Recorrido de 2 días en un coche de juguete, descubriendo poblaciones pesqueras, colonias de pingüinos, y acantilados salvajes
Cape Town está ubicada en el lugar donde comienza la Cape Peninsula. Así que tras visitar la ciudad, lo más lógico será viajar hacia el sur, para descubrir los increíbles paisajes que ofrecen Cape Point y Cape of Good Hope.
En esta zona el tiempo es bastante impredecible, aunque por regla general habrá que intentar evitar los meses de invierno (de junio a agosto), donde son habituales los días fríos y húmedos. Primavera (de septiembre a noviembre) es una lotería, pero coincide con la mejor época para ver ballenas, así que recomiendo jugársela. Yo visité el lugar en octubre, y disfruté de un tiempo perfecto.
UN COCHE DE DIFÍCIL CONDUCCIÓN
Para visitar la Península del Cabo con total libertad, decidí alquilar un coche durante un par de días en Cape Town. Así podría detenerme a sacar fotos donde quisiera, sin depender del transporte público. Con esta idea, una tarde me acerqué a una agencia de Around About Cars (una compañía sudafricana de alquiler de vehículos) ubicada a escasos metros de Long Street. Y reservé un coche de la gama más económica posible (Clase A). Total, para dos días…
Pero cuando a la mañana siguiente fui a recoger el vehículo, me quedé de piedra. Era un Chevrolet minúsculo, casi de juguete. ¡Parecía el coche de Steve Urkel! (algunos millennials quizás no pillen la broma…). Un accidente con eso era muerte segura. Pero las sorpresas no acababan aquí. Una vez dentro, me encontré con algo que ya debería haber previsto: la distribución era a la inglesa, con volante a la derecha, y cambio de marchas a la izquierda. Porque en Sudáfrica se conduce por el lado izquierdo de la carretera. Lo que me faltaba… ¡Primera vez en mi vida! Y encima los pedales de acelerador y freno estaban muy juntos, provocando peligrosas confusiones.
Lo único positivo fue el precio: 254R al día. Baratísimo. Eso sí, antes de partir me tocó pasar un buen rato realizando trámites: cumplimentar el contrato, fotocopias de pasaporte + carnet de conducir, cargo en la tarjeta de crédito (alquiler + depósito), revisar el estado del coche, instrucciones de uso, llenar el depósito de gasolina…
Una vez en la carretera, los primeros momentos fueron de infarto. Iba con el corazón en un puño, y en un par de ocasiones estuve a punto de chocar con el coche de delante, al no poder utilizar con soltura los pedales. Pero poco a poco me fui adaptando, y la cosa mejoró. Y avancé hacia el sur de la Península del Cabo, siguiendo la carretera que bordea la Costa Oeste.
PASEO POR HOUT BAY
Por suerte el trayecto inicial solo fue de 20km, y aparqué el coche en el puerto de Hout Bay, una apacible población pesquera ubicada en una bonita bahía. Hout significa «madera» en holandés, porque cuando los primeros colonizadores se establecieron en Cape Town, obtenían la madera necesaria para sus construcciones del valle cercano. Estas son las atracciones principales del lugar:
1. El Puerto, lleno de embarcaciones pesqueras de vivos colores, y rodeado de montañas. Además, durante mi visita apareció un simpático león marino, al que pude observar durante un buen rato, nadando o completamente fuera del agua, en espera de algo que comer. Por lo visto, no es raro ver ejemplares merodeando la zona.
2. El Mariner’s Wharf: una antigua construcción de madera junto al muelle, donde se ubican un restaurante y varias tiendas que venden todo tipo de productos relacionados con el mar: desde ostras y cangrejos vivos, hasta perlas, timones, fotos de barcos…
3. Duiker Island: una isla habitada por una colonia de leones marinos y diversas aves, que se puede visitar en una excursión organizada desde el puerto. Como ya había visto islas similares no me apunté, pero tenía pinta de ser una opción interesante.
Tras el paseo, en el que disfruté de una mañana soleada, con un cielo azul perfecto, regresé al coche y continué la ruta.
OTROS LUGARES DE LA COSTA ATLÁNTICA
A continuación, tomé la Chapman’s Peak Drive, una carretera de peaje que discurre por la pared de un acantilado durante 9km, y conecta Hout Bay y Noordhoek. Durante el trayecto había numerosos miradores donde detener el coche y contemplar las vistas. Y realmente merecía la pena. Desde uno pude ver una genial panorámica de Hout Bay, con la montaña conocida como The Sentinel en un extremo. Y desde otro descubrí un nutrido grupo de delfines nadando en el océano, aunque bastante lejos. Precio del peaje: 31R.
Hacia el final, vistas espectaculares de la enorme Playa de Noordhoek, y el Faro Slangkop en la distancia. Tras los miradores, hice un alto y estuve un rato paseando por la playa. El lugar era salvaje: kilómetros de arena blanca impoluta, en contraste con las aguas de color verde turquesa; dunas pobladas de arbustos; montañas como telón de fondo; un viento intenso azotando el paisaje; y tan solo un puñado de gaviotas como compañía. Estuvo genial caminar sin rumbo explorando cada rincón.
Aquí bañarse no es muy buena idea. Las corrientes son fortísimas, y con el viento había un oleaje infernal, solo apto para surferos experimentados. Además, las banderas de colores no hacen referencia a las corrientes como en España (se da por hecho que siempre son peligrosas), sino a la presencia de tiburones: verde es sin problemas; y blanca acompañada de sirenas es que hay que salir del agua a toda pastilla). Poco tranquilizador… Pero bueno, a cambio son populares los paseos a caballo por la orilla.
Después de sacar un montón de fotos, subí al coche, y seguí conduciendo hacia el sur, siguiendo la Península del Cabo. Aunque esta vez pasé a la Costa Este, llegando a la población de Simon’s Town.
ALOJAMIENTO: HIGH GABLES B&B – 450R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa, situada en la bonita casa de los propietarios (un matrimonio de abueletes realmente encantadores); mobiliario en perfecto estado; ubicación ideal, alejada del centro, y con unas vistas espectaculares de la bahía; tranquilidad absoluta; copioso desayuno incluido; nevera propia en la habitación.
*Puntos en contra: precio elevado (teniendo en cuenta que era miércoles, y temporada media).
En realidad, mi idea inicial era pasar la noche en un albergue para mochileros que recomendaba mi guía de viajes. Pero tras dar varias vueltas buscándolo sin éxito, decidí seguir unos cartelitos que me llevaron hasta este Bed & Breakfast, y me quedé.
Una vez instalado en la habitación, caminé hasta la zona de la playa. Y solventé la comida entrando en una tienda 7-Eleven, donde me compré una ración de Fish & Chips para llevar (un plato que no puede faltar en cualquier población costera de herencia inglesa), con calamares en lugar de pescado. Para acompañar, un zumo de naranja y un yogurt. Precio: 58R. Me senté en un banco junto a la playa, y llené el estómago. Mientras, contemplaba el paisaje y esquivaba a las pesadas gaviotas, que miraban mi comida con ojos hambrientos.
PINGUINOS EN BOULDER’S BEACH
La verdad es que en Simon’s Town no hay mucho que ver. Se trata de un pequeño pueblo donde, sorprendentemente, se ubica la base de la South African Navy. Pero 3km hacia el sur hay un par de playas protegidas, que forman parte del Table Mountain National Park, en las que vive una numerosa colonia de Pingüinos Africanos. Así que hacia allí que me fui.
Tras pagar la entrada en el Centro de Visitantes (40R), llegué a la Foxy Beach, siguiendo unas pasarelas de madera. Aquí no era posible bañarse, pero pude ver un montón de pingüinos, en todas las poses imaginables: caminando por la orilla, tomando el sol entre los matorrales… Algunos al alcance de mi mano, a poco más de un metro de distancia. En un punto había más de 30 juntos, incluidos algunos jóvenes que estaban cambiando el plumaje. Y el lugar era precioso, con una idílica playa de arena blanca, y aguas de colores intensos. No paré de sacar fotos. Lo sorprendente es que no se trata de un lugar remoto: la playa estaba al pie de una urbanización de casas. Y por lo visto la gente es super respetuosa con estas simpáticas criaturas.
A continuación, caminé por otra pasarela hasta la siguiente playa, Boulder’s Beach. En inglés, boulder significa «roca», y había unas cuantas enormes, de forma redondeada, que protegían esta pequeña playa realmente acogedora. Aquí ocurre a la inversa que en Foxy Beach: es posible bañarse, pero es más difícil ver pingüinos (tan solo vi uno nadando al llegar, y al poco desapareció). Como bonus, descubrí varios Rock Hyrax tomando el sol sobre las rocas (en español Damán, y en Sudáfrica son conocidos como Dassie). Es un animal curioso, ya que tiene aspecto de roedor, pero está más relacionado genéticamente con los elefantes o los manatíes.
Así aproveché las últimas luces del atardecer, paseando por la playa, contemplando el paisaje, mientras algunos lugareños charlaban sentados en la arena. Gran final de jornada.
EXPLORANDO LA PENÍNSULA DEL CABO
Al día siguiente la mañana comenzó de una forma inmejorable. Con un copioso desayuno, sentado en el balcón de mi Bed & Breakfast, rodeado de pájaros de colores y disfrutando de unas vistas únicas de la bahía. Me comí un plato generoso con huevos revueltos, bacon, champiñones y tomate; dos tostadas con mermelada y mantequilla; una macedonia de frutas; un yogurt; y un café con leche. Menudo festín… Mientras, estuve charlando con el afable dueño de la casa.
Tras llenar el estómago, me despedí del matrimonio, y subí a mi coche de juguete para continuar mi ruta hacia el sur. Tan solo un recorrido de 18km siguiendo la costa, para el que tardé una media hora, y llegué al Centro de Visitantes de la Cape of Good Hope Nature Reserve, también incluida en la Table Mountain National Park. Aquí pagué la entrada de acceso (80R); me informé de las diferentes caminatas que podía realizar en la zona, y seguí hacia el sur. De camino, paré en un mirador conocido como Rooikrans. Según dicen, es uno de los mejores para avistar ballenas desde la costa. No tuve suerte, pero a cambio contemplé unas tremendas panorámicas de False Bay y los acantilados.
Más al sur, llegué hasta una zona de aparcamiento donde es obligatorio dejar los vehículos. Desde aquí parten los senderos para visitar los diferentes puntos de interés.
ACANTILADOS EN CAPE POINT
Si quieres avanzar hacia uno de los extremos de la península, conocido como Cape Point, tienes dos opciones:
1. Subir a un pequeño tren, que recorre por una estrecha vía los apenas 600 metros de distancia que hay para llegar al Faro Antiguo. Opción destinada a personas con movilidad reducida, porque ni siquiera hay pendiente (apenas 90 metros).
2. Caminar tranquilamente por un sendero, fotografiando el paisaje y los graciosos lagartos negros (Black Girdled Lizard), con una piel similar a la de un cocodrilo, que aparecían corriendo de todas partes. Por supuesto, elegí esta alternativa.
Desde el Faro Antiguo, las vistas eran muy buenas, pero había un montón de gente. Así que decidí continuar por otro sendero y bajar hasta el Faro Nuevo, construido a principios del siglo XX tras el naufragio del Lusitania, un barco portugués que chocó contra las rocas al no ver el Faro Antiguo, ubicado en un punto más elevado, y envuelto en la niebla. Este sendero fue espectacular: discurría cercano al filo del acantilado, rodeado de fynbos y otras plantas exóticas… Y al final estaba el Faro Nuevo, peligrosamente cerca del tremendo oleaje que azotaba la costa, con decenas de cormoranes negros revoloteando. Sin duda un paseo memorable.
El tiempo era muy caluroso, con un sol de justicia y ausencia total de brisa. Por lo que al regresar al aparcamiento, me abastecí de líquidos en la cafetería anexa. Y continué explorando la zona.
CAMINATA HASTA EL CAPE OF GOOD HOPE
Y si los alrededores de Cape Point fueron alucinantes, qué decir del sendero que recorrí para llegar al mítico Cabo de Buena Esperanza… Una ruta de 3km (ida y vuelta) bordeando los acantilados, con sorpresas continuas: panorámicas que dejaban sin respiración, Lagartos Agama de cabeza azul asomando entre las rocas, Dassies tomando el sol, flores exóticas… Un auténtico paraíso para los amantes de la fotografía. Y muy poco transitado.
Al final el sendero desapareció de repente, y llegué al extremo del cabo como pude. Si vas justo de tiempo puedes viajar en coche hasta un aparcamiento ubicado al pie del cabo, y desde aquí caminar por un sendero mucho más corto. Pero te perderás una ruta que merece mucho la pena.
Contra la creencia popular, el Cabo de Buena Esperanza no es el punto más al sur del continente africano. Ese honor corresponde al Cape Agulhas, que visitaría otro día. Así que la gente que viene hasta aquí por carretera se hace una foto junto a un cartel que anuncia estar en el punto «más al suroeste» de África. Y quien lo escribió se quedó tan ancho… Pero bueno, al margen de esta curiosidad, el paisaje justifica la visita con creces.
La guinda a otro día memorable fue pasear por la Dias Beach, situada junto al camino de regreso al aparcamiento. Bautizada así en honor al explorador portugués que vio por primera vez el Cabo de Buena Esperanza, se trata de una playa de una belleza salvaje. Accedí a ella bajando por unas escaleras de madera en un estado de conservación variable. Y una vez allí, me encontré que tenía el lugar para mí solo (a parte de un puñado de gaviotas y cormoranes). Parecía el escenario de una película de aventuras: playa de arena blanca; mar embravecido, con unas olas tremendas que rompían en la orilla de forma ruidosa; gigantescos acantilados erosionados por el viento… Por supuesto, bañarse no era una opción. Así que me senté a descansar un rato, aprovechando la sombra que daba un grupo de rocas. Qué gran momento.
REGRESO A CAPE TOWN
A una hora prudencial, decidí ponerme en marcha, pues tenía que devolver el coche en la agencia de alquiler de vehículos antes de las 17h. Así que regresé al aparcamiento, subí al coche, y me dirigí hacia el norte. Por suerte, antes de abandonar la reserva, me encontré con un grupo de Cebras de Montaña del Cabo que comían cerca de la carretera. Como característica respecto otras especies de cebra que había visto, estas son más pequeñas, y tienen la barriga blanca (sin rayas).
Una vez fuera de la reserva, preveía un trayecto de una horita para recorrer los 70km hasta el centro de Cape Town. Pero los imprevistos se sucedieron. Primero, un ridículo atasco en Simon’s Town, que me hizo sudar tinta para cruzar el pueblo. Y después, me encontré con la carretera principal cortada, y tuve que tomar una ruta alternativa, cruzando las montañas, para enlazar de nuevo más adelante. Menos mal que una vez en Cape Town me orienté a la perfección, y solo acabé devolviendo el coche media hora tarde.
Desde la agencia, caminé a pie hasta la Scalabrini Guest House, donde había reservado habitación. Y en la puerta ya me estaba esperando la chica encargada.
CONCLUSIÓN
Recorrer la Península del Cabo es toda una experiencia. Mucha gente la visita durante un día, cruzando a toda prisa los numerosos lugares de interés. Yo recomiendo dedicarle al menos dos jornadas, pasando la noche en alguna de sus tranquilas poblaciones. Además, considero imprescindible alquilar un coche (o moto); o contratar una buena excursión en alguna agencia de Cape Town. Porque el transporte público limita muchísimo la exploración en profundidad de la península.
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