Pueblos fronterizos en el lejano norte del país, y una noche infernal rodeado de karaokes a pleno rendimiento
Cuando uno llega a la apacible Chiang Saen, cuesta imaginarse que en el pasado fuera una de las ciudades más importantes del Imperio Lanna. Actualmente cuenta con un puñado de ruinas y templos de relativa importancia. Aunque a esto hay que añadirle una ubicación espectacular, a orillas del majestuoso río Mekong.
De camino a Chiang Saen, merece la pena detenerse un rato en la población de Mae Sai, el asentamiento más al norte de Tailandia. Con un templo que ofrece unas vistas geniales del río Ruak y la frontera con Myanmar.
VIAJE MAE SALONG – MAE SAI
La jornada comenzó de la misma forma que la anterior: con un desayuno bien temprano en el Mercado Matinal de Mae Salong. Cayeron 3 donuts chinos y un vaso de leche de soja caliente, y acabé a punto de reventar. Cómo llenan esos donuts… De regreso en el hotel, preparé mis mochilas, desalojé la habitación, pagué la cuenta en recepción, y me despedí de sus amables empleados.
Para llegar a mi primer destino de interés del día, tuve que utilizar 3 sawngthaew:
1. El primero lo cogí en Mae Salong. El encargado de la recepción me aconsejó esperar junto a la carretera principal, pero yo decidí caminar hasta la cercana estación de autobuses, y asegurarme el sitio. Esto dio pie a momentos de tensión, pues al ver que mi vehículo se desviaba de la carretera principal, pensé que me había equivocado, y comencé a preguntar nervioso al conductor y pasajeros. Pero nada, al poco regresó a la carretera, y continuamos hasta Ban Basang.
2. La pick up me dejó en un cruce de carreteras en las afueras del pueblo, donde cogí el siguiente sawngthaew hasta Ban Huay Khrai, otra población hacia el norte. Poco que destacar del trayecto, siguiendo una carretera que atravesaba un paisaje más que normalito.
3. Por último, tocó subirme a la tercera pick up, que me llevó hasta Mae Sai. El vehículo estaba nuevecito, y el trayecto estuvo amenizado por unas graciosas chicas que jugaban con sus móviles. En total, para cubrir los 3 tramos tardé dos horas y media, más o menos lo que había previsto. Eso sí, excesivo teniendo en cuenta que en total eran poco más de 50km de distancia.
BREVE VISITA A MAE SAI
Mae Sai tiene el honor de ser la población ubicada más al norte de Tailandia (me hice la foto junto al cartel de rigor), casi pegada a la frontera con Myanmar. Y como todos los lugares fronterizos, no está exenta de problemas. Por ejemplo, hace unos años se produjo un enfrentamiento armado entre tropas birmanas y tailandesas. Y los bombardeos obligaron a evacuar por completo la población. Pero ahora parece que las cosas están más calmadas.
La verdad es que Mae Sai es un puesto comercial bastante moderno. Y si uno no está en tránsito hacia Myanmar, no hay mucho que hacer. Una opción era cruzar la frontera y visitar el pueblo de Tachileik, tan solo por el hecho de decir que había estado en Myanmar. Porque aparte de comprar artesanía local y degustar algún plato birmano, los lugares de interés de ese lugar brillan por su ausencia. Así que como el objetivo de mis viajes no es buscar nuevos sellos para llenar mi pasaporte, me ahorré la visita.
Nada más llegar a Mae Sai, me dirigí a la Mae Sai Guest House, un alojamiento recomendado por mi guía de viajes, donde aproveché para almorzar. Me senté en una terraza exterior junto al río Mae Nam Sai, y disfruté de un delicioso pancake con mermelada y trozos de plátano; un chocolate caliente; y un zumo de naranja. Qué bien sentó… Además, pude aprovechar para sacar buenas fotos del río Ruak.
Aunque el motivo de mi presencia en esta guest house era doble. Tras pagar, le dije al encargado que quería regresar a comer más tarde, después de visitar el pueblo. Y le pedí que me guardara la mochila grande hasta que regresara. Así aligeraba peso, y no iba llamando la atención. Pero la respuesta del encargado confirmó mis sospechas: la guest house iba a estar cerrada durante el día, ya que no había huéspedes ni se les esperaba. Y es que durante mi almuerzo me di cuenta de la atmósfera triste y desangelada del lugar. A pesar de ofrecer unos bungalows realmente apetecibles, ubicados junto al río.
El caso es que, como no vi otras opciones, me tocó caminar con todo mi equipaje a cuestas. Primero recorrí la calle principal, polvorienta y flanqueada por puestos que vendían artesanía, objetos lacados birmanos, jade, piedras de colores… Por suerte, mi paso firme desalentó cualquier intento por parte de los vendedores. También había un mercado cubierto, donde tan solo vendían baratijas, objetos de plástico, aparatos electrónicos… Y por todas partes, lujosos 4×4 como no había visto en ningún otro lugar de Tailandia. Las fronteras es lo que tienen…
A continuación decidí visitar el Wat Phra That Doi Wao. Pero como para llegar hasta él había que subir un montón de escaleras, opté por contratar los servicios de una moto-taxi, que me dejó junto a la entrada del templo, en lo alto de la colina. El templo era muy moderno y de escaso interés. Pero las vistas de los alrededores eran espectaculares: el río Ruak; la población de Tachileik al otro lado; y verdes montañas hasta el horizonte, salpicadas de estupas doradas. No me hubiera disgustado tener más tiempo y adentrarme en Myanmar… Pero bueno, me conformé con quedarme allí un rato, admirando el paisaje y sacando fotos.
VIAJE MAE SAI – CHIANG SAEN
Más tarde, bajé las escaleras a pie, recorrí la calle principal de Mae Sai, y continué con el festival de transporte público, para llegar al destino final del día:
1. Primero, un sawngthaew hasta la terminal de autobuses del pueblo, ubicada a 3km del centro.
2. En la terminal, cogí un bus a Mae Chan (todos los nombres se parecen, y al final me hacía un lío). La parte positiva del trayecto, el paisaje, formado por campos de cultivo de color amarillo, salpicados de lugareños dedicados a sus tareas. La negativa, un pasajero entrado en carnes que se sentó junto a mí y ocupaba más espacio de la cuenta, provocando que viajara realmente incómodo. En fin…
3. A continuación, otro bus hasta Chiang Saen. A estas alturas ya estaba hasta las narices de desplazamientos en transporte público, y cualquier pequeño inconveniente provocaba mi indignación. Como el calor reinante, que me obligó a quedarme en manga corta. O el estúpido revisor, que con malas formas me pidió más dinero para cubrir el importe del trayecto. O el hecho de estar realizando una ruta mucho más larga para llegar a Chiang Saen, en lugar de bordear la frontera (por lo visto era la forma más sencilla).
4. Una vez en Chiang Saen cogí un tuk tuk, para recorrer los 2km de distancia hasta el hotel elegido. De nuevo sabia decisión, porque el calor era asfixiante. La anécdota se produjo cuando el tuk tuk se averió a medio camino, y tuve que cambiar de vehículo. Vamos, que para cuando llegué al alojamiento estaba muerto, tras 4 transportes (bueno, 5 si cuento los dos tuk tuks…). Y suerte que no tuve que esperar mucho para ninguno de ellos, si no…
ALOJAMIENTO: GIN’S GUEST HOUSE – 400 Baths/Noche
*Puntos a favor: habitación enorme, como si fuera un estudio, con una entrada con sofás para sentarse a leer; cama doble muy cómoda; lavabo privado equipado con bañera, e incluso un mini jardín; bonita decoración, con mobiliario de madera oscura, cuadros, flores…; guest house rodeada de jardines muy atmosféricos, con árboles extendiendo sus gigantescas raíces por todas partes; me recibió una niña encantadora, que se encargó de enseñarme los diferentes tipos de habitación con una decisión que hacía gracia.
*Puntos en contra: ducha con agua errática (o no salía, o estaba helada); ubicación en las afueras del pueblo, junto a la carretera principal.
Aunque lo peor estaba por llegar. Tras un día ajetreado, elegí un hotel alejado del centro para evitar ruidos y molestias. Incluyo me quedé con la habitación más cara, en busca de la máxima comodidad. Pero cuando estaba escribiendo por la noche, de repente se empieza a escuchar el sonido estridente de un local de karaoke ubicado a corta distancia. Y al poco otro. Y otro… ¡Resulta que me encontraba en medio de la zona de fiesta del pueblo! Que lógicamente estaba en las afueras para no molestar… Sin palabras.
Además, una cosa es escuchar música (que más o menos lo hubiera podido aceptar). Y otra los berridos de un montón de lugareños pasados de copas. No había ni uno que cantara bien. Lo cual es sorprendente, ya que por lo visto a esta gente les encantan los karaokes, y destinan un montón de horas a esta afición. El ruido era realmente insoportable, y no pararon hasta las 2h de la madrugada. Pero es que después, gente arriba y abajo, gritos, risas… Un horror…
En fin, sin saber todavía lo que me esperaba esa noche, una vez instalado en mi flamante habitación, saqué fuerzas de flaqueza, y salí al exterior dispuesto a explorar el pueblo.
UN PASEO POR CHIANG SAEN
Esta población, aunque hoy día no lo parezca, es una de las más antiguas de Tailandia. Fue fundada en 1325 por Saen Phu, un monarca del Reino de Lanna. Y de esta época son algunas ruinas de interés que hay esparcidas por la ciudad. Aunque existen otras incluso más antiguas, procedentes del legendario Reino Yonok, del cual no existen registros fiables. Una pena que tras un largo periodo de dominio birmano, y ser reconquistada por Rama I en 1804, éste decidió reducir la ciudad a escombros, para evitar una nueva invasión. Así que la mayor parte de la población actual procede de su reconstrucción en 1880, y es bastante moderna.
Como me picaba la curiosidad, lo primero que hice fue visitar los restos arqueológicos más importantes, para hacerme una idea del esplendoroso pasado de esta población. Y la verdad es que no estuvo mal. Para empezar, me acerqué hasta el Wat Pha Khao Pan, del cual destaca su magnífica stupa lanna, en cuya base había bellísimas esculturas de Buda en diferentes poses. Y más tarde visité el Wat Chedi Luang, con una gigantesca stupa lanna octogonal de 18 metros de altura, con pinta de ser realmente antigua. Pero como mi paso por Chiang Mai me dejó saturado de templos, decidí dejarme de ruinas y cambiar de registro.
Otro punto positivo de esta ciudad es su ubicación, junto al mítico Río Mekong. Así que acabé la jornada paseando a lo largo de su orilla, y disfrutando de las bonitas vistas hasta la puesta de sol. El río era realmente enorme, y lo surcaban barcazas exóticas, algunas de ellas con caracteres chinos escritos, procedentes de lugares remotos. Cómo me hubiera gustado subir a una de ellas y zarpar hacia lo desconocido…
En la orilla opuesta del río, territorio oficial de Laos, al cual se accede mediante un servicio de ferry que conecta Chiang Saen con el pueblecito de Ton Pheung. Aunque este acceso es exclusivo para tailandeses y laosianos. En la distancia, divisaba espesos bosques, camiones extrayendo arena… Mientras, las luces del atardecer creaban una atmósfera mágica. En fin, al día siguiente tendría oportunidad de explorar a fondo un tramo de este río.
CENA AL ESTILO LOCAL
Ya de noche, decidí cenar tal y como hacen los lugareños. En un punto del paseo marítimo que discurre junto a la orilla del río se monta cada tarde un mercado nocturno, formado por numerosos puestos de comida, donde la gente local compra su especialidad favorita y se sienta a cenar en unas esterillas puestas en el suelo. Yo era consciente de que aún era bastante pronto, pero mi guest house estaba a 1,5km de distancia, y no quería regresar para tener que volver más tarde. Así que elegí un puesto y me senté.
La cena estuvo genial: carne de cerdo asada, acompañada de arroz y una Coke. Pero al ser tan temprano no había casi nadie y estaba casi solo (eché de menos una atmósfera más animada). Además, no tenía mucha hambre; y encima elegí un sitio con no muy buenas vistas. Vamos, que decidí regresar al día siguiente, y hacer las cosas mejor.
Después, en lugar de parar un tuk tuk, decidí caminar hasta el hotel siguiendo la carretera. Poco inteligente, pues a veces tenía que atravesar tramos de oscuridad total, y estaba pidiendo a gritos que alguien me atracara. Sí, fue espectacular caminar bajo un cielo lleno de estrellas, rodeado del sonido de los grillos… Pero a veces me expongo a riesgos innecesarios de la forma más tonta.
Una vez en mi habitación, me preparé para una noche de descanso. No me imaginaba lo que estaba a punto de suceder…
CONCLUSIÓN
Tanto Mae Sai como Chiang Saen se trata de poblaciones que por sí solas no justificarían un viaje hasta el norte de Tailandia. Pero si andas por la zona, merece la pena dedicarles un rato a cada una, y visitar sus lugares de interés. Un día para las dos será suficiente. Aunque si decides pasar la noche en Chiang Saen… ¡cuidado con los karaokes!
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