Un bosque habitado por grupos de monos sagrados, un misterioso cementerio y una imponente cascada donde llegué en un autobús escolar
La región de Bono East fue constituida en el año 2018 mediante un referéndum popular y se trata de una escisión de la antigua región de Brong Ahafo. Su capital está en Techiman y cuenta con varias atracciones naturales, de las cuales yo visité dos. La primera fue el Boabeng-Fiema Monkey Sanctuary, una pequeña reserva de 2 km2 creada en 1974 para proteger un bosque que alberga numerosos ejemplares de Lowe’s Mona Monkey y Black-and-White Colobus. Históricamente los habitantes del lugar consideraban a los monos sagrados y estaba prohibido matarlos. De hecho tenían lugar festivales en su honor y se les enterraba en un curioso cementerio. Pero la expansión del Cristianismo provocó la pérdida de estas creencias y hoy día hay quien los caza como alimento (de ahí la creación de la reserva).
En segundo lugar visité las Kintampo Falls, un espectacular salto de agua de 70m de altura al que llegué en un autobús escolar, acompañado de un grupo de profesores y docenas de alumnos.
VIAJE KUMASI – FIEMA
Entre estas dos poblaciones hay 140km en dirección norte, un desplazamiento para el que necesité de 3 etapas:
1. Taxi hasta Kejetia Station: lo paré en el centro de Kumasi y al volante iba un abuelete que o no me entendió o se hizo el tonto. El caso es que me cobró 5C y me dejó en un lugar todavía más lejos de la Terminal, así que me tocó caminar entre una muchedumbre hasta que conseguí llegar preguntando a la gente.
2. Trotro a Nkoranza: una vez en la Terminal se abalanzaron sobre mí varios lugareños preguntándome dónde iba. Yo como siempre avancé con paso firme sin mirar a nadie, porque hacerles caso normalmente implica pagar más por el billete o acabar en un vehículo peor. Pero uno de los chavales no se despegó de mí. Y a pesar de que me enfrenté a él y le pedí que me dejara en paz, el tipo insistió, gritando y haciendo aspavientos. No paró hasta que me dejó en mi trotro. Y a continuación se marchó sin pedirme nada. La verdad es que no entendí lo que acababa de ocurrir.
En el trotro ocupé un asiento (15C); y tuve que esperar un rato, asediado por los vendedores ambulantes, hasta que aparecieron todos los pasajeros necesarios para hacer el viaje rentable. Una vez en marcha costó un mundo salir de la estación, avanzando a paso de tortuga por una avenida llena de puestos callejeros, vehículos y gente. Pero poco a poco logramos dejar atrás Kumasi.
El trayecto duró 2,5 horas. Lo bueno es que el trotro iba directo hasta el pueblo de Nkoranza, y me ahorré hacer una escala y cambiar de vehículo en Techiman. Durante el viaje, al principio cruzamos zonas urbanas de escaso interés; y más tarde un tramo de frondosos bosques cerca de la Kogyae Strict National Reserve. Mientras, una abuela sentada junto a mí se zampó un botellín de leche con pan; un huevo duro con salsa; y una bolsa con trozos de plátano deshidratado. Todo comprado al momento, aprovechando los ataques de los vendedores ambulantes. Esta gente tiene un estómago de acero…
3. Taxi Compartido hasta Fiema: al llegar a Nkoranza un chaval (con mejores modales que el de Kumasi) me condujo hasta un vehículo que necesitaba más pasajeros para partir hacia Fiema; y también se largó sin pedirme nada. Tuve que esperar un buen rato hasta que el taxi se llenó, bajo un sol de justicia. Eso sí, me hizo gracia una lugareña entrada en carnes que llevaba puesta una chaqueta de lana… ¡y no paraba de quejarse del calor que hacía! En fin, al final nos pusimos en marcha; y en cuestión de media hora recorrimos el trayecto, cruzando un paisaje cada vez más árido, con pistas de tierra, zonas de arbustos y aldeas remotas.
DESCUBRIENDO FIEMA
Fiema es una minúscula población que constituye un buen ejemplo de la Ghana rural. Con una calle principal sin asfaltar; casas de ladrillo con tejados de chapa; mujeres con vestidos de vivos colores; niños correteando; y ovejas husmeando en busca de comida. Si te alejas un poco del centro aparecen viviendas cada vez más deterioradas; y precarios recintos de madera para guardar ovejas y cerdos. Aunque sus habitantes son encantadores, y me dedicaron sonrisas y palabras amables… siempre y cuando mantuviera mi cámara de fotos enfundada o la utilizara a una distancia prudencial.
En Fiema, al igual que en el resto de poblaciones del sur del país, se pueden ver por las calles carteles dedicados a lugareños fallecidos, con su foto (vistiendo una toga tradicional), nombre y edad. Hay por todas partes, ya que honrar a los antepasados es una parte importante de la cultura ghanesa.
Tras dar un paseo por el pueblo me dirigí al Centro de Visitantes del Boabeng-Fiema Monkey Sanctuary. Se trata de una modesta caseta donde pagué la entrada (30C con visita guiada incluida); organicé una excursión para el día siguiente; y gestioné el alojamiento para pasar la noche en la reserva. Solo tuve que rellenar un par de documentos… y esperar un rato a que los empleados acabaran de comer un enorme plato de arroz blanco con pescado. Por supuesto me invitaron a unirme, pero el pescado no es lo mío y rechacé la oferta con educación.
A continuación dos chavales (chico y chica) me acompañaron hasta mi alojamiento siguiendo un sendero que cruzaba el bosque. Ella me empezó a tirar la caña descaradamente desde el minuto cero: me preguntó si le gustaba como novia; o si la quería como acompañante para el resto de mi viaje. Las caras de él eran un poema, y de vez en cuando me decía «¡No tienes que contestar a eso!». Yo me hacía el tonto pero por dentro me partía de risa.
ALOJAMIENTO: BOABENG-FIEMA GUEST HOUSE – 30C/Noche
*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; ubicación insuperable, rodeada de bosques; tranquilidad total por la noche (era el único huésped); ventilador; servicio de comidas a tarifas razonables (aunque con escasas opciones); señora encargada realmente amable; precio imbatible (solo 6€).
*Puntos en contra: baño exterior compartido.
La verdad es que no tenía muy claro si era posible alojarse en Boabeng-Fiema. Por si acaso iba preparado con mi tienda de campaña, pero me alegró descubrir que en la reserva hay una guest house con habitaciones disponibles. Salvo que se trate de un entorno natural excepcional yo siempre prefiero dormir en una cama bajo techo.
Una vez instalado en mi habitación el sol pegaba con fuerza, así que me senté en una mesa exterior y pedí una cerveza local marca Star (caliente). Allí estuve charlando con un ingeniero que trabajaba en las obras de construcción de una carretera cercana. Me gustó poder intercambiar opiniones con él y además me explicó bastantes curiosidades de Ghana:
*La gente no fuma. De hecho, no había visto absolutamente a nadie, ni en recintos cerrados ni por la calle. El motivo es el catolicismo extremo que impera en el país, que considera fumar un signo de debilidad. Y la policía se encarga de poner multas si descubre a alguien. Así que los pocos fumadores que hay lo hacen a escondidas.
*Los niños suelen recibir su primer nombre en función del día de la semana en que nacieron, y los padres eligen el segundo. Por ejemplo, yo nací un viernes y me correspondería Kofi (como el famoso Kofi Annan, ex-secretario general de la ONU).
*El saludo habitual entre la gente joven es darse la mano y al retirarla chasquear los dedos con los de la otra persona. Yo lo intenté en alguna ocasión pero al final tuve que desistir porque no me salía y aquello se podía interpretar como una ofensa.
UN PASEO POR EL BOSQUE
Cuando el sol empezó a aflojar un poco decidí lanzarme a explorar los alrededores en solitario en busca de fauna e imágenes curiosas. Al principio me conformé con ver pasar a los lugareños, que regresaban a sus casas cargando cubos de agua o alimentos encima de la cabeza. Incluso me acerqué a un poblado y estuve paseando un rato, provocando la sorpresa de los críos. Pero después me fui animando y tomé un sendero que se adentraba en el bosque. Pronto me vi rodeado de un paisaje espectacular, con árboles de formas curiosas, vegetación exótica, y un increíble contraste de colores entre el verde de las hojas y el rojo de la tierra.
La experiencia fue genial, avanzando por el bosque completamente solo, dejando marcas en el suelo cada vez que elegía un desvío por si tenía que desandar mis pasos. Pasé por un arroyo donde había vecinos lavando ropa. Y al final, con bastante suerte, aparecí en Boabeng y descubrí que había recorrido el Bentisua Trail. Aunque reconozco que a veces pasé nervios, porque ya atardecía y aquel bosque no parecía tener fin. Estas aventuras improvisadas algún día me van a salir caras…
Los orígenes de la tradición que prohíbe causar cualquier daño a los monos de Boabeng-Fiema varían en función de la persona con la que hables. Unos dicen que los monos dieron suerte a los antiguos fundadores de las poblaciones de Boabeng y Fiema. Otros que son los descendientes de una divinidad local. Incluso hay quien afirma que son humanos que en su día fueron transformados en monos. El caso es que gracias a esta tradición Boabeng-Fiema es el mejor sitio de Ghana para ver en libertad dos especies de primate que en otras partes del país (como Kakum) son realmente difíciles de observar.
Cerca del Centro de Visitantes, donde empieza el bosque, vi un numeroso grupo de Lowe’s Mona Monkeys y pasé un buen rato entre ellos haciendo fotos. Es evidente que están totalmente acostumbrados a tratar con humanos, y se acercaban a escasos centímetros de mí esperando que les diera comida. Son muy graciosos y había por todas partes: correteando por el suelo, colgando de las ramas, comiendo frutos, jugando… Era la primera vez que me encontraba con estas criaturas.
Con el sol poniéndose en el horizonte decidí regresar a mi alojamiento siguiendo el mismo sendero de la mañana. Pasé junto a árboles enormes, entre ellos una gigantesca higuera estranguladora completamente hueca, sin restos de su víctima. Y en una zona descubrí un grupo de Black-and-White Colobus Monkeys. Esta especie no se fía tanto de los humanos y permanece en las copas de los árboles. Por este motivo es más complicado verlos; y las fotos dependen mucho de contar con un buen zoom y elegir la luz correcta. Los Black-and-White Colobus emiten unos gruñidos muy característicos, tienen un largo pelaje y son mucho más grandes que los Mona Monkeys. Tras un buen rato observándolos llegué a la guest house sin problema, con una sensación de felicidad total, envuelto en el sonido de insectos y pájaros.
CENA: GUEST HOUSE
Las opciones para comer dentro de Boabeng-Fiema son escasas: o eres autosuficiente y traes víveres del exterior para cocinar; o te pones en manos de la señora encargada de la guest house. Yo opté por lo segundo porque mi estómago es todoterreno, y no me fue nada mal. A la hora acordada me senté en una mesa exterior; y la mujer me trajo un enorme plato de spaguetti con salsa de tomate (no me lo pude acabar); y una Fanta (otra vez caliente). El marco era incomparable, a escasa distancia del bosque, rodeado de sombras, bajo la luna llena y alejado de la civilización. Y encima el precio fue ridículo teniendo en cuenta donde estaba: 15C.
EXCURSION CON GUIA POR BOABENG-FIEMA
Al día siguiente me desperté con mi alarma sonando a las 6.30h y me tomé las cosas con calma: me vestí, preparé las mochilas, y una hora más tarde estaba en la mesa exterior listo para desayunar. El menú fue muy escueto y consistió en unos pancakes sin nada y un café con leche, pero solo me costó 5C. A continuación me reuní con un guía para realizar una excursión por Boabeng-Fiema. Curiosamente había dormido en una habitación de la guest house (no lo sabía), así que caminamos juntos hasta el Centro de Visitantes, donde dejé mis mochilas. Y desde allí comenzamos la visita guiada, que estaba incluida en el precio de la entrada.
El paseo duró hora y cuarto y mereció la pena. El guía era un chaval muy simpático y al mismo tiempo una fuente inagotable de información. Me explicó historias sobre la peculiar relación entre hombres y monos en Boabeng-Fiema; me enseñó árboles medicinales que curan todo tipo de enfermedades (les faltaban trozos de corteza); y árboles con cortes para obtener su resina pegajosa (los chavales la utilizan para cazar pájaros). Muy interesante.
Durante la excursión nos encontramos con un grupo de Black-and-White Colobus a una distancia perfecta para la fotografía. Incluso había algunas hembras con crías que quedaron geniales. Pero sobretodo vimos grupos de Lowe’s Mona Monkeys, que desde primera hora deambulaban por el bosque. El guía me animó a comprar comida para alimentarles y aunque no soy partidario de estas prácticas acabé aceptando porque se trata de animales muy domesticados y todo el mundo lo hace. Eso sí, junto a la entrada de Boabeng-Fiema un cartel avisa «Do not feed the monkeys». Esto ya dependerá de cada uno.
El caso es que compré a una vendedora ambulante un racimo de pequeñas bananas y dos bolsitas de cacahuetes (4C). El guía me enseñó el método correcto para darles la comida: agarrando la banana firmemente por un extremo; o sosteniendo los cacahuetes en la palma de mi mano. Y se produjeron situaciones muy graciosas.
También visitamos el cementerio de monos. Está ubicado en un claro del bosque, con un montón de cartelitos de madera clavados en el suelo donde se indica la especie de mono, sexo, y fecha de su entierro. Los monos son enterrados en pequeños ataúdes como si fueran humanos. Y junto a ellos también se encuentran los restos de algún sacerdote local. No se si me hubiera atrevido a visitar el lugar en solitario porque la atmósfera es realmente lúgubre. Estando allí no pude evitar acordarme de la novela de Stephen King «Cementerio de Animales».
La excursión finalizó en el momento adecuado, justo cuando llegaba un autobús escolar cargado de críos. Así que le dí una propina al guía (5C), recuperé mis mochilas del Centro de Visitantes, y me planté junto a la carretera a esperar algún vehículo para abandonar Boabeng-Fiema.
VIAJE FIEMA – KINTAMPO
Mi siguiente objetivo en la región de Bono East era conocer las Kintampo Falls, pero llegar hasta allí desde Fiema era una tarea complicada. La opción más directa implica recorrer una pista en muy mal estado por donde no pasa el transporte público. Así que todo apuntaba a que debería dar marcha atrás utilizando un mínimo de 3 vehículos diferentes, con paradas en Nkoranza y Techiman. Toda una pérdida de tiempo y energías. Hasta que mientras preparaba las mochilas y analizaba mis opciones me fijé en el autobús escolar, que esperaba aparcado junto al Centro de Visitantes a que los chavales finalizaran su paseo por el bosque. Demasiado tentador. Así que pregunté a mi guía y el panorama comenzó a aclararse.
El chaval me dijo que el grupo se dirigía a las Kintampo Falls; y que hablaría con los profesores cuando acabara la visita para ver si me podían hacer un hueco en el autobús. Yo no tenía ninguna duda de que me dejarían acompañarles; y a las malas unos billetes ayudarían a vencer cualquier reticencia. Con lo cual me senté a esperar muy optimista.
Al final ocurrió lo previsto: cuando llegaron los profesores el guía y yo nos acercamos a hablar con ellos; me presenté con una sonrisa y estrechando manos; y en cuestión de segundos ya estaba subido en el autobús escolar rumbo a Kintampo Falls, sentado cómodamente en un asiento delantero junto a los profesores. Una vez más, la suerte me sonreía…
Este trayecto fue sin duda uno de los grandes momentos de mi viaje por Ghana. El autobús estaba lleno de niños y niñas que no paraban de cantar y bailar al son de los tambores que tocaban un grupo sentado en la última fila. Las canciones creaban una atmósfera única. Yo charlé con los profesores, que me trataron con una gran amabilidad. Según me contaron venían de Sunyani, la capital de la Región de Bono.
Y así, con la sensación de estar viviendo aventuras irrepetibles, el autobús avanzó hacia el norte. Primero por una pista llena de baches hasta llegar a Jema, ya en la carretera principal; y después directos a Kintampo. En el pueblo estuvimos dando vueltas unos minutos porque los profesores querían visitar el Centro Geográfico de Ghana, indicado con un sencillo monumento. Al final lo encontramos y tras detenernos un momento para la foto continuamos hacia las Kintampo Falls.
Antes de bajar del vehículo uno de los profesores dedicó un minuto a rezar y dar gracias a Dios por la maravilla de la naturaleza que íbamos a visitar. Yo en ese momento no sabía qué hacer: ¿me desmarcaba del grupo y realizaba la visita a Kintampo Falls en solitario, o continuaba con ellos en agradecimiento a su ayuda? Pero entonces los profesores me dejaron sin palabras. Como ellos no pagaban entrada me hicieron pasar por uno de ellos para que me ahorrara el dinero. Todavía no entiendo cómo coló (era evidente que no era profesor), pero tras cruzar la puerta de acceso no consideré educado abandonarles a las primeras de cambio. Qué gente tan amable…
El grupo se dirigió a un recinto cubierto para comer antes de la visita. Y como los profesores no habían aceptado dinero a cambio de llevarme en su autobús decidí compensarles de otra forma: les compré unas latas de Fanta. Eso sí, la broma no me salió barata. Eran 10 profesores y donde estábamos solo había un bar que me cobró unos abusivos 4C por lata, con lo cual me gasté 40C. Pero la experiencia mereció la pena.
Los profesores me dedicaron infinidad de sonrisas y muestras de cariño. También me invitaron a comer pero preferí comprar una salchicha asada en un puesto situado junto al bar (donde aproveché para dejar mi mochila grande). También estuve ayudando a los niños. Uno tenía problemas con su cámara y le regalé una tarjeta de memoria; y varios me pedían que les hiciera fotos. Tras la comida iniciamos juntos la visita de Kintampo Falls.
LAS KINTAMPO FALLS
Para empezar los profesores nos llevaron a un punto del río Pumpum donde hay un pequeño salto de agua muy normalito, aunque los chavales no paraban de hacerse selfies. Después paseamos junto a la orilla del río. Y por último encaramos un vertiginoso descenso de 152 escalones que nos llevó justo al pie de las Kintampo Falls, conocidas en la época colonial como Saunders Falls.
Se trata de un imponente salto de agua que cae en varios niveles, rodeado de árboles y vegetación exuberante, formando una piscina natural. Yo pensaba que al ser el final de la estación seca la cascada no tendría agua y estuve a punto de pasar de largo por Kintampo. Aunque por suerte ofrecía un aspecto aceptable. Está claro que en la época de lluvias Kintampo Falls es más espectacular, pero lo que vi me dejó satisfecho.
La pena es que el lugar estaba lleno de chavales, sentados en los alrededores o bañándose en la piscina natural de un metro de profundidad, creando un ambiente de gritos y ruido. Además había basura por todas partes, sin ningún tipo de consideración. Y mientras hacía fotos se me acercó algún personaje oscuro con unas copas de más que esquivé como pude. Todo esto contribuyó a que no alargara mucho mi estancia.
Tras un rato contemplando Kintampo Falls me despedí de los profesores, subí las escaleras, y recogí mi mochila grande en el puesto de salchichas. Una vez en la carretera principal no tardé en parar un taxi que por 10C me llevó al centro de Kintampo.
Nota: solo 10 días más tarde las Kintampo Falls se convertirían en el escenario de una terrible tragedia. Una tormenta derribó un enorme árbol en el curso alto del río Pumpum. Y este se precipitó por la cascada, cayendo sobre los lugareños que se bañaban en la piscina (principalmente estudiantes) y acabando con la vida de 20 chavales. Escalofriante…
CONCLUSION
Si eres un amante de los animales y te diriges al norte, Boabeng-Fiema es una parada obligada. Es verdad que la reserva está bastante apartada de la ruta principal y el transporte público escasea. Pero el tiempo invertido se verá más que recompensado. Por supuesto, para vivir una experiencia completa, es imprescindible pasar por lo menos una noche en la encantadora guest house.
Kintampo Falls es otro punto de interés en ruta hacia el norte, visitable en cualquier época del año. Aunque mejor a primera hora de la mañana, cuando hay menos lugareños y se puede disfrutar de una atmósfera más tranquila. Porque después comienzan a llegar los grupos de estudiantes y el lugar se convierte en una auténtica romería. Dos o tres horas serán más que suficientes.
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