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BURKINA FASO

Bobo-Dioulasso

posted by Ganas De Mundo
Ene 7, 2018 2188 0 0
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Bobo-Dioulasso

Descubriendo la capital cultural de Burkina Faso, con una imponente mezquita, y explorando en moto sus alrededores

Bobo-Dioulasso es la segunda ciudad más grande de Burkina, con unos 600mil habitantes. Y es la capital de la Région Hauts-Bassins. Pero paseando por sus amplias avenidas flanqueadas de árboles, no da la sensación de estar en una gran urbe. Ofrece la posibilidad de explorar rincones fascinantes, donde el día a día se mezcla con tradiciones milenarias. Y de realizar excursiones a poblaciones cercanas, al encuentro de la Burkina más rural.

VIAJE OUAGADOUGOU – BOBO-DIOULASSO

Para llegar a Bobo-Dioulasso utilicé por segunda vez los servicios de la compañía de autobuses Rakieta. Los vehículos que viajan hacia Bobo parten desde una estación ubicada al oeste de la capital, en el barrio de Larle. Así que será necesario coger un taxi compartido, que en Ouaga se conocen como Taxi Vert («taxi verde», por el color de los vehículos). Yo paré uno en el centro, y tras un breve trayecto llegué a Larle, por 1.500f.

Tras facturar mi mochila grande en el maletero inferior del bus, ocupé mi asiento, y a las 22.30h nos pusimos en marcha hacia Bobo-Dioulasso, ubicada 350km al suroeste de Ouaga. La carretera estaba en perfectas condiciones, y tardamos 6 horas en recorrer el trayecto. Aunque la verdad es que no fue ni mucho menos un viaje plácido:

1. Para empezar, antes de arrancar, subió al bus un Burkinabe con chilaba que en teoría se tenía que sentar junto a mí. Pero al ver su sitio, empezó a dar gritos y montó un pollo increíble, discutiendo con los encargados de la compañía. Alegaba que había negociado otra cosa, y acabó ocupando otro asiento cercano, con cara de pocos amigos. ¿Era porque no quería ir sentado a mi lado? Nunca lo sabré, porque tampoco puse mucho empeño en saber qué pasaba. Mejor evitar problemas…

2. A pesar de ser un trayecto nocturno, la TV del bus se mantuvo toda la noche con un volumen atronador: gritos, explosiones… No podía ni escuchar música con mi Ipod… Fue sorprendente que aun así lograra dar alguna cabezada esporádica.

3. Los asientos eran realmente incómodos. Casi no tenía espacio para las piernas, y la sensación era claustrofóbica.

4. Tras un día de alimentación precaria, mi estómago empezó a rebelarse. Pero logré aguantar. De hecho, el bus hizo dos paradas durante el viaje, y ni siquiera bajé del vehículo.

La parte positiva fue que a las 4.30h de la mañana llegué a Bobo-Dioulasso. Como todavía era de noche, busqué la sala de espera de la estación; y me senté a escribir un par de horas, esperando a que se hiciera de día, rodeado de gente (muchos estirados en el suelo durmiendo). Estaba realmente agotado, tras un viaje larguísimo que había comenzado en Tiebelé, y escasas horas de sueño.

Cuando se hizo de día, salí al exterior, y caminé hacia el hotel que había elegido para alojarme. Lo fácil hubiera sido coger un taxi. Pero a estas alturas creo que ya ha quedado claro que me van los retos. Y al final lo encontré. Eso sí, preguntando en varias ocasiones a la gente, que por suerte me ayudó en todo momento.

ALOJAMIENTO: HOTEL TERIA II – 16.500f/Noche

*Puntos a favor: habitación espaciosa; cama doble muy cómoda; limpieza extrema; aire acondicionado; baño con ducha perfecta (chorro a toda presión, e incluso agua caliente); ubicación muy céntrica, pero con las habitaciones situadas en la parte trasera del edificio, alejadas del ruido.

*Puntos en contra: mobiliario de la habitación algo destartalado; precio.

El plan era conseguir una habitación con ventilador. Pero si quería una habitación ventilée tenía que esperar a que la limpiaran. Y me moría por una buena ducha. Así que opté por pagar más, y alojarme en una con aire acondicionado (climatisée). Total, solo iba a pasar una noche…

Como anécdota, mi idea inicial era alojarme en el Hotel Teria, a una calle de distancia y de características similares. Pero por error acabé en el II. En fin, cuando me dí cuenta ya había ocupado la habitación, y no le di más importancia.

Tras ocupar mi habitación, tocaba un buen desayuno. Y me acerqué a La Bonne Miche: una panadería ubicada justo enfrente del hotel, que fue todo un acierto. Tiene un comedor interior con ventiladores en el techo; mesas con lugareños charlando amigablemente (muy arreglados al ser viernes, día festivo en los países islámicos); atmósfera tranquila y relajada; y camareras muy eficientes. Como estaba hambriento, pedí un croissant (delicioso, recién hecho); un pain aux raisins (una especie de ensaimada con pasas); un zumo de piña; y un enorme café con leche. Todo por 2.000f.

EXPLORANDO DIOULASSOBA

En el pasado, la ciudad de Bobo-Dioulasso era conocida como Sya. A principios del siglo XVIII fue designada capital de la región de Gwiriko, perteneciente al poderoso Imperio Kong, cuyos territorios incluían partes de Costa de Marfil, Mali y Burkina. Más tarde se convirtió en un reino independiente. Y así continuó hasta la llegada de los franceses, en 1897, que rápidamente se hicieron con el control del lugar.

El casco antiguo de Bobo (llamado Dioulassoba) es el barrio más interesante de la ciudad. Y hacia allí me dirigí, paseando tranquilamente desde mi hotel. En esta zona abundan los guías a la caza del turista. Pero mi intención era callejear sin presiones, a mi aire. Por lo que rechacé todas las ofertas, y me adentré solo en el barrio. Aunque pronto me dí cuenta de mi error…  Primero, no paraba de recibir miradas y comentarios de indignación cada vez que me cruzaba con un vecino. Y sacar fotos era misión imposible. Segundo, continuaba recibiendo ofertas de más guías potenciales, que no me dejaban tranquilo. Resultado: salí del barrio, y busqué a un guía con el que había charlado unos segundos, para hacer una visita guiada con él.

Niños jugando en Dioulassoba
Puesto de artesanía en Dioulassoba

Tengo que reconocer que con el guía la cosa cambió de forma radical. Pude fotografiar a placer tanto casas como personas. Me explicó infinidad de historias interesantes del lugar. Y se adaptó perfectamente a mi ritmo, sin meterme prisa. Y todo por 2.000f.

Dioulassoba es una maraña de callejuelas estrechas y casas de adobe en diferentes estados de conservación. Esto fue lo más destacable:

1. El casco antiguo está habitado por cuatro castas que viven en zonas separadas: los Forgerons (herreros); los Griots (guardianes de las tradiciones y cultura); los Animistes (practicantes de oscuros rituales y sacrificios); y los Musulmanes. Ni siquiera están permitidos los matrimonios entre miembros de castas distintas.

2. El barrio de los Animistes era espectacular. Encontramos varios fétiches: objetos de formas diversas que representan a seres sobrenaturales, a los que se adora y rinde culto. Uno era un montículo de arena rojiza, con restos de plumas y sangre de pollo. Otro estaba en un rincón, dentro de una construcción cubierta, hecho de adobe, y con un agujero. Según el guía, en casos de conflicto se hacía meter la mano dentro del agujero a la persona implicada, y si no decía la verdad se quedaría sin ella. Sonaba a cuento chino, pero la atmósfera dentro del recinto era inquietante…

Fétiche en Dioulassoba
Fetiche en Dioulassoba

3. Vimos la casa más antigua de Dioulassoba, construida en el siglo XV.

4. En un par de lugares encontramos hornos de leña tradicionales utilizados para preparar Dolo. Se trata de una cerveza artesanal hecha con mijo, cuya elaboración está reservada exclusivamente a las mujeres. Días más tarde tuve ocasión de probar este brebaje, y la verdad es que no repetí: se sirve en calabazas, a temperatura ambiente, y tiene un sabor realmente amargo.

5. La visita acabó en la orilla de un riachuelo que cruza la ciudad. Pero fue una pena, porque aquello era un auténtico estercolero, lleno de bolsas de basura y olor nauseabundo. Y lo más increíble es que allí había niños chapoteando; y un charco oscuro donde se retorcía un grupo de peces gato (animal sagrado de la zona, que está prohibido matar). No me gustó la imagen, porque para visitar Dioulassoba se paga una entrada de 1.000f que en teoría deberían ir destinados a mantener el lugar en unas condiciones decentes. Y es probable que vayan a parar al bolsillo de algún listo…

6. Otra cosa que tampoco me gustó es que el guía (a pesar de dejarle claro que no estaba interesado en comprar souvenirs) se vio «obligado» a presentarme durante el recorrido a varios dueños de centros de artesanía, que me hicieron perder el tiempo. Había objetos tentadores: máscaras, instrumentos musicales, figuras de metal, marroquinería, tejidos… Pero las compras no son lo mío. Y preferí centrarme en la visita.

LA GRANDE MOSQUÉE

Como quedé contento con el guía, continué con él para visitar la que en mi opinión es la principal atracción turística de Bobo: la Grande Mosquée. Se trata de la mezquita más grande de Burkina. Y está construida al estilo tradicional sudanés, con paredes de adobe de color beige; esqueleto de madera (con palos sobresaliendo de los muros); contrafuertes puntiagudos; y dominando el conjunto, dos minaretes en forma de pirámide.

La mezquita fue construida a finales del siglo XIX, pocos años antes de la llegada de los franceses. En esa época, la ciudad estaba a punto de ser atacada por las tropas del rey Tieba, uno de los monarcas más poderosos del Imperio Kenedougou, que tenía su capital en Sikasso (Mali). Viéndose amenazado, el rey de Sya pidió ayuda militar a un importante líder islámico de la zona. Que consiguió derrotar al rey Tieba, y a cambio del favor prestado pidió que se construyera una mezquita en la ciudad.

Desde el exterior, la construcción era impresionante. Me quedé sin palabras. Era como una versión gigantesca de la mezquita de Larabanga. Mientras, frente a sus muros, paseaban mujeres con coloridos ropajes, chavales en bicicleta… Dando lugar a imágenes tremendamente fotogénicas.

Por suerte, cuando visité Bobo estaba permitido que los no musulmanes pudieran entrar en la mezquita (la situación va cambiando en función de los líderes locales). Para ello tuve que pagar 1.000f por la entrada; además de 500f para el guía; y 100f para el chaval de la puerta principal, que se encargaba de vigilar el calzado de la gente (por supuesto, dentro había que caminar descalzo). Dentro, el suelo estaba cubierto de alfombras. Y había pilares de color blanco junto a los cuales estaba sentado algún feligrés leyendo su libro de oraciones.

Aunque no me esperaba poder subir al tejado de la mezquita. Una vez arriba, fue genial pasear por un terreno ondulado, rodeado de almenas y minaretes, y con los altavoces emitiendo los sermones del imán. El recorrido fue breve, pero acabé más que satisfecho.

Mujer frente a la Grande Mosquée de Bobo
Niños frente a la Grande Mosquée de Bobo

Cuando ya me alejaba de la mezquita, estaba a punto de comenzar la oración del viernes (la más importante de la semana), que tiene lugar a mediodía. Y aquello ya era un hervidero de feligreses que acudían en masa a la llamada del imán. Tantos, que no cabían en el interior, y se tenían que sentar fuera, en una enorme explanada cubierta de alfombras. Al final había centenares de personas sentadas. La imagen era impactante. Pero me marché rápido, para evitar la tentación de sacar mi cámara de fotos (se podía haber liado gorda).

COMIDA: PARADIS GLACIER

Una de las grandes ventajas de viajar por países de influencia francófona (como es el caso de Burkina), es que abundan los lugares apetecibles para sentarse a comer. Panaderías, heladerías, cafeterías… No hace falta caminar mucho para disfrutar de una buena comida o una bebida refrescante. En mi caso, encontré uno de esos lugares a tan solo un par de calles de la mezquita.

Se trata de una cafetería/heladería frecuentada por lugareños, donde también preparan platos calientes. Me senté en una mesa de la terraza exterior. Y pedí un plato generoso de cous-cous con salsa de tomate; una botella de agua grande (Lafi); y de postre, un delicioso yogur de vainilla, que por lo visto es una especialidad local (enorme, refrescante… ¡y tremendamente azucarado!). El lugar, un remanso de paz y tranquilidad. El camarero, amable y eficiente. Y el precio: 1.950f. (apenas 3 euritos). Todo impecable.

ATARDECER EN DIOULASSOBA

Tras un rato descansando en mi habitación, regresé al casco antiguo de Bobo para aprovechar las últimas horas del día, y empaparme de su atmósfera. Fue un paseo muy agradable, descubriendo escenas interesantes en cada rincón: lugareños sacando agua de un pozo; casas antiguas que parecían caerse a pedazos; mujeres guapísimas, de suaves facciones y cuerpos estilizados; críos jugando…

Niña burkinabe
Joven burkinabe con hija

Todas las chicas que veía tenían el mismo peinado característico: unas trenzas muy finas y separadas entre sí, que se mantienen erguidas gracias a unos finos alambres, como si fueran antenas. Y adornadas con coloridos objetos de plástico. Realmente graciosas.

Aunque no todo era idílico:

1. Vi bastantes chavales harapientos deambulando por la ciudad pidiendo limosna. En algún caso les dí una moneda de 100f. Pero intento evitarlo, para no fomentar la mendicidad y el acoso al turista.

2. El calor era sencillamente asfixiante, con una temperatura superior a los 40 grados.

3. La gente no se mostraba muy cooperante a la hora de aparecer en mis fotos. Así que por enésima vez en mis viajes, tuve que actuar de forma muy discreta, exprimiendo mi zoom al máximo.

4. Los guías potenciales continuaron apareciendo de debajo de las piedras. Hasta que acabaron con mi paciencia, y puse punto final al paseo.

Con estos sentimientos encontrados, regresé a mi hotel para disfrutar de un más que merecido reposo, tras un día realmente ajetreado. Como había comido bien, solventé la cena con unas galletas y un zumo que compré en una tienda.

PRIMEROS PASOS EN MOTO

Al día siguiente, la jornada comenzó a una hora temprana. Y a buen ritmo desalojé la habitación del hotel, dejé mi mochila grande en la recepción, y desayuné en La Bonne Miche (café con leche y Pain aux Raisins). A las 8h, tal y como estaba previsto, me encontré en la puerta del hotel con Lam. Un lugareño al que había conocido la noche anterior a través de uno de los recepcionistas del hotel, para negociar el alquiler de una moto con conductor y visitar los alrededores de Bobo. Aunque Lam acabó proponiéndome algo más lógico: que la condujera yo mismo.

En moto hacia Koro

A pesar de no haber conducido nunca una moto en España, a esas alturas ya había hecho mis pinitos en el extranjero, alquilando sencillas motos automáticas durante varios días, en Tailandia o Indonesia. Así que me veía perfectamente capaz de afrontar el reto. Además, las guías de viaje que había leído recomendaban encarecidamente alquilar una moto para recorrer Burkina. Pero estaba en África. Y tenía muchas dudas respecto al estado de conservación de los vehículos; y a la seguridad de las carreteras.

Pero bueno… La oferta de Lam me acabó de animar. Y al cabo de unos minutos, ya estaba sentado encima de una Yamaha de color azul, recibiendo unas breves instrucciones de uso. Precio del alquiler por un día entero: 6.000f. La primera sorpresa fue comprobar que la moto era semiautomática. O sea, que tenía que cambiar de marchas, aunque sin utilizar embrague. Y esto sí que era una primera vez para mí. No me hizo mucha gracia, pero ya no había vuelta atrás. Por supuesto, Lam no me pidió ningún tipo de carnet de conducir; no me dio un casco (nadie lo utiliza en Burkina); y dudo mucho que tuviera al día su seguro de accidentes. Una lotería, vamos… Eso sí, yo tampoco le tuve que dejar mi pasaporte, o alguna garantía de que iba a regresar con su moto.

El caso es que me despedí de Lam, y me lancé a la carretera. Al principio me sentía muy incómodo: la palanca del cambio de marchas estaba durísima, y cada transición me costaba un horror, revolucionando la moto y despistándome de lo que sucedía al mi alrededor. Pero poco a poco me fui acostumbrando. Por suerte, encontré sin problemas el camino hacia el primer lugar de interés del día. Cuando ya había dejado atrás la ciudad, para evitar sorpresas, hice un alto en una precaria gasolinera para poner una botella de combustible (700f por el litro). Sí, ya se que suena extraño, pero este es el formato que predomina en la Burkina rural. Compras la gasolina en botellas de cristal, como si fuera whiskey…

Vista de Koro

Tras la parada, conduje durante 6km, siguiendo la carretera principal en dirección hacia Ouagadougou. Pensaba que sería un trayecto muy breve, pero se me hizo larguísimo. Así que tuve que parar en varias ocasiones a preguntar a los lugareños, para asegurarme de que estaba en el camino correcto. Al final, encontré el desvío, y continué sin problemas por una pista de tierra durante 2km más. Y al cabo de unos minutos, llegué a un conjunto de casas, y un cartel que daba la bienvenida a «le village touristique de Koro».

DESCUBRIENDO KORO

Nada más bajar de la moto, salieron a mi encuentro varios lugareños. Koro se trata de un pueblecito tradicional que el gobierno ha convertido en atracción turística. Y eso tiene sus desventajas:

1. Hay que pagar una entrada de 1.000f para visitar el pueblo.

2. Es obligatorio hacer la visita acompañado de un guía. En mi caso, me asignaron a Awa, una chica vestida al estilo islámico, con túnica de color negro, y pañuelo en la cabeza. No parecía estar muy contenta con su trabajo. Su cara era seria; me aportó las explicaciones justas; y la mayor parte del tiempo caminó a bastante distancia de mí, mientras yo sacaba fotos y examinaba el lugar. No hay una tarifa establecida para los guías, así que le dí 1.000f, y pareció quedar satisfecha.

3. Al poco de llegar al pueblo, apareció un autobús escolar lleno de alumnos. Por suerte mi visita a Koro no coincidió con la suya, porque hubiera sido un desastre.

Cartel de llegada a Koro
Grupo de niños en Koro

Koro está ubicado en lo alto de una colina. De forma similar a Bobo, el pueblo se divide entre el barrio de los Forgerons (herreros); y el de los Agriculteurs (agricultores). Pero lo primero que me llamó la atención es lo vacío que estaba. Casi no había gente. Awa me explicó que al ser la época más calurosa del año, los Forgerons no trabajan. Y los Agricultores pasan buena parte del día en las tierras bajas, donde tienen sus cultivos. Aunque a esto hay que añadirle también que mucha gente ha emigrado del pueblo, en busca de mejores condiciones de vida. Y es que vivir en Koro implica tener que bajar a la fuente varias veces al día, y subir cargado con cubos de agua para cocinar o el aseo personal.

Las casas de Koro están construidas con ladrillos de adobe. Para los tejados se utilizan troncos de madera y paja, aunque la mayor parte han sido sustituidos por planchas de metal. Y las ventanas son minúsculas. Durante la visita pude ver el lugar donde se reúnen los ancianos (una cubierta de cañas sostenida por una serie de troncos de madera); un par de fétiches, con restos de plumas y sangre; alguna mujer barriendo, o moliendo grano, en la puerta de casa, rodeada de enormes canari (vasijas de cerámica que se utilizan para cocinar o conservar alimentos).

Vistas desde Koro

En el punto más alto del pueblo había un mirador desde el que pude contemplar unas vistas magníficas de Koro y los alrededores. El paisaje era peculiar, salpicado de enormes rocas de granito (algunas en precario equilibrio), alrededor de las cuales los lugareños habían construido sus casas. Y arbustos con hojas de un color verde intenso. Me recordó mucho a Bongo.

La parte final de la visita fue algo caótica. Aparecieron grupos de niños que me pedían fotos, pero luego querían algo a cambio. Y eran realmente insistentes. Acabé comprándoles un par de paquetes de cacahuetes en un puesto callejero para aplacar los ánimos (100f). También tuve problemas con alguna mujer que se enfadó al verme sacando fotos. Solución: hacerla posar para obtener una imagen decente, a cambio de una moneda. Por cierto, durante estas situaciones, ni rastro de la guía…

Casa de Koro
Niños trabajando en Koro

Al final, regresamos a la parte baja del pueblo, donde dejé la moto. Y estuve esperando alrededor de una hora a que Awa acompañara de visita al grupo de alumnos que acababa de llegar. Mientras, me senté en un bar a tomar una Coke del tiempo (a pesar de que la sacaron de una nevera) y ver a los lugareños en su día a día. Deambulé por los alrededores, observando alguna casa de adobe; y fuegos preparando Dolo (cerveza casera). Y estuve charlando con un guía, que al poco ya me estaba pidiendo un bolígrafo o alguna moneda. La verdad es que hay ciertas partes de Burkina Faso donde la atmósfera de mendicidad reinante puede llegar a agobiar.

EN BUSCA DE DAFRA Y SUS PECES SAGRADOS

A continuación, quería visitar Dafra: un estanque ubicado en los alrededores de Koro, donde los lugareños acuden a rendir homenaje a sus peces sagrados (de forma similar a lo que ocurre en Paga con los cocodrilos, o en Boabeng-Fiema con los monos). Como no había indicaciones para llegar al lugar, opté por contratar de nuevo los servicios de Awa (qué remedio…).

El problema fue que insistió en ser ella la conductora de la moto. No se si por el hecho de ser chica (quizás era de muy mal gusto dejarse ver en la parte trasera de una moto conducida por un chico desconocido). O simplemente porque le hacía gracia. Lo cierto es que una vez en marcha me confesó que nunca había conducido una moto, y me dejó de piedra. No sabía si creerla, porque para ser la primera vez, no lo hacía nada mal, y mantenía bastante bien el equilibrio (teniendo en cuenta que había dos personas en la moto). Pero por otra parte, no sabía cómo arrancarla. Y en situaciones comprometidas, la veía con problemas.

Casa de Koro

Para llegar a Dafra tuvimos que recorrer una pista de tierra durante algo más de 7km. Y el terreno era realmente complicado. En muchos tramos había bancos de arena que hacían patinar la moto. Y Awa transmitía una sensación de inseguridad permanente. Hubo un par de ocasiones en las que no nos fuimos al suelo de milagro. Y al final me temía lo peor. Solo me faltaba partirme una pierna en ese lugar remoto de Burkina… Vamos, que el trayecto se me hizo eterno.

Por fin, tras pasar junto a campos de cultivo, llegamos a la orilla de un río, donde había un grupo de gente lavando la ropa. Caminamos un rato bajo un sol abrasador. Y llegamos a un punto del río donde las aguas se estancaban. Este era el lugar conocido como Dafra, que significa «pez gato». Y eso es precisamente lo que abunda por aquí. Desde una roca pude contemplar las sombras y chapoteos de estos enormes seres.

Lo malo fue que no llevé pan para alimentarlos. Yo no sabía que era necesario. Y a Awa tampoco se le ocurrió comprar en el pueblo. Cuando se acordó, ya de camino hacia Dafra, intentó comprar en un par de asentamientos, pero no tenían. Así que me perdí una escena impactante. Más tarde pude ver alguna foto en internet, donde aparecían grupos de monstruosos peces gato, con medio cuerpo fuera del agua y boca abierta enorme, esperando un trozo de pan. Consejo: ¡trae pan!

A pesar de todo, el magnífico paisaje de los alrededores ya justificó por sí solo el viaje. Vegetación exuberante, con palmeras y árboles frutales; y frente a nosotros, imponentes acantilados de color naranja con todo tipo de formas curiosas.

Guía en Koro

Tras unos minutos de descanso, Awa insistió en que regresáramos a Koro. De camino a la moto me pidió 4.000f por la segunda visita. Pero le dí 2.000f, y no pareció quedar muy descontenta. Creo que era un precio más que justo, teniendo en cuenta que la moto la ponía yo.

UN ACCIDENTADO REGRESO A BOBO-DIOULASSO

Parece mentira que en un trayecto relativamente corto me pudieran pasar tantas cosas. Al final ya no sabía si reírme o llorar. Aunque en estos casos lo mejor es aguantar y tener paciencia.

1. La pista de vuelta a Koro ofreció las mismas emociones fuertes que a la ida. Con bancos de arena traicioneros, la moto derrapando, y la sensación de poder caernos en cualquier momento. Iba totalmente en tensión, con el corazón en un puño.

2. Tras una parada para descansar un momento, Awa caminaba junto a la moto, aceleró para avanzar, se le escapó de las manos, y el vehículo acabó cayendo con violencia en la cuneta. Imagino que mi cara de horror fue impagable. Y la tía en cambio no paraba de reírse a carcajada limpia. Claro, como a ella no le iban a pasar la factura de los desperfectos… Menos mal que la moto no se hizo ningún daño aparente. Y que no se la tenía que devolver a Lam en persona.

3. Una vez en Koro, me despedí de Awa (con foto e intercambio de datos incluido); continué por la pista; y me incorporé a la carretera principal, llena de incomodidades. El calor era horrible; las marchas continuaban sin entrarme a la primera; y no paraban de pasar camiones, que me tiraban arena a la cara.

Acantilados cerca de Dafra
Dafra

4. Justo tras adelantar a un camión, escuché una explosión, y vi por el retrovisor que se le había reventado una rueda, y el vehículo se dirigía hacia mí descontrolado, haciendo eses. Así que tuve que acelerar a todo gas para evitar ser embestido.

5. Al llegar a Bobo, me perdí de la forma más tonta. Y acabé deambulando sin rumbo, por avenidas caóticas llenas de tráfico y ruido. Además, cuando preguntaba a la gente, o no me entendían y pasaban de mí; o me enviaban en la dirección contraria, y acababa aún más perdido. Hasta que por fin un par de lugareños me dieron las indicaciones correctas, y volví a orientarme.

6. Al parar en un semáforo, e intentar arrancar, la moto se quedó clavada. Y tras unos segundos de confusión, deduje el problema: me había quedado sin gasolina. Algo muy factible, ya que el medidor del depósito no funcionaba, y desde que paré a repostar ya había hecho un montón de kilómetros. Eso sí, menos mal que esto me pasó en el centro de Bobo, y no de camino a Dafra. Porque creo que hubiera acabado pasando la noche en Koro. El caso es que tuve que empujar la moto hasta una gasolinera cercana; poner otra botella de combustible; y en marcha.

Paisaje llegando a Koro

Para esta jornada había prevista una tercera visita. A Koumi, un pueblo tradicional ubicado 18km al oeste de Bobo. Pero ya se había hecho muy tarde, y preferí tomarme un descanso. Mi cuota de aventuras diarias estaba más que cubierta. Así que a eso de las 17h regresé a mi hotel. Dejé la moto aparcada en la puerta. Y en la recepción dejé las llaves y recuperé mi mochila grande para continuar mi viaje.

CONCLUSIÓN

Bobo-Dioulasso es un lugar imprescindible en cualquier visita a Burkina. Un día completo es más que suficiente para visitar sus atracciones turísticas. Aunque Bobo es conocida como la capital cultural y musical de Burkina, y abundan los comercios y locales con música tradicional en directo. Así que si eres un melómano o te gusta mucho el arte, deberías dedicarle a esta ciudad un día extra.

Para acabar, te recomiendo alquilar una moto y emplear una tercera jornada en recorrer los alrededores de Bobo-Dioulasso. Comenzando a buena hora, y sin sufrir problemas importantes, veo totalmente factible visitar Koro, Dafra (¡llevando pan!) y Koumi en un mismo día.

 

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#guineabissau #orango #bijagosislands #solotravel #solotrip #mochilero #backpacker #travelphotography #travelblogger #offthebeatenpath #adventuretravel
• No suelo publicar retratos, pero estos días i •
No suelo publicar retratos, pero estos días intentaré compartir algunos de mi ruta por África Occidental
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🇬🇧 I don’t usually share portraits, but during the next days I’ll push myself to share some from my trip around West Africa
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#portraits #gambia #westafrica #mochilero #backpacker #backpacking #offthebeatenpath
• • Preparándome para un nuevo viaje en cayuc •
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Preparándome para un nuevo viaje en cayuco por las islas Bijagós. Solo cuesta 3€, pero a cambio pasas horas sentado sobre un tablón de madera rodeado de gente que te empuja, cerdos atados que chillan y olas amenazantes. Aventuras en Guinea-Bissau, un país del que hasta hace unas semanas no sabía nada
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🇬🇧 Getting ready for a new boat trip around the Bijagós Islands. It only costs 3€, but in exchange you spend hours sitting on a wood plank surrounded by people pushing you, tied pigs squealing and dangerous waves. Adventures in Guinea-Bissau, a country totally unknown for me just a few weeks ago
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#guineabissau #visitguineabissau #bijagosislands #bijagos #solotravel #solotrip #offthebeatenpath #offthebeatentrack #mochilero #backpacker #backpacking #travelblogger #travelphotography
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Gambia es un país increible para la observación de aves. Este es uno de los pájaros que más me costó fotografiar: el Abejaruco Gorgirojo
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🇬🇧Gambia is an amazing country for birdwatching. This is one of my favourites: the Red-Throated Bee-Eater
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#thegambia #westafrica #mochilero #backpacker #backpacking #birdwatching #beeater #solotravel #solotrip #travelblogger #travelphotography #wildlifephotography
• • Last day in Gambia • • #gambiariver #g •
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Last day in Gambia
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#gambiariver #gambia #thegambia #solotravel #solotrip #mochilero #backpacker #backpacking #offthebeatenpath #travelblogger #travelphotography
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Ayer vi chimpanzés en libertad durante una excursión en barca por el River Gambia National Park. Esta es una de las mejores fotos que pude hacer. Sin palabras… 😍
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🇬🇧Yesterday I was very lucky to see wild chimpanzees during a boat trip around River Gambia National Park. This is one of the best pics I could take. Just speechless… 😍
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#gambia #gambiariver #westafrica #solotravel #solotrip #mochilero #backpacker #backpacking #travelphotography #travelblogger #offthebeatenpath
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Mientras espero otro gelly-gelly hacia el este de Gambia, aquí va una foto de mis días en el desierto de Mauritania
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🇬🇧 While I wait another gelly-gelly to travel to eastern Gambia I’ll share another pic from my days in the mauritanian desert
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#mauritania #solotravel #solotrip #mochilero #backpacker #backpacking #travelblogger #travelphotography #adventuretravel #westernafrica
• • Ya llevo 5 días explorando Gambia y he vi •
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Ya llevo 5 días explorando Gambia y he visitado un montón de lugares, aunque reconozco que cada vez me cuesta más compartir en Instagram. Esta foto es de ayer, en una pequeña reserva cerca de Kololi
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🇬🇧 Already 5 days exploring Gambia and I’ve visited many places, but I have to admit that recently I don’t feel like sharing much on Instagram. This pic is from yesterday, in a tiny reserve near Kololi
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#gambia #visitgambia #redcolobusmonkey #bijilo #westafrica #solotravel #solotrip #mochilero #backpacker #backpacking #travelphotography #travelblogger #adventuretravel
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