Una población demasiado turística, que por suerte está rodeada de plantaciones de té, montañas con increíbles vistas, y templos solitarios
La región montañosa que ocupa el centro de Sri Lanka es conocida como Hill Country. Una zona que ofrece paisajes espectaculares, donde los ingleses dejaron su huella en forma de plantaciones de te o una linea ferroviaria. Y que forma parte del circuito «oficial» de la isla, así que está llena de turistas. Pero la palma se la lleva Ella. A esta población ubicada a más de mil metros de altura acuden montones de chavales occidentales en busca de relax, clima fresco, y ambiente nocturno. Y su calle principal es una sucesión de modernos restaurantes, tiendas de recuerdos, y pubs de dudoso gusto.
Por suerte, Ella (cuyo nombre significa literalmente «cascada«, por la cercana Ravana Fall) está situada a escasa distancia de varios lugares muy recomendables. Como las montañas Ella Rock y Little Adam’s Peak; los templos de Buduruwagala y Dowa; o el fotogénico Nine Arch Bridge.
VIAJE: INGINIYAGALA – WELLAWAYA
Desplazarme desde la remota población de Inginiyagala hasta la zona de Hill Country no fue tarea sencilla. Pero me armé de paciencia y fui cubriendo etapas. Estos fueron los pasos que seguí:
1. Para empezar, tras abandonar mi alojamiento me dirigí a la parada de autobús, ubicada en la rotonda del pueblo. Mientras esperaba el vehículo me compré galletas y un zumo de naranja (150 R), para complementar el pobre desayuno de la Rest House. Al cabo de unos minutos apareció el bus, y ocupé un asiento junto a la ventana. Precio: 120 R. Poco después se sentó a mi lado Senani, una simpática lugareña con un inglés aceptable con la que fui charlando durante buena parte del trayecto. Era funcionaria pública, y me contó bastantes curiosidades del país. Menos mal, porque no avanzábamos muy rápido, y encima el conductor paró media hora para comer.
Senani (a quien su marido tenía prohibido utilizar redes sociales) se bajó antes que yo. Parece que tras la comida el conductor se puso las pilas, y el vehículo iba a una velocidad endiablada. Tanto que el motor dijo basta, y nos quedamos tirados en la carretera. Al principio no sabía que hacer. Pero una vez recuperé la parte proporcional del precio del billete, decidí parar un vehículo para continuar la ruta.
2. La ventaja de ser extranjero en una zona poco turística es que todo el mundo quiere pasar tiempo contigo. Así que nada más levantar la mano, paró una camioneta, y me llevó unos kilómetros hasta Moneragala, donde se suponía que me tenía que dejar el autobús. Viajé en la cabina junto al conductor y un representante de productos farmacéuticos que recorría la isla con su mercancía. Fuimos charlando amigablemente. Y me dejaron en la terminal de autobuses justo cuando comenzaba a caer un chaparrón importante. Sin pedirme nada a cambio (a parte de mi Facebook).
3. No tardé mucho en subirme a otro autobús que iba hasta Wellawaya, continuando hacia el oeste. Precio: 70 R. El trayecto duró poco más de una hora, pero tuve tiempo para todo: eché una pequeña cabezada (estaba muerto); en una parada bajé corriendo a comprar un par de bollos azucarados y una soda de naranja (todo por menos de un dólar!); y viajé rodeado de montones de niños que iban al colegio (ellas con vestidos blancos impecables, corbata y trenzas con lazos). Las paradas fueron constantes, aunque yo iba muy cómodo, junto a la ventana, contemplando un paisaje boscoso (ya sin lluvia).
EL TEMPLO DE BUDURUWAGALA
Una vez en Wellawaya, la idea era coger un nuevo autobús para llegar a mi destino final del día. Pero durante el último trayecto estuve hojeando mis guías de viajes, y descubrí un lugar de interés cercano a Wellawaya al que no había prestado mucha atención. Así que decidí visitarlo, a pesar de ir bastante justo de tiempo. Para ello, paré un tuk-tuk en las inmediaciones de la terminal, y tras un breve regateo nos pusimos en marcha. Precio: 700 R por un viaje de 14km (ida y vuelta) + espera en el lugar de unos 45 minutos.
Primero avanzamos por una carretera, y después seguimos por una pista de tierra en continuo ascenso. De camino, paramos en el Centro de Visitantes, donde compré el billete: 325 R, acompañado de un folleto explicativo que se agradeció. El paisaje de la zona era precioso, y atravesamos campos de cultivo, praderas con vacas, algún riachuelo… Con las montañas de fondo. Al final llegamos a una zona de aparcamiento. Y el conductor se quedó allí esperándome (¡con mi mochila grande!), mientras yo continuaba por un sendero hasta el lugar de interés. Y cuando llegué me quedé sin palabras…
Ante mi había una enorme pared de roca con 7 estatuas talladas. En el centro, una gigantesca imagen de Buda de pie, con 15m de altura. Y a lado y lado dos grupos de 3 figuras más pequeñas, de una calidad asombrosa, con detalles realmente minuciosos. En el pasado estaban cubiertas de yeso y pintadas de vivos colores, y aun se podían ver restos de esa decoración. Por si fuera poco, tuve el lugar para mi solo durante un buen rato. Se respiraba una atmósfera genial: rodeado de espesa selva; con monos Toque Macaque y Langures saltando entre las ramas; y Pavos Reales cantando en la distancia. Toda una sorpresa este templo.
Al final necesitaba fotos con alguien cerca de las estatuas, para que se apreciaran sus dimensiones. Y me senté a esperar leyendo mis guías de viaje hasta que apareció un grupo de lugareños. Cuando volví al tuk-tuk, mi cara de felicidad era total. Y pensar que estuve a punto de pasar de largo sin visitar este espectacular templo…
Otro lugar recomendable situado a unos 12km de Wellawaya es Diyaluma Falls. Nada menos que la segunda cascada más alta de Sri Lanka, con 209m de altura. Aunque ya no tenía tiempo; y era el final de la temporada seca, durante la cual la cascada pierde mucho. Así que el conductor del tuk-tuk me dejó en la terminal de autobuses de Wellawaya (no sin antes ofrecerme un trayecto a «buen precio» hasta Ella).
VIAJE: WELLAWAYA – ELLA
En la terminal me indicaron el andén donde estaba el autobús que me llevaría hasta Ella. Y ocupé un asiento en la parte delantera que me permitió viajar con espacio para mis mochilas, y estirar las piernas. Eso sí, tuve que esperar 20 minutos hasta que nos pusimos en marcha. Precio: 70 R.
El trayecto duró una hora, y a pesar de las continuas paradas avanzamos a un ritmo vertiginoso, siguiendo un frondoso valle conocido como Ella Gap que nos llevó directos hasta Ella, ganando altura de forma progresiva. Mientras, agonizaban las últimas luces del atardecer, y por segunda vez consecutiva iba a llegar a mi destino de noche y sin alojamiento reservado. Aunque mi compañero de asiento se ocupó de hacerme olvidar la situación. El tío guarro aprovechaba las paradas para asomarse por mi ventana y escupir una sustancia asquerosa de color rojo llamada Paan. Se trata de una mezcla de hojas de Betel (una planta estimulante), nuez de areca y tabaco, que la gente masca en muchos países de Asia (yo ya había visto algún lugareño en Sri Lanka con los labios teñidos de rojo). Una tradición similar a mascar hojas de coca en Sudamérica; o Chat en Etiopía.
En fin, el caso es que, tras bajar del autobús, de nuevo me acompañó la suerte: me orienté a la perfección; caminé hasta el alojamiento elegido; y pude conseguir una habitación sin problema (no lo tenía muy claro porque el hotel era la primera opción recomendada en Lonely Planet). Una vez más por los pelos…
ALOJAMIENTO: FREEDOM GUEST INN – 4.000 R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa ubicada en un primer piso, con terraza y mesa exterior; cama doble comodísima; limpieza extrema; lavabo privado; ubicación, a escasos minutos del centro, pero al mismo tiempo en un callejón muy tranquilo; desayuno incluido.
Mención especial a la gran amabilidad del matrimonio propietario del alojamiento. Ella me recibió con un té cortesía de la casa (la tetera dio para 3 tazas generosas). Él me subió a la habitación un mapa hecho a mano con una serie de actividades recomendadas de cara al día siguiente, y me lo explicó con todo lujo de detalles. Y me dio bastantes consejos durante mi estancia. Una pareja realmente encantadora.
*Puntos en contra: ducha con una presión muy baja; wifi errático; nula puntualidad para servir el desayuno (a pesar de encargarlo la noche anterior para una hora concreta, las dos veces tuve que bajar a la cocina a reclamarlo, tras un buen rato esperando).
Cuando se hizo de noche, decidí salir a cenar algo, porque estaba que me moría de hambre. El dueño del hotel me recomendó un restaurante que encontré excesivamente caro, así que decidí explorar por mi cuenta.
CENA: JADE GREEN RESTAURANT
En la calle principal de Ella abundan los restaurantes turísticos. Pero yo buscaba algo más auténtico. Y lo encontré en este lugar, ubicado en un primer piso sobre el Bank of Ceylan. Está regentado por un matrimonio local, y me senté en la tranquila terraza exterior, en una pequeña mesa con vistas. No arriesgué, y pedí un plato de Chicken Fried Noodles. El plato era enorme y me dejó como nuevo. Para acompañar una botella grande de agua bien fría. Y de postre, un batido de banana. El precio estuvo muy bien: 900 R, propina incluida.
De regreso al hotel, Ella me ofreció su peor cara. Las calles estaban llenas de turistas con ganas de juerga (casi no había lugareños); perros callejeros deambulaban peligrosamente entre los vehículos que pasaban; y en el interior de un pub iluminado como si fuera Navidad sonaba a todo trapo un grupo tocando en directo música occidental. Horrible…
ASCENSO A LITTLE ADAM’S PEAK
Al día siguiente me levanté a buena hora con ganas de aprovechar el tiempo. Y pronto me arrepentí de haber encargado el desayuno para las 7.30h. En el exterior lucía un sol radiante, y según me habían dicho era el momento ideal para hacer cosas, porque a media mañana suele aparecer una bruma que lo cubre todo. Encima, el chaval encargado de traer las cosas se olvidó de mí, y entre pitos y flautas acabé poniéndome en marcha a las 8.15h. Pero bueno, el desayuno estuvo espectacular: macedonia (plátano, piña y sandía); tortilla francesa; 4 tostadas de pan con mermelada y mantequilla; y otra tetera como la de la tarde anterior. Y el chaval me ofreció más pan. Compensó la espera…
Ya en la calle, inicié la ruta hacia la primera atracción del día: Little Adam’s Peak. Una montaña cercana de 1.140m de altura que prometía buenas vistas de los alrededores. Desde mi hotel giré a la derecha y seguí la Passara Road hasta llegar al Ella Garden Flower Resort, donde giré de nuevo a la derecha por un sendero y me interné en una zona de plantaciones de té. Había bastantes mujeres con un saco a la espalda recolentando hojas que, al verme con la cámara, me pedían dinero a cambio de aparecer en fotos (una muestra más de lo turístico que es Ella). Vi a gente que accedía y les daba unos billetes. Pero se trata de una práctica que intento evitar siempre que puedo. Y con mano izquierda y unas sonrisas las mujeres me dejaron sacarles fotos con un «no problem».
Las plantaciones eran preciosas, con un color verde intenso. Los muy interesados en el té (no es mi caso) tienen la opción de visitar alguna fábrica y ver el proceso de elaboración. La mayoría de turistas visitan la Uva Halpewatte Tea Factory, principal productora de te de la provincia, ubicada 4km al noreste de Ella. La visita incluye una cata final.
Llevaba conmigo el mapa que me dio el dueño del hotel, y sus explicaciones fueron bastante claras, por lo que pensaba que sería un sencillo paseo. Pero tras un par de bifurcaciones sin señalizar me empecé a poner nervioso. Y sorprendentemente no había ningún otro turista a quien preguntar (quizás estaban camino de Ella Rock, o reponiéndose de las copas de la noche anterior). El caso es que me orienté como pude, sin perder mucha altura, y al rato apareció ante mi la cima que debía subir (o eso deduje). Se llama así porque tiene una forma similar a la de Adam’s Peak, la montaña más sagrada de Sri Lanka, con casi el doble de altura (2.240m). Está situada 130km hacia el oeste, y por desgracia no la pude visitar por falta de tiempo.
El ascenso no me costó mucho, avanzando por una escalera sin posibilidad de pérdida. Una vez arriba pude disfrutar de una panorámica imponente. Frente a mi estaba la enorme montaña conocida como Ella Rock, dominando Ella Gap, un profundo valle con colinas ondulantes y plantaciones de té como telón de fondo. En la cima había un pequeño altar con una estatua de Buda, y algún turista que me vino bien para aparecer en un par de fotos (bastantes ingleses).
Tuve una gran suerte porque durante mi estancia en la cima el tiempo estuvo despejado, pero cuando me marchaba apareció la niebla y adiós vistas. Bajé por las mismas escaleras, y me crucé con un montón de turistas que subían sin saber lo que les esperaba. Siguiendo la ruta, me paré en la recepción del 98 Acres Resort & Spa, desde donde se pueden sacar buenas fotos de Little Adam’s Peak. Estuve un rato charlando con una simpática encargada, que me dijo (sin pestañear) que los bungalows más lujosos (unas villas de dos pisos con piscina infinita privada) costaban 600 Usd la noche. Y había que reservar con antelación, porque volaban. Qué locura…
EL PUENTE DE LAS AVISPAS
De regreso en Passara Road, giré a la derecha hacia el siguiente lugar de interés, pasando por más plantaciones de té. A esas horas las calles estaban muy transitadas, y encontré sin problema el sendero que tenía que tomar, a la izquierda de la carretera (antes me compré en una tienda un zumo de naranja por 50 R que sentó genial). Tras caminar unos minutos cuesta abajo, llegué a un mirador desde el que se veía una buena panorámica del Nine Arch Bridge.
Se trata de un puente construido en 1921 por donde pasa la vía del tren, y tiene dos récords: es el puente ferroviario más alto de Sri Lanka (25m), y el más largo (92m). Sus bellos arcos sorteando un valle cubierto de espesa vegetación forman una de las imágenes más fotografiadas de Ella. Y si es con un tren en marcha mejor, así que hice coincidir mi llegada con la aparición del expreso de las 11.50h. Aunque por lo visto no fui nada original, y en el puente ya había más de un centenar de turistas con el mismo objetivo que yo, arruinando por completo la atmósfera del lugar (gritos, risas, chavales haciéndose los machitos colgando del puente…). ¡Incluso había chiringuitos vendiendo refrescos! Eso sí, al poco me ocurrió algo que desvió mi atención por completo.
Para poder sacar fotos con el tren viniendo de cara, tuve que cruzar el puente. Mientras caminaba, una avispa pasó cerca de mí y la ahuyenté con la mano, sin darle más importancia. Pero volvió hacia mí y la aparté de nuevo. Y cuando me quise dar cuenta estaba siendo atacado por varias avispas, de tamaño enorme. En una ocasión una de ellas se me puso en la cara zumbando, y me la quité como pude. La gente me miraba con cara de sorpresa, y la verdad es que no sabía qué hacer.
Al final llegué a paso ligero al otro lado del puente, y mientras hablaba con unos chavales seguía escuchando zumbidos cercanos. Hasta que un lugareño me explicó lo ocurrido: las avispas se habían sentido amenazadas y me atacaron, guiándose por mi olor corporal. Así que no podía cruzar de nuevo el puente, porque volverían a por mí. Anidaban en unos enormes panales ubicados bajo los arcos, y en ocasiones habían acribillado a picotazos a algún incauto. Vaya tela… Ahora entendía los carteles de Sigiriya avisando del peligro…
En fin, recuperado del susto, ocupé una buena posición para sacar fotos, rodeado de turistas (aquello parecía un photocall); dos policías despejaron la vía; y a la hora prevista apareció el tren, a ritmo muy lento, cruzando el puente e internándose en un túnel. Los pasajeros saludaban y pude obtener buenas imágenes. Otra opción interesante hubiera sido coincidir con un tren viniendo en sentido contrario, y sacarle fotos emergiendo del túnel. Pero bueno, yo quedé satisfecho y me puse en marcha hacia el último lugar de interés de la jornada.
ASCENSO A ELLA ROCK
Todo el mundo recomienda subir a Ella Rock por la mañana, cuando el tiempo está despejado. Y yo inicié la ruta con el cielo completamente cubierto de nubes grises. Caía una fina lluvia; y en la distancia se veía la cima de la montaña tapada por la niebla. La cosa no pintaba muy bien. Pero no tenía nada mejor que hacer el resto del día, así que decidí caminar y ver qué pasaba.
Para empezar, avancé por el medio de la vía del tren hasta llegar a la estación de Ella. Algo impensable en cualquier otro lugar del mundo, pero aquí las vías ferroviarias son un camino más para llegar a los sitios (a pesar de los carteles que prohíben esta práctica). Y durante mi recorrido caminé junto a grupos de niños con uniforme escolar; mujeres con coloridos vestidos… El dueño de mi hotel me dijo que no había peligro alguno, porque los trenes eran escasos; iban muy despacio; y no paraban de pitar. Y así ocurrió con el primero que me encontré. Pero el segundo apareció de repente frente a mí y la cosa no fue tan clara… Recomiendo andarse con ojo.
En una ocasión me encontré entre la maleza un espectacular lagarto llamado Green Forest Lizard. Como el del Arboretum de Dambulla, aunque este con la cabeza roja, ya que se trataba de un macho en celo. Al pasar por un pequeño restaurante local decidí comer algo, porque me moría de hambre. Me senté en una terraza cubierta, rodeado de vegetación, completamente solo. Y cayó un Egg Rotti acompañado de 2 Fantas. Todo por 400 R. Desde aquí, seguí caminando por la vía, crucé el Black Bridge (un enorme puente metálico), pasé por la pequeña estación de Kital Ella, y al poco di con el sendero que arrancaba a la izquierda de la vía.
Tras cruzar un puente de piedra continué la ruta, atravesando plantaciones de té. Al igual que sucedió por la mañana, me encontré con algunas bifurcaciones sin señalizar en las que no sabía qué camino tomar. Pero como había varios turistas acompañados de guías locales, me limitaba a esperar con disimulo, y siempre aparecía alguien que me revelaba el camino correcto. Gracias a una de estas pausas, descubrí un periquito precioso (para los ornitólogos: un Rose-ringed Parakeet), que entraba y salía de su nido en el tronco de un árbol. Tenía el plumaje verde y el pico rojo, y pude sacarle buenas fotos.
Al cabo de un rato comenzó el verdadero ascenso a la cima de Ella Rock. El sendero se enfiló por una pendiente interminable, cruzando un espeso bosque de árboles muy altos y finos. A diferencia de Little Adam’s Peak, la subida fue dura, y acabé empapado en sudor. Esta montaña es 220 metros más alta (1.360) y hay que estar en forma. Aunque por lo menos el camino no tenía pérdida, y no paré de encontrarme chavales subiendo o bajando, que me ayudaban a orientarme mejor.
Una vez en la cima, recibí dos gratas sorpresas. La primera, que el lugar estaba casi desierto (solo lo tuve que compartir con una pareja de alemanes y dos graciosos perros). La segunda, que no había niebla, y pude disfrutar de unas vistas fenomenales de los alrededores (básicamente las mismas que desde Little Adam’s Peak, pero al otro lado de Ella Gap). Más tarde aparecieron dos grupos numerosos (uno de lugareños y otro de turistas ingleses) y lo invadieron todo. Así que me senté un rato a descansar, y cuando vi que se hacía tarde inicié el descenso.
Bajé a un ritmo trepidante, adelantando a bastante gente. Y cuando el terreno perdió desnivel, continué a paso relajado, disfrutando del paisaje, saludando a todo el que me cruzaba. La verdad es que podía haber cogido un tuk-tuk para regresar a mi hotel. Pero quería realizar todo el recorrido a pie. Así que caminé por la vía hasta la estación de tren de Ella; y desde allí crucé el centro del pueblo hasta llegar a mi hotel (bajo una lluvia cada vez más intensa).
Cuando me estiré en la cama estaba agotado. Y es que había sido una jornada maratoniana, recorriendo más de 20km de distancia, con un fuerte desnivel, y sin apenas descanso. No se puede decir que no aprovechara al máximo mi estancia en Ella.
CONCLUSIÓN
Ella es un pueblo muy turístico, y habrá quien se sienta realmente incómodo (a mi me ocurrió). Pero si tienes tiempo disponible, y aguantas el shock inicial, Ella está rodeado de un paisaje espectacular. Y se puede utilizar como base para explorar varios lugares de interés. Recomiendo una estancia mínima de 2 días, alojándote en alguno de sus hoteles (la oferta de alojamiento es infinita).
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