Paseando entre esculturas gigantescas en las ruinas de un famoso fuerte arrasado durante la Segunda Guerra Mundial, a poca distancia de la frontera de Polonia
Brest es una de las ciudades más antiguas de Bielorrusia y en el 2019 celebró los mil años desde su fundación. Está literalmente pegada a la frontera de Polonia, junto al río Mukhavets, y se trata de un lugar famoso por dos hechos históricos. Primero, en 1596 fue el escenario de la Unión de Brest, un acuerdo con el que la Iglesia Ortodoxa de Polonia y Lituania pasaba a depender del Papa de Roma, dando pie a importantes divisiones internas. Y siglos más tarde, en 1941, el Fuerte de Brest resistió durante 7 días el asedio de las tropas Nazis en los inicios de la Operación Barbarossa, convirtiéndose en todo un símbolo de heroicidad a nivel nacional.
La atracción turística más popular de Brest es el mítico Fuerte, donde hay un Memorial soviético con impresionantes esculturas. Aunque también merece la pena pasear por la calle Sovetskaya o la Plaza de Lenin. Además Brest es una buena base desde la que visitar el Parque Nacional Belavezhskaya.
VIAJE: GRODNO – BREST
Para este trayecto mi idea inicial era utilizar el tren, pero solo había uno nocturno que tardaba un montón de horas, dando un rodeo ridículo. Así que la alternativa era autobús o marshrutka. Por suerte una de las encargadas de la recepción del Hostel Center de Grodno me facilitó las cosas: hizo una reserva a mi nombre a través de la página web de una compañía de transporte privada (estaba en ruso); y me envió al móvil toda la información necesaria. De esta forma me evité los momentos de confusión típicos de las Terminales de Autobuses.
El día del viaje caminé desde el hostel hasta el punto de recogida, situado justo enfrente de la Terminal. Y unos minutos antes de la hora indicada apareció mi marshrutka (la reconocí por el número de matrícula). A continuación guardé mi mochila grande en el maletero trasero; ocupé un asiento de la fila individual; pagué al conductor (18R); y nos pusimos en marcha. Junto a mí solo viajaron otros 3 pasajeros y había espacio de sobras.
Entre Grodno y Brest hay 240km y el trayecto duró 3,5 horas, recorriendo diferentes carreteras locales hacia el sur. El conductor evitó pisar el acelerador, no sé si por voluntad propia o por la existencia de radares. De camino atravesamos extensas llanuras, aldeas remotas con casas de madera, y los bosques del Parque Nacional Belavezhskaya. Incluso vimos un ciervo corriendo a escasos metros. Aunque el día amaneció con una espesa niebla y no pude disfrutar del paisaje todo lo que me hubiera gustado. A medio camino hicimos una parada en una gasolinera y aproveché para comprarme un café con leche y un donut. Y la marshrutka me dejó en la Terminal de Brest, desde donde me dirigí a mi alojamiento.
ALOJAMIENTO: HOTEL VESTA – 50R/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza impecable; ubicación genial, a 5 minutos a pie de la calle Sovetskaya.
*Puntos en contra: cama individual, con un colchón bastante incómodo; paredes muy finas (se escucha todo lo que hacen tus vecinos); wifi lento.
Reservé este hotel a través de Booking y su look soviético me encantó. Tiene una fachada imponente, habitaciones con paredes llenas de flores y lavabos de color azul turquesa. Al llegar me hizo gracia el chaval encargado de la recepción, que me preguntó si estaba seguro de querer pasar 3 noches en Brest porque no había mucho que hacer. ¡Y lo decía en serio! Menudo embajador de la ciudad… Además me insistió en que podía desayunar en el hotel, aunque a 18R me pareció demasiado caro.
Tras instalarme casi no quedaban horas de luz, con lo cual busqué un restaurante para llenar el estómago.
COMIDA/CENA: LA KAVE
Uno de los muchos locales situados en la calle Sovetskaya. Tiene dos pequeños comedores y solo quedaba una mesa libre, pegada a la barra, aunque fue la única nota negativa. Me gustó la carta en inglés, con numerosas opciones; me atendieron camareras simpáticas y eficientes; y la comida estaba deliciosa. Yo pedí un menú típico bielorruso, con Solyanka; Draniki con carne de cerdo en salsa; y una jarra de cerveza bien fría. Precio: 26,2R.
De regreso al hotel pasé por un supermercado Euroopt e hice una compra para los desayunos de los próximos días. Y en la habitación me dediqué a leer y descansar.
EN LA CALLE SOVETSKAYA
La jornada comenzó con mi alarma sonando a las 9h de la mañana, y me puse en pie sin perder tiempo. A continuación desayuné un plátano, galletas y zumo; metí las cámaras de fotos en mi mochila pequeña; y salí a la calle, donde me esperaba una mañana fría, con el cielo cubierto de nubes grises.
Desde el hotel caminé hasta el inicio de la calle Sovetskaya, una avenida peatonal que constituye el epicentro de la vida social en Brest. Como el resto de ciudades de Bielorrusia, Brest quedó arrasada tras la Segunda Guerra Mundial, pero los rusos la reconstruyeron. Y en esta calle intentaron recrear la arquitectura previa al conflicto, con resultados un tanto cuestionables. Hay edificios pintados de vivos colores, con fachadas que lucen relieves y columnas; pérgolas de metal; tiendas de rótulos curiosos; farolas de época… Todo muy fotogénico, aunque en algunos casos es demasiado artificial y produce la sensación de caminar por un parque temático.
De todas formas merece la pena dedicar un rato a recorrer la calle Sovetskaya, con numerosos cafés y bares; artistas callejeros (durante mi visita había varios disfrazados de ángeles); y montones de lugareños paseando. Además tiene varios lugares de interés:
1. Invernadero: hecho de vidrio y metal, está en el extremo norte de la calle y forma parte de uno de los edificios de la Universidad de Brest. Abrió sus puertas al público en el año 2010 y dentro se recrean diferentes ecosistemas, como el trópico o el desierto. En el exterior destaca una bonita vidriera con forma de flor.
2. Iglesia de San Nicolás: un templo ortodoxo inaugurado en 1906 para conmemorar el final de la guerra entre Rusia y Japón. Su aspecto llama la atención, con muros naranjas; cúpulas con forma de bulbo pintadas de azul y decoradas con estrellas; y un afilado campanario. En la puerta había un par de mujeres pidiendo limosna con sus hijos, una imagen bastante inusual en Bielorrusia.
3. Music Clock: este reloj tiene escudos pertenecientes a diferentes épocas de Brest.
4. Cine Belarus: de forma redonda, fue construido en el año 1959 alrededor de la estructura de una antigua sinagoga judía (algo que los rusos hicieron en otros rincones de la Unión Soviética, como por ejemplo en Chernivtsi).
5. Millennium Monument: creado en el 2009 como anticipo a la celebración de los mil años desde la fundación de Brest. Tiene 15m de altura y se compone de un pedestal con la estatua de un ángel que sostiene una cruz; varias figuras de personajes importantes; y una serie de relieves que representan escenas clave de la historia de la ciudad, como la construcción de Brest, la defensa del Fuerte, o la exploración espacial (con astronautas flotando).
6. Centro Comercial Univermag: data de los años 70 y en tiempos de la URSS fue el principal lugar de compras de Brest, con una torre del reloj. Hoy día alberga tiendas modernas, pero el exterior no ha cambiado.
La calle Sovetskaya también es el escenario de una peculiar ceremonia. Cuando cae la noche un operario vestido con uniforme de época sube una por una a las diferentes farolas con una escalera y las enciende (todavía son de queroseno). Yo no lo vi porque a esas horas el frío apretaba, pero se ha convertido en una de las principales atracciones de Brest.
Cuando llegué al final de la avenida elegí una cafetería y me senté unos minutos a tomar un café con leche (5R).
MAS LUGARES DE INTERES
Tras entrar en calor seguí explorando el centro de Brest y me sorprendió la cantidad de atracciones turísticas que encontré, a pesar de que me habían pintado esta ciudad como «el Fuerte y poco más«. Esto fue lo más destacado:
1. Plaza de Lenin: está rodeada por varios edificios de la administración de estilo soviético, como la sede del Gobierno Regional o el Banco Nacional de Bielorrusia. En un extremo hay una estatua de Lenin. Y durante mi visita el centro se encontraba ocupado por un árbol de Navidad y un pequeño parque infantil, con un tren, un tiovivo y un par de ponis que daban paseos a los niños.
2. Mercado Central: parece un platillo volante, de forma redonda y rematado por una cúpula. Dentro hay paradas iluminadas con flexos que venden todo tipo de alimentos: carne, pescado, embutidos, quesos, especias, dulces, pan… El ambiente es genial, con montones de lugareños examinando el género y en algunos casos haciendo largas colas. En los alrededores del Mercado hay docenas de puestos especializados en frutas, verduras y encurtidos.
3. Estación de Tren: esta era la primera imagen de la Unión Soviética que contemplaban los viajeros que llegaban en tren a Brest. El exterior es espectacular, con una imponente torre cubierta de relieves (entre ellos la hoz y el martillo), rematada por una estrella. La sala de espera es magnífica, con un techo abovedado.
4. Calle Levaneuskaha: durante los años 20, cuando el oeste de Bielorrusia pasó a manos de Polonia, aquí se construyeron una serie de lujosas mansiones que se han conservado casi sin cambios. Estaba muy cerca de mi hotel y pasé en varias ocasiones.
5. Plaza de la Libertad: presidida por un Memorial dedicado a la liberación de Brest por parte del Ejército Rojo. Consiste en una estela con las figuras de un soldado y una mujer, rodeada de relieves con estrellas y vehículos militares.
6. Teatro de Arte Dramático: un elegante edificio cuya fachada está decorada con columnas y las figuras de dos ángeles.
7. Mosaicos Soviéticos: los descubrí investigando en Internet y fueron toda una sorpresa. Están a unos 3km del centro de Brest, siguiendo la carretera Moskovskaya hacia el este. Yo realicé el trayecto a pie, azotado por el viento y la lluvia, y sin saber si los mosaicos continuaban visibles (no pude encontrar información actualizada). Pero el esfuerzo tuvo recompensa y los pude contemplar. Además, en todo momento pensé que se trataba de un solo mosaico y en realidad son tres. Fueron creados a finales de los años 80 y decoraban la fachada de una fábrica de componentes eléctricos. Su calidad es excepcional y representan elaboradas escenas de temática soviética.
A parte de estos lugares, mientras paseaba por las calles de Brest todo me llamaba la atención: carteles publicitarios (algunos envían mensajes a la población, como no beber o conducir despacio); bloques de pisos; arte urbano; fábricas con entradas que parecían museos… Eso sí, de la misma forma mi presencia despertó la curiosidad de muchos lugareños, que se quedaban mirándome (dos incluso me saludaron).
COMIDA/CENA: KAFE GAGARIN
Un local ambientado en la época de la Unión Soviética, con manteles de color rojo y blanco; servilletas decoradas con una estrella roja; personal vestido con ropa vintage; y música pop rusa de fondo. Además el café gira en torno a la figura de Yuri Gagarin, un héroe nacional que en 1961 se convirtió en el primer astronauta en dar una vuelta a la órbita de la Tierra. En una pared hay un mural donde aparece su cara, y en otra diferentes recortes de periódico.
En mi caso esto ya era motivo suficiente para acercarme al café, pero es que además la comida me gustó mucho. Tras examinar la carta con ayuda de Google Translator pedí Solyanka; Kletski con queso servidos en un recipiente de cerámica; y una jarra de cerveza. Las porciones fueron correctas y las camareras muy agradables. Precio: 22,8R. El comedor estaba casi vacío al ser una hora un poco extraña (pronto para cenar y tarde para comer).
Una vez con el estómago lleno regresé a mi habitación en medio de una noche gélida, con ganas de entrar en calor, aunque muy satisfecho por cómo había transcurrido la jornada.
EXPLORANDO EL FUERTE DE BREST
Al día siguiente me desperté tras otra noche de sueño apacible y aunque me hubiera quedado un rato más en la cama me obligué a levantarme porque tenía una agenda apretada. Así que desayuné, preparé la mochila pequeña, y me dirigí al lugar más famoso de la ciudad: el Fuerte de Brest, situado 2km al oeste de mi hotel. En el exterior caía un fina lluvia, pero a cambio hacía un poco menos de frío.
De camino pasé junto al Museo del Ferrocarril. Ocupa un recinto al aire libre, rodeado por una valla con rejas, así que pude ver varios trenes soviéticos, con la estrella roja y el símbolo de la hoz y el martillo. A mí esto ya me bastó, pero si te apasiona el tema tienes la opción de pagar la entrada y examinar los trenes de cerca. Mientras estaba allí pasó un conejo a la carrera y desapareció detrás de unos matorrales.
A finales del siglo XVIII el Imperio Ruso arrebató a Polonia los territorios de Bielorrusia Occidental, que equivalen aproximadamente a las actuales provincias de Brest y Grodno. Y unas décadas más tarde, en 1842, se construyó junto a la nueva frontera un Fuerte monumental. Para ello los rusos escogieron los terrenos donde se asentaba Brest y trasladaron la población a su ubicación actual. De entrada puede parecer una decisión complicada, pero es que a nivel defensivo el lugar es inmejorable, justo en el punto donde confluyen los ríos Mukhavets y Bug Occidental. El Fuerte se compone de 4 islas: una central, protegida por los ríos, donde se encontraba la Ciudadela; y tres alrededor, conectadas por puentes, con diferentes murallas y trincheras.
Después de la Primera Guerra Mundial Polonia recuperó Bielorrusia Occidental y sus tropas se instalaron en el Fuerte. Pero en apenas 20 años fueron expulsadas por los rusos, gracias a su pacto con la Alemania de Hitler. Y casi sin tiempo para asentarse, en junio de 1941, las tropas Nazis invadieron la Unión Soviética y se abalanzaron sobre el Fuerte de Brest, en la que fue la primera gran batalla de la Operación Barbarossa.
En el Fuerte había 9mil soldados soviéticos, mientras que los alemanes contaban con 17mil efectivos, más el soporte de unidades de artillería y aviones bombarderos. A pesar de la desigualdad los soviéticos resistieron mucho más tiempo del previsto. Aunque al final no se produjo el milagro y tras sufrir 2mil bajas el resto tuvo que rendirse. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial el gobierno ruso decidió mantener el Fuerte tal y como quedó, construyendo en su interior un impresionante Mausoleo en homenaje a los héroes fallecidos, inaugurado en 1971.
El acceso al Fuerte es gratuito. Yo comencé visitando la Ciudadela, donde se encuentran los monumentos más conocidos:
1. Entrada Principal: está en la Isla Norte y se trata de un enorme bloque de cemento con un agujero en forma de estrella. Unos altavoces emiten himnos patrióticos y el sonido de las bombas al caer.
2. Tanques: hay cuatro al aire libre y es posible acercarse a tocarlos o subirse encima. A continuación se llega a la Ciudadela cruzando un puente.
3. Escultura “Valour”: es la imagen más icónica del Fuerte de Brest. Una roca gigantesca de 35m de altura que en un lado tiene una escultura con la cabeza de un soldado de rostro serio; y en el otro una serie de relieves con escenas de la Defensa del Fuerte. Es impresionante. Junto a la roca hay lápidas, una llama eterna, coronas de flores y un obelisco metálico de 100m de altura. Mientras, por unos altavoces se escucha música triste.
4. Cambio de Guardia: durante mi visita pude presenciar esta curiosa ceremonia (a las 12h pasadas). Alrededor de la llama eterna se situaron dos parejas de chicos y chicas en uniforme, pertenecientes a la Belarusian Republican Youth Union. Y fueron relevados por otras dos parejas conducidas por un líder que iba dando instrucciones. Su sincronización es asombrosa, y en una parte del recorrido caminan a cámara lenta. Yo no sabía si está permitido hacer fotos, pero cuando vi a una mujer grabando con el móvil no tardé en sacar mi cámara. Toda una sorpresa.
5. Escultura “Thirst”: representa a un soldado soviético que se arrastra sosteniendo su ametralladora y un casco, con cara de agonía tras varios días de asedio Nazi.
6. Iglesia de San Nicolás: de estilo bizantino, quedó en ruinas tras la guerra pero fue reconstruida y en la actualidad el templo luce impecable. Dentro los muros son de ladrillo, con varios iconos, fieles ofreciendo velas, y una enorme lámpara colgando del techo. Allí aproveché para sentarme unos minutos en un banco y entrar en calor.
7. Kholmskie Gate: tiene torres de ladrillo rojo y centenares de agujeros de bala que dan una idea de la intensidad de la batalla librada.
Además en el recinto de la Ciudadela hay diferentes esculturas, tramos de muralla, placas conmemorativas, un grupo de cañones… Me lo pasé genial descubriendo infinidad de detalles en cada rincón, con apenas un puñado de lugareños a mi alrededor.
EL MUSEO DE LA DEFENSA
*Horario: 9h – 18h
*Precio: 6R
*Fotografía: ok
En la Ciudadela hay varios museos, pero este es el más importante (y el que yo visité). Cuenta con varias salas donde se explica la historia del Fuerte y las diferentes batallas que se libraron en él, incluida la heroica Defensa de 1941. En cada sala hay un cartel con información detallada en inglés. Y en las vitrinas se pueden ver fotos de soldados acompañadas de objetos personales y medallas; armas; imágenes de la época; carteles de propaganda soviética… Aquí no me crucé con nadie.
El edificio del museo está decorado con elementos interesantes, como una colorida vidriera de temática soviética, cuadros modernos con escenas de la Defensa, y alguna escultura.
EN LA ISLA SUR
A continuación estuve un rato paseando por la orilla del río Bug Occidental, que bajaba con un caudal importante. El lugar es idílico, con fotogénicos sauces, vegetación exuberante y algún pescador sentado.
Tras cruzar un puente llegué a la Isla Sur, también conocida como Isla de Volyn o Hospital Island. Alberga las ruinas de un Monasterio Bernardino del siglo XVII que más tarde se utilizó como academia militar y hospital (de ahí el nombre). Durante mi visita había una valla rodeándolo. Yo recorrí el perímetro y encontré un punto por donde podría haberme colado, pero el edificio estaba en muy mal estado, y Bielorrusia no me pareció el mejor país para saltarme las normas. No muy lejos hay un Convento del siglo XIX que todavía está activo. Y contemplé un tramo de muralla en el que destaca la Puerta Sur. A unos metros vi una barrera y un viejo cartel que prohibía el paso, porque la frontera de Polonia está muy cerca.
Para regresar a Kholmskie Gate seguí un sendero indicado en maps.me que me llevó campo a través, rodeado por el sonido de docenas de pájaros. Y como ya se hacía tarde volví al centro de Brest, atravesando de nuevo la Puerta Principal. Una visita realmente completa.
CONCLUSION
Tras la ciudad de Minsk, el segundo gran objetivo de mi visita a Bielorrusia era contemplar el espectacular memorial del Fuerte de Brest, y en concreto la descomunal escultura “Valour”. No decepcionó, y encima pude presenciar un curioso cambio de guardia (te recomiendo estar en la zona alrededor de las 12h). Por si no era suficiente, descubrí que Brest es una ciudad mucho más soviética que Grodno, con imponentes obras de arte como su estación de tren o los coloridos mosaicos de la carretera Moskovskaya (de los mejores que he visto). Una pena que el tiempo no acompañara mucho. Dos días serán suficientes para conocer a fondo el lugar.
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales