Dos días recorriendo extensos bosques de coníferas en busca de los últimos ejemplares de bisonte europeo que habitan el continente
Belavezhskaya Pushcha National Park se inauguró en 1932, aunque desde la Edad Media su territorio fue un coto de caza protegido para el disfrute exclusivo de príncipes, reyes, zares y secretarios del Partido Comunista. Está formado por los últimos bosques de pinos y robles que en el pasado cubrían todo el norte de Europa; y junto al vecino Bialowieza National Park (Polonia) alberga la mayor población del rarísimo Bisonte Europeo, el animal más grande del continente. El Parque cuenta con una superficie de 1.500 km2 y se accede a él desde la población de Kamenyuki, al norte de Brest.
La mejor época para visitar Belavezhskaya son los meses de primavera (de marzo a mayo) y otoño (de septiembre a noviembre). En verano el calor es excesivo, hay demasiados turistas y los mosquitos pueden llegar a ser un incordio. Y en invierno los días son muy cortos, las aves han emigrado y la nieve dificulta la exploración de los senderos. Yo me planté en el parque en enero y tuve suerte porque no había nevado mucho, pero apenas vi fauna en libertad.
VIAJE: BREST – KAMENYUKI
Este recorrido de 70km fue más sencillo de lo que esperaba. Tras desalojar mi habitación del Vesta Hotel caminé hasta la flamante Terminal de Autobuses de Brest, inaugurada en el año 2019. En una de las taquillas compré un billete a Belavezhskaya (6R) (¡la encargada me entendió a la primera!); esperé un rato sentado; encontré mi andén; y a la hora prevista apareció el autobús. Éramos apenas 10 pasajeros, así que dejé mi mochila grande en la fila trasera y ocupé un asiento junto a la ventana.
El trayecto duró hora y media, cruzando bosques y pequeñas aldeas. Hubo un momento en que nevó con fuerza, y de repente el paisaje cambió de color. El conductor paró unos minutos en Kamyanyets, una población donde en el siglo XIII había una fortaleza con una torre defensiva cubierta de azulejos blancos. Hoy día solo se conserva la torre, que originó el nombre de Belavezhskaya Park (Belaya Vezha significa “Torre Blanca”), aunque ya ha perdido su decoración y es de ladrillo rojo. Está a 1km de la Terminal de Kamyanyets.
De nuevo en marcha el autobús pasó por Kamenyuki y finalizó su recorrido en la zona de aparcamiento junto a la entrada del Parque. Allí crucé la puerta sin necesidad de pagar y me dirigí al lugar donde había previsto alojarme.
ALOJAMIENTO: HOTEL KAMENYUKI – 89R/Noche
*Puntos a favor: habitación enorme; lavabo privado con ducha de agua caliente; limpieza extrema; mobiliario moderno; ubicación inmejorable, en pleno Parque Nacional; tranquilidad total por la noche; nevera; botella de agua de cortesía; desayuno incluido.
*Puntos en contra: cama individual; wifi errático; precio.
En Belavezhskaya hay varias opciones para pasar la noche, aunque si no cuentas con transporte propio se resumen en dos: el Hotel Kamenyuki, compuesto por 3 edificios ubicados en el interior del Parque; y el Hotel Nº2, situado en la población de Kamenyuki, a 1,5km de la entrada. Yo elegí el primero, porque al ser los días tan cortos no tenía ganas de perder el tiempo y preferí estar cerca de los senderos. El Hotel Kamenyuki es más caro, pero aun así me costó apenas 30€ por noche (no es prohibitivo). Realicé una reserva a través de la página web del Parque, ayudándome con Google Translator, y al momento recibí un correo de confirmación que enseñé en la recepción.
Mi habitación estaba en la tercera planta del edificio nº4 (el principal) y quedé satisfecho. Únicamente me llamó la atención que habiendo espacio de sobras la cama fuera diminuta, y en cambio hubiera varios muebles inútiles, incluido un sofá de tamaño familiar. En fin, cosas de Bielorrusia… Una vez instalado cogí mi mochila pequeña y salí a pasear por los alrededores del hotel, que estaban cubiertos por una fina capa de nieve.
COMIDA: CAFE SOSNY
Se trata de una sencilla cafetería a escasos metros de la entrada del Parque. Mi idea inicial era tomar un café con leche, pero cuando la camarera me dio la carta y vi los precios tan económicos decidí comer en condiciones. Pedí una sopa con patatas y albóndigas; una salchicha con arroz y verduras; y una jarra de cerveza. Acabé como nuevo, y todo por solo 11,9R.
PRIMERA TOMA DE CONTACTO
Junto al Hotel Kamenyuki se encuentran dos de las atracciones más visitadas del Parque, así que comencé por ellas antes de ponerme a recorrer senderos.
1. Museo de la Naturaleza: ocupa un imponente edificio construido en el año 2009 con motivo del 600 aniversario de la creación de la reserva por parte del príncipe de Lituania, muy aficionado a la caza. Tras pagar la entrada (5R) subí al primer piso y estuve media hora larga contemplando las diferentes salas.
El Museo se compone principalmente de dioramas que representan varios paisajes del Parque, con figuras de animales y altavoces que emiten todo tipo de sonidos (rugidos, pájaros, la lluvia…). No es algo que me apasione, pero tengo que reconocer que los montajes están muy logrados. Además hay referencias a la historia de la reserva, con una maqueta del Palacio construido en 1894 en Bialoweza (Polonia), para alojar a la familia real y sus invitados durante las cacerías; y fotografías en blanco y negro donde aparecen montones de animales abatidos. No hay carteles informativos y las opciones son alquilar una audio-guía (5R) o contratar un tour (10R por grupo, pero dudo mucho que haya personal de habla inglesa). Yo me conformé con dar un paseo sin profundizar demasiado y me marché.
2. Zoo: aunque la administración del Parque evita el término y se refiere al recinto con el eufemismo “open-air cages with wild animals”. A excepción de los verdaderos apasionados de la naturaleza, la gente no suele tener ganas de madrugar y pasar horas en el bosque en busca de fauna, que por regla general es bastante esquiva. Por eso en su día alguien pensó en facilitar las cosas y montó un Zoo justo enfrente del Museo con las especies más representativas de Belavezhskaya. De esta forma en una horita las familias ven a todos los animales y se hacen unos selfies; y el Parque genera ingresos. Que las pobres criaturas allí encerradas sufran ya es lo de menos.
La entrada cuesta 4R. Yo tenía acceso gratuito por alojarme en el Hotel Kamenyuki, pero en la puerta no había nadie comprobando los billetes. El Zoo consiste en un recinto de forma rectangular protegido por una valla de tela metálica con un perímetro de unos 4km. Yo odio los Zoos, aunque decidí acercarme para poder opinar de cara a este post, y lo que vi no me gustó nada.
Por un lado hay amplios espacios destinados a ciervos, jabalís, bisontes, caballos salvajes… En ellos los animales deambulan pegados a la valla porque la gente les da comida, mientras son objeto de todo tipo de gritos y burlas. Pero me dio todavía más pena ver la parcela de los lobos, que corrían asustados de un lado a otro; las minúsculas jaulas donde viven dos enormes osos; un águila en un habitáculo de madera sombrío; o un lince de aspecto triste. Todo un despropósito teniendo en cuenta que se trata de un Parque Nacional clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
3. Memorial: una escultura donde aparece un soldado con una ametralladora, en homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.
Poco a poco la niebla se apoderó del paisaje y había muy poca luz, así que tras la última visita regresé a mi habitación a leer y descansar un rato.
CENA: RESTAURANTE BELAVEZHSKAYA
De buena gana hubiera repetido en el Sosny, pero por la noche los cafés del Parque cierran y la única alternativa era este restaurante. Tiene un lujoso comedor, con camareros uniformados y elegantes mesas equipadas con manteles y velas. Durante mi visita estaba lleno de parejas y familias, y sonaba música pop rusa a toda pastilla. Tras examinar el menú (en inglés) pedí Draniki con Machanka (un plato típico que consiste en carne de cerdo en salsa); y una jarra de cerveza. La comida estuvo muy rica, aunque los precios no son económicos (19,8R).
Nada más acabar volví a la habitación, donde estuve planificando mis aventuras de las próximas jornadas.
EXPLORANDO BELAVEZHSKAYA
Al día siguiente me desperté tras una noche realmente tranquila. A continuación me vestí; preparé la mochila pequeña con mis cámaras de fotos; y me dirigí al Restaurante Belavezhskaya, donde se sirve el desayuno incluido en el precio del Hotel Kamenyuki. En el exterior el cielo estaba nublado, aunque no llovía y la capa de nieve había desaparecido por completo.
El desayuno me gustó. Pude elegir entre 3 menús distintos y me atendió una camarera muy atenta. Yo escogí el de copos de avena con leche, pan, mermelada, queso, yogurt, zumo y té. Más que suficiente para encarar la jornada. La verdad es que hacía un montón de tiempo que no desayunaba tan bien. Una vez con el estómago lleno tocaba recorrer los bosques de Belavezhskaya. Hay 3 opciones:
*Tour en autobús: dura 3 horas y da una vuelta por el Parque realizando algunas paradas, entre las que se incluye un Museo Etnográfico. Precio: 10,5R.
*Ruta en bicicleta: hay varios circuitos de diferente duración. Puedes utilizar tu propia bici o alquilar una por 15R al día.
*Caminata: el Parque cuenta con algunos senderos interesantes.
Yo quería dedicar el día a realizar una ruta en bicicleta de 27km que cubre una amplia zona del parque. Pero en la recepción del hotel me dijeron que al ser invierno la tienda de alquiler de bicis estaba cerrada, a pesar de que no había nieve en la carretera. Con lo cual la alternativa fue caminar (cualquier cosa menos apuntarme a un tour).
EL DUKUDOVO TRAIL
Se trata de un sendero circular de 6km que discurre al norte del Hotel Kamenyuki. Primero tuve que seguir un tramo de asfalto y pasé junto a dos árboles curiosos: un abedul con una protuberancia que parece la cabeza de un toro; y el Hermit Oak, un roble de grandes dimensiones con un agujero donde hay una figura de madera. A continuación me desvié a la izquierda y avancé por una pista de tierra.
En unos metros aparecí en la zona de Dukudovo, una llanura pantanosa donde, según la página web del Parque, en invierno hay muchas posibilidades de ver ciervos y bisontes. Porque ante la falta de comida los animales son alimentados en varios puntos de Belavezhskaya, y uno de ellos es Dukudovo. Durante mi visita había listos dos enormes montones con balas de hierba, uno en cada extremo de la llanura; y los signos de actividad eran evidentes (tierra removida, huellas, excrementos…); aunque de animales nada. También hay varias torres de observación de madera y subí a un par de ellas para rastrear el horizonte, pero no hubo suerte.
De todas formas el sendero me encantó. Fue genial caminar en solitario, observando los bosques reflejados en las aguas de las marismas, envueltos en una ligera bruma. En las copas de los abedules vi docenas de bolas colgando, y más tarde me enteré que se trata de Muérdago, una planta parasitaria que se aprovecha de algunas especies de árbol. La ruta es completamente llana con lo cual no tardé en llegar al final, y todavía faltaban varias horas para que anocheciera.
EXTENSION HASTA EL LAGO KHMELEVSKOYE
La solución llegó gracias a maps.me, ya que en la app aparecía indicado un sendero que arranca justo en el último tramo del Dukudovo Trail y finaliza en el Lago Khmelevskoye. En total 10km ida y vuelta, una distancia perfecta para completar la jornada. Así que no me lo pensé dos veces y continué caminando hacia el norte.
La primera parte consiste en una pista que atraviesa un bosque realmente atmosférico, con árboles altísimos; troncos caídos cubiertos de musgo; y setas de diferentes formas escondidas entre la maleza. Me sentía insignificante en medio de ese magnífico escenario, rodeado del sonido de los pájaros carpinteros que trabajaban sin descanso. Yo empecé moviéndome con mil ojos por si aparecía algún animal peligroso, pero no hubo sorpresas. Imagino que la fauna se concentra en la zona más protegida de Belavezhskaya, que supone un 65% del territorio del Parque, donde está restringido el acceso.
Tras cruzar una carretera la pista se convirtió en un sendero cada vez más salvaje, y al poco empecé a bordear una ciénaga que parecía sacada de una película de terror, con aguas verdosas, árboles pelados, niebla y el ruido de un ave misteriosa a escasa distancia. De vez en cuando encontraba obstáculos que me impedían el paso (árboles caídos, barrizales, un arroyo…) y me costó bastante avanzar. Pero bueno, al final me interné en otro tramo de bosque y completé la ruta de maps.me. Y como aun no veía el Lago Khmelevskoye seguí caminando por mi cuenta hasta alcanzar la orilla.
El lugar es precioso, con las aguas del lago extendiéndose hasta el horizonte y el río Perevoloka. Aunque está peligrosamente cerca de la frontera de Polonia. En la zona vi un par de señales en bielorruso y una barrera; y sabía que a un par de kilómetros hay un puesto de control. Si un soldado me encontraba por allí iban a saltar todas las alarmas: un tipo solo, extranjero, equipado con una cámara de fotos… Con lo cual decidí no entretenerme mucho y comencé el regreso siguiendo la misma ruta. Como ya había hecho muchas fotos caminé a buen ritmo; crucé otra vez las llanuras de Dukudovo por si encontraba animales (nuevo fracaso); y llegué a la carretera. En total estuve caminando 5,5 horas.
De regreso en la entrada del Parque me vi rodeado de una auténtica muchedumbre, porque era 7 de Enero (día de Navidad para la Iglesia Ortodoxa) y docenas de familias con niños habían decidido pasar la jornada en Belavezhskaya, con un doble objetivo: visitar el Zoo; y conocer en persona a Ded Moroz, el Santa Claus bielorruso, que vive en los bosques del Parque y recibe turistas desde el año 2003. La excursión hasta su casa cuesta 12R y vi pasar varios autobuses llenos de gente. Por eso no me crucé con nadie caminando…
COMIDA: CAFE SOSNY
Evidentemente elegí de nuevo este lugar para comer. Solo quedaba una mesa libre, pero la camarera me atendió rápido y al poco ya tenía mi pedido en la mesa. Esta vez opté por Borsch; Draniki con champiñones (servidos en una pequeña vasija de barro); y una jarra de cerveza. Todo delicioso. Precio: 12,2R. Mientras pagaba en la barra vi que vendían unos bollos rellenos de salchicha, así que me compré 3 y unas galletas y resolví el tema de la cena (no me apetecía nada regresar al restaurante).
EL LAKE RING TRAIL
La jornada comenzó a buena hora y sin tiempo que perder me vestí, desalojé la habitación y guardé mi mochila grande en un trastero junto a la recepción del hotel. A continuación me dirigí al Restaurante Belavezhskaya, donde desayuné un menú casi idéntico al del día anterior, sustituyendo los copos de avena por Kletski de carne (tortellini). Y a las 10h ya estaba caminando.
Mi autobús de regreso a Brest salía a las 12.15h, pero no quería marcharme del Parque sin realizar una última ruta: el Lake Ring Trail. Un sendero circular de 5,8km muy bien señalizado que discurre al oeste del Zoo. Eso sí, las condiciones meteorológicas no eran ideales, con una fina nieve que caía sin parar y complicaba la fotografía.
De entrada atravesé un bosque de imponentes pinos con más de 30m de altura hasta llegar a Plyanta-1, un lago artificial creado en los años 70 donde en temporada alta es posible bañarse (tiene hasta una playa de arena). El sendero pasó junto a otros dos lagos más: Plyanta-2 y 3, con un paisaje mucho más agreste. De vez en cuando se escuchaba algún pájaro carpintero; y en un par de ocasiones me sobresaltó el sonido de una rama crujiendo a escasos metros (no pude descubrir qué era).
En cuanto a otros visitantes, solo vi a un padre con sus dos hijos, y volví a disfrutar de un ambiente genial. Aunque sin aflojar el ritmo, porque si perdía el autobús tenía que esperar 2 horas hasta el siguiente.
De regreso en el hotel recuperé mi mochila grande y me planté en la entrada del Parque. La nevada cada vez era más intensa, así que me refugié bajo un portal, mientras no paraban de llegar coches con familias que llenaron las dos zonas de aparcamiento y tuvieron que empezar a ocupar la carretera, formando una fila interminable. Vaya locura…
CONCLUSION
La verdad es que me marché de Belavezhskaya con sentimientos encontrados. Por una parte me encantó explorar los bosques del parque completamente solo; y encima sin hielo o nieve (en pleno mes de enero). Pero por otra las condiciones de vida de algunos animales del zoo me pusieron de muy mal humor; y no conseguí ver fauna salvaje (si estás especialmente interesado deberías realizar alguna excursión con un guía experto). Te aconsejo dedicar al menos dos jornadas a Belavezhskaya, pasando la noche en uno de los hoteles del parque. Y lo más importante: evita a toda costa el lugar los fines de semana y festivos si no quieres compartirlo con auténticas oleadas de gente.
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