Explorando el remoto este de Senegal, para encontrar curiosos termiteros seta y la cascada más alta del país.
Dindefelo es una pequeña población ubicada en una de las zonas más recónditas de Senegal. Está en la parte más oriental del país, pegada a la frontera con Guinea, y a poca distancia de Mali. Debido a que la visita implica un largo e incómodo viaje, este encantador rincón aún se encuentra casi totalmente al margen de los circuitos turísticos. Porque la gente que recorre Senegal prefiere centrarse en las atracciones que ofrece la costa. Pero si buscas aventuras, paisajes exóticos, y poblados que aun conservan muchas de sus tradiciones, el esfuerzo merecerá la pena.
VIAJE DAKAR – DINDEFELO
Cuando elegí los lugares de Senegal que quería visitar, tuve claro que este trayecto sería uno de los grandes retos del viaje. Nada menos que 734km de recorrido, por una carretera en un estado de conservación muy variable. Aquello podía convertirse en toda una odisea, teniendo en cuenta cómo funcionan las cosas en África. Así que decidí facilitarme las cosas.
Desde España, entré en la página web de la compañía de autobuses Niokolo Transport, y pude reservar un billete para el trayecto Dakar-Kédougou, rellenando un sencillo formulario. Las ventajas de utilizar esta compañía: viaje directo hasta Kédougou, sin tener que cambiar de vehículo por el camino; trayecto nocturno, con salida a las 18h; y precio asequible (tan solo 11.000f).
El día anterior a la salida tuve que pasarme por la estación de la compañía, ubicada en una zona de Dakar conocida como Croisement Camberène, y pagar el billete (condición indispensable, pues la demanda es importante y los asientos vuelan). Todo parecía funcionar a las mil maravillas…
Hasta que el día del viaje aparecí en la estación, media hora antes de la salida, y me encontré con que el servicio se había cancelado, porque el único autobús que realiza el trayecto se había averiado. Por lo visto, esto es algo que ocurre de forma muy habitual. Según el encargado, me habían llamado al móvil para avisarme, pero no lo tuve conectado en todo el día, y no me enteré. Resultado: me reembolsaron el dinero, y tuve que coger un taxi (2.000f) para llegar hasta la Gare Routière des Baux Maraichers.
Una vez en la estación, comprobé que las condiciones del viaje habían cambiado por completo:
1. Tenía que realizar todo el trayecto en sept place.
2. No había vehículos directos hasta Kédougou, así que tuve que coger uno que finalizaba en Tambacounda. Y allí me tendría que buscar la vida.
3. Me tocó el asiento más incómodo, en la fila trasera, y con la cabeza tocando el techo (los baches eran especialmente peligrosos).
4. Tuve que esperar más de una hora hasta que el conductor reunió a los 7 pasajeros de rigor. Así que nos pusimos en marcha a las 19.15h.
5. Encima, pagué 9.500f + 1.000f por guardar la mochila grande en el maletero del coche. Casi el mismo precio del billete de bus hasta Kédougou. Y porque me peleé con el conductor, que me quería cobrar 2.000f por la mochila.
Durante la espera, estuve charlando con una chica francesa, Julie, que también se dirigía a Kédougou, y había perdido el bus como yo. Formaba parte de un equipo que estaba realizando un estudio sobre una de las etnias que habitan la zona: los Bassari. Como casi todas las francesas, muy dulce y amable. Así que por lo menos estuve entretenido.
RUMBO A TAMBACOUNDA
El inicio del trayecto fue divertido. Estuve charlando y bromeando con varios de los pasajeros: con Julie; con un abuelete que también iba a Kédougou… Y con mi compañera de asiento. Una chica de Mali a la que enseñé algunas fotos de mi cámara. Y que como deferencia me acabó enseñando todas y cada una de las fotos que guardaba en su móvil: ella con su familia, vestida con ropajes extraños, en el zoo… Estuvo gracioso.
Además, en una de las paradas conseguir cambiarle el sitio a otro pasajero, y continué el resto del trayecto sentado en la fila central, mucho más cómoda. Por lo menos tenía algo de espacio para las piernas, y podía mantener la cabeza recta.
Al principio avanzamos a un ritmo lentísimo. Nada más comenzar, tuvimos que hacer un alto para que dos pasajeros salieran a rezar, arrodillados en una esterilla, como buenos musulmanes. Después nos encontramos con un atasco enorme para salir de Dakar (la gente acababa su jornada laboral). Y más tarde, nuevas retenciones en Thiès, lugar de residencia de muchos senegaleses que trabajan en Dakar, famoso por sus mandarinas (que ofrecían numerosos vendedores ambulantes aprovechando que los vehículos estaban detenidos).
Pero a partir de Thiès, la cosa se animó, y el conductor paró solo un par de veces (que aproveché para comprar zumo y galletas). La única pega: que durante el trayecto sonó a todo volumen la música de Youssou N’Dour, el cantante más famoso del país, todo un icono en Senegal. Así que cualquiera se quejaba al conductor…
En total, el trayecto duró 9 horas. Y cuando llegamos a Tambacounda se confirmaron mis peores sospechas: eran las 4.15h de la mañana, y faltaban 3 personas para completar el sept place que tenía previsto salir hacia Kédougou. Así que me tocó esperar casi 3 horas, mientras la gare routière cobraba vida: comercios, vehículos, pasajeros, empleados (escupiendo al suelo sin parar)… Menudo coñazo… En Tambacounda no hay absolutamente nada de interés turístico. Solo se trata de un importante nudo de transporte difícil de evitar para los que viajen hacia el este del país.
SEGUNDA ETAPA HASTA DINDEFELO
Por si la espera fuera poco castigo, me encontré con que el cobrador del sept place era un tipo mal encarado, que me exigió enérgicamente el pago de trayecto (aunque todavía faltaran horas para partir); y se enfadó cuando me dio el cambio, porque cogí el billete con la mano izquierda (poco recomendable en países islámicos, pero una costumbre fácil de olvidar para un turista cansado, a las tantas de la mañana…). Precio: 6.000f + 1.000f por la mochila grande.
Ya en marcha, de nuevo viajé en la fila central del vehículo, con relativa comodidad. Esto me permitió echar alguna cabezada, y el trayecto se me hizo más corto. Aunque la música volvió a sonar con fuerza. Y la carretera no ayudó mucho. Porque entre los omnipresentes badenes de velocidad, y los socavones del último tramo de carretera, los frenazos eran continuos (eso cuando no nos los comíamos y saltábamos por los aires…).
Por lo menos pude disfrutar de un paisaje realmente bonito. Pasamos por poblados tradicionales, con casas redondas de adobe y techo cónico de paja; cruzamos el río Gambia… Y como la carretera atravesaba durante un buen rato el Parc National du Niokolo-Koba, vimos varios animales: una hembra de Kudu; un grupo de Babuinos jugando; una ardilla… Con un entorno de árboles y vegetación exuberante. Se notaba que ya estaba muy lejos de la civilización.
Al final, tras 4,5 horas de trayecto, llegué a la gare routière de Kédougou. Esta población, a pesar de contar con apenas 80mil habitantes, es el asentamiento más importante de este rincón de Senegal, ubicado a orillas del río Gambia. En sí mismo no tiene nada de interés turístico. La actividad principal de la zona es la explotación de minas de oro. Y en los últimos años se han instalado varias compañías extranjeras, que han reactivado un poco la economía. Aunque también han provocado conflictos y tensiones con la población local.
Así que tocaba encontrar transporte para llegar a mi destino final. La verdad es que me habían pintado un panorama desolador: Julie decía que tendría que esperar una eternidad (al despedirme de ella, me miraba con cara de pena); el abuelete, que mejor haría quedándome a dormir en Kédougou… Pero no contaban con mi experiencia en este tipo de situaciones. Pronto contacté con un lugareño, con el que charlé animadamente. Y en cuestión de minutos el hombre ya me había encontrado a un chaval que regresaba en moto a Dindefelo, y con el que podría viajar de paquete por 4.000f. Prueba superada.
El trayecto consistió en 34km de pistas de tierra, que recorrimos a buen ritmo, bajo un sol abrasador. El chaval resultó ser muy simpático, y fuimos todo el rato charlando. Me explicó curiosidades de la zona, me enseñó algunas palabras del dificilísimo idioma local… Tardamos 45 minutos, mientras cruzábamos tramos de bosque, atravesamos un pequeño río (se vivieron momentos de tensión), vimos más Babuinos, saludamos a un montón de lugareños… Y llegamos a Dindefelo.
ALOJAMIENTO: CAMPEMENT LE DOGON DU FOUTA – 6.000f/Noche
*Puntos a favor: bungalow enorme, redondo y con techo de paja; cama doble realmente cómoda; lavabo individual; ubicación alejada del pueblo, con una tranquilidad total (creo que encima era el único huésped); personal amable y servicial; precio.
*Puntos en contra: bucket shower (cada noche dejan un cubo grande de agua en la puerta para el aseo personal); sin ventilador (con un calor tremendo).
Ya instalado, me acerqué a comer algo a un pequeño chiringuito que había frente al campamento. Y es que llevaba casi 24 horas a base de galletas… Aquí se produjo la anécdota del día. Encargué una tortilla francesa, y al ver una bandeja de arroz, pedí también un plato. El hombre puso cara rara, pero ante mi insistencia, traspasó parte del arroz a un plato a parte, y me sirvió el resto. Hasta que al poco caí en mi error. ¡Resulta que era su comida! Qué vergüenza… Aunque tengo que reconocer que después me partía de risa. Para acompañar la tortilla y el arroz, una Coke fresquita. Todo por tan solo 2.000f.
PASEANDO POR DINDEFELO
Cuando comenzó a aflojar el sol, me acerqué caminando hasta el centro del pueblo. Compré un par de latas de Fanta en un comercio (razonablemente frías, a 350f cada una). Y me senté en un portal a contemplar el trajín de la gente, y sacar fotos sin llamar la atención.
Dindefelo es una población muy tranquila, ubicada a escasos kilómetros de la frontera con Guinea, al pie de las montañas de Fouta Djallon. Aquí predomina la etnia Fulani (también conocida como Peul). La segunda en importancia en Senegal tras los Wolof, representando casi una cuarta parte de su población. Se trata de un grupo étnico muy disperso, con presencia en numerosos países de África Occidental y Central. Son de religión islámica, su lengua es el Pulaar, y durante el siglo XVIII crearon los Imanatos de Futa Toro (en el norte) y Futa Jallon (cerca de Dindefelo), hasta su conquista por parte de los franceses.
En el pueblo había varios puestos callejeros que vendían frutas y verduras; mujeres con vestidos coloridos y pañuelos en la cabeza; hombres en bicicleta; algún anciano con túnica y kufi; críos camino del colegio… Había bastante ambiente, y pasé un rato entretenido.
EXCURSIÓN A DANDE
Para esta primera visita, decidí contratar los servicios de un guía, pues el camino no era sencillo, y no había indicaciones. Y cuando pregunté al encargado del campamento (Lama), él mismo se ofreció a acompañarme. Problema resuelto. Aunque el único error por mi parte fue no negociar el precio con antelación. Porque tras la excursión, que duró 3 horas, me encontré con que me cobró 10.000f (en Djoudj cobraban casi la mitad por el doble de tiempo).
Pero bueno, el chaval era muy agradable; caminó conmigo a ritmo pausado, con tiempo suficiente para sacar fotos y contemplar el paisaje; y todo lo que vi compensó con creces el precio (al final estamos hablando de 15 euros).
Esto fue lo más destacable:
1. Para empezar, el ascenso hasta la parte superior de una enorme meseta de roca de color anaranjado que se ve desde el pueblo, de 400m de desnivel, conocida simplemente como la Falaise. Había que seguir un camino concreto, porque si no te encontrabas frente a una pared casi vertical. Desde arriba, impagable vistas de las montañas forradas de vegetación, las casas de Dindefelo y las llanuras de los alrededores.
2. Tras caminar unos minutos por la cima de la meseta, pasamos por un lugar que me dejó boquiabierto: una pradera llena de Termiteros Seta. Se trata de termiteros con una altura aproximada de medio metro, en cuya parte superior las termitas construyen una especie de cubierta o paraguas de material más resistente, para protegerse de las fuertes lluvias de la zona. Tanto que te puedes subir encima de uno y aguanta el peso. Nunca había visto algo igual, y no paré de sacar fotos ante la atónita mirada de Lama, que no entendía nada.
3. Paseo por el pueblecito de Dande, también de etnia Fulani. Aquí tuve que pagar una tasa turística de 1.000f, en un pequeño Centro de Visitantes, que en teoría va destinada a población local. Aunque no creo que se hagan de oro, porque los turistas brillan por su ausencia…
Dande es un lugar encantador, donde la vida transcurre a ritmo pausado. Sus casas son redondas, con muros de adobe y techo de paja., y bastante espacio entre unas y otras. En la zona había árboles enormes; niños jugando (a fútbol, en bici…); mujeres transportando recipientes en la cabeza, o moliendo grano; ganado por todas partes… La atmósfera era muy relajada, y pude sacar todas las fotos que quise, sin agobios ni malas caras. Lama me presentó al alcalde de Dande, al consejo de ancianos, pasamos por el colegio… Me encantó la visita.
4. Para acabar, pasamos junto al borde superior de una Grotte. Son unas cuevas enormes que hay en la meseta, donde en el pasado se refugiaban los antiguos habitantes de la zona.
Una pena que no tuviéramos tiempo para visitar los Dents (dientes): unas columnas de roca de formas curiosas, que estaban algo alejadas del pueblo. Y tampoco pude disfrutar de la puesta de sol desde la meseta, pues el día estaba nublado, y una espesa bruma lo envolvía todo. Aun así, gran excursión.
De regreso en el campamento, me esperaba una cena abundante. Un plato de spaghetti de masa muy fina, con salsa de tomate y verduras. Para acompañar, dos huevos duros y dos trozos de patata cocida. Y de postre, un plátano. Todo regado con una botella grande de agua (estaba deshidratado tras la excursión), y una Coke. Acabé a punto de explotar. ¡Y encima el abuelete encargado del comedor me preguntaba si quería repetir! Precio: 5.000f.
LA CASCADA DE DINDEFELO
Al día siguiente me levanté a buena hora, y me dirigí al comedor del campamento. Un recinto techado con una mesa, donde ya tenía preparado el desayuno que encargué la noche anterior: una barra de pan entera, que engullí untada con nocilla, miel y mantequilla; y un café con leche. Delicioso. Precio: 1.500f. Mientras, el abuelete de la cena era todo atenciones y amabilidad, creando una atmósfera de buen rollo genial.
Ya con el estómago lleno, me puse en marcha para realizar una nueva excursión. El camino era mucho más evidente que el del día anterior. Así que le pedí a Lama que me acompañara hasta el inicio del sendero, para evitar confusiones. Y continué en solitario.
La verdad es que el paisaje de la zona era espectacular. Atravesé un espeso bosque de vegetación exuberante, con plantas de formas extrañas; enormes termiteros de color naranja; árboles gigantescos (incluidos varios mangos, bajo uno de los cuales jugaba a fútbol un grupo de graciosos niños)… Y dominándolo todo, las paredes verticales de la Falaise (por eso Dindefelo significa en Pulaar «al pie de la montaña»). De camino pasé junto a varias chicas que lavaban la ropa en el río.
Hubo un momento en que no estaba seguro de seguir el camino correcto. Pero una de las chicas me acompañó unos metros y continué solo. Hasta que, tras una media hora de caminata, llegué a la gran atracción del lugar: la Cascada de Dindefelo. Se trata del salto de agua más alto de Senegal, con nada menos que 115 metros, donde se origina el río Thiokoye (un afluente del río Gambia).
La imagen era imponente: un enorme muro de roca lisa y oscura, por el que se precipitaba desde las alturas un abundante chorro de agua. Muchísimo más de lo que me esperaba, teniendo en cuenta la época del año en que nos encontrábamos. A mi alrededor, árboles de un color verde intenso. Y la soledad más absoluta. Todo el lugar para mí.
La cascada formaba un estanque de agua bastante profundo. Y como iba equipado con bañador, no lo dudé un instante, y me lancé a nadar. Pero el agua estaba congelada, y apenas pude aguantar unos minutos. Creo que mis gritos se oyeron en el campamento… Eso sí, quedarme flotando al pie de la cascada, mirando hacia arriba, viendo cómo el agua caía del cielo… Impagable… Momentos así compensan con creces cualquier penuria durante el viaje.
Mientras me secaba en el exterior, llegaron a la cascada dos chicas francesas, acompañadas de sus «guías» (dos jóvenes lugareños bastante simpáticos). Una de las chicas vivía en Madrid y hablaba español, así que estuvimos charlando un rato. Y cuando me acabé de secar, me vestí, y regresé al campamento, con una sensación de relax total. Preparado para nuevas aventuras.
OTRAS EXCURSIONES EN LA ZONA
Para quien tenga tiempo disponible y ganas de aventura, los alrededores de Dindefelo cuentan con más lugares de interés. Por ejemplo:
1. La Cascada de Ségou, ubicada a unos 7km del pueblo del mismo nombre. Mi intención era dedicar la tarde a esta visita, y dormir una noche más en Dindefelo. Pero Lama me dijo que no merecía la pena: al ser febrero, la cascada estaría seca; y el camino de acceso era complicado y estaba lleno de serpientes. Así que le hice caso…
2. En los bosques de la zona habita una considerable población de Chimpancés (entre 300 y 500). De su conservación se encarga la filial española del Instituto Jane Goodall. Mientras buscaba transporte en Kédougou, al enterarse que era español, un lugareño me presentó a una pareja de catalanes que trabajaban allí de voluntarios, e intercambiamos un par de frases. Se puede intentar organizar una excursión, aunque todavía es muy difícil ver chimpancés, porque las familias no están acostumbradas al contacto con los humanos.
3. El pueblecito de Afia, a orillas del río Gambia.
4. El Valle de Nandoumary, que ejerce de frontera entre Senegal y Guinea. Aquí por lo visto se pueden encontrar grandes concentraciones de baobabs, y la Cascada de Pélél.
5. Por último, siguiendo la frontera hacia el oeste, se puede coronar la cima más alta del país, con sus… ¡581m de altura! De risa. No me extraña que todavía no se hayan molestado en ponerle un nombre… Aunque puede tratarse de una excursión curiosa.
CONCLUSIÓN
Aunque reconozco que el viaje hasta aquí es una auténtica tortura, Dindefelo es un lugar realmente auténtico y merece la pena el esfuerzo. Un día completo será suficiente para ver las atracciones más importantes, pasando la noche en uno de los campamentos del pueblo. Pero si dispones de 3 o 4 días no tendrás tiempo de aburrirte con todo lo que hay para visitar en los alrededores.
Comments
2 CommentsTeresa
Jul 1, 2019Hola, Me ha encantado como describes tu experiencia del viaje. Realmente es tal como lo cuentas! Cuando ven a un toubab ven CFAS! Jajaja. Mi yerno es de Dindefelo y en diciembre-enero fuimos un grupo de 9 personas. Nos trasladamos en furgoneta con aire acondicionado, he de decir que ibamos con una niña.de 4 años, y la verdad es que el trayecto se hizo largo pero muy soportable comparado con el tuyo!
Llegamos a Dindefelo en un 7 place, este sin aire, apretados porque ibamos 10 en el coche, saltando como locos y riendonos como nunca!
Y que te.voy a contar de Dindefelo y alrededores? Estuvimos 6 dias y se nos hizo corto! Estoy esperando el dia de volver!
En fin! Gracias por hacerme volver a este poblado excepcional por un ratito!
Un abrazo!
Ganas De Mundo
Jul 3, 2019Hola Teresa!
Disculpa el retraso pero estoy de viaje en las montañas de Georgia y me está costando encontrar wifi decente! 😉 De hecho suelo publicar cada 4 días y ya hace 8 que no puedo subir nada.
Me alegro mucho de que te haya gustado el post de Dindefelo! La verdad es que el este de Senegal fue toda una sorpresa. No me esperaba lugares tan auténticos.
A mí también me encantaría volver porque me quedaron muchos sitios pendientes de visitar en los alrededores. Esos 7 place… No sé como me lo hacía que siempre me tocaba la fila trasera, y mido 1,82m 😉 Si yo pudiera también hubiera ido en esa furgoneta con aire acondicionado. Pero viajar solo encarece muchísimo según que cosas (bueno, casi todo!).
África es mi continente favorito y ya tengo ganas de regresar. Aunque de momento voy a estar una temporada larga recorriendo Asia central.
Todo un placer conocer tu experiencia en Dindefelo. Y gracias a ti por el comentario.
Un abrazo muy fuerte!