Un lujoso monasterio rodeado de espesos bosques, un pueblo con viviendas de madera y un espectacular cañón con iglesias excavadas en la roca
En los alrededores de Chisinau hay varias atracciones turísticas que se pueden visitar en excursiones de un día. Mucha gente decide realizar un tour en alguna de las famosas bodegas de vino de Moldavia y probar sus productos. Yo en cambio preferí conocer dos lugares históricos que me interesaban más. Primero el Monasterio de Curchi, fundado a finales del siglo XVIII y considerado uno de los más lujosos del país. Y después Orhei Vechi, una montaña de roca caliza rodeada por un pronunciado meandro del río Raut donde se han encontrado restos arqueológicos que se remontan al Paleolítico.
Tanto Curchi como Orhei Vechi están a menos de 60km de Chisinau, pero alcanzarlos en transporte público es laborioso. Además yo recorrí Moldavia en pleno invierno, con días muy cortos y menos posibilidades de hacer autoestop (pasaban muy pocos vehículos). Así que me fue imposible comprimir ambos lugares en una jornada y acabé alojado una noche en la moderna población de Orhei.
VIAJE: CHISINAU – CURCHI
Tras desalojar el dormitorio del Hostel City Center de Chisinau, dejé mi mochila grande en una taquilla de la habitación de los empleados del hostel y puse rumbo al Monasterio de Curchi. Para llegar necesité 3 etapas:
1. Taxi hasta la Terminal de Autobuses Norte: está a 3km del centro y solicité un taxi a través de la app de Yandex. De esta forma me ahorré el esfuerzo de hacer entender al taxista dónde quería ir (no hablan inglés) y sabía con antelación el precio. El vehículo apareció al momento y en 10 minutos me dejó junto a la entrada de la Terminal. Precio: 38L.
2. Marshrutka a Orhei: el día anterior había consultado los horarios en Internet con lo cual no hubo sorpresas. Compré el billete en la taquilla (29L); localicé el andén, donde ya esperaba la furgoneta; ocupé un asiento de la fila individual; y al cabo de un rato nos pusimos en marcha. Orhei se encuentra a 48km de Chisinau y el trayecto duró una hora. La verdad es que se me hizo muy corto, mientras buscaba información en el móvil y contemplaba el paisaje.
3. Marshrutka hasta Curchi: en esta última etapa tuve mucha suerte. Nada más llegar a la Terminal de Orhei vi aparcada la furgoneta que necesitaba; pagué el billete al conductor (9L); y arrancamos al momento. De camino fui controlando mi ubicación en el mapa y me bajé justo en el desvío a la población de Curchi. Allí continué por un sendero cubierto de nieve, pasando junto a viviendas tradicionales y una fábrica que parecía abandonada. Y me planté en la puerta del Monasterio.
EL MONASTERIO DE CURCHI
Los orígenes de este conjunto de edificios religiosos no están nada claros. Cuenta la leyenda que los hermanos Iordache y Mihail Curchi eran los cabecillas de un grupo de ladrones, y un día mataron por error a sus propios padres. Para obtener el perdón de Dios decidieron construir en 1775 una pequeña iglesia de madera y poco a poco fue creciendo a su alrededor el monasterio, donde los hermanos vivieron como monjes hasta el fin de sus días. Esto fue lo más destacado de mi visita:
1. Puerta de Entrada: está adornada con mosaicos y coronada por un campanario.
2. Catedral de la Natividad: es la iglesia principal del Monasterio. Fue construida en el año 1872 y sustituyó al templo de madera original. Su estilo es barroco, inspirado en la Iglesia de San Andrés de Kiev, y tiene la cúpula más alta de Moldavia (57m). Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial el edificio sufrió importantes daños, y en tiempos de la Unión Soviética continuó deteriorándose, ya que el Monasterio se utilizó como hospital psiquiátrico. No fue hasta el año 2006 que se comenzaron a recaudar fondos para su restauración, y hoy la catedral luce en todo su esplendor.
El exterior es espectacular, de color rojo y blanco, con cuatro torres rodeando la cúpula central y algún interesante mosaico. Eso sí, mientras hacía fotos tenía que vigilar, porque de vez en cuando caían pesadas placas de hielo de los tejados. La Catedral se utiliza en verano y durante mi visita estaba cerrada, con lo cual me quedé sin acceder al interior.
3. Iglesia de San Nicolás: las obras quedaron a medias en el año 1939 y no se pudieron finalizar hasta el 2005. El exterior es muy sobrio, pero aquí sí pude entrar y disfruté de montones de coloridos frescos que cubren muros, techos y columnas, representando escenas de la Biblia (incluido un Juicio Final de esos que tanto me gustan). En teoría está prohibido hacer fotos, pero la monja que vigilaba se encontraba ocupada leyendo en una sala anexa y no había nadie más en la nave, así que aproveché.
También me gustó una fuente decorada con mosaicos; un Crucifijo en el lugar donde se ubicaba la iglesia de madera original; y las ruinas de un antiguo refectorio, que estaban rodeadas por una valla metálica. En el Monasterio reinaba una calma absoluta. Durante las 2 horas que dediqué a deambular por el recinto solo me crucé con un monje y dos parejas de lugareños. Cuando me marchaba entré en la tienda y compré un café con leche (5L) para entrar en calor.
Los edificios del Monasterio de Curchi no son el único atractivo del lugar. Justo al lado hay un bonito lago con pérgolas para sentarse a descansar y vistas excelentes de la Catedral. Y unos metros más allá se extienden los bosques de Codru, que forman parte del Orhei National Park. En el lago arranca una ruta de 7,5km bien señalizada que atraviesa el parque y finaliza en la población de Donici. Me hubiera encantado explorar la zona, pero el frío era importante y fuera de los caminos principales había demasiada nieve. Así que decidí poner punto y final a la visita y regresé a la carretera principal.
VIAJE: CURCHI – ORHEI
En la parada de autobús esperé a que pasara una marshrutka en dirección a Orhei. Al principio solo y después acompañado por un lugareño que mataba el tiempo haciendo bolas de nieve con la mano desnuda. Yo estaba encogido de frío, con toda mi ropa de abrigo encima, y aproveché para comer una placinte de patata que había comprado el día anterior. Pero 45 minutos más tarde empecé a pensar que a lo mejor tenía que buscar un plan b y hacer autoestop. Al final no fue necesario porque el conductor de una furgoneta de transporte escolar vacía se ofreció a llevarnos a Orhei.
El lugareño se bajó antes y le dio al conductor 10L (lo que hubiera costado la marshrutka), así que yo hice lo mismo al llegar a la Terminal de Autobuses. Más tarde me explicaron que en Moldavia el autoestop se paga, aunque los precios del transporte son tan ridículos que es un importe simbólico. Una vez en Orhei ya eran las 15h pasadas y apenas quedaban un par de horas de luz, con lo cual caminé hacia el lugar donde había decidido pasar la noche.
ALOJAMIENTO: HOTEL CODRU – 290L/Noche
*Puntos fuertes: habitación espaciosa; lavabo privado con ducha de agua caliente; buena limpieza; ubicación genial, en pleno centro de Orhei y a unos minutos de la Terminal de Autobuses; tranquilidad total por la noche; wifi a buena velocidad.
*Puntos débiles: cama individual; mobiliario destartalado; radiador minúsculo (hacía mucho frío).
El día anterior intenté realizar alguna reserva en la zona pero el panorama era desolador: en Booking no aparecía ningún alojamiento; y tras investigar un rato en Google Maps tampoco encontré nada. A última hora descubrí un hotel en maps.me ubicado en Orhei, y sin saber si todavía existía decidí acercarme. Por suerte estaba abierto y tenía habitaciones disponibles. El Hotel Codru se trata de un antiguo edificio soviético cuya vieja fachada es un aviso de lo que te espera en el interior. Pero teniendo en cuenta la situación no me podía quejar.
Una vez instalado en mi habitación salí a dar un paseo. Orhei es una población moderna de escaso interés turístico, aunque en el centro hay varios sitios que me mantuvieron entretenido un rato:
1. Centro Cultural: su fachada está decorada con relieves de estilo soviético donde aparece gente trabajando y de fiesta.
2. Memorial en homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial: consiste en la estatua dorada de un soldado arrodillado frente a una estrella.
3. Memorial dedicado a los habitantes de Orhei que fueron enviados como Liquidadores a limpiar de material radiactivo los alrededores de la Central Nuclear de Chernobyl. Es muy sencillo, con una cruz sobre el símbolo de un átomo.
4. Ayuntamiento: frente al edificio hay una estatua de Vasile Lupu, un destacado príncipe moldavo.
A continuación se hizo de noche y decidí buscar un lugar para cenar. Por suerte no hay escasez de restaurantes en Orhei, con al menos una docena en un pequeño tramo de la avenida principal.
CENA: DOLCE VITA
El flamante exterior de este restaurante promete mucho, y una vez dentro me encontré con un comedor bastante espartano. Mi idea inicial era pedir una sopa, pero la camarera me dijo que no servían por la noche (algo habitual en Moldavia y Rumanía). Así que opté por una Pizza Rancho muy rica (con pollo, queso y olivas) y una cerveza Chisinau. Precio: 98L. No había apenas gente y disfruté de un ambiente agradable.
Después de cenar realicé una pequeña compra de comida en un supermercado y volví a mi hotel con ganas de descansar.
VIAJE: ORHEI – BUTUCENI
Al día siguiente mi alarma sonó a buena hora y me levanté sin perder tiempo. A continuación desayuné galletas y un yogurt; preparé la mochila; y desalojé la habitación. Me hizo gracia que la señora encargada de la recepción no me dejó marchar hasta que un empleado comprobó que no había causado ningún destrozo. ¡Como si hubiera algo de valor allí! Estas cosas siempre suceden en los peores alojamientos…
Desde el hotel caminé hasta la Terminal de Autobuses, y todo funcionó a la perfección gracias a que había consultado los horarios en Internet. En este caso era imprescindible porque solo había dos salidas diarias a Butuceni. Allí compré el billete en la taquilla (16L); encontré el andén correcto, donde ya esperaba la marshrutka; ocupé un asiento de la fila individual; y a la hora prevista arrancó.
Entre Orhei y Butuceni únicamente hay 25km de distancia y el trayecto no tuvo mucha historia, rodeado de lugareños. El día había amanecido con una espesa niebla que tapaba las montañas, justo en la zona a la que me dirigía, pero poco a poco fue desapareciendo. La marshrutka cruzó un puente sobre el río Raut, me bajé en la entrada del pueblo y comencé la excursión.
Butuceni es una aldea preciosa, con montones de casas tradicionales realmente fotogénicas. Tienen elaboradas verjas de metal; fachadas pintadas de vivos colores adornadas con dibujos y relieves; y porches con columnas. Algunas estaban abandonadas y me dio pena ver sus tejados hundidos y jardines descuidados. De vez en cuando me crucé con señoras cargadas con cubos de agua que llenaban en pozos comunitarios; grupos de niños jugando; y alguna carreta de caballos. Durante mi paseo también vi varios negocios turísticos (casas rurales, un par de pequeños museos…), pero no tenían pinta de estar abiertos.
DESCUBRIENDO ORHEI VECHI
Las casas de Butuceni ocupan la base de una montaña habitada desde tiempos inmemoriales. Y es que su ubicación no podía ser mejor, protegida por un meandro del río Raut. Aquí se establecieron los Dacios, que construyeron un recinto fortificado. Y durante la Edad Media varias comunidades de monjes excavaron monasterios en las paredes de roca, huyendo de los ataques de los Tártaros de Crimea. Si recorres la zona por libre, antes del puente que cruza el río hay un Centro de Visitantes con un museo y mapas muy completos. Yo me orienté utilizando maps.me y desde la avenida principal de Butuceni alcancé la parte superior de la montaña.
Estas son las principales atracciones de Orhei Vechi:
1. Monasterio Rupestre: data del siglo XVI y no tiene pérdida gracias a un campanario añadido en el año 1890. Yo pensaba que estaría cerrado pero me llevé una agradable sorpresa cuando empujé la puerta de entrada y se abrió. A continuación bajé unos escalones por un pasillo oscuro y aparecí en una iglesia realmente atmosférica. Cuenta con una iconostasis de madera tallada y las paredes están llenas de imágenes de santos apenas visibles entre las sombras. Un anciano de larga barba vigilaba el lugar y me condujo a las antiguas celdas de los monjes. La entrada es gratuita aunque yo dejé 10L en la caja de donativos.
En Orhei Vechi hay otros monasterios rupestres abandonados, pero con tanto hielo y nieve el acceso estaba complicado, así que lo dejé correr.
2. Mirador: a escasos metros del campanario hay una cruz de piedra que ofrece una panorámica impresionante de la zona, con el río Raut, extensos campos de cultivo y las montañas nevadas. En temporada alta es el lugar más buscado para los selfies, en cambio yo lo tuve para mí solo. Aunque no me extraña porque soplaba un viento helado terrible. Yo estuve unos minutos haciendo fotos (con cuidado para no resbalar con el hielo); le di varias galletas a un perro cojo que al principio me ladraba; y continué con mi ruta.
3. Monasterio Moderno: fue construido en el año 1904. El interior de su iglesia está cubierto de pinturas murales y merece la pena asomarse.
Desde el monasterio seguí caminando por la parte superior de la montaña, disfrutando de un paisaje espectacular. Eso sí, a pesar de que los mapas hablan de diferentes restos arqueológicos Dacios (murallas, una ciudadela, un santuario…), no encontré nada reseñable. Lo mismo ocurre en los alrededores, donde en teoría se puede ver lo que queda de una iglesia medieval, una mezquita, un caravanserai… Esta parte solo la recomiendo a los auténticos apasionados por la arqueología.
COMIDA: ECO-RESORT BUTUCENI
De regreso en Butuceni todavía tenía un par de horas libres y decidí buscar un lugar para comer. El Eco-Resort es el principal restaurante del pueblo y por las calles hay varios carteles que conducen hasta él. Está ubicado en una casa rústica muy bonita, con columnas de madera tallada de color azul. De nuevo pensé que estaría cerrado o que no tendría servicio de cocina, porque ese día yo era el único turista. En cambio pude ocupar una mesa del solitario comedor y me atendió una señora vestida con ropa tradicional.
Tras examinar el menú pedí Borsch de verduras y patata; Coltunasi de queso; y medio litro de vino tinto de la casa (Negru de Butuceni). La comida me gustó y el vino era peleón pero se dejaba beber. Para rematar cayó un plato de pastas caseras y un capuchino. Un auténtico homenaje que me costó 180L (alrededor de 9€). Así da gusto…
REGRESO A CHISINAU
En un principio mi idea era hacer autoestop hasta la carretera principal y allí coger una marshrutka que se dirigiera a Chisinau desde Orhei. Pero mientras paseaba por el pueblo vi aparcada una furgoneta con un cartel donde ponía “Butuceni–Chisinau”. Y al preguntar a unos vecinos me dijeron que salía a las 16h. La verdad es que dudé unos minutos, pero al final decidí viajar desde Butuceni y por eso me pude tomar las cosas con calma en el Eco-Resort.
Aun así hubo momentos de tensión, porque a falta de unos minutos para las 16h allí no había nadie, ni pasajeros ni el conductor. Si se cancelaba la salida solo tenía una hora hasta la puesta de sol y se me iba a complicar el regreso a Chisinau. Menos mal que en el último momento apareció el conductor, me indicó que subiera a la furgoneta, pagué el billete (33L) e iniciamos el trayecto.
Este viaje no le salió muy rentable a la compañía porque casi todo el tiempo fui el único pasajero, excepto un par de chicas que utilizaron la marshrutka para dos recorridos cortos. Yo me quedaba dormido continuamente, todavía bajo los efectos del vino peleón. Al entrar en Chisinau fui controlando mi ubicación en el mapa y me bajé antes de llegar a la Terminal de Autobuses Norte, a 20 minutos del Hostel City Center.
CONCLUSION
Considero que Curchi y Orhei Vechi son las dos excursiones más interesantes que se pueden realizar desde Chisinau. Aunque no te guste el arte religioso, ambos lugares tienen ubicaciones espectaculares, rodeados de naturaleza y aldeas tradicionales. En verano y con transporte propio es posible combinarlos en un día, de lo contrario te tocará pasar la noche en Orhei o regresar a la capital.
Si eres un apasionado de los vinos y quieres visitar alguna bodega, las más famosas son Cricova y Milestii Mici. Esta última cuenta con un auténtico laberinto de galerías subterráneas con una longitud total de 200km, además de la colección de vino más grande del mundo (llamada Golden Collection) con alrededor de 1,5 millones de botellas. A mí no me acaban de convencer los tours a bodegas, así que no puedo opinar.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales