Vertiginoso descenso en mountain bike por una complicada carretera que en su día fue bautizada como el Camino de la Muerte
Durante los años 30 el gobierno de Bolivia decidió construir una carretera para conectar La Paz con la región de los Yungas, utilizando a prisioneros paraguayos capturados durante la Guerra del Chaco. Fue todo un desafío, sorteando un desnivel de 3.600m a lo largo de 64km. Pero sus condiciones adversas provocaron infinidad de accidentes con centenares de víctimas mortales (curvas, niebla, desprendimientos, estrechez de la calzada, ausencia de guardarraíles, tráfico constante de camiones transportando productos agrícolas…). Hasta el punto que la carretera empezó a ser conocida como World Most Dangerous Road, o simplemente Death Road (el Camino de la Muerte).
En el año 2007 se inauguró una nueva carretera más segura. Actualmente la Death Road es utilizada para realizar descensos en mountain bike, y se ha convertido en una de las atracciones turísticas más extremas de Bolivia. Yo dudé mucho, pero al final me animé y decidí vivir la experiencia. Además elegí quedarme en Coroico, para visitar esta agradable localidad situada en los Yungas.
PREPARANDO LA EXCURSION
Para el recorrido decidí contratar los servicios de una agencia local. Siempre intento evitar las actividades con guías, pero en mi caso era imprescindible, por varios motivos:
*Inexperiencia: solo practico mountain bike muy de vez en cuando, y no tengo ni idea de cómo utilizar correctamente marchas y platos, o confianza sobre la bici. Necesitaba la supervisión de algún experto.
*Ruta peligrosa: aunque ya no hay apenas tráfico de vehículos, las condiciones del camino no han cambiado. Un vertiginoso descenso, en su mayor parte sin asfaltar, con un profundo barranco esperando cualquier error. Eso sin contar algún que otro ciclista bajando a toda pastilla. Los accidentes son habituales y una agencia ofrece asistencia en todo momento.
*Equipo: la agencia se encarga de proporcionar una mountain bike, ropa y casco.
*Transporte: la agencia también organiza un vehículo para llegar hasta el inicio de la ruta y regresar a La Paz.
Con esto no digo que sea imposible realizar el descenso de forma independiente. Pero si optas por esa alternativa deberás tener mucha experiencia, conseguir todo el equipo necesario en un lugar fiable, y bajar acompañado de alguien por si surgen problemas.
A continuación tuve que elegir la agencia. Antes de aterrizar en Bolivia dediqué muchas horas a investigar por Internet, y al final me decanté por Gravity Bolivia. Es más cara que otras compañías locales (124 Usd todo incluido), pero tienen más de 20 años de trayectoria, mountain bikes en un estado impecable y valoraciones excelentes de otros viajeros. La Death Road no es un lugar recomendable para intentar recortar gastos. Como se trata de una actividad muy popular reservé con antelación. Se paga en el momento de hacer la reserva, pero es posible cancelar sin coste hasta 24 horas antes.
Por último, deberás contar con un seguro de viaje que incluya la práctica de mountain bike. Si no es tu caso, Gravity Bolivia ofrece cobertura pagando 38 Usd adicionales.
PRIMEROS PASOS
La jornada comenzó en el Hotel Nuevo Sol de La Paz, con mi alarma sonando a las 6.15h tras una noche movidita. Un pub inglés cercano estuvo abierto hasta bien entrada la madrugada con la música a todo volumen y me costó bastante dormir. Una vez en pie preparé mis mochilas, desalojé la habitación y me despedí del encargado de la recepción. Porque como era tan temprano no pude aprovechar el desayuno incluido en el precio.
El punto de encuentro indicado por Gravity Bolivia era el Café del Mundo, situado a un par de calles del hotel. Yo llegué a las 7h, con tiempo suficiente para poder desayunar. Se trata de un moderno local muy atmosférico, decorado con libros, globos terráqueos y fotografías de destinos exóticos. Es muy probable que sea de los mismos propietarios que Gravity Bolivia, porque entre los menús disponibles había uno llamado “Biker’s Menu”. Fue lo que pedí y me senté a esperar en una mesa de la planta superior. Consistió en un generoso plato con huevos revueltos, queso fundido y ensalada; y un café con leche. Como el día iba a ser duro, lo complementé con un delicioso batido de plátano. Precio: 37B. Acabé como nuevo.
A las 7.45h bajé a la entrada del café, donde ya había un montón de turistas. Al poco aparecieron los guías de la agencia y nos dividieron en 2 grupos. A mí me tocó con Neal, un inglés muy fanfarrón que de entrada me cayó bastante mal. Allí nos dio un documento para firmar, en el que básicamente eximíamos a Gravity Bolivia de cualquier responsabilidad en caso de un accidente. Y caminamos hasta un minibús cargado de bicis. Mi grupo era de 12 personas y había espacio de sobras, así que me senté junto a la ventana.
A continuación nos pusimos en marcha rumbo a La Cumbre. De camino Neal me dio mi equipo: casco (muy voluminoso); chaqueta y pantalones impermeables, para llevar encima de mi ropa (a pesar de ser una talla L me iban enormes); guantes; y un pañuelo para la cara (que me podía quedar). La verdad es que una vez vestido ofrecía una imagen un tanto ridícula… Neal también nos fue contando cosas sobre la ruta que teníamos por delante. Reconozco que iba bastante nervioso. El trayecto duró poco más de una hora. En el exterior el tiempo era genial, con sol y cielo despejado.
Una vez en La Cumbre nos dieron una mountain bike a cada uno, y Neal nos explicó con detalle cómo utilizarla: cambio de marchas; cómo frenar (utilizando los dos frenos a la vez y poco a poco, para no salir disparado); cómo adelantar (avisando con un grito a la otra persona); distancia de seguridad entre ciclistas… Mientras un chaval se encargó de ajustar la altura del sillín y responder nuestras dudas. Y nos dejaron unos minutos para pedalear por los alrededores y probar la bici.
Antes de arrancar llevamos a cabo un ritual aymara conocido como Challa, realizando una ofrenda a la Pachamama para pedir buena suerte a los Achachilas (espíritus de las montañas). Para ello Neal nos dio una botella de alcohol puro (96 grados) y nos la fuimos pasando. Primero derramamos un poco en la tierra, después un chorrito sobre la mountain bike, y para acabar dimos un pequeño sorbo (aquello estaba fortísimo). Creo que el ritual no funcionó igual con todo el mundo…
Gravity Bolivia prohíbe realizar el descenso con mochila o cámara de fotos grande. Así que tuve que dejar todo en el autobús, y conseguí fotos de dos fuentes distintas:
*Un chico de la organización, que se encargó de hacernos fotos individuales o de grupo con una GoPro durante el descenso. Más tarde la agencia me envió por correo un link de acceso a Dropbox para obtener las fotos que más me gustaran (aunque su calidad era bastante pobre).
*Mi móvil, que guardé en el bolsillo y utilicé cuando pude. Aunque en ese momento tenía un Iphone 5 y la calidad tampoco fue la mejor.
A eso de las 10h comenzamos el descenso, que realizamos en diferentes tramos de varios kilómetros. Antes de cada tramo Neal nos explicaba las características del recorrido (desnivel, puntos complicados…); bajábamos a nuestro ritmo; y nos deteníamos en el punto de encuentro designado. Mientras, el minibús nos seguía por si había algún problema.
TRAMOS ASFALTADOS
Esta parte se divide en 4 tramos que discurrieron por una carretera asfaltada hasta el inicio de la Death Road. Aquí el peligro era el tráfico, con vehículos a toda velocidad que nos adelantaban a escasa distancia.
En el primer tramo casi la lío. Bajaba muy rápido y decidí pedalear para aumentar aún más la velocidad. Un error mayúsculo, porque la bici comenzó a dar bandazos y casi me voy al suelo. Ni sé cómo conseguí enderezarla. Menos mal, porque la caída hubiera sido terrible. Más tarde me explicaron que para acelerar tenía que bajar el cuerpo adoptando una postura más aerodinámica. En mi caso parece que la Challa funcionó…
Tras este susto inicial ya no tuve más problemas, y poco a poco fui ganando confianza con la mountain bike. Hasta que al final del cuarto tramo se vivió la tragedia. Mientras esperábamos en el punto de encuentro, dos miembros del grupo no aparecían. Y cuando ya era evidente que algo pasaba sonó el walkie de Neal y le explicaron lo sucedido. Una chica se cayó de la bici y el marido se la había encontrado inconsciente con un golpe en la cabeza. En cuestión de minutos apareció una ambulancia y se la llevaron a un hospital de La Paz, junto a su marido, dos amigos y el guía del otro grupo. Vaya tela…
Nos quedamos todos con un mal cuerpo horrible. Se cortaba el ambiente. Esto no era ninguna broma, y encima todavía no habíamos llegado a la Death Road. Aunque aquí Neal hizo todo lo posible para quitarle hierro al asunto y relajar los ánimos (y de paso me empezó a caer mucho mejor). Por cosas como esta recomiendo utilizar los servicios de una agencia.
Como ahora Neal era el único guía se decidió unificar los dos grupos, con un total de 18 personas. Algo más de la cuenta, pero era por una emergencia. A continuación evitamos un túnel siguiendo un estrecho sendero en muy mal estado. Y llegamos a Unduavi, una pequeña población con un control policial y algunos puestos callejeros. El plan inicial consistía en pedalear 8km de subida hasta el inicio de la Death Road. Pero como habíamos perdido mucho tiempo Neal nos propuso cubrir el trayecto en autobús y aceptamos sin dudarlo. De camino nos dieron un sándwich de jamón york y queso, una bolsa de patatas fritas y agua.
TRAMOS DE PISTA
Esta parte se divide en 8 tramos que recorren una pista sin asfaltar llena de piedras. Al principio bajé con cuidado, todavía afectado por el accidente de la chica. Pero después me fui animando, y acabé a toda pastilla, adelantando a muchos ciclistas. Incluso en varios tramos llegué al punto de encuentro junto al grupo de cabeza, compuesto por gente con muchísima más experiencia que yo.
Me lo pasé genial, cruzando arroyos y pasando bajo cascadas, rodeado de un paisaje espectacular, con el valle forrado de una espesa selva. Hubo un tramo de 12km que me llevó al límite, con las manos ardiendo por mantener el manillar recto para evitar caerme con las piedras. Pero fue una experiencia única. Y la mountain bike respondió muy bien, gracias a su amortiguación en perfecto estado. En una de las paradas nos dieron un plátano y una barrita de chocolate para reponer fuerzas. A medida que perdíamos altura me fui quitando ropa y acabé en manga corta.
Solo tuve un pequeño incidente. Un chaval que iba delante de mí casi se cae y le tuve que esquivar derrapando porque si no chocaba con él. Por eso es muy importante guardar una distancia de seguridad. A parte de esto, fui cubriendo tramos, y al final alcanzamos la población de Yolosa.
DESCANSO EN YOLOSA
Tras pedalear unos minutos llegamos al Refugio de Fauna Senda Verde, un centro de acogida de animales salvajes que han sido rescatados del tráfico de especies. Aquí existía la opción de realizar una visita guiada por las instalaciones, donde hay un Oso Andino, un Jaguar, un Tapir o un Puma. Pero no me hace mucha gracia ver animales en cautividad (por muy loable que sea la causa), y a esas alturas solo tenía ganas de sentarme a descansar. El tour dura 45 minutos y cuesta 100B.
Parte del grupo se apuntó al tour, y el resto nos dirigimos a una sala donde tomamos una cerveza que me supo a gloria. Y brindamos por haber superado con éxito la Death Road. Con los nervios que había pasado estaba contentísimo. De camino vi una enorme Capibara, un Mono Capuchino y dos Ciervos.
Después pasamos a un comedor donde había preparado un buffet libre de ensaladas y pasta. Yo me serví dos platos más que generosos de espaguetis con salsa de tomate y ensalada, y los acompañé con una cerveza Paceña. Todo estaba incluido en el precio de la actividad, excepto la segunda cerveza (28B). Durante la comida estuve charlando con un chaval portugués que viajaba solo. Era de Madeira y tenía unos aires altivos que me recordaron mucho a Cristiano Ronaldo (igual es una característica de los habitantes de esa isla). Mientras comíamos pusieron en una pantalla de televisión las fotos de la excursión.
Cuando acabé de comer me regalaron una camiseta muy chula conmemorativa de la Death Road. Y llamaron a un taxi para que me llevara a Coroico (también incluido en el precio), ya que el resto del grupo regresaba en el minibús a La Paz. La verdad es que acabé contentísimo con la organización de Gravity Bolivia, y repetiría sin dudarlo. Muy recomendable.
El trayecto fue breve (solo hay 7km) y el taxi me dejó en la plaza principal de Coroico, y desde allí caminé hasta el hotel donde había decidido pasar la noche.
ALOJAMIENTO: HOTEL BELLA VISTA – 170B/Noche
*Puntos a favor: habitación muy espaciosa, ubicada en un edificio histórico, con techos altos, vigas de madera y un patio señorial; lavabo privado con ducha de agua caliente; buena limpieza; ubicación apartada del centro, con unas vistas geniales del valle; tranquilidad total por la noche; buen wifi; desayuno incluido en el precio.
*Puntos en contra: camas individuales; agua errática (por la noche se cortó)
Una vez instalado en mi habitación me quedé un buen rato descansando. Y a las 20.30h salí a explorar la zona. Era viernes y ese fin de semana tenía lugar en La Paz la Fiesta de Jesús del Gran Poder, una de las más importantes del año. Pero Coroico también estaba celebrando la Fiesta del Calvario, con calles llenas de gente, puestos de comida y un recinto deportivo donde un grupo tocaba música en directo.
Al cabo de un rato me senté a cenar en la terraza de uno de los puestos, y pedí pollo. En Bolivia comer pollo requiere conocer un vocabulario específico diferente al que se utiliza en España: Entrepierna (muslo); Pecho (pechuga); Pollo al Spiedo (asado); Chicharrón de Pollo (frito, estilo KFC); Pollo a la Broaster (rebozado)… Yo pedí este último, acompañado de arroz blanco, patatas fritas y banana. La señora del puesto era muy amable, y el plato me costó solo 12B. Mientras cenaba un pobre perro callejero no me quitó ojo (Coroico está lleno) y me dio mucha pena. Así que nada más acabar regresé al hotel.
UN PASEO POR COROICO
Al día siguiente me desperté tras una noche de sueño perfecta. Estaba agotado y dormí como un tronco. A las 8h bajé a desayunar al comedor del hotel y me encontré con un menú bastante pobre: 2 trozos de pan con mermelada; huevos revueltos; zumo de naranja; y un diminuto café con leche… Teniendo en cuenta el aspecto del hotel me esperaba algo más.
Situada a 1.700m de altura, Coroico es la población más turística de los Yungas, y cuenta con una buena oferta de hoteles y restaurantes. Está rodeada de una vegetación exuberante, con plantaciones de café, coca y frutas tropicales. Y permite realizar un montón de actividades: subir a la cima del Cerro Uchumachi; bañarte en pozas de agua naturales; rafting en los ríos Coroico y Huarinilla; parapente… Pero yo, tras enlazar sin descanso el trekking por la Cordillera Real, el Choro Trek y la Death Road, no tenía ganas de embarcarme tan pronto en nuevas aventuras. Así que preferí tomarme las cosas con calma.
Para empezar subí a la terraza del hotel, y estuve un buen rato contemplando la panorámica del valle. Había pájaros por todas partes, revoloteando entre las copas de los árboles. Entre ellos, grupos de loros de verde plumaje. Y surcando el cielo un imponente buitre, y pequeños halcones planeando a escasa distancia en busca de alguna presa. Después desalojé mi habitación, dejé la mochila grande en la recepción del hotel y salí a dar un paseo por Coroico.
1. Plaza García Lanza: es el centro neurálgico del pueblo. Tiene una fuente rodeada de palmeras y esculturas representando al Gallito de las Rocas, el símbolo de la región. Se trata de un ave con cresta y un espectacular plumaje de color naranja intenso. En un lateral está la Catedral de San Pedro y San Pablo, con una bonita portada.
Coroico seguía de fiesta y la plaza estaba atiborrada de gente, creando escenas muy fotogénicas: lugareñas vestidas con coloridas faldas de volantes (Polleras) y sombreros; puestos de artesanía y productos típicos… Además había un hombre con un micrófono organizando los concursos más surrealistas para las vecinas del pueblo: carreras de sacos; quién hacía unas trenzas más rápido… El premio a la ganadora: unos tuppers de plástico. Yo pasé bastante tiempo curioseando, y de paso me comí una Salteña rellena de carne y pollo; y un Alfajor de dulce de leche.
2. El Calvario: un sendero que sube por la ladera del Cerro Uchumachi hasta una ermita, representando el Vía Crucis de Jesús, con 14 paradas donde hay cruces. El ascenso fue duro, pero a cambio disfruté de unas vistas inmejorables, con valles cubiertos de plantas y flores exóticas, y las montañas de fondo.
En Coroico varias personas me habían avisado que tuviera cuidado en la ermita, porque era el epicentro de la Fiesta del Calvario. Allí subían los vecinos del pueblo a emborracharse, y por lo visto ya era el tercer día de celebraciones, con lo cual me podía encontrar a la gente en un estado lamentable (y peligroso). No les faltaba razón. Al llegar vi un escenario donde tocaba un grupo de música; y grupos de lugareños comprando sin parar cajas de cerveza. Algunos se tambaleaban y no pareció gustarles ver a un turista con su cámara de fotos. Así que no tardé mucho en marcharme.
COMIDA: RESTAURANTE JAMACHI
Tras varios días comiendo mal, decidí pegarme un homenaje y entré en este restaurante ubicado en las afueras de Coroico. Se trata de una enorme casa rodeada de jardines, con una piscina (que hubiera podido utilizar) y muy buenas vistas. Yo me senté en una mesa de madera del patio interior, cubierta por un porche, y pedí un Plato del Patrón, que era para dos personas (a compartir con Jose). Estaba compuesto de 4 tipos de carne: pollo, cerdo, lengua y charque (tiras de carne de vaca deshidratada); patatas cocidas de 3 variedades diferentes; arroz blanco; judías pintas; y diferentes salsas (algunas muy picantes). El plato estaba muy rico, pero Jose se encontraba mal del estómago y no comió mucho, así que sobró bastante comida. Para beber pedí una cerveza Huari. Precio: 70B por persona.
Cuando estábamos acabando se sentó a charlar con nosotros el dueño del restaurante. Era muy simpático y nos estuvo explicando anécdotas sobre la historia y costumbres de los bolivianos. Se notaba que tenía tiempo libre, ya que éramos los únicos clientes.
Después de comer continué hasta el centro de Coroico, y entré en el Carla’s Garden Pub. Otra casa rodeada de jardines con una agradable terraza exterior. La clientela estaba formada por turistas occidentales, entre ellos el francés de Burdeos que conocí durante el Choro Trek. Yo pedí un trozo de tarta de manzana y un batido de manga (una fruta que se cultiva en los Yungas, similar al mango). Todo delicioso. Precio: 27B. Me encantó el lugar. La única pega fue que había un montón de pequeñas moscas naranjas que no paraban de picarme en los brazos (los lugareños las llaman Chupis). Al final tuve que utilizar repelente.
CONCLUSION
Bajar la Death Road en mountain bike es una experiencia increíble, aunque no para todo el mundo. Ten en cuenta que se producen accidentes de forma regular (en mi grupo una chica acabó en el hospital y yo estuve a punto de caerme a toda velocidad), así que lo mejor será que te apuntes a una excursión organizada por una agencia local de La Paz. Yo acabé muy satisfecho con los servicios de Gravity Bolivia y repetiría con ellos, a pesar de su elevado precio. En cuanto a Coroico, ofrece actividades para pasar un par de días entretenido explorando la zona de los Yungas.
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