Descubriendo la Riviera de Budva, con escondidos monasterios, playas solitarias y recintos fortificados pegados a la costa
Budva es una de las poblaciones más antiguas de la costa del Mar Adriático. Los expertos aseguran que ya existía un asentamiento en el siglo V AC, cuando el Reino de Iliria dominaba la región. Más tarde los Griegos establecieron un puesto comercial que continuó creciendo dentro de los Imperios Romano y Bizantino. Su aspecto actual se debe principalmente a los Venecianos, que gobernaron Budva entre 1420 y 1797 y construyeron un recinto fortificado para proteger la ciudad de la amenaza Otomana, al igual que hicieron en la vecina Kotor. En 1979 el Casco Antiguo de Budva quedó arrasado por el peor terremoto en la historia de Montenegro, pero los edificios fueron restaurados de forma impecable y apenas quedan secuelas visibles.
A pesar de su rica historia actualmente Budva se ha convertido en un enorme centro de veraneo que cada año atrae a decenas de miles de turistas en busca de sol, playas y fiesta nocturna. Y la bahía se ha llenado de horribles hoteles que arruinan el paisaje. Por suerte Budva cuenta con varios lugares de interés en su Casco Antiguo; y es una base ideal para visitar la Riviera de Budva, con poblaciones de postal como Sveti Stefan o Petrovac.
VIAJE: KOTOR – BUDVA
Este desplazamiento no pudo ser más sencillo. Tras desalojar mi habitación de Art Guesthouse me despedí de la simpática dueña y su marido me llevó en coche hasta la Terminal de Autobús de Kotor. Me vino genial porque el día había amanecido con un tiempo horrible y me ahorré media hora caminando bajo la lluvia (o el importe de un taxi). Además nada más llegar vi un minibús que se ponía en movimiento y al ver que pasaba por Budva lo paré y subí. Como apenas había pasajeros ocupé un asiento de la fila trasera con mis dos mochilas.
El trayecto duró 40 minutos y coincidió con el primer tramo de mi viaje a Cetinje. Primero nos desviamos hasta Tivat y después bordeamos la costa hasta Budva. Una vez en la Terminal pagué el billete al conductor (3€); me tomé un café con leche en un bar mientras esperaba a que aflojara la lluvia (1,4€); y caminé hasta el lugar que había elegido para alojarme los próximos días.
ALOJAMIENTO: APARTMENT VIVA JELENA – 16€/Noche
*Puntos a favor: apartamento equipado con cocina y nevera; ducha perfecta (aunque conectada al grifo del lavabo); buena ubicación, a escasos minutos a pie del centro; tranquilidad total por la noche; aire acondicionado y calefacción; balcón privado con una mesa; precio.
*Puntos en contra: mucha suciedad (incluso vi una cucaracha que desaparecía a toda velocidad); mobiliario destartalado; dormitorio penoso: la cama doble es un incómodo sofá extendido, la ventana da a una escalera común con una cortina transparente, y manta fina en lugar de sábanas o un edredón (hacía frío y tuve que poner la calefacción); los propietarios viven en el piso inferior con 3 niñas pequeñas y el día es un festival de golpes y gritos; wifi errático.
Aunque llegué a Budva a principios de octubre me preocupaba su fama de lugar fiestero, así que realicé una búsqueda exhaustiva en Booking y opté por un apartamento ubicado en una vivienda familiar en vez de un hotel o pensión donde probablemente coincidiría con gente dispuesta a exprimir la noche. La idea era buena pero me equivoqué de sitio… El Apartment Viva Jelena está situado a 5 minutos de la Terminal de Autobús y cuando llegué me recibió Jelena con cara de póker porque no me esperaba (no había visto el mensaje que envié). Fue curioso que mientras me abría el apartamento una de sus hijas se puso a vomitar en la entrada (por si faltaba más suciedad), un aperitivo de lo que estaba a punto de vivir. Sin duda el peor alojamiento de mi ruta por Montenegro, y quizás de los Balcanes.
Una vez instalado la lluvia no daba tregua, así que dediqué el resto de la tarde a leer y preparar mis próximas jornadas en Montenegro. Más tarde empecé a tener hambre y salí a cenar algo.
CENA: KUZINA
Mi objetivo era simplemente llenar el estómago y busque un local de comidas en los alrededores del apartamento. Este restaurante fue mi tercera opción. Los dos primeros estaban cerrados, uno por reformas y el otro sin motivo aparente (es lo que ocurre cuando se visitan resorts turísticos en temporada baja).
Al llegar a Kuzina me sorprendió ver un montón de lugareños (una buena señal) y ocupé una de las últimas mesas del comedor que quedaban libres. En el menú hay numerosos platos típicos, pero la mayoría incluyen carne y no me apetecía, con lo cual opté por una cena sencilla: Ensalada Shopska, Espagueti Carbonara y una cerveza Niksicko. Me atendió un camarero muy atento y la comida apareció en cuestión de minutos. Además la calidad me pareció correcta y los precios económicos considerando que estaba en Budvar (9,9€).
De regreso al apartamento hice una compra de comida en un supermercado Ideal cercano. Y continué buscando información de la zona mientras en el exterior llovía de forma intermitente.
RECORRIENDO BUDVA
Tras unos días en los que apenas pude salir a la calle por la lluvia me desperté con mi alarma sonando a las 8h. Y la primera tarea de la jornada estaba clarísima: cambiar de alojamiento, porque mi estancia en Viva Jelena había llegado a niveles insoportables. Con lo cual desayuné un plátano, un croissant de chocolate y un yogur; preparé mis mochilas; y me despedí de Jelena. Se me habían ocurrido infinidad de discursos, pero al final preferí no complicarme la vida y me largué sin más.
ALOJAMIENTO: APARTMENT VASILIJE – 17,5€/Noche
*Puntos a favor: apartamento equipado con cocina y nevera; cama doble muy cómoda; ducha perfecta; limpieza extrema; buena ubicación, a escasos minutos a pie del centro; tranquilidad total por la noche; aire acondicionado y calefacción; wifi rápido; balcón privado con una mesa; propietaria (Stanislava) muy amable; precio.
*Puntos en contra: la dirección completa del apartamento no aparece en Booking y al llegar hubo momentos de confusión; el portal del edificio da un poco de miedo.
De entrada este alojamiento tenía dos puntos en común con Viva Jelena: era un apartamento privado; y contaba con muy pocas valoraciones en Booking. Pero se encontraba ubicado a solo un par de calles y me facilitaba mucho el traslado, así que me la volví a jugar. Cuando llegué hubo momentos de tensión, en gran parte porque no tenía acceso a Internet por un problema técnico. Pero una vez conseguí contactar con Stanislava (utilizando el wifi de una cafetería) todo cambió. La chica hablaba muy bien inglés y el apartamento estaba impecable (casi por el mismo precio que Viva Jelena).
En fin, una vez instalado salí a la calle con ganas de empezar a conocer Budva. Fuera el cielo estaba bastante nublado y el ambiente era frío (casi todo el mundo iba con chaqueta), aunque no llovía y eso ya me bastó.
EN EL CASCO ANTIGUO
La mayoría de atracciones turísticas de Budva (a parte de sus playas) se concentran en el Casco Antiguo, que ocupa una península rocosa, así que caminé hasta allí. Esto fue lo más destacado de mi recorrido:
1. Muralla: al pertenecer durante más de 3 siglos a la República de Venecia, el Casco Antiguo de Budva es como un pequeño Kotor, rodeado por una muralla que fue reconstruida tras el terremoto de 1667, con diferentes torres defensivas y una Ciudadela. Hay varias puertas de acceso, aunque la principal es la Porta di Terra Ferma, situada en la parte occidental. Conecta con la calle Njegoseva, una de las más importantes del Casco Antiguo. No muy lejos de esa puerta hay una enorme torre de forma cilíndrica que luce el relieve de un león alado, símbolo de la República de Venecia.
Es posible subir a la muralla y recorrer casi todo su perímetro. La entrada cuesta 2€ y está junto a la Ciudadela. Durante el paseo pude contemplar unas vistas geniales de Pizana Beach, con sus aguas turquesa y solo dos mujeres bañándose; el Puerto, lleno de lanchas y lujosos yates; patios con jardines cubiertos de plantas exóticas; y un mar de tejados rojos y chimeneas. Por unos momentos observé el día a día de los habitantes del Casco Antiguo desde una posición privilegiada, y sin otros turistas. En un punto ya no pude continuar avanzando y tuve que regresar a la entrada, porque el resto de accesos a la muralla estaban cerrados.
2. Ciudadela: también conocida como Fuerte de Santa María, se encuentra en el extremo de la Península; y aunque fue obra de los Venecianos el edificio actual es fruto de varias modificaciones realizadas en tiempos del Imperio Austro-Húngaro. La entrada cuesta 3,5€ y permite el acceso a una torre que ofrece una gran panorámica del Casco Antiguo, con sus diferentes iglesias; la costa; y las montañas de fondo. Una pena que la ciudad está llena de hoteles horribles (algunos todavía en construcción) y es imposible evitarlos en las fotos.
Además en la Ciudadela hay un antiguo cuartel que hoy día alberga una Biblioteca muy atmosférica, con centenares de libros, bustos de mármol y viejos mapas. Y una sala con varias maquetas de barcos históricos.
3. Plaza Izmedu Crkava: aquí se encuentran las 4 iglesias del Casco Antiguo. Dos de ellas están pegadas a la muralla y no se pueden visitar: Santa María in Punta (la más antigua, utilizada de forma esporádica para conciertos y exposiciones de arte); y San Sava (llamada así por el fundador de la Iglesia Ortodoxa Serbia).
La Iglesia de San Juan Bautista (o Sveti Ivan) destaca por su afilado campanario, visible desde cualquier punto del Casco Antiguo. En el interior hay un moderno mosaico que decora el ábside; y una capilla con un icono del siglo XII muy venerado (la Madonna de Budva). La fotografía está prohibida y hay varios carteles que lo recuerdan. Por último, la Iglesia de la Santísima Trinidad tiene dos entradas con bonitos mosaicos; y dentro los muros y el techo están cubiertos de coloridos frescos que representan todo tipo de escenas de la Biblia, Santos y personajes importantes de la Iglesia Ortodoxa. Es mi favorita.
A continuación me dediqué a deambular sin rumbo por las callejuelas empedradas del Casco Antiguo. De camino descubrí antiguos palacios reconvertidos en museos o galerías de arte; tiendas de souvenirs y artesanía; bares y cafés con acogedoras terrazas; gatos durmiendo en cualquier rincón; arcos de piedra; filas de ropa tendida; ventanas de madera… Había otros turistas, pero en ningún momento me sentí agobiado.
Tras peinar la zona y hacer un montón de fotos me senté un rato a tomar un café con leche en la terraza de Casper, un bar donde por la noche suele haber música en directo. El café me costó nada menos que 2,5€, pero también me pusieron un vaso de agua fría; utilicé el lavabo; y me conecté a la red wifi para consultar un par de cosas, así que no me quejo.
UN PASEO POR LA COSTA
Después decidí explorar el tramo de costa situado al oeste del Casco Antiguo, donde hay varios lugares de interés:
5. Ricardova Glava Beach: esta playa se llama así por el actor Richard Widmark, que en 1963 rodó aquí varias escenas del film “The Long Ships”. Al estar tan cerca del centro suele haber bastante gente, pero a cambio las vistas de las murallas del Casco Antiguo y su Ciudadela son magníficas.
6. Bailarina de Budva: al final de Ricardova Glava comienza un sendero que avanza pegado al acantilado. Y poco después pasa junto a una de las imágenes más icónicas de Budva: una estatua de bronce que en realidad representa a una gimnasta realizando una complicada pose. Fue inaugurada en el año 1965 y su origen no está muy claro. Hay quien dice que se debe a una chica que murió tras caer del acantilado; y otros hablan de la novia de un marinero que un día no regresó del mar y le esperó cada día sobre esa roca. La estatua es realmente fotogénica, aunque produce algo de vergüenza ajena ver a los turistas intentando imitar su pose.
7. Mogren Beach: es la mejor playa de Budva y se divide en dos partes (Mogren y Mogren 2), conectadas por un agujero que atraviesa la pared de piedra. En esta zona los acantilados ofrecen un aspecto increíble, formados por rocas sedimentarias que crean innumerables capas de estratos. Al inicio del sendero hay un cartel que avisa del peligro de desprendimientos y algunas zonas están protegidas por mallas metálicas, pero en otras el riesgo es real.
Yo crucé las dos partes de Mogren, donde había gente bañándose y tomando el sol. Mi idea era continuar hasta el extremo de una península, pero en el tramo final había muchos pedruscos y una pendiente muy expuesta, así que me quedé a unos metros del objetivo. De todas formas disfruté de unas vistas excelentes del Casco Antiguo, la Isla de Sveti Nikola y los acantilados. Además tuve mucha suerte, porque el sol aparecía de vez en cuando entre las nubes y creaba una luz perfecta para la fotografía (mejor por la tarde).
8. Restaurante Vidikovac: de vuelta en el centro de Budva opté por acabar la jornada a lo grande. Así que caminé 1,5km hasta este local situado en una posición elevada al borde del acantilado. Su nombre significa “mirador” y ese es su principal atractivo: una panorámica épica del Casco Antiguo que contemplé mientras el sol se ocultaba tras las montañas. Para ello tuve que entrar en la terraza del restaurante, pero nadie me dijo nada.
CENA: KUZINA
El restaurante Vidikovac tenía pinta de ser muy caro y ni siquiera me molesté en mirar el menú. En su lugar caminé hasta el Kuzina, que durante los días de lluvia se había convertido en mi sitio de confianza. Esta vez pedí una Ensalada Mixta (con tomate, pepino y lechuga); Goulash con puré de patatas; y una cerveza Niksicko. Precio: 8,9€. Como siempre todo impecable.
A continuación regresé a mi apartamento y me dediqué a leer y descansar, rodeado de un ambiente mucho más agradable que en Viva Jelena.
EXCURSION A SVETI STEFAN
Al día siguiente amanecí tras una noche de sueño impecable. Unos vecinos estuvieron hablando a gritos hasta la 1.30h pasadas, pero cuando me metí en la cama ya no se escuchaba nada. A continuación desayuné; guardé mis cámaras de fotos en la mochila; y me dirigí al centro bajo un cielo cubierto de nubes.
Mi plan era viajar a Sveti Stefan, una pequeña isla de forma ovalada situada 10km al sureste de Budva. Para llegar en transporte público hay una linea de autobús llamada Mediteran Express que cubre diferentes rutas entre Budva y otros puntos de la costa, y uno de ellos es Sveti Stefan. Los vehículos (en el caso de Sveti Stefan eran minibuses) comienzan su recorrido desde una parada en la calle Mediteranska, cerca del Casco Antiguo. En verano hay salidas cada cuarto de hora, pero yo visité Budva a mediados de octubre y tuve que esperar media. Cuando llegó el minibús pagué el billete al conductor (2€); ocupé un asiento de la fila individual; y nos pusimos en marcha.
El trayecto duró 15 minutos y recorrimos una ondulante carretera que sigue la costa, entre enormes hoteles de dudoso gusto, así que no me importó que las ventanas del minibús estuvieran cubiertas con un plástico translúcido que dificultaba contemplar el paisaje. En el tramo final fui controlando mi ubicación en el mapa y me bajé en el centro de Sveti Stefan (así se llama también la moderna población que surgió frente a la isla).
Durante la Edad Media Sveti Stefan fue la capital de los Pastrovici, un clan de origen Serbio que dominaba el litoral de Montenegro al sur de Budva. En el año 1423 se vieron obligados a unirse a la República de Venecia para protegerse de la amenaza del Imperio Otomano, pero aun así mantuvieron una elevada autonomía. Poco después Sveti Stefan se transformó en una isla fortificada, con viviendas de altos muros pegadas a su perímetro. Cuenta la leyenda que los Pastrovici obtuvieron el dinero gracias a la captura de una flota de barcos Otomanos. Si fue así lo pagaron caro, porque más tarde los turcos arrasaron la isla. Al final recuperó su aspecto original en el siglo XVI gracias al apoyo financiero de la República.
Tras la caída de Venecia Sveti Stefan fue perdiendo población de forma gradual y en 1954 solo quedaban 20 habitantes. Entonces el gobierno de Yugoslavia decidió transformar la isla en un hotel exclusivo, manteniendo el aspecto externo de las viviendas de piedra pero equipándolas con todos los lujos imaginables. Y Sveti Stefan se llenó de celebridades, hasta que en los años 90 la guerra convirtió Montenegro en un destino poco apetecible y el hotel entró en declive.
Finalizado el conflicto el gobierno del país ofreció la isla a diferentes inversores internacionales y en el 2009 volvió a abrir sus puertas al turismo bajo el paraguas del grupo Aman Resorts. Eso sí, los precios continúan siendo prohibitivos (una habitación cuesta a partir de mil euros por noche); y el acceso a Sveti Stefan está restringido. Por ejemplo, aquí se casó Novak Djokovic en el año 2014. Estos fueron los lugares de interés que visité:
1. Mirador: desde la parada de autobús subí hasta la carretera principal dando un rodeo importante y contemplé desde una terraza las vistas de Sveti Stefan. Ante mí aparecía la isla con sus casas tradicionales, la estrecha calzada que hoy día la une a la costa, y un mar de color turquesa salpicado de embarcaciones. Es la imagen clásica de Sveti Stefan y muchos turistas reducen su visita a un breve alto camino de Budva. Por suerte mientras estaba allí salió el sol y pude hacer buenas fotos.
2. Sveti Stefan Beach: a continuación bajé por unas escaleras hasta la playa que hay frente a la isla y estuve un rato dando un paseo. La verdad es que me pareció muy bonita, compuesta de pequeñas piedras de color rosado. En verano se llena de turistas pero durante mi visita estaba completamente vacía, con un aire desangelado (chiringuitos cerrados, sombrillas rotas, obras a medias…). Al menos había un bar operativo y aproveché para sentarme en su terraza cubierta a tomar un café con leche (2,5€).
3. Sveti Stefan: tras el café crucé la calzada y llegué a la isla. En ese momento el hotel estaba cerrado, aunque en circunstancias normales solo se puede visitar Sveti Stefan bajo 4 supuestos:
*Alojarte en el hotel.
*Reservar mesa en un restaurante de la isla, que no deben ser nada baratos. Imagino que en la entrada piden algún documento con la confirmación, como un correo electrónico.
*Pasar el día en su playa: cuesta 100€ (¡?).
*Realizar una excursión guiada: tienen lugar dos veces al día y los grupos están limitados a 10 personas, con una duración de 45 minutos. Precio: 20€.
Desde Sveti Stefan hay una panorámica excelente de la costa, con sus enormes montañas cubiertas de espesos bosques y poblaciones diminutas.
4. Milocer Beach: de regreso en tierra seguí un sendero que cruza unos bonitos jardines, entre plantas exóticas, flores y el canto de docenas de pájaros. Y bordeando la costa hacia el norte alcancé Villa Milocer, una imponente mansión construida en el año 1934 como residencia de verano de la familia real Karadordevic, rodeada de pinos y olivos. Actualmente también pertenece al grupo Aman Resorts, con habitaciones a precios astronómicos, y durante mi visita se encontraba cerrada.
Junto a Villa Milocer hay una playa privada, pero como el hotel no estaba en funcionamiento se podía acceder sin problema. En un extremo el acantilado está formado por rocas sedimentarias. Un túnel lo atraviesa y al otro lado hay un pequeño muelle junto a un pliegue con infinidad de capas de estratos que crean un paisaje surrealista. Muy recomendable.
5. Monasterio de Praskvica: desde la playa gané altura caminando por una carretera abandonada con el asfalto resquebrajado, grafitis y un tramo de bosque bastante lúgubre. Como no había nadie aceleré el paso y acabé de nuevo en la carretera principal. Y después de unos metros me desvié a la izquierda y subí por unas escaleras hasta el Monasterio de Praskvica.
Este centro Ortodoxo fue construido en el año 1413 y actuó como centro espiritual y político de los Pastrovici. Se encuentra rodeado por un bosque de viejos olivos y en su interior destaca la Iglesia de San Nicolás, que por desgracia fue bombardeada por los Franceses durante el siglo XIX y tuvo que ser restaurada casi por completo. Me gustó su iconostasio de color dorado; y una capilla lateral que todavía conserva los frescos medievales que originariamente cubrían todas las paredes y el techo. Subiendo más escaleras se llega a la pequeña Iglesia de la Santísima Trinidad, rodeada por un cementerio y cerrada al público.
6. Mirador: en el cementerio arranca un sendero que se enfila por la montaña y tras unos momentos de duda decidí recorrerlo. Primero crucé un tramo de bosque con frondosos árboles cubiertos de hiedra. Y más tarde el paisaje se despejó y caminé rodeado de plantas, flores, huidizas lagartijas, mariposas y montones de libélulas. La señalización es perfecta y no hay pérdida posible. Al cabo de media hora llegué a un mirador que ofrece una panorámica espectacular de los alrededores, con la Isla de Sveti Stefan y la Riviera de Budva. Además hay un memorial dedicado a los vecinos fallecidos durante la Segunda Guerra Mundial, que consiste en un monolito con sus nombres y una estrella roja. Mientras estaba allí apareció una pareja de abueletes franceses que había detenido su coche en una carretera cercana.
El descenso hasta el monasterio fue una gozada. Las nubes dejaron salir el sol un rato y avancé a ritmo pausado, disfrutando de la naturaleza. Hay más opciones para explorar la zona. Siguiendo unos kilómetros la carretera local cercana al mirador se llega al Monasterio de Rustovo. Y en la cima de una montaña frente al mirador se puede ver la Iglesia de San Sava. La distancia en linea recta es de 800m, pero en medio hay un profundo valle y alcanzar San Sava a pie implica un rodeo de bastantes kilómetros. En días despejados constituye un lugar ideal para contemplar la puesta de sol.
Una vez en el monasterio el cielo se cubrió de oscuros nubarrones y empezó a caer una fina lluvia. Así que volví a recorrer la carretera abandonada; y caminé hasta una parada situada en el centro de Sveti Stefan. El minibús tardó un buen rato, pero al final apareció y me llevó de regreso a Budva (2€).
CENA: KUZINA
Me hubiera gustado cenar en algún restaurante de Sveti Stefan, pero la mayoría estaban cerrados y opté por regresar a mi segunda casa. El menú consistió en una Ensalada Shopska; Ribic (trozos de ternera en salsa acompañados de arroz y Kaymak); y una cerveza Niksicko. Precio: 9€.
De vuelta al apartamento soplaba un fuerte viento que zarandeaba los árboles. Incluso me quedé sin suministro eléctrico, aunque por suerte se restableció al cabo de un rato.
DESCUBRIENDO PETROVAC
La jornada comenzó a buena hora y mientras desayunaba hubo un cambio de planes: en principio iba a dedicar otro día a visitar Budva, pero los lugares que tenía pendientes no me llamaban mucho la atención, así que decidí continuar explorando la Riviera de Budva y viajar a la población de Petrovac, situada 10km al sur de Sveti Stefan.
Para llegar en transporte público utilicé el mismo sistema que el día anterior: caminé hasta la parada de autobús de la linea Mediteran Express, donde ya estaba el vehículo esperando; pagué el billete al conductor (2,5€); me senté junto a la ventana; y nos pusimos en marcha. Solo hubo dos diferencias: esta vez viajé en un autobús grande; y hay muchas menos salidas (cada hora y media aproximadamente). El trayecto duró 30 minutos y recorrimos la carretera que bordea la costa, pasando de nuevo por Sveti Stefan. Una vez en el centro de Petrovac me bajé y comencé a explorar la zona.
Este pueblo representa una opción turística menos masificada que Budva. Aunque ya veremos dentro de unos años, porque durante mi visita se estaban construyendo varios hoteles de gran tamaño en un extremo. En el pasado se llamaba Kastel Lastva, pero a principios del siglo XX se cambió el nombre a Petrovac en homenaje al monarca Peter I Karadordevic. Esto fue lo más destacado de mi ruta:
1. Mirador Zvezda: se encuentra cerca de la cima del monte Brdo, al este de Petrovac. La mayor parte del camino sigue una serie de escaleras de cemento que cruzan un bosque de pinos, excepto el tramo final que en mi caso era una pista de grava (las obras todavía estaban en curso). Yo me lo tomé con calma y aun así tardé 20 minutos en alcanzar el mirador, que consiste en una plataforma de observación de forma redonda.
Mi interés por este lugar era su ubicación frente a las Islas Katic y Sveta Nedelja. Se trata de dos pequeños islotes rocosos no muy alejados de la costa, y el segundo tiene una pequeña ermita que corona su parte más elevada y crea una imagen espectacular. En verano hay barcas que transportan a los turistas y sus inmediaciones son excelentes para el buceo. Yo me tuve que conformar con hacer fotos desde la distancia (mejor luz por la mañana). Pensé que también habría buenas vistas de Petrovac Beach, pero los árboles las tapaban.
El día había amanecido completamente despejado, con un sol perfecto, pero a cambio soplaba un viento huracanado muy molesto. Quizás por eso el mirador estaba desierto y tampoco me crucé con nadie durante la bajada.
2. Lucice Beach: considerada la mejor playa de Petrovac, está junto al monte Brdo, alejada del desarrollo urbanístico del resto del pueblo. Al ser temporada baja no había tumbonas, ni sombrillas, ni docenas de turistas bañándose y tomando el sol. Tan solo una extensión de pequeñas piedras por donde deambulaba una mujer buscando objetos de valor con un detector de metales (¡?); y el mar de color turquesa.
3. Buljarica Beach: entre esta playa y Lucice hay un enorme peñasco que decidí sortear por un sendero que atraviesa el bosque. Yo me esperaba un recorrido sencillo y la verdad es que hubo momentos complicados. Al principio tuve que encarar una dura subida pegado al borde del barranco. En algunos puntos los árboles tapaban las vistas pero en otros caminé sin levantar la mirada del suelo para que el miedo a las alturas no me paralizara. La parte superior del peñasco es una meseta donde me pude relajar un rato, avanzando entre arbustos, mariposas y docenas de libélulas que levantaban el vuelo a mi paso. Durante el descenso el sendero desapareció en alguna ocasión y me obligó a orientarme con maps.me. Y acabé llegando a una vivienda en ruinas con una pila de maderas que bloqueaba el camino y me tocó cruzar haciendo equilibrios. Vaya tela…
Una vez en Buljarica Beach me encontré con una larguísima playa de aguas cristalinas y estuve unos minutos paseando mientras hacía fotos de la bahía, donde solo había un par de lugareños tomando el sol.
4. Arte Callejero: nada más llegar a la playa me sorprendió la imagen de un edificio abandonado decorado con un mural de vivos colores. Cuando me acerqué descubrí al lado una vieja planta eléctrica con dibujos de peces y un calamar; y una nave en ruinas con varios grafitis muy originales. Por todas partes había tumbonas de madera y sombrillas rotas, y exploré cada rincón. No me esperaba poder disfrutar de un rato de Urbex en esta zona…
Más tarde me enteré que en esta zona tiene lugar cada mes de agosto un festival de música muy popular: el Sea Dance Festival. Comenzó en el año 2014 en Jaz Beach (Budva) pero en el 2017 se trasladó a Buljarica y no para de crecer. Asistir tiene que ser alucinante.
5. Monasterio de Gradiste: a continuación subí hasta la carretera principal y continué ganando altura por una pista asfaltada que acaba en la puerta del monasterio. Sus orígenes se remontan al siglo XII aunque los edificios actuales son muy posteriores. Desde la distancia destaca la Iglesia de San Sava, situada al filo de la montaña, con un campanario tradicional. La puerta estaba cerrada, pero sí pude entrar en la Iglesia de San Nicolás, de aspecto similar y con un interior cubierto de espectaculares frescos del siglo XVII que representan escenas de la Biblia, santos y personajes destacados de la época. Un poco más arriba hay un cementerio, una pequeña ermita (cerrada) y un mirador desde el que contemplé unas vistas geniales de los alrededores.
El monasterio tiene un patio lleno de flores y palmeras, y está rodeado de olivos. Un lugar idílico. Eso sí, durante mi visita me crucé con un monje que me saludó con cara de desconfianza.
6. Petrovac Beach: para volver al centro de Petrovac no tenía ningunas ganas de cruzar de nuevo el peñasco así que opté por la carretera principal, que tampoco fue un paseo. De entrada caminé sin arcén con vehículos pasando a toda velocidad; y después me adentré en un oscuro túnel con una acera estrechísima. Menos mal que al salir me desvié a la izquierda y bajé hasta Lucice Beach siguiendo una pista asfaltada que atraviesa una zona residencial y un bosque de olivos. Desde allí continué por una avenida que me condujo directo a Petrovac Beach.
La playa tiene un paseo marítimo con terrazas y comercios (aunque durante mi visita muchos estaban cerrados); montones de gatos; y unas vistas excelentes del monte Brdo y las Islas Katic y Sveta Nedelja. Aquí vi algunos turistas, pero la atmósfera era muy tranquila. Yo aproveché para sentarme en un banco a comer una bolsa de patatas y un zumo de manzana que compré en una tienda (2,2€).
7. Castello: en el siglo XVI los Venecianos construyeron un fuerte en una península rocosa situada junto a Petrovac Beach que llamaron Kastel Lastva (de ahí el primer nombre de Petrovac) o simplemente Castello. Hoy día alberga el restaurante La Cantina y una discoteca, y es la imagen más famosa de la población.
Yo primero subí a un mirador ubicado en el extremo del fuerte, donde hay un pilar de cemento que homenajea a los vecinos fallecidos durante las guerras ocurridas durante el siglo XX. Las vistas son épicas, con el Castello, la costa formada por capas de estratos, y las montañas. Aunque el viento era insoportable y solo aguanté unos minutos. Después caminé por un sendero que sigue el contorno del acantilado en busca de una foto panorámica del fuerte. Al final la encontré, pero me tuve que acercar excesivamente al borde del barranco, sin ningún tipo de protección, zarandeado por el viento y con los pinos crujiendo a mi alrededor. El corazón me iba a mil por hora pero tras varios intentos conseguí la foto.
8. Mosaico Romano: en el año 1902 unos arqueólogos descubrieron los restos de una lujosa villa romana del siglo IV con un enorme mosaico decorado con motivos florales y geométricos. Actualmente está protegido por un recinto de cristal. Cuando llegué estaba cerrado pero al menos pude ver el mosaico desde fuera.
Tras esta última visita ya eran las 17h y me dirigí a la parada de Mediteran Express, donde esperé el autobús y regresé a Budva. Estaba agotado después de un día intenso y me quedaba dormido, aunque los frenazos bruscos del conductor me despertaban al momento.
CONCLUSION
Mucha gente me había aconsejado evitar Budva en mi recorrido por Montenegro porque en teoría solo es un resort lleno de feos hoteles y grupos de chavales con ganas de fiesta. Y a ver, es cierto que palidece en comparación con Kotor o Perast, pero cuenta con un interesante Casco Antiguo y un tramo de costa muy fotogénico. Además se encuentra a escasa distancia de otras poblaciones destacadas como Sveti Stefan o Petrovac. Si quieres visitar todo te recomiendo una estancia mínima de 3 días, aunque añadiendo un cuarto podrás incluir otras atracciones de Budva como el Monasterio de Podmaine o la excursión a la cercana Isla de Sveti Nikola.
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