Cruzando la región del Alto Mustang, entre antiguos Gompas y coloridas lugareñas, haciendo frente a los vientos huracanados del valle del Kali Gandaki
Las etapas 11 y 12 del Annapurna Circuit atravesaron la región del Alto Mustang, una de las zonas más remotas y tradicionales del país. No se abrió al turismo hasta 1992, y hoy día está calificada como Área Restringida. Así que para explorarla hay que obtener un carísimo permiso especial, que cuesta 500Usd por una estancia de 10 días (y cada día extra 50Usd más). Por suerte, en 2007 se permitió el acceso gratuito a una serie de poblaciones cercanas a la ruta del AC, cuya visita es toda una inmersión en el Nepal más auténtico. En la etapa 11 tomé un desvío para conocer varias de esas aldeas de estilo Tibetano, como Chongur o Jhong, y dormí en Kagbeni. Y en la etapa 12 recorrí el Valle del Kali Gandaki, pasando por Syang y Marpha.
ETAPA 11: RANIPAUWA – KAGBENI / Distancia: 15km / Desnivel perdido: -970m / Tiempo: 6,5h
La jornada comenzó a las 6,30h en el The Path of Dream Hotel de Ranipauwa (3.770m). Y a las 7h ya estaba en el comedor, tras una noche en la que dormí como un tronco, ya sin molestias por la altura. El desayuno fue de lujo: huevos revueltos, Brown Potatoes, queso, Tibetan Bread (de sabor similar a la masa de los churros) con mermelada, y un café con leche (todo por 550R). Perfecto. A continuación preparé la mochila, y a las 8h me puse en marcha.
Muchos montañeros deciden finalizar la ruta del AC en Ranipauwa, y viajan en transporte público de regreso a Pokhara, pensando que el resto del camino es una carretera polvorienta sin interés alguno. Pero desconocen que hay un montón de desvíos NATT que discurren en paralelo a la pista principal, y pasan por pueblos y paisajes espectaculares.
Mi idea inicial, influenciado por la opinión de la gente, fue hacer algo intermedio: alquilar una mountain bike en Ranipauwa, y pedalear hasta Tatopani, aprovechando que el recorrido es cuesta abajo, con un desnivel de -2.600m. Para ello contacté mediante correo electrónico con una agencia local que tenía muy buenas críticas. Se llama Mustang Outback Adventures, y está gestionada por un lugareño llamado Tsheten Gurung. Normalmente se tarda 2 días en realizar el trayecto, y la agencia se encarga de llevar tu mochila a Tatopani. Precio: 70Usd. Pero cuando llegué a Ranipauwa decidí continuar caminando, y la verdad es que no me arrepentiría. Eso sí, tardé el doble de tiempo en llegar a Tatopani (incluido un viaje en autobús local).
Para continuar la ruta a pie desde Ranipauwa tienes 3 opciones:
1. Caminar hasta Jomsom por el sur del valle, pasando por las poblaciones de Jharkot y Lubra. Problema: que no visitarás Kagbeni, una de las aldeas más espectaculares de todo el AC.
2. Ir a Kagbeni siguiendo la pista principal, que recorre el Valle del Kali Gandaki, pasando por la población de Khingshar. Problema: avanzarás por una pista polvorienta frecuentada por algún que otro vehículo, y con vistas muy limitadas.
3. Ir a Kagbeni, pero por el norte del valle, pasando por Chongur, Jhong y Putak. Esta es la ruta recomendada, por los paisajes que ofrece, autenticidad de las poblaciones, y atmósfera relajada. Así que es la que decidí realizar.
En el centro de Ranipauwa pasé por un control de permisos ACAP y TIMS en la oficina de la Policía Turística; y me dirigí a la salida del pueblo, cruzando un arco de piedra. Al poco pude contemplar una gran panorámica de las montañas nevadas, entre las que destacaban el Tukuche (6.920m) y el Dhaulagiri: una impresionante pirámide, que con sus 8.167m es la séptima montaña más alta de la Tierra. Y allí la tenía frente a mí, recortada contra un cielo azul perfecto. Era difícil de creer…
Tras media hora caminando llegué a Chongur, un pueblecito sencillamente encantador. Hace muchos años llegó hasta aquí un monje budista para encargarse del Gompa (templo). Era miembro de la escuela Sakia (una de las cuatro ramas en que se divide el Budismo Tibetano). Y los vecinos estaban tan contentos con este personaje que decidieron pintar las fachadas de sus casas con los colores Sakia (gris, rojo y blanco). Hoy día el efecto es muy fotogénico. Todas las viviendas eran tradicionales, con terrazas donde las familias acumulaban leña; ventanas minúsculas; y banderas de oración de colores. Y por el pueblo había niños jugando; una mujer sentada al sol con un telar completamente artesanal; y todo tipo de animales de granja (vacas, caballos, cabras…). Cuando llegué al pueblo todavía era temprano, y el sol comenzaba a iluminar el lugar.
No me fue fácil encontrar el Gompa. Pero tras pasear por las calles un tanto perdido, apareció el guardián de la llave, y me condujo hasta él. Era un modesto edificio rectangular pintado de naranja, con unas ruedas de oración junto a la entrada. Pero el interior era tremendamente atmosférico, con frescos de vivos colores; columnas de madera tallada de las que colgaban máscaras rituales; figuras de seres mitológicos; tambores ceremoniales… Muy recomendable. Tras la visita dejé 5R de donación en el templo, y le di 20R al guardián, que pareció quedar contento.
VISITANDO MAS ALDEAS TRADICIONALES
Desde Chongur no tardé mucho en llegar a Jhong (3.540m), caminando cuesta abajo a ritmo tranquilo. Y el pueblo me recibió con unas vistas excepcionales. Sobre una colina se levantaban las ruinas de una antigua fortaleza y un Gompa de color naranja, con el imponente Dhaulagiri de fondo. Y frente a la colina, un mar de casas tradicionales, con muros de adobe, banderas de oración, y montones de leña en los tejados.
Primero estuve un rato paseando por el pueblo. En el centro había una larguísima Pared Mani con ruedas de oración, coronada por varios cuernos de Yak; y un Chorten de color naranja y blanco. Recorriendo sus estrechas callejuelas examiné cada detalle de las viviendas. Y me crucé con mujeres de ropajes coloridos con pañuelos en la cabeza. Por supuesto, era el único turista, y los vecinos me miraban con rostros de curiosidad.
A continuación subí hasta lo alto de la colina. Pasé junto a los restos de los muros del fuerte, entre los cuales había varias casas. Y llegué hasta el Gompa. En el exterior estaba la residencia de los monjes, con balcones de madera pintados de vivos colores, puertas decoradas y frescos con escenas mitológicas. Me fascinó uno donde se representaba la Rueda de la Vida. Son muy habituales en los templos tibetanos, pero yo era la primera que veía. En la mitad inferior de la Rueda se representaban escenas parecidas a un Juicio Final, realmente curiosas.
Al verme aparecer, un chaval del Gompa se ofreció a abrirme la puerta para visitar el interior, pagando una entrada de 100R. Los muros estaban completamente cubiertos de elaborados frescos, y pude sacar fotos a placer mientras el chaval esperaba sin agobiarme. La conservación del templo era bastante precaria, con trozos de pared esparcidos por el suelo. Y estaba vacío. Pero mereció muchísimo la pena la visita. Al parecer los monjes oficiales estaban en Kathmandu, y allí solo quedaban 6 chavales y un cocinero, dispuestos a pasar el duro invierno.
Desde la colina las vistas eran de escándalo: las casas de Jhong formando diferentes niveles; el Dhaulagiri; el Tukuche; el Nilgiri; el paso del Thorong La; campos de cultivo extendiéndose por el valle… Cómo me alegré de haber decidido no continuar el AC en mountain bike. Estos paisajes había que saborearlos a pie…
El sendero continuó descendiendo, y al cabo de un rato llegué a Putak, otra aldea con construcciones tradicionales. Pude ver una bonita Pared Mani con ruedas de oración; un par de Chorten; casas con sus fachadas pintadas de blanco y naranja… Aunque aquí la experiencia no fue muy agradable. Por las calles había bastantes niños de aspecto desaliñado que no paraban de pedirme dinero o caramelos. Y como siempre evito fomentar la mendicidad infantil, me acabé marchando antes de lo previsto. Mientras me alejaba, pude contemplar una buena panorámica del pueblo, ubicado al pie de las montañas.
RECTA FINAL HASTA KAGBENI
El resto de la ruta hasta alcanzar los alrededores de Kagbeni atravesó un paisaje realmente árido. Un auténtico secarral sin vida compuesto de piedras y rocas de formas extrañas erosionadas por los elementos. En un punto había una enorme extensión cubierta de una especie de liquen de color blanco. También me tocó cruzar el río Jhong, por el puente colgante más peligroso de todo el AC. Era muy estrecho (por tanto se balanceaba más); y las cuerdas laterales me llegaban a la altura de la cintura (si perdía el equilibrio caía al fondo del valle). Así que lo pasé fatal, avanzando a cámara lenta…
En total tardé un par de horas, bajo un sol abrasador, con un pequeño alto para comerme una barrita energética. Aunque a veces soplaba un viento frío que me obligaba a protegerme. En todo ese tiempo solo me crucé con una pareja de lugareños que caminaba junto a un mulo de carga. Por suerte, las montañas de los alrededores ofrecían innumerables oportunidades fotográficas. Al final llegué a un Chorten desde el que las vistas eran únicas, con el amplio Valle del Kali Gandaki; el río (con un caudal bastante pobre); vistas del Thorong La; y las poblaciones de Tiri y Kagbeni. Para descender al fondo del valle seguí un estrecho desfiladero con una fuerte pendiente, donde tenía que moverme con cuidado.
Como todavía era pronto, antes de dirigirme a Kagbeni decidí desviarme del camino y visitar la pequeña aldea de Tiri, situada en la orilla derecha del valle. Se trata de una población rodeada de campos de cultivo, a la que llegué por un precario puente hecho con troncos y tablas de madera, que sorteaba el río Kali Gandaki. Al principio me pareció un lugar bastante destartalado. Pero paseando por sus calles pude descubrir numerosos detalles curiosos: viviendas tradicionales con ventanas de madera tallada; un pastor con su rebaño de cabras de larguísimo pelaje; mujeres lavando la ropa en una fuente; hombres cortando leña y transportándola a la espalda; una estampida de burros, que bajaban a toda pastilla por la avenida principal y casi me atropellan; un ternero blanco que parecía de peluche; un Gompa pintado de color rojo, rodeado de Chortens y ruedas de oración…
En lo alto de una colina dominando Tiri se veía otro Gompa rojo, muy recomendado. Pero ya comenzaba a atardecer, y no quise jugármela. Así que continué hasta Kagbeni (2.800m). Y tras media hora de caminata me interné en su casco urbano. Por allí me encontré al inglés que estaba haciendo el AC en bici. Esa misma mañana había coronado el Thorong La, y ahora la ruta era coser y cantar para él, en continuo descenso.
ALOJAMIENTO: RED HOUSE LODGE – Gratis
*Puntos a favor: habitación espaciosa para mi solo; lavabo privado; wifi gratis (en el comedor); tranquilidad por la noche; encargado muy simpático; precio.
Otro punto a destacar es que al poco de llegar hubo un corte de luz que dejó Kagbeni a oscuras durante toda la noche. Pero el hotel tenía generador propio, y no sufrí las consecuencias.
*Puntos en contra: agua fría; desayuno impuntual.
El encargado me ofrecía habitaciones a 200R. Pero a cambio de cenar y desayunar en el hotel, conseguí gratis una habitación de peor calidad (aunque similar a las de jornadas anteriores). Por cierto, mientras caminaba por el pueblo pasé junto a un hotel que se llamaba Yac Donalds, con las letras de color rojo y blanco, y los cuernos de un Yak formando una M (con un par…).
Una vez instalado en mi habitación, bajé al comedor, y me encontré con una pareja con la que me había cruzado bajando por el desfiladero. Eran realmente encantadores. Él de Londres y ella de Hong Kong, aunque ambos residentes en Barcelona. Habían viajado por todo el mundo, y ahora se preparaban para iniciar una ruta de 2 semanas en mountain bike explorando la región del Alto Mustang, acompañados de un guía local. Qué envidia me dieron… El caso es que estuvimos charlando animadamente durante buena parte de la noche.
Para cenar, pedí Spaghetti con salsa de queso y una Coke (550R). Como no había electricidad, me quedé sin mi Batido de Manzana de postre. Tras la cena se nos unió el encargado del hotel, y nos estuvo explicando infinidad de historias del Alto Mustang: la riqueza cultural de sus pueblos; que las mujeres pueden tener dos maridos; que China está realizando importantes inversiones en la zona, como plantas de energía solar o cultivos… Muy interesante… Al final, a eso de las 21h me fui a la habitación, con ganas de descansar.
EXPLORANDO KAGBENI
Al día siguiente, la jornada comenzó a las 7h, con el sonido de los cánticos y oraciones procedentes del Gompa del pueblo. Menos mal, porque había puesto mi alarma a las 6,30h, y se estaba tan a gusto en la cama que ni la había escuchado. La noche había sido un remanso de paz, y solo se escuchaba el agua del río de fondo. Al final no importó que me levantara tarde, porque el encargado me trajo el desayuno con media hora de retraso, justo cuando aparecía en el comedor la pareja de Barcelona. En fin… El menú un poco escaso: un huevo frito; dos tostadas con mantequilla de cacahuete; un zumo de Seabuckthorn; y té. Precio: 350R.
Tras el desayuno, me despedí de la simpática pareja, y salí al exterior para visitar Kagbeni. Se trata de una población excepcional, atravesada por el río Kali Gandaki. Su casco antiguo de aire medieval es un amasijo de casas tradicionales hechas de adobe, con ventanas de madera tallada. Muchas de ellas con muros pintados de color naranja y amuletos sobre las puertas. Fue genial recorrer sus calles durante un buen rato, descubriendo infinidad de rincones interesantes: túneles que pasaban por debajo de las viviendas, comunicando diferentes zonas del pueblo; una figura de barro de aspecto misterioso (y un pene enorme) representando al protector de Kagbeni, encargado de ahuyentar los malos espíritus; una Pared Mani muy larga, con ruedas de oración; un Chorten junto a la fuente; las ruinas del antiguo Dzong (fuerte)…
A parte de la arquitectura, Kagbeni merece la pena por sus gentes. Las mujeres vestían ropa muy colorida, con faldas, delantales a rayas, pañuelos en la cabeza, y rosarios en la mano. Las pude ver sentadas al sol tejiendo; peinándose en la puerta de casa; cogiendo agua en la fuente; o charlando con sus amigas. No les gustaba mucho ser fotografiadas, así que tuve que exprimir al máximo mi objetivo, y ser muy disimulado.
Por último, decidí visitar el Gompa del pueblo. Tras pagar la entrada (100R) accedí a un patio que permitía ver el edificio principal, de forma rectangular, muy alto, y pintado de rojo, con su fachada agrietada por el paso del tiempo. Un monje muy joven me abrió la puerta para contemplar el interior, y era realmente atmosférico: paredes cubiertas de frescos de vivos colores (en el pasillo de acceso a la sala de oración había una Rueda de la Vida); columnas de madera tallada de las que colgaban máscaras rituales; figuras de Buda y otros seres; tambores ceremoniales… Me encantó.
Una vez realizada la visita a Kagbeni, regresé al hotel, recuperé mi mochila, y seguí mi ruta.
ETAPA 12: KAGBENI – MARPHA / Distancia: 15km / Desnivel perdido: -130m / Tiempo: 5,5h
Para continuar la ruta a pie desde Kagbeni tienes 2 opciones:
1. Caminar hasta Jomsom siguiendo la pista principal por el Valle de Kali Gandaki. Problema: que el paisaje es intrascendente; y a partir de las 10h comienza a soplar un viento huracanado que convierte el trayecto en todo un suplicio.
2. Tomar la pista hasta Eklebhatti, y allí cruzar el valle a la izquierda y ganar altura, visitando la población de Phalyak y el paso de Batase Bhanjyang, a casi 3.500m, hasta llegar a Jomsom. Problema: implica un duro ascenso e invertir más del doble de tiempo que en la pista principal. Aunque a cambio se disfruta de muy buenas vistas y una tranquilidad total.
Yo ya iba muy justo de tiempo, así que decidí seguir la pista principal. Pero como el tramo no tenía nada de interés, preferí viajar hasta Jomsom en transporte público. El encargado del hotel me indicó el punto del pueblo donde paraban los autobuses y 4×4, y allí me planté con mi mochila. Aunque fue una pérdida de tiempo total… Estuve más de hora y media esperando y no vi ni rastro de vehículos. Una de dos: o era fruto de la crisis de combustible que estaba sufriendo el país y tenía montones de vehículos paralizados; o no era el lugar correcto (más adelante vi autobuses hacia Jomsom que no pasaban por el centro de Kagbeni). Esta situación me puso de muy mal humor, porque al final acabé iniciando la ruta a las 11h pasadas…
Los 9km hasta Jomsom fueron infernales. Caminé por una pista que avanzaba por el fondo del valle, rodeado de un paisaje desolador. No había vistas destacables, ni pueblos tradicionales… Nada. Y a esas horas el viento en contra era insoportable. Soplaba tan fuerte que a veces me frenaba en seco, y me lanzaba nubes de polvo que me dificultaban la respiración. Con este panorama, la única solución fue hacer que aquello durara lo menos posible, caminando a toda pastilla. Algo bastante fácil (viento a parte), porque el terreno era prácticamente llano, y yo venía de un duro entreno a mucha más altura. Así que tardé menos de 2 horas.
En las afueras de Jomson me sorprendió ver un grupo de lugareños que transportaban leña, utilizando vacas como animal de carga (cada una llevaba sobre el lomo un montón de troncos atados con cuerdas). Eso sí, eran enormes y no se las veía pasándolo mal.
LLEGADA A JOMSOM
Jomsom (2.720m) es la capital del Distrito de Mustang. Se trata de una moderna población que ofrece todo tipo de servicios. Desde aquí parten autobuses y 4×4 directos a Pokhara. E incluso tiene un pequeño aeropuerto, que utilizan 3 tipos de turistas: los peregrinos indios que visitan Mukhtinath; los viajeros que se dirigen a explorar la zona del Alto Mustang; y los montañeros del AC que deciden finalizar la ruta en Jomsom. Aunque el viento cancela numerosos vuelos, y requiere una flexibilidad máxima.
La pista primero me llevó a la avenida principal de Old Jomsom, y caminé despacio, sacando bastantes fotos. Me gustaron las casas, pintadas de blanco, con puertas de madera de color rojo o naranja. Y las lugareñas sentadas al sol vistiendo ropa tradicional.
En New Jomsom había muchos más comercios dirigidos al turista: guest houses, restaurantes, agencias de viaje… Durante unos minutos caminé en paralelo a la pista de aterrizaje. Pasé junto a una academia militar con fuertes medidas de seguridad. Y tuve que parar en dos controles que examinaron mis permisos ACAP y TIMS. También aproveché para llenar mis cantimploras en una Water Station (80R).
A esas horas estaba hambriento. Pero no tenía tiempo que perder. Así que la solución se me apareció en forma de Panadería. ¡Todo un lujo! Me senté en una mesa del local, con una limpieza impecable y atendido por una simpática chica. Y de un expositor lleno de pastas elegí un enorme croissant de chocolate recién hecho, que engullí acompañado de un café con leche (preparado con Nescafé, porque no había luz en el pueblo). Precio: 200R. Me devolvió la vida.
UN PASEO POR SYANG
Si eres de los pocos que deciden continuar a pie el AC desde Jomsom, tienes 2 opciones:
1. Caminar hasta Marpha siguiendo la pista principal por el Valle de Kali Gandaki. Problema: de nuevo paisaje intrascendente y fuerte viento.
2. Tomar un desvío NATT que sube por la parte izquierda del valle, pasando por las poblaciones de Thini, Dhumba y Chhairo, y acaba en los alrededores de Marpha. Problema: implica un duro ascenso e invertir el triple de tiempo que en la pista principal. Aunque a cambio se disfruta de muy buenas vistas y una tranquilidad total.
Al ir tan mal de tiempo, de nuevo me vi obligado a continuar por la pista principal. Los dos primeros kilómetros fueron horribles, caminando zarandeado por un viento atronador. Pero por suerte, apareció un desvío NATT que subía hacia la derecha hasta la aldea tradicional de Syang. Reconozco que dudé unos minutos, pero al final resultó ser la mejor decisión del día. El ascenso fue vertiginoso, y me dejó en una meseta por la que se extendía el pueblo.
Syang fue todo un descubrimiento. Estuve recorriendo sus calles durante casi una hora, y cada rincón me ofrecía una sorpresa diferente. Me encantaron sus casas tradicionales, con paredes de piedra pintadas de blanco, ventanas de madera tallada muy elaboradas, y tejados cubiertos de troncos. Un Gompa de color rojo, con ruedas de oración junto a la entrada. Corrales con vacas de enormes cuernos. Caballos campando a sus anchas por el pueblo. Las vistas eran increíbles, con el Dhaulagiri justo enfrente; y el valle con sus viviendas y campos de cultivo. Aunque el viento seguía soplando con fuerza, y en un punto elevado me tiraba de espaldas.
Pero por encima de todo, lo que más me gustó de Syang fueron sus habitantes. El lugar estaba lleno de actividad. En la avenida principal había un grupo de hombres jugando al parchís, rodeados de público. En cualquier portal las mujeres charlaban envueltas en coloridos ropajes. Y de vez en cuando aparecían niños jugando. Saqué numerosas fotos, aunque siempre desde la distancia y de forma disimulada, porque cuando pedí permiso obtuve negativas rotundas. A excepción de una anciana con su nieto, que me dejó fotografiarles (ella tenía un enorme piercing en la nariz). Fue toda una experiencia poder contemplar la vida de estas gentes.
En fin, tras la visita a Syang tocó regresar al fondo del valle y continuar por la pista principal. Avancé por un terreno de constantes subidas y bajadas, azotado por el viento. Con muy buenas vistas de las cimas de los Nilgiris (3 montañas con alturas alrededor de los 7mil metros). Y al cabo de un rato pude ver las primeras viviendas de Marpha (2.670m).
ALOJAMIENTO: DHAULAGIRI GUEST HOUSE – 150R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa para mi solo; cama doble comodísima; lavabo privado; wifi gratis (en el comedor); ubicación céntrica; encargado muy simpático; precio.
*Puntos en contra: agua fría.
Una vez instalado, me senté en una mesa cercana a la cocina, y me tomé una taza de te con leche para entrar en calor. Porque a pesar de haber perdido mucha altura, el frío todavía era importante (sobre todo tras ocultarse el sol). A la hora de cenar, el encargado me trasladó a un comedor ubicado en el piso superior. Y me senté en una mesa con brasero donde me estaba esperando un auténtico festín.
El hombre me había recomendado pedir Lasaña Nepalí, y la verdad es que no defraudó. Era enorme, y estaba deliciosa, preparada con todo tipo de verduras, tomate, champiñones… Para acompañar, una Coke. Todo por 500R (apenas 4,5 euros). Por suerte, este hotel también tenía generador propio, porque Marpha estaba a oscuras por un corte de luz.
Tras la cena me fui a la habitación a recuperar fuerzas. Durante unas horas hubo mucho ruido, porque en el comedor se reunieron un montón de amigos y familiares del encargado, y estuvieron de celebración, con gritos y risas constantes. Pero yo lo contrarresté escuchando música con mi Ipod. Y a la hora de dormir reinaba una paz absoluta.
CONCLUSIÓN
Si decides continuar a pie desde Ranipauwa, te recomiendo que durante la etapa 11 evites al máximo la pista principal, y visites varias de las aldeas tradicionales que hay en los alrededores. Para pasar la noche, Kagbeni es una opción inmejorable, ya que te permitirá explorar el pueblo a primera y última hora del día, con mayor tranquilidad y mejor luz para las fotos.
En cuanto a la etapa 12, intenta viajar a Jomsom en 4×4 o autobús (a no ser que te ocurra como a mí y te veas forzado a caminar). Así te ahorrarás un tramo donde los únicos protagonistas son el polvo y el viento. Para dormir, mi consejo es que te alojes en Marpha, otra población que merece un recorrido con calma.
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