Un castillo donde en el pasado se traficaba con esclavos, y un casco antiguo con edificios de la época Victoriana
Uno de los principales reclamos turísticos de Ghana consiste en una serie de castillos coloniales construidos a lo largo de la costa, declarados Patrimonio de la Humanidad en 1979. El castillo de Cape Coast es la primera visita de interés al oeste de Accra, donde se puede obtener información sobre el pasaje más duro de la historia del país: el comercio de esclavos.
Actualmente, Cape Coast es la capital administrativa de la Central Region, con una población ligeramente superior a los 200mil habitantes. Sus principales avenidas son un hervidero de gente, con coloridos edificios históricos, y una atmósfera muy auténtica.
VIAJE ACCRA – CAPE COAST
Nada más aterrizar en Accra, tenía claro que no quería pasar ni un minuto más de la cuenta en la capital. Las ciudades africanas no me gustan nada. Y lo que para muchas guías de viaje son «ciudades dinámicas llenas de energía» para mí son «urbes caóticas y grises invadidas por el tráfico y la contaminación». Así que a pesar de ser las 4,30h de la mañana y estar muerto de sueño, rápidamente me puse manos a la obra para huir de Accra. Estos fueron los pasos:
1. Primero, busqué un taxi para llegar hasta la Kaneshi Station, el punto de partida recomendado para conseguir transporte público hacia el oeste del país. Como es habitual, un taxista me encontró a mí primero. Y tras negociar tímidamente el precio, por 50 Cedis me llevó hasta la estación. Porque no es la mejor idea apretarle las clavijas a un tipo con el que vas a atravesar la ciudad de noche con todo tu equipaje, cansado y desorientado. Creo que el precio le alegró el día, porque durante el trayecto fue charlando animadamente, me dejó justo en el lugar de donde salía el vehículo que necesitaba, y me dio algún consejo práctico.
2. Tras una breve espera, todavía de noche, rodeado de gente y tráfico, y convertido en el centro de todas las miradas, me subí en un flamante Trotro con aire acondicionado. Se llenó de pasajeros en cuestión de minutos, y nos pusimos en marcha hacia Cape Coast. El trayecto duró unas dos horas y media, con el conductor avanzando a buen ritmo hacia el oeste, siguiendo la costa por una carretera en buenas condiciones durante 150km. Precio: 25 Cedis. Por suerte, durante el viaje pude echar alguna cabezada, porque estaba agotado. En el exterior, poblaciones intrascendentes, con gente caminando en todas direcciones bajo un cielo plomizo.
3. A las 7,30h ya estaba en las calles de Cape Coast. Recuperé mi mochila grande del maletero del Trotro. Y al poco ya estaba subido en otro taxi para que me llevara al hotel elegido. Intuía que no estaba lejos. Pero por 10 Cedis me evité vagar sin rumbo cargado con mis mochilas. Y aparecí en la puerta del hotel, situado al final de una empinada calle.
ALOJAMIENTO: PROSPECT LODGE – 80 Cedis/Noche
*Puntos a favor: habitación doble espaciosa; cama enorme y confortable; baño privado; limpieza más que correcta; ubicación, en lo alto de una colina (Prospect Hill), cerca del centro, pero al mismo tiempo alejado del bullicio, con buenas vistas; pequeña nevera para guardar bebidas frías (importantísimo, para calmar la sed por la noche); ventilador.
*Puntos en contra: mobiliario destartalado; ducha de la que salía un hilo de agua; la cerradura se atascaba, y tanto entrar como salir de la habitación era toda una odisea; una mezquita cercana aseguraba sobresaltos a primera hora del día; una ventana no cerraba bien y se colaban mosquitos en la habitación (y la cama no tenía mosquitera).
Para evitar sorpresas (y de paso poder solicitar el visado desde España) había reservado dos noches a través de Booking. Este hotel no fue ni mucho menos mi primera opción. Y las críticas que había leído de otros usuarios eran demoledoras, así que me esperaba lo peor. Por eso no me sorprendió que la chica encargada me recibiera con total frialdad. Y se quedara mirando mi hoja de reserva sin saber qué narices era aquello. Pero pasado el choque inicial, la verdad es que el hotel me sorprendió gratamente. Y el carácter de la chica se fue suavizando.
Hay quien critica el hotel por sufrir continuos cortes de luz. Pero esto no es culpa suya, sino de la instalación eléctrica del pueblo, el cual cuando esto sucede también se queda a oscuras por completo. Y el corte de luz significa que te quedas sin ventilador, teniendo que soportar un calor asfixiante. Pero bueno, hay que ser consciente de la situación del lugar…
En fin, una vez instalado en mi habitación, salí a dar un paseo por el pueblo y explorar sus lugares de interés.
EL PASADO DE GHANA
En 1471, mucho antes de que Cristóbal Colón descubriera el continente americano, un barco portugués apareció en las costas de la moderna Ghana. Desde que capturaron el puerto de Ceuta, los portugueses se habían dado cuenta de la enorme cantidad de oro que transportaban las caravanas que llegaban al Norte de África tras cruzar el Sáhara. Y como esas caravanas estaban firmemente controladas por los Árabes, decidieron que la mejor opción para participar en ese lucrativo negocio era seguir la costa hacia el sur. Y establecerse cerca de las minas donde se obtenía el preciado metal, en el Golfo de Guinea. Fue así como llegaron al pueblo que bautizaron como «A Mina» (la actual Elmina), construyeron un fuerte, y firmaron los primeros acuerdos comerciales con los reinos Akan que explotaban las minas de oro.
A este primer asentamiento pronto le siguieron otros a lo largo de la costa. Una zona que acabaría siendo conocida como la Costa do Ouro. Y durante más de 150 años el comercio fluyó beneficiando a ambas partes sin mayores sobresaltos. Con África Occidental suministrando casi un 10% de la demanda mundial de oro. Los conflictos eran mínimos, y el tráfico de esclavos residual. Y las cosas no cambiaron mucho cuando en 1642 los holandeses conquistaron la costa y expulsaron a los portugueses de sus fuertes.
Pero a principios del siglo XVIII, dos importantes sucesos cambiaron radicalmente el panorama, convirtiendo la zona en la Costa dos Escravos…
EL COMERCIO DE ESCLAVOS
Durante los siglos XVI y XVII, la gran demanda de mano de obra para trabajar en las plantaciones y minas del Nuevo Mundo (principalmente Brasil) había dado lugar a un intenso tráfico de esclavos. Con decenas de barcos que partían de África Occidental cargados de seres humanos rumbo al continente americano. Pero la Costa do Ouro había conseguido mantenerse al margen de todo esto. Hasta que dos hechos lo cambiaron todo:
Por un lado, la llegada de los ingleses, que en 1665 se enfrentaron a los holandeses y se hicieron con el control de parte de la costa, con Cape Coast como centro neurálgico. Su intención inicial era participar en el comercio de oro. Pero como los holandeses monopolizaban por completo las rutas comerciales, pronto desviaron su atención hacia el siguiente producto con mayor demanda en el mercado: los esclavos.
En segundo lugar, la expansión por el interior del recién creado Imperio Ashanti, a partir de 1701. Un pueblo cuyos líderes estaban mucho más preocupados en intercambiar esclavos por armas para expandir sus territorios, que en explotar las minas de oro de la zona. Así que los ingleses crearon la demanda. Pero a los Ashanti no les tembló el pulso a la hora de organizar expediciones hacia el interior del país, y arrasar poblados enteros para secuestrar a sus habitantes.
De esta forma, el tráfico de esclavos llegó a la Costa do Ouro. Y se comenzaron a vivir las mismas escenas vergonzosas que en otras zonas de África Occidental. Con familias enteras arrancadas de sus hogares, vendidas al mejor postor como si fueran una mercancía más. Tan lucrativo era el negocio que la extracción de oro cayó en picado. Y al final los holandeses también acabaron apuntándose a la fiesta.
DESCUBRIENDO CAPE COAST CASTLE
Tras caminar unos minutos siguiendo la Commercial Road (la calle principal de la población), apareció ante mí el mastodóntico castillo de color blanco desde el que los ingleses gestionaron el tráfico de esclavos. En la puerta principal, un empleado me recibió de forma muy amigable. Pagué la entrada (40 Cedis), y me dispuse a explorar el interior.
Esto fue lo más destacable de mi recorrido por el castillo:
1. Sin duda, la visita guiada incluida en el precio de la entrada. Nada más pagar, me unieron a un pequeño grupo de turistas (principalmente de Ghana). Y un guía local nos estuvo enseñando durante unos 45 minutos los rincones más interesantes del castillo, explicando su historia y los sucesos que allí ocurrieron.
Como no, el momento estrella fue poder entrar en las mazmorras. Excavadas bajo el suelo del patio principal, con recintos separados para hombres y mujeres. En ellas, cientos de seres humanos vivieron hacinados en condiciones lamentables, tanto de higiene como de alimentación. Esperando cruzar la Puerta Sin Retorno. Por la que subían a los barcos y decían adiós para siempre a su hogar. Difícil evitar un escalofrío mientras, en medio de una oscuridad claustrofóbica, el guía relataba lo que allí se vivió, con tono solemne y todo lujo de detalles. Personas haciendo vida sobre sus propios excrementos, rodeados de los cadáveres de compañeros que morían de hambre o enfermedades; mujeres violadas… Un momento realmente duro. Pero a la vez necesario, para intentar entender lo sucedido.
Tras la visita guiada, me gustó que no me obligaran a abandonar el castillo. Y me pude quedar el rato que quise, para sacar fotos y ver con más calma algún lugar en concreto. A parte de las mazmorras, muy interesante el patio central, enorme. La terraza principal, con una hilera de cañones oxidados y montones de balas. Y los aposentos del Gobernador.
2. Las vistas panorámicas del puerto pesquero anexo al castillo, con sus pintorescas embarcaciones, pescadores preparando las redes, una maraña de callejuelas y chabolas… Para los amantes de la fotografía, un lugar ideal donde obtener buenas imágenes.
3. El Museo, con numerosos objetos relacionados con el tráfico de esclavos (grilletes, sellos para marcar gente como si fueran ganado…). Y paneles explicativos que ayudan a entender la dimensión de la tragedia. Muy recomendable como complemento de la visita guiada.
COMIDA: CASTLE RESTAURANT
Al salir del castillo, como ya era mediodía, y el sol apretaba de forma implacable, decidí sentarme a comer en un restaurante cercano. Estaba ubicado al borde del mar, y se escuchaba el relajante sonido de las olas. Y no había ni rastro de turistas, con una clientela compuesta exclusivamente por lugareños.
La camarera era una chica simpática y amable, pero la comunicación fue algo difícil. Y es que, aunque en Ghana el idioma oficial es el inglés, y todo el mundo lo habla, tienen una forma peculiar de pronunciar las palabras, y a veces cuesta entenderse. Por ejemplo, Cape Coast lo pronuncian Cape «Cust». Pero bueno, al final me acabé acostumbrando…
En el menú había varios platos occidentales, pero yo decidí probar una especialidad local: el Agushi. Se trata de un puré de color marrón obtenido a partir de las semillas de algunos frutos, como la calabaza o el melón. Lo sirvieron acompañado de arroz blanco, y un trozo de pescado. No estuvo mal, correcto para llenar el estómago. Aunque hubiera preferido carne en lugar de pescado. Para beber, una botella de agua de 0,5 litros bien fría. Precio: 17 Cedis.
UN PASEO POR CAPE COAST
A parte de la visita al castillo, merece la pena explorar el casco antiguo del pueblo. Allí todavía se mantienen en pie numerosos edificios de la Época Victoriana, pintados de vivos colores y con balcones de madera. Y es que en 1874, tras la abolición de la esclavitud y la marcha de los holandeses, Cape Coast fue la capital de la colonia británica conocida como Gold Coast. Aunque solo tres años más tarde la sede del gobierno se trasladó a Accra.
Es ideal callejear sin rumbo por Cape Coast, así que aquí van algunos consejos:
1. Las mejores calles son las que rodean Dawson’s Hill.
2. Es más que recomendable explorar la zona a primera hora del día, o a partir de las 16h, pues durante la parte central de la jornada el calor es infernal.
3. No hay que esperarse un escenario idílico. Esto es África, con todos sus pros y contras. Y además de los edificios antiguos, hay un tráfico constante; aguas fecales que discurren a ambos lados de la calle; gente por todas partes; ovejas y gallinas correteando entre los vehículos; agujeros que aseguran una caída de varios metros si uno camina despistado; comercios destartalados… Mejor estar preparado para la realidad.
4. Es difícil sacar fotos sin enfadar a los lugareños. Porque los ghaneses odian las cámaras, lo cual a veces se convierte en una experiencia realmente frustrante. Durante mi paseo pude contemplar escenas tentadoras: grupos de niños jugando con rudimentarios futbolines o billares; puestos de comida; mujeres con coloridos vestidos y peinados exóticos; madres trenzando el pelo de sus hijas; ancianos sentados a la sombra… Pero mis fotos se tuvieron que limitar a planos generales, evitando centrarme en individuos concretos. Y aún así recibí más de una mirada de indignación. Otra opción es pedir permiso, pero lo más probable es recibir un rotundo NO por respuesta.
5. Un lugar muy curioso es un cruce de la calle principal donde hay una pequeña estatua de un cangrejo de color azul. Esto es debido a que antiguamente el lugar era conocido como Kotokuraba (literalmente «pueblo de cangrejos»), ya que por lo visto en los alrededores abundaban estas criaturas.
6. Durante el día, varios lugareños me advirtieron del peligro que corría paseando solo por el pueblo. Uno me dijo que tuviera cuidado con cualquiera que se acercase a hablar conmigo (alguno lo intentó, para llevarme a su tienda de artesanía, o hacerme de guía, pero fue repelido al instante). Otro que protegiera mi mochila pequeña de posibles ladrones… El caso es que no me sentí para nada inseguro, y pude caminar sin problemas. Aunque en estos casos la suerte también influye mucho.
EL BAOBAB MORINGA RESTAURANT
Para acabar el día, nada mejor que sentarse en una mesa de la terraza exterior de este local, junto a la calle principal. Y ver pasar a la gente saboreando una bebida bien fría. El Baobab se trata de un edificio que hace las veces de hotel, restaurante y tienda de recuerdos. Y está gestionado por la Baobab Children Foundation, por lo que en teoría el dinero que uno gasta aquí va a parar a fines benéficos.
Pero es que además de esto, preparan unos zumos caseros deliciosos, por tan solo 8 Cedis. La especialidad local es la Moringa: un árbol tropical de cuyas hojas se extrae un zumo de color verde, que mezclan con otros sabores más tradicionales. Tras un error inicial en el que pedí uno con jengibre y acabé echando fuego por la boca (¡no tenía ni idea que el jengibre era tan picante!), me aficioné al zumo de piña y moringa. Incluso compré alguna botella para llevar. Pues acompañado de unas galletas era un desayuno ideal y económico para tomar por las mañanas.
CONCLUSIÓN
Cape Coast es una población recomendable para pasar un día. Visitando el castillo por la mañana, y paseando por su casco antiguo por la tarde. Viajando desde Accra hay más castillos coloniales donde los muy aficionados pueden detenerse a echar un vistazo: Fort of Good Hope, Fort Amsterdam, Fort William… Pero creo que con visitar Cape Coast y Elmina el turista medio tendrá una idea más que suficiente del drama que vivió este país hace no tantos siglos.
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