Monasterios medievales cubiertos de elaborados frescos en los territorios que antiguamente ocupaba el Principado de Moldavia
La región de Bucovina está situada en el noreste de Rumanía, pegada a la frontera con Ucrania. En el pasado pertenecía a Moldavia, un estado independiente que vivió su época dorada durante el siglo XV, bajo el mando de Stefan cel Mare (el Grande). Este príncipe está considerado como uno de los grandes héroes del país, y plantó cara al Imperio Otomano al igual que Vlad Tepes, su homólogo en la vecina Valaquia. Pero al final los turcos conquistaron la zona, y cuando fueron derrotados por Rusia en el año 1774, Bucovina pasó a manos de la Dinastía de los Habsburgo, como agradecimiento por su apoyo. En 1918, tras la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, Bucovina decidió unirse al Reino de Rumanía. Aunque en 1940 la Unión Soviética se hizo con el control de la mitad norte, que en la actualidad pertenece a Ucrania.
Bucovina es famosa por sus monasterios medievales cubiertos de frescos. Fueron construidos entre los siglos XV y XVI por Stefan cel Mare y sus sucesores para conmemorar las victorias en sus enfrentamientos con los turcos. La Unesco incluyó 8 de ellos en su lista del Patrimonio de la Humanidad, aunque yo solo visité dos: Voronet y Humor, utilizando como base la población de Gura Humorului.
VIAJE: SIGHETU MARMATIEI – GURA HUMORULUI
Mi idea inicial era realizar este trayecto en tren, pero pronto comprobé que era una opción inviable: tenía que hacer transbordo en Salva, con lo cual el viaje se alargaba hasta las 11 horas; y llegaba a mi destino de madrugada. Así que decidí utilizar el autobús. Tras un buen desayuno desalojé mi habitación de la Pensiune Flamingo, me despedí de Arina y caminé hasta la Autogara Jan. Pasadas las 9h apareció un maxi taxi con tan solo dos pasajeros, pagué el billete al conductor (80L); guardé mi mochila grande en el maletero trasero; ocupé un asiento de la fila individual; y nos pusimos en marcha.
En total tardamos 5 horas en cubrir los 215km que separan ambas poblaciones, recorriendo el norte de Rumanía y disfrutando de un paisaje espectacular, con montañas cubiertas de extensos bosques de coníferas; aldeas tradicionales con casas de madera; y prados donde pastaban vacas y caballos entre montones de heno. De camino pasamos por Borsa, una popular estación de esquí; y cruzamos el Paso de Prislop (1.416m), que comunica las regiones de Maramures y Bucovina, con unas vistas geniales de los Montes Rodnei. En todo momento lució un sol muy agradable que realzaba los colores. La verdad es que no tuve tiempo para aburrirme.
Durante el trayecto fueron subiendo y bajando lugareños; y se unieron dos turistas extranjeros que también se dirigían a Gura Humorului. En un área de servicio hicimos un alto para estirar las piernas y aproveché para comprarme un croissant de chocolate y un café con leche (5,5L). Al final el maxi taxi me dejó en el centro del pueblo, y desde allí me dirigí al lugar donde había previsto pasar la noche.
ALOJAMIENTO: CASA ANDRADA & ILINCA – 88L/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; lavabo privado con ducha de agua caliente; balcón con vistas de las montañas; limpieza impecable; buena ubicación, a 5 minutos a pie del centro; tranquilidad total por la noche (era el único huésped); wifi rápido; cocina compartida con nevera; varias salas comunes para leer o escribir; dueño (Paul) encantador; precio.
*Puntos en contra: no se me ocurre ninguno.
Reservé esta guesthouse a través de Booking y una vez más acerté de lleno. Al llegar no había nadie en la pensión, pero llamé por teléfono a Paul y vino a abrirme al cabo de unos minutos (vive con su mujer en una casa a escasos metros). El hombre no hablaba inglés, aunque mediante Google Translator me explicó todo lo necesario y me dio un tour por la pensión. Quizás con demasiado detalle, porque me tuvo más de media hora dando vueltas y rellenando formularios con mis datos, incluidos algunos surrealistas como el nombre de mis padres (¡?).
Una vez instalado en mi habitación me estiré en la cama a descansar un rato. Y cuando empezó a oscurecer salí a la calle con ganas de llenar el estómago.
CENA: ATIPIC RESTAURANT
Paul me recomendó este sitio y no me lo pensé dos veces. Está situado en el centro, junto al río Humor, aunque me costó un rato encontrarlo porque estaba mal señalizado en Google Maps. Una vez allí me senté en una mesa de la terraza y pedí Tochitura Moldoveneasca. Ya había probado la Tochitura en dos ocasiones y no me hizo mucha gracia, pero Vincent (el suizo que conocí en Breb) me dijo que la variante de Moldavia estaba muy rica, y tenía razón. La camarera me trajo una sartén que tenía 3 tipos de carne, un huevo frito, queso de cabra, Mamaliga y pimiento rojo. Para acompañar cayó una cerveza Staropramen. El plato era consistente y acabé muy lleno. A mi alrededor había varias mesas de lugareños (como no, fumando sin parar).
Después de cenar hice una compra en un supermercado (se me cayó un yogurt al suelo y la lié parda, ante la cara de resignación de la cajera). Y regresé a mi habitación, caminando por calles oscuras sin poder relajarme porque no paraban de pasar coches a toda velocidad; y si me acercaba a las casas aparecían perros ladrando que me pegaban unos sustos tremendos. En fin, al menos ya tenía encarada la recta final de mi recorrido por Rumanía y estaba muy satisfecho.
LOS MONASTERIOS DE BUCOVINA
Al día siguiente me desperté con mi alarma sonando a las 8h y en el exterior lucía el sol, así que me puse en pie sin perder tiempo. A continuación desayuné un yogurt y galletas; preparé la mochila pequeña; y salí a explorar los alrededores. Gura Humorului es una población a orillas del río Moldova que no tiene lugares de interés turístico. Pero yo decidí alojarme aquí porque se encuentra a escasa distancia de dos de los mejores monasterios medievales de Bucovina.
1. Monasterio de Voronet: está situado 5km al sur de Gura Humorului y para llegar utilicé los servicios de un taxi. Lo cogí en el centro y me dejó junto a la entrada tras un trayecto de pocos minutos (19L). Este monasterio ortodoxo dedicado a San Jorge fue construido en el año 1488 por encargo de Stefan cel Mare, para conmemorar su victoria sobre los otomanos en la Batalla de Vaslui. Cuando la Dinastía de los Habsburgo (de religión católica) se hizo con el control de Bucovina el monasterio fue abandonado. Hasta que en 1991 recuperó su actividad y actualmente está habitado por una comunidad de monjas.
*Horario: 9h – 17h
*Precio: 5L
*Fotografía: ok (solo en el exterior de la iglesia y pagando 10L extra)
La estructura de Voronet es sencilla: una iglesia situada en un patio rodeado de jardines con flores y construcciones modernas donde viven las monjas. Tras comprar el billete de acceso estuve un buen rato contemplando el exterior del templo, cuyos muros están cubiertos de frescos realmente espectaculares. En la pared sur hay escenas de la vida de San Nicolás y el martirio de San Juan de Suceava, además del Árbol de Jesé (con la genealogía de Jesús) y San Jorge matando al dragón.
Pero el fresco más famoso es el de la pared oeste, que representa El Juicio Final, con ángeles, demonios, el Jardín del Edén… En cada monasterio de Bucovina predomina un color, y en Voronet es el azul, obtenido a partir del lapislázuli y conocido mundialmente como “Azul Voronet”. Las pinturas de la pared norte están muy deterioradas. Para obtener buenas fotos es mejor elegir un día nublado porque el sol crea molestas sombras.
En el interior de la iglesia hay 3 salas llenas de frescos. En ellos aparecen santos sufriendo todo tipo de torturas, los apóstoles, Stefan cel Mare ofreciendo una maqueta del templo a Cristo… Una pena que aquí está completamente prohibido hacer fotos. Mi llegada a Voronet coincidió con el inicio de una misa y pude disfrutar de un ambiente único. Dos curas recitaban plegarias y un coro de monjas cantaba de fondo. Primero me uní a los fieles, pero cuando vi que todos se arrodillaban en el suelo y no paraban de santiguarse preferí quedarme fuera de la iglesia por respeto (la misa se podía escuchar por unos altavoces y alrededor del templo también había lugareños de pie). Tras la ceremonia visité el interior con más calma.
Cuando acabé la visita regresé a Gura Humorului caminando. Primero seguí una carretera local en paralelo al río Voronet, pasando junto a bonitas viviendas. Algunas tenían fachadas decoradas con escamas de madera, similares a los tejados de las iglesias de Maramures. Otras pozos de agua cubiertos con casetas, o cobertizos con herramientas y ganado. Y de fondo colinas y bosques frondosos. Después crucé el río Moldova por un puente; vi de cerca un rebaño de ovejas (por suerte sin perros); y continué por la carretera principal hasta el centro de Gura Humorului. Por cierto, en una zona me sorprendió ver el suelo lleno de castañas que caían de los árboles y la gente ignoraba (muchas estaban chafadas).
COMIDA: PIZZERIA LA BOMBA
Antes de visitar el siguiente monasterio preferí comer algo y elegí al azar este local. Allí ocupé una mesa del piso superior y pedí una Pizza Ca La Mama Lui Don Corleone (con queso, jamón York y olivas), acompañada de una cerveza Ciuc. La pizza era de buenas dimensiones y me dejó como nuevo. A mi alrededor no había nadie más y la atmósfera era de tranquilidad total. Precio: 25L.
2. Monasterio de Humor: se encuentra a algo más de 5km al norte de Gura Humorului y de nuevo utilicé un taxi, que cogí en el centro y me cobró 20L. Este monasterio ortodoxo data del año 1530, está dedicado a la Virgen María y fue encargado por el Príncipe Petru Rares (hijo de Stefan cel Mare). Al igual que ocurrió en Voronet, el monasterio cerró en 1786 y no volvió a abrir sus puertas hasta 1990, cuando fue ocupado por una comunidad de monjas.
*Horario: 9h – 17h
*Precio: 5L
*Fotografía: ok (solo en el exterior de la iglesia y pagando 10L extra)
Humor está rodeado por una muralla y todavía conserva una torre de vigilancia (cerrada al público). Aunque la estrella del recinto es la iglesia, decorada con impresionantes pinturas murales que son de las más antiguas de Maramures. En la pared de la entrada, protegida por un porche con columnas, hay una representación de El Juicio Final, de estructura similar al de Voronet. Y en la pared sur hay escenas de la vida de San Nicolás y de la Virgen. En Humor el color predominante es el marrón. Por el patio no paraban de pasar monjas vestidas con túnica negra y gorro. En el interior las salas estaban cubiertas de frescos, aunque de nuevo está prohibida la fotografía.
Para regresar a Gura Humorului decidí caminar siguiendo el valle del río Humor, y pasé una hora muy entretenida. Pude ver viviendas tradicionales, granjas de madera, vacas pastando y alguna carreta de caballos; crucé el río por un puente; y no me cansé de fotografiar el paisaje, a pesar de que el tiempo no acompañaba, con un cielo cubierto de nubes grises (apenas eran las 16h y ya estaba oscureciendo).
De vuelta en la pensión llamé por teléfono a Paul para pagar mi estancia y la verdad es que se portó genial. Vino con una botella de Afine (licor de arándanos) elaborado por él para tomar un chupito juntos, y me regaló el resto. Y se llevó una bolsa con mi ropa sucia para lavarla, sin ningún coste adicional. Sin duda uno de los mejores alojamientos de mi recorrido por Rumanía. Cuando Paul se fue me quedé en el comedor leyendo y escribiendo. Y solventé la cena con un yogurt y dos plátanos.
EL MUSEO DEL HUEVO
La jornada comenzó a buena hora y bajé a la cocina a desayunar un yogurt, un plátano y un croissant de chocolate. A continuación me vestí, cogí mi cámara de fotos y a las 10h me vino a buscar Paul. En un principio mi intención era tomarme el día de descanso, pero la tarde anterior Paul me propuso llevarme a un sitio y con lo bien que se había portado conmigo me supo mal decirle que no. Así que subí a su coche y nos pusimos en marcha.
El lugar en cuestión era el Muzeul Oului (literalmente “Museo del Huevo”), que se encuentra en la población de Vama, a 18km de Gura Humorului, siguiendo la carretera principal. Desde hace siglos, en Rumanía (y otros países de Europa del Este) existe la tradición de pintar huevos a mano para decorar los hogares durante las fiestas de Semana Santa. Y con el paso del tiempo este arte se ha ido perfeccionando hasta alcanzar niveles asombrosos. El Museo es una colección privada y la entrada cuesta 10L (más 10L adicionales para poder hacer fotos). Allí nos recibió el hijo de la dueña que nos hizo una visita guiada en inglés bastante completa, enseñándonos los objetos más curiosos.
En el Museo se exponen miles de huevos de todo tipo, pintados de vivos colores (utilizando pigmentos naturales) y cubiertos de símbolos, cada uno de los cuales tiene un significado. Lo normal es utilizar huevos de gallina, que se vacían y someten a un proceso para endurecer la cáscara. Pero también vimos de avestruz, emú o gorrión. Y de porcelana, cristal o madera. Con algunas creaciones espectaculares como un huevo de avestruz en cuyo interior se había recreado una iglesia en miniatura (con luz y todo). La colección se centra en Bucovina y otras zonas de Rumanía, aunque también cuenta con varias salas dedicadas a países del mundo, incluida España (para variar, dos huevos caracterizados de flamenca con peineta…). Estuvo interesante.
Tras la peculiar visita regresamos a Gura Humorului, y finalizó mi recorrido por Bucovina.
CONCLUSION
Reconozco que tras visitar durante varios días la región de Maramures, con numerosas iglesias de madera, frescos, crucifijos y cementerios, no aparecí en Bucovina en las mejores condiciones para disfrutar de otro aluvión de arte religioso. Además la frontera de Ucrania estaba abierta y temía que la crisis del coronavirus provocara algún cambio de última hora que me impidiera la entrada. Con lo cual mi recorrido por Bucovina se limitó a dos monasterios y me marché sin visitar Suceava, la principal ciudad de la zona. En condiciones normales hubiera intentado incluir también los monasterios de Moldovita y Sucevita.
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