Impresionante recorrido de 3 días en moto descubriendo uno de los grupos étnicos más tradicionales de Burkina
El País Lobi está lleno de lugares sorprendentes que se pueden visitar utilizando como base la población de Gaoua. Yo descubrí aldeas tradicionales con viviendas fortificadas de adobe, llamadas Soukala, donde viven el patriarca de la familia y sus mujeres. Un tallador de Bouthiba, estatuas de madera con figuras humanas de rostros inquietantes. La casa de un Féticheur, rodeada de misteriosas estatuas cubiertas de sangre seca y plumas de gallina. Las minas de oro de Doudou, donde docenas de mujeres trabajan de sol a sol sacando a mano cubos de tierra de profundos agujeros. Las ruinas de Loropeni, un fuerte de piedra con siglos de antigüedad incluido en el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Y un animado festival de música y bailes típicos de la cultura Lobi.
También tuve oportunidad de visitar Obiré, capital del Reino Gan. Se trata de la única comunidad Lobi gobernada de forma centralizada donde hay un mausoleo que contiene las tumbas de los antiguos monarcas.
PREPARANDO LA RUTA
Tras mi visita al Musée du Poni ya no me quedaba nada más que hacer en Gaoua, así que inicié las gestiones para comenzar a explorar el País Lobi. Tenía que conseguir dos cosas:
1. Guía oficial: imprescindible para hacer de intermediario y suavizar el ambiente antes de entrar en una vivienda tradicional o desenfundar la cámara de fotos. Porque no son raros los relatos de turistas que han intentado visitar en solitario algún asentamiento Lobi y han tenido que salir corriendo, perseguidos por lugareños armados con palos y piedras. Y es que los Lobi son gentes de carácter fuerte que valoran mucho su intimidad.
Para encontrar un buen guía aproveché una de mis visitas al Auberge Teega-Wende y pregunté al encargado de la recepción. Por suerte conocía al presidente de la Asociación de Guías de Gaoua. Así que le llamó por teléfono y al cabo de un rato ya estábamos sentados en una mesa del restaurante.
El guía se llamaba Bebe y era un Lobi de unos 50 años de edad, delgado y de rostro serio. Los Lobi tienen una serie de nombres predeterminados que ponen a sus hijos en función del orden de nacimiento (igual que en Ghana lo hacen en función del día de la semana en que nacen). Bebe me pareció muy responsable y con las ideas claras, y en apenas 10 minutos ya nos habíamos puesto de acuerdo. Pasaríamos dos días y medio explorando el País Lobi. En cuanto a los lugares de interés Bebe me enumeró unos cuantos y todos me interesaban, con lo cual decidí confiar en él y dejarle a cargo del recorrido. Precio: 15milF al día (en total 37.500F).
2. Transporte: en mi caso Bebe se encargó de alquilarme una moto para moverme por la zona (él viajaría en la suya). Precio: 5milF al día + combustible de las dos motos. Aunque como el primer día no había vehículos disponibles viajaríamos juntos en su moto, que era más grande. No entendí por qué no hicimos lo mismo durante toda la ruta (me habría ahorrado bastante dinero) pero sus motivos tendría. En fin, tras organizar todo nos pusimos en marcha sin perder tiempo.
VISITA A UNA CASA TRADICIONAL
Bebe recorrió una serie de pistas de tierra rojiza atravesando un paisaje de bosque seco y llegamos a la primera parada del día. Se trataba de la casa de una familia que Bebe conocía para enseñarme cómo viven los Lobi. Las casas Lobi se llaman Soukala y desde fuera parecen recintos fortificados, con una pequeña entrada y sin ventanas. Los muros están construidos con placas de adobe de forma irregular. Y sus tejados son planos, con terrazas donde ponen a secar alimentos. Se sube por unas rudimentarias escaleras talladas en un tronco. Al principio comprobé que Bebe se tomaba las cosas con calma para relajar el ambiente. Me presentó a varios miembros de la familia; y estuve haciendo fotos del exterior de la Soukala.
Después entramos en la vivienda y pude curiosear a mi aire a pesar de la oscuridad reinante. En la estancia más amplia había un grupo de mujeres alrededor de una fogata preparando Dolo (cerveza artesanal). El jefe de la familia tiene una habitación para él, y hay otra para cada una de sus mujeres, donde cocinan y duermen con sus respectivos hijos. En los rincones se apilan montones de Canari (vasijas de cerámica), símbolo del estatus social de una mujer (a más Canari más rango).
La habitación del jefe tiene una abertura para subir al tejado y desde allí accede a las habitaciones de sus mujeres (para pasar la noche con una sin molestar al resto). Yo subí con Bebe y pude hacer buenas fotos de los alrededores. Tras la visita le dí 2milF a la persona que me indicó Bebe (el jefe de la familia no estaba en ese momento) y continuamos la ruta.
UN TALLADOR DE BOUTHIBA
La siguiente parada fue en Tambili, una aldea Lobi que por sí sola ya cuenta con suficientes atractivos. Yo aparqué la moto y estuve dando un paseo entre casas de adobe; enormes Canari; graneros con tejado de paja; altares manchados de sangre; cerdos y gallinas correteando; y tumbas de cemento donde todos los miembros de la familia son enterrados juntos.
Pero el verdadero objetivo de la visita era ver en acción a uno de los mejores talladores de estatuas tradicionales Lobi, conocidas como Bouthiba. Los Lobi son animistas y por tanto creen en misteriosos espíritus de la naturaleza (los Thila). Las Bouthiba son objetos sagrados con vida propia que actúan como intermediarios entre esos espíritus y el mundo terrenal, y los Lobi les otorgan todo tipo de poderes mágicos.
El estilo de las Bouthiba es peculiar. Suelen estar hechas de madera y representan figuras humanas con cabezas enormes, ojos rasgados, nariz y labios prominentes, y posturas extrañas. Bebe me presentó al artesano, que trabajaba sentado bajo la sombra de un árbol, rodeado de trozos de madera. Utilizaba una pequeña azada y su destreza era increíble. Junto a él había esparcida una muestra de su obra. Además de figuras también fabrica pequeños bancos de madera y bastones.
Yo me senté un rato a contemplar la escena. Después uno de sus ayudantes me llevó a una cabaña en cuyo interior había amontonadas docenas de Bouthiba. Entre ellas encontré una que me gustó y decidí comprarla (algo nada habitual en mí). Representa una figura femenina que se toca el vientre con una mano, y en teoría sirve para ayudar a la fertilidad. Según me explicaron tenía unos 14 años de antigüedad. La negociación fue sencilla y me acabé quedando la Bouthiba por 5milF.
EN CASA DE UN FETICHEUR
A continuación Bebe me llevó hasta la población de Kouekouera, situada en las inmediaciones de Kampti. De camino contemplé imágenes realmente fotogénicas: un grupo de críos jugando a fútbol; niñas llenando cubos de agua en la fuente… En una ocasión vi una multitud sentada alrededor de un árbol, donde había apoyado un objeto. Bebe me dijo que se trataba de un entierro así que mantuve mi cámara enfundada.
El motivo de viajar a Kouekouera fue visitar la casa del Féticheur más famoso de la zona. Un Féticheur hace las veces de vidente y curandero; y tiene poderes sobrenaturales para contactar con los espíritus y canalizar su fuerza, ayudado de diferentes Bouthiba. El exterior de la casa es espectacular. Hay grupos de estatuas de diferentes tamaños rodeadas de ofrendas y manchadas de sangre. Y un árbol enorme que extiende sus raíces como siniestros tentáculos. Caminar por ese escenario es una experiencia inquietante. Parecía que las Bouthiba me observaban fijamente…
La entrada de la Soukala está presidida por dos figuras pintadas de blanco que vigilan los alrededores. En el interior Bebe me enseñó las diferentes salas donde tienen lugar los rituales. Allí, ocultas entre las sombras, hay docenas de Bouthiba de todas las formas posibles, rodeadas de plumas y restos de sangre. Para adivinar el futuro el Féticheur lanza un puñado de conchas de cowry (una especie de caracol marino) e interpreta el resultado. A continuación el cliente pasa por las salas y se realizan sacrificios en función de la gravedad del problema.
Sin duda fue la visita más impresionante de mi recorrido por el País Lobi. Alguien podría pensar que se trata de un decorado para turistas, pero no había ni rastro. Y en cambio sí pude ver un grupo de lugareños que esperaban fuera para consultar al Féticheur mientras yo acababa de explorar la casa. Antes de marcharme seguí las indicaciones de Bebe y deposité 2milF junto a un grupo de estatuas.
REGRESO A GAOUA
De vuelta en Gaoua, Bebe me dejó en una zona con varios locales de comida; y a la hora acordada me vino a buscar para llevarme al hotel. La verdad es que este guía fue todo un hallazgo: parecía conocer mis gustos; y durante las visitas me dejaba a mi aire, con tiempo suficiente para hacer fotos y pasear.
Primero me acerqué a un puesto callejero donde preparaban Mouton au Four, la versión musulmana del Porc au Four (con cordero en lugar de cerdo). Una porción de trozos de carne me costó 500F. Para acompañar compré una cerveza Brakina en una tienda y me senté en una mesita de madera exterior. Se estaba genial, hasta que pasó a mi lado un lugareño vestido con chilaba y me llamó la atención con gesto serio. Yo no sabía qué estaba haciendo mal, pero pronto me dí cuenta: estaba bebiendo alcohol en público. Así que engullí la carne en cuestión de segundos y me acabé la cerveza dentro de la tienda. Cosas que pasan en tierras musulmanas…
A continuación me senté en la terraza de un maquis. Allí pedí un plato de Riz Sauce con salsa Arachide (elaborada con pasta de cacahuete); y una Fanta. Precio: 900F. Las camareras no perdían detalle del televisor, que emitía una telenovela sudamericana traducida al francés. Una vez en mi hotel dediqué el resto de la jornada a leer y descansar, mientras escuchaba el sonido de tambores y cánticos misteriosos procedentes de algún lugar no muy lejano. Gran decisión visitar esta zona de Burkina Faso…
CONDUCIENDO POR UN PELIGROSO BARRIZAL
La jornada comenzó tras una noche muy movida. Primero se cortó el suministro eléctrico y me quedé sin ventilador, así que tuve que abrir las ventanas, con el riesgo de que me picaran los mosquitos. Igualmente el calor era horrible y acabé empapado en sudor. Encima a las 5.30h empezó a soplar un fuerte viento y al poco cayó una tormenta que ya no me dejó dormir hasta que sonó mi alarma una hora más tarde. Y es que mi visita al País Lobi coincidió con la época que precede a la estación de lluvias, conocida como la Pluie des Mangues porque gracias a ella los mangos acaban de madurar y están listos para comer.
Una vez en pie me vestí y fui a desayunar al Auberge Teega-Wende, donde repetí menú añadiendo una Fanta porque estaba muerto de sed (1.500F). Mi idea era utilizar la red wifi pero Gaoua se quedó sin electricidad por enésima vez. Después apareció Bebe con mi moto de alquiler. Ya no podría dedicarme solo a contemplar el paisaje y debería estar atento a la carretera.
Pero es que además la lluvia había convertido las pistas en auténticos barrizales hasta que el sol secara el terreno. Nada más salir de Gaoua comprobé que conducir mi moto iba a ser complicado. Bebe iba primero y avanzaba sin problemas. Siempre sabía por donde pasar, evitando los obstáculos, mientras que a mí me costaba mantener el equilibrio. Las ruedas patinaban en el barro y en un par de ocasiones me tuve que ayudar con los pies porque me caía. Iba con el corazón en un puño.
LAS MINAS DE ORO DE DOUDOU
Desde hace siglos las tierras del País Lobi son conocidas por sus yacimientos de oro y Bebe me llevó a ver una mina situada en los alrededores de la aldea de Doudou. Nada más llegar me llamaron la atención dos cosas:
*La mina está operada solo por mujeres, según manda la tradición. Algunas con sus bebés a la espalda; y una de ellas incluso embarazada de varios meses.
*El sistema de extracción es totalmente manual. Las mujeres cavan agujeros de unos 15m de profundidad. A continuación unas se quedan en el fondo y van llenando cubos de lodo; y otras se mantienen a diferentes alturas del agujero con ayuda de los pies y la espalda, y se van pasando los cubos. Finalmente el resto de mujeres limpian el lodo con agua en busca de polvo de oro; y si tienen mucha suerte encuentran alguna pequeña pepita. Las condiciones de trabajo son inhumanas, bajo un sol implacable. Aunque al mismo tiempo el lugar es muy fotogénico, con mujeres que visten ropa de vivos colores, montículos de lodo seco, vegetación de un color verde intenso, las montañas de fondo…
Como en las minas la fotografía no es bien recibida, Bebe me propuso llegar a un acuerdo económico con una de las mujeres y centrarme solo en ella. Pero a mi me interesaban más las fotos panorámicas, así que propuse negociar con las jefas y pagar 4milF para todo el grupo a condición de evitar los primeros planos (el objetivo de mi cámara ya se encargó de eso). Por suerte aceptaron gracias al poder de persuasión de Bebe y paseé a mi aire por la zona haciendo fotos. Fue toda una experiencia.
Más tarde fuimos a la población de Doudou, ubicada 14km al sureste de Gaoua. Allí tiene lugar cada 5 días un mercado donde acuden las trabajadoras de las minas para vender el oro obtenido. Bebe y yo nos acercamos a un grupo que estaba sentado bajo un enorme mango y contemplé durante un rato la escena. Básicamente un tipo con una bolsa llena de fajos de billetes ponía el polvo en una balanza; separaba lo que no era oro con un imán; y pagaba a las mujeres. Todo en silencio y sin discusiones.
LAS RUINAS DE LOROPENI
Tras el mercado nos pusimos en marcha atravesando de nuevo el horrible barrizal, que puso mis nervios al límite. Encima al pasar por Gaoua descubrí que había perdido la llave de mi moto (se cayó con alguna sacudida brusca). Menos mal que Bebe llamó por teléfono al dueño y vino en cuestión de minutos con una llave de repuesto. Vaya tela… Después continuamos hasta Kampti, donde paramos en un local a comer algo. Pedimos Riz Sauce con salsa de tomate, pero yo añadí al plato una ración de Mouton au Four que compré en un puesto cercano. La comida estaba muy rica y la acompañé con una Fanta. Precio: 3.200F (invité a Bebe).
Con el estómago lleno seguimos hasta la población de Loropeni; y llegamos a la entrada de las ruinas de Loropeni, situadas a 3km del centro. Se trata de los restos de un antiguo fuerte construido por las tribus que habitaban la zona alrededor del siglo XI. Alcanzó su máximo apogeo entre los siglos XIV y XVII, cuando las minas de oro funcionaban a pleno rendimiento; y desde aquí partían inmensas caravanas que cruzaban el Sahara cargadas con el preciado metal. Loropeni no es el único fuerte que existe en el País Lobi pero sí el mejor conservado. Y deja en ridículo a la gente que piensa que en el África subsahariana únicamente hay poblados con chozas de paja.
Yo pagué la entrada en la taquilla (2milF); exploré un rato las ruinas en solitario haciendo fotos mientras esquivaba un grupo escolar; y después realicé una breve visita guiada (incluida en el precio) con un simpático chaval. La verdad es que los muros son imponentes. Están construidos con rocas de piedra rojiza de forma redondeada; alcanzan una altura de 7m; y están rodeados de un espeso bosque que amenazaba con adueñarse del lugar. Incluso hay un muro parcialmente cubierto por las raíces de una higuera estranguladora. La única pega es que en algunas partes se les ha ido la mano a los restauradores y su aspecto es demasiado artificial.
EL LOROPENI DJORO FESTIVAL
Después de la visita regresamos a Loropeni a toda prisa mientras caía la tarde porque estaba a punto de comenzar la 4ª edición del Loropeni Djoro Festival. Se trata de un festival anual de música y baile que dura dos días, al que acuden diferentes artistas del País Lobi para demostrar sus habilidades. Había tenido mucha suerte.
Bebe me llevó hasta un descampado donde había un escenario con montones de sillas metálicas que ya estaban completamente ocupadas por los vecinos del pueblo. Por suerte yo había decidido quedarme de pie para hacer fotos. Al cabo de un rato comenzó el festival, con algunas actuaciones sorprendentes. Como un grupo de mujeres que realizó bailes tradicionales entre movimientos imposibles de torso y glúteos (parecía que les hubiera dado un ataque de epilepsia). O unos chavales con el cuerpo pintado y plumas en la cabeza que también ofrecieron espectaculares coreografías. Los artistas estaban acompañados de músicos tocando el Balafón, un instrumento típico de África Occidental parecido al xilófono. Además participaron cantantes locales interpretando temas modernos que me gustaron bastante.
Eso sí, la iluminación era nefasta, con focos que se encendían y apagaban de forma aleatoria. Constantemente aparecían operarios moviéndose entre los artistas durante las actuaciones. Y como era la jornada inaugural del festival intervinieron las diferentes autoridades de la región, que en total se tiraron casi una hora pronunciando soporíferos discursos bajo fuertes medidas de seguridad (el presentador del evento animaba a aplaudir pero la gente le ignoraba). Pero bueno, el festival estuvo interesante y pasé 3 horas entretenidas. A eso de las 21h decidí que ya había tenido suficiente, aunque no me esperaba que Bebe me tenía guardadas varias sorpresas desagradables:
*Primero el hombre había desaparecido sin dejar rastro y tuve que buscarle entre el público durante un buen rato, alumbrándome con mi linterna. Al final le encontré cuando ya me empezaba a poner nervioso.
*Después se le olvidó avisarme de que a causa del festival las tiendas estarían cerradas por la noche. Yo me moría de sed y no encontramos ningún sitio para comprar agua. Y la alternativa que proponía Bebe era que nos fuéramos a dormir y mañana sería otro día. Esto me enfadó bastante y como insistí en buscar más se lo tomó mal y conducía a toda velocidad delante de mí, con el riesgo de caerme o perderle en medio de la noche. Menos mal que al final encontramos un bar y pude comprar una cerveza Brakina (pagó Bebe, imagino que por las molestias causadas) y 2 botellas de Fanta para llevar (el camarero me dejó un abridor a cambio de un depósito de 4milF).
*Por último, habíamos traído tiendas para acampar en Loropeni y pensaba que Bebe elegiría un rincón tranquilo rodeado de naturaleza. Pero en su lugar prefirió que plantáramos las tiendas al lado del colegio del pueblo, donde dormían buena parte de los artistas que actuaban en el festival (el ruido estaba garantizado). Además en un terreno duro como una piedra (casi no podía clavar las piquetas de mi tienda); y junto a una pista por donde pasaban vehículos de forma regular. No se me ocurre un sitio peor… Yo a esas alturas estaba muy indignado, así que me despedí de Bebe bruscamente y me metí en la tienda a intentar dormir algo. Con lo bien que habían empezado las cosas con este guía…
EL REINO DE LOS GAN
Al día siguiente me desperté tras una noche para olvidar. No dejé de escuchar gritos, risas, ruido de motores, golpes… Incluso ronquidos muy cercanos (Bebe me aseguró que no era él). Y cuando parecía que llegaba la calma, a las 4h saltaron las llamadas a la oración de las diferentes mezquitas de Loropeni. Casi no pegué ojo. En el exterior me encontré rodeado de lugareños que charlaban con Bebe y miraban mi tienda con cara de asombro. En fin, yo opté por olvidar lo sucedido y disfrutar de mi último día explorando el País Lobi. Una vez en la moto fuimos al centro del pueblo, donde nos sentamos en un maquis a desayunar un café con leche y unos bollos de masa frita.
Después nos dirigimos al último lugar de interés del recorrido: Obiré, la capital de los Gan. Este grupo étnico se incluye dentro de los Lobi pero a diferencia del resto están gobernados por un rey. Obiré se encuentra 8km al noroeste de Loropeni y llegamos por una pista de tierra en perfecto estado, atravesando un tramo de bosques frondosos. La palabra «capital» puede conducir al equívoco, porque se trata de una aldea rural con viviendas tradicionales de adobe (redondas para las mujeres, rectangulares para los hombres); graneros con tejados de paja; coloridos lugareños dedicados a sus tareas diarias; y ganado por todas partes (cerdos, gallinas, cabras…). De hecho el Palacio Real parece un cobertizo (no pude conocer al rey porque estaba de viaje).
Tras dar un paseo por el pueblo fuimos en moto al Santuario de los Reyes Gan, situado en las afueras de Obiré. La entrada cuesta 2milF e incluye una visita guiada a cargo de un chaval que me proporcionó un montón de información sobre las tradiciones y costumbres de los Gan.
El exterior del Santuario decepciona un poco, compuesto por una serie de modernos recintos de piedra rojiza, construidos durante los años 90 imitando la estética de las ruinas de Loropeni. Pero dentro hay estatuas de barro que representan a algunos de los antiguos reyes Gan. Son muy auténticas, de rasgos primitivos y decoradas con conchas de cowry. Frente a dos de ellas había restos de sangre y plumas, aunque en realidad los monarcas están enterrados en un cementerio privado.
Al acabar la visita subimos a las motos y emprendimos el viaje de regreso a Gaoua. Esta vez Bebe eligió un camino más directo, sin pasar por Kampti; aunque a cambio estaba lleno de obstáculos, con zonas de grava, socavones y badenes reductores de velocidad. De camino no paré de saludar a grupos de niños (se volvían locos al verme); y me detuve a hacer fotos de vez en cuando.
Una vez en Gaoua me despedí de Bebe (le dí 2milF de propina); recuperé mi mochila grande en el Auberge Prestige; me pegué una ducha más que necesaria; y el simpático encargado del alojamiento me llevó en su moto a la Terminal, ubicada a 4km. Allí compré un billete de autobús en la taquilla de la compañía TSR (8milF); y poco después estaba viajando cómodamente hacia Ouagadougou, donde esa noche me esperaba mi avión de regreso a casa. Así acababa mi ruta por Ghana y Burkina Faso.
CONCLUSION
Mi recorrido por el País Lobi fue sin duda uno de los momentos estrella del viaje por Burkina Faso. Es una zona todavía alejada de los circuitos turísticos que no tuve que compartir con nadie. Y ofrece experiencias únicas llenas de autenticidad. Tres días serán suficientes para visitar las principales atracciones. Aunque si dispones de tiempo puedes añadir una jornada más para conocer otras poblaciones de la zona, como Bouroum-Bouroum o Diebougou.
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