Un peculiar safari sentado en el techo de una furgoneta, y un enfrentamiento con un grupo de peligrosos babuinos en busca de comida
Awash National Park fue creado en 1969, y está ubicado en pleno Valle del Rift, unos 200km al este de Addis Ababa. Cuenta con una superficie de 750km2, y su territorio se encuentra partido en dos por la carretera que une la capital con Dire Dawa. Al norte está el Valle del Kudu; y al sur las Illala Sala Plains, y la garganta del Río Awash, que da nombre al parque y cruza Etiopía durante 1.200km. Al igual que en el resto de reservas naturales etíopes, Awash anda bastante escaso de grandes mamíferos. Pero a cambio ofrece bonitos paisajes, y una afluencia mínima de turistas.
La mejor época para visitar el parque es, al igual que el resto de las Tierras Altas, durante la estación seca, de Octubre a Febrero. Yo visité la zona en Agosto, y por la noche cayó un buen chaparrón. Además el calor era asfixiante.
VIAJE: HARAR – AWASH
La jornada comenzó con un madrugón importante en el Belayneh Hotel de Harar. Y a las 5h ya había desalojado la habitación y estaba caminando hacia la cercana estación de autobuses. Allí tuve suerte, y encontré una furgoneta que iba directa a mi destino. Es verdad que no partió al momento, y dio alguna vuelta por el pueblo hasta que el vehículo se llenó de pasajeros. Pero aun así, a las 5,45h nos pusimos en marcha, mucho antes de lo que había previsto.
El trayecto fue impecable. Me ubicaron en la parte delantera de la furgoneta, donde viajé cómodamente. Avanzamos a muy buen ritmo por una carretera en perfecto estado, evitando el tráfico de Dire Dawa. Solo paramos una vez, en Chiro, donde aproveché para tomar un café con leche. Y el conductor demostró grandes reflejos esquivando un montón de animales que cruzaban la carretera (excepto dos pájaros, pero eso ya era imposible). Así que solo tardé 5,30 horas en cubrir los 300km de recorrido, en lugar de las 9 o 10 horas que me habían dicho que duraba el viaje en autobús.
Awash es un moderno núcleo urbano que ha crecido alrededor de la estación de tren, donde hay una iglesia y una mezquita de escaso interés turístico. Así que, gracias a las indicaciones del amable conductor, caminé hasta el lugar que había elegido para reponer fuerzas.
COMIDA: BUFFET D’AOUACHE
Aouache es la forma en que los franceses se referían a Awash. Se trata de un espectacular edificio colonial anexo a la estación de tren, que opera como restaurante y hotel. Con un amplio comedor interior donde me senté a comer algo. Una vez más pedí un plato de Tibs con pan y una Mirinda. Se estaba genial, con una temperatura muy agradable, mientras en el exterior el calor era insoportable. Y una atmósfera de tranquilidad total.
Una vez con el estómago lleno, tocaba tomar la última decisión importante de mi viaje por Etiopía. Tenía dos opciones:
1. Alojarme en el hotel, tomándome el resto de la jornada de relax. Y regresar tranquilamente a Addis al día siguiente, evitando problemas de última hora.
2. Apurar al máximo mi estancia en el país, e intentar organizar una visita al cercano Awash National Park. La verdad es que me encontraba a tan solo 3 horas de la capital, junto a una carretera muy transitada, y no debía ser muy difícil encontrar transporte.
Al final, tras un rato pensando, decidí dejarlo en manos del destino. Realizaría una gestión para intentar visitar el parque. Si funcionaba, continuaba adelante. Y si no, pues me quedaba en Awash a pasar la noche.
PREPARATIVOS DE LA VISITA
Al igual que hice en Konso, hablé con el camarero del restaurante, y le pregunté si conocía a alguien que me pudiera ayudar. Y como no, al poco apareció un amigo suyo, y nos sentamos a discutir los principales puntos de la visita: recorrido, horarios… y sobre todo el precio. El chaval me pidió 2.200B por un día completo (la tarde de ese día más la mañana del siguiente). Este precio incluía lo siguiente:
1. Vehículo con conductor: una furgoneta, ya que para recorrer el parque por lo visto no era necesario un 4×4.
2. Guía: el mismo chaval, que me enseñó su acreditación oficial.
3. Entrada al parque.
4. Guarda armado: necesario para moverse por el interior del parque.
5. Una noche de camping.
El caso es que el precio me pareció excesivo. Así que le ofrecí al guía toda la moneda local que llevaba encima: 1.500B. El chaval protestó, y se lo estuvo pensando bastante. Aunque al final aceptó. Le pagué todo por adelantado. Y se fue, sin darme ningún tipo de recibo.
Hasta aquí la parte más sencilla de los preparativos. Ahora faltaba lo difícil: que el guía viniera a buscarme con el vehículo a la hora pactada. Me habían decepcionado tantas veces durante mi ruta por Etiopía que ya me temía lo peor. Pero de forma sorprendente, al cabo de 20 minutos, apareció el guía con la furgoneta. Y no solo eso: me llevó a un comercio donde pude cambiar unos euros en moneda local; y a una tienda para comprar víveres (sin tener la sensación de estar pagando precios «faranji»).
Con todo listo, partimos rumbo a la entrada principal del parque, que se encuentra a 20km de Awash. Una vez allí, continuamos por una pista hasta el Cuartel General del parque, donde se alojan los guardas. Y caminamos unos minutos hasta la zona de acampada.
ALOJAMIENTO: KERKERO CAMPSITE
*Puntos a favor: ubicación espectacular, en pleno parque nacional. Yo planté la tienda a la sombra de un enorme árbol, rodeado de espesa vegetación.
*Puntos en contra: instalaciones inexistentes, sin lavabo ni ducha.
En teoría las normas del parque indicaban que el guía se tenía que quedar a pasar la noche conmigo, además de un guarda armado. Pero conseguí convencerle de que no era necesario. Así que se marchó a su casa, y quedamos en que me vendría a buscar a la mañana siguiente para explorar el parque. El chaval me inspiró tanta confianza que incluso le dejé mi mochila grande para que la guardara en su casa y tener más espacio en la tienda. En cuanto al guarda, se acercó al cabo de unos minutos a ver cómo estaba, y también le hice ver que no pasaba nada, y podía dormir tranquilo en el Cuartel General. Con lo cual me quedé completamente solo, con una sensación de aventura total.
ENTRE AGRESIVOS BABUINOS
Nada más plantar la tienda me puse a explorar los alrededores de la zona de acampada, aprovechando las últimas horas del día. Y caminé hasta una de las principales atracciones del parque: las Awash Falls. Solo tardé un cuarto de hora, siguiendo las indicaciones de unos carteles. Envuelto en un calor asfixiante que me hacía sudar sin parar.
Pero la imagen que me encontré compensó con creces. El salto de agua era espectacular. No tanto por su altura, que no superaba los 10m. Si no por el enorme caudal del río Awash, que caía en una garganta con un gran estruendo, levantando nubes de vapor. De nuevo me beneficiaba de visitar la zona en época de lluvias, igual que en las Cataratas Tis Abay. Además el entorno era muy fotogénico, con un paisaje precioso, y sin otros turistas con los que compartir la escena.
A continuación, decidí bajar por unas escaleras que conducían hasta la orilla del río, para ver las Awash Falls desde otro ángulo. Pero me encontré el camino obstruido por un grupo de Babuinos, y decidí esperar hasta que se marcharan, ya que estos animales son famosos por sus malas pulgas. En estas, apareció un 4×4 con un grupo de turistas. Y tras contemplar las cascadas, estuvieron un momento repartiendo comida entre los Babuinos. Lo cual atrajo a un montón de monos, entre los que destacaban dos enormes machos. Claro, los turistas no tenían problema, porque iban acompañados de un guía y un guarda armado, que mantenían a los Babuinos a raya.
Pero cuando el grupo se marchó y me quedé allí solo, los monos dirigieron su mirada hacia mí. Pensaban que yo también tenía comida y, poco a poco, sin darme cuenta, empezaron a rodearme, observándome con rostros desafiantes. Hasta que uno se puso a correr hacia mí chillando, y tuve que salir de allí a toda pastilla. Qué momentos de tensión… Eso sí, no me vine abajo: regresé armado con piedras; y conseguí ahuyentar a los Babuinos, lanzándoles un par desde la distancia (por supuesto, sin intención de hacerles daño).
Moraleja: estas son las consecuencias de alimentar a los animales salvajes. Se distorsionan sus hábitos alimenticios, y se vuelven agresivos con otros turistas, en busca de comida fácil. Lo cual al final les perjudica, porque algunos acaban siendo sacrificados por los guardas, para evitar males mayores. Una pena…
En fin, una vez en la orilla del río Awash di un paseo por la zona. Midiendo cada paso, pues en teoría abundaban los cocodrilos (aunque no vi ninguno). Y regresé a la zona de acampada, cuando ya comenzaba a caer la noche.
UNA NOCHE DE SORPRESAS
Tras mi encuentro con los Babuinos, la verdad es que no me apasionaba la idea de pasar la noche solo dentro de mi frágil tienda. Pero no pararon de suceder cosas que me mantuvieron entretenido, y no me volví a acordar del peligro:
1. De forma inesperada, apareció en la zona de acampada un 4×4 con una pareja de turistas, junto a su guía y un conductor. Y cuando les escuché hablar no me lo podía creer: ¡eran un matrimonio de Lleida! Qué coincidencia. El caso es que agradecí bastante su presencia. Eran realmente majos, y estuvimos charlando un buen rato. Por lo visto estaban explorando el parque a fondo, y al día siguiente partían hacia la zona del Monte Fantelle, un cráter volcánico ubicado hacia el noroeste.
2. Solventé la cena con un paquete de galletas. Y en un momento de despiste en que me las dejé encima de una mesa de piedra, saltó un Vervet Monkey de un árbol cercano, cogió el paquete, y se puso a comerse mis galletas allí mismo, con una cara dura tremenda. Fue muy gracioso. Bueno, porque tenía más, si no…
3. De vez en cuando se escuchaban los escalofriantes rugidos de un león a no mucha distancia. Menos mal que el guía me había explicado la historia y estaba prevenido, si no me cago encima. El león fue requisado por las autoridades a un particular, que lo tenía encadenado en casa a modo de mascota. Y tras años de cautividad no lo podían dejar libre, porque se moriría de hambre. Así que lo tenían en una jaula en el Cuartel General, en espera de poder donarlo a algún zoo. El guía de la pareja explicaba que a veces se acercaba a la jaula algún león salvaje, atraído por los rugidos.
4. Como el calor era insoportable, solo monté la parte de la mosquitera de la tienda. El cielo estaba completamente despejado, y no parecía que fuera a llover. Pues error… De madrugada se puso a diluviar. Y por suerte el árbol bajo el que estaba me dio el tiempo justo para salir a colocar la cubierta impermeable.
DESCUBRIENDO EL AWASH PARK
Al día siguiente mi alarma sonó a las 6h. Por suerte había dejado de llover. Y la pareja de Lleida ya se había marchado, sin hacer nada de ruido. Desmonté la tienda; desayuné unas galletas; y a las 6,30h, con puntualidad británica, apareció mi guía en la furgoneta, y comenzamos a explorar el parque. Tras lo vivido en otras excursiones, este chaval me tenía completamente descolocado…
Para empezar, realizamos 3 visitas:
1. El Cuartel General, donde pude ver la jaula con el león que se escuchaba la noche anterior. Era un ejemplar enorme, pero me dio mucha pena verlo en cautividad, y ni siquiera le hice fotos. Allí se nos unió el guarda armado, para acompañarnos durante el resto de la visita.
2. Después fuimos al Kereyou Lodge, el único alojamiento del parque que ofrece unos servicios mínimos. Aunque sus bungalows tenían un aspecto bastante descuidado, rodeados de maleza. Eso sí, la ubicación era espectacular. Me senté en la terraza exterior de su restaurante, totalmente desierta, y disfruté de una impresionante panorámica de la Awash Gorge. Cubierta de frondosa vegetación, con el río al fondo, y el sonido lejano de aves y monos. Aquí aproveché la oportunidad, y me tomé un café con leche.
3. Desde el Lodge dimos un pequeño paseo hasta otro mirador con una vista diferente de la garganta. Incluido el punto donde se unen los ríos Awash y Arba.
De nuevo en la furgoneta, nos dirigimos a otra de las principales atracciones del parque.
SAFARI EN FURGONETA
Ahora tocaba explorar la zona conocida como Illala Sala Plains, ubicada en la sección sur del parque. Aunque había un problema: desde el interior de la furgoneta era muy difícil contemplar el entorno. Así que el guía me buscó una solución: puso un colchón en el techo del vehículo, y fui sentado ahí arriba, con unas vistas perfectas. Eso sí, dependía de una conducción finísima, porque cualquier bache o sacudida me podía tirar al suelo. Y había unos cuantos metros de altura…
El paisaje era muy auténtico. La imagen típica de África, con una extensa sabana salpicada de Acacias, y las montañas de fondo (entre las que destacaba la silueta del Monte Fantelle). En cuanto a la fauna, por suerte venía mentalizado, y tras mis visitas a los parques de Nechisar o Abiata-Shala ya sabía cual era la situación en Etiopía. En su día los animales fueron masacrados, y ahora no había fondos para repoblar los parques. Una pena, porque hubo momentos en los que recorrimos tramos de sabana completamente desierta. Y no podía evitar pensar cómo sería aquel lugar 50 años atrás, con elefantes, jirafas, leones…
Eso sí, hubo avistamientos interesantes, y acabé satisfecho. Vimos una pareja de espectaculares Kudus; algún Dik-Dik; una enorme tortuga de tierra, que desde la distancia parecía una roca más del paisaje; halcones; águilas; coloridos Bee-Eaters; un Guinea Fowl; un grupo de gacelas; un solitario Chacal cerca de la pista…
Además, también pude contemplar a la estrella de Awash: el Oryx. Vimos un par de grupos, y comprobé que se trata de un antílope imponente, de cabeza blanca con manchas negras y larguísimos cuernos. Lo malo es que estaban a mucha distancia. El guía me hizo bajar del techo, y caminamos hacia ellos, siempre a contra-viento para que no notaran nuestra presencia. Pero continuaron alejándose, y al final regresamos a la furgoneta. Como mi cámara de fotos compacta no hacía milagros, saqué unas fotos bastante pobres.
Ya fuera de los límites del parque, el guía continuó esforzándose al máximo. Y cuando vimos a una curiosa Avutarda (en inglés Bustard), que caminaba con un gracioso Carmine Bee-Eater subido a su espalda, también bajamos de la furgoneta para acercarnos.
Al final, el safari acabó en el mismo lugar que comenzó: en el Buffette d’Aouache. Allí me despedí del guía, que se había portado genial, y le di 50B de propina por sus servicios. Ahora tocaba buscar transporte para regresar a Addis Ababa y poner punto final a mi recorrido por Etiopía.
CONCLUSIÓN
Al igual que en otros parques secundarios de Etiopía, como Abiata-Shala o Nechisar, la clave para disfrutar la visita al Awash National Park es llegar con las expectativas muy bajas. Solo así podrás valorar como se merece sus paisajes solitarios. Y cada avistamiento de fauna se convertirá en un acontecimiento. Pero si apareces buscando un safari estilo Serengeti o Kruger, acabarás muy decepcionado. Una jornada es suficiente para explorar el sector sur, ideal para los viajeros con tiempo disponible que se encuentren en ruta hacia Harar (o ya de regreso, como fue mi caso).
Si te gustó el post, dale al like (el corazón que hay en la parte superior), deja un comentario con tu opinión, y sígueme en redes sociales