Visita a la antigua capital del Reino Lanna, descubriendo templos budistas y mercados nocturnos, y probando un masaje tailandés
Chiang Mai es la capital de la provincia del mismo nombre, y la segunda ciudad más importante de Tailandia. Algo fácil de olvidar mientras se camina por las tranquilas calles de su casco antiguo. Ubicada 700km al norte de Bangkok, a orillas del río Ping, pronto se convirtió en un importante núcleo comercial gracias a su posición estratégica. Además de un destacado centro budista, como acreditan los innumerables templos que salpican el centro.
Esta ciudad representa una buena alternativa al caos de Bangkok para descubrir algunas de las principales atracciones turísticas que cualquier viajero busca en Tailandia. El turismo sexual es evidente por las calles, con bastantes parejas de occidentales mayores y jovencitas locales, y grupos de amigos en busca de alcohol y fiesta. Pero sin llegar a agobiar.
VIAJE BANGKOK – CHIANG MAI
Durante el vuelo a Bangkok estuve dudando entre dos opciones para dirigirme al norte de Tailandia: autobús, parando de camino en algún lugar de interés, como Ayutthaya o Sukhotai. O intentar plantarme directamente en avión. Como no me acababa de decidir, lo dejé en manos del destino. Tras aterrizar, me dirigí a las oficinas de Thai Airways, y pregunté por el siguiente vuelo previsto hacia Chiang Mai. Todo fueron buenas noticias: despegaba en poco más de una hora; había plazas disponibles; y no tenía que ir hasta el Aeropuerto Don Muang (utilizado para vuelos internos), en la otra punta de la ciudad, gracias a que Thai es la aerolínea nacional. Con cualquier otra compañía hubiera tenido que coger un taxi, perder tiempo, etc… Así que no lo dudé, y compré el billete (3.040 Baths, apenas 60€).
Este vuelo interno fue diametralmente opuesto al de Air Berlin. Aquí los asientos eran comodísimos, con espacio de sobras para ubicar mis piernas. Y eso que se trataba de un vuelo nacional… Además, a pesar de tratarse de un trayecto de tan solo hora y media, ofrecieron un pequeño aperitivo (una especie de empanadilla y un flan de gelatina). Las azafatas eran de una amabilidad exquisita. Y aterrizamos sin problema. La única nota discordante fue un niño local sentado a no mucha distancia, que de repente se puso a vomitar…
Ya en el aeropuerto, pagué por los servicios de un taxi oficial de precio fijo (no había otra alternativa), en un mostrador ubicado en la terminal de llegadas. La verdad es que el vehículo estaba genial: un flamante 4×4 con asientos comodísimos y aire acondicionado, que me llevó al hotel elegido. Se agradeció, porque de camino al taxi ya pude comprobar que el calor era importante. Como el centro de Chiang Mai se encuentra a tan solo 3km del aeropuerto, el trayecto fue breve. Desde la ventana, paisaje tropical, y cielo azul.
Al estar indeciso, no había reservado ningún hotel. Así que el taxi me dejó en la puerta de uno que elegí sobre la marcha de mi guía de viajes. Y no tuve problema en conseguir habitación.
ALOJAMIENTO: SAFE HOUSE COURT – 350 Baths/Noche
*Puntos a favor: habitación enorme; cama doble comodísima; limpieza extrema; baño privado con ducha perfecta; ventilador; ubicación en pleno centro de la ciudad, pero al mismo tiempo en una calle tranquila y sin ruidos; personal de la recepción amable y eficiente; precio (¡solo 7€ la noche!).
*Puntos en contra: ninguno.
Una vez instalado, como estaba cansado por los vuelos y el sol apretaba, decidí dormir un par de horas. La verdad es que se estaba genial, y en el exterior reinaba una paz total. Tras la siesta, me puse en marcha, y salí a dar un paseo por la ciudad.
LOS ORÍGENES DE CHIANG MAI
En el pasado Chiang Mai formaba parte del Reino Lanna, creado en el siglo XIII, el cual se extendía por el extremo norte de la actual Tailandia. Chiang Mai (que significa “ciudad nueva”) fue fundada por el rey Mengrai en 1296, para sustituir a Chiang Rai como capital del reino, y se convirtió en un importante centro cultural y religioso. Mientras, más al sur, se desarrollaba el Reino de Sukhotai, y posteriormente el Reino de Ayutthaya, con el que se producirían diversos enfrentamientos.
Chiang Mai ocupaba una posición estratégica, como punto de entrada y salida de las mercancías transportadas por las caravanas musulmanas entre el puerto de Mawlamyaing (Birmania) y la provincia de Yunnan (China). Estas caravanas de ponis y mulas llevaban hacia el norte oro, tabaco o marfil, y hacia el sur seda, opio o almizcle. Pero a finales del siglo XV, debilitado por las luchas dinásticas, el Reino de Lanna fue ocupado por los birmanos. Que mantuvieron el control de la zona durante más de 200 años, e incluso consiguieron derrotar al Reino de Ayutthaya. Hasta que en 1775 los tai recuperaron el control del norte, y crearon el Reino de Chiang Mai, con bastante autonomía, pero supeditado al poder del nuevo Reino de Siam (preludio de la moderna Tailandia).
Como quedaban pocas horas de luz, decidí dar un paseo por el centro de la ciudad, a ritmo pausado, sin preocuparme de visitar lugares de interés o sacar fotos. Se trataba de obtener una primera impresión. Y la verdad es que fue bastante positiva. Chiang Mai es una ciudad muy tranquila, donde no me sentí presionado por los lugareños, y con multitud de comercios con encanto (tiendas, restaurantes, cafeterías…). La única pega es que me encontré con demasiados turistas occidentales. Pero bueno, en general me gustó bastante.
CENA: RATANA’S KITCHEN
A continuación, como me moría de hambre, fui a este restaurante recomendado por mi guía, y me senté a disfrutar de una buena comida/cena. Prawn Crackers de primero, y Pork Fried Rice, acompañado de una Coke, y rematado por un Batido de Plátano (ya cayó el primero…). Todo delicioso, en una atmósfera tranquila. Y por menos de 2€. Resulta difícil acostumbrarse a estos precios tan baratos…
De regreso a mi hotel, ya de noche, pasé por el cercano Mercado Dominical, formado por una serie de bonitos puestos donde vendían artesanía local fabricada por las tribus del norte. Había cosas muy interesantes: brazaletes, telas, colgantes, marionetas de madera… Me hubiera comprado algo, pero justo acababa de empezar el viaje, y no era cuestión de cargarme tan pronto de peso extra. Ya habría tiempo de comprar cosas…
En cambio, a lo que no me pude resistir fue a comprar otro Batido de Plátano. Esta vez en un puesto callejero, contraviniendo todas las recomendaciones para evitar problemas de estómago (leche, hielo hecho con agua de dudoso origen…). Pero es que están buenísimos. Este era enorme, y me costó tan solo 0,5€. En los alrededores había otros puestos que vendían todo tipo de alimentos: sushi, pequeños huevos de ave, sopas, pinchos, calamares, empanadillas, macedonias de frutas, pasteles artesanales… Me lo pasé muy bien curioseando entre puestos, analizando cada detalle exótico…
Y con estas buenas sensaciones, regresé a mi hotel, dispuesto a una noche de sueño reparador.
VISITANDO TEMPLOS BUDISTAS
Al día siguiente, a pesar de dormir como un tronco, me desperté agotado. Tanto, que ignoré repetidamente mi alarma, y me acabé poniendo en marcha a las 10h. Una vez en la calle, decidí comenzar la jornada con algo en el estómago. Así que entré en una cafetería moderna (tipo Starbucks) y me tomé un Capuchino.
A continuación, ya estaba preparado para comenzar a explorar Chiang Mai. El casco antiguo (donde se ubica mi hotel) es un cuadrado perfecto rodeado de fragmentos de fosos y muros, construidos para defender la ciudad de amenazas exteriores. Y en su interior se encuentran los mejores Wats (templos budistas, religión oficial del país). Se dice que en toda Chiang Mai hay unos 300, casi los mismos que en Bangkok, así que tenía que seleccionar, para no acabar saturado.
La mayoría fueron construidos entre los siglos XIII y XVI, de estilo lanna. Aunque muchos de ellos fueron reformados durante la ocupación birmana. Normalmente se trata de construcciones compuestas por un Bot (sala de ordenaciones de los monjes, que normalmente alberga la imagen principal de Buda); un Wihan (sala de actos, más grande y menos decorada); y un Chedi (o Stupa, estructuras cónicas que a menudo contienen reliquias de Buda).
Estos fueron los templos que visité:
1. Wat Phan Tao, donde destaca su enorme wihan de teca oscura, con un tejado de 3 niveles, rematado con chofas de estilo lanna (una especie de cuernos afilados de madera, con forma de llamas). Y su exterior, muy atmosférico, lleno de farolillos de vivos colores, esculturas, un riachuelo artificial, aprendices de monje estudiando en un aula… Me encantó.
2. Wat Chedi Luang: me gustó mucho su gran chedi de estilo lanna que data de 1441, actualmente en estado semi ruinoso. Aunque la parte que aguanta en pie estaba muy restaurada, con esculturas de elefantes y otros seres mitológicos fabricadas con cemento. Y pórticos rodeados de paredes de ladrillo demasiado nuevo. También destacar sus edificios, con elaboradísimas fachadas de madera tallada. Y una enorme sala de actos con fachada de color dorado.
3. Wat Phra Singh: uno de los platos fuertes del día. El recinto budista más visitado de Chiang Mai, ya que contiene la imagen más sagrada de Buda: el Phra Singh, o Buda León. Fue construido en 1400 y es un perfecto ejemplo de wat de estilo lanna. Imprescindible entrar en su wihan, con una fachada de color dorado, donde se ubica la enorme escultura de Buda (ante la cual rezaban numerosos feligreses). Las paredes estaban cubiertas de pinturas murales de gran colorido, representando escenas cotidianas del siglo XIX. Me encanta este tipo de arte detallista. El exterior también era muy fotogénico, con diferentes templos, chedis de color blanco…
Tras el tercer wat, necesitaba un respiro, pues a esas horas el sol ya pegaba de lo lindo. Así que al pasar por una heladería pedí un granizado de sandía. Una vez más me jugué el tipo, porque consistía en un vaso lleno de hielo al que añadían un montón de líquidos misteriosos, con la parte superior cubierta de gominolas. Pero estaba delicioso. Y me dio energías para continuar la ruta.
4. Wat Prasat, uno de los wats más antiguos sin reconstruir. Me gustó su aspecto auténtico, con madera vieja, y dos espectaculares esculturas de nagas (serpientes protectoras que actúan como guardianes contra los malos espíritus) flanqueando la escalinata de acceso a la puerta de entrada.
5. Wat Mueng Ngen Kong, rodeado completamente de esculturas de Buda, pintadas con vivos colores; y en su interior un Parinirvana (enorme escultura de Buda tumbado de costado, esperando su muerte).
6. Wat Phra Chao Mengrai: aluciné con los tejados de sus edificios, rematados con espectaculares chofas con forma de dragón, y esculturas de guardianes armados con porras. Realmente fotogénico…
Una cosa que me alivió fue que, a diferencia de la India, no había perros callejeros por la ciudad. Se concentran en los templos budistas, porque saben que allí los monjes les cuidan. Incluso reciben donaciones para alimentarles. También pude ver a alguno suelto por las calles, pero ni mucho menos como en otros países de Asia.
UN MASAJE TAILANDÉS
Tras visitar tanto templo, acabé realmente saturado. Así que nada mejor que probar algo típico del país: un Masaje. Como ocurre con muchas otras cosas en Tailandia, la picaresca está servida, y tras el cartel de “centro de masajes” proliferan los prostíbulos, o simplemente masajes con final feliz. A mí no es que me desagradara la idea, pero no había recorrido miles de kilómetros para eso. Se trataba de vivir la experiencia real. Así que fui a un centro especialmente recomendado por mi guía de viajes: el Bor Nguen.
Lo cierto es que llegué al local totalmente perdido. Y el inglés rudimentario de la chica que me atendió no es que ayudara mucho. Pero poco a poco me fui aclarando. Como tenía ganas de una buena sesión, elegí un pack con sauna + masaje de cuerpo y pies. Precio: 11€. Una vez más, irrisorio según los estándares occidentales. Para empezar, dejé mi ropa en una taquilla, me cubrí el cuerpo con una tela finísima, y entré en la sauna. No había un tiempo máximo estipulado, así que cuando me cansé de calor, avisé a la chica y me fui a duchar, para eliminar el abundante sudor. A toro pasado, la verdad es que me podía haber ahorrado esta parte, pues me costó 200 THB, y no tuvo nada de exótico.
El masaje ya fue otra cosa. Tras tomarme un té cortesía de la casa, la chica me llevó a una sala enorme, llena de esterillas en el suelo (aunque no había nadie más) y me hizo tumbarme. Y comenzó su trabajo, que duró nada menos que dos horas y media. Las tres peculiaridades más relevantes del masaje tailandés son: que no se utilizan aceites; que la masajista usa otras partes de su cuerpo además de las manos para presionar (pies, piernas…); y que el contacto con ella es permanente (insisto: ambos vestidos con telas finísimas). Reconozco que se trata de una variante de masaje realmente peligrosa…
Al principio, se escuchaba sonido de obras de un edificio cercano, lo cual no ayudaba mucho a crear una atmósfera de relax. Pero más tarde desapareció, y desconecté por completo. Cuando acabó, aproveché para preguntar a la chica si me había encontrado alguna anomalía (contracturas, etc…). Y la tía va y me suelta: “No, you have a good body”. Aunque desconozco en qué sentido iba esa afirmación… En fin, que le di 30 Baths de propina, y me despedí.
CENA: HUEN PHEN
Tras una sesión de masaje eterna, tenía un hambre voraz. Así que acudí a este restaurante, un elegante local con paredes llenas de objetos antiguos (chofas de madera, esculturas de Buda…). El menú estaba lleno de especialidades del norte del país, y pedí Fried Rice con Northern Sausage, y Chicken Curry. Acompañado de 2 Cokes. Y rematado por un postre delicioso: plátano con leche de coco. No arriesgué mucho con platos desconocidos, pero lo que comí estaba riquísimo: abundante, no muy picante… Y el ambiente realmente tranquilo. Salí del restaurante muy satisfecho.
De regreso a mi hotel, a pesar de que mi intención inicial era pasar solo un día en Chiang Mai, decidí quedarme más tiempo. Se estaba genial en esta ciudad, y aun me quedaban varios templos interesantes por ver (aun a riesgo de acabar hasta las narices).
SEGUNDO DÍA DE TEMPLOS
Al día siguiente, la jornada comenzó de forma similar a la anterior. Mi alarma sonando, yo resistiéndome… Y al final me acabé levantando a las 9h. Ya en la calle, opté por desayunar en un local regentado por una anciana diminuta realmente graciosa. Un lugar mucho más auténtico que la imitación de Starbucks. Parecía que estaba en la casa de alguien, rodeado de estanterías con libros, una nevera… Y sentado en una mesa minúscula, decorada con un cristal bajo el cual había enormes insectos disecados (algunos realmente espectaculares). Me tomé un café con leche y un zumo de naranja natural, y pagué casi lo mismo que por el capuchino del día anterior.
A continuación, tocaba visitar más templos (wats). Esta vez ubicados fuera del casco antiguo, por lo que implicaba desplazamientos más largos:
1. Wat Suan Dok: llegué tras una larga caminata hacia el oeste de la ciudad. A destacar su enorme wihan (aunque reconstruido en 1932). El bot, con un Buda de bronce un grupo de colegiales locales sentados en el suelo escuchando las explicaciones de un monje budista; puertas de madera tallada; y paredes con pinturas murales representando escenas de las vidas pasadas de Buda. Y en los jardines exteriores, un grupo de chedis de estilo lanna (casi todos blancos, excepto uno enorme dorado), con cenizas de miembros de antiguas familias reales, y las montañas de fondo.
En este wat viven muchos monjes y novicios budistas, y les pude sacar alguna foto, caminando o sentados en un banco. Me tiré un buen rato explorando los jardines en busca de otros chedis. Pero al final me dí cuenta que estaba interpretando mal mi guía, y ya no había nada más que ver. Así que continué hacia el siguiente punto de interés.
2. Wat Chiang Man: el más antiguo de Chiang Mai, donde se dice que vivió el rey Mengrai mientras se construía la nueva capital del Imperio Lanna. Me gustó su wihan, con los rasgos característicos del norte; su chedi, con elefantes de piedra en su base. Y la atmósfera tranquila del recinto.
3. Wat U Mong: ubicado a unos 3km hacia el oeste. Para llegar a él, paré un sanwngthaew, que me llevó hasta la entrada del wat. Me gustó mucho su ubicación en medio del bosque, con esculturas escondidas entre la maleza (como la de Buda en ayuno, esquelético, con prominentes costillas y venas). También destacar los túneles subterráneos que atravesaban una colina, con pequeñas capillas. Un bonito lago artificial lleno de enormes peces que saltaban para hacerse con el pan que les tiraban los visitantes, y rodeado de cabañas donde viven los monjes budistas. Y un enorme chedi, que los lugareños rodeaban caminando en señal de reverencia. Gran ambiente, realzado por unos altavoces que emitían las plegarias de un monje.
CAMINO DEL ÚLTIMO WAT DEL DÍA
A continuación, tocaba visitar el plato fuerte de la jornada. Pero como es habitual en mí, en lugar de coger un sanwngthaew en la puerta del wat, decidí ponerme a caminar hacia la parada, para así coger uno directo a mi siguiente destino. Y acabé perdido, siguiendo la carretera bajo un sol abrasador. Tuve que parar en un 7 Eleven y beberme un Sprite enorme. Pero aun así, estaba muerto, de sed y de cansancio. No podía con mi alma. Y la opción de preguntar a los lugareños no era muy viable. En el centro de Chiang Mai todo el mundo chapurrea inglés, pero en las afueras… Nadie me entendía, y acabé abandonado a mi suerte.
Al final, tuve que coger un sanwngthaew para que me llevara a la parada, que es lo que podía haber hecho inicialmente, ahorrándome los problemas. Pero una vez en la parada, no acabaría el show… Como todavía no había 10 pasajeros para completar la pick up, me tocó esperar. Y tras 20 minutos, decidí cruzar la carretera y entrar en una bonita cafetería, donde me compré un smoothie (un híbrido entre helado y granizado), de plátano y kiwi. Estaba delicioso. Pero cuando regresé a la parada… ¡el vehículo se había marchado sin mí! No era mi día… Mi plan b fue ponerme a caminar carretera adelante. Y por suerte pude parar otro sanwngthaew, que me llevó hasta el punto de acceso al wat, junto a 3 simpáticas chicas de Polonia, con las que estuve charlando un rato.
Para llegar al wat, el vehículo tuvo que encarar una estrecha y empinada carretera, ya que el templo se encuentra cerca de la cima del Doi Suthep, un pico (doi, en thai) de 1.676 metros de altura, que forma parte del Parque Nacional Doi Suthep-Doi Pui, y recibe su nombre del ermitaño Sudeva, que vivió en sus laderas durante años.
EN EL IMPONENTE DOI SUTHEP
En el punto de acceso al Wat Phra That Doi Suthep, rodeado de tiendas de recuerdos y restaurantes, había dos opciones: coger un funicular; o subir a pie 309 escalones. Como no podía ser de otra forma, opté por el esfuerzo físico. Pero mereció la pena. Las escaleras eran espectaculares, flanqueadas por dos larguísimas nagas. Y una vez arriba, las vistas de Chiang Mai eran fenomenales.
Este wat es uno de los más venerados del norte de Tailandia, y la verdad es que se notó, pues estaba atiborrado de turistas (aunque la mayoría lugareños). Nada que ver con mis anteriores visitas a wats. Pero es que, aspectos religiosos al margen, tenía mucho que ofrecer. A destacar el claustro, con bellísimas pinturas murales, representando escenas de la vida de Buda, y un enorme chedi central de estilo lanna, coronado por un paraguas de oro de cinco pisos. También, el wihan con elaborada fachada dorada, tejados a tres alturas, y chofas con forma de dragón. En su interior, un montón de estatuas de Buda, y monjes que bendecían con agua a los devotos arrodillados en el suelo. Vi a algún turista occidental que también se apuntaba a recibir la bendición, pero me pareció algo artificial, y preferí no seguir sus pasos.
También interesantes las campanas para llamar a la oración; una estatua de un elefante blanco, que según la leyenda al morir indicó el lugar donde el rey lanna debía construir el wat; otras edificaciones de espectaculares tejados; etc… Una pena que no me quedara tiempo, y no pudiera explorar algún sendero del parque nacional.
Para regresar a Chiang Mai, bajé las escaleras; esperé en la parada de sanwngthaew hasta que fuimos 10 pasajeros; y recorrimos sin incidentes los 13km hasta el centro de la ciudad. Mucho más sencillo que la ida… Aunque poco antes de llegar, encontramos un tráfico importante, que me hizo perder bastante tiempo.
PASEO POR UN MERCADILLO NOCTURNO
Sin apenas descanso, decidí caminar hasta el Bazar Nocturno, ubicado al este de la ciudad antigua. Es quizás la principal atracción turística de Chiang Mai, a parte de sus wats. Se trata de una calle atiborrada de puestos y tiendas con todo tipo de productos a la venta. Quizás una herencia moderna de lo que era la ciudad en la antigüedad, punto de parada de las caravanas procedentes de Yunnan. A mí no me apasiona comprar cosas cuando estoy de viaje, pero he de reconocer que paseando por el bazar vi objetos más que tentadores. Había imitaciones muy logradas de marcas conocidas (vestidos Custo, ropa interior Calvin Klein…); artesanía local… Pero después de un buen rato curioseando, tan solo me compré una simpática camiseta del Dr. Slump (los baby boomers sabrán de lo que hablo).
Durante la visita no paré de beber: un zumo de naranja comprado en un 7 Eleven; un Batido de Plátano en el cercano Mercado Nocturno de Anusan… Pero ahora tocaba cenar algo, pues no había ingerido sólidos en todo el día.
Opté por el cercano Galare Food Centre. Un edificio moderno ubicado en la misma calle del Bazar Nocturno. En el interior, había un recinto con mesas y sillas, rodeado de numerosos puestos que vendían comida de infinidad de países. Podías comprar platos de la india, tai, japonesa… Me recordó mucho a los puestos del mercado de Camden Town, en Londres. Además, el sistema era muy práctico: compré cupones en una caja central por el importe deseado. Y después los cambié por comida en los diferentes puestos. Yo acabé cenando Pork Fried Rice, y Sushi (7 porciones, realmente deliciosas), acompañado de una Pepsi. Todo por un par de euros. Perfecto. Y para rematar, un Batido de Melón. No me extraña que haya occidentales que se queden a vivir meses en Tailandia. Todo es tan barato. Y eso que se trata de una ciudad…
Ya con el estómago lleno, caminé hasta un cercano estadio de Muay Thai (boxeo tailandés), para ver si había previsto algún combate para esta noche. Pero los alrededores del recinto me parecieron excesivamente siniestros, con abundancia de personajes oscuros. Y tampoco me imaginé solo en el estadio. Así que decidí dejar esa experiencia para otro momento y regresé a mi hotel, poniendo punto y final a mi visita a Chiang Mai.
CONCLUSIÓN
Chiang Mai es visita obligada y punto de partida recomendado en cualquier recorrido por el norte de Tailandia. Se trata de una ciudad muy agradable, con un casco antiguo donde se puede ir caminando a todas partes, lleno de lugares de interés. Hasta yo, que soy enemigo de las ciudades, acabé quedándome más tiempo de lo previsto. Te recomiendo una visita de al menos un par de días, alojándote en algún hotel del casco antiguo, para disfrutar de un ambiente más tranquilo.
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