Unas cuevas sagradas con templos budistas llenos de estatuas y magníficas pinturas murales de vivos colores
Dambulla es una moderna población de nulo interés turístico situada en un estratégico cruce de caminos. Rodeada de campos de cultivo, y con un importante mercado que abastece de frutas y verduras al resto de Sri Lanka. Pero en las afueras, a escasa distancia de la carretera principal, se encuentra la Roca de Dambulla. Una enorme montaña de granito donde hay unas cuevas que albergan una serie de templos budistas con siglos de antigüedad, de una calidad artística asombrosa.
VIAJE: KANDY – DAMBULLA
El trayecto comenzó en el centro de Kandy. Allí lo primero fue negociar con los conductores de tuk-tuk el precio para ir hasta la terminal de autobuses. Costó un poco, porque no quería pagar más de la cuenta. Pero al tercer intento un conductor aceptó a regañadientes llevarme por 150 R.
La terminal (llamada Goods Shed) era un auténtico caos. Y tras haber sido asediado constantemente por las calles, pensaba que allí los buscavidas iban a caer sobre mí como buitres. Así que aluciné cuando vi que nadie me hacía caso, a pesar de caminar entre los andenes totalmente perdido. Al final tuve que preguntar a un chaval, que con cara de apatía me condujo hasta el andén correcto. Y comprobé que tenía dos opciones:
1. Un minibús intercity, que por 400 R prometía aire acondicionado y un trayecto de dos horas, sin paradas.
2. El autobús normal, a 120 R, sin aire acondicionado y con paradas regulares.
Después de pensarlo unos minutos, decidí viajar en el bus normal, junto al resto de lugareños, y ver qué pasaba. Y la verdad es que no me arrepentí. Pude elegir un sitio en la fila delantera con espacio suficiente para mis mochilas. Nos pusimos en marcha en cuestión de minutos. Viajé junto a una ventanilla abierta, sin pasar calor. Y el vehículo avanzó a una velocidad endiablada. Es verdad que paró bastantes veces, pero después recuperaba el tiempo perdido. Así que en dos horas y cuarto llegamos a Dambulla. Una experiencia mucho más auténtica.
De camino, el paisaje fue bastante cambiante: núcleos urbanos horribles; campos de cultivo; zonas de bosque y palmeras; enormes montañas; y algún templo budista o hindú. Me gustó uno en especial, con una estatua de Buda en lo alto de la montaña.
Lástima que no pude hacer parar al bus en la puerta de mi alojamiento, pues la carretera estaba llena de carteles, y no vi las indicaciones. Bueno, eso y que el conductor no me entendió cuando le avisé de mis intenciones antes de arrancar. Con lo cual, al llegar a Dambulla me tocó coger un tuk-tuk y deshacer parte del camino por 200 R. Y aún así, costó encontrar el lugar (el conductor tuvo que llamar por teléfono).
ALOJAMIENTO: LAK VIEW FAMILY LODGE – 2.500 R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; buena limpieza; baño privado; ubicación, alejado de la carretera principal, con una tranquilidad total (por la noche), pero cerca de las cuevas; ventilador; wifi impecable; familia encargada muy amable y acogedora (un abuelete y su hijo); precio (con desayuno incluido).
*Puntos en contra: ducha con unos cambios de temperatura tremendos; ruido por la mañana si hay huéspedes que almuerzan muy temprano.
Una vez más, alojamiento reservado a través de Booking, para evitarme problemas. Y volví a acertar. Se trata de una casa familiar, con un primer piso donde se encuentran las habitaciones, con terraza y mesas. Y el ambiente es totalmente hogareño. Además, fue el primer hotel donde no me hicieron pagar todo por adelantado. Sin duda, el mejor alojamiento de mi viaje por Sri Lanka (relación calidad-precio).
EL PLATO TÍPICO DE SRI LANKA
Tras un rato de relax, un chaval me sirvió la cena en la terraza, en una mesa frente a mi habitación. Y pude probar el Rice & Curry, la comida más popular de la isla. Consta de un montón de platos:
1. Uno muy grande, de arroz blanco hervido.
2. Varios pequeños, con diferentes verduras al curry: remolacha, ensalada de pepino y cebolla, berenjena, puré de lentejas…
3. Otro pequeño, con la carne elegida, también al curry (yo pedí pollo, pero también puede ser ternera, pescado, o incluso gambas en determinados lugares).
4. Una cesta de pan para acompañar, llamado Papadum. Muy fino y crujiente, y con sabor a cortezas.
Para beber una botella grande de agua fría. Y de postre un trozo de papaya. La verdad es que me puse las botas. Y aún así, no pude acabármelo todo. Además, por primera vez comí una especialidad local sin echar fuego por la boca (lo dejé más que claro al encargarla). Precio: 700 R.
La atmósfera era genial, con el agradable frescor de la noche. Rodeado de oscuridad. Y de murciélagos que pasaban a escasos centímetros, quitándome de encima los insectos que atraía la luz. La única pega: que junto a mí había dos parejas a su aire, con pocas ganas de conocer gente. Y no hubo posibilidad de charlar un rato. Así que me fui pronto a mi habitación.
LAS CUEVAS DE DAMBULLA
Dambulla es un lugar muy popular. Y si quieres evitar durante un buen rato las hordas de turistas, te tocará madrugar. En mi caso, a las 7h en punto ya tenía el desayuno servido en la terraza. Al igual que la cena, fue espectacular: huevos fritos, macedonia de frutas, tostadas con mermelada y mantequilla, y café. Un zumito para acompañar y ya hubiera sido de diez.
A continuación, caminé hasta la Roca de Dambulla. Fueron alrededor de 1,5km, y para llegar tuve que preguntar un par de veces, porque no había ningún tipo de indicación (y eso que se trata de un lugar Patrimonio de la Humanidad). Pero al final encontré a un maestro de escuela, que me acompañó charlando hasta la caseta donde vendían los billetes de acceso. Precio: 1.500 R.
La Roca de Dambulla tiene 340m de altura, y las famosas cuevas se encuentran cerca de la cima. Para subir hasta la entrada hay cuatro rutas, pero la gente utiliza principalmente dos:
1. Ruta Antigua: parte desde la caseta y cruza un frondoso bosque, cuya sombra se agradece a según qué hora del día.
2. Ruta Moderna: arranca desde el enorme Golden Temple, un moderno templo budista situado junto a la carretera. Es la más utilizada por los turistas, pero no ofrece sombra.
Yo opté por la Ruta Antigua. El ascenso fue durillo, con un tramo final de escalones tallados en la roca. Pero una vez arriba, las magníficas vistas compensaron el esfuerzo: llanuras cubiertas de selva; un embalse; y el cielo lleno de nubes muy fotogénicas.
Una vez en el recinto de las cuevas, lo primero que llama la atención es el porche de estilo colonial, añadido en 1938, que protege el acceso a las mismas, con muros y columnas de color blanco. No pega para nada con lo que uno se va a encontrar en el interior.
VISITANDO LOS TEMPLOS
En el año 103 a.C., tan solo 5 meses después de subir al trono, el Rey Valagamba tuvo que hacer frente a una invasión Tamil procedente del sur de la India. Pero sus tropas fueron derrotadas, y se vio obligado a abandonar Anuradhapura, refugiándose durante 14 años en Dambulla, donde ya habitaba una comunidad religiosa. Tras su exilio, Valagamba organizó un ejército y consiguió expulsar a los Tamiles. Y como agradecimiento a los monjes, ordenó construir tres templos en las cuevas de la Roca de Dambulla. Posteriormente, los templos fueron renovados y ampliados durante el reinado de diferentes monarcas, hasta adquirir su apariencia actual.
La verdad es que los templos fueron todo un espectáculo. Me encantaron. En cada cueva había un montón de estatuas (en total más de 150), principalmente de Buda, algunas esculpidas en la roca. Y tanto las paredes como los techos estaban cubiertos de pinturas murales, por lo general en muy buen estado de conservación. La primera hora la compartí con poca gente. Pero después aparecieron los grupos organizados (principalmente de turistas chinos), y el lugar perdió bastante ambiente. Aún así, siempre encontraba algún rincón solitario, y con paciencia saqué todas las fotos que quise (y no fueron pocas).
Esto dieron de sí los 5 templos:
1. Devaraja Cave Temple: es el más antiguo, y data de la época del Rey Valagamba. Tiene una escultura de Buda reclinado (a punto de entrar en el Parinirvana); y paredes con pinturas bastante oscuras y difuminadas. Como es el primer templo que se visita, es habitual dedicarle más tiempo de la cuenta. Pero lo ideal sería echarle un vistazo más o menos rápido, y pasar al siguiente.
2. Maharaja Cave Temple: sin duda, el mejor templo del conjunto. Por su calidad artística, y por sus enormes dimensiones. También fue encargado por el Rey Valagamba. Hay infinidad de estatuas (incluida una pequeña dagoba). Y maravillosas pinturas murales de vivos colores cubriendo cada rincón, iluminadas de forma muy inteligente (focos ocultos en recipientes de aspecto antiguo). Representan todo tipo de escenas históricas, o de la mitología budista, con princesas, demonios, un enorme elefante… La mayoría datan de la época del Reino de Kandy (siglos XV-XVIII). A esta cueva sí que merece la pena dedicarle tiempo, porque es el plato fuerte de la visita.
3. Maga Alut Cave Temple: segundo templo más grande, creado en el siglo XVIII. Tiene más estatuas de Buda (uno reclinado); y el techo cubierto de filas con cientos de pequeños Budas.
4. Paccima Cave Temple: muy pequeñito, tercer templo encargado por el Rey Valagamba. Con estatuas doradas; y una grabación que emitía un molesto sonido para atraer a los saltamontes (por lo visto, ayudan a eliminar a las orugas que dañan las estatuas de madera). Curioso sistema…
5. Devana Alut Cave Temple: es el más moderno, construido durante el siglo XIX. Cuenta con una nueva escultura de Buda reclinado; y pinturas murales en buen estado, con alguna escena interesante.
Se trata de templos operativos, que reciben la visita de un montón de fieles. Y en su interior habrá que seguir las mismas reglas de comportamiento que en cualquier otro: descalzo, sin gorra, etc… Eso sí, muchas normas, pero después estaba permitido sacar fotos con flash en el interior de las cuevas, sin tener en cuenta la fragilidad de las pinturas murales. Incomprensible…
Tras visitar la última cueva, me quedé un rato en el exterior, leyendo la información de mis guías de viaje, y sacando fotos de gente. Y cuando me disponía a hacer una segunda visita rápida, me encontré con las puertas de las cuevas cerradas, pues iba a tener lugar en ellas alguna ceremonia. Así que como ya había examinado cada detalle, decidí abandonar el recinto.
UN PASEO POR LOS ALREDEDORES
Tras la visita, bajé de nuevo por la Ruta Antigua. Y cerca de allí me senté en un chiringuito, donde cayeron dos zumos de lima que sentaron genial. Eso sí, me soplaron 250 R por cada zumo, cuando en Kandy valían 100 R. En los árboles cercanos, saltaba un numeroso grupo de monos Toque Macaque, con un montón de crías.
A continuación, caminé unos metros hasta las ruinas del Templo de Somawathi. El lugar estaba desierto, y me entretuve unos minutos curioseando por el recinto (no se paga entrada). Había una dagoba de ladrillo de tamaño mediano y color rojo oscuro. Y los cimientos de un par de construcciones. Nada especialmente memorable, sobre todo tras visitar las impresionantes cuevas. Tranquilidad absoluta, y bastantes pájaros revoloteando (vi un par muy coloridos, pero no se quedaban quietos ni un segundo).
La historia de las ruinas es mucho más sugerente que su realidad actual. El templo fue construido hace más de dos mil años, por orden del Rey Valagamba, en honor a su segunda mujer Soma Devi (de ahí el nombre del templo). Por lo visto, durante la invasión de Anuradhapura, Soma Devi se dejó capturar por los Tamiles para facilitar la huida del rey y sus hijos. Pero tras permanecer 14 años exiliada en la India, Valagamba consiguió repatriarla y la convirtió de nuevo en su reina.
De regreso a la carretera principal, me acerqué un momento hasta la orilla de un embalse en busca de fauna. Pero solo vi dos vacas bebiendo a cierta distancia. Y es que a esas horas el sol caía a plomo. Así que decidí regresar a mi alojamiento.
UN BOSQUE SIN VIDA
Tras un rato de descanso, decidí pasar el resto de la tarde en el Sam Popham Arboretum. Situado a unos 4km de distancia, y recomendado por mi guía de viaje Bradt. Para llegar, el simpático abuelete del hotel me consiguió un tuk-tuk. Y en cuestión de minutos, por 300 R, ya estaba en la puerta. Aunque antes de entrar me acerqué a una tienda y me compré unas galletas de chocolate y un zumo de mango fresquito, para calmar mi estómago. Precio: 100 R.
Este Arboretum fue creado en 1963 por Sam Popham, un oficial retirado de la Marina inglesa. Compró 3 hectáreas de tierras agrícolas abandonadas, y las devolvió a su estado selvático original, para su conservación y estudio. En 1989 la reserva fue expandida hasta las 14 hectáreas actuales, y está gestionada por la Tree Society of Sri Lanka.
Desde la entrada, caminé por un tramo de bosque hasta el Centro de Visitantes. Y pronto comprobé por qué al abuelete del hotel no le sonaba el lugar; y no aparece en la guía Lonely Planet. Aquello estaba desierto. Tan solo un par de operarios arreglando cosas. Y cuando uno de ellos llamó por teléfono al encargado, no le localizaban. Así que acabé realizando en solitario uno de los 4 senderos que hay en el Arboretum, de 1.2km de distancia.
Al principio me las prometía muy felices, pues en la entrada había visto carteles llenos de fotos con todo tipo de animales. Pero tras un rato caminando sin ver nada, me empecé a desilusionar. Porque las condiciones para ver fauna eran pésimas. Durante el primer tramo sonaba una música atronadora. Y después, ruido constante de maquinaria pesada trabajando. No me extrañaba que el bosque estuviera desierto. Por suerte, hacia el final del recorrido, pude ver un Green Forest Lizard: un lagarto de color verde, con el lomo lleno de espinas, que salió corriendo y se quedó quieto en el tronco de un árbol (saqué buenas fotos). Además, un Martín Pescador revoloteando; y un Sri Lankan Junglefowl (una especie de gallo salvaje) desapareciendo a la carrera entre la maleza. Pero me pareció un bagaje muy pobre para hora y media de recorrido, a paso muy lento, explorando cada rincón.
El bosque no estuvo mal, aunque se notaba que era secundario. Y en los senderos había montones de indicaciones que hacían imposible perderse. La anécdota se produjo cuando tardé más de lo habitual en regresar al Centro de Visitantes (estuve apurando mis opciones de ver fauna). Y el encargado y un operario ya habían organizado una batida, y me estaban buscando por todas partes, con caras de preocupación. Buenísimo… Sus caras de alivio al verme fueron impagables…
En el Centro de Visitantes, el chaval encargado me explicó de forma breve la historia del Arboretum; me enseñó unos curiosos murciélagos que colgaban del techo de un cobertizo; pagué la entrada (1.000 R, mismo precio con o sin guía); y me despedí. Por lo visto, la excursión estrella de este lugar son las caminatas nocturnas para intentar ver Loris o Pangolines. Pero durante el día considero que este Arboretum deja mucho que desear. ¡Si hasta vi más fauna camino del Centro de Visitantes! A la ida Ardillas Gigantes trepando por los árboles. Y a la vuelta, un grupo de Langures Grises saltando de rama en rama, incluidas varias hembras con crías.
En fin, tras la visita volví a la tienda de comestibles, y compré una botella de agua grande (80 R). El dueño, que no paraba de ofrecerme cosas (entre ellas que abandonara mi alojamiento y me fuera al suyo), me consiguió un tuk-tuk. Y regresé a mi alojamiento por 250 R (más barato), donde me esperaba otro delicioso Rice & Curry.
CONCLUSIÓN
Las Cuevas de Dambulla son otra visita indispensable. Aunque yo me esperaba que iban a dar más de sí. Reservé un día entero para el recorrido (recordando mi estancia en las cuevas de Ellora o Ajanta, en el sur de la India), y en algo menos de 4 horas ya estaba listo, a pesar de examinar con calma cada detalle y sacar docenas de fotos. Por tanto, medio día será más que suficiente, pudiendo dedicar la tarde a visitar otro lugar, como las cercanas rocas de Sigiriya o Pidurangala (¡cualquier cosa menos el Arboretum!).
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales