Excursiones en lancha, bicicleta y a pie por la desembocadura del río Danubio, entre canales de agua, un antiguo cementerio y los restos de un naufragio
Con sus 2.850km, el río Danubio es el segundo más largo de Europa, pasando por ciudades como Viena, Budapest o Belgrado. Y al llegar al Mar Negro forma un enorme Delta de 5mil km2 que se extiende principalmente por el territorio de Rumanía y en menor medida de Ucrania, creando diversos lagos, canales y zonas de marismas. La mejor época para visitar el Delta del Danubio es durante los meses de primavera (de marzo a mayo), cuando las temperaturas son agradables; hay menos mosquitos y lanchas de turistas; el nivel del agua permite acceder a casi cualquier rincón; y miles de aves regresan de su periodo migratorio. Yo recorrí el Delta en pleno mes de agosto y la experiencia fue bastante mejorable.
La puerta de entrada al Delta del Danubio es Tulcea. Desde esta población parten 3 canales que lo atraviesan: Chilia (forma la frontera natural con Ucrania); Sfantul Gheorghe; y Sulina. Yo elegí navegar este último canal en Ferry y alojarme unos días en Sulina, donde es posible realizar una gran variedad de excursiones en lancha; explorar un antiguo cementerio del siglo XIX: o simplemente relajarse en la playa.
VIAJE: BUCAREST – SULINA
Este desplazamiento comenzó tras una noche en la que no dormí nada porque tenía que organizar unos temas y levantarme muy temprano. Al principio no lo noté mucho, pero según fue avanzando el día estaba agotado.
El viaje constó de 4 etapas que ocuparon buena parte de la jornada:
1. Taxi hasta la Estación Gara Nord de Bucarest: decidí ponerme en marcha a las 6h, pero a esa hora todavía era de noche y no me pareció muy sensato caminar solo con todo mi equipaje encima. Así que utilicé la app de Uber y encargué un trayecto el día anterior. La única vez que probé esta opción fue en Salvador y viví momentos de tensión, con lo cual tenía serias dudas de que funcionara. Pero tras desalojar mi habitación de la Central Guesthouse bajé a la calle y al momento apareció el taxi. Precio: 15L.
2. Tren a Tulcea: yo había elegido el de las 7h, pero la encargada de la taquilla me dijo que no era directo y me recomendó comprar un billete para el de las 6.30h. Solo faltaban unos minutos y me puse algo nervioso, aunque por suerte encontré el andén sin problema, justo cuando llegaba el tren. Precio: 72,6L. Al subir al vagón me di cuenta que los asientos estaban numerados y no conseguí ver el mío (muchos números habían desaparecido). Pero bueno, al final ocupé uno junto a la ventana y nadie me dijo nada. A mi alrededor había un montón de familias y grupos de amigos, nada que ver con la tranquilidad de los trenes en Bulgaria.
El trayecto duró 6 horas para recorrer 285km rumbo al este del país. El paisaje fue bastante monótono, con llanuras, campos de cultivo, alguna zona con modernos molinos de viento, y un puente que cruzaba el río Danubio. Casi llegamos a Constanza, pero a la altura de Medgidia el tren dio media vuelta y se dirigió hacia el norte. Yo aproveché para desayunar un yogurt y dormir un rato.
3. Ferry hasta Sulina: Tulcea es una población donde es posible realizar diferentes excursiones por el Delta del Danubio. Pero yo me quería adentrar aun más y decidí viajar a Sulina en el Ferry público. Está gestionado por la compañía Navrom Delta, con salidas diarias a las 13.30h. Como no tenía ganas de sorpresas el día anterior compré el billete a través de su página web. El proceso fue muy sencillo y recibí un correo con un código QR para acceder al barco. Precio: 49L (3L más que en la taquilla).
La Estación de Tren se encuentra muy cerca del Puerto de Tulcea y llegué una hora antes de la salida. Aun así ya se podía subir al barco y ocupé un asiento en la planta superior. Frente a mí se sentó un abuelete con el que no hablé, pero me vino genial para ausentarme de vez en cuando sin tener que preocuparme por las mochilas. En función del día el Ferry puede ser Clásico o Semirápido. A mí me tocó el primero y el viaje duró 3,5 horas (con el Semirápido se tarda menos de la mitad). Además del Ferry público hay varias compañías con lanchas diarias que cubren el trayecto en hora y media y cuestan alrededor de 60L. Hasta el último minuto no pararon de aparecer lugareños cargados con maletas y equipamiento de playa, y nos pusimos en marcha.
El Ferry navegó por el Canal de Sulina a ritmo pausado y pude disfrutar de bonitas imágenes: poblaciones con viviendas de madera, embarcaciones de pesca, humedales infinitos… En cuanto a fauna vi grupos de gaviotas, árboles con sus ramas llenas de cormoranes, algún pelícano volando, un nido con cigüeñas, una garza real, y rebaños de vacas pastando junto a la orilla. Estuvo entretenido, aunque durante el tramo final me moría de sueño y no veía el momento de llegar a Sulina. El Ferry realizó 4 paradas durante las que subieron y bajaron docenas de pasajeros. Yo solventé la comida con una bolsa de patatas y una cerveza Ursus que compré en el bar (7,5L). De camino el cielo se fue cubriendo de nubes grises e incluso cayó un breve chaparrón.
4. Lancha: el embarcadero de Sulina está en la orilla sur del canal pero mi hostel se encontraba en la norte. Por suerte hay una lancha que cruza el canal de forma regular por tan solo 1L. Desde el alojamiento me habían enviado indicaciones aunque me costó bastante encontrar el punto exacto (está frente al número 138 de la calle que discurre en paralelo al canal). Una vez en la orilla norte llegué sin problema al lugar que había elegido para alojarme.
ALOJAMIENTO: DANUBE DELTA HOSTEL – 54L/Noche
*Puntos a favor: buena limpieza; señora encargada muy amable; wifi rápido; nevera compartida; café de cortesía por las mañanas; una familia de graciosos gatos que jugueteaban por el patio a todas horas.
*Puntos en contra: dormitorio de 6 plazas casi lleno, con compañeros que roncaban como búfalos; lavabos y duchas de plástico con puertas que no cerraban, agua fría y escasa presión (suerte que era agosto); lugar realmente ruidoso, sin ningún tipo de restricción horaria para los huéspedes; precio.
En cuanto a la ubicación del hostel, lo considero un punto a favor y en contra. Al estar alejado del centro la atmósfera es más auténtica. Pero en ese lado del río no hay nada, y para cualquier cosa (tiendas, restaurantes, playa…) hay que caminar y cruzar el canal.
Reservé este hostel a través de Booking. No tuve mucha elección, porque la otra alternativa con habitaciones disponibles era una pensión básica a 180L la noche. El resto de hoteles estaban llenos, pues al ser agosto los rumanos se habían lanzado a disfrutar de sus vacaciones. De hecho mi primera opción para visitar el Delta del Danubio era Sfantu Gheorghe, una pequeña población al sur de Sulina, pero allí no había ni una cama libre (por lo visto también se celebraba en esas fechas un festival de cine).
Al entrar en el hostel me encontré con una chica rumana guapísima que estaba alojada en el dormitorio. Vivía en Barcelona y hablaba muy bien español, así que estuvimos charlando un rato. Después ocupé mi cama y crucé el canal con ganas de llenar el estómago. De camino caían gotas de lluvia y en el cielo brillaba un bonito arco iris.
CENA: EAST LAND
No fue sencillo encontrar un restaurante en Sulina, porque durante mi estancia las medidas contra el coronavirus prohibían comer en el interior y solo hay 3 o 4 locales con terraza. En un par de ellos examiné la carta y los platos no me atrajeron mucho (pizzas, hamburguesas, pollo…). Al final acabé en el East Land, donde pedí Spaguetti Carbonara acompañado de una jarra de cerveza Ursus. Me dejó como nuevo. Precio: 32L.
Tras la cena realicé una compra de comida en una tienda y crucé de nuevo el canal de regreso al hostel. Allí me duché; hablé un rato con un chaval de California que llevaba meses atrapado en Rumanía por la crisis del coronavirus; y me fui a la cama porque ya se me cerraban los ojos.
DESCUBRIENDO SULINA
Al día siguiente me desperté en medio de una situación surrealista. A eso de las 5h de la mañana un italiano empezó a tirarse peos en el dormitorio (¡?). Me pareció indignante, y más aun que nadie le dijera nada. Al final le tuve que pegar un par de gritos y paró. Aunque un rato después se levantó un grupo de chavales alojados en el dormitorio de al lado hablando a voces como si estuvieran solos, y me costó volver a quedarme dormido. Y la gente se extraña cuando digo que no me gustan los hostels…
En fin, una vez en pie salí al exterior, donde lucía un sol impecable. Y desayuné en una mesa de la terraza: yogurt, galletas, zumo de manzana, y un café que me ofreció la amable señora encargada del hostel. También hablé un rato con la chica rumana, que se iba a la playa con un “musculitos”. El tipo durmió en mi habitación y tenía sobre la mesita de noche un enorme bote de proteínas (lo típico que te llevas para pasar el fin de semana…). A continuación me vestí, preparé la mochila pequeña y salí a conocer Sulina, que oficialmente es la población más oriental de la Unión Europea.
Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Catedral de San Nicolae: imponente, con 3 torres y una bonita decoración exterior.
2. Palacio del Comité Europeo del Danubio: construido en el siglo XIX para coordinar una serie de obras en infraestructuras con el objetivo de posibilitar la navegación del Delta a los grandes barcos de mercancías que descendían por el río rumbo al Mar Negro. Es un elegante edificio que ahora alberga las oficinas de la Administración Fluvial del Danubio. En los alrededores hay otras mansiones de la época, cuando Sulina era un crisol de culturas y estaba habitada por griegos, turcos, rusos y rumanos.
3. Faro Viejo: antiguamente esta torre de color blanco se encontraba junto a la orilla del río, pero con el tiempo se fue alejando. Dentro hay un museo dedicado a la historia de Sulina, aunque había cerrado sus puertas en el año 2019 por obras de restauración y no pude acceder al interior. Cerca del Faro Viejo pasé junto a un bonito tramo del canal, con barquitas de colores, lugareños charlando y espesa vegetación. Y caminé por una carretera bajo un sol abrasador hasta llegar a las dos últimas atracciones de mi improvisada ruta.
4. Cementerio: un lugar fascinante, con centenares de tumbas. Algunas son muy lujosas, con elaboradas lápidas, esculturas y flores. Y otras consisten en una simple cruz de madera clavada sobre un montón de tierra. Me encantó un rincón con varias tumbas del siglo XIX, donde hay una pequeña iglesia y un antiguo carruaje utilizado para transportar a los difuntos, coronado por 4 ángeles de madera pintados de blanco. El lugar es realmente atmosférico y pude pasear a mi aire, con la única presencia de un par de operarios y algún que otro lugareño.
5. Playa: desde el Cementerio continué por la carretera entre taxis a toda pastilla y rumanos en bañador. Y llegué a la Playa de Sulina. Allí me encontré una zona llena de tumbonas y sombrillas, con chiringuitos, música estridente y docenas de turistas tomando el sol. No me gustó nada, así que me descalcé y seguí caminando por la orilla hacia el norte, metiendo los pies en el agua y dejando atrás a la multitud. Al cabo de un rato alcancé un espigón de rocas donde acaba la playa. En su extremo había dos pescadores, y cuando me acerqué a curiosear sucedió algo inesperado: de repente aparecieron centenares de cormoranes negros volando en fila a escasa distancia del agua. La escena duró un par de minutos, hasta que los últimos desaparecieron en el horizonte. Mucho mejor que la zona de sombrillas…
Al otro lado del espigón hay una playa de aguas poco profundas donde dos gaviotas aprovechaban para pescar; y unas vacas deambulaban por la orilla. A continuación decidí regresar a Sulina por una ruta alternativa, evitando atravesar de nuevo la playa turística. Así que me interné en una solitaria zona de arbustos con coloridas flores. Y llegué a un canal que seguí hasta la carretera principal. De camino esperaba ver bastantes aves, pero todo quedó en una rana enorme; y varios vehículos que levantaban molestas nubes de polvo. Aunque tuvo su gracia adentrarme en lo desconocido…
COMIDA: CASA SIBIANA
De camino al centro de Sulina pasé junto a esta pensión con restaurante y vi que ofrecía un interesante Meniul Ziley (menú del día) con dos primeros y dos segundos a elegir. Así que decidí ocupar una mesa de su terraza. Yo pedí Ciorba de Perisoare (con verduras y albóndigas de carne); y Carpa rebozada acompañada de Mamaliga (polenta, muy habitual en la gastronomía rumana) y una salsa de ajo fortísima. Para beber cayó una cerveza Ciuc. La sopa estaba deliciosa, pero el pescado tenía muchas espinas y no me convenció. Los camareros eran muy eficientes. Eso sí, no hablaban ni palabra de inglés y me tuve que espabilar con Google Translator. Precio: 50L.
Una vez con el estómago lleno continué hasta el centro, crucé el canal en barca y regresé al hostel, donde estuve un rato de relax planificando las siguientes jornadas.
SUNSET BOAT TOUR
Al realizar la reserva en el hostel recibí un mensaje donde me explicaron que también organizaban diferentes excursiones en lancha por el Delta del Danubio. Durante el desayuno la chica rumana me comentó que había contratado el Sunset Tour y le había gustado mucho, así que le dije a la señora del hostel que me apuntara a la excursión de esa misma tarde. Pero la mujer se olvidó de mí por completo, y cuando a las 17.30h pasadas le pregunté a qué hora comenzaba el tour su cara era un poema. Aun así llamó por teléfono a la chica encargada del tema; hablé con ella; y en 20 minutos tuve que preparar la mochila y cruzar el canal. Vaya tela… Esto no era un buen presagio…
En la orilla sur me encontré con el guía del Sunset Tour, un hombre que se hacía llamar Capitán Nemo (¡?). Yo pensaba que la excursión era solo para gente alojada en el hostel, pero allí había un numeroso grupo de turistas rumanos, y acabé en una lancha junto a 10 personas más. Por lo menos estuve hábil y conseguí un sitio en uno de los laterales, más conveniente para la fotografía. El Sunset Tour duró 2,5h (60L). Primero avanzamos por el Canal de Sulina, alargado de forma artificial por dos espigones de rocas. Y después llegamos al Mar Negro, con un intenso oleaje que zarandeaba la pequeña embarcación. Estos fueron los lugares de interés del recorrido:
1. Faro Nuevo: de color blanco, rodeado de espesa vegetación.
2. Naufragio: se trata de un carguero de grandes dimensiones llamado Turgut S, procedente de Batumi (Georgia), que en el año 2009 tuvo un accidente cerca de la desembocadura del Danubio a causa del mal tiempo y todavía permanece semihundido. Nos acercamos a escasos metros y la imagen era increíble, con el barco cubierto de óxido y bañado por las últimas luces del día. Fue lo que más me gustó de la excursión.
3. Isla de los Pájaros: una lengua de tierra llena de pelícanos y cormoranes negros, con montones de gaviotas revoloteando (los barqueros les tiraban pan). Una pena que al ser agosto el nivel del agua era muy bajo y no nos pudimos aproximar lo suficiente para obtener buenas fotos.
4. Puesta de sol: de regreso a Sulina nos detuvimos un momento en el Mar Negro y contemplamos cómo un sol enorme se hundía en el agua tiñendo el cielo de color rojo. Una forma inmejorable de acabar la jornada.
En lineas generales el tour no estuvo mal, pero la gestión del Capitán Nemo fue nefasta, y acabé muy descontento por varios motivos:
*Al ser tanta gente el Capitán nos distribuyó en 3 lanchas distintas, pero él era el único que aportaba explicaciones de los lugares de interés. Así que durante toda la excursión navegué a escasa distancia de las otras 2 embarcaciones, que me tapaban las vistas y dificultaban la fotografía.
*El hombre no dejaba de hablar y hacer el tonto, provocando continuas pérdidas de tiempo. Gritaba, bromeaba, se dirigía a mí en plan “¡Viva España!”, y en un par de ocasiones puso música a todo volumen. Menudo personaje…
*Pero lo peor fue cuando llegamos a la Isla de los Pájaros y permitió que la gente caminara hasta la lengua de tierra, espantando a las aves. Al verlo otras barcas le recriminaron la acción con gritos y bocinazos, y sentí una vergüenza tremenda. Por supuesto yo me quedé en la lancha.
*A punto de comenzar la puesta de sol el barquero seguía conduciendo a toda velocidad. Al final aceptó detener el motor a regañadientes para que pudiéramos hacer fotos porque no dejé de insistirle. ¿Qué sentido tiene un Sunset Tour si no puedes contemplar con calma el Sunset?
En fin, un desastre. Eso sin contar que las explicaciones fueron en rumano y no me enteré de nada; que estaba permitido fumar; y que el recorrido finalizó en un punto del pueblo bastante alejado de la lancha que cruza el canal. En Sulina hay infinidad de compañías que organizan todo tipo de excursiones por el Delta del Danubio. No sé cual es la mejor, pero algo sí tengo claro: huye del Capitán Nemo.
En la orilla del canal me tocó esperar un rato hasta que apareció la lancha (ya me temía lo peor). A mi alrededor había nubes de mosquitos y acabé con el chubasquero puesto (capucha incluida) para evitar sus picaduras. Una vez en la orilla norte caminé hasta el hostel atravesando calles oscuras. Y me senté a cenar en una mesa de la terraza. El menú consistió en pan con queso de untar, una cerveza Silva y galletas. Después me quedé un rato escribiendo. Al rato aparecieron dos parejas de rumanos que montaron una fiesta a escasos metros de mí, con risas y música tecno a todo volumen. En cualquier lugar de Oriente Medio habría sido invitado a unirme, pero estábamos en Europa y fui ignorado por completo…
EXCURSION EN MOUNTAIN BIKE
La jornada comenzó tras otra noche para olvidar: las parejas estuvieron de fiesta hasta muy tarde; el italiano sustituyó los peos por sonoros ronquidos; y los mosquitos no paraban de asediarme. Estaba agotado. Pero bueno, pronto me vine arriba gracias a otro agradable desayuno en la terraza; y a la compañía de una pequeña gata de color negro que se me subía encima y no paraba de ronronear (sus hermanos eran más tímidos). A continuación preparé mi mochila pequeña, caminé hasta el canal, y crucé a la orilla sur.
Mi plan consistía en alquilar una bicicleta y pasar el día recorriendo una pista de tierra que se dirige hacia la población de Sfantu Gheorghe, al sur de Sulina, pasando por una serie de lagos y canales. De esta forma podría disfrutar del paisaje a ritmo tranquilo y contemplar aves. En la calle principal de Sulina hay una tienda de alquiler de bicicletas y conseguí una pagando 25L por toda la jornada. Aunque pronto me di cuenta de dos pegas importantes: era una bicicleta de ciudad, con ruedas muy finas y sin marchas; y la pista estaba llena de piedras que dificultaban mucho avanzar. Pero tampoco había alternativas, así que me las apañé como pude. Menos mal que el terreno no tenía apenas desnivel.
La pista pasó junto a un cuartel militar lleno de carteles que prohibían la fotografía (parecía abandonado). Y me adentré en un paisaje precioso, con humedales rodeados de vegetación exuberante, coloridas flores, y el sonido de pájaros e insectos. Hacía un tiempo genial y en todo el trayecto solo me crucé con un coche, un par de lugareños trabajando en el campo, y algún que otro pescador. Bueno, y un tipo que caminaba haciendo eses y parecía un zombi, provocando una situación bastante tensa (pensaba que iba a saltar sobre mí en cualquier momento). Más tarde me contaron que iba con unas copas de más.
En cuanto a fauna pude ver grupos de cisnes blancos volando o nadando a mucha distancia; garzas blancas; una garza real; un pelícano; y grupos de vacas pastando entre los juncos. La verdad es que no fue la explosión de vida que me esperaba, y las aves salían disparadas al verme, pero me lo pasé bien.
Tras 10km pedaleando me moría de sed. Y es que de forma absolutamente temeraria decidí comenzar la excursión sin agua ni comida, confiando en que encontraría algún bar por el camino (algo que no ocurrió). Lo lógico hubiera sido dar media vuelta, pero opté por jugármelo todo a una carta y continuar 5km mas hasta un lugar que aparecía en Google Maps como Hotel Hidroturism, a orillas del Lago Eugen.
La apuesta era arriesgada porque no era la primera vez que Google me indicaba sitios que ya no existían. Y en ese caso tendría que recorrer los 15km de vuelta a Sulina en unas condiciones lamentables. Además el terreno pedregoso era un auténtico incordio y a veces tenía que bajar de la bici y caminar, porque un pinchazo me hubiera dejado tirado en medio de la nada. Según me iba acercando al punto aumentaba la tensión. Pero al final tuve suerte y el Hotel Hidroturism era real: un barco con unas mesas en su cubierta superior donde se veía gente. Así que me preparé para tomarme unas cervezas frías y comer algo, porque estaba agotado.
Tras aparcar la bici entré en el barco y ocupé una mesa. A mi alrededor había dos parejas de chavales y un grupo de lugareños. Uno de ellos estaba repartiendo bebidas, con lo cual me acerqué a la nevera y le pedí una cerveza y una botella de agua grande. El tipo me hizo un par de bromas que no entendí, brindamos con la cerveza y volví a mi mesa. Todo era un poco raro.
Hasta que hablando con los chavales me explicaron lo que pasaba: el contenido de aquella nevera era propiedad de los huéspedes, no del hotel, y me habían invitado. Rápidamente me acerqué a pedir perdón al grupo por mi cara dura y devolví la botella de agua. Me quería morir… Más tarde di un paseo por el barco en busca de alguien que me atendiera pero no encontré a nadie y los lugareños me acabaron invitando a otra cerveza, que acepté sin dudarlo (estaban calientes pero me supieron a gloria). Toda una muestra de hospitalidad…
En la cubierta del Hotel Hidroturism se estaba genial, con una bonita panorámica del lago, aves volando, y alguna que otra lancha con turistas. Ojalá me hubiera podido quedar a pasar la noche allí. Pero bueno, tras una hora descansando me despedí de la gente con mucha pena y subí a la bici.
REGRESO A SULINA
Volver a Sulina fue una auténtica odisea y los 15km se me hicieron interminables. Tenía las piernas agarrotadas y ya no pedaleaba con la misma frescura que a la ida; me moría de hambre y sed; y los mosquitos me devoraban (acabé con los brazos llenos de picaduras). Pero impuse un ritmo constante, forzando la bici al máximo sin parar a hacer fotos. Menos mal que durante un buen rato aparecieron unas nubes que ocultaron el sol y la temperatura fue algo más llevadera, porque si no lo hubiera pasado mucho peor.
Cuando al cabo de 2,5h aparecí en el centro de Sulina me encontraba en un estado lamentable: empapado en sudor, me costaba caminar, tenía la piel abrasada por el sol, el cuerpo deshidratado… Yo aparqué la bici frente al East Land y me preparé para una copiosa cena. Pero el camarero me dijo que estaban en su hora de descanso y no atendían nuevos clientes. Solución: me senté en la terraza de un bar a escasos metros y cayeron dos jarras de cerveza Ursus que me devolvieron la vida (12L).
CENA: EAST LAND
Tras las cervezas regresé al restaurante, que ya estaba operativo, y ocupé una mesa de la terraza. Esta vez examiné con calma la carta y pedí dos platos típicos de la gastronomía rumana: Ciorba de Burta (sopa de callos, muy rica); y Tochitura Dobrogeana (carne de cerdo y trozos de salchicha, con salsa, mamaliga y un huevo frito). Para acompañar me bebí otras dos jarras heladas de cerveza Ursus. Acabé a reventar, rodeado de una animada atmósfera, con familias y grupos de amigos. Precio: 65L.
A continuación me subí a la bici (con 2 litros de cerveza encima) y recorrí la calle principal, que estaba atiborrada de gente al ser viernes. En la tienda de alquiler devolví la bici; crucé en lancha a la orilla norte del canal; y caminé hasta el hostel, muy satisfecho por cómo había transcurrido la jornada. Allí me duché y pregunté a la señora encargada si podía cambiarme al otro dormitorio del hostel, para perder de vista al italiano e intentar pasar al menos una noche tranquila. La mujer se lo pensó pero acabó aceptando, y me senté en la terraza a leer.
Al cabo de un rato apareció Yasir, un paquistaní residente en Alemania que iba a ser mi único compañero de dormitorio. Estuvimos charlando un buen rato y cuando le dije que había huido del italiano porque roncaba me comentó: “Bueno, yo ronco un poco”. ¿Un poco? Cuando entré en el dormitorio por la noche aquello era imposible de soportar. El tío roncaba como una bestia. Tanto que preferí salir de allí con mi sábana y estirarme en una de las hamacas exteriores. De madrugada refrescó bastante pero a cambio dormí sin ruidos, bajo un cielo lleno de estrellas, y con la pequeña gata del desayuno estirada sobre mi barriga. O el porcentaje de gente que ronca se ha disparado en los últimos tiempos o me he convertido en un imán…
MORNING BOAT TOUR
Al día siguiente me desperté antes de las 8h lleno de dudas. Mi idea era realizar otra ruta en lancha por el Delta del Danubio, pero la noche anterior hablé por teléfono con la chica encargada de las excursiones del hostel y su propuesta no me convenció. Me ofrecía un circuito hasta la población de Sfantu Gheorghe, con varias horas dedicadas a comer y vaguear en la playa (que estaría a petar de gente al ser sábado); y lo peor de todo, lo organizaba el Capitán Nemo. Así que rechacé la oferta y preferí buscarme la vida por mi cuenta.
La mayoría de excursiones comienzan en la orilla sur del canal entre las 9h y las 10h. Yasir también estaba interesado en apuntarse a una, con lo cual decidimos acercarnos juntos y preguntar. Eso sí, antes desayuné en la terraza un yogurt, galletas, zumo de manzana y el café ofrecido por la simpática señora del hostel. Al llegar a la orilla sur no vimos ninguna embarcación turística y el tiempo pasaba de prisa, así que cambiamos de estrategia y optamos por llamar por teléfono a un par de compañías que anunciaban sus servicios (yo puse el móvil y Yasir habló). Y en la segunda (Delta Empire) todo funcionó a la perfección: acordamos la excursión y el precio; y al cabo de 2 minutos apareció una lancha a recogernos, donde ya había un grupo de turistas rumanos.
Yasir estaba interesado en el circuito Traseul de Dimineata, de 5 horas de duración (90L). Yo de entrada me mostré un poco reticente porque no se centraba en la observación de aves, pero al final reconozco que fue una buena idea y acabé muy contento. En la lancha ocupé un asiento perfecto para la fotografía, situado en un lateral y con la posibilidad de asomarme por la parte frontal de la embarcación. El barquero/guía me encantó. No hablaba ni palabra de inglés pero era la antítesis del Capitán Nemo, muy educado, sin histrionismos ni tonterías.
Estos fueron los lugares de interés del tour:
1. Canales: al principio navegamos a ritmo pausado por una zona de estrechos canales, entre montones de nenúfares flotando. La parte positiva de visitar el Delta del Danubio en verano es que los nenúfares estaban en flor y se podían ver flores de loto de color blanco por todas partes, creando imágenes preciosas (mi cámara de fotos echaba humo).
2. Safari: al cabo de un rato la lancha se detuvo en un embarcadero y subimos a un camión descubierto, junto a otro grupo de la misma agencia. Desde allí nos dirigimos hacia el norte por una pista de tierra en un estado lamentable, con enormes agujeros que nos hacían saltar en el camión. De camino atravesamos una llanura cubierta de flores; vimos bastantes Bee Eaters revoloteando; un Chacal en la distancia; algún rebaño de vacas; y pintorescas granjas, muchas con pinta de estar abandonadas.
Al final encontramos a los habitantes más populares de la zona: un grupo de caballos salvajes que pertenecen a una especie endémica (los Danube Delta Horses). El barquero (que se encargaba de conducir el camión) nos dejó bajar unos minutos y pude hacer bastantes fotos. Los caballos tienen diferentes colores (blancos, marrones, negros…) y se mantuvieron a una distancia prudencial de nosotros.
3. Letea Forest: tras la parada volvimos al camión y continuamos hasta esta reserva natural. Fue creada en el año 1938 y protege un espeso bosque realmente atmosférico, con lianas y árboles estranguladores. Aquí pudimos caminar un rato hasta una zona con dunas de arena, a escasos kilómetros de la frontera con Ucrania. Además nos esperaba una agradable sorpresa: un chiringuito donde cayó una cerveza Timisoreana bien fría (7L) que me dejó como nuevo.
4. Letea Village: de regreso al embarcadero hicimos un alto para comer en la población de Letea. El barquero nos condujo al interior de un local donde había un montón de mesas con gente y comenzaron a servir platos. Pero yo preferí dar un paseo por el pueblo: el menú consistía en pescado; y no tenía ganas de comer a toda prisa. Fue una gran decisión porque Letea es un lugar fascinante, lleno de viviendas tradicionales con tejados de madera tallada y fachadas pintadas de vivos colores. Algunas estaban medio en ruinas y parecían sacadas de una escena de La Matanza de Texas. Me lo pasé genial caminando por sus calles cubiertas de arena.
En el pueblo había bastantes camiones con otros grupos de turistas; y carros de caballos que realizaban recorridos por los alrededores. Al principio me molestó bastante, pero sin esta fuente de ingresos quizás los habitantes de Letea habrían abandonado el lugar hace tiempo, así que me tomé las cosas con calma.
De vuelta en la lancha navegamos por un extenso humedal con montones de aves: cisnes blancos, pelícanos, patos… Me hubiera gustado poder acercarme más, pero el nivel del agua era muy bajo y me tuve que conformar con observarlas desde la distancia. Al final llegamos a Sulina tras más de 6 horas en ruta (la comida se alargó más de lo previsto). Durante la excursión charlé bastante con un rumano de Targoviste que estaba de vacaciones con su mujer y sus dos hijos. El hombre hablaba un inglés muy básico, pero me explicó muchos datos curiosos.
Así acabó mi estancia en el Delta del Danubio. A continuación me esperaba una comida en el East Land y una tarde de relax en el hostel. Al día siguiente regresé a Bucarest utilizando el Ferry público y sustituyendo el tren por un maxi taxi.
CONCLUSION
Reconozco que me costó decidirme a visitar el Delta del Danubio, porque está en un rincón remoto de Rumanía que implica destinar dos días completos a desplazamientos; y porque en el pasado ya había explorado algunos de los humedales más espectaculares del mundo, como el Pantanal brasileño o el Parque des Oiseaux du Djoud de Senegal. Al final me lo pasé bien, realizando todo tipo de excursiones, aunque el mes de agosto convirtió el lugar en una romería y me obligó a alojarme en un hostel realmente básico. Te recomiendo una estancia mínima de 4 jornadas.
Si te apasiona la ornitología evita los meses de verano, donde es muy complicado ver aves de cerca (no tengo ni una foto decente). Además valora la posibilidad de contratar una lancha privada, porque los circuitos estándar se centran en otro tipo de atracciones (faros, un naufragio…). Un lugar con un potencial tremendo es el conocido como Mila 23, en pleno corazón del parque.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales