de acercarme.
De regreso en el centro del pueblo, estuve paseando por la calle principal. Flanqueada de casas de piedra, con muros inclinados pintados de blanco; y enormes puertas y ventanas de madera tallada de color rojo. De vez en cuando aparecía alguna Pared Mani, o algún edificio curioso. También había un montón de tiendas de recuerdos, y al pasar las vendedoras se me tiraban encima, ya que los turistas brillaban por su ausencia. Al final acabé entrando en una regentada por un simpático abuelete, y compré un tarro de mermelada de manzana (200R, estaba buenísima). Mientras curioseaba, el hombre me invitó a un chupito de Apple Brandy (fortísimo, con un 41% de alcohol), y me regaló una manzana.
Tras la visita me senté en una guest house, y me comí un trozo de Apple Crumble acompañado de un café con leche (230R). Y eso a pesar de lo que había visto minutos antes: estaba frente al escaparate de una tienda donde había un Apple Crumble, y de repente apareció un ratón al lado. ¡No me lo podía creer! Pero es que estaba riquísimo, y así complementé el escaso desayuno de la mañana. A continuación regresé a mi hotel, desalojé la habitación, y me puse en marcha.
ETAPA 13: MARPHA – LARJUNG / Distancia: 13km / Desnivel perdido: -120m / Tiempo: 5,5h
Desde Marpha caminé en dirección suroeste, cruzando un espectacular Chorten de entrada, y continué por la pista principal. Durante este tramo pasé junto a campos de cultivo (como no, de manzanas), con mujeres trabajando; alguna destilería de brandy de manzana; y un par de colegios, con grupos de niños vistiendo uniforme de color azul. Por suerte era temprano, y el viento todavía no apretaba.
A continuación abandoné la pista principal, y crucé al lado izquierdo del valle por un puente colgante, en busca de poblaciones tradicionales y tranquilidad. Primero me encontré con Chhairo, un antiguo campamento de refugiados Tibetanos que acudieron a la zona en 1951, tras la invasión de su país por parte de China. Muchos se instalaron definitivamente aquí, y un cartel animaba a visitar su Gompa. Pero solo me detuve un momento para contemplar un enorme Chorten pintado de blanco. En las afueras había muros en ruinas de algunas viviendas, con grafittis en los que se podían leer mensajes como «I pray Dalai Lama». El lugar tenía una atmósfera inquietante.
Tras dejar atrás Chhairo, decidí tomar un desvío NATT que subía hasta la población de Chimang, situada en lo alto de un peñasco. El ascenso fue duro, pero mereció la pena cada paso, porque las vistas eran espectaculares. El tiempo era perfecto, con sol radiante y cielo despejado. Y ante mí se extendía el valle, con el río Kali Gandaki de color turquesa; campos de cultivo; bosques de pinos (que producían unas piñas alargadas muy raras); hombres arando con la ayuda de bueyes… Una vez en Chimang las montañas aparecían en todo su esplendor: a un lado, el Dhaulagiri y el Tukuche; al otro los Nilgiris y sus cimas afiladas.
Chimang es una población tradicional totalmente alejada de los circuitos turísticos. Yo me dediqué a caminar por las calles en busca de imágenes interesantes. Las casas eran de piedra, con muros blancos y puertas y ventanas de madera pintada de rojo (una tenía un león tallado). En el centro había un Chorten con ruedas de oración. A veces aparecía alguna gallina. Y por todas partes, lugareños camino de sus tareas diarias. Las mujeres vestían ropa muy colorida, con pantalones anchos. Algunas llevaban cestos vacíos a la espalda y una pequeña hoz en la mano. Otras conducían un grupo de vacas. Mientras, una abuela tomaba el sol sentada en la puerta de su casa, mirándome con rostro de curiosidad…
Durante mi estancia en Chimang la gente me trató genial. Un abuelete se acercó a mí en un mirador y me estuvo explicando los nombres de las montañas. Y una chica y su madre me explicaron cómo salir del pueblo y continuar la ruta. Sin duda, el mejor momento de la jornada. Tras la visita, el camino descendió bruscamente. La ruta del AC continuaba por el lado izquierdo del valle, pasando por diferentes poblaciones. Pero no parecían ofrecer nada de especial, así que preferí tomar un desvío NATT. Y tras una caminata y cruzar dos puentes, regresé a la pista principal, en la orilla derecha del Kali Gandaki.
UN PASEO POR TUKUCHE
A esas horas el viento ya soplaba con fuerza, y era realmente molesto. Pero por suerte casi no pasaban vehículos (no se si esa era la tónica habitual, o el tráfico había caído por la crisis de combustible). Además, el paisaje era excepcional, rodeado de montañas y espesos bosques de pinos. Tras media hora caminando llegué a Tukuche (2.590m).
La primera impresión de este pueblo no fue nada buena. Pero pronto descubrí que estaba en la parte moderna. Una vez en Old Tukuche la cosa cambió de forma radical. Como eran las 14h pasadas, y estaba cansado y hambriento, decidí entrar en una guest house. Allí encargué un plato de comida; dejé la mochila; y pude pasear por Tukuche sin peso en la espalda.
Tukuche es un lugar donde en el pasado se detenían las caravanas de sal que viajaban entre la India y el Tíbet, para pagar el peaje correspondiente y descansar. Por este motivo abundaban los caravanserais (antiguos hoteles) y los ricos mercaderes construyeron lujosas viviendas que aun se pueden contemplar. En la actualidad la actividad principal del pueblo es, al igual que en Marpha, la producción de manzanas y todos sus derivados (brandy, etc…). Aunque por lo visto en los últimos años el cambio climático está afectando a las cosechas de manzanas, y la economía del lugar se empieza a resentir.
La calle más importante estaba flanqueada de casas con espectaculares ventanas, y balcones de madera tallada pintados de diferentes colores (verde, rojo, azul…), realmente fotogénicos. Entré en un par de caravanserais, que tenían puertas en forma de arco y patios interiores con más balcones. Sin duda, una población completamente distinta al resto. Por si fuera poco, la calle estaba llena de lugareños. Había mujeres sentadas al sol charlando; otras peinándose; un pequeño mercadillo con gente comprando; niños que volvían del colegio; vacas sueltas… De nuevo tuve que sacar fotos de forma disimulada, porque a la gente no le hacía mucha gracia.
De regreso en la guest house, me senté en una mesa de su terraza exterior, en un patio soleado rodeado de plantas. La amable señora me había preparado un plato de Spaghetti con verduras, huevo y queso, que devoré acompañado de una Coke de 0,6 litros. Y cuando la mujer vio el plato limpio, me trajo otra ración por el mismo precio (estilo Dal Bhat). Todo por 750R. Me dejó como nuevo. Mientras comía estuve charlando con una chica francesa que también viajaba sola.
LLEGADA A LARJUNG
Tras la comida tenía que darme prisa, si no quería que anocheciera antes de llegar a mi destino final del día. Así que tomé una decisión arriesgada: continuar por el cauce seco del río en lugar de la pista principal, que seguía por el lado derecho. Pero tras un rato caminando, el río me bloqueó el paso, y no había forma de cruzarlo. Resultado: tuve que retroceder todo el camino hasta el punto de partida, y volver a la pista. A veces tengo ideas brillantes…
El tramo final no tuvo mucha historia. Avancé soportando el fuerte viento, y el paso de algún vehículo que levantaba nubes de polvo. Pasé por la población de Kobang, de nulo interés. Y aparecí en Larjung (2.550m), bajo un cielo lleno de amenazantes nubes de color oscuro.
ALOJAMIENTO: MOUNT ICE VIEW LODGE – 50R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa para mi solo; ubicación céntrica; tranquilidad absoluta; precio.
*Puntos en contra: lavabo exterior; cama individual excesivamente estrecha (casi no podía darme la vuelta sin caerme); agua fría.
Nada más instalarme en la habitación, encargué la cena, y salí al exterior al dar un paseo. Larjung no es una población especialmente bonita. Pero está rodeada de un paisaje imponente, con bosques y cumbres nevadas, entre las que destacan el Dhaulagiri y los Nilgiris. Yo me entretuve sacando algunas fotos. Y crucé los dedos para que el día siguiente hiciera buen tiempo.
De regreso en la guest house, me senté en una mesa grande del comedor, casi a oscuras, con un brasero que daba un calor muy agradable. Para cenar decidí repetir Lasaña Nepalí, pero esta era muy diferente a la de Marpha. Con decir que la masa estaba hecha con Tagliatelle… Pero bueno, tenía verduras, tomate, setas, queso… y se dejó comer. Para acompañar, una Fanta (todo por 500R).
Tras la cena, me fui a la habitación. Había sido una gran jornada, pero el AC todavía no había acabado, y tocaba reponer energías.
EXCURSIÓN A NAURIKOT
Al día siguiente me desperté a las 6,30h, y a las 7h ya estaba en el comedor, listo para desayunar. El menú fue delicioso: huevos revueltos, Brown Potatoes, Pan Tibetano (al que le puse mermelada de manzana de la que había comprado), y dos cafés con leche. Precio: 530R. Justo lo que necesitaba. En la mesa había desayunando una pareja francesa con la que intenté entablar conversación, pero pasaron de mí por completo. No me sorprendió, porque bajando del Thorong La ya les vi discutiendo con unos lugareños sin motivo aparente. Gente rara hay en todas partes…
A continuación salí al exterior, equipado únicamente con mi mochila pequeña. A esas alturas ya estaba acostumbrado al peso en mi espalda, pero aun así se agradecía caminar ligero. En las afueras de Larjung tomé un desvío NATT. Y me dirigí a la aldea de Naurikot, muy recomendada por mi guía de viajes.
El camino fue una subida casi constante, pero avancé poco a poco, ayudado por el frescor de la mañana. Primero pasé junto a un par de Gompas solitarios; y más tarde por un conjunto de casas donde había un grupo de niños muy graciosos. A partir de aquí, las vistas del Valle del Kali Gandaki eran magníficas, con campos de cultivo todavía entre brumas, y hombres arando con la ayuda de bueyes. Tras cruzar un bosque de pinos de color verde intenso, llegué a Naurikot. Una población de viviendas tradicionales, con grandes porches de madera, y ventanas de madera tallada. Aunque el plato fuerte de esta excursión no es el propio pueblo. Así que continué caminando hasta llegar a las afueras. Y allí me encontré con una imagen espectacular…
Frente a mi se levantaba el Dhaulagiri, la séptima montaña más alta de la Tierra, con sus 8.167m. El día había amanecido completamente despejado, con un cielo azul que me permitía contemplar a la perfección su cima triangular cubierta de nieve, y el enorme glaciar que desciende por la ladera. A la derecha, el Tukuche; y a la izquierda espesos bosques de pinos que acababan en el Kali Gandaki. Sin duda una de las mejores vistas de todo el AC. Me sentí un auténtico privilegiado… Allí me quedé un buen rato sacando fotos y alucinando con el paisaje. Mientras, me comí la manzana que me había regalado el vendedor de Marpha; y un pájaro de color naranja y azul revoloteaba de flor en flor.
De regreso a Naurikot comprobé que había tenido una suerte tremenda, porque aparecieron un montón de nubes que taparon las vistas de las montañas. Si llego media hora más tarde me pierdo el espectáculo. El descenso hasta Larjung no tuvo más historia. Aproveché que había salido el sol para sacar fotos con mejor luz. Y al cabo de un rato ya estaba en mi guest house.
ETAPAS 14-15: LARJUNG – TATOPANI / Distancia: 26km / Desnivel perdido: -1.350m
Las dos siguientes etapas del AC consistían en caminar de Larjung a Ghasa (13km); y de Ghasa a Tatopani (13km), perdiendo bastante altura. Pero no tenía tiempo disponible; y además era un tramo sin lugares especialmente destacados. Así que decidí cubrirlo en transporte público, y reservar los días que me quedaban para recorrer a pie la parte final de la ruta.
Tras recuperar mi mochila, caminé hasta la salida de Larjung, y me senté junto a la pista principal a esperar que pasara algún vehículo. Al poco apareció un lugareño, y nos pusimos a charlar. Se trataba de un empresario que tenía tierras en propiedad y se dedicaba a la producción de manzanas. Hablaba un inglés muy correcto, e incluso llamó por teléfono a las oficinas de Tukuche para decirme a qué hora estaba previsto que pasara el autobús que necesitaba. Me quedé más tranquilo, porque me temía una espera infructuosa similar a la de Kagbeni.
Al final, a las 11h pasadas, llegó el autobús entre nubes de polvo. Y me despedí del empresario, ocupando un asiento. Precio: 1.000R (según me comentaron, mucho más caro, fruto de la crisis de combustible). Una vez en marcha, pronto comprobé que aquel viaje no iba a ser nada plácido. Por varios motivos:
1. No tenía espacio suficiente para mis piernas, y tenía que viajar sentado de lado.
2. Por si fuera poco, delante me tocó un lugareño muy entrado en carnes que acabó rompiendo el asiento. Y a pesar de todo, se empeñaba en viajar recostado, apoyando el respaldo sobre mi. Se lo hice saber de mil formas diferentes (empujando su asiento, quejándome en voz alta…). Pero cuando no hay…
3. La pista estaba llena de baches. Y al viajar en la fila trasera me los comía todos, y no paraba de dar botes.
4. Mi ventana no se cerraba bien. Y de vez en cuando entraban nubes de polvo que me cubrían por completo.
Fueron dos horas y media de trayecto, durante las cuales el pobre autobús tuvo que hacer frente a numerosos obstáculos: circuló por pedregales, vadeó ríos, cruzó puentes más que precarios, trazó curvas imposibles, bajó por fuertes pendientes… La pista discurría justo por la zona donde el Kali Gandaki se convierte en el valle más profundo del mundo (nada menos que 7.337m), con el Dhaulagiri en un extremo y el Annapurna I en el otro. Y mi ventana daba al lado izquierdo, con unas vistas espeluznantes del barranco. El paisaje era muy similar al de los primeros días del AC: vegetación exuberante, alguna cascada precipitándose desde las alturas… Aunque el cielo se comenzó a nublar, y no se veían las cimas de las montañas.
Cómo me alegré cuando llegamos a Tatopani (1.200m) y pude bajar del autobús.
ALOJAMIENTO: DHAULAGIRI LODGE – 200R/Noche
*Puntos a favor: bungalow espacioso; cama doble comodísima; baño privado; tranquilidad total, apartado de la calle principal, y rodeado de jardines con naranjos; ubicación perfecta, justo al lado de las piscinas de aguas termales; precio.
*Puntos en contra: no salía agua de la pica del lavabo; restaurante desastroso; wifi carísimo (a 100R).
Este alojamiento es el mejor de Tatopani, y mi guía de viajes advertía que llegando por la tarde sin reserva era muy difícil encontrar habitaciones libres. Pero la situación especial que estaba viviendo el país jugó a mi favor, y pude elegir entre diferentes opciones. De hecho, en todo el hotel solo había dos parejas francesas además de mi.
Una vez instalado, decidí comer algo en el restaurante del hotel. Me senté en su terraza exterior y pedí una Cheese Burguer, con patatas fritas y ensalada, acompañada de una Coke. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando me trajeron el plato y comprobé que era literalmente una Cheese Burguer… ¡El pan solo contenía un trozo de queso rebozado, sin rastro de carne! Me pareció un auténtico timo, pero estaba buena y no protesté. Precio: 550R.
RELAX EN AGUAS TERMALES
Tatopani se trata de una población moderna que consta de una calle principal llena de comercios turísticos: hoteles, restaurantes, lavanderías, tiendas… Está rodeada de una vegetación casi selvática y el clima es muy agradable, así que me sentía más en Sudamérica que en el Himalaya. Un cambio de escenario radical. Aquí muchos montañeros deciden poner punto final al AC, y viajan en autobús o 4×4 hasta Pokhara. Pero no era mi caso…
La principal atracción de Tatopani son sus fuentes de aguas termales (Tatopani significa literalmente «agua caliente»). Y junto al río hay dos piscinas muy populares que se pueden utilizar por un módico precio. Así que después de comer, me cambié de ropa, y me dirigí al lugar, a escasos metros de mi bungalow. Tras infinidad de jornadas pasando frío, se me hacía rarísimo verme caminando en chanclas, bañador y camiseta de manga corta. En el recinto pagué la entrada (100R); alquilé una toalla (100R); pasé por una ducha de agua templada; y me metí en una piscina.
La sensación fue indescriptible. El agua estaba muy caliente, y mi cuerpo dolorido lo agradeció como nunca, sumergido o sentado en el borde con los pies en remojo. La piscina era de dimensiones moderadas, pero cuando llegué no había mucha gente, y se podía estar bien. Frente a mi había un altísimo acantilado cubierto de bosques y vegetación. Y de fondo se escuchaba el sonido del río Kali Gandaki. Un auténtico paraíso.
Me tiré un par de horas en la piscina, aunque hay que tener cuidado con las aguas termales: el brusco cambio de temperatura provoca una caída de la presión arterial que puede producir mareos. Sin in más lejos, mientras estaba allí, un turista perdió el conocimiento y se quedó tendido en el suelo. Por suerte el encargado del recinto reaccionó rápido, y le tiró agua fría por la cabeza para reanimarlo. Pero menudo susto… Los expertos recomiendan un máximo de 15-20 minutos dentro del agua.
Yo me entretuve charlando con otros turistas, hasta que a última hora escuché una voz familiar… ¡y resultó ser Pelayo! Qué gracia me hizo verle. Me puso al día de sus aventuras, como que casi se desmaya en el paso del Thorong La (por caminar muy deprisa y beber poca agua); o que Lidia se había quedado atrás y ya no compartían ruta. Él había llegado a Tatopani ese mismo día en autobús desde Jomsom, y al día siguiente cogía otro hacia Pokhara. Este hombre siempre con prisas…
Cuando la piscina se llenó demasiado de gente, decidí regresar a mi bungalow. Me pegué una ducha. Y fui al restaurante del hotel para cenar. Esta vez no arriesgué con el menú, y pedí un plato de Chicken Fried Rice, muy rico. Pero este restaurante estaba lleno de sorpresas… Para acompañar pedí una lata de Sprite, y cuando la abrí salió un chorro de líquido que dejó la mesa empapada. Era evidente que la habían agitado. Aunque cuando pedí al camarero que me la cambiara por otra, se fue a consultarlo con su jefe, y me dijo que no era posible. En fin… En otra época hubiera montado un buen pollo, pero preferí dejarlo correr… Precio: 500R.
Tras la cena no me entretuve mucho, porque el clima cálido hizo que aparecieran de nuevo los mosquitos. Así que me refugié en mi bungalow.
CONCLUSIÓN
Si continúas caminando desde Marpha, lo ideal es que durante la etapa 13 sigas evitando al máximo la pista principal, en busca de más aldeas tradicionales. Aunque llegar a alguna de ellas implique afrontar fuertes pendientes. Te recomiendo que pases la noche en Larjung. Así podrás realizar la excursión a Naurikot a primera hora de la mañana, y disfrutar de las mejores vistas del Dhaulagiri.
En cuanto a las etapas 13 y 14, yo las tuve que cubrir en autobús por falta de tiempo. De lo contrario, lo lógico es dormir la primera noche en Ghasa, y la segunda en Tatopani, donde te espera un baño en sus piscinas de agua caliente. Eso sí, vigila con el tiempo que pasas dentro del agua, o te expones a sufrir un peligroso desmayo.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales