Alojado en una población tradicional, explorando viviendas derruidas y un bonito valle al margen del turismo de masas
Dana es una aldea que fue construida el el siglo XV, durante la época del Imperio Otomano. En los años 60 comenzó a perder habitantes, ya que la gente prefería vivir en Qadisiyyeh. Un lugar ubicado en la King’s Highway, mucho mejor comunicado, y con acceso a agua corriente y electricidad. El golpe de gracia a Dana fue la construcción en los años 80 de la enorme fábrica de cemento Rashdiyyeh, también cercana a la carretera principal, que ofrecía puestos de trabajo bien remunerados.
Con esta situación, el pueblo quedó semi abandonado. Hasta que en 1993 un grupo de 12 mujeres de Amman (conocidas como las “Amigas de Dana”) visitó el lugar. Y decidieron iniciar un proyecto de economía sostenible bajo el auspicio de la Royal Society for the Conservation of Nature (RSCN).
VIAJE KARAK – DANA
Para continuar mi ruta hacia el sur por la King’s Highway tenía ante mí un panorama complicado. Pero con paciencia fui cubriendo etapas, y al final conseguí llegar a Dana sin muchos problemas. Estos fueron mis pasos:
1. Primero caminé hasta una parada cercana a mi hotel de Karak, donde cogí un autobús que me llevó a la terminal, ubicada en las afueras del pueblo. Mientras esperaba, pude disfrutar de una fenomenal panorámica del Castillo de Karak, en lo alto de una colina.
2. Tras media hora de espera, cogí otro autobús que me llevó hasta Tafileh. Durante el trayecto atravesamos el impresionante Wadi Hasa, antigua frontera entre los territorios de Moab y Edom. En esta zona hay dos atracciones de cierto interés: fuentes de aguas termales (como Hammamat Burbita y Hammamat Afra); y el Jebel Tannur, una siniestra montaña volcánica de color negro en cuya cima los nabateos construyeron un complejo de templos llamado Khirbet Tannur, con sus restos todavía visibles. Antes de llegar a Tafileh pude contemplar una panorámica insuperable del pueblo, con sus casas recorriendo la falda de la montaña. De nuevo eché de menos viajar en vehículo privado, para tener la posibilidad de parar en cualquier momento y sacar fotos.
3. En Tafileh me tuve que buscar la vida, recorriendo calles atiborradas de gente, y preguntando dónde estaba la terminal de autobuses para continuar hacia el sur. Pero los nombres de los destinos son impronunciables, y cuando me dirigía a los lugareños, por más que lo intentaba, no me entendía nadie. Al final conseguí encontrar la terminal, y esperé a que llegara el bus que viajaba a Qadisiyyeh.
En la terminal había bastante gente esperando, pero no me imaginaba que todo el mundo estaba interesado en mi autobús. Así que cuando llegó me quedé de piedra al ver como el vehículo era invadido por una auténtica avalancha humana, que no respetó a mujeres o ancianos. Y mucho menos a un occidental con cara de empanado que intentaba avanzar con educación, sin empujar a nadie… Se me colaban por todas partes, y casi me toca viajar de pie. Pero por suerte un lugareño se apiadó de mi. Y me hizo hueco para que nos apretáramos 3 personas en un asiento de 2.
Menos mal que el trayecto duró poco, porque iba en una postura incomodísima. Además, los pasajeros no paraban de fumar, y acabé hasta las narices de respirar humo. La carretera, llena de subidas y bajadas, atravesando un paisaje más bien corriente. Por suerte estuve atento. Y cuando vi el desvío a mi destino final del día, antes de llegar a Qadisiyyeh, solicité la parada al estilo local (golpeando dos o tres veces una moneda contra el cristal de la ventana). Aquí estuve de nota, porque el conductor seguía su camino ignorando las instrucciones que le había dado al comprar el billete. Y me hubiera tocado retroceder un buen tramo.
4. Ya en tierra, ahora tenía que encarar una dura caminata hasta el pueblo de Dana. Por suerte la carretera discurría cuesta abajo. Pero el sol pegaba con fuerza; iba cargado con mis mochilas; y cuando el camino empezó a alargarse más de lo previsto, temí no estar siguiendo la dirección correcta. Hasta que al final, como si se tratara de una aparición milagrosa, pude ver en la distancia los tejados de las casas de Dana. Una vez más, lo había conseguido.
ALOJAMIENTO: DANA HOTEL – 12D/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble cómoda; limpieza extrema; tranquilidad absoluta; personal realmente amable, que me recibió con té de cortesía; precio (desayuno incluido).
Teniendo en cuenta que estaba en un pueblo en ruinas, fue una grata sorpresa descubrir que la habitación tenía luz eléctrica y enchufes. Todo un lujo en este lugar.
*Puntos en contra: lavabo compartido.
Este alojamiento, gestionado por una cooperativa local, no es ni mucho menos el único de Dana, pero sí uno de los más recomendados por las guías de viaje. Cerca de allí estaba el Dana Tower Hotel, propiedad de un oscuro personaje del que escuché infinidad de historias surrealistas. Como muestra, esa misma noche unos turistas rusos cambiaron de opinión y decidieron alojarse en mi hotel, desestimando su reserva en el Dana Tower. Y el dueño avisó a la policía local, que apareció y se los llevó para cumplir con lo acordado. Alucinante…
También se puede optar por la Dana Guest House, con unas vistas espectaculares. Pero el precio me pareció excesivo (50D la noche, con lavabo compartido).
Una vez instalado en mi habitación, me estiré en la cama a relajarme y leer un rato, evitando las horas de más calor. Un momento genial, después de mi odisea para llegar a Dana.
UN PASEO POR EL PUEBLO
Tras el descanso, salí al exterior y estuve un rato explorando la aldea. La verdad es que la aparición de las Amigas de Dana revitalizó por completo la comunidad. Al poco llegaron los servicios básicos (luz, agua, teléfono); se renovaron casas; se creó la Dana Nature Reserve, que protege la zona… También se fomentó la comercialización de todo tipo de productos orgánicos (mermeladas, aceite de oliva, hierbas medicinales, velas, jabones…), dando trabajo a la población local. Y se abrieron guesthouses para atraer turistas.
El paseo estuvo bien. Caminé entre casas derruidas, fotografiando cada detalle (incluido un gracioso burro). E incluso tuve que esquivar las piedras de un niño con malas pulgas que no me quería ver cerca de su vivienda. También tuve tiempo para acercarme a la Dana Guest House, propiedad de la RSCN. Desde cuya terraza disfruté de una buena panorámica del Wadi Dana. Aunque antes de la puesta de sol decidí sentarme en una roca, alejado de la gente, disfrutando de una atmósfera mucho más privada. Fue una gran forma de acabar el día, contemplando el valle envuelto en la bruma, con los sonidos de las aves, y el sol ocultándose en el horizonte.
Para cenar, mi hotel preparó un completísimo buffet compuesto de pasta, arroz, pollo y ensalada. Acompañado de pan y agua. Y servido en la parte superior del edificio, en una terraza cubierta. Yo estaba hambriento, así que le saqué partido, sirviéndome dos enormes platos que me dejaron como nuevo. Y por tan solo 5D extra. Tras la cena, me quedé tomando té, charlando con algunos de los huéspedes. Me sorprendió una australiana de mediana edad, completamente enamorada del lugar. Era la tercera vez que venía a Dana, y tenía previsto pasar nada menos que 5 semanas. Aunque se llevaba un rollito con los empleados del hotel que me hizo sospechar que quizás había otras cosas que la atraían a Dana además del paisaje y la tranquilidad… También había dos amigas francesas. Y un inglés solitario, enfrascado en su lectura.
Yo al cabo de un rato me fui a mi habitación. Y pasé una noche perfecta, rodeado de paz y tranquilidad. Justo lo que necesitaba.
TREKKING EN LA DANA NATURE RESERVE
Al día siguiente, comencé la jornada con un buen desayuno servido en la terraza cubierta de la guesthouse. Muy completo y abundante: pan con mermelada, hummus, té… Mientras, estuve charlando con una pareja de escoceses. Y la chica insistió en que me comiera la mitad de su plato de arroz blanco, cocinado por ella misma. No paró hasta que acepté. Tras llenar el estómago, me dispuse a visitar la Dana Nature Reserve.
Para acceder a esta Reserva es necesario comprar un permiso, que venden en el Punto de Información ubicado en la Dana Guest House (yo lo adquirí el día anterior). Hay varias rutas disponibles, pero la estrella es el Wadi Dana Trail, que recorre el valle durante 14km hasta llegar al Faynan Wilderness Lodge. Mi idea inicial era realizar la ruta completa, y pasar la noche en el lodge, un lugar genial ubicado en medio de la nada, iluminado con velas por la noche (había visto fotos muy prometedoras). Pero viajar sin reservas es una lotería. Y en el Punto de Información me dijeron que no había habitaciones disponibles para esa noche, pues el lodge estaba ocupado por un grupo de turistas. Así que, como alternativa, decidí seguir la ruta durante un tramo y dar media vuelta.
El día comenzó con un tiempo bastante desapacible: cielo gris, bruma espesa, finas gotas de lluvia, y un frío sorprendente. El trayecto de ida fue bastante sencillo, caminando cuesta abajo hasta el fondo del valle, y después por un sendero llano sin dificultades. El paisaje era muy bonito, con imponentes paredes de piedra rojiza al principio. Y más tarde curiosas formaciones rocosas erosionadas por el viento, con ondulaciones, pilares, cavidades… En cuanto a fauna, nada espectacular: rebaños de ovejas y cabras, asnos, algún pájaro revoloteando, mariposas, escarabajos, hormigas de gran tamaño, una lagartija…
Por el camino me encontré a las dos chicas francesas alojadas en mi hotel, con las que charlé unos minutos. El regreso al hotel no tuvo nada que ver con el camino de ida. Ahora el sol pegaba de lo lindo; la pendiente se hizo interminable, con un tramo final de fuertes rampas; y, para variar, iba sin agua. Suerte que soplaba una suave brisa, si no…. Llegué al hotel bajo mínimos. Pero como era tarde y tenía mucho que hacer, decidí desalojar mi habitación y ponerme en marcha. Sin ni siquiera detenerme un momento a beber algo. Ya me buscaría la vida durante la ruta.
CONCLUSIÓN
Dana no es un lugar totalmente imprescindible en un recorrido por Jordania, como lo puedan ser Petra o el Wadi Rum. Pero si tienes tiempo, te recomiendo conocer esta aldea llena de encanto. Así colaborarás con una buena iniciativa de turismo sostenible; y podrás saborear la Jordania más tradicional, alejado de los circuitos turísticos habituales. Dos días serán suficientes, pasando una noche en Dana, y la otra en el Faynan Wilderness Lodge tras realizar el Wadi Dana Trail. Eso sí, ¡reserva con tiempo la noche en el Lodge!
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales