Un pueblo a la sombra del gigantesco Monte Ararat y unas espectaculares ruinas esparcidas junto a la frontera de Armenia
El Este de Turquía es una zona remota y muy poco visitada que actúa de frontera con Irán, Armenia y Georgia. Aquí el paisaje está compuesto por ondulantes estepas y poblaciones que parecen surgidas de la nada. Aunque por desgracia también abundan los cuarteles militares y controles policiales, fruto del eterno conflicto entre el gobierno central y el Kurdistán. Todo pintaba muy bien cuando en el 2013 Abdullah Öcalan, líder del PKK (la principal guerrilla Kurda), y Tayyip Erdogan alcanzaron un acuerdo de paz que ponía fin a los enfrentamientos. Pero solo 2 años más tarde saltó por los aires cuando Turquía no permitió a los Kurdos enviar tropas y recursos a sus vecinos de Kobani, una ciudad del Kurdistán Sirio asediada por el ISIS; y bombardeó las bases del PKK en el norte de Irak.
Entre los principales lugares de interés del Este de Turquía destacan las ciudades de Dogubeyazit y Kars. La primera está cerca del mítico Monte Ararat, la cima más alta del país; y del Palacio de Ishak Pasha. Y la segunda constituye una buena base para explorar las ruinas de Ani, antigua capital del Reino de Armenia.
VIAJE: MURADIYE – DOGUBEYAZIT
Para llegar a Dogubeyazit solo tenía que recorrer 85km de distancia y pensaba que sería un trayecto sencillo, pero al final necesité nada menos que 4,5 horas. Menos mal que iba con tiempo de sobras, si no se me hace de noche…
Estas fueron las etapas:
1. Dolmus hasta Görecek: tras visitar las Cascadas de Muradiye me dirigí a la carretera principal y esperé un dolmus. Fue gracioso cómo bajé poco a poco el listón. Primero quería un dolmus a Dogubeyazit; cuando vi que no pasaba ninguno, a Çalderan; y al final ya me valía cualquier cosa que me hiciera avanzar unos pocos kilómetros, y tras una hora de espera bajo un sol abrasador me subí a un dolmus rumbo a Görecek (2L). Al llegar me bajé junto a un chaval kurdo que también continuaba la ruta.
2. Furgoneta a Çalderan: el chaval se puso a hacer autoestop mientras intercambiábamos alguna palabra, y al final paró un vehículo que iba a la siguiente población de cierta importancia (él se bajó antes). Aunque fue frustrante ver pasar un autobús con destino a Dogubeyazit que no se detuvo porque no había asientos libres, a pesar de haber espacio más que suficiente en el pasillo.
En Çalderan por lo menos había algo de vida. En una tienda compré un par de zumos para refrescarme (5L); y preguntando a los lugareños encontré la agencia donde paraban los autobuses hacia Dogubeyazit. Aunque no recibí buenas noticias: el siguiente vehículo pasaba dentro de hora y media. Vaya tela… Al principio estuve a punto de hacer autoestop, pero recapacité y opté por sentarme a escribir en la terraza de una cafetería anexa mientras tomaba un té (1L). Los lugareños que pasaban y me veían con el portátil alucinaban (alguno incluso se asomaba a ver qué escribía).
La verdad es que el tiempo pasó volando, pero cuando se acercaba la hora prevista llegó un nuevo revés: el autobús ya había salido lleno de Van y no pararía en Çalderan porque iba lleno de pasajeros. Un sistema realmente ridículo…
3. Furgoneta hasta Dogubeyazit: menos mal que junto a mí también se quedaron tirados dos lugareños y me propusieron alquilar un taxi juntos. Al final un hombre nos llevó en su vehículo privado. Precio: 100L entre los tres, aunque a la hora de pagar solo me dejaron poner 30L. Durante el trayecto el paisaje fue sencillamente espectacular. A medio camino apareció de entre las montañas el majestuoso Monte Ararat, de forma triangular, con su cima cubierta de nieve. El cielo estaba completamente despejado y la montaña lucía en todo su esplendor, con los últimos rayos de sol, rodeada de colinas onduladas de color rojizo; poblaciones agrícolas; y verdes prados con rebaños de ovejas y vacas pastando. Me quedé pegado a la ventana de la furgoneta, sin importarme la odisea vivida para llegar hasta allí.
Una vez en Dogubeyazit ubiqué mi hotel en el mapa y el conductor me dejó a escasos minutos a pie. Mis compañeros se bajaron antes y nos despedimos amigablemente.
ALOJAMIENTO: STAR APART HOTEL – 80L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; baño privado con ducha perfecta; buena limpieza; ubicación céntrica; tranquilidad total por la noche (mi habitación estaba en la Planta 7); nevera; ventana con vistas al Monte Ararat; encargado de la recepción muy amable; desayuno incluido.
*Puntos en contra: camas individuales; wifi errático.
La oferta de hoteles de gama media en Dogubeyazit no es muy abundante. Yo elegí este lugar porque estaba recomendado por mi guía de viajes y era el más económico dentro de su rango. Una vez más la táctica Expedia funcionó, y cuando el encargado de la recepción me pidió 100L por noche, le enseñé la tarifa de la web y le dije que esperaba un precio mejor, porque se ahorraría la comisión de la web. Resultado: el precio bajó 20L por noche.
Una vez instalado salí a cenar y acabé en un pequeño local donde pedí un Tavuk Döner Dürüm y un agua. No fue un plato exquisito, pero llené el estómago y me costó solo 8L. De regreso al hotel pude apreciar un par de características de Dogubeyazit:
*La presencia de fuerzas de seguridad es constante. Pasé junto a un par de cuarteles militares; me crucé con vehículos blindados armados hasta los dientes; vi edificios públicos rodeados de pilones de cemento y barricadas… Está claro que el conflicto kurdo y la cercanía de la frontera con Armenia (un país con el que las relaciones son tensas) tienen mucho que ver en esta situación.
*Cuando cae la noche hace bastante frío, ya que Dogubeyazit se encuentra a casi 2.000m de altura.
UN PALACIO ENTRE LAS MONTAÑAS
Tras dos jornadas en las que llovió sin parar y no pude hacer ninguna visita, por fin amaneció un día soleado. Así que decidí aprovechar el tiempo y a las 7.30h ya estaba desayunando en el comedor del hotel. No era un buffet libre pero acabé más que satisfecho. El menú consistió en un plato con tomate, pepino, queso y olivas; otro con sandía; un tercero con huevos revueltos; y de propina pan con mermelada y Nutella; y una taza de té. Justo lo que necesitaba.
A continuación caminé hasta el centro de Dogubeyazit y junto al ayuntamiento me subí a un dolmus que por tan solo 2L recorrió 6km y me dejó en la entrada de la principal atracción turística: el Palacio de Ishak Pasha. Allí compré el billete y accedí al recinto.
*Horario: 9h – 18h
*Precio: 6L
*Fotografía: ok
En tiempos del Imperio Otomano la región de Dogubeyazit estaba gobernada por un alto cargo elegido directamente por el Sultán (el Pasha). Esta persona pertenecía a una dinastía kurda local y el título era hereditario. El palacio se comenzó a construir a finales del siglo XVII como sede del gobierno y tardó más de 100 años en completarse. Uno de los gobernadores fue Ishak Pasha (de ahí el nombre), aunque en realidad no llegó a ver la obra finalizada. En esa época el palacio dominaba la ciudad de Beyazit, que era un destacado centro comercial de la Ruta de la Seda gracias a su ubicación estratégica.
Pero el edificio pronto comenzó a sufrir daños. Primero por las guerras que enfrentaron al Imperio Otomano con Rusia; y después por el terremoto de 1840. Hasta que fue abandonado a su suerte. Hace unos años el gobierno turco decidió restaurarlo, y en el 2009 se añadió una aparatosa cubierta de madera y vidrio que ha afeado bastante el conjunto pero ayuda a su conservación.
La visita estuvo muy entretenida. Me gustaron las tres Portadas del palacio, cubiertas de lujosos relieves; la Sala de Ceremonias, con un patio interior lleno de columnas y arcos; y la Mezquita, con una cúpula y un minarete realmente fotogénicos. Además no me encontré muchos turistas y exploré el recinto bastante tranquilo, descubriendo salas oscuras y detalles en cada rincón.
Ishak Pasha cuelga de la ladera de una montaña y su imagen con el valle de fondo es espectacular. Para conseguir las mejores fotos hay que subirse a un montículo que hay detrás del palacio. Cuando visité el lugar se estaban realizando obras y estaba prohibido el paso. Pero yo accedí por el otro lado y disfruté de unas vistas inmejorables.
MAS LUGARES DE INTERÉS
Finalizada la visita del Palacio de Ishak Pasha, decidí dar un paseo por los alrededores, donde hay otros monumentos que merecen la pena:
1. Castillo: con sus enormes murallas pegadas a la montaña. Cuentan que sus orígenes se remontan a la época del Reino de Urartu y buena parte del palacio se construyó utilizando sus materiales.
2. Ruinas de Beyazit: en los años 30 la población de la ciudad (de etnia kurda) se rebeló contra el gobierno turco y Beyazit fue arrasada. Los cimientos de sus antiguas viviendas rodean Ishak Pasha. A raíz de este incidente se fundó la actual Dogubeyazit, situada a unos kilómetros de distancia.
3. Mezquita de Beyazit: el único monumento (junto al palacio) que se conserva de la antigua ciudad.
4. Tumba de Ahmad Khani: un edificio construido alternando piedra de diferente color que alberga la tumba de un respetado poeta kurdo.
5. Antiguo Cementerio: de regreso a Dogubeyazit, a la derecha de la carretera, hay una zona llena de lápidas y tumbas con vistas geniales del pueblo.
Otro de mis objetivos era subir a la cima de alguna de las montañas de los alrededores para contemplar buenas vistas del Monte Ararat. Primero alcancé el punto más alto del castillo, pero al otro lado solo había piedras resbaladizas. Después bordeé la montaña por un lateral, pero el Monte Ararat quedaba tapado. La única solución hubiera sido coronar una de las afiladas cumbres que dominaban el valle, aunque esto ya era un trekking en toda regla y yo iba en tejanos y zapatillas de ciudad. Además tampoco tenía muy claro que hubiera un sendero, así que lo dejé correr. Al menos pude ver bastante fauna: lagartos; mariposas; y Ardillas de Tierra de Anatolia, unas criaturas muy graciosas que aparecían de repente y al menor movimiento se escondían en sus madrigueras. Había por todas partes.
A continuación regresé caminando a Dogubeyazit. Casi todo el camino es cuesta abajo y conseguí buenas fotos, pero la distancia se me hizo larga; y el sol pegó con fuerza. Me llamó la atención vi varios parques llenos de familias preparando barbacoas teniendo en cuenta que era un martes por la mañana. El motivo: la tasa de paro en Dogubeyazit es estratosférica, y a falta de trabajo nada mejor que pasar el día comiendo con la familia.
Cerca de mi hotel pasé junto a varias tiendas que vendían fruta con un aspecto realmente apetecible. Durante mi visita a Dogubeyazit (junio) era época de sandías y cerezas, y estaban por todas partes. Incluso había vendedores ambulantes que recorrían las calles con carretas de madera. Así que no me pude resistir y compré una bolsa con cerezas, melocotones y ciruelas por tan solo 6L. Esta fue mi comida del día.
EL MITICO MONTE ARARAT
Dogubeyazit es sin duda la población que ofrece las mejores vistas del Monte Ararat (o Agri Dagi, como es conocido en Turquía). Se trata de un antiguo volcán de aspecto imponente famoso por dos motivos:
*Con sus 5.137m es la cima más alta de Turquía.
*Según cuenta la Biblia es el lugar donde paró el Arca de Noé tras el Diluvio Universal.
La verdad es que me hubiera encantado escalarlo, pero era consciente de que la cosa estaba difícil. Aparecí en Dogubeyazit a principios de junio y en esas fechas todavía hay demasiada nieve en las montañas. Además necesitaba encontrar algún grupo al que unirme para abaratar costes. Y por si fuera poco mi llegada coincidió con dos días de lluvias; y las predicciones para las próximas jornadas no eran mucho mejores. Así que pronto borré la idea de mi cabeza.
De todas formas intenté contactar con alguna agencia de viajes local para informarme. Me costó, porque no encontré sus oficinas en Dogubeyazit; y las páginas web estaban desactualizadas.
Al final pude hablar con un guía y me explicó el funcionamiento de las excursiones organizadas. La ruta habitual para subir a la cima del Monte Ararat dura 4 días, distribuidos de la siguiente forma:
1. Ascenso al Campamento 1, a 3.300m de altura.
2. Jornada de aclimatación, en la que se sube hasta el Campamento 2, a 4.200m de altura y se regresa al Campamento 1.
3. Ascenso hasta el Campamento 2.
4. Cima y regreso a Dogubeyazit.
Aunque los expertos recomiendan añadir un día más de aclimatación, porque desde Dogubeyazit son más de 3mil metros de desnivel positivo en apenas 3 días y el riesgo de sufrir mal de altura es importante. La agencia tramita la solicitud del permiso necesario para escalar el Monte Ararat; y facilita todo el material, incluido tienda de campaña, crampones y comidas. El ascenso se realiza ligero de equipaje, porque se utilizan mulas de carga hasta el Campamento 2.
En cuanto al precio, si logras unirte a un grupo (o ya lo traes de casa), escalar el Monte Ararat cuesta 450-500€ por persona. Si viajas en solitario, el precio se dispara hasta los 1.000€. Así que no es una actividad económica. En mi caso el guía me dijo que podía unirme a un grupo que iniciaba el ascenso el 30 de junio, pero me era imposible esperar tanto porque mi visado caducaba. Así que otra vez será…
A falta de coronar la cima hay que conformarse con las vistas desde la base, que tampoco están nada mal. Solo hay que caminar hasta las afueras de Dogubeyazit, donde se levanta el Monte Ararat dominando la llanura, con el Pequeño Ararat (Kuçuk Agri) a la derecha, de “solo” 3.925m de altura. Yo hice la excursión la tarde que llegué al pueblo, aprovechando que la montaña estaba completamente despejada de nubes, con las últimas luces del atardecer, y viví un momento inolvidable.
Hay otro lugar de cierto interés conocido como Durupinar. Se trata de una formación rocosa ovalada de grandes dimensiones que muchos asocian con la huella del Arca de Noé, que llegó aquí deslizándose desde la ladera del Monte Ararat. Si Durupinar no estuviera muy lejos de Dogubeyazit me hubiera acercado a verlo por curiosidad. Pero se encuentra a 30km, casi en la frontera con Irán, al final de una serie de pistas de tierra sin apenas indicaciones. Y en el mejor de los casos un taxista me pediría 100L. Así que lo dejé correr…
QUEDADA CON UNOS COMPIS DE INSTAGRAM
Tras descansar un rato en el hotel caminé hasta un centro comercial cercano. Allí, en la cafetería Yemen Kahvesi, me estaban esperando Javi y Marta. Una pareja de riojanos a la que seguía por Instagram que estaban haciendo una ruta por Turquía similar a la mía, aunque viajando en autoestop y alojándose en casas particulares mediante Couchsurfing. Al enterarme por sus stories que estaban en Dogubeyazit contacté con ellos y quedamos para tomar algo. La primera parte de la cita transcurrió con normalidad, charlando y explicando anécdotas (2 tés me costaron 6L). Pero después apareció el dueño de la casa donde se alojaban con un amigo y la cosa cambió por completo.
El amigo no paraba de hablar; quería llevarnos a jugar a bolos o a baloncesto; y conducía como un loco (conmigo en el asiento del copiloto). Al final acabamos en un restaurante de las afueras con vistas al Monte Ararat, y en una tienda de alfombras. Pero bueno, tomamos más té (nos invitaron), y de regreso nos hicimos unas fotos y me dejaron en el centro. Fue realmente gracioso…
CENA: ERGÜL´ÜN MUTFAGI
Para cenar decidí visitar este restaurante recomendado por mi guía de viajes y probar la especialidad local: Abdigör Köfte. Se trata de una bola de carne de ternera hervida, mezclada con cebolla y especias, acompañada de arroz blanco y pan. Para beber pedí una Fanta, y al acabar un té. El plato me gustó pero encontré la cantidad algo justa. Cené en un comedor situado en el piso superior, cerca de una pareja que no paró de discutir. Al marcharme el dueño se enteró que era catalán y no paró de apretarme la mano, afirmando que los kurdos eran mi pueblo hermano (por el tema de la independencia). Precio: 28L.
Para complementar la cena entré en una pastelería cercana y me comí un Baklava (2L). El restaurante está en una avenida peatonal decorada con luces de Navidad. Mientras regresaba al hotel acababa de ponerse el sol y el ambiente era frenético, con un montón de gente paseando, tiendas y cafés con animadas terrazas. Una bonita despedida de Dogubeyazit.
VIAJE: DOGUBEYAZIT – KARS
Al día siguiente, tras el desayuno, preparé las mochilas, desalojé la habitación, y comencé mi recorrido hacia Kars. Como no hay transporte público directo necesité 2 etapas:
1. Dolmus hasta Igdir: en Dogubeyazit hay diferentes paradas de dolmus en función del destino, y la de Igdir estaba a unos 10 minutos de mi hotel. Aun así tuve que preguntar para encontrarla y un amable lugareño me acompañó unos metros para indicarme el lugar exacto. Mientras esperaba a que el vehículo se llenara de pasajeros, me senté en la cafetería y me tomé un té rodeado de abueletes jugando al okey. Aunque al momento tuve que ocupar mi sitio en la fila individual y nos pusimos en marcha. Por cierto, me olvidé de pagar el té y nadie vino a reclamarme el importe. Soy un desastre…
Durante el trayecto pude contemplar unas vistas impresionantes del Monte Ararat; prados cubiertos de flores moradas; y pequeñas poblaciones. La carretera estaba en perfecto estado y el dolmus iba a toda pastilla, así que tardamos 40 minutos. Precio: 13L.
2. Autobús a Kars: una vez en el centro de Igdir seguí las indicaciones del conductor del dolmus y caminé hasta las oficinas de la compañía Serhat Igdir. Allí compré mi billete (25L) y esperé unos minutos hasta que apareció el autobús. A continuación me senté junto a la ventana y arrancó. Por lo visto era mi día de suerte y el karma me estaba compensando por las penurias que pasé para llegar a Dogubeyazit.
El viaje duró 2,5 horas para recorrer 140km. De camino tuvimos que pasar un exhaustivo control policial en el que un agente con gafas de sol y pistola visible pidió la documentación a todos los pasajeros. A mí me hizo una pregunta que no entendí y cuando escuchó hablar inglés me dejó. También hicimos una breve parada para comer. Yo compré unas galletas de chocolate Ulker y un zumo Cappy, el combo habitual durante mi estancia en Turquía. El paisaje consistió en montículos arenosos de color rojizo y piedras esparcidas; cuarteles del ejército; y un tramo a escasa distancia de la frontera de Armenia, con torres de vigilancia al otro lado del valle.
El autobús finalizó su recorrido en una Terminal ubicada en el centro de Kars; y desde allí caminé 10 minutos hasta el hotel que había elegido para pasar la noche, justo cuando el cielo comenzaba a cubrirse de nubes negras que amenazaban lluvia.
ALOJAMIENTO: KARABAG HOTEL – 100L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; baño privado con ducha perfecta; buena limpieza; nevera; ubicación céntrica, a escasa distancia a pie de las principales atracciones; personal muy amable; desayuno incluido.
*Puntos en contra: wifi horrible en la habitación; mobiliario destartalado; hotel para fumadores (la habitación apestaba a tabaco).
De nuevo utilicé la táctica Expedia y conseguí una rebaja de 20L respecto el precio de la web. Podría haber apretado más, pero ya eran las 16h pasadas y tenía ganas de descansar, así que acepté. El Karabag Hotel es un lugar curioso. Me hizo gracia un botones vestido de uniforme rojo que parece salido de una máquina del tiempo, en un intento de crear una atmósfera de lujo; pero después las habitaciones están muy cascadas.
Para cenar fui a un local a escasos metros de mi hotel, me senté en una mesa del comedor, y pedí un Tavuk Döner Dürüm acompañado de una Fanta. Una auténtica bomba que me dejó lleno por tan solo 12L (menos de 2€).
EXPLORANDO KARS
Al día siguiente me levanté sin prisas y bajé al restaurante del hotel para desayunar. El menú consistió en un buffet libre con los productos habituales: tomate, pepino, olivas, quesos, salami, huevo duro, pan con mermeladas y té. También me serví un bol de yogur con miel, pero apareció un plástico dentro y acabé comiendo con asco, así que el resto del día tuve el estómago revuelto. No volví a probar el yogur en este hotel.
Tras el desayuno salí a conocer las principales atracciones de Kars. Esta ciudad tiene una historia realmente agitada. Durante la Edad Media perteneció al Reino de Armenia; y en el siglo X se convirtió en su capital, antes de que fuera trasladada a Ani. Más tarde Kars pasó a formar parte del Imperio Bizantino, y a partir de ese momento no paró de cambiar de manos: turcos Selyúcidas, armenios, georgianos, Safávidas, rusos, Otomanos, armenios… Todos se disputaban el control de la zona. Hasta que en el Tratado de Kars de 1921, firmado entre Turquía y Rusia, la ciudad quedó definitivamente dentro de las fronteras de Turquía.
Actualmente muchos turistas viajan a Kars solo para visitar las ruinas de Ani, pero considero que merece la pena dedicarle unas horas. Como curiosidad, en sus calles abundan las tiendas de quesos y miel, dos productos típicos de la zona. Esto fue lo más destacado de mi paseo:
1. Kars Kalesi: una impresionante ciudadela construida sobre una colina a escasa distancia del centro. Data del siglo XIII, cuando Kars pertenecía de nuevo al Reino de Armenia, aunque los Otomanos realizaron numerosas ampliaciones y reformas. La entrada es gratuita y desde sus murallas se pueden contemplar unas vistas geniales de la ciudad. Mientras hacía fotos apareció Sarah (la chica galesa que conocí en el ferry de la Isla de Akdamar) y estuvimos un rato charlando. Toda una casualidad…
2. Kümbet Camii: data del siglo X, cuando era conocida como la Iglesia de los Doce Apóstoles (por los 12 relieves que adornan el exterior), pero más tarde los Otomanos la convirtieron en una mezquita. Es un edificio elegante, con la estructura típica de las iglesias armenias y un modesto interior.
3. Río Kars: el tramo que pasa junto a Kars Kalesi es muy bonito, con un puente de piedra del siglo XVIII.
4. Edificios rusos: en 1878 Kars se incorporó al Imperio Ruso durante 40 años. Y hoy día se conservan diferentes edificios de ese período, con fachadas de vivos colores y un peculiar estilo arquitectónico conocido como estilo Báltico. Yo visité la zona donde se encuentran algunos edificios destacados, como la antigua Mansión del Gobernador; la Oficina del Tesoro; y la Gazi Kars Anatolian High School.
El resto de la tarde me quedé descansando en la habitación del hotel. Y para comer me compré una bolsa de fruta con cerezas, ciruelas y melocotones (6L).
CENA: OCAKBASI RESTAURANT
A la hora de cenar caminé hasta este restaurante situado a un par de calles de mi hotel. Se trata de un local espacioso con camareros extra-amables y un ambiente relajado. Allí me senté en una mesa del comedor y pedí uno de los platos típicos de la zona: Alinazik. Se trata de tiras de carne de ternera con berenjena y salsa de tomate. Estaba delicioso. Para acompañar me sirvieron otras salsas (como yogurt con pepino y menta); y bebí una Fanta pequeña, agua y té. Precio: 30L.
LAS RUINAS DE ANI
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño impecable y bajé a desayunar sin perder tiempo. A continuación preparé mi mochila pequeña y salí a la calle. El plan del día era visitar las ruinas de Ani, una antigua ciudad que fue capital del Reino de Armenia entre los años 961 y 1045, hasta que cayó en manos del Imperio Bizantino. Ani continuó siendo importante, pero en el año 1236 las hordas mongolas saquearon la ciudad; y en 1319 fue arrasada por un violento terremoto. Con lo que poco a poco fue abandonada.
Ani se encuentra a 45km de Kars y el transporte público es escaso. Solo hay un autobús diario que sale a las 9h (de una calle anexa a mi hotel) y cuesta 9L. Pero tiene una pega importante: regresa a las 11.20h, con lo cual solo deja hora y media para visitar el recinto (muy poco tiempo). Así que o te das prisa, o haces autoestop para volver a Kars. Hay otro autobús que sale de Kars a las 13h y regresa a las 15.20h, pero solo si hay un mínimo de pasajeros, así que mejor no contar con él. El trayecto duró algo menos de una hora, atravesando estepas solitarias y la pequeña aldea de Ani.
*Horario: 9h – 19h
*Precio: 10L
*Fotografía: ok
Actualmente Ani es una sombra de lo que fue: una magnífica urbe conocida como la “Ciudad de las 1001 Iglesias”, que en su época de máximo esplendor tenía una población de 100mil habitantes y rivalizó con las grandes capitales de la época. Tras cruzar la puerta de entrada aparecí en una extensa llanura salpicada de edificios en ruinas, con diferentes senderos que los conectan y muy pocos visitantes. Solo se escuchaba el sonido de los pájaros. Una experiencia totalmente opuesta a lo vivido en Éfeso.
Esto fue lo más destacado:
1. Murallas: de enormes dimensiones, con numerosas torres defensivas y relieves de cruces.
2. Iglesia de San Gregorio – Tigran Honents: es el monumento más completo y se conserva muy bien. El exterior tiene relieves de animales y textos en armenio. Y el interior está cubierto de frescos que representan escenas de la Biblia y de la vida de San Gregorio.
3. Frontera con Armenia: las ruinas de Ani están al borde de un profundo cañón formado por el río Arpaçay que crea una separación natural con el país vecino. Además hay una valla metálica en cada lado, y en territorio armenio se pueden ver en la distancia varias torres de vigilancia, porque la relación entre ambos países no es muy buena. Cerca del río destacan las ruinas de un antiguo puente y el Convento de las Vírgenes, pero no se pueden visitar al encontrarse al otro lado de la valla turca.
4. Manuçehr Camii: fue construida por los turcos Selyúcidas cuando conquistaron Ani en el año 1072. Tiene un altísimo minarete que en teoría se puede subir, pero durante mi visita la puerta estaba cerrada con un candado.
5. Iç Kale: se trata de los restos de una ciudadela situada sobre una colina donde estaban el palacio de los reyes armenios y otras construcciones importantes. Desde aquí las vistas del cañón son espectaculares, con una pequeña iglesia (Kiz Kalesi) colgada en el lado armenio y buenas panorámicas de Ani. Esta parte de la visita me encantó, caminando completamente solo, descubriendo ruinas de lujosos edificios, y rodeado de centenares de pájaros que salían volando de entre los montones de escombros.
6. Iglesia de San Gregorio – Aboughamrents: de planta circular y tejado cónico, es un edificio realmente fotogénico.
7. Iglesia de San Gregorio – Gagik I: otra iglesia circular de grandes dimensiones. Se encuentra en ruinas, pero es posible caminar entre sus columnas y capiteles.
Ani fue incluida en el listado del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en el año 2016, y a partir de ese momento se iniciaron una serie de importantes obras de restauración que afectan a algunos de los principales monumentos. Durante mi visita la Iglesia del Redentor (partida en dos por un rayo) y la Catedral (antigua sede de la Iglesia Ortodoxa Armenia) estaban completamente cubiertas de andamios, perdiendo toda la gracia. Como anécdota, en el interior de la gigantesca Catedral un lugareño me ofreció comprar monedas antiguas, que o son falsas y haces el tonto (lo más probable), o son verdaderas y si te las descubren al salir del país tienes un problema serio.
SORPRENDENTE REGRESO A KARS
A las 14.30h abandoné el recinto con los pies doloridos de tanto caminar; me bebí un zumo Cappy (5L) que compré en un chiringuito junto a la entrada; y me dirigí a las afueras del pueblo. Tenía que encontrar un vehículo que me llevara de regreso a Kars y la verdad es que la cosa pintaba fatal, porque tras más de media hora esperando lo único que vi pasar por la carretera fueron vacas, cabras, gansos… y un par de coches que circulaban dentro de Ani. Y hacía un calor horrible. Así que decidí cambiar de estrategia y volví a la entrada de las ruinas en busca de gente que finalizara su visita (mi opción más viable).
El caso es que nada más llegar vi un autobús que se preparaba para partir con un grupo de pasajeros. Yo aceleré el paso y pedí al conductor que me dejara unirme a ellos, porque pensaba que era un tour privado. Y al final resultó que era el autobús que había salido a las 13h de Kars y regresaba según el horario previsto. Con lo cual todo se limitó a pagar 9L y en marcha. Menudo peso me quité de encima…
Pero es que además en el autobús me encontré con un ambiente genial. Había 5 turcos (4 chicas y un chico) y 3 chavales de Inglaterra, Japón y Australia. Y al momento estaba hablando con todos. Las chicas eran un torbellino y no paraban de hacer preguntas y pedir los datos de Instagram y Whatsapp. Y el inglés (Zacharias) me cayó genial. Hasta el conductor se sumó a la fiesta y puso en mi honor la canción “Ay Carmela!”. Qué bueno…
Una vez en Kars fuimos todos a una cafetería y nos sentamos en una mesa del comedor a tomar algo. Yo pedí una copa de Dondurma (helado turco) de naranja, limón y fresa. Allí continuamos de risas y charla un buen rato (con Google Translator echando humo), y acabamos haciéndonos fotos de grupo. Con una de las chicas (Gözde) hubo especial afinidad. Es de Izmir y me repitió varias veces que tenía que ir y me enseñaría la “ciudad más bonita de Turquía”. Además, se tuvo que marchar antes con su amiga y dejó todo pagado sin decirnos nada. Gran detalle… Las otras dos chicas eran hermanas (Ebru y Sema) y hablaban algo de inglés. Y Süleyman, que viajaba con ellas. Pero bueno, al final tocó despedirse. Una tarde realmente agradable con gente muy maja.
CONCLUSIÓN
Un viaje al Este de Turquía es toda una aventura. Sus poblaciones tienen un aire fronterizo; los controles policiales son un trámite habitual; y el paisaje es un anticipo de lo que aguarda en Irán y el Cáucaso. Así que si te encuentras en Van no puedes perderte esta zona. Tres días serán suficientes para explorar las principales atracciones, que están a escasa distancia de Dogubeyazit y Kars. Si tienes pensado escalar el Monte Ararat y viajas en solitario, contacta previamente con alguna agencia local para intentar unirte a algún grupo, porque de lo contrario el ascenso te saldrá bastante caro.
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